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Capítulo 13

Capítulo 13

Sam estaba tumbado en su cama con los ojos abiertos, llorosos y tapado con la cobija hasta la cabeza. Era de madrugada y no tenia sueño, estaba demasiado dolido y nada lo hacía cambiar. Tenía varios días sin comer, sin ir a clases y todos estaban preocupados por él. No salía de su cuarto y se quedaba acostado por horas tratando de comprender lo sucedido. No era justo para él sufrir por su mejor amigo, aunque Black no tenía la culpa de haber sufrido tan semejante atrocidad y era inconsciente de lo que sentía Sam, aun así le parecía injusto que solo le ocurriese a él. Pensaba una y otra vez si solo se olvidó de él nada más, pero era absurdo y poco probable. Seguramente Black no recordaba a un montón de gente.

El chico no sabía en que mas pensar, tenía que pararse de su cama en algún momento y continuar con la vida. Confiaba en no decirle aun que lo conocía y además prometió no revelar mucha información en caso de que Black preguntase algo sobre su pasado. La verdad iba a surgir y tenía que estar preparado para contestar todas aquellas preguntas sin titubear.

No decidió pararse ese día para asistir a clases, pero si salió de su cuarto a comer algo. Su madre estaba preocupada y ya sabía la razón de porque su hijo estaba así, Celia se lo había comentado días antes. Su padre por otro lado, mantenía el silencio como siempre sin mencionar aquel nombre, pero Sam sabia que Black estaba tan solo al cruzar la calle, era inevitable no verlo y no sentir los cosquilleos en su estómago.

La madre le preguntó si iba a la universidad y él negó con la cabeza. Habían recibido varias llamadas y pues comprendían la situación de Sam. Incluso los profesores le mandaban la tarea y lo visto en clase. Pensó que tal vez era una buena oportunidad para estudiar y concentrarse en las materias sin pensar en su mejor amigo. Recogió el plato y lo fregó enseguida. Fue hasta su habitación y allí se quedó por varias horas apuntando todo lo perdido en clases, recibió llamadas de Celia y siguió hasta la noche haciendo los deberes escolares.

A la semana siguiente decidió ir hacia la universidad pues se sentía mejor. El señor Lee lo había llamado para que ayudara a Black en caso de no saber donde quedaban los salones y eso. Black si había asistido a clases y varias veces se perdió encontrando el dichoso salón. Como nadie sabía lo que había sucedido con el chico, no le decían nada, pero llegó un momento en que se preocupaban y hacían preguntas. Black no reconocía a nadie, solo a su padre y a su tía, y por supuesto tenía la consciencia que su madre había fallecido el año pasado. Del resto, eran caras nuevas y personas que jamás en su vida había visto.

Cuando Sam llegó vió que Black intentaba abrir su casillero. Quería pasar sin ser visto, pero fue imposible. Black lo llamó para que lo ayudara. Sam dio varios golpecitos y este se abrió enseguida sin colocar la contraseña ni nada.

—Gracias, ¿Samuel, no? —dijo Black sonriente. Parecía feliz y no dejaba de sonreír. Sam jamás lo había visto sonriendo por mucho tiempo—. Pensé que estabas en el trabajo con papá.

—Sí. Bueno estudio también —contestó el chico dando grandes zancadas hasta el salón de pintura.

Black también tenía pintura y se sentó al lado de un chico rubio, era uno de sus amigos de la infancia, pero Black no tenía la remota idea de quién era. Como el chico vió que no lo saludaba miró a Sam tratando de obtener una breve explicación. Le paso un papelito diciendo que perdió la memoria y no se acuerda de nadie. El rubio abrió los ojos como platos y se le salió una lágrima.

La profesora llegó enseguida y le dió un cuadro en blanco a cada alumno. Tenían que pintar un jarrón y las frutas, reflejando la forma del mismo y luego tenían que pintarlo como quisiesen. Era una evaluación sencilla, pero Sam no sabía pintar ni mucho menos dibujar. Era la única clase que le costaba demasiado e iba muy mal. Se levantó de su asiento dirigiéndose a la profesora.

—Señor Johnson, ¿qué desea ésta vez? —preguntó la profesora mirando de mala forma.

—Pues, usted sabe que no se me da el dibujo y tenia pensando que me podría mandar un ensayo, ¿cree usted que es posible? —cruzó los dedos con la esperanza de pegarla hasta vez, pero ella negó con la cabeza.

—El señor Lee sabe dibujar, señor Johnson. Le sugiero que le pregunte a él como hacerlo.

Sam se dirigió hacia donde estaba Black. Le preguntó si podía enseñarle algo sobre como dibujar y éste asintió sin decir más nada. La manera en como Black dibujaba al jarrón era impresionante, el chico había nacido para eso pero no se daba cuenta de su potencial y Sam lo sabía desde hace muchísimo tiempo, y para no ser tan obvio con la profesora por eso acudió a ella sin problema.

Sam intentó hacer algo, pero le salían líneas demasiado rectas y otras muy torcidas. No estaba del todo concentrado y no podía seguir engañándose a sí mismo. Ponía su empeño en la materia por más que le costase y ajuro aprender. Pensó en tomar clases particulares en el centro de la ciudad y así destacarse un poco más. Al final logró dibujar algo, que no se parecía en nada al objeto y lo entregó sintiéndose reprobado. Salió del aula de clases y como no tenía más materias por ese día, se fue hacia los banquitos de afuera a esperar a Celia.

—No lo hiciste nada mal —era Black que se sentó a su lado—. El arte es arte, no pueden decir que lo hiciste mal. Mira a Picasso, hacia cualquier cosa y no le decían nada.

Sam no comentó nada y se dedicó a mirar la calle solitaria. Era cierto lo que Black estaba diciendo. Siempre tenía razón en algunas cosas y le gustaba dar opiniones sin importarle lo que pensaban los demás.

—Bueno me tengo que ir. Si necesitas ayuda, siempre estoy por acá aunque sin saber por dónde es que tengo que caminar. Ya sabes, amigo. La memoria me jodió esta vez —Sam rió un poco por la última frase y Black siguió su camino de largo. Ya sabía donde quedaba su casa pues había trazado un mapa él mismo y lo conducía allá sin problema.

Celia llegó a los pocos segundos en un auto descapotable. La chica se bajó y abrazo a su novio con mucho cariño. Sam no estaba de buenas para ser romántico.

—Te extrañe demasiado, Sammy. No me vuelvas a hacer eso. —Miro a la dirección en donde Sam estaba observando y vió la silueta del japonés—. Me da lástima por él. Va en dirección contraria a su casa, ¿lo llevamos?

— ¿Desde cuándo eres amable con Black? —preguntó Sam.

—Pues me está enseñando mucho y no me mires así. Intentó borrar el daño que cause y quiero ayudarlo.

— ¿Pero?

—Se que lo amas y que jamás podrás amar a alguien como a él. Solo quiero que por los momentos seamos amigos, Sam. He pensando mucho y es mi culpa que estés así todo triste. Odio verte triste y lo sabes. Tienes meses tristes, y quiero que seas feliz. Lloras, gritas, no comes. Tus padres están preocupados. Prometo no decirle nada sobre ti.

Black los veía y no reconocía a Celia. El chico había regresado pues el mapa que tenia no era el indicado, pues ese era un modelo que hizo días anteriores y pensó que le serviría.

—Amm. Se me olvida tu nombre, amigo —se quedó pensativo—. Johnson, ¿no?

Sam asintió dándose por vencido. Al menos se acordaba de su apellido y era lo importante.

— ¿Sabes dónde queda mi casa? Cada vez que hago un bendito mapa, no recuerdo al día siguiente como es que lo hice. Dios, esto me está matando por dentro —dijo tratando de sonreír sin llorar.

—Si sabemos —respondió Celia sonriendo—. Te llevamos. Soy Cecilia, pero me dicen Celia.

— ¿Son novios? Hacen bonita pareja.

El comentario de Black hizo que Sam se sintiese peor, amarró su cabello como un sumo y no respondió. Celia negó con la cabeza.

—Ah, lo siento. Es que siempre te veo en su casa, y pensé que eran novios. Lo lamento —se disculpó Black sonriente.

Momento demasiado incómodo. Celia conducía mirando a Sam que tenía la cabeza baja, estaba llorando y en silencio. Tenía que tener una excusa perfecta en caso de que Black preguntara.

En menos de quince minutos llegaron a casa de Black. Allí lo estaba esperando su padre como siempre y su tía Mei.

—Gracias. No sé como agradecerte. ¿Quieres pasar a almorzar? Mei hizo un platillo exquisito. Puedes invitar a Celia, también es bienvenida.

Todos entraron a la casa de Black. Parecía más serena, limpia y del resto era igual. Los muebles tal como los recordaba Sam y los cuadros, inciensos por todas partes, fotografías de Black con sus padres. El gato se acercó a donde estaba Sam, y el chico se quedó sin hacer nada. El gato insistía en que Sam le hiciese cariño.

—Adelante, eso es lo que quiere que me acaricies la cabeza. Es un gato travieso, pero sabe comportarse ante extraños. No te preocupes —explicó Black mirando como Sam agarraba el gato para acariciarlo.

Soy un extraño para él. Al menos esta amable, aunque me gusta cómo se pone insoportable con uno y empieza con su jugadera absurda, pensó Sam desviando la mirada hacia su amigo y dirigiéndose al gato con mucho afecto. Este maullaba y se quedó con Sam por un buen rato.

Celia ayudó a colocar la mesa para comer. Sam no estaba de ánimos y quería dormir un rato. Se sentía cansado y soñoliento. Necesitaba recuperarse pronto. El celular de Sam sonó y le pareció extraño.

— ¿Si? —contestó sin decir hola ni nada.

—Sam, soy Erik. Esta noche fiesta, bastardo. Dile a Black que se llegué y traen algo de beber. Sabes que pongo la comida —decía Erik emocionado.

—Amm. Mira idiota, tengo que hablar contigo sobre algo. Te veo en mi casa en 2 horas.

—Todos sabemos que Black perdió la memoria. Es para animarlo un poco. Eres el único que puede convencerlo, Sam.

—De acuerdo. Lo intentare.

—Trae tu guitarra acústica.

Erik sabía que Sam podía convencerlo como fuese, colgó la llamada y se dirigió a la mesa. Se sentó al lado de Celia y ella quería saber con quién estaba hablando.

—Una fiesta de Erik, ya sabes —resumió Sam metiéndose el pan en la boca. Luego recordó que no debía estar tan confianzudo pues Black podía sospechar. Pidió disculpas y nadie se quejó de su comportamiento.

La comida estuvo deliciosa y disfrutaron ese pequeño momento. Les dieron las gracias al padre de Black y a la tía Mei. Black había estado sentado en el mueble central mirando un cuadro hermoso, lleno de oleo y matices, color, formas inexistentes.

—Johnson, ¿cierto?

—Sí.

—Intento no olvidar tu nombre, es extraño, no dejo de pensar en ti y tu nombre. Temo que se me olvide y sea culpable, es decir, me ayudaste hoy y el día en el hospital. No sé como agradecerte lo que haces por mí y no sé por qué y me gustaría saberlo. Esa pieza en mi rompecabezas me está matando. Quiero decir, necesito información de mi pasado, no sé si pueda recuperar la memoria, pero como siempre has vivido aquí, según papá, tú me puedes ayudar un poco. No sé si me conoces desde siempre, pero puedo contar contigo. Todo es extraño y necesito saber cómo fui, parezco un fantasma en esta ciudad. Todos me saludan y preguntan por un tal Samuel o algo así, no sé quién es, quizás alguien importante para mí, pero no puedo recordarlo. He estado leyendo mi diario una y otra vez, es una locura. Amo a alguien y no sé quién es. Cada día escribo lo que hago para no olvidarlo, pero ese tal Samuel no me lo quito de la cabeza. ¿Podrías presentármelo? Al menos quiero hablar con él un par de horas y que me explique todo —dijo Black tranquilamente.

Sam palideció. No sabía que responder.

— ¡Debemos irnos, Sam! Recuerda la fiesta. No querrás faltar —dijo Celia seria—. Deberías ir con nosotros, Black. Sera divertido.

—No lo sé.

Celia le hizo una seña a Sam para que reaccionara. Se quedó pensativo, tenía un plan era descabellado pero quizá podría funcionar.

—Allí están tus amigos —empezó Sam tragando saliva a cada rato—. Yo conozco a ese tal Samuel y te puedo hablar de él, pero lo único que pido es que nos acompañes. 

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