Capítulo 17
Capítulo 17
Black estaba fumando en las escaleras de su casa como lo hacía todos los días. Luego de haber ido a clases, se sentía confundido con muchas cosas. Su padre, se iba a casar con aquella mujer y le gustaba que fuese feliz. Lo único que le preocupaba era que Sam había cambiado muchísimo, tanto así que no se la pasaban juntos como en aquellos tiempos felices. Su confusión le absorbía todo su tiempo, no podía concentrarse en estudiar, ni hacer otro tipo de actividades.
Veía la televisión cuando el timbre sonó. De mala gana se levantó y abrió la puerta al ver la silueta de su padre y prometida. Black saludó a su padre estrechándose las manos y le dió un beso en la mejilla a la prometida. Su padre estaba más alegre, mejor aspecto y se veía que no estaba fumando. La prometida era una japonesa, delgada y con el cabello largo.
Ninguno de los dos se atrevió a decirle a Black sobre sus días solo, y lo dejaron en la sala. El señor Lee sabía que su hijo sufría por dentro, y tendría que averiguar cuál era la razón, aunque obviamente pensaba que fue Sam quien lo causo, pero aun así, necesitaba hablar de todas formas con Black. Se recostó junto a su prometida, y ambos se quedaron profundamente dormidos.
Black estaba triste, y lloraba en silencio mientras veía una estúpida serie, que según él era tan mala y tan entretenida que no pensaba quitarla. Sabía que tarde o temprano le tocaba sufrir, y pensaba perder su memoria para no seguir llorando.
Los días pasaban muy rápido. Black no había perdido la memoria en las últimas dos semanas e ignoraba a su mejor amigo en la universidad. Se mostraba atento en clases y no le iba tan mal. Conoció a una nueva chica y se la pasaba con ella a todas partes, lo hacía reír y disfrutar de momentos únicos. Comían, paseaban y hacían todo junto. Row le había aconsejado que debiera hablar con Sam, pero Black negaba la cabeza cada vez que la chica le preguntaba. No quería discutir y dejaba que Sam se diera cuenta por sí mismo. Tampoco le interesaba si le hacía sufrir el silencio, porque él había sufrido demasiado y no quería volver a sentirlo.
Estando con Row, las cosas mejoraron en su mente. Se sentía más abierto y seguro. Iba a las consultas y recordaba perfectamente lo que el doctor le había sugerido hacer para no perder los estribos. Row era excelente acompañante, a pesar de no estar interesada en Black, era como si fuera la hermana que nunca tuvo. Row había confesado que le gustaban los chicos mayores, maduros y sexys. Tenía una leve confusión pues también le atraían las mujeres. También lo había invitado a pasar unos días en la playa y le presento al fin a su pareja. Black estaba a gusto, pero el chico mayor no era del todo perfecto, más de una ocasión le había roto el corazón a Row, engañándolo con otra. Al final Row decidió no juntarse con los chicos y solo le quedaba Black que estaba en la misma situación que ella.
La semana de los exámenes había estudiado esforzándose por sacar mejores notas que los demás. Incluso se intercambiaban los ejercicios para volver a hacerlos de nuevo. Solo veían matemática una sola vez y ya no más. Row era malísima en matemáticas y con la ayuda de su amigo había mejorado un poco, de un 3 a un 8.
Por su parte, Black no dejaba de pensar en Sam y en su junta con las chicas. Le hervía la sangre cada vez que los veía charlar en voz baja y se callaban cuando el pasaba en frente de ellos. Black desistió en no hacerle mas caso y cada día lo ignoraba más. En más de una oportunidad, Sam le había pedido que le prestara un lápiz y Black no le respondió apartándose de donde estaba el chico. Era una actitud ridícula y quizás algo inmadura, pero ambos sabían que separados, por el momento, la situación pudiese mejorar y algún día se dignarían a estar juntos nuevamente.
Cuando terminaron los exámenes finales, oficialmente ya estaba en el segundo semestre al igual que Row y sus demás compañeros. La fiesta se realizaría en casa de Erik el sábado por la noche hasta el amanecer. Black el sábado tenía el compromiso del ensayo de bodas de su padre y no podía faltar, pero estaría en la noche en casa de su amigo sin falta.
Row acompañó al chico a su última sesión de quimioterapia. Se sentía incómodo estando nuevamente en aquella silla del terror y después le tocaba el aparato blanco y feo que lo hacía vomitar 3 veces seguidas.
La quimio no fue lo más extraño, sino la presencia de Sam en el hospital. Esperaba junto a su madre que lo atendiese y Black no dejaba de mirar a ese lado. Cuando finalizó su sesión, fue hasta recepción en busca de su bolso y algunos medicamentos nuevos junto con el récipe que el doctor le había dejado, puesto que este se retiró antes por una emergencia familiar.
Black siendo cortés, saludo a la señora Johnson evadiendo la mirada de su mejor amigo. Ella hizo lo mismo.
— ¿Cómo va todo, Black? —preguntó dándole unos codazos a su hijo que tenía el celular en la mano sin dejar de enviar mensajes de texto.
—No me puedo quejar. ¿Recibió la invitación, señora Johnson?
—Sí. Will y yo vamos a estar presentes. Basf está de viaje con Penélope y regresan a finales de septiembre, donde será su boda. Me saludas a tu padre —dijo la señora Johnson sin dejar de ver a Sam—. ¿Qué harás hoy? Tranquilo, Sam no estará presente porque tiene una presentación junto a las mocosas de sus amigas.
Black se rió por primera vez después de tanto silencio y tanta tristeza. Le gustaba que la señora Johnson fuese así de directa. Al menos sabía que estaba de su lado.
—Ya ando libre.
—Will y yo haremos una parrilla, dile a tu padre y a su prometida. Incluso puedes invitar a Row.
—Genial. Estaré allí.
—Estupendo. No te pierdas, Black. Aunque mi hijo sea un completo imbécil, te tenemos aprecio. Así que no te desanimes.
—Samuel Johnson a la sala 2 —el chico se levanto sin mirar a Black y fue hacia la sala sin su madre que se quedo un ratico mas charlando con Black.
— ¿Qué tiene? —preguntó Black sin parecer interesado para que no fuese obvio.
Ella explicó que a su hijo le dolía el estomago cada vez que bailaba, le harán una cirugía y le mandaran algunos medicamentos. También comentó que Sam lloraba todas las noches y pegaba gritos como si se fuese a morir. Lo mandaron al psiquiatra y pues se le había mejorado un poco su mal genio. El cáncer volvió de nuevo y por eso habían venido de nuevo para chequearlo antes de la cirugía.
Black no supo que responder cuando ella terminó de relatar. Sam apareció de la nada con una venda en toda la cintura y tenía unos récipes en la mano. Su madre le dijo que esperara unos segundos para que ella hablase con el doctor. Entre tanta incomodidad, Black decidió irse con Row a su casa. No quería hablarle ni mucho menos preguntarle sus inquietudes.
La parrilla fue un éxito. Black se sentía incómodo en casa de Sam sin que él estuviese presente. Quería ir a su dormitorio y jugar Nintendo, pero temía lo peor: que él llegase y lo mandara lejos. Borró esa idea de la mente y se dedicó a oír los chistes de su padre que eran cada vez más largos y aburridos que los anteriores.
El karaoke fue un show. Black no se sabía ninguna de esas canciones y bailaba sin saber lo que hacía. Los demás tarareaban las canciones y se reían, burlándose entre ellos.
Sam llegó a la medianoche. Se sentó en el mueble junto a Row y juntos veían como Black cantaba la canción de Justin Timberlake. Era extraño ver a un japonés cantar en inglés y eso daba muchísima risa. Como la canción duraba 8 minutos la cortaron a 4 minutos para que no se hiciese tan extensa y fastidiosa.
— ¿Cómo estás? —saludo Row a Sam.
—Muy bien. De maravilla —contestó con sarcasmo—. Supongo que ya has besado a Black.
— ¡No! —exclamó la chica irritada—. Somos amigos, y si tanto te molesta que este con él, pues mala suerte de tu parte. Lo trataste mal y no toleraré que lo hagas de nuevo. Heriste sus sentimientos al estar con aquellas chicas superficiales. Él fue tu mejor amigo, es decir, "es tú mejor amigo" y así lo tratas. Black es buena persona y no merece que le hagan daño. Hasta tus padres están del lado de Black. Deberías de tener vergüenza. Celia es la peor escoria que puede existir en el planeta entero, es una arpía profesional que se dedica a robar novios por donde pase. ¿No te parece? ¿O estás a su favor y la defenderás hasta la muerte? —alterada, vio que Black seguía cantando sin pararles—. ¡YO QUE TÚ LE PIDO PERDÓN POR TAL DESCARO!
— ¡ROW! —llamó Black.
— ¿Qué sucede? Disculpa si lo insulte, es que me enfada que sea tan idiota como para no darse cuenta.
Black no sabía de qué estaba hablando y no le hizo caso a esa parte. Le dio un micrófono a su amiga y se dispusieron a ser un dueto. Eso irrito muchísimo a Sam, que fue hacia su recamara a explotar su ira interior. Black no salió corriendo detrás de Sam, sino que espero y luego se dirigió hacia su habitación. Paso directo sin tocar la puerta.
—Vas a escucharme, Samuel y esta vez es en serio —dijo Black cruzando los brazos. Sam se enderezo un poco y fijo la mirada en su mejor amigo—. No me interesa si estás con Celia o Melinda o te cogiste a las dos por depresión. No me importa si me odias, si dejaste de sentir algo por mí. Pero no tolerare tus estupideces frente a nuestros padres, ellos merecen respeto. No tienen la culpa. Solo te sugiero que si vas a dejar de ser mi amigo, me lo digas en mi cara y juro que no te ladillare mas. Total es tu vida y puedes con ella lo que te de la real gana, ¿entonces qué decides? Y que sea rápido porque debo tomarme la pastilla de la una y no puedo dejar de hacerlo.
—Nunca estuve enojado contigo para empezar. Ni tampoco me cogí a ninguna. Solo no sé que me sucede. Siempre serás mi amigo y yo te reclamaba eso, y ahora viendo que tú lo haces, duele más. Jamás te odie y pensaba que te habías olvidado de mi, por eso no quise intervenir. Además el baile me consume los días y no me da chance de nada. El doctor me quitó el baile por dos meses enteros.
— ¿Por qué no lo dijiste? Sabias que mi padre ya estaba aquí.
—Por miedo. Créeme que aunque odies a Celia, ha sido...
—Me sabe a mierda, sinceramente. No me hables de ella en serio, no me interesa lo que ella opine o te haya hecho para que te sientas mejor. Continúa sin mencionarla, ni a la otra tampoco por favor. A ambas las odio con toda mi alma.
—Pues es eso. Lo siento, Black si te hice sentir mal. Solo quería divertirme, es todo.
—No estás perdonado del todo, pero no dejes de hablarme o sinceramente me voy a Japón. Ahora ya que el drama se acabo, debo irme. La boda es el sábado si aun quieres ir. No es mi boda, es la de mi padre.
Black fue hasta su casa ya más tranquilo. Se tomó la pastilla y se acostó a dormir. A los días siguientes todo parecía igual de siempre. Row se juntaba con Black en clases y en actividades especiales. Sam seguía con su tratamiento y con las chicas. A veces iba a casa de Black a charlar un rato y jugaban Nintendo apostando a ver quien le ganaba al otro.
Una que otra vez, se besaban sintiendo el fuego emergiendo en sus venas. Se sentían poderosos cuando lo hacían. Black extrañaba hacerlo y le costaba despegarse de la boca de Sam y viceversa.
El día de la boda llegó. Los novios se veían muy lindos, el señor Lee lucia un esmoquin negro completamente y Yoko lucía un vestido blanco con líneas doradas a los bordes, el cabello con un lazo marrón y el velo cayendo.
Black era uno de los padrinos junto con dos primos más. Todos vestidos de gris intenso y las madrinas eran unas primas de Yoko y una prima del señor Lee. Todo estaba decorado de azul y blanco, las sillas con su funda respectiva y una rosa al costado.
La ceremonia en la iglesia fue muy bonita, citaron algunos proverbios japoneses y culminaron con un beso intenso y romántico. La fiesta era en un salón a pocos metros de la iglesia, finamente decorado con lujos. En cada mesa había una botella de champagne y pasapalos por doquier.
—Te amo, Black —todos voltearon a donde estaban los chicos—. ¡TE AMO, BLACK TAKESHI LEE! QUE LO SEPA TODO EL MUNDO.
Los aplausos se oyeron de punta a punta. Las orejas de Black estaban rojas y no se esperaba que su amigo le dijese eso delante de todos.
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