Capítulo 12
Capítulo 12
— ¿Estás enamorado de mí, Black? —volvió a preguntar Samuel.
Black permaneció callado y su padre se había ido para que su hijo hablara con su amigo. No se metía en conversaciones de ese tipo, simplemente aconsejaba cuando tenía que hacerlo, del resto los dejaba tranquilos.
— ¿Qué haces aquí? Pensé que estabas con Celia —Black quería saberlo. No esperaba que su amigo se apareciera porque si en año nuevo. Pensaba verlo más tarde o quizás el resto de la semana.
—Celia está bien. Yo vine porque te extrañaba —contestó Sam arrugando la frente.
—Mmm.
Sam estaba desesperado, su amigo no le respondía y seguía viendo la película con las palomitas de maíz a un lado. Sam se quedó allí y no se movió. Quería llorar e irse para su casa, pero entendía que Black no lo iba a decir de nuevo. Era demasiado difícil sacarle las palabras amorosas.
— ¿Qué es lo que quieres de mi, Sam? —Black apagó el televisor y se dispuso a escuchar a su mejor amigo. Sam estaba casi a punto de partir, pero se sentó de nuevo. Miro a Black y se mordió el labio.
—Le dijiste a todo el mundo que estás enamorado de mí y eres incapaz de decírmelo en mi cara.
—Yo lo demuestro de manera diferente, Sam. Lo siento. Te estoy sofocando la mente.
—No lo haces, Black.
—Sigues siendo un idiota romanticón. Ahora acuéstate conmigo para seguir viendo la estúpida película.
—Feliz año, Black.
—Feliz año, Samuel.
Ambos se acostaron juntos sin abrazarse ni nada. Sam sabía que Black iba a confesar en algún momento, solo le tenía que dar más tiempo y espacio.
Black pensaba en lo egoísta que había sido con su amigo, pero le costaba demasiado y aun estaba dolido por la muerte de su madre. Quería decirle a los cuatro vientos que lo amaba demasiado.
**
Los días siguientes fueron tranquilos para ambos. Sam estaba estudiando de nuevo, en una universidad local y Black también. Una universidad que habían inaugurado para gente de allí y con el papeleo de Black de New York, le ascendieron a un semestre más elevado que el de Sam. Con la carrera de Artes se les hacia fácil realizar las tareas correspondientes ayudándose el uno con el otro. Asistían a las citas médicas y realizaban actividades deportivas para mantenerse activos.
Sam había mejorado muchísimo con el cáncer, ya casi no se le veía en la radioterapia. En cuanto a Black aun estaba el tumor, le volvieron a mandar otros medicamentos naturales y dieta extrema. Tenía que cuidarse el cerebro y se surgieron que anotara todo en un diario, porque las cosas podían empeorar un poco. Como el chico era demasiado correcto y seguía ordenes sin decir nada, compro una especie de agenda en la librería y empezó a anotar todo lo que hacía en la mañana, tarde y noche. Incluso anotaba los nombres de sus mejores amigos y los de sus padres por si acaso. Cada experiencia vivida lo escribía, con fecha completa, lugar y actividad realizada.
El fin de semana se habían ido los dos a la playa. Black escribía y escribía tanto en japonés como en ingles, por si a las moscas, y Sam nadaba en la playa con mucho regocijo. Tenía muchísimo rato que no iba y se sentía a gusto. Al menos los dos estaban solos y sin acompañante. A pesar de que Sam seguía con Celia por temas inexplicables, le había dicho que quería estar solo por un tiempo indeterminado. Quería terminar los estudios, comenzar una nueva etapa de su vida y hacer las cosas que tenía pendiente en su lista de deseos locos.
También quería pasar tiempo con su amigo, quizá era poco el tiempo que le quedaba a Black y quería disfrutarlo al máximo. Black, sin embargo, era demasiado optimista, siempre con fe para mejorar y no dejar de luchar por el tumor. Al finalizar el día, se fueron juntos a una cabaña de los padres de Sam para cenar. Black guardó su diario y lo colocó en su bolso junto con lo demás. Comieron en silencio sin hacer ruido y se acostaron a dormir en la misma cama sin hacer ningún tipo de acto sexual ni mucho menos tocarse. Ambos respetaban eso y no querían adelantar los hechos tan rápido.
Habían retornado a sus hogares y la familia de Sam se extrañó que su hijo estuviese en casa. Su padre estaba animado con ver como Sam estaba radiante de felicidad y que al fin compartiera con ellos después de tanto tiempo. Saludo a todos sentándose en su respectivo asiento sin opinar ni decirle algo a su hermano, a quien le debía una explicación breve.
Sus padres preguntaron por Black y éste resumió diciéndoles lo del tumor, y el fallecimiento de su madre, mas los problemas terminados con su padre. La mamá de Sam se sorprendió al escuchar semejantes noticias tan tristes y dolorosas. Sam explicó que por eso se había ausentado un poco y que su amigo necesitaba su ayuda, pues no tenía a sus padres para que lo ayudasen con todo. Cenó con su familia a gusto y no hablo más sobre su amigo por el resto de la velada.
Su padre quería preguntarle sobre lo hablado, Sam dijo que no sabía si se iba a casar. Todo dependía de él completamente. Éste se sorprendió, pues meses atrás le había confesado que estaba enamorado de Black. No le hizo más preguntas a su hijo y se limitó a mencionar al susodicho.
Las cosas salen mejor si el silencio está presente, pensó Sam al acordarse de que no debía hablar seguido de su amigo. Había cosas muy intimas que no se compartían con nadie.
Black estaba acostado en su cama, con interiores, y la cobija hasta el cuello. Tenía calor y frio al mismo tiempo. Le dolía un poco la cabeza y quería que se acabase de una vez. Tomó agua, vitamina, remedios y nada, no se le quitaba. Gritó tan fuerte que su padre llegó a ver que le sucedía. Éste explico con voz ronca, el fuerte dolor de cabeza que tenia, la jaqueca de la frente y los sudores repentinos. Su hijo hervía demasiado, parecía fiebre, aun así sudaba mucho. El señor Lee le tomó la temperatura, era increíble el número que indicaba el termómetro digital. Lee llamó a la ambulancia para que revisaran a su hijo en casa y así no tener que salir por el tiempo tan lluvioso.
A pocos minutos la ambulancia llegó. Los vecinos chismosos se preguntaban que sucedía, incluso Sam había salido de su casa y le intrigo saber. Fue hasta casa de los Lee y aprovechó la oportunidad para ver a su mejor amigo nuevamente. Éste se encontraba débil, sin poder hablar y la frente estaba demasiado caliente para ser cierto. El señor Lee y Sam esperaban en la sala inquietos y pensativos. El único sonido de la casa era el gato que se metía en la chimenea y aullaba sin cesar, Sam lo sacó de allí y se lo puso en las piernas acariciándolo, al final el gato se quedó profundamente dormido y ya no había más sonido. El inquietante silencio parecía perturbar más aun la mente de ambos. Ver a cada momento las escaleras era demasiado. Los médicos revisaban todavía a Black, pues había cosas inexplicables y las respuestas eran escasas. Luego de una hora exacta, el doctor y auxiliar aparecieron en la sala con las noticias.
—Debemos llevar a su hijo al hospital. Es necesario revisar ese tumor para ver cómo va. El aparato que trajimos no funciona correctamente y en el hospital estará con otros especialistas del tema.
Sam se le había olvidado la tarjeta del amigo recomendado de aquella vez, como la perdió no comentó nada al respecto.
—Con ustedes —respondió el señor Lee con voz temblorosa—. Y si no le importa, su amigo va conmigo para hacerme compañía.
El médico asintió y pusieron en marcha para trasladar a Black al hospital sin perder mucho tiempo. Sam organizó un bolso y metió lo necesario.
Black no pesaba mucho, y el médico lo cargo hasta la ambulancia sin tanta dificultad. El señor Lee y Sam se montaron en un auto aparte, que Lee manejaba. En la ambulancia no cabían todos y podían estar incómodos. Persiguieron a la ambulancia como si fuesen guardaespaldas y estacionaron cerca de la entrada.
Black lo trasladaron a emergencias. Duró 1 hora estando inconsciente y sin mover ninguna parte de su cuerpo. Los médicos hicieron lo posible para mantenerlo a salvo, repitieron los exámenes y los de sangre no daban señales de alarma. Cuando fueron a hacerle la radioterapia, el tumor se había extendido por todo el cerebro, había partes que no había pero en otras si y eso podía causar peligro para la memoria. Al finalizar, el paciente empezó a moverse normal, porque la última alternativa que tenían era operarlo, sin embargo ya no hacía falta por los momentos.
El doctor fue hasta la sala de espera donde estaba el padre del chico y su mejor amigo. Indico que Black estaba consciente y que necesita descansar un poco. Llamó aparte al señor Lee, pues tenía que decirle lo del tumor esparcido, no era una noticia muy agradable, pero el señor Lee no dijo nada, solo asintió. No sabía ahora como decirle a Sam aquello, espero a que todo estuviese más tranquilo para hablarlo.
Tanto Sam como el padre de Black fueron hasta la habitación donde Black tenía los ojos abiertos y se entretenía con el televisor que tenia al frente.
— ¿Cómo te sientes, hijo? —preguntó el señor Lee.
—Bien. ¿Y papá, quién es el chico que está contigo? —preguntó Black señalando a Sam que estaba parado frente a él.
La expresión en el rostro de Sam no era normal. Abrió mucho los ojos, quedándose perplejo y sin nada que decir. El señor Lee tampoco supo que responder por dos largos minutos. Black no comprendía que estaba sucediendo, se disculpó por si fue grosero a decir algo malo.
—Un amigo, hijo. Me vino a acompañar para no estar solo —mintió su padre.
—Soy Black —se presentó Black y le tendió la mano a Sam.
—Samuel —alcanzó a decir Sam sin poder articular palabras largas.
¿Cómo Black se había olvidado de Sam cuando se conocían de toda la vida? Era una pregunta que se hacia el señor Lee, quien no podía quitarle los ojos de encima a su hijo.
Black no bromeaba, porque preguntó muchísimas veces que hacía Sam con su padre, pues éste no tenía amigos en la ciudad sino en New York. El señor Lee tuvo que mentirle diciendo que era asistente de donde trabajaba y Black se lo creyó. Por supuesto que Lee tenia la empresa de él y todos los que trabajaban allí eran asistentes de cualquier área y eso lo sabía Black desde siempre.
El chico seguía viendo la televisión con mucho entretenimiento, parecía estar demasiado feliz y no ser el chico frio y seco de siempre. Tampoco parecía insoportable, pues trataba bien a todo el mundo y hacia caso a lo que le decían los médicos.
Por otro lado, Sam estaba devastado. Quería llorar y llorar. Necesitaba respirar aire puro y fumarse un cigarrillo. Lo hizo justo cuando mintió diciendo que iba por una soda en la cafetería.
Se fue hasta la entrada del hospital, se sentó por varios minutos inhalando humo de cigarro. Tenía la boca tensa, los ojos llorosos y las manos temblorosas. ¿Qué le había pasado a Black? Se decía Sam a cada rato. Quería que le explicaran porque no lo reconoce y si es una broma de mal gusto. Luego de fumarse el quinto cigarrillo, lo boto lejos y fue de nuevo a la habitación. Solo estaba el señor Lee, el doctor y Black.
—Sam, ¿cómo andas? —saludó el doctor a quien él conocía desde hace mucho.
Sam no quiso responder. Se sentó en uno de los banquitos al fondo de la habitación y sacó su celular que no paraba de vibrar. Era Celia. La que menos quería ver. Pero quizás ella lo podía consolar un poco. Atendió afuera sin interrumpir la charla de los tres.
—Sam, ¿dónde estás? Te busqué a tu casa y no estabas.
—Estoy bien. —Celia notó que la voz de Sam era diferente, sonaba preocupante.
— ¿Qué sucede? —la pregunta era esencial. Si Sam no respondía algo malo pasaba.
—Luego te digo. Nos vemos en mi casa en una hora, ¿sí? —Sam para tranquilizarla, porque Celia era capaz de ir hacia donde estaba su novio para ver que sucedía.
—De acuerdo.
Sam se metió el celular nuevamente en el bolsillo. Black reía como loco y cuando Sam vio la televisión, era The Simpson, ambos veían mucho la comiquita una y otra vez.
—Sam, ¿puedo hablar contigo? No te quitare mucho tiempo, hijo —dijo el doctor Frank. Sam asintió y siguió al doctor, viendo a su alrededor la cantidad de enfermos esperando para que los atendiesen y las habitaciones, gente que lloraba desesperadamente.
La oficina del doctor quedaba al finalizar el pasillo de Emergencias. Abrió la puerta y Sam se sentó en una de las sillas.
—Como veras, Black ha perdido una gran parte de su memoria. El tumor se expandió un poco y creemos que fue por eso —explicó el doctor y Sam solo escuchaba sin intervenir—. Se recuerda muy poco de su pasado. Es un momento difícil para ti, porque son amigos desde la infancia y que no te reconozca duele muchísimo. Sugiero que lo dejes ser, no digas que eres su mejor amigo ni que lo conoces. Creemos que con el paso del tiempo, puede recordar algunas cosas. No es fácil al principio. Puedes ayudar a su padre a cuidarlo, mintiéndole mientras tanto. —El consejo era delicado y Sam le podía costar un poco. Asintió de nuevo sin decir nada. Si hablaba podía llorar y era peor—. Estarás bien, muchacho. La vida no es fácil, pero tampoco imposible.
—Gra...ci...a...s —dijo Sam tartamudeando.
**
—Avíseme si necesita ayuda, señor Lee —dijo Sam. El señor Lee le dio unas palmaditas en la espalda—. No permita que haga ridiculeces. Sabe como es de testarudo a veces.
—Gracias, Sam. Ve a descansar, ha sido un día largo para ambos. Al fin se quedó dormido. Te llamó si necesito ayuda, hice un par de llamadas a su tía Mei. Deben de llegar mañana en la noche más o menos.
La tía Mei era hermana del señor Lee, cuidadora medica y amaba a su sobrino. Había recibido la llamada y de inmediato cogió un vuelo hacia Estados Unidos, eran demasiadas horas de Japón hasta EE.UU, pero valía la pena.
Sam fue a su casa. No quería hablar ni darle explicaciones a nadie. Celia ya estaba en su casa.
— ¿Por qué estabas llorando, Sam? —preguntó Celia al verle que ambos ojos de Sam estaban rojos y llenos de lagrimas.
—Nada —Sam no quería decirle nada. No estaba de ánimos.
— ¿Qué te hizo Black?
—Nada te dije.
—Oye, me llamaste y dijiste que me ibas a decir.
—Lo siento. Black no sabe quién soy yo —Sam rompió en llanto. Celia lo abrazó y el chico seguía llorando.
Luego de que el chico se calmara un poco, explicó con detalles lo que había sucedido. Celia que odiaba a Black con toda su alma, se sentía mal. No era su intención ser grosera con el japonés.
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