i. I feel you in my dreams
BLACK SEA ♱ CAPÍTULO UNO:
TE SIENTO EN MIS SUEÑOS
Su piel helada se justificaba con la brisa salada colándose por las ventanas, la incomodidad y el frío del amanecer lo llevó a moverse enredándose en las sábanas de seda. A lo lejos un ruido inexplicable comenzó a perturbar su descanso, cuchicheos agudos imposibles de entender pasando por el pasillo al otro lado de la puerta lo molestaron, con la mejilla pegada a la almohada arrugó las cejas haciendo un esfuerzo por concentrarse y reconocer algunas palabras que parecían ser otro lenguaje, demasiadas voces mezcladas abrumaron su paz intensificándose a cada segundo, escuchando las voces cada vez más cerca y más certera. Giró su cuerpo hacia el otro lado con la intención de alejar las molestas voces de su descanso, no obstante, parecía no existir manera de escapar.
──Está aquí. Ha vuelto.
La helada respiración golpeó su mejilla a centímetros del rostro, reconoció un similar tono, incluso inconfundible con el que se había criado. Abrió los ojos de golpe con el corazón agitado contra su pecho golpeando con más fuerza de la habitual para tratarse de un usual despertar matutino, asustado por alguna razón que no podía entender, pero, maldición, de alguna manera tenía sentido. Examinó el lugar de un vistazo sin reconocer el sitio, buscando alguna presencia a su alrededor, aquel no era su lecho ni estaba cerca de ser similar a sus aposentos, alertado procedió a sentarse estirando las piernas sobre la cama desordenada. En su rostro se reflejaba la más genuina confusión, sudando frío como si estuviera enfermo lo que para su juventud y vitalidad no era común. Jacaerys Velaryon tensó su cuerpo viéndose desorientado en aquel lugar en donde jamás había estado antes, se preocupó, haciendo un esfuerzo por recordar la noche anterior.
Tenía el cuerpo helado, sus manos pálidas y húmedas. Su boca sedienta no lo ayudaba a concentrarse, pero cuando intentó beber de la copa esta estaba vacía similar a la sensación en su estómago. El sepulcral silencio le parecía tétrico, con la brisa salada ingresando libre calándole los huesos, removiéndose en su propio desastre rodeado de cojines a juego con los colores de las mantas, era la helada lo que más llamaba su atención porque en la isla era poco habitual temperaturas así de bajas.
El balcón abierto le causaba una curiosidad inmensa con las cortinas finas danzando despacio al ritmo de la brisa, tenía la necesidad de observar. Sin embargo, cuando volvió su mirada al interior de la habitación se encontró con una frágil figura femenina sentada a los pies de la cama, dándole la espalda con un vestido de noche de tela blanca y un largo cabello castaño suelto. Se trataba de ella. La sensación de ansiedad de Jacaerys desapareció convirtiéndose en un recuerdo, esfumándose en el suspiro que escapó de sus labios ante la familiaridad de aquella dama quien se limitaba a peinarse con delicadeza y cuidado de no quebrar ninguna hebra.
El joven príncipe se mantuvo en silencio admirando los movimientos repetitivos, podía quedarse hora en ese sitio observándola. Abrió la boca despacio, las malditas palabras se negaron a formularse haciéndolo incapaz de comunicarse, sin embargo, no tenía idea qué decir.
Una ráfaga de viento ingresó de manera violenta robándose su atención. El largo cabello castaño de la dama se levantó sobre sus hombros revolviéndolo cual remolino, por un segundo efímero logró divisar el perfil, no mucho, un pómulo y la punta de su nariz. Por la espalda de Jacaerys un escalofrío lo azotó similar a un rayo. Despacio, sin ninguna prisa, se arrodilló sobre el colchón hundiendo las rodillas precavido de no hacer ruido en sus movimientos. Ella no se movió de su lugar ni se dignó a decir algo, con una actitud indiferente ante el príncipe dudaba que supiera que había despertado de su atormentado sueño, Jace, tembloroso e inseguro como pocas veces, tocó su hombro, más bien rozó su piel luego de pensarlo varios segundos.
Un mezcla armoniosa de cerezas y rosas lo embriagó más que una copa de vino añejo, rodeándolo de una sensación familiar de pura calma.
──E-estás aquí ──susurró aliviado. Pero su tartamudeo más bien sonó a una pregunta torpe.
Como si las palabras la hubiesen ahuyentado, la dama se puso de pie. Su cabello volvió a caer sobre su espalda esta vez cubriéndola hasta más abajo de la cintura, el vestido de noche tocando el piso de piedra lo dejó apreciar la tela ligera que abrazaba su cuerpo de la misma manera que él deseaba hacerlo, sus pasos hipnóticos lo guiaron hasta el balcón. La brisa lo llamaba, más bien, la necesidad de no dejarla ir o simplemente el hecho de perderla de vista le resultaba angustiante. Mientras más se alejaba el corazón le latía más fuerte, quería pedirle que se quede, rogarle que no se vaya de su lado, eran las palabras que no salían de boca tan enredadas en su garganta que quemaban en su interior.
No tuvo más opción que ponerse de pie si su deseo era no volver a separarse de ella. Sin dejar de observarla un segundo siguió el camino marcado por la misteriosa figura que con agradable magnetismo lo traía a sus pies, de fondo, las olas chocaban más fuerte de lo habitual contra las rocas. Jacaerys Velaryon caminó decidido como nunca, con la misma cautela que en la primera vez se acercó midiendo la distancia, las telas ligeras del vestido seguían la dirección del viento haciéndola ver similar a un ser celestial que nunca había visto pero podía asegurar que era algo como lo que sus ojos estaban divisando en ese momento. Su cabello ahora brillaba haciéndolo apreciar algunos tonos más claros. La serenidad de la escena era la paz de la cual su vida en la isla carecía, si existiera la posibilidad de quedarse ahí para siempre no dudaría en tomarla dispuesto a renunciar a sus obligaciones con la corona. En el último piso de la torre con el mar bajo ellos las aguas se calmaron, no así el viento.
Con la disposición de perderlo todo y con un movimiento impulsivo pero necesario, se atrevió a tomar su mano. Tembloroso rozó el dorso de su mano, una respiración profunda llenó sus pulmones entrelazando sus dedos con fuerza, ella no opuso resistencia a su contacto, la brisa salada se intensificó golpeando sus cuerpos. Jacaerys dio un paso más acortando la distancia, acercando su pecho a la espalda de la dama compartiendo un poco del calor que emanaba el príncipe, después, este pasó el brazo sobre su cintura rodeándola, controlándose en todo momento por no ejercer fuerza sobre ella, su última intención era hacerle daño, mucho menos alejarla nuevamente de él.
──Quédate. Por favor, un poco más.
El tono de tristeza en su voz arrebató cada esperanza emergente, no obstante, tampoco le dolía, en su subconsciente aquella era una respuesta que esperaba recibir. Al contrario, se sentía completo en ese segundo eterno con el cuerpo de su amada entre sus brazos, ese dulce aroma invadiendo su espacio alegraba su vida porque no importaba por cuánto tiempo, más bien, había vuelto a él. Apoyó la frente en el hueco de su cuello cual dos piezas de un rompecabezas encajando al primer intento, perezosamente dejándose caer, sus rizos haciendo cosquillas en la piel de ella. La sonrisa que se dibujaba en sus labios era el reflejo de la felicidad más pura, la tranquilidad que le transmitía su contacto no lo encontraba y que había buscado toda su vida escapándose de él como si no fuera merecedor.
Una paz interior cálida en su pecho que desapareció cuando despertó.
Abrió los ojos, nuevamente, ahora su cuerpo estaba tenso. Jacaerys tenía temor de moverse en un limbo emocional y un desagradable sabor de boca, con la mirada recorrió las esquinas de sus aposentos pasando por aquellos segundos donde la realidad parecía dudosa. Se quedó un momento más acostado mirando a un punto fijo intentando recordar todo, haciendo un esfuerzo por retener cada imagen que su subconsciente había proyectado, no obstante, la sensación seguía en su estómago, intacta.
El vacío en su interior no se lograba comprender, el príncipe se tomó su tiempo para animarse a ponerse de pie y empezar el día, sin embargo, seguía enredado en sus sábanas con la esperanza de cerrar los ojos volviendo al balcón de la torre imaginaria sosteniendo el cuerpo de la dama que calmaba sus pulsaciones. Hundió la mejilla en la dura almohada de plumas, el tacto delicado de aquellas telas junto al aroma dulce del cabello castaño que impregnó su espacio personal, aferrándose con una necesidad casi vital. Lo que más tortuoso era que no era la primera vez, esa misteriosa mujer apareciéndose en sus sueños, paseándose por su cabeza cual habitante digno de caminar por los pasillos de sus ensoñaciones, en un principio, inocentes y reconfortantes, ahora despertar cada vez estaba siendo más costoso.
Por su pereza perdió el desayuno. Su madre tuvo compasión con su heredero dejándolo descansar de más, pero a Jacaerys no le gustaba ausentarse en la mesa ni a ninguna de sus labores por más mínimas que estas fuesen ni que su ausencia sea un tema de conversación. Quizás, la idea de darles otra razón por la que hablar de él lo perseguía.
Apresurado se vistió, siempre portando el rojo y negro rindiendo honor a la sangre valyria con el símbolo de la Casa Targaryen resaltando en su pecho desviando la atención de sus rizos castaños.
Antes de abandonar sus aposentos para regresar cuando el sol se hubiera escondido, el rugido de un dragón se encargó de llenar el silencio. No era un ruido ajeno, sin embargo, siempre era un deleite visual el apreciar el vuelo de alguna de las bestias que convivían en la isla junto a ellos. Se animó a asomarse por el balcón sintiendo curiosidad de saber quién robaba el cielo esa ocasión, la dragona de Rhaenyra volaba por las montañas rocosas dando vueltas aleteando más seguido de lo habitual, planeando cerca de la orilla de la playa más activa de lo habitual. Sabía que su madre no la montaba, pues al estar en cinta era más precavida y no se arriesgaba a volar hasta el alumbramiento.
Golpearon su puerta robándose su atención puesta en Syrax. Al abrir no se esperó encontrarse ante la presencia de su hermano Lucerys Velaryon del otro lado.
──Luke ──suspiro aliviado──. Lamento la tardanza, me quedé dormido── revolvió el cabello del segundo varón de Rhaenyra quien no fue capaz de saludar, en vez jugaba con sus manos tras su espalda intentando no largar toda la información de una sola vez. El príncipe Jacaerys estaba más preocupado de llegar a tiempo para montar a Vermax y aprovechar el sol del mediodía.
──¿Lograste descansar? ──preguntó el menor.
──Algo ──contestó después de suspirar. Cerró la puerta tras de él y comenzaron a caminar por el pasillo de piedra──. ¿Todo bien en el desayuno?
El heredero de Marcaderiva se demoró en responder. Pues la verdad era que el desayuno donde las frutas frescas abundaban y Rhaenyra alimentaba a Aegon el menor no pudo llegar a concluir de la manera esperada cuando un caballero irrumpió alegando la presencia de la princesa Rhaenyra Targaryen. El carácter urgente de la petición preocupó a Lucerys, hasta que por boca de las criadas escuchó un rumor que poco menos lo hizo saltar a los aposentos de Jace.
Iba a hablar, pero al solo separar los labios el rugido de la mimada dragona de Rhaenyra interrumpió su importante noticia.
──Syrax está inquieta hoy.
──Lo que sucede es... ──se tomó su tiempo, el corazón le comenzaba a latir más rápido siendo dificultoso el verbalizar──, parece ser que hay otro dragón en la isla ──dijo ganándose la atención de su hermano mayor.
──Oh, ¿en serio? ¿Baela está aquí? ──intentó adivinar con un tono alegre que su prima se apareciera por la isla para darles una visita. Pero Lucerys negó──. ¿La princesa Rhaenys?
Lucerys no podía amortiguar una noticia así, tarde o temprano Jacaerys terminaría escuchando la novedad que comenzaba a correr por las torres de arriba a abajo.
──Creo que... la verdad no lo sé ──el joven príncipe se enredaba con sus pensamientos. Levantó la vista del suelo a Jacaerys quien impaciente se veía capaz de sacarle la información de un solo golpe en la nuca, nada fuerte ni violento, pero lo estaba poniendo más nervioso de lo que había llegado──. Tenemos que ir al Consejo.
──Santo cielo, Luke. Seguramente no es nada grave ──el heredero tocó su hombro en un gesto reconfortante con su hermano. La sonrisa despreocupada y encantadora podía tranquilizar a cualquiera menos a un Lucerys que no aguantó más el misterio confesándose como si hubiese cometido alguna falta grave.
──Ella está aquí. Ha vuelto.
Jacaerys frunció el ceño dejando de caminar en medio del pasillo, Lucerys Velaryon se detuvo después de él a una distancia prudente para examinar su reacción. Existía tan solo una sola persona a la cual no mencionaban, su nombre estaba prohibido pero se referían como ella.
──No, eso es imposible ──se apuró a negar totalmente escéptico, actuando como si hubiese acabado de escuchar lo más estúpido en meses. Si era un malentendido, se iba a encargar personalmente de encontrar la fuente del rumor──. Ni siquiera estás seguro.
Sintiéndose juzgado se apresuró a justificar su afirmación, ofendido por ser cuestionado ante una situación tan delicada especialmente tratándose sobre los hermanos Velaryon.
──Dicen que se trata de Maerax.
Se giró para seguir su camino suprimiendo la información recibida, pensaba en que Vermax debería estar ensillado para él por orden de su madre, lo que era beneficioso porque ahora mismo lo que más necesitaba era tomar un poco de aire, y si eso implicaba alejarse del suelo de Rocadragón era mucho mejor. Sin embargo, se le había cerrado la garganta, aferró su mano al mango de la espada colgando de su cintura, fijó la mirada en un punto indefinido mientras su cabeza se encargaba de hacerlo caer en sus peores temores. No estaba preparado para afrontar algo así, mirarla a la cara, hasta su nombre parecía lejano como el recuerdo de su voz que se desvaneció en su memoria.
Sus pies dejaron de responder, quedando de pie, completamente paralizado. La mandíbula tensa y la mirada pegada en el suelo sucio, respirar se le estaba haciendo dificultoso, no imposible, pero sus pulmones se negaban a expandirse para ingresar más aire. A su espalda, Lucerys fue comprensivo y empatizó con su silencio, por eso fue más suave, esta vez, sin dejar espacio a la duda.
──Jacaerys, es cierto ──la afirmación fue tanto para su hermano como para sí mismo──. Dany volvió.
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