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Capítulo 8

Capítulo 8

— ¿Estás bien, Black? —preguntó Sam al ver que su amigo estaba vomitando en el retrete de su casa.

Black no contestó tan rápido, pues seguía vomitando la comida que se había comido minutos antes. Al terminar, se lavó la cara con jabón y se cepilló los dientes tres veces seguidas para quitarse ese olor tan repulsivo.

Salió del baño y Sam lo ayudó a sentarse un poco. Estaba demasiado débil, no sabía porque el atún le había caído muy mal.

—Estoy bien. Solo que el atún me cayó mal —dijo Black colocándose una camisa nueva, pues la otra olía horrible.

—Menos mal. Ya estaba asustado. Tienes el rostro demacrado —comentó Samuel viéndole las ojeras a su amigo y que también estaba un poco pálido.

—No te preocupes.

—Si me preocupo. Necesitas descansar —insistía Sam.

—Estoy bien, Sam —dijo Black en susurro.

—Oye, he pasado por eso. Déjame cuidarte, así no tengo que ir a visitar a mi tía Vicky—sugirió Sam.

Black no podía decir que no, mientras más tiempo estaba con Sam era mil veces mejor. Tenía la oportunidad de abrirse seriamente, aunque le costase un poco, pero si estaba con su amigo podía ser un buen inicio de semana.

— ¿Tía Vicky? No es esa la que se viste de vaquero —Black recordaba a esa tía peculiar de Sam, era demasiado extraña e idéntica a Jessie de Toy Story.

—Esa misma y habla como vaquero. Es horrendo, pero bueno. Mi mamá insiste en ir, pero como ya tengo la excusa perfecta entonces ya sé que decir.

—Sam, estaré bien en serio. No quiero que te regañen por mi culpa.

—Me da igual ¿O quieres que le diga al mundo tu segundo nombre? —eso era demasiado cruel.

El segundo nombre de Black no es que era vergonzoso, simplemente difícil de pronunciar y complicado en saber su significado. Black no dijo nada y aceptó que su amigo lo acompañase durante el fin de semana. Él no estaba enfermo, simplemente tenia dolor de estómago que posiblemente se le podía quitar en poco tiempo.

El fin de semana había trascurrido mejor de lo que ambos esperaban. Black tenía unas inmensas ganas de besar a su amigo y debía contenerse un poco. Habían hecho de todo para entretenerse, desde jugar póker hasta cocinar deliciosos postres. Fueron a jugar un poco de béisbol, aunque Black se sentía mal igual podía batear sin ningún inconveniente.

—Sam, tengo algo que decirte —dijo Black en tono muy serio.

Sam dejó de comer la fresa y la colocó en donde estaba inicialmente. Si Black confesaba quizá todo podía mejorar entre ambos y ya no habría ningún secreto. Sam se sentó en la cama y espero a que Black continuase hablando.

Se moría de ganas por saber lo que su amigo le iba a decir. Black en general no era muy bueno diciendo cursilerías, pero se sentía preparado para decírselo. Ya no lo soportaba más, tenía los pensamientos acosándole todo el tiempo y había practicado mientras se duchaba en la madrugada cuando su amigo dormía profundamente. Y como éste tenía el sueño pesado, era muy difícil que oyese lo que estaba diciendo.

Cuando Black iba hablar sonó su celular y era un mensaje de su madre. Le decía que venía en camino y que tenía una sorpresa que darle. Dejó el teléfono en modo silencio encima del escritorio y volvía a respirar hondo controlando sus nervios.

Sonó el celular de Sam y era Celia la que lo estaba llamando. Sam no entendía muy bien lo que la chica le estaba diciendo, tenía que salirse del cuarto de Black para agarrar mejor señal.

Celia le decía que lo extrañaba demasiado, era error de ella y se echó la culpa de todo. Sam le decía que no era el momento para hablar y que podían encontrarse cerca de la casa de Black para charlar mejor, ella aceptó sin quejarse de haber mencionado a Black.

—Celia viene para acá, Black —dijo Sam.

—Bien. Mientras ustedes hablan yo estaré dándome una ducha.

—No, Black. Te quedaras con ella por un par de minutos, mientras busco algo que darle.

—No lo acepto. Si tienes que hablar con ella sobre lo cursi que eres, pues adelante. No estaré con ella ni un minuto, aunque me paguen un millón de dólares. Yo tengo que darme una ducha, necesito calmar mis puros y relajarme.

Sam iba a refutar. Pensaba que era mala idea lo de traer a Celia. No era muy bueno, pues si ella veía como se peleaban los padres de su amigo, iba a ser un rollo total y no quería involucrarla en asuntos delicados como ese.

—No seas ridículo —susurró Sam.

Black negó con la cabeza.

—Acabas de confesarme que me amas, Sam. Eres un poco cursi, quizá ella te convenza de que vuelvan a estar juntos. Odio involucrarme en tus estupideces sentimentales.

—Si es cierto, pero sabes que te amo y es algo que no lo voy a negar jamás.

—Entonces, ¿qué sentido tiene que me lo digas cuando vas a volver con ella?

—Ni sabes para que viene, Black.

—Como lo desees, Sam.

—Me karmas por dentro, Black. En serio eres detestable y orgulloso, estúpido e imbécil.

—Y lo mismo digo de ti.

—En serio eres detestable. Eso hace quererte más y no sé por qué. Quiero que estés conmigo. Le voy a decir a Celia lo que siento por ti.

— ¿Qué? Si me odia, no imagino lo que dirá cuando se lo digas.

—Pues yo no soy orgulloso y me gusta ser sincero con las personas.

—Demasiado noble para mí gusto.

—Solo cállate y déjame hablar.

En eso Celia tocó la puerta y Black le abrió sin meter la pata. Dejó pasarla hacia el living y los tres se sentaron en diferentes asientos. Celia miraba a Sam con los ojos muy brillosos. Black se sentía tan incómodo que en cualquier momento se iba a levantar para retirarse, pero la mirada asesina de Sam lo hizo quedarse. Ya no tenía remedio, tenía que estar allí obligado y permanecer callado sin estropear cuando su amigo lo hiciese.

—Es una casa muy hermosa. Pensé que era más al estilo japonés, pero me parece muy bella —comentó Celia fascinada con las cortinas, la decoración y como estaba todo bien estructurado y arreglado.

La casa de Black era muy sencilla, la decoración la había puesto él con su madre y todo lucía muy pulcro. El árbol de Navidad resplandecía en la sala, destellando las luces y lo precioso que estaba adornado.

La casa según Celia era muy acogedora y tranquila, imaginó vivir allí por una milésima de segundo y ser feliz por el resto de su vida. Ninguno de los dos opinó nada al respecto. Black quería mantenerse callado y haciéndole prometer a Sam que no metería la pata.

— ¿Cómo se dice "te amo" en japonés? —preguntó Celia a Black que parecía estar distraído con el gato.

Aishiteimasu—era la primera vez que delante de un desconocido, hablaba su lengua natal.

Celia estaba emocionada y le preguntaba a cada rato como se decía tal cosa en japonés. Brincaba de la felicidad y le pidió a Black que anotase todas esas palabras en una hoja. Según ella, amaba el japonés y quería hablarlo. Black escribo algunas palabras que se le venían a la mente y le entregó el papel.

Ōbājanpu shinai, yakunitatanai neko —dijo Black alzando la voz hacia el gato que salió huyendo de las piernas de Celia y se metió en un rincón a aullar.

—Black suele maldecir al gato cada vez que quiere montarse encima de alguien desconocido —dijo Sam.

Black dormido hablaba todo tipo de idiomas y pues Sam lo grababa para aprender. El japonés lo aprendió desde niño, pero se había acostumbrado al inglés.

Black tenía un gato negro, pero esté siempre vivía encerrado en el cuarto de su madre. No era un gato muy sociable y su dueño no lo dejaba salir tan seguido, pero como últimamente se sentía solo, no tuvo más remedio que sacarla un rato para que tomase aire. El gato olfateaba algo, y Black supo que era. Necesitaba jugar con su bola de pelos juguete que Black le compró el año pasado. El chico le buscó la pelota y se la lanzó hacia donde estaba.

— ¿Cómo se llama? —quiso saber Celia con las piernas cruzadas que se le notaba las piernas sensuales y lisas.

—Mei. Es nombre de hembra, pero ya no se lo puedo cambiar. No se dejaba ver sus partes y hasta que después de tener un año con él, supe que era macho.

— ¿Por qué te emociona tanto el japonés? Eso no lo sabía.

—Fue hace poco. Mi hermana me metió en un club japonés la semana pasada y como Black es japonés, me intrigaba un poco —resumió Celia radiante de felicidad.

Ya era un poco de noche y Celia tenía que irse a su casa, pues había una cena familiar y no podía perdérsela por nada del mundo. Mientras Sam iba al baño, ella aprovechó de preguntarle algo personal a Black que se encontraba cortando varios trozos de pan y los untaba con mermelada de fresa. También había hecho un batido y lo había vertido en tres vasos gigantes. Invitó a Celia a que cogiera uno y ella lo probó disfrutando el exquisito sabor a frambuesa.

—Eres muy gentil, Black —dijo terminando de tomarse el líquido—. Te quería preguntar algo si no es mucha molestia —Black asintió—. Estás enamorado de Sam, ¿verdad? ¿Lo amas?

Black se le enrojeció el rostro y no quiso mirarla directamente a los ojos. Dio un leve asiento con la cabeza.

—Esto se ve buenísimo —comentó el chico acerca del batido de su amigo. Sabía que los hacía demasiado buenos y eran casi resistibles ante el paladar —. ¿Qué les pasa a ustedes? —Sam no comprendía porque Black estaba tan serio y Celia lo miraba con tristeza.

—Nada. Me tengo que ir, Sammy. Hablamos mañana con calma —dijo la chica cogiendo su bolso—. Adiós, Black. Cuídate.

Sam se quedó sorprendido. No imaginaba que su novia le decía eso a su mejor amigo y de forma amable sin gritarle.

Celia se fue y el silencio se hacía presente en la cocina. Black se chupaba los dedos y Sam se dedicaba a observarlo.

— ¿Ahora si vas a expresar tus sentimientos conmigo o tengo que interpretar tu mente? Black si al menos me dijeras que te cuesta, estaría más que feliz. Pero prefieres morir callado y es peor para ti. A Celia se lo dijiste, no sé si fue con la boca o con la cabeza, pero se lo dijiste. ¿Tienes miedo de que te hiera?

—Solo afirme con la cabeza, Sam. Me cuesta decirte tantas cosas y no es por temor a que me hieras, ya lo has hecho y no importa. Puedes herirme, pisotearme, y no voy a cambiar mis sentimientos por ti. Ya dentro de poco tendré que regresar a New York y estaremos separados por varios meses. Tengo el concurso de fotografía, además de obras de teatro y unos ensayos de la universidad. Tú estarás aquí con ella.

Black se aproximó hacia los labios de Sam y sintió sus labios encorvarse, era el beso para demostrarle que lo amaba demasiado, pero lastimosamente lo tenía que dejar hacer su vida con aquella chica sin que él interfiriese. Sus labios le decían todo, y Sam lo disfrutaba. Ambos estaban sumergidos en el beso tan profundo, sin saber en dónde estaban y menos preocuparse de quién podía entrar en esa puerta.

Al separarse, Sam estaba satisfecho. Era lo que ansiaba desde hace mucho y ahora no quería que Black se fuese para ningún lado el próximo año. Sam quería tenerlo para él solo, aunque las cosas estaban muy mal tenía que tomar decisiones importantes.

Terminaron de fregar todo lo sucio y la sonrisa de ambos era demasiado evidente, cualquiera pensaría que la estaban pasando muy bien y mentira no era. Estaban enamorados con los ojos brillosos, y se reían de la nada. Lo malo: Celia estaba en el medio y Sam le había dicho para volver a estar juntos. Y Black tenía que volver a la universidad. 

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