Epílogo
Epílogo
El amor se hace infinito, eterno, distante y brilloso.
Dedicado a mi vida.
Dedicado a mi familia, por soportar mi carácter, conversar mi debilidad y aguantar cada una de mis memorias, por aceptarme en todo momento.
Dedicado a BLACK TAKESHI LEE, ese que existe dentro de mí, que sabe que iba a llorar al escribir palabras tan complejas y por haberme aceptado para escribir lo que es nuestra historia y a pesar de haber ficción, ambos sabemos que sin el otro no somos nada.
Dedicado a mi madre, por su amor incondicional, por ser parte de mi vida y apoyarme en cada cosa. Darme consejos, fastidiarme siempre.
Dedicado a mi padre por utilizar un poco su carácter y su fecha de cumpleaños.
Dedicado a mi hijo hermoso, quien me da el aliento de seguir avanzando y ayudarme en todo.
Dedicado a mis hermanos, quienes me han soportado siempre.
Dedicado a mis mejores amigos, quienes son parte de mi vida. Son pocos, pero grandiosos.
Lo que sentía en ese pequeño momento de libertad, hizo que su sonrisa durara para siempre. El hecho de haber estado tanto tiempo reprimiendo los sentimientos, ajustándose a la vida, creyendo que iba a morir y suponiendo que todo se iba a acabar con solo cerrar los ojos.
Quizás no era un ser perfecto, tenía sus debilidades, argumentos y opiniones diferentes que inclusive habían puesto en peligro su vida en más de una ocasión por pensar desde otro punto de vista.
Él era feliz en todos sus defectos, con su bipolaridad atrayente, el sentido de humor, la risa irónica y la majestuosidad de la luz a través del sol. No solamente había conseguido un sueño más allá de su amor por el arte, sino conquistar el alma pintando lienzos con las manos.
Black no le interesaba hacer algo que no era capaz de crear. Amaba dibujar, era incluso lo que más deseaba en el mundo, pero todo era distinto cuando decidió crear otro tipo de vida. Amaba a Samuel, amaba a su alrededor, amaba a su familia y el entorno en donde estaba viviendo, de hecho amaba cuando se sentía vivo por dentro y lleno de vida. Lo que más deseaba en el mundo era el perdón, disculparse por todo y obtener un abrazo de orgullo así mismo. Él no le importaba si viviese en algún alquiler o preferiblemente en una casa de bajos recursos o en algo sumamente lujoso, lo que realmente quería en su vida, era conseguir una paz, un sentimiento que lo aferrara a combatir sus miedos, a crear nuevos paradigmas y construir un mundo en el que se podría vivir mejor de lo que había vivido en el pasado. Pensaba en armarse de valor, enfrentar la valentía y amar incondicionalmente sin tener que hablar o decir algo forzado.
Por una parte su cambio emocional se había reducido a un estatus más profundo y leal. Acorde con sus palabras en el voto matrimonial había prometido cosas que no se había imaginado nunca, ni siquiera era por haberse casado con su mejor amigo, sino porque al tener ese amor tan emblemático, cariñoso, sublime, no había más nada que prometer, las cosas se iban a dar en algún momento y quería compartir toda clase de aventuras al lado de su nueva familia.
La palabra "te amo" para Black existía desde un punto de vista más significativo, le había costado decirlo en voz alta, quería simplemente desafiarse a si mismo utilizando sinónimos más reales y menos comunes de lo que decía la gente. Para él Sam era como su amuleto, una carga eléctrica, una tormenta, un sol, la luna, la estratosfera, el universo, los extraterrestres, el mismo cielo, un ser creado para soportarlo, la meta más grande, el miedo más intenso, la sensibilidad extrema y el tacto de un abrazo de un hombre frío a uno cálido.
Cada vez que pensaba en ello, se la pasaba sonriendo todo el tiempo como si eso lo llenase de satisfacción más allá de comprender porque todo había cambiado radicalmente durante tanto tiempo. Sonreía como si el mundo ya estuviese a sus pies, como si el agua corriese por todos los ríos llegándolo de vida para que los animales pudiesen beber sin problema.
Ese momento en que todo estaba perdido y oscuro, cuando la energía y el poder se juntaban hacia explosión en el corazón llenándolo de recuerdos. Y allí era donde estaba su madre, esa mujer que admiraba con tanta pasión que podría quitarse la vida para verla y decirle que la amaba más que a su propia existencia.
Soñó con ella y tuvo conversaciones largas. Dina se veía radiante, esplendida, sin una pizca de tristeza. Black suponía que su madre estaba al fin descansando en paz porque su hijo ya estaba haciendo su propia vida y no necesitaba su ayuda para nada. Despedirse de ella fue tan doloroso como volver a despertar y sentir que ya no estaba. Sigilosamente había estado despierto sin hacer ruido y veía hacia todos lados buscando esa luz que le cubría los ojos para disminuirlos a su máxima capacidad.
Ese día lloro como nadie. Lo bueno era que estaba solo y podía sentir que drenaba lo que había ocultado durante mucho tiempo. Se había percatado que la ausencia era lo que hacía que su corazón cobrara el sentido más leal que pudiese existir.
Salió en moto hacia el Este. No sabía cuánto tiempo iba a tardar, pero para él era importante hacerlo. Llego hacia una montaña y allí se quedo mirando el cielo, la luz, los pájaros, escuchando el ruido que emitía la naturaleza. Durante breves segundos cada preocupación empezaba a disminuir lentamente, se reía de sí mismo y hablaba en voz alta como si alguien estuviese con él. Al finalizar la tarde, volvió hacia su nuevo y caluroso hogar donde le había metido todo el amor posible para hacerlo realidad. Desde el primer centavo, hasta alcanzar una suma de dinero y construir lo que su madre había hecho años atrás.
Samuel lo estaba esperando con los brazos abiertos, se acobijo en ellos sintiendo que ya todo había pasado, que a pesar de que la tormenta había sido durante muchos años, sentía paz interior y le decía que las cosas iban a estar bien.
—Eres mi Sam, amor —dijo Black en un murmullo.
—Eres mi Black, cielo —respondió Sam.
La vida entre ambos se había simplificado. Siempre iba a existir una pelea, algo que les generara un conflicto, pero aun así se mantenían unidos.
Un baile.
El encanto de un arte.
El enojo de sus mentiras.
La satisfacción de tener una vida, una familia, le bastaba.
Un hermano que lo comprendería.
Una medio hermana sonriente.
Un padre que dio todo por su hijo.
Una madre que nació de las cenizas y se convirtió en un amuleto.
Y un sueño sin sufrimiento.
—Te amo demasiado, Black.
—Ya la dosis de romance se acabó. Veamos una película.
—Siempre tan cortante.
—Y siempre tan cursi.
FIN
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