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Capítulo 15

Capítulo 15

Sam hacía todo lo que fuese posible para no aburrirse ni llorar. Se había inscrito en un torneo de beisbol de la localidad, a su vez bailaba en su casa y seguía los pasos de expertos por internet. También estudiaba la música y se la pasaba con sus amigos a todas partes, incluso fue hasta la playa con ellos y su familia. Quería que el dolor no fuese más fuerte que él y estaba seguro que haciendo actividades su corazón podía estar mejor, puesto que sufría en el fondo por la ausencia de su mejor amigo. Además estaba seguro que Black iba a regresar y quería que Black estuviese feliz por él.

Salió un par de veces con Celia a tomarse algo de beber en un bar y también al cine. Quería olvidar, sufrir, extrañar, pues le hacía mucho daño, y para él era imposible de olvidarse de Black. Incluso, Celia se quedaba algunos días acompañando a Sam y motivándolo para que continúe la coreografía que el chico había montado la semana pasada. La chica había cambiado muchísimo, era más amable, cordial y servicial, ayudaba al chico a tocar el piano y otros instrumentos musicales. Permitía que Sam llorase en su hombro y lo alentaba haciéndolo reír y contándole anécdotas divertidas.

—Vamos a cortarte el cabello —dijo Win tomando un sorbo de Vodka.

—Se ve hermoso con el cabello largo y todo sexy —comentó Lucia (amiga de Celia), viendo la cara triste de Sam que hojeaba su celular. Y no paraba de verle el abdomen a Sam.

—Eso ya lo sabemos. Pero necesita un corte antes que venga su novio —prosiguió Win toda emocionada—. Black cuando te vea, no durara en besarte. Además cada vez estas más lindo, Sam.

Lucia se atragantó. No sabía eso pequeño detalle de Sam. Se había preguntado porque todos los chicos lindos eran así, más de una vez juraba que ambos amigos eran solo amigos y no algo más. Celia le dio unos golpecitos en la espalda para que botara el chocolate con que se había atragantado.

—Por favor, Sam. Anda. Te veras lindo —siguió Win con el tema del corte y Sam la ignoró.

No estaba de humor como para hacer semejante estupidez. Amaba su cabello como estaba y no quería cortárselo y aunque había desistido en la milicia, pues también le parecía ridículo lanzarse así a guerras, prefirió salirse y hacer otras cosas más productivas, sin que tenga que ver con muertes y asesinatos. Además su madre no le había dado permiso desde que lo mencionó.

A los días siguientes, Sam ignoraba cada vez que Win se le acercaba para decirle lo del corte, incluso había reservado en barberías y tuvo que cancelarlas porque Sam no se iba a presentar. Siguió con sus pasos de baile en el garaje y las chicas lo veían bailar emocionadas. Tanto Celia como las demás, apoyaban el talento de Sam e insistían en que debía hacer alguna audición en una empresa de talento y música, pero Sam solo lo hacía para liberar estrés.

Continúo con la coreografía que el mismo entusiasmo, y la iba perfeccionando todos los días. Solo se paraba para desayunar, almorzar y cenar, incluso para ir al baño, y darse una ducha rápida. Del resto se la pasaba metido allí y los fines de semana paseaba por algún sitio para relajarse.

La última vez que había hablado con Black, fue el pasado martes justo cuando se cumplían dos semanas de estar en países diferentes. Notaba como Black había perdido mucho cabello y se estaba quedando sin nada, lucía un poco mejor de lo habitual y el japonés se le había perfeccionado mucho. Hablaba entre japonés y estadounidense, lo cual era algo bastante extraño. Sam se reía y disfrutaban contándose cosas entre ellos. Black había decidido visitar partes de Japón que no conocía con sus primos y también los exámenes del tumor habían salido bastante bien y poco a poco mejoraba. Sam aun lo extrañaba, y tenerlo solo en la pantalla lo hacía más nostálgico. Quería abrazarlo y estar con él. Le preguntaba cuando se venía y Black no le respondía.

—Te ves mejor sin mi —comentó Black siendo sarcástico.

—Créeme que he tratado de hacer millones de actividades, solo espero que el tiempo se termine para que vuelvas —dijo Sam chasqueando los dientes y acomodándose mejor en su cama, pues en la posición en la que estaba no era la más apropiada—. ¿Y qué has hecho?

—Pues es difícil estar aquí, sabes. Mucha gente está muy triste por mi situación y no me dejan salir mucho. Solo una vez por día y me aburro estando en casa de mis abuelos. Hacen yoga y cosas que no tiene sentido, quiero regresar a norteamérica contigo, pero debo esperar un poco y no te diré cuando vuelva, Sam. Es una sorpresa que te daré, ya lo veras —Black sonrió y tomo un sorbo de agua fresca—. Las cosas aquí son extrañas y aun no me acostumbro, mi padre ama su país y lo entiendo, desea quedarse, además conoció a una mujer y planean vivir juntos. Solo que no quiere dejarme solo y ella no desea ir a nuestro país, pues está muy feliz allá.

— ¡Vaya! Eso fue rápido y me alegro por él. Ojala que se venga para acá.

Black tenía algo que decirle a su mejor amigo, algo que no lo había hablado con él durante las conversaciones pasadas y pues era crucial que Sam supiese todo. Sam notó que Black cambió la expresión a una más seria. Frunció el ceño y dio una medio sonrisa. Apretó los labios y con mucho nerviosismo tomo nuevamente otro sorbo de agua. Parecía estar un poco mareado, pero no era por el tumor, sino por los nervios de momento, sabía que Sam se enfadaría si le dijese, pero era lo indicado y lo correcto. Espero varios minutos, dejando en tensión a su mejor amigo, quien deseaba saber qué demonios estaba sucediendo.

—Tengo que decirte algo, Sam —empezó a hablar sin tartamudear—. Se te será difícil, pero necesitas saberlo. No puedo ocultar más cosas y menos a ti. —A Sam se le tensaron las venas del cuello y miraba a su mejor amigo esperando que este terminara de decir lo que tenía que decir. Pensaba en algo malo, muy malo y trataba de esquivar esos pensamientos malévolos—. No es fácil, Sam.

— ¿Qué sucede? —vió como Black se limpiaba las lagrimas con un pañito y estornudaba fuertemente, casi mojando las teclas de la laptop.

—Ayer fui al doctor —hablaba temblándole el labio inferior—, me dijo que estoy bien pero que no voy a poder recuperar la memoria. Lo más triste de todo, es que no puedo recordar nada de mi pasado y por más que intento leer el puto diario, no consigo recordar. No te recuerdo a ti, y a veces se me olvida quien eres, Sam. No es fácil para ti ni mucho menos para mí. Trato de grabar cada conversación por Skype contigo y escribir estupideces a cada momento. Me dicen que estoy bien, pero luego me salen con eso. Entonces no estoy bien, y sufro demasiado. Mis primos me ayudan mucho y se me olvidan sus nombres también, poco a poco voy olvidando cosas que me han pasado recientemente.

Sam también estaba llorando a moco suelto, era la peor noticia del mundo y no le gustaba que Black volviese a olvidarlo de nuevo. No era lo que esperaba, pensaba que se había enamorado en Japón, pero jamás se le paso por la mente, que Black ya no podrá recordar absolutamente nada de nada. Con la manga del suéter se limpio las lágrimas.

—Lo vamos a superar juntos, Black. No quiero seguir llorando y hare lo que sea necesario para salir adelante. Solo quiero que te vengas, y así cuando veas y no me recuerdes, no importa, veré que hago y tratare de que esta situación no me afecte mucho.

—Sí, lo sé. Tengo que dormir, Sam, ya los ojos se me cierran y pues pronto estaré allí.

Esa noche no durmió. Se quedó pensativo e imaginándose la vida sin Black y se entristeció de nuevo. Lloró en silencio para no incomodar a su familia y bajo la almohada en la cara y las lágrimas, finalmente se durmió.

Las siguientes semanas fueron un poco solitarias. Iba a la playa y se sentaba en la orilla del mar para presenciar el anochecer. Varias veces se había quedado dormido en el autobús, en el metro y en ocasiones escuchaba música a todo volumen en su cuarto.

Se sentaba en el patio de su casa a leerse cualquier libro que su madre tenía en la biblioteca. Conversaba con su padre sobre política, religión e incluso salía a jugar boliche con él. Además su hermano, también había cambiado mucho y se la llevaban mejor de lo que creían. La familia estaba muy unida y Sam se sentía mejor. A pesar de que aun extrañaba a su mejor amigo, las cosas iban mejorando poco a poco.

En silencio, se recostó en su cama para escuchar música clásica. Tenía todo su cuerpo relajado y estaba pensando en puras estupideces que se le venían a la mente. En su cabeza se imaginaba haciendo piruetas y saltos mortales, quería hacer uno de esos, pero se le dificultaba e incluso el doctor le había mandado que no lo hiciese, pese a que su cáncer había mejorado mucho, no era algo recomendable por situaciones extremas. No tenía nada que ver con el estomago, pero si lo evitaba muchísimo mejor.

Se giró hasta que su cuerpo quedó en plano de relajación profunda, estaba boca arriba con los pies alzados y escuchaba con detenimiento la canción. Quería llorar por muchas cosas y se sentía miserable en otras. Era muy claro que enamorarse había sido lo peor del mundo, pues se sufría demasiado y más cuando estaba completamente enamorado de su mejor amigo. Jamás había imaginado que eso iba a suceder, y más aun que lo cambiase por completo. Veía a las chicas con simpatía, pero no surgía el mismo efecto que cuando veía a Black. No sabía cómo había surgido ese sentimiento, era bastante irreal y encendía sus mejillas cuando en su mente dibujaba a su mejor amigo sonriente.

Nunca estuvo de acuerdo con enamorarse, siempre creía que era una pérdida de tiempo, pero no sabía lo maravilloso y doloroso que podía ser. Era un amor que corría por sus venas, le hacía sonreír. Se sonrojaba cuando pensaba en Black, no podía dejar de pensar en él. Era algo que nadie podía entender.

Volvió a girarse por completo quedando boca abajo. Luego de eso se volvió a levantar y apagó la música para estar en silencio total. No quiso encender la televisión ni quería bailar. Tenía ganas de no hacer absolutamente nada. Pero su madre lo llamó para que comiese y este de mala gana, se colocó los zapatos y fue hasta la cocina donde sus miembros familiares estaban presentes. Estaba la novia de su hermano, una amiga de ella y sus padres. Se sentó donde siempre y no miró a las chicas, solo las saludo con la mano sonriente. La amiga de Penélope estaba extasiada con Sam, no paraba de observarlo y quería hablarle, pero le daba pena.

Sam sintió esa mirada que aunque no la estaba viendo, sabía que la chica lo miraba. Nervioso, empezó a comer sin hablar. El teléfono sonó y su madre cogió la llamada con gusto. Sam pensó en Black al instante en que su madre lo nombró. ¿Por qué la había nombrado de esa forma tan cruel? Luego su madre cambió de expresión al ver que Sam la estaba mirando. Fue una llamada muy extraña y en susurros leves. Trancó el teléfono y se sentó al lado de su marido a degustar la comida que había hecho tan especial.

Él quería preguntarle, pero no lo quería hacer, pues había hecho la promesa de no mencionarlo para que no haya incomodidades. Aun así, cuando las chicas fueron hacia el patio, tuvo la oportunidad de preguntarle a su madre.

—Sam, no pasa nada. Llamó fue su padre —dijo la mujer lavando los platos.

— ¿Cómo para qué? —preguntó Sam limpiando los platos y colocándolos en su lugar.

—Amor, deja de preocuparte. Te saldrán canas.

—Mamá, quiero saber que te dijo. Por favor —hizo un puchero y fue a colocar los vasos en su sitio.

—Samuel Johnson deja de estar preguntándole a tu madre. Ve con las chicas —ordenó su padre que apareció de repente.

—Está bien. Iré con ellas, pero en serio me preocupa.

—Sabes que eres sensible con el tema —dijo su padre.

—Lo que sea, madre y padre.

Sam triste por no obtener ninguna respuesta, fue hacia el patio con el resto. Se sentó en el césped y miro hacia el cielo. Parecía estar despejado y sin estrellas. Las risas y besos entre su hermano y la novia, eran incómodos.

—Parece que la noche es más tranquila por estos lares —comentó Melinda—. Salvo los besos de los tortolos.

—Sí, un poco —dijo Sam apretando los labios.

—Me llamo Melinda por cierto, y sé que eres Samuel —se presentó la chica.

—Dime Sam si lo prefieres —contestó Sam sin ver a la chica.

—Eres muy extraño. La única persona que no comparte con chicas en fiestas, estas melancólico como si te faltara un pulmón y tienes la mirada desviada. ¿Estás enamorado de alguien? —la chica parecía haber conocido a Sam en algún lugar por lo que había deducido.

—Sí, pero es complicado —respondió secamente sin apartar la vista del cielo.

— ¡Vaya! ¿Por qué tan complicado?

—Solo sé que es complicado.

— ¿Quién es la afortunada que te roba la mirada y te desvía de la realidad? —Sam se preguntaba qué clase de pregunta era esa.

—No es afortunada. Por eso es complicado. —No quería seguir hablando del tema.

Melinda no entendía a que se refería Sam con eso, pero no insistió más. Pensaba que Penélope le había contado, pero al parecer seguía manteniendo el secreto. Sam podía decirle tranquilamente que estaba enamorado de Black y normal; sin embargo iba a ser un shock si se lo decía.

—Hola, Sammy —apareció Celia y se sentó a su lado corriendo a la chica—. ¿Qué te sucede esta vez?

—Llamo su padre y mi madre no quiere decirme que sucede —resumió.

—Sammy, deja de preocuparte, te saldrán canas —la misma oración que le había dicho su madre minutos antes—. Sabes cómo es tu mejor amigo.

— ¿En dónde estabas? —preguntó Sam.

—Compras con Win. ¿Me extrañaste? Eso es raro, Sammy.

—Deja de decir estupideces. Eres mi amiga ahora, tú misma lo dijiste. Quería hablar con alguien y pues con mi padre no es buena charla.

—Lo sé. Deja de preocuparte, Sam. Black seguro está bien y con lo que me contaste, pues saldremos adelante y lo ayudaremos. No te preocupes.

—Sí.

**

El viento soplaba fuerte y la bajaba era el perfecto momento para sentir la adrenalina en sus venas. Teniendo los audífonos, se sentía de maravilla, casi chocó con una señora mayor de edad y ella lo insultó pegándole en la cabeza con el periódico. No podía distraerse mucho, pues tenía que ayudar a su madre a preparar el almuerzo y acomodar la casa.

La familia de Penélope iba a estar a las 2 de la tarde en su casa. Era un almuerzo de compromiso. Basf se iba a casar con la chica de sus sueños y nadie creía en eso. Muchos pensaban que era homosexual como Sam, y la tremenda sorpresa se llevó cuando Basf comentó que se iba a casar con Penélope. Habían estado saliendo en secreto por 2 años, la amaba muchísimo. La cara de todo el mundo fue épica y ninguno comentó nada al respecto para no hacer sentir incómodo al chico.

Sam continúo la ruta de siempre. Hizo varios trucos en la acera y regresó a casa para bañarse y prepararse para ese almuerzo, además tenía que ayudar a su madre con la mesa. La ducha le sentó bien, se sentía liberado por dentro y con la tristeza en su corazón, no dejó que el día le arruinase su felicidad. Olvidó el tema de Black y se concentró en ayudar a su familia. Al terminar, oyó el ruido de su computadora y saltó hacia el mueble dónde Black estaba conectado. Aprovechó que su madre había salido y como Sam tenía todo organizado, se recostó del mueble cómodamente. Recordó que su madre le había dicho que estaría en casa a más tardar a las 12 en punto para meter los postres en el horno.

El Skype funcionaba perfectamente para que ambos se introdujeran en una conversación de dos horas seguidas. Black tenía otra cosa que decirle a su amigo y a pesar que lo llamaba Johnson y no por su nombre. Sam supo que su amigo se había olvidado de su nombre y que actuaba diferente como aquella vez cuando se perdió y regreso para preguntarle por dónde quedaba su casa.

—Estoy saliendo con alguien, Johnson —anunció Black. Sam se iba a caer con todo y computadora, Celia estaba a su lado y veía como Sam miraba la pantalla perplejo desde el suelo. Ayudo al chico a levantarse.

— ¿Qué?

—No quiero salir con nadie, era para ver como podías la cara. Además sabes que soy solo tuyo y aunque no recuerde muchas cosas, créeme que no dejare de sentir algo especial por ti. Por cierto, ¿te llegó mi sorpresa? —dijo tan tranquilo que Sam quería ahorcarlo si lo tuviese a su lado.

— ¿Qué sorpresa? Jamás mencionaste ese detalle —preguntó Sam que seguía molesto con su amigo y Celia se reía de las expresiones faciales que ponía el chico—. No vuelvas a hacerme eso, porque te asesino.

—Celia, muéstraselo —habló fuerte y la chica se fue a la habitación de Sam a buscar el paquete que había llegado esa mañana y como la planificación no fue del todo simpática, igual Sam no sospecho jamás—. Deja tu rabia interior, Sam. Una broma no hace más a nadie.

Celia traía consigo un paquete de gran tamaño, no pesaba mucho y era ligero. Ella sabía lo que contenía a dentro, pues Black se lo había comentado cuando armaron el plan. Inclusive fue difícil mentirle a Sam y decirle que no podía verlo por varios días, porque como bien sabía, no podía comentarle nada por órdenes de Black. Sam se fijó en el paquete que Celia le entregó. La chica volvió a su posición en el mueble y se introdujó en su mundo virtual con el teléfono. Hablaba con un chico que le caía bien y la había invitado varias veces seguidas, pero ella se negaba por completo. No estaba preparada para el amor, parecía que ya le daba igual ese asunto y perdía el interés por completo.

Mientras tanto, Sam abría el paquete a toda prisa aun teniendo a Black en línea. Black no había notado el atuendo de su amigo, estaba bastante sexy y se le notaban los músculos en los brazos, también se fijó que poseía un short que le quedaba sensual. No quiso hacer comentarios morbosos, pues no era su fuente; sin embargo sonrió al verlo.

El chico terminó de abrirlo se sintió más intrigado. No era nada, y se sentía raro. Celia le señaló otro paquete dentro de ese y Sam se sorprendió aun más. Le quitó la envoltura con rapidez y había una cajita de cristal con algo adentro. Celia sonrió y suspiró como si fuese algo extraordinario. Dentro de la cajita de cristal, había un anillo de zafiro con las iniciales "BS ", era redondo, no pesaba nada y era de color azul intenso. Encajaba perfectamente en su dedo y lo sentía cómodo. Sam frunció el ceño y Black le indicó que la otra parte de la sorpresa estaba en la puerta de su casa. Le parecía ridículo levantarse en ese momento, igual lo hizo y había un señor canoso con un paquete más pequeño que el anterior, Sam firmó la entrega y trancó la puerta durísimo.

Algo se movía adentro y Sam casi le daba un ataque. Se dió cuenta que era un gato con un lazo naranja en el cuello. El gato era blanco con los ojos azules claros, pequeño y muy tierno. Siempre había querido un gato, pero nunca lo mencionaba, salvo una vez cuando estaba borracho en una fiesta y le dijo que necesitaba una compañía animal.

Al cabo de dos segundos, ya tenía el nombre perfecto para el gato: Micco. Era un poco común, pero no le interesaba, al fin tenía un gato suyo y no tendría que estar con el de Black.

—Fue difícil, Johnson. Al fin tienes tu propio gato, para que dejes el mío en paz —dijo Black—. Bueno disfruta el almuerzo, aquí ya es de madrugada y necesito dormir. Nos vemos, imbécil. No te quites el anillo porque lo sabré. Lo sé, no comentes nada. Es cursi, ya lo sé.

—Vale. No vuelvas a causarme un infarto o te asesino. Y si eres súper cursi.

—Bah, eres demasiado sensible. Y no me niegues porque te encanto.

El almuerzo fue perfecto. Basf le entregó el anillo de compromiso a Penélope. Basf citó un poema que él mismo había escrito días antes y Penélope una canción romántica. La comida que había preparado Karmele hizo que los comensales disfrutaran de ello repitiendo dos veces más. Los platillos eran muy simples, pero la decoración fue la principal atracción. Nadie dejó nada en los platos, prácticamente estaban vacios.

Los padres de Penélope intentaron preguntarle a Sam cuando se iba a casar, pero el chico con disimulo les explico que estaba demasiado joven para casarse y primero debía graduarse de la universidad, tener un trabajo estable y quizás se casaría cuando estuviese cómodo. Con la simpática del chico, los señores Jam no insistieron en el tema.

Al finalizar la tarde, Sam se había tomado 5 tragos de vodka y andaba mareado, veía todo borroso y sonreía como un maniático. Celia lo llevó a acostarse, pues estaba demasiado mal. No había tomado tanto desde la secundaria y no era buen momento para hacerlo porque le caía muy mal. Como pudo, Celia lo acostó en su cama y se quedó con él hasta la madrugada.

Celia comprendía que no podía enamorarse de un chico como Sam y aunque sentía en lo más profundo de su ser algo por él, negaba con la cabeza triste, el saber que no iba a encontrar una persona tan bondadosa como lo era Sam, se limitó a llorar.

— ¿Por qué lloras? —preguntó Black que había llegado a casa de Sam para darle una sorpresa y Celia se encontraba en un rincón tomando cerveza.

—Eres afortunado en tener a Sam. Yo moriré con 7 gatos.

—Pufff. No serás dramática. Sabes que encontraras a una persona que te sepa valorar. 

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