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Capítulo 15

Capítulo 15

Entré a mi casa y subí a mi cuarto inmediatamente. Cerré la puerta y tiré la mochila contra la pared. Estaba enojada, demasiado. El día de hoy no había sido el mejor, eso seguro.

No podía creer lo que pasaba. Sí, tal vez fue una pelea absurda, pero no para mí. No me interesaba el porqué de mi atracción por Finn. No ahora. Me enojaba la actitud de Bella. Siempre decía algo y tenía que ser como ella decía. No soportaba eso y, algún día, lo tenía que soltar.

Me dije que no piense en nada de lo ocurrido hoy. Me puse a hacer mi tarea y a estudiar. Eso lograría distraerme y no pensar.

Era viernes por la mañana y nada iba bien. En toda la semana no me hablé con Bella. Ninguna de las dos intentaba hablarse, ni siquiera mirarse. Y yo no sería la primera.

A Finn me lo crucé dos veces y ni siquiera me miró.

Mi madre estaba lavando unos platos y yo sentada en la mesa, desayunando.

—Mamá—la llamé—, ¿cuándo sabías que amabas a papá?

Se escuchó una leve risa. Se ató su cabello castaño con una liga y siguió lavando.

—Pues, fue raro saberlo—comentó—. Un día iba con Rossie, la madre de Jack, al centro del bosque.

En el centro del bosque hay como una feria todos los días. Diferentes puestos, locales y juegos.

—Iba muy seguido ahí, con ella—explicó—. El padre de Jack trabajaba en un restaurant y tu padre tenía un puesto al lado, de bebidas. Ya sabes, todo tipo de jugos. Cada vez que yo pasaba él me miraba. Las comisuras de sus labios se levantaban cada vez que me veía. Siempre me veía, pero nunca me hablaba.

Sonreí al escuchar como lo contaba, con toda esa emoción. Parecía que quería revivir todos esos momentos, disfrutarlos como lo hacía en esa época.

—Un día Rossie y Tom, el padre de Jack,  me invitaron a una cita doble junto a tu padre. Por supuesto, me negué absolutamente—rio—. ¿Un cita con un desconocido? ¿En que estaba pensando?

Un desconocido.

—Me insistieron mil veces, hasta que acepté—mi madre se secó las manos con un repasador. Se puso a lavar y pelar unas papas. Miré a esa escena con atención, frunciendo mi ceño—. Era la primera vez que me hablaba y me encantó. Gracioso, preguntón y un poco misterioso. Era seguro y tierno. Desde ese día nos hablábamos mucho hasta que un día me invitó a salir—suspiró—. Me dijo cosas ridículas como “Tu cabello es muy lindo” “Me gusta cuando te ríes”. Y si, tal vez era lo más normal del mundo pero cuando salía de su boca sonriendo mientras que me miraba…para mi era especial.

Me mordí el labio.

—Luego de tres citas me besó.

Abrí los ojos como platos.

— ¡¿Luego de tres citas?! —exclamé—. Lo mataré.

—No, Magui—rio—. Me gustó eso, no sé, lo hizo especial. Luego de tres citas más, me pidió ser su novia.

—Eso sí que es tierno—sonreí.

—Sí, lo es—me miró por arriba de su codo y luego siguió con su vista en la cocina—. Un año más tarde nos pusimos de acuerdo con Rossie en tener hijos de la misma edad y funcionó.

—Pero, ¿cuándo te diste cuenta que te gustaba? —pregunté.

—Tenía 19 años, Magui, era complicado—dijo—. Eso pensaba yo. Pensaba que el amor era complicado. Pero, no tiene que ser así. El amor tiene que ser simple, las propias personas lo complican—replicó—. Pensaba que estaba enamorada cuando vi a tu padre hablar con una pelirroja, estaba muerta de celos. Pero, cuando lo vi a los ojos supe que quería pasar mi vida con él. Que, a pesar de lo que digan del casamiento y que todo tiene un fin, yo quería finalizar junto a él. Tal vez ahora no me dice todo el tiempo que estoy linda como en un principio. Pero hace cosas que nunca dejaron de cambiar. Algún chiste, una broma y sonrisas. Esas nunca cambiaron.

Sonreí, mirando hacia la mesa. Tal vez conocía la historia, pero me encantaba escucharla una y otra vez.

—Hoy voy de excursión con el profesor de historia, a un museo—dije, sin ganas—. ¿Puedo faltar?

—Nunca—se dio vuelta y me sonrió.

— ¡Vamos! —insistí.

—Irás—me miró—. Arriba, llegaras tarde.

Estábamos en el autobús que nos llevaba al museo de historia. Jack se había sentado junto a mí y Bella estaba detrás.

—Lo hace para protegerte—me susurró Jack.

—Si tanto te gusta lo que hace, pues cásate con ella—estallé, cansada. Dirigí mi vista a la ventana mientras hablaba.

— ¡Magui! —exclamó.

— ¡Deja de susurrar!

— ¡Tú también susurras! —gritó en un susurro.

—Los escucho a los dos—dijo Bella detrás.

Fulminé a Jack con la mirada.

—Hey—me llamó Jack. Rodeé los ojos—. A ese de allá—señaló a Finn que estaba en diagonal a mí—, ¿no le das tutoría?

Tomé aire con fuerza. Finn lanzó una leve risa.

—Claro, ahora no susurras—murmuré—. Sí, Jack, es él.

Toda la clase de historia estaba frente a una absurda estatua. Mi profesor, Stwart, estaba dando la clase.

—Ahora, todos a un descanso—dijo—. Revisaré unos papeles y luego nos veremos todos en recepción, en veinte minutos. Dos guías los cuidarán.

Me senté en un banco y escribí en una libreta las cosas que me acordaba de la lección.

—Dos renglones, si que escuchaste—rio—. Yo te tendría que dar tutoría a ti.

—No me apetece ninguna de las dos, sin embargo lo hago—seguí escribiendo en la libreta.

— ¿Me puedo sentar? —preguntó Finn.

—No.

No, claro que no. ¿Acaso estaba jugando conmigo? Sí, lo estaba haciendo. No iba a dejar que lo haga, no ahora.

— ¿No? —rio.

—Explícame que es gracioso—pedí. No despegué mi vista de la libreta.

—Tu malhumor.

—Una causa tendrá.

— ¿Y cuál sería?

—Tu, tal vez—murmuré—. No te interesa, pensaba que éramos desconocidos—dije más fuerte, para que me escuche.

— ¿Estás enojada? —preguntó—. Por cierto, escuché lo primero.

—No—respondí, ignorando lo último.

—Si que lo estás.

— ¿Y si lo sabes para que preguntas? —contraataqué.

— ¿Y tú por qué mientes? —preguntó.

—Yo no miento—murmuré—. Ahora, déjame en paz.

—Necesito hablar—se sentó a mi lado.

—No soy psicóloga.

—Magui, en serio—dijo.

—Pues, habla—me encogí de hombros.

No podía ser más mala que esto. Realmente me importaba.

—Mírame—pidió.

Me tensé un segundo.

—No.

—Mírame—repitió.

— ¿Ahora vas a besarme los ojos para que lo haga? —bromeé.

Se rio.

—Estamos bromista, eh—dijo, gracioso—. Mírame, por favor.

 Lo miré. Vi sus ojos marrones y como me sonreía. Me sonreía como lo hizo cuando me conoció. Me miró como lo hacía cada vez que estaba con él.

— ¿Qué? —pregunté.

—Dime la verdad, ¿estás enojada? —preguntó.

— ¿En serio quiéres saberlo? —entrecerré los ojos.

—Para eso pregunto.

—No entiendo, ¿por qué te interesó? —pregunté—. Luego de…del otro día. Estás haciendo las cosas mal. No sé qué rayos pensar.

—Sí, lo sé—cerró los ojos con fuerza— ¿Me perdonas? Sí, sé que fui un estúpido. No debí besarte.

¿Qué? No, no. Si debiste.

Cuando dije eso…no me refería a eso. Él pensaba que el beso estuvo mal.

—Y siento lo que te dije—suspiró—. Me caes bien, en serio. No pensaba lo que hacía.

— ¿Por qué te alejaste?

—Pensaba que luego de eso, querías distancia. Pensaba que ni siquiera vendrías a la tutoría—explicó—. Si te lastimé, juro que lo siento. Creía que eso querías, ser desconocidos.

Mi mandíbula se tensó.

— ¿Piensas que te voy a perdonar? —preguntó.

 —Sinceramente, no—respondió.

— ¿Entonces? —suspiré—. Finn…

—Será todo como antes—se apresuró a decir.

Bajé mi mirada. Estaba nublada, sin poder razonar. Si lo perdono sería la cosa más fácil del mundo. Sentí una mano en mi mejilla. Finn miraba su mano en mi mejilla. Los cabellos de mi nuca se erizaron.

—Lo siento, no te lo mereces—susurró.

—No puedes ir por el mundo diciendo esas cosas y esperar que te perdonen—dije, sin mirarlo.

Alejé mi cara, soltándome de su agarré. Asentí. Extendí mi mano hacia él. Frunció el ceño.

— ¿Estamos bien? —alcé ambas cejas.

—Estamos bien—sonrió y juntó su mano con la mía.

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