Capítulo 9
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BLACK CAT
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«Buscas venganza»
⎯⎯ Historia de Web of Spider-Man ⎯⎯
— Quemaduras de tercer grado en brazos y pecho — dijo el doctor — Removimos el tejido dañado y colocamos injertos de piel...
— ¿Se recuperará? — preguntó Felicia.
— Tendrá cicatrices de por vida y... necesitará hacer terapia para recuperar la movilidad de sus brazos.
— ¿C-Cicatrices...? — repitió la peliblanca, agarrando su brazo izquierdo.
Siempre que podía, utilizaba mangas para poder ocultar la gran cicatriz que Peter le había dejado cuando fue poseído por el simbionte.
Era un extraño recordatorio de las desgracias que le ocurrían.
Ya había pasado casi un día desde lo que ocurrió en la noche.
Cuando llegó, encontró a Bruno y a Mary Jane, inconscientes, mientras su hijo lloraba sin parar.
Los tomó como pudo y logró llevarlos hasta la terraza, donde estuvieron a salvo por un rato.
Fue un trabajo titánico el tener que llevarlos al hospital sin que nadie se diera cuenta, pero tuvo mucha suerte.
Curioso que tuviera suerte para salirse con la suya, aunque no de la forma que esperaba.
Felicia miró por la ventana y vio a su compañero de equipo. De todos los que habían sufrido esa noche, él fue quien más la pasó mal.
También era con quien más estaba agradecida.
— Después te daré tu recompensa... — murmuró Felicia, volteando a ver al doctor — ¿Puedo ver a Mary Jane?
— La señorita Watson se encuentra estable y en rápida recuperación — le contestó — Si desea la puedo llevar hasta su habitación.
— Así está bien, gracias...
MJ había recibido un disparo en su hombro izquierdo, por lo que había perdido mucha sangre.
Por suerte, la cantidad no superó a las alarmantes, por lo que logró sobrevivir... aunque, una bonita cicatriz iba a quedar en su hombro.
— Empiezo a pensar que tengo una maldición... — susurró, mientras caminaba por un pasillo.
Al dar la vuelta por una esquina, se encontró con Boris, quien estaba esperándola.
— ¿Cómo está? — preguntó el doc.
— Bien, él se... recuperará — le contestó la peliblanca — Pero creo que necesitará terapia.
— Diablos... bueno que eso significa que también va a retirarse...
— Sí... yo... — trataba de decir — Oye, doc, lo de ayer...
— No, no, no... no digas nada — le interrumpió — Tienes un hijo, Hardy. Esta línea de trabajo es muy peligrosa como para que una madre la siga.
— Lamento no haberles dicho.
— Sí hubiera estado en tu situación... probablemente hubiera hecho lo mismo que tú.
— ¿Enserio?
— Bueno, quizás hubiera matado a mis compañeros de equipo...
— ¡Oye!
— Pero no estoy en tu situación.
— Sabes, eso no me hace sentir mejor...
— No soy un gurú o algo por el estilo.
— Se nota...
Boris sonrió y comenzó a buscar algo en su bolsillo.
— Veamos... bien — dijo, sacando tres memorias USB — Tú tienes la cuarta, así que... ya sabes que hacer.
Felicia miró las memorias fijamente, sacando la que poseía de su bolsillo.
Con las cuatro memorias de los Maggia en sus manos, podía ir y reclamarle a su cliente misterioso los diez millones que les pagarían.
Esa noche iba a ir a encontrarse con él.
— ¿Ahora qué harás? — preguntó Boris — ¿Irás a... a ver a tu hijo?
— ¿Por qué preguntas? — dijo Felicia — ¿Quieres conocerlo?
— No...
— Aw, que tierno... quieres ser el "tío Boris".
— ¡Cállate!
— Ahora no haré eso. Voy a ver a una amiga — dijo — Pero... si me esperas... puede que te lo presente.
— Creo que iré a beber por ahí...
— No lo harás.
La peliblanca se dio vuelta y siguió su camino hasta la habitación.
Pero, al dar unos cuantos pasos, se quedó quieta... observando a la persona que estaba caminando por el pasillo.
Miles Morales había llegado a ese hospital y la estaba buscando.
— Santo cielo, ¿estás bien? — dijo Miles, parándose enfrente de ella — Vi lo que ocurrió con tu penthouse en las noticias y temí que algo malo...
Felicia se le quedó mirando fijamente.
Cuando Miles mencionó lo de las noticias, ella dejó de escucharlo y simplemente lo miraba, sin moverse y, apenas, sin respirar.
Una furia descontrolada comenzaba a circular por todas sus venas y Boris notó esto una vez que vio el brazo de Hardy elevarse rápidamente.
Sin verlo venir, el moreno acababa de recibir una cachetada de la peliblanca.
— ¿D-De las noticias...? Lo escuchaste... ¿de las noticias? — dijo Felicia.
— S-Sí, yo... yo no...
— ¡Idiota! ¡Traté de llamarte más de diez veces anoche! — gritó — ¡Llamada tras llamada y nada! Y ahora que ya pasó más de un día... ¡¿vienes a preguntarme si estoy bien?!
— Y-Yo no... no lo sabía... — dijo Miles, retrocediendo unos pasos y sobándose la mejilla — Estaba ocupado con otro asunto y...
— ¿Otro asunto? ¡¿Qué asunto es más importante que la vida de tus amigos?! — volvió a gritarle — ¡Dime! ¡Estuve a punto de perder a mi hijo porque no me contestabas las llamadas!
— Perdón... lo lamento, yo no...
— ¡Los "perdón" no me sirven, Morales! ¡No me sirven para nada!
Miles se quedó callado, mientras agachaba la cabeza.
Él no sabía que decir... y no sabía como explicar aquel asunto importante en el que estaba tan ocupado esa noche.
Además, de alguna forma... sentía que se merecía aquellos gritos.
— No quiero saber nada más de ti — le dijo Felicia — Aléjate mí... no quiero volver a verte.
Ella chocó con su hombro y siguió su camino.
El joven héroe suspiró, mientras notaba como todos los presentes los miraban y empezaban a murmurar entre ellos.
No estaba siendo un muy buen día.
Boris Korpse notó todos los murmullos y también suspiró, acercándose al moreno.
— Acompáñame a beber algo — le dijo el científico, agarrando su hombre.
El Hombre Araña, cansado por todo lo que sucedía, asintió con la cabeza y empezó a seguirlo.
Fue entonces que el celular que tenía, uno antiguo que agarró por lo ocurrido en la anterior noche, empezó a sonar.
Estaba recibiendo una llamada.
— Gwen, escucha... — dijo Miles, contestando la llamada — Voy a tardar un poco en volver...
***
Felicia, al dar la vuelta en una esquina, comenzó a respirar agitadamente.
Se apoyó en la pared y trató de calmarse, limpiándose algunas lágrimas que se desbordaban de sus ojos.
Odiaba llorar... odiaba hacerlo, porque siempre que lo hacía, se sentía débil.
Y no quería sentirse débil.
No quería que nadie viera ese lado suyo...
Una vez terminó de tranquilizarse, tomó aire y siguió su camino.
Tenía que hablar con Mary Jane.
Siguió su camino por el pasillo hasta llegar a una habitación, donde la mujer pelirroja se encontraba sentada, mirando la televisión.
Le tomó unos segundos tomar valor para abrir la puerta.
Pero cuando finalmente la abrió, fue recibida por la mirada cálida de su amiga.
— Hola — saludó MJ — Estaba preocupada... ¿qué tal todo?
La gata suspiró aliviada, debido a que parecía que su amiga no estaba furiosa con ella.
Eso era suerte.
— ¿Cómo está tu hombro? — preguntó Felicia, sentándose a su costado.
— Yo hice primero una pregunta.
— Y te respondí con otra.
— ¿Así de mal van las cosas? — preguntó.
— Me volví la enemiga número uno de los Maggia, perdí todas mis cosas, casi pierdo a mi hijo y a un amigo... sí, no quiero aburrirte con cosas sin importancia — dijo la peliblanca — ¿Cómo estás tú?
— Yo estoy... estaré bien — dijo MJ — Siempre quise tatuarme ese lado del hombro.
— ¿Te harás un tatuaje?
— Sí, bueno... ¿por qué no?
— Jamás pensé que tú eras de las que se tatúan.
— Hay muchas cosas que no conoces de mi, gata — rió ligeramente la pelirroja.
Mary Jane hizo un pausa, mientras cerraba los ojos y movía su brazo lentamente.
Sentía dolor cuando lo hacía y la anestesia no ayudaba mucho que digamos.
— Escucha, Felicia... puedo hablar con mi mamá para que te quedes con nosotros — dijo — Eres una vieja amiga, seguro ella...
— No, no, para ahí — dijo la peliblanca — Gracias, pero no.
— ¿Por qué no?
— MJ... los Maggia casi te matan por mi culpa.
— Pero estoy viva.
— Porque tuviste suerte... y mucha. Sí alguno de los hombres de Hammerhead me ve entrando a tu apartamento... tú también serás un objetivo.
— ¿Van a seguir buscándote?
—Eso creo... Hammerhead es una persona que no se detiene hasta cumplir su palabra — dijo Felicia — Lo sé por experiencia... y por experiencia sé que tú no querrás estar moviéndote cada dos semanas cuando los Maggia empiecen a aparecer por la zona donde vives.
— Sí, eso... eso suena horrible... — suspiró Mary Jane — Entonces, ¿qué es lo que harás?
— Voy a... voy a esperar a que mi amigo se recupere y... me iré.
— ¡¿Te irás?!
— Sí, creo que me iré de Nueva York... digo, con el dinero que cobraré, seguro podré.
— ¿Estás segura?
— S-Sí... eso creo... digo, podría ir a San Francisco.
— ¿San Francisco...?
— Sí, tampoco quiero ir allí...
Felicia agachó la cabeza, algo cansada.
No había podido dormir bien en todo este tiempo y la tensión le daba dolor de cabeza.
MJ la tomó del hombro y le sonrió, dándole su apoyo.
— Sé que tomarás la decisión correcta para Walter — le dijo — Además, ahora que te retirarás... las cosas te serán más fáciles.
— S-Sí, así es... — sonrió la gata.
Mientras volteaba a ver la televisión.
Las noticias hablaban sobre extraños destellos en un callejón de Nueva York y de una persona con ropa victoriana, destruyendo algunos vehículos.
Cada día, la ciudad de Nueva York se estaba volviendo más loca.
Definitivamente era un buen momento para retirarse.
***
Pero "retirarse" era una palabra... muy grande.
Además de poco práctica para la situación en la que estaba.
Sí había algo que sentía Felicia Hardy en ese momento... era enojo.
Furia.
Quería vengarse por lo que le hizo Hammerhead.
Eso buscaba y tenía que conseguirlo, costara lo que costara.
Así que, si Black Cat tenía que desaparecer, sería después de acabar con el infeliz del cabeza de martillo.
El único problema que tenía era... ¿cómo?
¿Cómo lo haría?
Hammerhead, literalmente, tiene un ejercito armado con tecnología de varias compañías superpoderosas.
A pesar de haber destruido uno de los lugares donde tenían guardado estas armas, ella estaba segura que debían tener más en alguna parte.
Se estaban preparando para algo... y no sabía el qué.
Estaba en desventaja.
Iba a entrar a una guerra donde ella estaba sola, contra todo un ejercito.
Estaba perdida.
Todos estos pensamientos y dudas los estaba teniendo mientras observaba, desde lo alto de un edificio, la ventana de la guardería del hospital.
Desde allí podía ver a su hijo jugar con otros niños que estaban allí.
Estaba agradecida que no le ocurriera nada malo. Ni un rasguño.
El pequeño Walter había heredado su suerte.
Sobrevivir a las desgracias. Aunque eso era, en sí, también una desgracia.
Dejó de ver esa ventana y se fijó en otra.
Allí pudo ver a Bruno en su cama de hospital.
Con su equipo, tal vez podrían tener una oportunidad contra Hammerhead y su ejercito...
No, eso es imposible. Ni siquiera en sus mejores sueños podrían hacerle frente.
— Esto es ridículo... — susurró Felicia, colocándose su antifaz.
Pensar en ganarle a los Maggia, en ese momento, y en su situación actual... debía de ser el pensamiento de una niña pequeña que no sabe nada de la vida.
Tal vez... sí debía retirarse.
Abandonar Nueva York y olvidar todo esto.
Tal vez... debía dejar de pensar en ella misma y pensar en su hijo...
— Aquí estás — dijo una voz, detrás de ella.
Cat volteó rápidamente y accionó sus garras, lista para atacar.
La persona que había hablado empezó a caminar, saliendo de las sombras que el atardecer provocaba en los contenedores de ese edificio.
Fue entonces cuando paró de caminar que Hardy pudo ver de quien se trataba.
— Merodeador... — murmuró Felicia — ¿Qué diablos haces aquí?
— Me gusta pasearme por esta zona — respondió — Vine por lo que les pedí.
— ¿Por lo que nos pediste? — dijo — ¿Fuiste tú? ¿Tú nos pediste las memorias?
El villano asintió con la cabeza, mientras se acercaba todavía más.
Se detuvo cuando estuvo cara a cara con la peliblanca y extendió su mano.
— ¿Tienes las cuatro memorias? — preguntó el Merodeador.
Felicia miró, recelosa, al villano. Retrocedió algunos pasos y siguió mirando seriamente al criminal.
— Muéstrame el dinero — dijo la gata.
Dentro de su capa, el Merodeador sacó tres maletines, dejándolos en el suelo y abriéndolos.
Los billetes verdes pudieron verse, casi brillando, mientras la cara incrédula de Felicia se hacía notar.
— ¿De dónde sacas tanto dinero? — preguntó.
— ¿Acaso te importa?
— No realmente...
— La memorias... rápido.
La peliblanca dudó por un momento.
La última vez que vio al Merodeador también había jugado el papel de "cliente misterioso".
No solo eso. Le había propuesto liderar a una banda criminal que pondría en jaque las demás bandas y mafias de la ciudad.
Algo claramente ridículo.
Pero que, por otro lado...
— Toma... — dijo Felicia, sacando las cuatro memorias y entregándoselas en su mano — El trato está cerrado.
— Muy bien... hicieron un gran trabajo encontrando todas.
— Falta una.
Fue entonces que el Merodeador sacó algo de su bolsillo.
Era la quinta memoria.
— ¿Qué? — dijo Felicia, confundida — Todo este tiempo... creí que la memoria estaba perdida.
— El único que sabía la ubicación de la quinta memoria era Silvio Manfredi — reveló — Él se encargó de esconderla, pero... como imaginarás, tras su muerte nadie pudo adivinar dónde fue que la escondió.
— ¿Cómo supiste dónde estaba?
— Antes del chasquido, trabajé para muchas personas...
— Grave error, ¿eh?
— Algo así... como los tuyos.
— ¿Qué?
— Tu hogar fue destruido por completo.
— Métete en tus asuntos... — dijo, dándose la vuelta.
El Merodeador suspiró.
— Escucha, Hardy... sé lo que se siente perderlo todo — dijo el villano.
— ¿A sí? De todas las personas... ¿tú? — preguntó — ¿El doble cara más grande de todos?
— Hice lo que pude para proteger a los míos.
— Y te salió bien, ¿verdad, Aaron?
— Creo que mejor que a ti.
Black Cat accionó sus garras y trató de arañarlo, pero el Merodeador detuvo el ataque agarrándola de la muñeca.
Su agarre era muy fuerte. Felicia no podía liberarse.
— Conozco esa mirada... — dijo Aaron Davis — Buscas venganza.
— Quiero vengarme de muchas personas.
— En específico... de los Maggia.
— Como te dije... es mi asunto.
El Merodeador la soltó.
Cuando hizo esto, la gata se agarró la muñera.
Eso le había dolido.
Aaron volteó y miró el sol ocultarse entre los grandes edificios de Nueva York, mientras la luna, al otro lado, comenzaba a alzarse en lo alto.
Este dejó de ver el atardecer... y miró a Felicia, fijamente.
— Yo puedo ayudarte a vengarte — le dijo.
— ¡¿Qué?! — expresó la peliblanca, confundida — ¡¿Tú?! ¡Por favor!
— Hablo enserio.
— ¡Aún sí lo haces...! ¡Hablamos de los Maggia! ¡Es imposible acabar con ellos! Yo misma lo intenté.
— Y fallaste porque no tenías un buen equipo.
— ¿Qué quieres decir?
— ¿El Hombre Araña? ¿Enserio?
— ¡Gracias a él, encerramos a Hammerhead en Raft!
— Entonces, ¿por qué está libre ahora?
Felicia quiso responder... pero no se le vino nada a la mente.
— La única forma de acabar con los Maggia... es destruyéndolos — le dijo — Matar a Hammerhead de una vez por todas.
— Yo no mato, amigo.
— Eso no dijiste cuando asesinaste a Manfredi y a sus secuaces...
— Esa fue una situación diferente.
— No lo fue... buscabas venganza por lo que le hizo a ese chico... y lo hiciste.
Black Cat volvió a quedarse callada y pensativa por lo que el Merodeador le estaba diciendo.
No tenía idea de qué responderle.
— Yo tengo un equipo y aliados — continuó el Merodeador — Gente capacitada que estará a tu disposición sí aceptas el trato. Créeme, tengo a lo mejor de lo mejor...
Felicia lo miró, fijamente.
La verdad... era una propuesto que no podía ignorar.
Realmente, sentía ira y rabia en contra de Hammerhead... y buscaba acabar con él.
Pero... ser la líder de una banda criminal... ¿era algo que realmente querría?
Mejor pregunta: ¿Cómo afectaría esto a su hijo en el futuro?
Tenía muchas cosas en su mente.
— ¿Cuál es el truco? — preguntó Felicia.
— No hay truco — dijo el Merodeador — Tú serás su líder, mientras yo te ayudaré con los planes estratégicos.
— ¿Y De verdad podremos acabar con los Maggia?
— Eso está garantizado...
Esto le daba aún más dudas.
— ¿Por qué quieres que yo los lidere? — preguntó la peliblanca — Sería un desperdicio de puesto.
El Merodeador se quedó callado, pensando en la respuesta.
— Tú misma lo dijiste... no soy de fiar — respondió — Necesito a alguien que lidere por mí y, de entre todos los que he valorado, tú eres la más indicada.
— ¿Hablas enserio?
— Estoy siendo honesto contigo.
Tener un ejercito para poder enfrentarse a los Maggia.
Acabar con Hammerhead.
Vengarse... todo parecía estar sirviéndose en bandeja.
Todo era tan conveniente en ese momento... y realmente se sentiría como un idiota si no aceptaba eso.
En este momento, tenía dos opciones.
La primera era negarse, tirar el traje de Black Cat y abandonar la ciudad con tal de protegerse de los Maggia. Huir como una cobarde... como alguien débil.
La segunda opción era aceptar, liderar ese equipo que el Merodeador le estaba ofreciendo, y destruir a los Maggia de una vez por todas.
Sería algo grande... y así le demostraría a ese cabeza de martillo que nadie se metía con ella...
Pero...
Las consecuencias a un futuro con su hijo. Todo era muy arriesgado y peligroso.
Podía terminar muerta... a menos que...
— Este es el trato, Merodeador — dijo Felicia — Haré lo que dices. Lideraré tu banda de criminales, o lo que sea, y destruiremos a los Maggia...
— Me parece perfecto.
— ¡Pero tengo una condición! — le interrumpió — Una vez que acabe con Hammerhead... se acabó. Dejaré esa estúpida banda tuya y nunca más volveremos a dirigirnos la palabra.
Aquella propuesta dejó algo pensativo al Merodeador.
Definitivamente no esperaba una respuesta como esa... pero, al fin y al cabo, le convenía.
Ya que él también tenía un plan que seguir.
— Tenemos un trato, entonces — dijo.
Entonces, ambos se apretaron las manos.
Acordando el acuerdo.
Era como estar haciendo un trato con el diablo.
Y al igual que estos... las cosas no suelen salir muy bien.
Hey, hey, hey....
La historia se va desentrañando poco a poco ^^.
Ya verán lo que se viene >:) y no serán arcoíris.
Gracias por leer y por comentar y por votar!!
Nos vemos!
Publicado el 22/10/21
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