005
El potente deslumbro de luz al abrir la puerta dio paso a una profunda y cegadora oscuridad casi de inmediato.
Sunoo se sentía como en un extraño sueño del que no le daban ganas de despertar. El veloz camino sensorial parecía un vórtice que lo aventaba desde el mundo mortal hacia el mundo mágico de las mazmorras, en donde lo último que quería era sentirse rechazado. Quién sabe lo que le deparaba aquel lugar.
Sus retinas no lograban acostumbrarse a la escasez de luz en el espacio, pero, por suerte, Niki no soltó su mano en ningún momento, hasta que el movimiento se detuvo.
— Llegamos. —anunció el menor, dándole una suave sacudida a sus hombros.
Para probar las aguas y no darse con una desagradable sorpresa tan rápido, Sunoo comenzó por abrir un ojo, manteniéndose cerca de la protección de Niki.
A diferencia de lo que esperaba, "las mazmorras" no parecían haber sido construidas, sino que se trataba de un precioso paisaje al aire libre. Desde donde estaba, podía observar todo un frondoso bosque, lleno de un millón de tonos distintos de verde, dándole una sensación de tranquilidad.
Ahora sí, con su completa atención en el entorno, soltó la mano del menor para explorar con la vista. Era precisamente como imaginaba un bosque de cuento de hadas, completo con el pacífico caudal de un río aguamarina y una diversidad de flores espolvoreadas alrededor de los jardines. Lo único que le faltaba para cumplir con su fantasía era una cabaña, en la que la princesa del cuento descansaba por las noches.
Se sentía como un niño en una dulcería, con mucho por recorrer en poco tiempo. Tan sólo al voltear, se dio cuenta de que estaban dentro de una preciosa cueva abierta, lo que revelaban los múltiples espeleotemas desde el techo, las paredes y el suelo de la misma.
Curioso, corrió al encuentro entre una estalactita y una estalagmita, ambas de un tono amarillento. Le parecía fascinante cómo los minerales podían formar estructuras así naturalmente, sin actividad humana que los motive, y, por supuesto, se sentía orgulloso de conocer esos nombres geológicos. Resulta que para algo le servían sus clases de geografía.
— ¿Dónde estamos? —preguntó, por fin.
Hasta ese momento, Niki se había quedado admirando la fascinación con la que Sunoo apreciaba cada detalle del paisaje. Sólo cuando volteó en su dirección simuló que no había pasado los últimos minutos con la mirada fija sobre él.
— Son las mazmorras. —repitió la precisión que dio cuando aún estaban en su departamento, mientras se acercaba a su lado— Quizás no es el mejor nombre, pero-
— Deberías llamarlo el paraíso. —sugirió Sunoo— Es muy perfecto como para ser parte de la tierra.
Niki no le dio más detalles, pero lo tomó de la mano para dirigirlo a las profundidades de la cueva. Allí sí era evidente que había tenido intervención humana —o mágica—, ya que todo el espacio lucía iluminado, incluso cuando todo rastro visible del bosque externo desapareció.
Tras unos minutos caminando, llegaron a lo que parecía ser el final de su camino dentro de la caverna, ya que se aproximaban las aguas subterráneas de un lago azul cobalto.
— Ahora sí, bienvenido. —presentó el menor, apuntando a su izquierda.
Lo más notorio era la gigantesca columna geológica de piedra, cubierta por trepadoras de apariencia delicada pero aroma herbáceo potente, la cual servía como estantería para una serie de libros, contenedores de ingredientes y pociones. A la base, se erguía una suerte de estación mágica con una amplia mesa central, sobre la cual un joven se encontraba leyendo, sumamente concentrado. Desde su apariencia, estaba claro que también era brujo, ya que sus irises y cabello eran de un fino caramelo dorado.
— Hey, adivina qué. —Niki llamó la atención del muchacho, ante lo que alzó la mirada— Traje a un invitado especial.
Antes de acercarse, el rubio de facciones gatunas cerró el libro que tenía entre las manos, dejándolo sobre la mesa para darle el alcance a los recién llegados. Le dio una mirada de pies a cabeza al mayor, sonriendo al llegar a su rostro.
— Hola, Sunoo. —saludó, alarmando al nombrado.
— Pero, ¿cómo sabes mi nombre?
— ¿Hm? —ladeó la cabeza, aparentando inocencia— Cómo no, si Niki habla de ti todo el tiemp-
— ¡Silentium! —exclamó el menor antes de que termine esa frase, en una fugaz sacudida de su varita que apuntó un rayo de luz hacia los labios del chico.
En un inicio, parecía como si sus labios hubiesen quedado literalmente sellados, pero en cuestión de segundos se deshizo del encantamiento, separando los labios nuevamente.
— Aún te falta pulir tu pronunciación, pero vas mejorando. —En vez de reprocharle por el hechizo, le sonrió a Niki, dándole unas palmaditas sobre el hombro, antes de dirigirse a Sunoo de nuevo— Soy Jungwon, por cierto.
Para ese punto, Sunoo seguía atónito por lo que acababa de pasar. Era lo más genial que había visto en su vida, nada mortal podía compararse a un acto de magia como aquel, incluso si, aparentemente, no había sido efectivo al cien-por-ciento.
Pestañeó un par de veces, en un esfuerzo por salir del trance, pero parecía como si el hechizo silenciador le hubiese afectado a él.
— Bueno, los dejo explorar, estaba leyendo sobre-
— ¿Por qué confías en mí para esto? —Sunoo interrumpió, dirigiéndose a Niki— Esto... Yo no sé cómo hacer nada de esto, y ustedes son tan geniales, siento que estoy infringiendo la ley mágica o algo así...
Por primera vez desde que arribaron, el menor pareció inseguro, e incluso volteó en dirección a Jungwon como para buscar la respuesta, como si, efectivamente, fuera algo prohibido.
— Porque sí, ya te dije, me pareces confiable. —contestó, en voz baja— Eres el primero que me intenta hablar para algo que no sea una pregunta de química, incluso si era sobre alguien más, así que... No sé, se sintió raro, pero lindo, y ahora-
— Y ahora te tiene apego y no te va a dejar ir.
Aunque Niki miró con un intento de enojo a su amigo hechicero, sólo confirmaba que la interrupción de Jungwon era cierta, lo que hizo que el corazón de Sunoo se ablande incluso más. Su respuesta no había sido precisamente lo que esperaba, al contrario, lo había terminado por convencer aún más. El brujito era adorable, no podía tener malas intenciones. El motivo para su confianza era irrelevante, lo importante era el hecho de que la tenía.
Antes de hablar, Sunoo se acercó a Niki para entregarle un abrazo, sujetando su cuerpo con firmeza. En un inicio, se encontró con rigidez de su parte, pero pronto se fue relajando bajo su tacto, hasta que rodeó su cintura también.
— Me caes muy bien, gracias por confiar en mí. —murmuró, al esconder su rostro sobre su hombro. Al parecer, ahora dejó a Niki sin palabras, ya que sólo acarició su espalda, sin alejarlo.
Cuando volvieron a tomar distancia, notaron que Jungwon ya había vuelto a la mesa de trabajo y se encontraba leyendo, nuevamente. ¿Tanto tiempo había durado el abrazo?
— Bueno, uhm, hoy sólo quería que conozcas a dónde vengo para preparar pociones. —El menor carraspeó, antes de llevarlo hacia la gran mesa de piedra— La mayoría de hechiceros va a una escuela formal, pero...
Antes de que pueda revelar más detalles, se vio interrumpido al percatarse de que Sunoo estaba por apoyarse de una columna en la que no debería, lo que Jungwon también notó.
— ¡No te apoyes allí!
La precaución de los hechiceros llegó muy tarde, porque Sunoo ya había recostado su espalda sobre la pared de la cueva. De todos modos, se apresuró en apartarse, aunque de forma estrepitosa, por el temor a que hubiese activado alguna alarma secreta de casualidad.
— ¿Por qué? —consultó, al darse cuenta de que la caverna no se movía y no había cambio alguno.
— Toca tu espalda. —sugirió Jungwon, ante lo que Sunoo obedeció. De inmediato, puso una mueca de disgusto al sentir una suerte de sustancia terrosa y viscosa entre sus dedos, que, al apreciar de frente, notó que era de un color blanquecino cobrizo.
— ¿Qué...?
— Es leche de luna. —Ante la expresión aún confundida del mayor, Niki no contuvo una sonrisa— No te preocupes, no es tóxica, pero sí te ensucia la ropa. No sé qué uso le dan los no-magos, pero nosotros lo usamos como ingrediente barato para algunas pociones.
Con un suspiro, Sunoo tuvo que despojarse del blazer de su uniforme. En vez de sacudirlo en el piso, lo llevó hacia la mesa de piedra, por si es que tomarían lo recolectado para almacenar. Terrible idea según la perspectiva de un brujo, por supuesto, ya que esa sustancia abundaba por toda la cueva, pero no lo sabía.
La mención de las pociones despertó el recuerdo de Sunghoon y el propósito que tenía al inicio del día. Nuevamente, había pasado a segundo plano en la mente de Sunoo, siendo evocada sólo tras varios minutos de inmersión en el mundo mágico. Los escasos poderes que había visto hasta el momento le parecían tan intrigantes que incluso su crush desaparecía de su conciencia por unos minutos, o quizás ya había sido embrujado y no se había dado cuenta...
— Por cierto, ¿me enseñarás a hacer la poción?
La pregunta no sólo llamó la atención de Niki, sino también la de Jungwon, quien se adelantó.
— ¿Qué poción?
— No, ninguna, se refiere a nuestro trabajo de química para el colegio ippan. —justificó Niki, volteando hacia Sunoo en complicidad, para que lo apoye— ¿Cierto?
— Uhm, ¿cuál? —Lástima que Sunoo no entendió su señal— ¿Y colegio qué?
— Ippan es no-mágico. —explicó, brevemente— Oh, gracias por hacerme acordar, hay varias cosas que no te he contado y que deberías saber, ¿vamos al bosque para pasear mientras te cuento?
Antes de que Sunoo pudiera negarse, Niki lo tomó de la muñeca para dirigirlo de vuelta por el camino en el que llegaron, casi corriendo. Se despidieron de Jungwon en el proceso, y aunque no insistió más con las preguntas, sus ojos ámbar denotaban cierto escepticismo, incluso a lo lejos.
— Espera, ¡mi blazer!
— Te lo llevo mañana. —aseguró el menor, sin dar vuelta atrás— Limpio y fresco, sin nada de leche de luna.
Aunque aún se encontraba dudoso con respecto al repentino cese de la conversación sobre pociones, ese le pareció un buen trato a Sunoo, ya que, además, significaba que se volverían a hablar al día siguiente. ¡Podrían comenzar a ser amigos!
— ¿Quieres ir a visitar el jardín de hadas? —La sugerencia de Niki lo dejó boquiabierto— Para que no pienses que te miento con eso de polvo de hadas, si quieres le robamos las alas a una, aunque se enojarán con nosotros....
— Estoy bien sin mutilar a las pobres hadas. —le respondió Sunoo— Pero, sí, ¡vamos!
Entusiasmado, siguió a su guía hacia el interior de las frondosidades del bosque, en el camino a un espacio sumamente luminoso, donde descansaba la gran mayoría de las hadas del lugar.
Así de fácil, se le olvidaron las dudas.
Hoy no pensaba actualizar, pero es sunki day así que tuve que hacerlo 😣💓
Gracias por leer, y perdón por ser lenta en las actualizaciones ;( Espero que el capítulo más o menos larguito lo haya compensado un poquito!!
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