Capítulo 7
Capítulo 7
Black no podía creerlo, aun no reaccionaba y se le dificultaba hablar. No tenía ni idea que responder. Ni siquiera era por orgullo, sino el impacto de las palabras que lo tenía embobado. Decirle a su amigo, era como encender la llama de un fuego. Podían suceder varias cosas y la vida de ambos iba a cambiar.
El chico tenía varios problemas, y a pesar de que Sam cambio la conversación drásticamente sin entender porque le hizo un favor a su mejor amigo para calmarlo un poco sobre el acontecimiento en el que su madre se había ido junto al hombre que más odiaba en el planeta tierra.
— ¿Vas a decirme algo por lo menos? —preguntó Samuel. Ya estaba harto del silencio y romperlo podía hacer hablar a Black.
— ¿Por qué lo preguntas? —murmuró Black.
—Pues se me vino a la mente, Black. Estás demasiado extraño últimamente y pienso que es por eso. Además, mi padre me abrió la mente —contestó Samuel.
Odiaba los secretos y más si su mejor amigo ocultaba algo importante. Sam quería oír de la boca de su amigo que estaba enamorado de él, pero sacarle las palabras era demasiado difícil.
—Olvídalo, Black. Sera mejor que me vaya. Celia me necesita —decidió Samuel. Black iba a comentar algo al respecto, pero prefirió quedarse callado y dejar que su amigo se fuera de su casa.
Black estuvo solo durante toda la noche sin poder dormir. Había pensado en confesarle a su amigo que estaba completamente enamorado de él, pero no podía ni practicarlo porque se trababa con las palabras. Se quitó la camisa y se dejó ver sus grandes músculos que resaltaban como finas líneas perfectas. Black era guapo, pero él sabía que con eso no lograría nada. Lo único que necesitaba era descargar su ira interior y decirle la verdad a Sam.
Se quedó viendo el techo y pensaba detenidamente en cómo decírselo. No era capaz de arruinar la relación que Sam mantenía con Celia, pero en algún momento se le tenía que salir para estar más tranquilo en vez de preocupado. Se arrancó varios pelos y gritó tan fuerte que los vecinos se enojaron en seguida. No le hizo caso al viejo cascarrabias y prendió el televisor a un volumen moderado. No quería tener problemas con ellos y además ya era suficiente lo que su madre le había hecho.
Pensaba en su madre, en lo mucho que la amaba y perderla era lo peor para él. Quería que fuese feliz, pero sin su padre. No quería recordar que ella se había ido con el bastardo ese. Quitó los pensamientos negativos de la cabeza y decidió ir hacia la cocina a tomar algo de jugo y además tenía hambre. Bajó descalzo y vio que la luz estaba encendida, alguien estaba allí y decidió quedarse en las escaleras a ver si escuchaba alguna voz conocida. Nadie extraño tenía la llave de su casa, solo su mamá, Sam y él, mas nadie poseía las llaves. Pensó por un segundo que podría ser su madre, pero la voz era masculina.
—Ay, Black. ¿Qué voy a hacer contigo? —Era Sam. Estaba sentado en el sofá con la chimenea encendida y tiraba papelitos en ella que hacían que se quemara en seguida.
No parecía estar enojado, sino más bien reflexionando. No sabía que Black no estaba mirando desde la escalera y pensaba que estaba solo y que su amigo había salido. Black le gruñía el estómago, y tenía demasiada hambre. Pensó en caminar sigilosamente y tomar algo de comer, pero por más que intentaba caminar se recordaba que debía enfrentarse ante él.
Se quedó media hora pasando hambre en la escalera. Sam aún estaba entretenido con los papeles y murmuraba cosas para sí, todas de porque Black no le decía la verdad o porque le ocultaba cosas. Black miró su reloj de bolsillo y decidió enfrentar su peor pesadilla. Caminó hacia la cocina y vio que Sam seguía mirando la chimenea.
Black tomó algunas frutas, yogurt y un plato hondo para echarse todo eso. No le gustaba comer tanto de noche porque sufría un poco del estómago, era bastante delicado con eso. Vertió el contenido de yogurt líquido y casi el plato se le resbala de las manos, por suerte no consiguió hacer mucho ruido. Agarró otro plato y echó el resto de lo que quedaba. Buscó a tientas el cereal que tanto le gustaba y lo encontró al lado de la licuadora. Ambos platos eran completamente idénticos en contenido. Estaba bien resuelto y tenía bastante cereal.
A propósito, hizo el mayor ruido posible cuando la cucharilla pasó por su boca con todo el yogurt. Sam casi le da un infarto, —hipotéticamente— y se dirigió hacia donde estaba Black sentado y comiendo con todo el gusto.
—Toma tu plato y come —ordenó Black a Sam que obedeció con gusto. Amaba comer cereal y no podía negarse.
Black no era un chef, pero era el único platillo que hacia mejor. Aunque había estado practicando yogures caseros, aun no le salían del todo bien.
—¿Qué haces aquí? —preguntó con la boca llena, se le notaba lo triturado que estaba el cereal en la boca que daba asco verlo.
—Quise venir para acá. Es como un refugio o algo parecido.
— ¿Refugio? ¿Robaste un banco, acaso? —dijo en tono humorista. No quería hablar del tema sobre el amor y nada de eso.
—No hablo de actos criminales, Black. Ves demasiadas series criminalísticas.
—Tienes cara de haber cometido un crimen o un asesinato de segundo grado. Es raro que vengas de noche y entres por la puerta. Generalmente tienes complejo de Matrix y saltas de la ventana de tu casa a la mía y no sé cómo demonios lo haces.
—No cometí nada, idiota. Celia me engaña.
—Es una vividora y lo sabes. Además, dijiste que era fastidiosa.
—Lo es, pero lo extraño es que no me sentí mal.
— ¿Y estás mal por qué?
—Porque tu querido ninja, no quieres decirme lo que sientes por mí. Lo sé, soy irresistible ante tus ojos, Black. Solo te haces el pendejo.
—¡Que hipótesis tan extraña!
—Pero te encanta verme.
— ¿Qué tratas de decirme?
—Tus padres no vienen sino hasta el 30 de diciembre. Me voy a quedar aquí hasta que me lo digas.
—Claro, como sea. No sé de qué estás hablando.
—Estás enamorado de mí, Black. No sé porque no lo terminas de decir.
—Psst. Estás demente.
—Eres un orgulloso de mierda y no quieres decirme lo que sientes.
—Oye, si soy orgulloso, pero no lo estoy. Deja de inventar cosas.
—Mi papá lo dedujo en estos días. Es difícil que mi padre sea así tan abierto conmigo en estos temas.
—Siempre ha sido abierto contigo, Sam. El hecho de que trabaje no quiere decir que no esté pendiente de ti. Es lo que observo.
—Pues si te crees tan orgulloso, vamos a hacer una apuesta.
Black frunzo el ceño. Se acordó que siempre que apostaba con Sam, perdía una suma de dinero importante. Claro que iba a perder, Black estaba enamorado de su mejor amigo y era la cruel realidad, solo que tenía que pensar un poco la jugaba para ganar por primera vez. Si había resistido todo ese tiempo, podría logarlo por más tiempo.
Sam por otro lado, tenía todas las de ganar. Pruebas no tenía, pero la habilidad de sacar la verdad a la gente lo había heredado de su madre y muy bien lo hacía. Pensó que la apuesta no sería dinero, sino algo más valioso que eso y que hiriera los sentimientos a Black a tal punto de hacerlo hablar como fuese.
—Si descubro que estás enamorado de mí, me regalas tu Play.
—Y si es mentira lo que descubriste, entonces...odio apostar.
—Si es mentira lo que digo, entonces te regalo mi colección de superhéroes.
—¡Vaya! Eso es muy cruel. Prefiero apostar dinero, tu colección de superhéroes es demasiado valiosa para ti.
—Sabes que deberías de hacer: meterte el orgullo por el culo y decirme que te sucede.
Black puso los ojos en blanco. Terminó de fregar todo y guardarlo en su sitio en el orden correcto o tendría problemas con su madre, aunque no estuviese con él, igual le iba a decir por teléfono, en dado caso.
Le indicó a Sam para ir al mueble y allí podían hablar con más tranquilidad. Tenía que decirlo, ya no podía esperar más. Respiro hondo y cerró los ojos por breves segundos. Al abrirlos, Sam estaba sentado observando mensajes en su celular y gritando maldiciones a cada segundo. Parecía que borraba fotos y cosas cursis de cuando los novios terminan. Luego apagó su celular dejándolo en la mesa y observó a Black que sudaba como si hubiese corrido 20 kilómetros en un maratón.
Se acostó en el sofá con medias, y dejó sus zapatos en el suelo. Volvió a encender su celular y tenía varias llamadas perdidas y varios mensajes de texto en la bandeja de entrada. Era su madre que necesitaba encontrar los gorros de Navidad y Sam sabía dónde estaban, le respondió que encima de la lavadora estaban los gorros y demás adornos como las botas. Su madre le envió un muñequito feliz y listo. Las llamadas pérdidas eran de su casa, de su padre y madre, y hasta de su hermano. El teléfono lo puso en su bolsillo en silencio y miró a Black que aun caminaba de un lado a otro con la cabeza baja.
—Sam, sé que para ti es importante que te diga lo que me sucede. No soy bueno diciendo estupideces como la que voy a decir. Pero ya que insistes tanto e invades mi privacidad te lo diré —tragó saliva, hizo un ejercicio de relajación y al lanzar los brazos su pecho resaltaba demasiado.
Sam estaba tan embobado que solo se limitaba a ver ese pecho, y miraba para otro lado, fingiendo no bucearse a su amigo. Le parecía demasiado extraño, pero ese sentimiento era justo el que lo hacía perder la consciencia y que las mariposas hiciesen su trabajo.
—Si me puse celoso cuando te hiciste novio de Celia —él iba a decir algo grosero, pero recordó que no era momento de ponerse obstinante ni falta de respeto—. También cuando me fui, sentí un impulso de quedarme, pero la insistencia de mi padre en venir a estudiar, no la podía negar. Además, mi madre también pensaba lo mismo y no la podía defraudar. Era mi futuro, pero ahora ya no sé qué demonios hacer. Tú haces que no me vaya, Sam. Haces mi mundo mejor y he sido egoísta contigo, siempre estoy enfadado y tengo problemas familiares. Ya viste que mi madre se fue con el idiota de mi padre y ahora tendré que calarme sus llantos por la noche cuando regresé.
— ¿Por qué no lo dijiste antes? —preguntó Sam sorprendido con toda aquella información. No pensaba que Black la estaba pasando tan mal con sus padres y que no había tenido el chance de ayudarlo.
—Porque Celia está presente en cada momento y me enfada que interrumpa nuestras conversaciones, cuando no es su problema. Sam, si de verdad la quieres y quieres estar con ella, yo...—No podía terminar la oración. Si lo decía sería demasiado doloroso para su mejor amigo.
— ¿Qué? Te dije que me engaña.
—Celia es incapaz de engañarte, eso lo inventaste. Además, me voy a mudar a New York y es definitivo.
—No puedes irte por mi culpa, Black. ¿Y nuestra amistad qué? Me importa un bledo, Celia. No es que terminamos oficialmente, es solo que no sé cómo decírselo.
—Eres más sincero que yo y no le temes a nada. Así que hazme el favor y deja de decir mentiras.
—Black, no me interesa esa mujer. Me importas tú. Solo que no sé cómo terminar con ella, tampoco quiero ser tan cruel y herirle los sentimientos. Sabes que no suelo ser así.
—Sabes que no me gusta meterme en relaciones de pareja. —Había medio confesado sus sentimientos, pero de una forma más sutil—. Es tu decisión si quieres terminarle o no. Ya en ese asunto no me meto.
—Creo que te estoy amando demasiado, Black.
Aquello fue la explosión de sentimientos. Black se quedó tan helado que si abría la boca y no le decía que también sentía lo mismo, iba a ser demasiado pesado para Sam. Quizá si Black lo hubiese dicho primero, seria en realidad un acontecimiento mundial y tenía que estar escrito en algún lado o al menos un video de su confesión.
—No esperaba que me dijeras eso —alcanzó a decir Black en voz baja. Se sentó en el suelo sin pensarlo y Sam lo único que hizo fue decirle para jugar algún juego didáctico. Al menos Sam estaba seguro de que su amigo sentía algo por él—. Si esperas que te diga algo cursi, tengo que morir y renacer para decírtelo.
—Ya perdí las esperanzas, Black. Pero algún día lo vas a admitir. Mientras tanto esta semana vamos a gozarla bastante.
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