Capítulo 1
Capítulo 1
Después de haber comprado lo necesario en el supermercado. La madre canceló todo y se dirigió hacia el estacionamiento. Allí estaba el padre del niño sosteniendo una cerveza en la mano derecha. Le sonrió al ver a su hijo quien se aproximaba hacia él para darle un abrazo. El niño salió corriendo para abrazar a su padre, esa escena no le gustó mucho a su madre, pero no podía prohibírselo, al fin y al cabo, era también suyo y no podía negarle el afecto. Black no tenía la culpa de nada.
— ¿Qué haces aquí? —preguntó ella con tono molesto y desafiante.
—Quería ver a Black, Dina. No exageres. Móntate y seamos una familia feliz —respondió él.
— ¡Eres un bastardo! —exclamó Dina frunciendo el ceño.
El camino a casa se hizo tenso y ninguno dijo nada para no incomodar a su hijo. El único que estaba alegre era Black quien saludaba a las personas desde la ventana.
En la semana las peleas entre sus padres eran muy frecuentes. Black era un niño y no entendía porque peleaban tanto, porque había tantas discusiones y del porque se tenían que separar de esa forma. El niño lo que hizo fue llorar cuando su madre tomo la decisión de mudarse y divorciarse de su padre. Para él era como su héroe, la persona que más amaba en ese mundo y ahora ya no iba a formar parte de él nunca más. A partir de ese momento su padre no existía para él.
Compró una casa a un precio regalado, consiguió un trabajo más digno y así empezó una nueva vida junto a su pequeño. A lo largo de la semana, Dina tenía que trabajar y no tenía con quien dejar al niño pues todos sus familiares estaban en Japón y no podía viajar hacia allá porque quedaba muy lejos. Pensó en decirle a una vecina que recién había conocido en el parque. No estaba muy segura, pero era su única alternativa. Le respondió a los días siguientes que lo podía cuidar en las tardes. Así fue como Dina pudo resolver. Tuvo que explicarle a Black que se quedaría con alguien más, le recalcó que debía hacer caso, hacer las tareas y obedecer.
A su madre la asignaron para viajar hacia el exterior por un mes, se ganaría muchísimo dinero y podría mantener cómodamente a Black. Como pudo intento decirle a su vecina para que cuidara al niño por un mes y luego la recompensaría con algo. Pero la mujer no podía porque estaba embarazada y acudió a la vecina de al frente.
—Lo haré porque usted es buena persona y madre luchadora. Tráigame al niño el lunes temprano. No se preocupe en darme dinero por eso, lo hago con gusto.
— ¡Gracias!
**
— ¿Para dónde vas, mami? —preguntó Black con tristeza.
—Un trabajo, mi amor.
— ¿Voy contigo?
—Black, mi amor. Te vas a quedar con Karmele por un mes, yo pasaré a buscarte tan pronto este de nuevo acá. Promete que te vas a portar bien, comer todo lo que te pongan y quiero que seas obediente. ¿Me lo prometes?
—¿Por qué mami?
—Debo trabajar y no me dejan llevarme contigo.
— ¿Me llamaras todos los días?
—Claro mi amor.
**
—Hola, Black. ¡Un gusto tenerte! Pasa adelante.
—Gracias.
—Sígueme. Dejaras tus cosas en la habitación, te sentirás como en casa, cariño.
Notó que había otro niño más grande que él, sentado en el sofá viendo televisión, éste esquivó la mirada de Black y se concentró en ver su programa favorito. Le parecía extraño como aquella familia se relacionaba con los otros. Él estaba acostumbrado a que lo trataran bien y que lo recibiesen con abrazos y besos, pues así era como lo hacía su madre cada día.
Caminó sin pensar en algo más que no sea de sus padres. Estaba triste. No estaba acostumbrado a lidiar con el tema y tenía que ser fuerte para ayudar a su madre en lo que pudiese y presentarse como el hombre de la familia, pese a que tenía solamente ocho años.
La señora abrió la puerta del último cuarto al fondo, era una especie de paraíso, pues había juegos por todos lados y millones de carritos de todos los tamaños. Había dos camas triangulares, un escritorio y montones de discos regados por todas partes. Black examinó detalladamente al niño que estaba allí: su cabello era rubio, sonreía siempre y mantenía un carro en sus manos y lo manejaba como si fuera real; lo impresionó tanto que se quedó mirándolo con mucho entusiasmo y le produjo en su rostro una sonrisa angelical.
La madre del chico llamó a éste para que viniese a conocer a un nuevo amiguito quien estaría con ellos por un mes. Ya ella había acomodado una segunda cama al lado de la triangular junto con una cobija y una almohada suave.
—Samuel, te presento a Black. Se quedará un tiempo con nosotros —dijo su madre señalando al chico.
—Hola. Soy Samuel —dijo el chico—. ¿Dormirá en el mismo cuarto? ¿No es peligroso? ¿Y mi enfermedad?
Karmele antes de haber aceptado, lo pensó por varios días antes de la oferta propuesta por Dina. Lo llevó al médico para ver cómo seguía la enfermedad del niño, lo cual se volvía una obsesión, pues la enfermedad que tenía su hijo no era contagiosa. El médico le mando algunos medicamentos e indicaciones para que Sam pudiera sentirse mejor.
— ¿Puedo llamarte Sam? Es más corto —el chico se rió.
**
El viaje de su madre fue más rápido de lo que pensó, había logrado el objetivo de ser la gerente del restaurante japonés. Black al ver a su madre de nuevo, le produjo una alegría tremenda pues la extrañaba demasiado.
—Tengo un amigo nuevo. Es mi mejor amigo, mami.
***
El tiempo fue pasando muy rápido, ya ambos estaban crecidos. Black le había crecido un poco el cabello, los ojos se le habían puesto más oscuros y achinados, así como su origen japonés. Samuel se había dejado crecer el cabello hasta tenerlo a la altura de la cintura.
En el último año de secundaria decidieron hacer una fiesta en conjunto con todos los graduandos, el fin al principio era recaudar fondos para irse de viaje, pero muchos de los padres no estaban de acuerdo y aceptaron que solo hiciesen la fiesta como motivo para celebrar. Fue así como Black y Sam se dispusieron a organizarla junto a otros chicos para que quedase perfecta. Algunos pidieron colaboración para las bebidas alcohólicas, otros para los snacks, unos dj para la música y el lugar ambientado tipo retro.
Black se había puesto una camisa negra y un pantalón ajustado, sus zapatos de siempre y su cabello alborotado. Samuel: playera blanca, pantalón negro y sus zapatos converse negros. Llegaron a la fiesta y el gentío hizo escándalo cuando ambos entraron a la sala.
—¡Black, hermanazo! —saludo uno de sus compañeros de clase. Este le estrecho la mano y fue directo a una chica para intentar besarla.
—Yo soy fuego y tú un cenicero —dijo una chica a Samuel, quien no estaba prestándole la más mínima atención. Ya que observaba como su mejor amigo conversaba con una chica y se estaban besando apenas rozando los labios. Le produjo algo de rabia y no quiso seguir viendo para no desequilibrar la fiesta y sus emociones explotaran como un volcán.
En un momento Sam se sintió mareado y tenía puntadas en el estómago a cada rato. No sabía que tenía y se tuvo que sentar y beber un poco de agua para tranquilizarse. La acompañante del chico llamo a Black rápidamente y abriendo paso a la multitud llego justo donde estaba su amigo.
El rostro de Samuel era pálido, los labios apenas se le notaba el brillo y el color que conservaba siempre. Tenía la cabeza bocabajo y las manos encima de ella para calmar el dolor. Sam seguía tosiendo más y más fuerte.
— ¿Estás bien, bro? —preguntó Black.
Sam negó con la cabeza. En cuestión de segundos marcó al 911 para una emergencia y al llegar la ambulancia montaron al chico en una camilla y Black se fue con ellos en la parte trasera de esta.
— ¡CREÍ QUE TENÍAMOS SEXO, BLACK! —gritó la chica que estaba con él.
Black estuvo llamando a la madre de Sam, pero le caía solo la contestadora y se estaba desesperando. Generalmente Karmele atendía siempre cuando había una emergencia, pero esta ocasión no parecía estar pendiente de su celular. El chico dejo de intentarlo y guardo el celular en el bolsillo colocándole en un volumen alto por si llamaba alguno de los familiares de su amigo.
Al llegar al hospital lo colocaron en una habitación especial y nadie podía pasar al menos que fuese un enfermero. Black tuvo que esperar afuera y aprovechó de sentarse a hojear su celular o ver alguna revista por allí.
De repente vio a Basf entrar y aprovecho para comentarle lo sucedido, pese a que se llevaban muy mal igual debía saberlo.
—¡Basf! —llamo Black al chico y este frunció el ceño al verlo—. Está en una habitación examinándolo. Estuve llamando a tu madre, pero no me contesta.
—¿Qué haces aquí para empezar? No es tu problema.
—No empecemos, quieres. No quiero golpearte frente a todos.
—Deberías alejarte de mi hermano. Yo me encargo, puedes irte.
—No me iré. Así que tendrás que calarte mi presencia te guste o no.
—Deberías callarte —lo espetó Basf mirando a Black con malicia—. El maldito cáncer.
Maldito, Sam. Idiota de mierda. Lo voy a matar por no decirme, pensó Black aun con el ceño fruncido y aparentando ambas manos como símbolo de molestia. ¿Qué tipo de cáncer tendrá este idiota? Sam, te asesinare.
Pasaron dos horas infernales en las que Black caminaba de un lado a otro con el ceño fruncido. Después su amigo despertó y al verlo se quedó perplejo, Samuel tenía cara de pocos amigos, parecía estar cansado y con las ojeras relucientes.
—Si eres idiota, Sam. ¿por qué carajos no me dijiste? —insultó Black sentándose en el único asiento disponible—. Basf está afuera, no sé si deseas verlo.
—Sabes que te dije hace mucho tiempo que es solo una enfermedad —respondió Sam con mucha tranquilidad—. Se me había quitado y ahora volvió, pero no es nada grave—. No pasara a verme si tu estas aquí. Hablare con él después.
—La próxima vez no me ocultes de tus vergas. ¿Está claro, Sam? —Su mejor amigo asintió con la cabeza—. Espero que no sea nada grave o te matare.
—Cuéntame qué pasó con la nena esa que quería tener sexo contigo —Sam habló tranquilamente que cualquiera pensaría que no tenía nada de malo, y que se había recuperado de una gripe.
Black le contó que la chica insistía en tener sexo con él y como la veía muy fastidiosa le dijo que no. Samuel se sorprendió, pues su amigo nunca le decía que "no" a una chica y así sea fea o no, igual se acostaba sin ningún problema.
— ¡Vaya! Eso es raro —comentó Samuel pensando que podría ser eso que su amigo le estaba ocurriendo.
—No sé. Últimamente no me atrae tanto esa chica. Quizás es tu culpa que yo esté así, con tu estupidez de enfermarte en plena fiesta —se quejó Black—. Siempre te sucede algo cuando estamos en una rumba. ¡Eres un fastidio!
— ¿Por mi culpa? No seas cabrón, Black. Yo no tengo la culpa de que la enfermedad apareciera luego de varios años —se quedó callado—. ¿Entonces? —dijo Samuel al ver a la enfermera acercarse.
—Tiene cáncer de estómago —dijo la doctora que acababa de entrar con los resultados en la mano y veía a Black como si fuera lo más bello que existiese en el universo. De todos modos, sus encantos no lo iban a convencer, porque Black miraba hacia otro lado sin hacerle caso.
—Cáncer de estómago —repetía Black una y otra vez —. ¿Cómo es eso posible? —preguntó.
—No es de tu incumbencia —dijo Basf acercándose—. Ya puedes largarte si lo deseas.
—Lastimosamente no lo hare, así que tendrás que calarte mi presencia. Como te dije, no me iré si Samuel quiere que me quede.
—¡Ya basta! Sus peleas me enferman más —dijo Sam con un hilo de voz. Eso hizo enfadar aún más a su hermano. Basf no tuvo más alternativa que alejarse para dejarlos solos, no quería pelear y seguir discutiendo con Black.
La mano de Samuel se encajó con la de Black quien dio un respingo y se cayó de la cama. Una fuerte corriente traspasó por su cuerpo y lo hizo detenerse en medio de la habitación desorbitado. No sabía que le sucedía, pero le gustaba esa sensación. Esa manera en ver a su amigo, lo impulsaba a cometer locuras. Samuel no dijo nada ante esa reacción y Black volvió a sentarse al lado de su amigo sin tocarle la mano.
— ¿Ustedes son novios? —preguntó con un hilo de voz y ambos se miraron el uno con el otro y negaron la cabeza al mismo tiempo—. Es raro que un amigo agarre la mano como ustedes lo estaban haciendo —opinó la mujer—. Me tengo que retirar. Basf acérquese a mi oficina necesito darle algunas instrucciones.
—No es su asunto —respondió Black.
Black iba a decir que él también quería ir, pero la doctora negó por completo y dijo que era mejor que se quedara con su amigo para cuidarlo.
Hubo un largo silencio en aquella habitación. Black estaba nervioso y no sabía ni que decir ni que pensar. Tenía la mente en blanco y contemplaba el rostro de su mejor amigo. No había observado bien que los cabellos de Sam, estaban más claros de lo normal y lucía un brillo único y especial.
En aquella habitación surgió un efecto que ninguno de los dos se había percatado, pero fingieron a la perfección. Black llevó a su amigo a su casa y éste se retiró para la suya. La fiesta la que tanto habían planificado se les había caído de las manos y ya no quedaba otra que disfrutar en otro momento su graduación.
Ahora todo era diferente. Black quería ir a la universidad para estudiar Arte y Fotografía, y Sam también quería estudiar lo mismo, pero no podía. Tendría que esperar un año más para poder recuperarse del todo y continuar con lo que se había propuesto. Pese a estar no tan enfermo, igual debía de guardar reposo por si acaso, no era bueno lanzarse sin haber estado perfectamente bien de pies a cabeza.
Antes de que Samuel se despidiera de Black en el aeropuerto, días después de su recuperación en el hospital, su sangre le hervía y no quería que su mejor amigo se fuera de su lado. Un sentimiento profundo lo aferraba para no decirle lo mucho que lo quería. Aun así, se tuvo que despedirse sin llorar y conteniendo las ganas de gritarle todo lo que sentía en ese momento. Black también quería hacerlo, pero pensaba en muchas cosas y lo dejó pasar sin comentarle.
Ambos tenían un secreto oculto, que solo ellos dos lo sabían. Mas nadie estaba enterado de ello, pero como toda amistad, no se va a olvidar así de fácil. Black tomó el primer vuelo hacia New York y se alejó sintiéndose mal por Sam. Sabía que su amigo lo necesitaba, pero, le había prometido que regresaría para Navidad, Semana Santa, Carnaval, Día de Acción de Gracias, y el verano completo.
—Buen viaje, amigo —dijo Sam conteniendo las lágrimas.
—Cuídate.
—Aquí tiene señor, que tenga buen viaje —dijo la persona que tachaba el ticket de vuelo.
Black se sentó en los primeros asientos viendo hacia la ventana a ver si Sam todavía estaba allí y vio la silueta de un chico cuyos cabellos rubios resplandecía en todas partes.
Sam veía el avión con profunda tristeza. Tanto así que se sentía mal por dentro.
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