Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 34

¡Hola a todos! 

Vengo a decirles que estoy un poco decepcionada de mi misma. Una de las tantas cosas que quería hacer era terminar con esta historia en febrero, antes de marzo. Se los comenté. 

Y solo vengo a avisarles: que no la terminaré antes de marzo. 

Verán, falta poco para el final y toda la cosa, pero yo estoy por terminar mis vacaciones y por eso quería terminarla. Pero, la historia no terminará en febrero, estoy segura. 

Disfruten el capítulo. 

Los quiero, 

Camila C. 

Capítulo 34

A tres días de noche buena, y ya en vacaciones de fin de año, estaba recostada en mi cama. Y la cabeza me dolía. Y sí que lo hacía. Tocaron la puerta de mi habitación, mientras mi madre y Bella entraron con tres bolsas a la habitación. Me reincorporé, mirando a Bella.

— ¿No se suponía que estarías ayudando a tu madre para no sé qué? —pregunté.

—Ah, sí, te mentí—se sentó en la punta de la cama, y mi madre en la otra; alcé ambas cejas—. Lo siento, pero, fuimos de compras.

Las alcé aún más.

— ¿Sin mí?

—Ay, la celosita—murmuró mi madre, mientras rebuscaba algo en su bolso, se cansó y me miró—. Es porque te tenemos una sorpresa, fuimos a comprar los vestidos para la fiesta—sonó emocionada.

—Te recuerdo que no vamos a festejar mucho—aclaré—, haremos una especie de golpe.

El plan era buscar alguna prueba, algo que nos ayudase.

—Bueno, sigue siendo navidad—asintió Bella—, y tenemos que ir de gala con personas importantes.

Se paró y sacó un vestido de una de sus bolsas.

—Este—lo estiró para lo vea—es el tuyo.

Era simplemente hermoso, literalmente. De un color crema, un vestido largo hasta los pies, caía delicado y no parecía que tenía un trasero gordo, parecía acostumbrarse a mi figura sin ser apretado. En la parte de arriba, tenía un escote cruzado y delicado; no tenía mangas y con la mitad de la espalda descubierta. Y, por último, un listón marrón en la cintura.

—Wow, no sé que decir—murmuré.

—Que te encanta, el vestido más lindo de la historia—sonrió mi mamá.

— ¡Gracias! —reí—. Es hermoso, y sí, me encanta. Debió costar una fortuna…

—No tanto—Bella hizo una mueca—, estaba en rebaja…—mi madre tosió—. Oh, sí, una fortuna.

— ¿Y el de ustedes? —pregunté.

Mi madre sacó una pollera negra y larga hasta los pies, como mi vestido. También sacó una remera blanca de encaje.

—Parecerá un vestido—asintió ella.

—Sí, está hermoso—pensé unos segundos—. Nos moriremos de frío.

—No, pues, llevaremos algún abrigo.

Igual nos moriremos de frío.

Mi mejor amiga sacó otro vestido de la bolsa. Era de color azul oscuro, casi negro. Largo hasta los pies y suelto. Tenía un listón blanco y un escote en V hermoso.

—Wow, combinará con tu cabello—asentí—. ¡Está precioso!

Eran las seis de la tarde del día de Noche Buena y la cocina parecía un salón de maquillaje. En la mesa un montón de pinturas. Los padres de mis amigos deseándoles feliz Navidad y, por supuesto, a nosotros también. Cuando se fueron, nos pusimos a arreglarnos. Y, por ende, Bella me maquilló como un payaso. Mi madre decía que estaba preciosa, pero yo me lo quité y Bella me maquilló nuevamente, y esta vez estuvo bien.

Mi cabello estaba atado en una coleta y algunos de adelante sueltos, haciendo un efecto raro pero bonito. Me había puesto brillo labial, algo de rubor para tapar imperfecciones, sombra de ojos y algo en las pestañas. Me sentía cubierta totalmente y rara con el vestido pero, al mirarme en el espejo, me sentí bien. Tal vez podría pasar con firmeza en la fiesta, me sentía genial, no del todo, pero por lo menos podría sonreír y sentirme destacada. Si esa es la palabra…

Bella y mi madre también se veían fantásticas con sus vestidos y sus cabellos sueltos. Mi padre y Jack, que esperaban fuera con sus trajes. El de Jack era un azul tan oscuro como el del vestido de Bella. Y mi padre lucía su esmoquin negro y su moño.

Tomamos nuestros abrigos y nos fuimos a la gran fiesta de Noche Buena.

— ¡Me duelen los pies y recién llegamos! —se quejó Bella.

—Esto te pasa por usar tacos…

—Magui, tú también tienes tacos—aseguró.

—Sí, pero no tan altos.

—Es que son tan lindos…

—Sí, ya lo creo—suspiré.

Y dejé de escuchar al quedar frente a esta casota. Un enorme patio verde con algún que otro árbol o pino, esas luces y mesas con sillas, dónde había gente elegantemente vestida. Y, la música sin letra que se escuchaba de fondo, con esa estructura gigante y blanca. Parecía tener unos cuatro pisos y veinte a habitaciones, consumiendo un millón de energía al día. Gente entraba y salía del patio, charlando y charlando. Pequeños corriendo alrededor de sus padres; y más personas con copas en los mismos balcones.

—Wow—exclamé.

—También dicen que hay un patio trasero algo más chico—anunció mi padre, mientras caminábamos en dirección a la puerta.

Le dimos la tarjeta de invitación a un guardia y entramos a la casa, todos sin habla.

Mis zapatos hicieron contacto con la cerámica blanca y negra. Mis ojos chocaron en un comedor gigante, con paredes blancas y dos escaleras enormes que conducían a otro piso, dos puertas cerradas, cuadros, mesas de comida, mesas de tragos, personas y más personas que se iban hacia los costados y se dirigían a otro comedor y varias parejas entablando conversación.

—Hasta allí—mi padre señaló hacia la derecha, dónde había más personas—, sigue el comedor, es como la pista de baile y las puertas de enfrente abren para la cena, donde están las mesas.

Asentí.

—Traten de encontrar a los chicos por separado, con tu padre veremos si hay algún conocido—lo tomó del brazo, dirigiéndolo hacia la pista de baile—. ¡Compórtense!

Me giré a ver a Jack y Bella.

—Yo buscaré en el patio—dijo Jack—. Bella, tú busca en la pista y Magui aquí, ¿está bien?

Ambas asentimos y nos separamos.

Recorrí todo el lugar y no encontré a nadie, así que me dirigí al patio trasero, algo más chico pero grande, con gente y mesas de comida y bebida. Había encontrado gente de vista de la manada, que tal vez los vi de pasada o eran conocidos de mis padres.

Me giré hacia una mesa totalmente iluminada y allí estaba Debby, con el pelo negro y las puntas rosadas, con un vestido negro y dos centímetros arriba de la rodilla. Maite tenía un vestido largo, la parte de arriba rosa de encaje y la de debajo de un rosa totalmente oscuro.

Miré hacia ambos lados antes de acercarme. Hice que tomé bocadillo y las miré.

— ¡Hey! —sonreí—. Lindos vestidos.

—El tuyo es fantástico—exclamó Maite—. Chica que no conozco…

—Cualquier cosa ya nos presentamos—asentí, comiéndome el bocadillo de un bocado.

—Sí, dentro de media hora comeremos—dijo Debby—, así que luego de las doce empezaremos con el plan.

—Está bien, ¿y los demás? —fruncí el entrecejo.

Maite señaló a un rincón donde Bran, Robb, Finnegan y dos hombres cuarentones que no conozco, hablaban. Miré a Finn con su traje y corbata negros, con una mano metida en el bolsillo y la otra sosteniendo una copa vacía. Sonreía y hablaba, totalmente metido en la conversación. Se veía tan lindo con ese traje.

Me giré hacia las chicas.

— ¿A quién ha invitado Finn? —pregunté—. Tú, Maite, invitaste a Debby—la miré—, y a Robb. Y Finn a Bran, ¿y?

—Al tipo canoso de allá—Debby señaló a un cuarentón sonriente—, se llama George, está con nosotros.

Asentí.

—Ve a hablarles—dijo Maite.

—No—me entremecí. Debby sonrió.

— ¡Vamos!

— ¡Que no! —me reí.

Y como no dejaron de molestar, me dirigí hacia otra mesa mientras se reían a mis espaldas. Sonreí. Seguía en el patio trasero, por lo tanto que podía ver a Finn con solo darme vuelta. Veía como las personas hablaban a pesar de sus diferencias, a todos les parecía genial y adulto, pero a mí me parecía hipócrita. Y más con todo lo que sé.

Mi padre se posó frente a mí, con dos copas, me entregó una.

— ¿Y mamá? —pregunté, sirviéndome un poco de Coca en la elegante copa.

—Atrás mío, se quedó hablando con una señora que vio la otra vez en el centro—sonrió.

Mamá se acercó con otra copa.

— ¿Han probado las patatas? Tanta elegancia pero son horrendas—dijo, frunciendo la nariz. Yo me reí—. ¿Y los el chico que te gusta y sus amigos?

— ¡Mamá! —me quejé.

— ¡Hey! —se quejó mi padre.

—Bueno, el chico que te atrae…

Suspiré. Y señalé a Debby y Maite.

—La del vestido negro es Debby y el del rosa Maite—expliqué y señalé a los chicos—. El rubio es Robb, el que está al lado del  canoso, que se llama George, es Bran y—cunado señalé a Finn me miró. Instantáneamente me puse nerviosa y la electricidad en mi cuerpo creció. Cambié el dedo señalador a una mano que lo saludaba. Sonrió y me saludó, mirándome mientras yo me daba vuelta y encaraba a mi padre, que lo estaba inspeccionando y mamá me miraba sonriente—, ese es Finn.

— ¿Con que él, eh? —se burló mamá.

Aparté la mirada nerviosa hacia la comida y me metí unas cuantas papas a la boca, llenándola por completo.

Que horrible gusto.

Fruncí la nariz.

—Te dije que eran feas—aclaró mamá.

Me di la vuelta y vi a Finnegan acercarse hacia nosotros. Me atraganté, masticando con dificultad cuando las papas llenaban toda mi boca, le di la espalda para relajarme.

¡Santa papa!

—Buenas noches—se escuchó Finn—, un gusto.

Me di la vuelta encarándolo, con la boca llena, mientras le estrechaba la mano a mi padre. Ambos sonreían, pero mi papá…nunca se imaginó hacer esto, no con un loco negro.

Se presentaron, mi madre sonriendo enormemente, y se dirigió a mí. Pero yo no podía hablar; no porque no quería, sino por las papas en mi boca. Así que le estreché la mano. Finn bajó su vista con el ceño fruncido, pero me la tomó, dejando una descarga eléctrica y llevándola a un lado.

—Un gusto conocerte, Finnegan—habló mi papá.

—También es un gusto, señor; a ambos, de hecho—sonrió.

—Sí, es un gusto—intervino—. Magui nos ha hablado mucho de ti.

Finnegan, que estaba tomando de su copa, y yo, nos atragantamos. Él sonrió, mirándola, y a mí de reojo.

—Pues, no lo sabía—se estaba burlando de mí—, pero, me alegro.

Terminé de tragar las papas y, para no hablar, me dirigí la copa a la boca.

—Sí, tenemos que decir de que has dado buena impresión—aclaró mi mamá—. Bueno, por lo que ella dijo, pero, no te ilusiones. Magui es muy difícil con los chicos, quiere alguien parecido a Brad Pitt, no lo sé.

Salpiqué un poco de Coca al escuchar eso.

— ¡Magui, el vestido! —se quejó mi mamá.

Dejé la copa a un lado y levanté ambas manos.

— ¡No se mojó! ¡No se mojó! —bajé las manos.

—Hemos estado hablando de todo esto—mi padre cambió de tema, mirando a Finn a los ojos—. Creo que ese hombre, ¿Stwart? Pues, si se le puede llamar hombre. Creo que lo que ustedes hacen, incluido lo del libro—me miró de reojo—, es algo que está bien. Quiero que cuenten con nosotros para cualquier cosa y quiero agradecerles, especialmente a ti, por protegerla.

Finn asintió, comprendiendo.

—Pues, no me sentí el mejor padre por no saber de esto—me miró, al igual que Finnegan, a lo cual le sonreí un segundo a mi padre, sin mostrar los dientes y bajado la mirada hacia el césped—. Pero creo que, me equivoqué, estaba en buenas manos.

—Gracias, señor—respondió Finn.

Levanté la mirada; no me sentía la mejor hija del mundo por mentirles.

— ¿Han probado las patatas? —preguntó Finn—. Es que están horrendas, no deberían.

Mi madre sonrió.

—Sí, son horribles, ¿a esta gente que le pasa? —rió.

— ¡Pues claro! —sonrió Finn—. ¿Una fiesta con papas feas? ¡Eso es una fiesta!

—Pero lo que si está bueno es el queso—sonrió mi papá—, es el queso. Eso si es queso.

Y así, entre charlas y charlas, Finn les había caído bien, ganando sus corazones. Si se podía decir así. Y, yo lo sabía. De hecho, siempre lo supe. Finnegan era sociable y un chico normal, no era malo.

—Bueno—comenzó mi padre—, los dejaremos solos para que se pongan al día con el plan, nos vemos, un gusto, Finn.

Sí, el plan y todas esas cosas súper importantes.

Cuando se fueron, Finnegan se me puso en frente con una sonrisa.

— ¿Y? —se sirvió algo de Coca—. ¿Cómo has estado?

Puse una mano sobre la mesa y me llevé la copa a la boca, encogiéndome de hombros.

—Ni idea, feliz, supongo, ¡vacaciones! —hice como que me emocionaba.

Finnegan se rió un poco y se puso en la misma posición que yo, frente a mí.

— ¿Sería muy estúpido que te diga que estás hermosa?

Abrí mi boca y la cerré. La electricidad,  las hormigas, la mente en blanco y millones de gritos en mi interior aparecieron. Respiré.

—No—respondí—. Sería estúpido que tú lo dijeras.

Me quería dar un aplauso; era lo más inteligente que dije en el día.

Él se me quedó mirando unos segundos.

—Disculpa—musitó.

Alcé ambas cejas.

— ¿Por qué te estás disculpando?

—No…no lo sé—se rascó la nuca—. Lo siento, últimamente todo me sale mal.

Sonreí.

—A mí siempre me sale mal.

Ahora él sonrió.

—No lo creo.

Créelo.

—Magui—me llamó—, disculpa por lo...por lo del otro día, en serio…

—Finn—lo detuve, asintiendo con una sonrisa—, ya entendí, está bien.

Él sonrió, evitando no abrazarlo.

Entonces, un hombre sonriente, canoso y con barba se acercó a nosotros con una copa en mano: Carl Williams, el nuevo líder mestizo.

— ¡Buenas noches! —nos saludó el hombre más importantes en el mundo de los lobos—. ¿Magali y Finnegan, verdad?

Nos conocía.

Asentimos, sonriendo falsamente.

—Un gusto conocerlos, soy Car               Williams—le estrechó la mano a Finn y a mí me la besó—. ¡Qué fantástico que hayan venido! Las navidades son emocionantes, ¿no lo creen?

—Son hermosas—miré sus ojos azules—, siempre la paso con mi familia, pero, ¡ahora! Todo es fantástico y delicioso, en especial las papas—mentí. Necesitaba ganar su confianza.

Finn sonrió.

—Sí—afirmó Carl—, todo es hermoso cuando se llena de gente, iluminan todo. Digamos que estoy casi todo el tiempo solo aquí.

Finnegan asintió.

— ¿Sí? ¿Y no le da miedo? —preguntó Finn, haciéndose el interesante—. Con tantas habitaciones…

—Pues, hay un montón—afirmó él—. Mi habitación en el segundo piso, la sala de los documentos, la biblioteca y la sala de trabajo, la más tenebrosa de hecho, en el cuarto. Es en donde más estoy y es aterrador.

Wow.

El tipo nos había dado información, y de la valiosa. Me quedé asombrada, ¿y si sabía? ¿Sabía algo de todo esto?

—Debe ser horrible…—suspiré, un poco confundida.

Y así,  hablando un tiempo, Carl dijo:

—Oigan, ¿quieren sentarse conmigo en la mesa principal? Pueden venir su familia, sus invitados.

Evité mirar a Finn, se suponía que recién lo conocía.

—Señor—Finnegan se aclaró la garganta—, mis padres no vinieron.

Agaché la mirada un segundo y luego la levanté para ver el ceño fruncido de Carl Williams.

— ¿No? —interrogó—. ¿Por qué no?

—Fallecieron hace un año—respondió Finn, tenso.

—Oh—se limitó a decir—. ¿Tu apellido, muchacho?

—McQueen.

—Escuché de tus padres—asintió Carl—, no los conocía pero escuché de su muerte. Lo siento.

Finn asintió.

—Pero, traes invitados, ¿verdad?

—Sí.

—Bueno, ¿sería mucho pedir que se sienten conmigo? —nos miró a ambos con una sonrisa—. Haré algunas acomodaciones, cambiaré algunos nombres, no hay problema con mis colegas, hay suficiente lugar para todos. Vallan a avisarles a sus invitados.

Ambos asentimos y nos dirigimos a lugares diferentes.

Bella, Jack, mis padres y yo, nos encontramos reunidos frente a las puertas gigantes y blancas. Me presenté con George y Bran, aunque ya conocía a este último. George parecía un buen tipo y sabía lo que hacía. Era uno de esos controlados, que analizaban mil veces antes de contestar. O tal vez no, pero sus respuestas eran magníficas, hasta si le preguntabas si le gustaba el pudín.

Carl estaba hablando con otras dos personas: una señora alta con un vestido bordó, rubia y de unos cincuenta. Parecía importante y realmente sofisticada. Y también un hombre con pelo blanco y ojos marrones, de también unos cincuenta y tantos; ambos parecían importantes, también colegas de Carl.

—Ella es una economista y él el segundo líder—me susurró papá, al ver que los miraba con determinación—. Martha y Peter Olivar, hermanos.

Pensándolo así, se parecían en el pelo claro, los ojos oscuros y su altura, también en rasgos como la boca pequeña y la nariz algo grande, pero todo combinaba perfecto.

Carl y los dos hermanos se dirigieron hacia nosotros y se presentaron con una sonrisa. Se pusieron los tres delante de la multitud de gente en la sala se puso detrás de ellos, esperando ir a cenar como los Dioses.

—Invitados—exclamó Carl, en un grito—. ¡Ojalá que disfruten la cena de Navidad en este nuevo año! Aprendiendo a respetar y, al final del día, sabiendo que podemos ser adultos a pesar de las diferencias.

Todo el mundo se quedó en silencio, a pesar de las palabras que el buen líder dijo, miramos las puertas.

— ¡Feliz cena de Nochebuena!

Las puertas se abrieron de par en par, dando una visión de una sala magnífica, con un montón de mesa; redondas, largas, cuadradas. Con manteles dorados sobresaltando y, en una esquina, un gigantesco árbol de navidad, decorado como si hubiesen sacado todos los adornos de la ciudad.

La sala brillaba, haciéndome entender que sería una de las cenas más largas de mi vida. Cenando con economistas, líderes y, sobretodo, con Finn. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro