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Capítulo 8

¡Hola a todos! Capítulo largo. Que empiecen un lindo fin de semana.

Jack en multimedia.

Si quieren que les dedique un capítulo, no duden en pedirlo, 

Camila.

Capítulo 8

 

Mi corazón paró un segundo. Estaba atenta viendo cada movimiento de esas tres personas. Comencé a sudar levemente. Y luego de una manera importante. Literalmente parecía un cerdo.

Dirigí mi mirada a Finn por un momento. Él estaba boquiabierto y con el ceño fruncido. Parecía sorprendido, pero no asustado.

El restaurante estaba, literalmente, lleno. Había dos puertas. Una donde entrabas y otra en donde salías. Con él estábamos pegados a la puerta de salida y los ladrones a la de entrada. Por lo tanto, estábamos a una distancia favorable. Los ladrones estaban hablando entre ellos.

— ¡Magali Dudley aléjate!

Al escuchar mi nombre temblé por completo. Se me erizó cada vello de mi cuerpo. No podía creer que habían dicho mi nombre. Dios, dijeron mi maldito nombre completo.

Intuitivamente me mordí el labio inferior. Finnegan se dio vuelta para ver a esas personas, ya que estaba de espaldas a ellos, y luego me ordenó:

—Ve con los chicos de la cocina. Hay una puerta “marrón”—susurró—, los chicos me conocen. Diles mi nombre, ¿ok?

—No iré sola, me verán.

— No, agáchate sin mirar atrás—recomendó—. No hables ni hagas ruidos, ¿sí?

Yo negué la cabeza, sonando dedo por dedo con mi pulgar.

—Magui, te prometo que no te pasará nada—susurró—. Te lo prometo—cerró los ojos con fuerza y me miró nuevamente—, pero sólo si haces lo que te digo.

Lo miré y luego a los ladrones, que preguntaban mesa por mesa donde estaba “Magali Dudley”. Asentí lentamente y me agaché quedando debajo de la mesa completamente.

Me debatí entre seguir gateando o quedarme allí abajo, pero salí con cuidado. Me quedaban unos tres metros para llegar a la cocina.

De tanto morder mi labio casi me sangra. Al llegar vi como toda la gente de la cocina estaba en el mostrador, levantando las manos. Me metí atrás del mostrador, viendo a los demás.

—Me mandó…

—Finnegan, ya lo sabemos—dijo un señor de mediana edad—, ve atrás.

Yo fruncí el ceño pero asentí rápidamente.

Cuando me percaté de que ya nadie me podía ver me levanté y sacudí mi cuerpo con mis palmas. Estaba en la cocina. Pude ver que estaba la estufa encendida. Fui rápidamente a apagarla. Luego, me fijé en las puertas. Había tres. Una marrón, otra negro y por último una verde que tenía una placa con el nombre “marrón”.  Quise abrir la puerta pero esta no cedió, ninguna lo hizo.

— ¿Qué? —murmuré.

Traté de empujarlas y deslizarlas, pero nada. Toqué lentamente la placa con la palabra “marrón” y esta se presionó por completo. Di dos pasos hacia atrás, del susto. La puerta verde se hizo hacia atrás. Entré a la habitación a oscuras. Toqué un botón a mi derecha y las cosas dentro tomaron cierta forma. La puerta detrás de mí se cerró, haciendo que me apresure a abrirla, pero noté que se podía abrir desde adentro sin ningún problema. La cerré y me apresuré a ver cada cosa dentro.

Había unos sillones individuales dentro, eran todos colores marrones. Una televisión y una mesa. Por último, un escritorio con cajones negro.

Me quedé ahí, observando la mini-habitación. Estaba temblando de miedo.

¿Por qué me buscaban? ¿Qué querían? ¿Cómo rayos me conocían? Voy a convulsionar.

Aléjate…

Me estoy por morir con ésta palabra. ¿Cuantas veces me la habían dicho ya? ¿A qué se referían?

Y la pregunta que me mata, ¿quiénes son?

Si los misterios mataran, yo ya estaría enterrada hace días.

Me quedé ahí por diez minutos, más o menos, no tenía mi celular. Lo dejé arriba de la esa y ruego que Finn me lo traiga.

La puerta se abrió rápidamente dándome una visión de McQueen.

— ¿Estás bien? —pregunté.

— ¿Tú? —preguntó, asintiendo.

—Sí, ¿y? —lo incentivé para que contará.

—Una chica pudo llamar a la policía y se fueron—dijo. Sacó mi teléfono de su bolsillo trasero y me lo entregó—, creo que deberíamos acabar con la tutoría. Sólo por hoy.

—Sí—asentí. Él pasó su mano por su cara, despejándose.

—Te acompaño…

—Finn—lo interrumpí—, ¿quiénes eran?

—No lo sé—él negó, sin mirarme.

Yo busqué su visión.

—Finn—lo llamé.

Él giró su cabeza y me vio firme.

— ¿Me lo prometes? —pregunté.

— ¿Qué cosa? —frunció el ceño.

— ¿Me prometes que no lo sabes?

Él se quedó un minuto mirándome, dudando. Y también haciéndome dudar a mí. Entiendo, no éramos nada. Me podía mentir con total delicadeza pero esto era algo importante. ¿Por qué él casi siempre estaba ahí? ¿Por qué me intentaba salvar?

Finn asintió y miró al suelo un segundo.

—Sí, te lo prometo.

—Gracias—le sonreí. Me dirigí a la puerta, dándole la espalda. Me detuve un momento, sin darme la vuelta. Sin mirarlo—. Finn—lo llamé.

— ¿Si?

—Gracias—tartamudeé—, por todo. Por salvarme, en serio gracias.

Él tardó en contestar unos segundos.

—De nada—se podía notar que había una sonrisa en su rostro y cierta “amabilidad” en su tono de voz.

Fui hasta la mesa en donde estábamos antes tomé mis cosas. Salí y me encaminé hacia el bosque, cuando me aseguré de que nadie me seguía.

Finn se sabía comportar diferente. ¿Diferente? Sí. Podía ser divertido a veces y otras realmente irritantes. Pero, ¿ahora? Me había salvado de una buena. Digo, ¿desde cuándo personas con máscaras me conocen? ¿O me buscan?

Mi vida no te entorna a la diversión. En todos estos días no había hecho nada fuera de lo normal en mi vida. Y no era la primera vez que me pasaba.

Saqué mi celular y llamé a mi madre. Después de tres tonos, contestó.

— ¿Qué pasó? —fue lo primero que dijo.

—Nada—respondí—, mi compañero vomitó y estoy yendo para casa, pero no tengo llaves.

—Estoy con tu padre, tenía una reunión—suspiró—. Me la complicas, Magui.

—Ya no estoy castigada, podría ir con Bella…

—Está bien, ¿te quedas a dormir?

—Sip—respondí sonriente. Estaba caminando hacia el sur. Bella y yo habíamos planeado esto el sábado. Los padres de ella no tenían ningún problema en que me quede. Me olvidé las llaves apropósito sabiendo lo de la reunión.

—Avísame cuando llegues.

— ¡Hola, hola! —saludó Bella—. Sabía que funcionaría.

Le avisé a mi madre que llegué y en poco tiempo Bella y yo estábamos viendo una película.

—Oye—dijo ella, mientras jugaba con mi celular. Lo dejó a un lado y me miró—, tengo que decir algo—suspiró—. Pero no sé cómo.

—Dime—le sonreí.

—Te lo quise decir ese día con Jack, pero con lo que pasó…—murmuró.

—Vamos—la incentivé.

 —Eso me dio tiempo para pensar en tu opinión—dijo, firme. Fruncí el ceño instantáneamente.

Ella suspiró y miró a su cama.

—Ian me invitó a salir éste sábado—soltó lo más rápido posible.

Abrí la boca y levanté ambas cejas. Me quedé helada un segundo.

— ¡¿Cómo dices?!

—Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento—dijo rápidamente, cerrando fuertemente un ojo y viéndome por el otro.

— ¿Por qué no me dijiste? ¿Por qué me molestaría?

—Porque sé tu visión de Ian pero te aseguro que yo soy diferente, él conmigo es diferente.

—Pero no me hubiese molestado—suspiré—. ¿Te dejaron?

—Es un lobo, sí.

Estaba furiosa con ella pero también feliz. Hubiésemos compartido la felicidad juntas. Me recosté en su cama mientras ella estaba sentada en un pequeño sillón.

—Magui—me llamó—, esa no era la única razón por la que te enojarías.

Fruncí el ceño un momento.

— ¿Cuál es la otra?

—El sábado es la fiesta de disfraces de la escuela, a la única que nos dejan ir—murmuró—. Y Jack no irá e Ian me invitó a ir.

Me senté lentamente en la cama.

Mi corazón se heló un pequeño segundo. Era la única fiesta que me gustaba, porque había dos solamente. Venía gente de la ciudad y se hacían juegos para recaudar fondos. Un juego en cada aula y en las otras partes se bailaba. Todos los años íbamos Jack, Bella y yo nos divertíamos como nunca. Era lo único interesante y fuera de lo normal en nuestras vidas.

Si Jack no iba y Bella iba con Ian, yo no podía ir sola. Digo, no me hablo con nadie y no los molestaría a ellos.

Me quedé en silencio analizando cada punto. No le diría a Bella que termine con algo que quería desde hace mucho. Además, me diría que no. Seguro que Jack no podía ir por el cumpleaños de su hermano, no le diría que no vaya. No me iba a quedar sola toda la noche o interrumpiendo a los tórtolos. Mi única solución era quedarme en casa.

Dios, yo quiero ir—pensé.

—Le puedo decir que sería mejor…

—No, si no vas serías una idiota, habrá otras fiestas para mí.

— ¿En serio? —abrió su boca, mientras sonreía.

—No hagas eso, es raro—le tiré un almohadón que atajó sin problemas.

—Gracias—me sonrió.

Yo negué con una sonrisa y me acosté nuevamente.

— ¿Qué hacemos? —pregunté.

Ya era viernes por la mañana, un día para la famosa fiesta-recauda-fondos.  Estábamos en la clase de arte. Frente a mi estaba Jack y a mi lado Bella. Los tres hace media hora intentando hacer un maldito muñeco de palillos.

Eran grupos de a tres y, definitivamente, el nuestro era el más feo. No sabíamos cómo hacer una cabeza redonda con palitos. Y si, la profesora dijo que usemos nuestra imaginación.

Reprobaré arte por ésta estupidez.

—Me rindo—dijo Jack—, odio a Pablo.

— ¿Y por qué el muñeco se llama Pablo? —preguntó Bella, haciéndome reír.

—Y, ya sabes—comentó él—. Pablo, Pablito y palillo. Tiene sentido.

—Si tú lo dices—murmuró Bella—. Hagamos esto, necesito un nueve por lo menos.

—Y ella piensa que aprobaremos—le susurré a Jack, a lo que él rio.

Luego de unos minutos, el timbre sonó. Todos nos dirigimos al corredor, y Bella dejó el muñeco en su casillero.

—Es mi última clase—dijo Jack—, además tengo que estudiar.

— ¡También es la mía! —dijo Bella—. Adiós.

Nos saludó y Jack se fue detrás de ella. Me queda una hora más, genial.

Luego de la clase, me dirigí al corredor vacío y a mi casillero. Un sonido se escuchó a lo lejos, haciendo que me dé la vuelta.

Finn apareció cerrando una puerta y me miró.

—Hola—sonrió.

—Hola.

Cerré mi casillero y me di la vuelta nuevamente.

Me reí sin gracia.

—Pero que feliz estamos—le dije.

—Lo sé—sonrió y se fue unos casilleros más atrás. Yo, por un momento, me lo quedé mirando. Su cabello marrón estaba levemente hacia arriba, ordenado de una forma desordenada. Sus ojos oscuros estaban mirando con delicadeza hacia su casillero, mientras sacaba cosas. Su cuerpo era corpulento pero no tanto. No parecía una masa gigante, y eso me gustaba. Parecía fuerte, y eso lo comprobé. Y por último, su boca. Era delgada pero tierna.

— ¿Estás bien así o quieres que me desnude? —sonrió.

Yo sonreí por lo que dijo pero negué.

—No te creas—murmuré.

—No lo hago—se acercó a mí, quedando a un metro—. Y, ¿te veré mañana?

—No—negué—, no voy. Jack no puede y Bella tiene una cita—expliqué—.

—Entonces ven conmigo, nos divertiremos. 

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