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Capítulo 2

Capítulo 2

El viaje de Black fue una terrible nostalgia, quería volverse a su ciudad, pero algo le decía que tenía que seguir adelante. Le hacía falta su mejor amigo, y eso que habían pasado dos horas desde que se había ido y ya lo extrañaba. Le envió un mensaje de texto diciéndole que estaba a punto de aterrizar.

Su madre le había dicho que tenía que irse a New York por las mejores universidades y por otro asunto pendiente con su padre, aparte de que se conectara en otro mundo. Quería lo mejor para él y a pesar de que Black no estaba muy de acuerdo había aceptado para complacer a su madre, pues no quería verla triste.

Se bajó del avión sintiendo un impulso extraño. Cogió su maleta y se dirigió a las afueras del aeropuerto. Allí lo esperaba un taxi donde decía el nombre de Black en un papel tamaño carta. De hecho, su nombre lo había escrito mal "Blak". Pensó que su padre lo había hecho, porque la caligrafía era idéntica. La maleta la colocó en el maletero con ayuda del taxista y se sentó en la parte trasera de esté. Le dio rabia porque su padre le había prometido que lo buscaría y no lo hizo.

Nunca había estado en aquella gigantesca ciudad. Se había limitado a estar en un pueblo alejado un poco del trajín. New York era muy diferente a lo que esperaba. Los ruidos, la gente armando escándalos y el bullicio de personas alrededor. El taxi condujó hacia su destino y bajó las maletas con profunda tristeza. Al ver a su padre sentado en la escalera del edificio, no se sintió feliz. Se limitó a abrazarlo y juntos subieron las escaleras con la pesaba maleta de Black.

Se instaló en una pequeña habitación y ordenó toda su ropa y sus cosas. Su padre se dedicó a ser lo suyo, mientras Black investigaba en donde tenía clase al día siguiente, los horarios y las materias.

—Si tan solo fuera importante para él. Maldita seas, Samuel Johnson me tienes loco.

**

Ese día Sam se había ido a su casa, pues ya no había más nada que hacer y no deseaba salir con los demás a ninguna parte. Su madre le preparó el platillo favorito llevándoselo para su cuarto y le dejo algunas provisiones en caso que necesitara comer. El chico dejó el plato intacto, no comió nada y se puso a dormir soñando con Black. Así fue por varios días continuos, se levantaba sudado y buscaba desesperadamente a su mejor amigo, al ver que no estaba, se decepcionó por completo. Incluso lo visitó creyendo que estaba ahí y Dina lo invitó a pasar para que comprobara por su cuenta. A veces se quedaba durmiendo en su cama con el propósito de sentir su olor.

—Como te extraño —dijo para sí mismo viendo una fotografía de su graduación donde ambos sonreían a la cámara.

Marcó el celular de Black, pero salía la contestadora. Su amigo siempre se le olvidaba cargar el celular y se quedaba sin batería la mayoría de las veces. Espero una hora entera viendo la manecilla del reloj que Black tenía en frente de su cama y probó de nuevo para llamar. Está vez Black contestó con asombro.

— ¿Cómo ha estado todo, Black? —preguntó antes de que le dijese como la ha estado pasando en el día.

—Pues...aburrido. Estoy en casa de mi padre y nada es lo mismo, todo es muy diferente —respondió Black con profunda ladilla—. ¿Y tú qué? ¿Cómo ha estado tu día? Yo ya me instalé y bueno ando en busca de los horarios locos que tengo de la universidad. Pensé que empezaba la semana pasada, pero el lunes es cuando empiezo. No te llame porque mi celular se dañó y mi padre tuvo que comprarme uno dándome el mismo número. Supongo que se siente culpable y lo deje que lo hiciera para que dejara de molestarme.

—Aburrido. Quizás más tarde vea una película o juegue Play. Al menos está haciendo las cosas bien y no la caga. Ando en tu habitación, no quiero estar en mi casa, mi mama está muy fastidiosa.

—Genial. Quédate todo el tiempo que quieras. Mi madre siempre deja comida en el refrigerador por si tienes hambre. Cocina mucha comida japonesa.

—No importa. Es mejor que la de mi mamá.

Durante un mes entero se la pasaban llamándose todas las noches sin falta. Black le comentaba que la universidad era estupenda. Conocía mucha gente que provenía de la ciudad de ellos y que se sentía a gusto allí, pero que nada era igual sin él. Obvio el hecho de extrañarlo, sentir algo profundo y comprender que cada día era difícil sin su presencia fastidiosa.

La universidad no había cambiado la personalidad de Black, seguía siendo caballeroso, lindo, orgulloso y un poco atorrante. Donde estudiaba Black, había personas bien interesantes con quien pasárselas, personas experimentadas que sabían más que él. No tenía la intención de enamorarse de nadie, solo quería pasarla bien y poder realizar sus metas.

Black se había inscrito en Karate para aprender otras técnicas y desahogar sus penas para no llorar delante de nadie.

Sam quería aprender otras disciplinas para sacarlo de su vida rutinaria. Con el futbol había conocido más gente de lo normal y que lo apoyaban con su enfermedad. Hubo una chica que conoció y quedó encantado con ella. Provenía de Londres, había vivido en New York no hace mucho y decidió que se quedaría en aquella ciudad pues le resultaba acogedora.

Al comentarle a Black eso, fue como si le dispararan en el corazón con un rifle, pero contuvo la molestia y se alegró por su mejor amigo.

—Imbécil casanova. Deja para los demás —bromeó por el teléfono.

— ¿Cuándo vienes? Muero por presentártela y le des el visto bueno.

Y yo enamorado de ti. Maldita sea, pensó Black.

—La semana próxima. La nieve está acelerando las cosas, espero que la porquería esta se quite, de todos modos, ya tengo mi boleto comprado. Te veo la semana próxima, imbécil de mierda —en lugar de decirle imbécil de mierda, Black pensó en decirle algo más romántico, pero por las que tenía la palabra en la boca no podía soltarla.

Por más de dos horas se dispusieron a hablar como la última vez. Black tenía la intención de comentarle que estaba enamorado seriamente. De ti, pensó y quitó el pensamiento de su cabeza. Se le salió de la boca y Samuel quería saber quién era la susodicha, Black no quiso decirle más nada. Tuvo que arreglar el error que había cometido y en su defensa le dijo que cuando lo viera la próxima semana, entonces le iba a decir.

Siempre cometo el mismo error, ahora no sé qué decir, pensó conteniendo la rabia.

Los días transcurrían con normalidad. La gente salía a comprar para decorar los árboles de Navidad y empezaban a adornar las casas con llamativos colores de la época. Cada quien dándole su toque personal.

—Bueno, Black. Ya sabes te espero el 6 de enero, iremos a comer y pues ya lo demás lo sabes —dijo su padre abrazando a su hijo en el aeropuerto. Black soltó a su padre y se alejó sin decirle más nada.

No había afecto como antes, pero fingía muy bien. No quería tener problemas y era mejor que las cosas se quedaran así.

Black caminó hacia el lugar donde se recibían a los pasajeros, entregó el boleto a una chica rubia que no dejaba de mirarle y se lo devolvió con una sonrisa. El chico se sentía un poco intimidado, y se limitó a verla. No estaba de humor como para ser amable con ella, quería ver a su mejor amigo y eso era lo único que le importaba. Además de ver a su madre, que la extrañaba muchísimo.

—Señor Black, que tenga un excelente viaje —Black asintió con la cabeza y se empezó a reír de repente acordándose de su amigo Samuel, quien era más payaso que nadie. Se había preguntado porque todos tenían el mismo protocolo, siempre le decían lo mismo y se aburría de que mencionaran tanto señor.

Ese bastardo decía en su mente recordándose aquella vez en que Sam, se la pasaba hablando como los del aeropuerto, como los taxistas y servicios públicos. Sam tenía la habilidad de cambiar de voces y era lo divertido.

—Apuesto a que Black tiene novia —opinó Erik y a Sam no le parecía gracioso, aunque él tenía una en serio.

—Tengo que buscar al bastardo —dijo Sam tomando las llaves del auto de su hermano.

—Maneja con cuidado, Sam.

Samuel salió hacia el aeropuerto con el corazón acelerado, iba a ver a su mejor amigo y nada lo podía hacer más feliz que eso. Quería abrazarlo y tal vez un ligero abrazo, puesto que Sam se había comprometido con una chica y pues la cosa no era del todo perfecta. Las cosas podían cambiar a la llegada de su amigo, pero ese error no lo podía echar para atrás.

Estaba nervioso mientras manejaba y sus manos resbalaban como mantequilla, aun así, contuvo la emoción y se ponía serio de nuevo aparentando normalidad para que Black no demostrara nada sospechoso en su actitud.

El auto fue avanzando a medida que los demás también, la cola está un poco fuerte pues hubo un accidente automovilístico y había heridos. Entonces Samuel lo que hizo fue acelerar un poco más y se metió por otra calle para llegar más rápido. Llegó a la entrada del aeropuerto y allí estaba Black con las maletas y algo distraído con el celular.

Sam pensó en hacerlo reír un poco y empezó a tocar corneta como loco, y gritando maldiciones a la gente. Todos estaban un poco molestos. El parquero le dijo que saliera de allí para no molestar a los demás y que el tráfico estaba demasiado congestionado. Black captó la seña y se puso a explicarle al parquero que era una simple broma, este le escupió en la cara y se fue refunfuñando groserías en el interior del aeropuerto.

Black introdujo las maletas y saludó a su mejor amigo con una estrechada de manos, un poco fuera de lo normal.

—Solo se te ocurre hacer esas ridiculeces en público —opinó Black metiéndose como copiloto.

—Me gusta llamar la atención —explicó Samuel encendiendo nuevamente el auto.

— ¿Cómo estuvo el vuelo?

—Normal —dijo en voz seca. Había cambiado cuando llegó, esa alegría se desvaneció al recordarse que su amigo tenía una novia.

— ¿Te pico algo? Tú no eres así, bro.

En todo el camino no quiso explicarle el porqué de su malhumor y miro por las calles sin comentar nada al respecto. Estaba cansado, molesto y no tenía ánimos de charlar.

Al llegar a su casa. Su madre ya tenía el almuerzo servido en la mesa con todos los dulces favoritos de su hijo y por supuesto la deliciosa lasaña que hacia su madre para ocasiones especiales.

Sam fue invitado a comer y no tuvo opción. No iba a desperdiciar aquel banquete tan apetitoso pues la lasaña de esa mujer era lo más exquisito que había probado jamás. Ni su propia madre sabía cocinar tan bien. Envió mensajes a sus amigos y les dio una excusa que estaba cansado y que no podían verse en la tarde.

— ¿Cómo está la universidad? Bueno con lo que me contaste por email, las estás pasando muy bien —dijo su madre haciendo muecas con la nariz.

—Bien, tenemos un concurso de fotografía el año próximo y pues ya estoy inscrito. Te dan puntos extras en asignaturas difíciles, pues me ha ido un poco mal en matemáticas. Pero sabes que siempre me recupero, madre y no pongas esa cara —comentó Black masticando un trozo de pan.

— ¡Excelente! —exclamó su madre tomándose un sorbo de jugo de naranja. El único que no hablaba en la mesa era Sam, que solo veía a Black de reojos y sonreía para sí.

El almuerzo estuvo apetitoso, nadie dejó ni una sola huella de algo en el plato. Sam ayudó a fregar junto a Black y luego se sentaron a comer postre. Unas tartaletas de frutas acompañado con un exquisito helado de fresa.

—Estoy saliendo con alguien, hijo —anunció su madre.

Black se le puso la cara pálida, le sorprendió mucho que su madre siendo una mujer tan frágil, tuviera las agallas de salir con alguien después de todo lo que paso con su ex-esposo.

El chico estaba callado cuando comía el helado y la tartaleta, no le dijo nada a su madre para que no se sintiese mal, además no era bueno que se pusiera así sabiendo que, si ella estaba feliz, entonces para él era más que suficiente.

La noticia de su madre le cayó tan mal que ni podía emitir alguna palabra. Samuel sabía que su amigo no se lo esperaba, quizás hubiese sido mejor enviárselo por correo y así cuando la viera en persona no le afectaría tanto, pero fue todo lo contrario. Ni siquiera Black se preocupaba por su padre, más bien él también estaba saliendo con mujeres y se veía contento, pero era algo que no se podía superar. Las peleas, los gritos tan fuertes y todo lo que tuvo que pasar quedándose en casa de su mejor amigo para que él no escuchara absolutamente nada de lo que discutían.

—Me cayó pesada la comida —comentó Black estando ambos en su cuarto y sin poder imaginarse lo que pasaría a continuación. Samuel se dejó caer en la cama de Black.

—Relájate, sigues siendo el único en tu familia —dijo Sam quitándose los zapatos que le molestaban un poco.

— ¿Y cuéntame con quién demonios estás saliendo? —preguntó Black cambiando de tema.

—Llegó de New York hace poco. Es linda y muy amable. Te encantará. Quiero presentártela mañana en el juego de fútbol que vamos a tener. —Aquello no le parecía gracioso, conocer a la persona quien le gustaba a su mejor amigo no era buena idea. Ya era difícil con lo de su madre y ahora eso—. Tú también sales con alguien. ¿Cómo es? —quiso saber.

Black no contestó a la pregunta de su mejor amigo. No tenía que decir nada, pues era mentira. Lo había inventado por error y ahora tenía que dar una buena excusa.

—Es tan extraño esto. Se supone que somos amigos, Black. No seas tonto y dime quién es. Yo ya te dije —trató de sacarle información, pero era imposible. Black no iba a decir absolutamente nada. Demasiado dolido se sentía—. Ya comprendo tu actitud, si no quieres que esté aquí contigo, me largo entonces. Piensa detenidamente en todo y hazte un favor a ti mismo. —Sam se colocó los zapatos y enseguida salió de la habitación.

— ¿Tan rápido te vas? Eso es raro —dijo la madre de Black. Sam asintió y salió de la casa. Estaba muy molesto, no sabía que era peor, ¿o la noticia de que Black también tenía novia o presentarle su novia a su mejor amigo?

¿Para qué tendría que darle explicaciones? No eran pareja, eran amigos. Pero claro que ambos ocultaban un sentimiento muy profundo y ninguno daba su brazo a torcer.

Maldición, se decía Sam durante el camino hacia su casa.

**

Empezaba a llover y las calles estaban resbalosas. Black había salido en busca de su amigo para disculparse por su actitud tan estúpida. Siguió caminando hasta la casa de Sam, tocó el timbre y apareció Basf silenciosamente. Abrió la puerta y dejó pasar a Black que estaba temblando del frío. Afuera era un infierno de clima, pero al entrar en la casa, estaba más cálida que de costumbre.

— ¿Tienes algo con mi hermano? —preguntó Basf y Black se quedó helado sin mover un músculo.

No sabía que responder, estaba pensando cual sería la excusa perfecta, pero nada se le venía en la mente. Respiró hondo un par de minutos sin abrir la boca para decir algo, y solo observó la alfombra que parecía un sol escondiéndose.

— ¿Tienes algo con Samuel? —volvió a preguntar Basf. Black no dijo nada y siguió viendo la casa, inspeccionándola de arriba a abajo.

Primero era su secreto, no quería decir nada hasta hablar con el mismísimo Samuel. Segundo no tenía por qué darle explicaciones cuando no era de su incumbencia y tercero no quería hablar.

Al cabo de un rato, Samuel se despertó encontrando a su mejor amigo charlando con su novia. Black al parecer se entusiasmaba demasiado con la idea de hacer amistad con ella, para que no se viera tan evidente. Ella se reía de los chistes y se ponía roja como tomate.

Dios. Esto se sale de control, pensó Sam al levantarse del mueble y colocándose los zapatos.

La chica notó que su novio se había levantado y fue a darle un abrazo de oso. Llenó de furia Black casi rompe uno de los muñequitos de Navidad.

—Sammy, despertaste. Estás todo sudado —dijo acariciando su cabellera larga—. Tu amigo llego primero que yo. Llegué minutos después. Estaba preocupada porque no contestabas el teléfono.

Sam sonrió y no vio el rostro de Black. Era demasiado doloroso para ser verdad y era mejor mantener la calma.

—A mí también. ¿Y tú visita a qué se debe? —preguntó Samuel sin verle el rostro a Black.

—Moría de ganas por verte —Samuel sonrió y la iba a besar en la boca, pero veía que Black se dirigía hacia la puerta.

— ¿Te vas, Black? —El japonés asintió con la cabeza—. Espérate un segundo, por favor.

—Sam, estoy bien. El viaje me agotó por completo. Nos vemos mañana. 

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