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Capítulo 71: Condena, redención, resignación

Este capítulo toca temas sensibles sobre violencia, abuso y suicidio. Asimismo, describe escenas de autolesión. Algunos sucesos o diálogos pueden inquietar a algunos lectores. No se pretende fomentar nada negativo narrado a continuación. Se ruega prudencia y discreción.


Sería un día como cualquier otro, pero, unos días antes de acudir con sus amigos al cementerio, Kim Taehyung estaba ingresando a la prisión, en el área de visitas con separación, después de haber recibido una repentina e ingrata llamada de nadie más ni nadie menos que Lee Dong-min. Allí estaba, al otro lado, vestido con el característico mono de reo. Ambos tomaron el teléfono a la vez y se lo llevaron a la oreja, sin despegar la vista del otro.

―Honestamente, no creí que vinieras, V-hyung ―dijo, ensanchando sus labios en una sonrisa.

―Ni yo. Pero algo dentro de mí anhelaba verte a la cara de nuevo, en el lugar a donde perteneces, maldito violador y asesino de mierda.

Notó los raspones y magullones en su rostro; ya habría hecho de las suyas en ese lugar también, intuía.

―Deberías ver cómo quedó el otro, hyung ―dijo, y dejó escapar una risilla nasal.

El muchacho estaba asqueado; no reconocía a ese lunático detrás del vidrio como aquel chico dulce que alguna vez llegó a apreciar y llamar amigo. Ahora, por fin, su semblante dejaba ver su demencia interna. Incluso estando recluido en prisión, le producía escalofríos.

―¿Para qué rayos fue que me llamaste? ¿De dónde sacaste que podría ser una buena id...?

―Te hiciste fuerte, ¿verdad, Taehyung?

El aludido lo miró sin decir nada.

―Bo-gum también era mi amigo, mi hyung... su sacrificio también entristece mi corazón.

Taehyung apretó el tubo del teléfono en su mano así como los ojos con fuerza.

―No te atrevas a pronunciar su nombre siquiera. No tienes derecho.

―Solo quería que lo supieras. ―Se encogió de hombros―. Pero al ver la mirada que me otorgas puedo afirmarte que sí te has vuelto fuerte. Ha valido la pen...

―Cierra esa fosa séptica que tienes por boca. ¿Qué mierda quieres?

―Bueno, visto y considerando mi situación, necesitaré de un buen abogad...

―Mi licencia fue revocada, bien lo sabes. Incluso si la tuviera...

―Me refería a tu hyung. Park Hyung-sik, ¿cierto? Es bueno. Y también es lindo.

―Goza la prisión, Lee. Estarás aquí pudriéndote un buen rato ―dijo, atinando a colgar el tubo del teléfono.

―¡¡No te atrevas a dejarme con la palabra en la boca, Kim Taehyung!! ―vociferó de repente.

Kim dio un pequeño brinco en su asiento ante el susto, y lo miró con los ojos bien abiertos.

―Tengo mucho que decir todavía. Aún puedes volverte más fuerte.

―¿No has hecho demasiado daño ya?

―¡No es daño, Taehyung! ¡Estoy curándolos del pavor del mundo! ¡Porque ustedes no lo entienden! ¡Son débiles!, ¡¡débiles!!

―Ya tuve suficien...

―No sabes cómo me lo cogí esa noche... ―expresó con la cizaña plagando su semblante.

―Para... ―murmuró entre dientes.

―¿Quieres saber lo que dijo mientras lo hacía mío a la fuerza?

―Cállate.

―Lloriqueaba "Taehyungiee... sálvame, Taehyungiee..." ―dijo, imitando un tono lastimero.

Taehyung se heló ahí mismo, estrelló el teléfono contra el vidrio, consiguiendo que se callara en el acto. Se puso de pie y retrocedió unos pasos. Su mirada se oscureció, sus ojos eran dos cañones listos para disparar, y entonces... Taehyung perdió los papeles: se aproximó a paso rápido y de un ágil salto cruzó al otro lado del vidrio, rajándolo en el proceso. Tomó a Dong-min por el cuello de su ropa y lo llevó al piso, allí comenzó a golpearlo directo en el rostro, perdiendo la noción y la cuenta después del segundo puñetazo. Por supuesto, el escándalo fue absoluto y los guardias intervinieron en la brevedad, separándolos.

―¡¡Suéltenme, suéltenme!! ¡¡Voy a matar a este hijo de puta!! ―vociferó, sacudiéndose entre los brazos de los dos guardias que a duras penas podían contenerlo.

―¡Bien hecho, hyung! ―dijo Lee, mientras uno de los guardias lo ayudaba a levantarse, mostrando sus dientes y encías ensangrentadas.

»Sí te has vuelto fuerte. Tal vez hasta pueda moldearte a mi semejanza ―dijo con una voz más gutural y mirada siniestra.

―¡¡Enfermo!! ―berreó, tratando de soltarse.

Ante su histeria, Dong-min puso su boca en "o" y contuvo la risa. Y el oficial, de muy mala gana, lo escoltó fuera del área.

―¡¡Maldito hijo de puta!! ¡¡Te odio!! ¡¡Déjenme, suéltenme ya!!

Sus gritos comenzaron a opacarse por el llanto. Perdió sus fuerzas y se dejó caer, junto a los escoltas que todavía lo retenían. Luego solo eran lamentos y llanto. En su cabeza solo estaba la imagen de sus manos apretando el cuello de Lee hasta que este borrara esa asquerosa sonrisa al verse sin aire. Tenía el loco pensamiento de que así, Bo-gum regresaría, pero al darse cuenta de que no era más que un mero espejismo de su desesperación, se sintió tan abatido que ni siquiera halló voz para dejar escapar más lamentos.

―Hijo de puta... ¿Qué me hiciste...? Te odio... ―dijo, con apenas un hilo de voz.

Uno de los guardias, un hombre de avanzada edad, observó en silencio a Taehyung, mientras apretaba en su puño una medalla de oro que colgaba de su cuello. Su semblante era de tristeza, pero al darle la espalda a Kim, su mirada se tornó severa. Se dirigió por la misma ruta que su colega, cada vez acelerando más el paso hasta interceptarlo y lo relevó, entonces continuó él la labor de escoltar al prisionero por el corredor.

―Despacio, vejestorio. ¿Quieres hacerme caer? Empújame de una maldita vez y ya.

Con un último empellón lo dejó dentro de la celda y cerró el acceso. Tomó su brazo y lo acercó a los espacios entre las barras para quitarle las esposas.

―Esta no es mi celda.

Después de remover las restricciones le dio otro empujón con ambas manos contra su espalda, provocando que cayera al piso.

―¡Esta no es mi celda, infeliz! ¡¿Qué mierda pretendes?! ―berreó Dong-min, volteándose hacia él con disgusto.

El chico oyó murmullos a su espalda, acercándose en la oscuridad de esa hedionda celda, hasta ver la silueta de varios sujetos aproximándose lentamente hacia su persona.

―Tú... ―Miró al guardia con lagrimeos de desprecio.

Se levantó de golpe y se fue contra las rejas, sacando su mano para intentar agarrarlo, pero el hombre se apartó rápido.

―¡Sácame de aquí, maldito! ¡No puedes hacer esto!

―Tienes razón, no es tu celda, pero es donde perteneces, escoria ―dijo, y se marchó.

―¡¿Qué?! ¡¿Piensas dejarme aquí con estos desquiciados?! ¡¡Regresa, viejo de mierda!!

Una mano lo tomó por los pelos y tiró de él hacia atrás. Dong-min cerró el puño con firmeza y noqueó al tipo. El resto lo miró desafiante, como un pobre ciervo entre hienas hambrientas, pero lo que ellos no sabían es que no se trataba de un ciervo, sino de un lobo muy bien disfrazado.

―Hagan fila, cabrones. Hay mucho de mi culo para todos... ―dijo, con una expresión insana, un puño en alto y llamando a los indeseables con la otra mano.

Afuera, en la acera, Taehyung estaba sentado en el cordón, acurrucado y llorando en silencio, hasta que una mano se apoyó con gentileza sobre su hombro. El joven viró la cabeza, dejando ver sus ojos rojos y aguados. Se sorprendió al encontrarse al carcelero ahí, con una sonrisa gentil, y le ofrecía un café.

―Disculpe... no me gusta el café.

―Oh, bueno... me lo quedaré entonces.

―¿Por qué vino? ¿Qué se le ofrece? ―dijo, limpiando sus lágrimas; pensaba que podría tratarse de algo importante.

―Lo que ocasionaste ahí dentro podría traerte muchos problemas, muchacho.

―Sí, bueno... mi carrera como abogado está en la mierda igualmente, así que...

―Con que eres abogado, ¿eh? ―dijo, tomando asiento a su lado―. Eso suena muy bien.

El hombre tomó el medallón entre sus dedos, un poco dubitativo quizá, hasta que decidido se quitó el colgante y se lo entregó a Taehyung.

―¿Para mí? ―preguntó, obteniendo un asentimiento como respuesta.

»¿Por qué?

―Tuve un hijo una vez. Hoy día tendría tu edad. ―Sonrió bonachón y batió unos segundos los cabellos del chico―. Cada vez que veo a un muchachito llorar así, inevitablemente mi pequeño viene a mi mente. ―Su sonrisa se fue.

»Él pasó por lo mismo que tu amigo, aunque mi hijo... quedó tan traumatizado por el hecho que no lo toleró y...

―Lo lamento mucho.

La expresión de pesadumbre en el semblante de Taehyung reflejaba el sentir de ese pobre hombre.

―El coraje y la ira contra quien lastimó a mi hijo rebasó muchos límites que nunca creí poder alcanzar. El odio es mal consejero, muchacho.

―¿Intenta darme un sermón?

―Me gustaría que lo tomes como una advertencia, para así evitar caer en un abismo sin retorno. Tu amigo... ¿Él está bien?

―Me gusta creer que sí.

―Dicen que mientras hay vida hay esperanzas. Ten fe.

―Fe... ―bufó, negando con la cabeza y bajó sus ojos al medallón, reluciendo entre sus dedos.

―Era de mi hijo. Un amuleto de suerte. No lo llevaba consigo cuando... cuando eso ocurrió. Tal vez no se creía con la suerte suficiente.

―¿Su hijo? ―Abrió grande los ojos―. En ese caso... no puedo aceptarlo. ―Lo acercó al señor.

―Yo quiero que lo tengas. ―Sonrió―. Para la buena suerte. O tal vez, dárselo a alguien importante, para que la suerte le acompañe.

Taehyung apretó los labios, conmovido, y también sujetó con firmeza el objeto en su puño, dando un asentimiento.

―Gracias.

―A ti, hijo. A ti. Me sentiré feliz de saber que quedará en buenas manos y... después de tantos años... creo que es momento de dejar a mi pequeño ir ―dijo, con sus ojos cristalizados.

―¡¿Taehyung?! ―exclamó Hyung-sik, corriendo hacia el aclamado.

¡Hyung! ―Se puso de pie; el policía copió su acción.

―Yo debo volver a mis labores, jóvenes. Tengan buenos días. Tengan buena vida. ―dijo, e hizo una reverencia, la cual los muchachos no tardaron en responder.

―Taehyung... ―Puso su mano sobre su hombro, todavía agitado―. Leí tu mensaje, ¿qué diablos pasó?

Hyung... Lo lamento tanto... Tú has apostado mucho por mí y mi carrera, ¡y lo he arruinado! ―lloró.

―Tae, no digas eso... Escúchame ―dijo, tomándolo por los hombros y aguardó a que su amigo lo mirase―. Si yo hubiera tenido al infeliz que asesinó a Bo-gum-ssi delante... probablemente hubiera hecho lo que tú. No eres culpable, niño... ya deja de estrujar tu pobre cerebro y de ahogar tu corazón.

Hyung... Lo quiero de vuelta... Quiero otra oportunidad.

Hyung-sik, con sus ojos empañados en agua salada, negó con la cabeza.

―Créeme, nada hubiera cambiado. No es correcto pensar de ese modo.

Sabía que no era quizá lo mejor que podría decirle a su dongsaeng en ese momento de tanta angustia, pero era lo que tenía que escuchar, y le citó entonces una frase de Pablo D'Ors: Es absurdo condenar la ignorancia del pasado desde la sabiduría del presente. Taehyung se quebró en ese momento y lloró contra su pecho, totalmente desconsolado.

―Mi pobre pequeño... Ya pasó... ya pasó ―dijo, mientras sobaba con suavidad su espalda y lo contenía entre sus brazos.

* * *

Esa misma noche, dentro de las cuatro paredes de una pequeña habitación, un hombre mayor terminaba una oración frente a un pequeño altar improvisado con unas velas y la foto de un joven sonriente en el centro.

―Tal vez te rece menos a partir de mañana, hijo mío. Pero mi amor por ti siempre será desbordante ―dijo, con sus manos juntas en plegaria y sus ojos cerrados.

Al concluir, agarró un cilicio improvisado con cerdas de cuero y comenzó a autoflagelarse, golpeando groseramente contra su propia espalda, la cual ya contaba con viejas cicatrices.

―Hoy he vuelto a pecar, hijo mío. Lo siento. Pero ¿sabes? Puedo perdonarme por las vidas que jodo, la sangre que derramo. Pero de lo que jamás me perdonaré es que vieras en lo que me he convertido en tu ausencia ―dijo, mientras lágrimas amargas surcaban sus agrietadas mejillas―. Perdón, perdón... perdón... ―sollozó, dando un latigazo por cada palabra.

»Hoy encontré a un chico muy parecido a ti, hijo mío. Estaba herido, y me nació confiarle nuestro preciado medallón. Anhelo de corazón... que pueda otorgarle más suerte que a ti, que a mí.

* * *

En los días posteriores, Taehyung aguardaba en la sala de espera junto a Nayeon, hasta que su psicóloga cruzó la puerta y llamó su nombre. El chico miró a su novia quien le sonreía con afecto, le dio un beso en la mejilla y lo animó a ingresar a la sala. Ella aguardaría por él hasta que esta, que sería la primera de lo que esperaba fueran varias sesiones, concluyera.

Una semana después, el joven ex abogado se encontraba en su despacho en el bufete. Su jefe, Choi Minho había insistido en que peleara la apelación para recobrar su licencia. Le ofreció su ayuda para que volviera a integrarse y continuar trabajando codo a codo. Asimismo, Hyung-sik también había insistido; Jimin no se quedó atrás tampoco. Pero Taehyung tenía el corazón muy lastimado como para pensar en volver sin más. Había elegido la profesión de abogado desde pequeño, para poder atrapar a las malas personas y ayudar a la gente. Era su sueño volverse un héroe como lo era su padre, quien era bombero, y era su más grande ídolo.

―La profesión de abogado es desafiante, hijo. Tendrás que ser fuerte, ¿estarás listo?

―¡Lo estaré, papá! ¡Lo prometo!

De solo recordar sus propias palabras siendo un niño, lo llenaba de pena y amargura. En su amado trabajo ahora solo quedaba sangre y malos recuerdos. Parecía que podría abrir una puerta, dar la vuelta en un corredor y Bo-gum estaría ahí, recibiéndolo con una sonrisa.

Guardó todas sus cosas en una caja y dejó su oficina después de un último vistazo para no volver jamás.

Ni siquiera tuvo que caminar a la oficina del jefe Choi, él ya lo esperaba a mitad del pasillo y lo escoltaría hasta la salida. Allí, Taehyung hizo una reverencia no solo hacia su jefe, sino también a todos sus compañeros.

―Espero que mis errores no afecten su trabajo. Gracias por la tolerancia que han tenido conmigo estos años ―dijo, y se irguió.

En ese momento su jefe comenzó a aplaudir, y de un segundo para otro todos imitaron su acción. Taehyung, al borde de las lágrimas, dio un último asentimiento y cruzó las puertas, escuchando a su espalda ese "clack", como una cerradura a una entrada a la que jamás tendría acceso de nuevo.

Afuera, tomó su celular y tecleó: «Nana, ¿puedes venir a recogerme al bufete?». Esperó unos minutos hasta que Nayeon le respondió: «Lo siento, Tae. Todavía estoy en el doctor. ¿Podrás volver por tu cuenta?». «Sí, no te preocupes», tecleó rápido. «Vuelve a salvo a casa. Te quiero». Taehyung estuvo a punto de responderle con lo mismo, pero a medio camino borró todo y suspiró. Se sentía tan desanimado que no hallaba lugar para otra cosa en su cuerpo que no fuese desazón.

―Llamaré un taxi ―Meneó la cabeza con hastío.

Pero cuando volvió a encender la pantalla de su móvil este puso una advertencia respecto a la falta de batería y sin más se apagó en su cara.

―Pues caminaré entonces... ―dijo, guardando el aparato―. ¿Qué podría salir mal?

Como si de una burla se tratase, escuchó los truenos en el cielo y cuando levantó la cabeza una gota cayó en su rostro, luego otra.

―Lluvia... fantástico. Tenías que preguntar, ¿verdad, Taehyung? ―dijo, desganado y comenzó a caminar con pies de plomo.

Casi al final de la calle, donde había un callejón, escuchó unos refunfuños, unos estornudos y unos gruñidos. Curioso, asomó la cabeza en aquel angostillo y allí, mordiendo una caja con rabia, halló un Pomerania pequeño y peludo, negro con marrón, aunque con la mugre que llevaba encima lucía desteñido. Los ojos de Taehyung se abrieron e iluminaron como los de un niño. Hipnotizado, se agachó e hizo un pequeño ruido con un gesto de su mano para invitarlo a acercarse, aunque inesperado fue el gruñido que recibió como respuesta.

―¿Pero quién podría dejar atrás a una cosita tan bonita como tú?

Tras quedarse mirándolo unos segundos, el perro volvió a refunfuñar, haciendo sonidos graciosos, pero para Taehyung resultaban adorables. Volvió a insistir y en esta ocasión se dejó acariciar.

―Tienes cara de estar molesto... seguro necesitas muchos abrazos.

La lluvia se estaba volviendo más densa, él, sus cosas, se estaban mojando. Se apresuró a acomodar bien sus pertenencias en la caja y con sumo cuidado agarró al cachorro y lo llevó contra su pecho.

―Tal vez podamos estar molestos los dos por un tiempo, ¿qué dices? ―murmuró con un semblante triste y lo acarició.

Colocó al perrito en la caja y se marchó junto con él.

* * *

―¡¿De dónde lo sacaste?! ―exclamó Nayeon ni bien vio al perrito ya aseado en los brazos de su novio.

Cuando Taehyung oyó el ruido de las llaves le pidió que cerrara los ojos y al abrirlos la sorpresa fue evidente.

―Tae... Está precioso ―dijo, sosteniéndolo en sus brazos―. ¿Dices que lo encontraste en la calle? Es difícil que se pierda un perro de este tipo así nada más.

―Creo que lo han abandonado.

―Oh, pobre bebé.

―¿Te molesta si me lo quedo?

―Para nada. ―Sonrió―. Será lindo tenerlo en la casa. ¿Has pensado un nombre ya?

El muchacho se tomó unos segundos, emitiendo un sonoro "mmm...", aunque ya tenía el nombre casi cocinado en su mente.

―Le pondré Yeontan.

―¿Yeontan?

―Sí. Míralo, parece una briqueta de carbón. ―Rio entre dientes―. Yeontan será su nombre ―dijo, tomándolo en sus brazos de nuevo.

Nayeon lo observó con el animalito, al cual le brindó una pequeña caricia y luego otra a su chico, capturando su atención de inmediato.

―¿Qué?

―Me da gusto verte sonreír otra vez. Yeontan no pudo llegar en mejor momento.

Hyung debe haberlo enviado para mí.

La muchacha le sonrió, muy emocionada por sus palabras.

―Qué bueno que lo veas así, cielo.

La pareja arrimó sus caras y juntó sus labios en un pequeño aunque apasionado beso el cual pretendían prolongar, pero unas cuantas lambidas del perro al cachete de su nuevo dueño le causaron cosquillas.

Más tarde, cuando se puso a acomodar sus cosas, un papel voló, balanceándose en el aire como una pluma, hasta tocar el piso. Al darle la vuelta vio que se trataba de la tarjeta que el personal de Gucci le había entregado. ¿Sería posible? ¿Sería correcto? Movió su mano donde sostenía el papel, absorto, hasta que se decidió y tomó su teléfono para marcar el número.

―Buenos días. Mi nombre es Kim Taehyung.

¿Qué tenía que perder?


~ B i t t e r s w e e t ~


https://youtu.be/-SKbmWEfVEY

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