Capítulo 3. Un par de hamburguesas.
Un día ya un poco tarde, John se encontraba en su trabajo limpiando las últimas mesas que le faltaban.
-Oye, chico. -lo llamó el dueño de aquel lugar.
Un viejo ermitaño y alcohólico que visitaba su restaurante de vez en cuando sólo para llevarse dinero.
Había llegado hoy con muy mal aspecto y un terrible olor. Ahora había salido de su despacho con una botella de cerveza casi vacía y miraba a John con enojo.
-¿Si? -respondió el chico de ojos verdes mientra terminaba de recoger unos platos de la mesa ocho.
-Necesito que me ayudes a subir algo a mi coche. -se quejó el señor señalando su oficina.
-Enseguida, señor. -dijo de mala gana.
El sujeto se fue bebiendo su cerveza, lo dejó sólo recogiendo las mesas, pensando en el hambre que tenía desde hace horas.
Habían tres sujetos en la barra, una chica al fondo con quien parecía su novio, no habían parado de besarse y hablar durante horas. Un anciano se encontraba en una mesa viendo por la ventana sin siquiera haber probado su platillo.
-John lleva esto a la mesa cuatro.-ordenó el cocinero por la ventanilla que lo separaba de la cocina.
-Esta bien.
Tomando una taza de café caminó hasta el anciano que miraba la lluvia de afuera. Dejó la taza de café frente al sujeto y observó lágrimas caer por su rostro.
No le interesaba en lo absoluto que pudiera pasarle a ese tipo, ¿Porque le importaría? No le conocía, no le afectaba en lo más mínimo. No había razón para preguntarle.
No era una persona entrometída ni mucho menos curiosa, pero había algo que lo hizo acercarse de nuevo a aquel señor y preguntar.
-¿Se encuentra bien, señor? -preguntó lo más amable posible.
El hombre secó sus lágrimas de mala gana y miró al chico luciendo molesto, no quería que nadie lo molestará y este chico le estaba haciendo la pregunta menos indicada.
¿Que si estaba bien? Por supuesto que no. ¿Quién lo estaría cuando sabía que su muerte estaba cerca?
-¿Y a ti que te importa? -se quejó el sujeto.
-Tiene razón. -susurró John repentinamente molesto por la actitud del hombre.
Él sólo quería ayudar, tal vez saber la razón por la que un hombre lloraria en un restaurante de quinta.
El hombre pareció ver en ese chico el breve recuerdo de su hijo muerto, hace unos meses que este murió en manos de desalmados, dejándolo sólo en este mundo y ahora no había nada que lo hiciera feliz.
El arrepentimiento lo invadió de pronto, tomó al chico de la camisa impidiendole irse y se disculpó.
-Perdóname muchacho, es sólo que está va a ser una mala noche para mi. -se quejó el señor con una leve sonrisa. -Siéntate conmigo un momento, porfavor.
John dudó ante aquella propuesta, estaba cansado de trabajar todo el día y necesitaba sentarse, pero si su jefe lo veía le iría mal y no estaba para reclamos.
Decidiendo que podría tomarse cinco minutos se sentó frente al hombre en la mesa y se relajó rápidamente.
-¿Cansado? -sonrió el sujeto.
-Un poco. -respondió él. Observando la hamburguesa sin probar y las papás fritas intactas le miró cauteloso. -¿No piensa comerse eso?
-Si, quería hacerlo. -aseguró el tipo. -A mi hijo le encantaban las hamburguesas, siempre las comíamos juntos, pero ahora sin él... no es lo mismo.
El anciano guardó silencio y sus ojos lagrimearon de nuevo, John lo miró directamente a los ojos y supo entonces que ese hijo había fallecido.
-Lo siento mucho. -dijo el chico en forma amigable.
-Gracias. -sonrió el hombre. -Pero bueno, no quiero comer sólo. ¿Quieres una?
-Tengo una idea. -dijo John sonriéndo de forma traviesa al ver su reloj. -¡Lucas!
Su compañero mesero más odiado por él, era el hijo del cocinero, que a diferencia de este chico, era un gran amigo de John, se acercó con su típica cara de fastidio que solía hacer cuando los clientes le llamaban e interrumpian sus llamadas con sus amigos.
Lucas miró a John y molesto comenzó a quejarse del porque no estaba trabajando.
-Eres un holgazan, te reportare con el jefe y te correrá de aquí, ya lo verás. ¿Como puedes dejarme a mi todo el traba...?
Interrumpiéndolo John levantó un dedo mientras su mirada estaba fija en su reloj de mano. Justo cuando dieron las nueve y media de la noche su turno había terminado.
-Quiero una hamburguesa doble, con mucho queso, aros de cebolla extra, tocino del crujiente, y una orden de papás fritas llenas de la salsa de tomate que tu padre prepara los jueves. -tomó aire y sonrió a Lucas. -Y por favor, que está vez no se te olvidé que mi refresco debe ser de manzana, no quiero de limón ni de naranja, MANZANA. -ordenó John al sujeto que tanto le caía mal.
-¿Quien te crees que eres? Estas trabajando. -se quejó Lucas furioso.
-Acaba de terminar mi turno.- sonrió anchamente. -A ti te toca quedarte dos horas extra hoy.
Sabiendo que tenía razón, apuntó todo en su pequeña libreta de mala gana y dio media vuelta maldiciendo a ese chico.
-Y que sea rápido. -ordenó el anciano mientras reía levemente, burlándose.
El chico salió disparado hasta la cocina donde se podían escuchar sus quejas hablando con su padre.
-Me agradas. -sonrió el anciano a John.
El chico ignoró el comentario del viejo y se quitó su uniforme, que constaba de un pequeño delantal negro y una gorra con el logo del restaurante.
Los dejó a un lado y se cruzó de brazos mirando a aquel hombre comer una de sus papas fritas.
El anciano extendió su bandeja y le acercó a John las papas invitándole a probar una.
-Se nota que tienes un carácter fuerte. -sonrió el hombre. -Pero voy a darte un consejo, no te metas en problemas si sabes que puedes perder.
-Eso es de cobardes. -murmuró John comiendo una papa.
-Es de inteligentes. -corrigió el anciano. -Mi hijo era como tu, siempre estaba a la defensiva, tenía ese rostro serio y aparentaba no tener miedo de nada, siempre buscaba problemas y ¿adivina que pasó?
Guardó silencio unos momentos y sonrío con tristeza. John no pronunció palabra, se limitó a verle a los ojos esperando una explicación.
-Se metió en problemas por enamorarse de una chica que no era para él, querían matarlo, pero nunca se escondió de ellos, al contrario, los enfrentó. Los hizo perder mucho dinero en un fraude y un día lo asesinaron. -se quejó el hombre. -Llevarse a mi hijo no les ha bastado, dicen que les debo yo el dinero, ¿puedes creerlo? Si supieran que no tengo ni un centavo se burlarían de este viejo.
-¿Quieren cobrarle a usted el dinero? -preguntó John cauteloso.
El anciano asintió y dio una gran mordida a su hamburguesa, parecía disfrutarla con gusto, como si fuera el mejor de los manjares.
Sus ojos cansados miraban la comida con nostalgia y después volvió su humor burlón con el chico.
Hablaron por un par de minutos, mejor dicho, John le escuchaba hablar de su vida mientras él esperaba su comida con ansias.
La plática se había vuelto tan interesante para el chico que hasta había sonreído y prestado atención a aquel hombre.
-Pero bueno, ¿Y tu que tal? ¿Vives sólo o con tus padres? ¿Tienes chica? -le preguntó el hombre devorando su hamburguesa.
-Vivo con un hombre que dice ser mi padre, yo sólo lo veo como una persona más que no me interesa en lo más mínimo. -aseguró John. -Y no tengo una chica pero tengo a mi mejor amigo Min. -sonrió él. -Eso es casi igual, tengo que invitarlo a salir y le compro cosas.
-¿No te llevas bien con tu padre? -preguntó el anciano elevando una ceja. -¿Se puede saber?
El chico dudó un instante, pero encogiéndose de hombros suspiró.
-Por su culpa tuve una vida horrible, mi madre se fue y me dejó con ese hombre que sólo tomaba y se acostaba con mujeres. -se quejó John mirando como Lucas se acercaba con su pedido.
El joven mesero dejó la orden frente a John y con mal genio se retiró molesto.
Una vez que se fue, el anciano miró a John a los ojos viendo en ellos un horrible dolor que lo perseguía, ahora entendía porque tenía esa actitud a la vida.
-¿Tu padre ha cambiado? -preguntó el anciano curioso.
-Supongo, ya no toma alcohol, al parecer se ha abstenido de llevar a sus amigas a la casa. -John mordió su hamburguesa y de su boca se escuchó un breve sonido de satisfacción.
-¿Porqué crees que lo hizo? ¿Porque crees que cambió? - preguntó el hombre tratando de hacerlo reflexionar.
-No lo sé, supongo que ya es demasiado viejo para esas cosas. -sugirió John mordiendo una papa frita.
-Lo hizo por ti, hijo. -aseguró el anciano. -Debes perdonar a tu padre, todos cometemos errores, pero sólo quien decide cambiar, merece un perdón.
-Mejor dedicate a comer porque como psicólogo no funcionas, anciano. -se quejó John fastidiado.
-Llámame Fred. -sonrió el viejo comiendo de su hamburguesa.
-Me llamó John. - se presentó el chico.
Ambos en silencio devoraron su comida con gusto y hablaron otro poco de cosas como el clima, los partidos de fútbol y demás.
Hasta que transcurridos unos minutos, por la puerta del restaurante entraron dos sujetos enormes y con aspecto de mafiosos.
Cuando el señor Fred los vio, bajó la cabeza con resignación y la sonrisa de sus labios se borró. John notó el cambió tan repentino del anciano y de pronto se encontró con aquellos hombres.
Los sujetos se acercaron a la mesa donde ellos comían y al ver al viejo le sujetaron del hombro con fuerza.
-Es hora de irnos, anciano. -anunció un hombre de voz gruesa.
-Ahora voy. -dejó en la mesa el dinero de su comida más una breve propina y guardó su cartera.
El anciano se puso de pie y extendió su mano en dirección a Jonh de forma de despedida.
El chico no entendiendo la situación estrechó la mano con cautela y miró de reojo como los hombres tenían armas en el cinturón.
-Fue un gusto conocerte, muchacho. -se despidió el hombre. -Perdona a tu padre y no cometas los mismos errores que mi hijo.
Dicho esto fue arrastrado de forma violenta por aquellos hombres rumbo a la salida.
John sabía que algo estaba mal en todo aquello, pero ¿Qué podía hacer él?
-Fred. -lo llamó el chico con seriedad, tomándolo de la manga de su saco. -¿Estas bien?
El hombre se detuvo y sin mirarlo a la cara y asintió.
-Pronto lo estaré.
Los hombres dieron un leve empujón al anciano para que caminara, se soltó del agarre de John y caminó lentamente a la salida.
Algo definitivamente estaba mal, John lo podía sentir, dentro de él un mal presentimiento crecía y para empeorarlo, justo al casi salir del local, uno de los hombres acarició el mango de su arma.
Se levantó rápidamente dispuesto a seguirlos cuando escuchó la voz de su jefe tras él.
-Chico, ven acá. -ordenó su jefe. - Ve por las cajas de mi despacho y súbelas a mi cajuela.
-Señor, aguarde un momento, un hombre está... -comenzó John seriamente.
-No me interesa. -se quejó el oloroso hombre. -¡Sube esa caja ya!
"¿Acaso nos está gritando?" susurraba molesto la voz en su cabeza.
-Deme unos minutos, lo haré, pero necesito ayudar a ese hombre. -aseguró John caminando a zancadas a la salida.
-¡Si sales por esa puerta estas despedido! -gritó el hombre ebrio.
John se detuvo en seco al oír eso, detestaba que ese asqueroso hombre tuviera poder sobre él en ese aspecto.
Sabía que necesitaba el empleo, vaya que lo necesitaba si no quería depender de su padre. Además su estudio se lo estaba pagando él, tardaría en encontrar un buen empleo de nuevo y sus estudios le importaban mucho.
-Eso es, vuelve aquí y haz lo que te digo. -se burló el hombre dándole un trago a su botella.
"Ya me cansó"
John cerró los ojos con fuerza y agudizó su oído para buscar la voz de Fred. Tal vez estaba exagerando y no le pasaría nada, tal vez estaba equivocado.
Sus potentes sentidos lograron captar el sonido de un arma cargarse a poca distancia. Pisadas fuertes, respiración agitada, un corazón desbocado y nervioso.
De pronto el sonido de la voz de aquel anciano llegó a sus oídos.
"Por favor, no lo hagan, no quiero morir".
Eso bastó para que aquello dentro de él surgiera, eso que lo hacía más agresivo había salido de nuevo, tomando poder sobre su cuerpo.
Aquella extraña personalidad suya que tomaba el control en situaciones así, había emergido para actuar en esta ocasión. Esa personalidad era llamada Cat.
Miró con una sonrisa a su jefe mientras abría la puerta.
-Lucas se acuesta con su hija en su despacho cuando usted no viene. -sonrió el chico. -Y yo me robé sus cigarros muchas veces cuando se quedaba dormido.
-¡Estas despedido!- gritó furioso el hombre.
Todos los del local los miraban observando la escena a detalle.
-¡Gracias! -sonrío anchamente Cat. -Dejeme decirle algo antes, sus hamburguesas son horribles, debería considerar cerrar el lugar. Por cierto, el mesero de ahí -señala a Lucas -siempre escupe en la sopa.
La pareja enamorada de la mesa lejana escupió su bocado de aquella sopa y comenzaron a quejarse.
-De nada. -dijo Cat al sujeto frente a él. - Suerte con el restaurante y yo que usted, tomaría duchas más seguido. -hizo un gesto de desagrado. -Que bien se siente desahogarse ¿no?
Antes de que le dijera algo más salió disparado de aquel lugar acomodando su ropa.
Hace días que no tenía diversión como la que ocurriría esta noche.
Era momento de que Cat tomará el control.
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Gracias por seguir leyendo, deseo enserio que te guste mi trabajo.
Agradecería tu voto y comentario, son muy importantes para mi❤
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