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Capítulo 70: Cerrando ciclos

Luces coloridas y palpitantes dentro de la discoteca revelaban la figura femenina que expulsaba el humo del tabaco entre sus labios rojos. Sonaba de fondo You in me de KARD, y con ello, él emergió entre la multitud, como un llamado a sus deseos.

―¿Me permite esta pieza, señorita? ―le dijo, galante, tendiéndole su mano, dejando ver sus dientes.

Incluso en la penumbra del lugar, ella logró verlo claramente, y una sonrisa se dibujó en su cara. Arrojó el cigarrillo, lo pisó y avanzó, tomando su mano.

Caminaron hasta el centro de la pista y con un pequeño giro que él le dio, empezaron a bailar la canción, su canción. La espalda de ella tocó el pecho de su chico. Apegaron sus caderas, se recorrieron con las manos, y juntaron sus mejillas con una dulce caricia, cerrando sus ojos y perdiéndose en el ritmo, danzando abrazados.

―Mi amor... eres mi todo... Jimin... ―susurró, y echó su cabeza hacia atrás, moviendo sus labios y cantando la letra.

Siguieron bailando y riendo a carcajadas hasta el cansancio. Cuando su rostro encontró el pecho de su amor ella suspiró agotada.

―¿Nos vamos a la cama?

―Sí, vamos ―le dijo él con calidez, y sin esperar otra réplica de su parte la cargó en sus brazos.

Juntos, balbucearon tonterías y rieron atontados, como si estuvieran ebrios. Jimin recostó a Hana en la cama del motel donde se hospedaban, y con una mirada cómplice de ambos, él le quitó los zapatos con delicadeza. Ella, adormilada pero coqueta, jugueteó con su pie, haciéndole caricias; él sonrió gentil y con sumo cuidado lo apartó.

―¿Te quedas conmigo?

―Me quedaré hasta que te duermas... y después me iré...

Los ojos de Hana se iluminaron ante el rumor de lágrimas, mas ni un ápice de las mismas se manifestó.

―Acércate ―pidió, haciéndole un pequeño gesto con su mano.

Jimin accedió y ella acarició sus hebras rubias. Luego, colocó dos de sus dedos sobre sus labios y los llevó a los de él, ya que no podía desprenderse de esa cama; su cansancio era evidente.

―Tengo... tanto sueño de repente... ―dijo, frotándose los ojos y se acomodó de costado sobre el colchón.

―Ahora ya podrás descansar tranquila. Lo prometo. ―Acarició su cabello.

―Gracias. ―Sonrió.

Los ojos de Hana se cerraron mientras Jimin repasaba su rostro, su brazo y se detuvo en el dorso de su mano, luego se levantó de la cama y se dirigió hasta la puerta.

―Jimin... ―Lo llamó de repente, con su voz baja y sus ojos cerrados.

El chico no respondió, solo volteó hacia ella.

―Te amo... mucho.

Él sonrió muy conmovido; sus manos temblaban y sus ojos se irritaban.

―También te amé mucho.


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Fue difícil, pero forzó una sonrisa en su rostro; ella también sonrió y dio un profundo respiro, inflando su pecho y ampliando su mueca. Jimin torció el picaporte y cruzó el umbral. Al momento siguiente, sus ojos se abrieron muy despacio, sintiéndolos húmedos al poco tiempo. ¿Lágrimas? Poco recordaba de ese sueño que sabía que había tenido, pero se sintió tan aliviado y pleno. Movió vagamente sus pupilas y a su lado, bajo las sábanas, encontró el rostro de Jacqueline, lo que lo hizo sonreír muy dichoso. Apartó algunos mechones de su cabello del rostro y contempló su cuerpo desnudo, lo que las sábanas no cubrían. Se sentía muy afortunado.

―Buenos días, mi Jackie ―murmuró ronco, arrimándose a ella con una sonrisa traviesa, como un pequeño cachorro queriendo despertarla.

―Buenos días... mi Jimin ―le respondió mientras se desperezaba y extendía sus brazos para envolverlo, y besó sus labios―. Tengo mal aliento.

―Sí...

La muchacha refunfuñó y continuó desperezándose hasta que fue capaz de levantarse. Desplegó las sábanas y con gran agilidad se apresuró a ponerse encima una camiseta holgada.

―Tú también tienes mal aliento ―dijo, girándose hacia él, y le enseñó la lengua, a lo que Jimin rio.

Ya había pasado un mes desde el altercado con su padre. La salud de la muchacha era plena, aunque seguía teniendo ciertos cuidados. Y desde luego su novio estaba ahí para ella en lo que le hiciera falta.

* * *

Las luces resplandecientes que provenían de las cámaras fotográficas, capturaban su imagen favorita: la del joven modelo y presidente de la editorial Park. La conferencia de prensa estaba por dar comienzo en un día fresco, aunque soleado, motivo por el cual se dieron el lujo de hacer el encuentro mediático al aire libre.

La seguridad tenía lugar allí también, desde luego. Entre ellos, destacaba el oficial Ki-bum, portando un cabestrillo para su brazo, Mingyu y Ji-hoon, vistiendo un parche en su ojo perdido. Seguirían siendo la guardia personal del joven Park.

―Buenos días a todos, y gracias por haber venido ―dijo, he hizo una breve reverencia hacia los presentes―. Yo, Park Jimin, ante los rumores y eventos desafortunados que han ocurrido en esta, que al día de la fecha es la editorial de mi pertenencia, vengo ante ustedes para responder y aclarar unas cuantas cuestiones.

―¿Es cierto que su padre era un contrabandista? ―preguntó una reportera de repente, luego de alzar la mano.

―Dije que responderé a sus cuestiones, no a las preguntas maliciosas que quieran hacerme. Gracias. ―Sonrió tan falsamente que se veía dulce.

Taemin y Kai, quienes por supuesto no dejarían de estar presentes, contuvieron una sonrisa. Había cosas que jamás cambiarían y una de ellas era el ingenio sutil y agridulce del presidente Park para responder a cualquier ataque verbal, sea de la procedencia que sea.

―Como estaba diciendo, antes de ser interrumpido por la dama, esclareceré lo necesario, seré directo y conciso, y luego podrán aplaudirme, o defenestrarme tanto como quieran, porque francamente... ―Paseó la mirada de un extremo a otro―, ya no me importa.

»Es cierto. Mi padre lideraba una red de trata de personas ―declaró, y los murmullos y caras de susto no se hicieron esperar.

Jimin levantó los hombros al suspirar y prosiguió:

―Lo hizo bajo las blancas paredes de la editorial Park. Muchos han sufrido, incluidas personas que he conocido, y también... yo mismo. ―Levantó la vista al público―. Hemos estado a merced de seres perversos, sin escrúpulos...

Los suspiros y murmuraciones aumentaron su volumen. El joven bajó un momento la mirada hacia sus notas y apretó los labios, tratando de resistir, pues se estaba desmoronando por dentro. Platicó respecto a las actividades ilícitas de su padre; mencionó a unos posibles involucrados y locaciones. Los atentados orquestados por el ex empleado Lee Dong-min y las medidas legales que fueron tomadas contra él, su también ex amigo.

Se atrevió incluso a mencionar a Rain; ya era tiempo de que las personas dejaran de vivir en ignorancia, de que las autoridades continuaran escondiendo que no podían con él con tanta facilidad, y de que sus fechorías salieran a la luz.

―Sé que quizá no soy merecedor de confianza, pero sostengo firmemente... ―Su voz tembló un poco―, que no asumiré culpa o responsabilidad por las acciones de mi padre, y que quede claro que no he sido cómplice jamás, sino otra potencial víctima.

»Sé que muchos han perdido a personas que aman... ―Las lágrimas escurrían por el puente de su nariz al estar inclinado, con sus ojos irritados fijos en los papeles que sostenía entre sus manos temblorosas―, gente con sueños y anhelos. ―Esnifó―. En nombre de mi apellido, en ares de, y por la memoria de mi madre, otra pobre inocente que no sabía nada, y quien además trabajó duro para que no nos falte nada, ofrezco mis más profundas y sinceras disculpas ―dijo, y limpió las lágrimas de su rostro tan rápido como pudo.

»No espero ser perdonado, tampoco comprendido. No tienen por qué, somos extraños después de todo. Lo único que me importa es que la verdad sea dicha, y que mi pena se haga un poco más pequeña. Sin más que añadir concluyo pidiéndoles, rogándoles, a ustedes, padres, hermanos, tutores, cuiden de sus niños y no dejen que la porquería del mundo los lastime o los enferme, porque hay cosas que no se pueden recuperar jamás. Muchas gracias a todos.

Jimin hizo una reverencia y lo siguiente que escuchó fue un "clap" que siguió a otro hasta que un holeada de aplausos resonó por todo el espacio, dejándolo atónito; no se lo esperaba. Había personas conmovidas, asintiendo y otras llorando. Probablemente estaba presente uno o varios familiares de alguna víctima, o tal vez a alguien le había ocurrido algo similar. ¿Por qué la gente guarda por tanto tiempo su dolor? Él era uno de ellos y no tenía respuesta a esa interrogante.

Pese a la calurosa aceptación de su discurso, Jimin no sintió una pizca de grandeza sino hasta que se dio la vuelta donde estaban sus amigos y su amor. Unió su frente con la de Jacqueline y, con sus rostros humectados por las lágrimas, compartieron un pequeño beso, uno con el que mutuamente se decían: aquí estoy, no estás solo, somos un equipo, estamos juntos en esto.

Esa misma tarde, Jimin y Jacqueline acudieron a ese gran local donde con anterioridad fueron a degustar esos deliciosos pasteles que a ella tanto le encantaban; el mismo lugar al que se prometieron volver. Encargaron una porción de su favorito, lo envolvieron y se fueron al parque, aquel donde meses atrás se habían recostado a apreciar el cielo. Ahora el clima estaba más fresco, pero eso no les impidió recostarse sobre la hierba, tal y como lo hicieron en esa ocasión, solo que esta vez se permitieron ser más cercanos: ella reposó su cabeza sobre su abdomen, formando una "T", y observaron las nubes viajar con prisa.

―Estaba pensando que tal vez podría teñirme el cabello ―habló Jimin de repente, mientras acariciaba el pelo de su chica.

―Suena bien, ¿qué color quieres? ―Movió la cabeza y dirigió la vista hacia él.

―¿Cuál te gustaría?

―Pero es tu cabello, debe ser un color que a ti te guste.

―¿Y si elijo rosa?

―Te quedará bien.

―¿Y si elijo verde flúor?

Jacqueline rio.

―Incluso si te pones un arcoíris en la cabeza te quedará bien, porque tú eres hermoso.

Ni bien terminó de decir aquello abrió sus ojos de par en par y su corazón se aceleró.

―¿Dije eso en voz alta?

―Lo hiciste ―dijo, ensanchando una sonrisa―. ¿Te molesta?

―Es que... no quiero hacerte sentir incómodo...

―Jackie... ―Levantó el torso del césped y ella lo siguió sentándose―, tu jamás me haces sentir incómodo. Puedes agasajarme, no me importa. ―Apartó un mechón de cabello de su rostro―. También puedes decirme cochinadas.

―¿Cómo? ―Se sonrojó.

Jimin comenzó a reír, ¿qué podría ser más encantador que verla intentarlo y fallar en el proceso? Sí, le gustaba molestarla.

―Vayamos a que te tiñas el cabello.

―¿Cómo? ¿Ahora?

―¡Sí! ―dijo, poniéndose de pie y extendiendo su brazo hacia él.

Jimin tomó su mano y se levantó, entonces emprendieron rumbo y acudieron a un salón al que el chico solía frecuentar siempre que decidía hacerse algo en su pelo. Jacqueline aguardó por él al otro lado de la puerta, pues acordaron que sería sorpresa. Cuando estaba empezando a impacientarse Jimin cruzó el umbral, y los ojos de ambos se encontraron.

―¿Cómo me veo? ―preguntó, pasándose una mano por su ahora azulado cabello.

Jacqueline sonrió y se acercó a apartar unas diminutas hebras de su frente.

―Te ves hermoso como siempre ―dijo, y se puso de puntillas para llegar a besar sus labios.

Sin deshacer esa unión, Jimin rodeó su cintura, la alzó y dio un giro, entonces abandonó sus labios para abrazarla y caminar así junto con ella.

* * *

Más tarde, Jimin se encontraba en el baño, afeitándose con sumo cuidado. Había acordado salir con sus amigos y quería estar presentable, como a él tanto solía gustarle. Después de enjuagarse, descubrió sus ojos bajo la toalla, encontrándose con el rostro sonriente de Jacqueline detrás de él, cosa que le dio un susto terrible.

―¡Lo siento! No pretendía asustarte. ―Posó su mano sobre su hombro―. ¿Estás bien?

―Sí... cielos... ―dijo, riendo por lo bajo.

―Perdón ―dijo apenada.

Él respondió sonriente, la tomó por el mentón y le dio un beso.

―Está bien ―le susurró sobre sus labios, luego se giró de cara al espejo―. ¿Planes para esta noche?

―Dubu vendrá a cenar.

―¿Y cocinará ella? ―preguntó, mientras masajeaba su rostro con una crema humectante―. Digo, para tener el número de los bomberos a mano en caso de que quemes algo.

Jacqueline inspiró por la nariz con fuerza, a la vez que apretó los párpados y frunció los labios.

―Sé lo que intentas, Park Jimin. ―Movió su dedo.

―¿Lo sabes? ―la testeó, mirándola con una ceja enarcada y una sonrisa traviesa a través del espejo, viéndola asentir con sus ojos cerrados.

Jimin meneó la cabeza y comenzó a buscar en el estante y los compartimentos del espejo.

―Oye, ¿has visto el bálsamo para los labios?

―¿Te refieres a este bálsamo? ―dijo, sacándolo del bolsillo de sus shorts.

El aludido se giró hacia ella, conteniendo una sonrisa.

―¿Lo quieres? ―dijo, embadurnando sus labios―. Puedes venir a tomarlo ―agregó, guardándolo de nuevo en su bolsillo.

El chico aceptó el desafío y avanzó hacia ella hasta que su espalda dio contra la pared del baño. Posó sus manos a la altura de su cabeza y rozó sus labios con los propios.

―¿Y desde cuándo tú eres tan osada?

―¿No te dije? Tengo un buen instructor.

―¿Y es tan lindo como tú?

―Mucho, sí.

―Me voy a poner celoso.

―Ser celoso te hace ver menos lindo, y tú eres muy lindo. Además... Sabes que solo soy de ti.

Y Jimin bajó la cabeza, rendido ante su dulzura.

―Tomaré ese bálsamo, sí ―dijo, y besó sus labios.

Al separarse se relamió y fue por otro beso, más apasionado y profundo. Con cuidado, disfrutando de cada segundo de la unión de sus suaves pieles. Recorrió su espalda baja hasta su nalga, apretó con fuerza y apegó su pelvis contra la suya, aunque en ello, la toalla que llevaba sujeta en la cintura cayó al piso.

―Ups...

―Te ves bien.

* * *

―Gracias por la cena, Jung-kook-ssi. Me divertí mucho ―dijo Jeong-yeon, con sus manos juntas sobre su pelvis, sosteniendo unas flores que el chico le había dado.

―El karaoke pudo haber estado mejor. Pero contigo fue suficiente.

Ante su comentario la muchacha se ruborizó, mientras que él sonrió enternecido, aunque dicho mohín se esfumó al notar los ojos saltones de Jun Mi-suk a distancia, que le gritaban, junto a sus gesticulaciones, que la besara de una buena vez.

―Oye... ―dijeron los dos jovencitos al mismo tiempo.

―Tú primero ―cedió Jung-kook.

―Quisiera que nos viéramos más seguido. Tal vez en un lugar más privado. ―propuso, mordiéndose un poco el labio bajo. Él sonrió de lado.

―Me encantaría.

―Vamos Jung-kookie, ¿qué esperas? ―murmuró Mi-suk entre dientes, bajando un poco sus anteojos de sol y observando con reserva.

―Bueno... Será una cita entonces ―continuó Jeong-yeon―. Te hablo mañana para concretarlo mejor.

―De acuerdo.

Pero justo antes de exhalar las primeras letras de un "adiós", Jung-kook le pidió que aguardara, acallándola al instante. Amagó a tomar su mano; ella lo miró sorprendida. Él pasó saliva; le sudaban las manos, pero sentía... tanta euforia en su interior ahí mismo. Decidió que sería ahora o nunca, así que se inclinó frente a ella y con un toque dulce unió sus labios en un beso, de esos a los que Mi-suk llamaba "piquitos de pajarito". Pero al ver la sonrisa en su chica, su júbilo acrecentó. La tomó por la cintura, juntando sus cuerpos, y conectó sus bocas de nuevo en un beso más apasionado. Ella no se quedó atrás para nada, y rodeó su cuello con sus brazos respondiendo con alegría al acto.

Mi-suk cerró sus ojos y sonrió. «Bien hecho, Jung-kookie», susurró. Aunque se vio interrumpida por un balbuceó bajo y un pequeño aplauso. Al virar la cabeza, un muchacho de cabello castaño oscuro le devolvió la mirada.

―No me digas que eres amigo de Jung-kookie.

―¿Lo eres tú también? ―indagó curioso.

―Algo así. ―Torció un poco la cabeza, con una sonrisa ladina.

―WWH, world wide handsome, Kim Seok-jin ―se presentó simpático, tendiéndole su mano.

―Mi-suk, solo Mi-suk. ―La estrechó, conteniendo una sonrisa.

―Lo siento, ¿fue demasiado? ―Rio por lo bajo.

―No, a decir verdad, me gustó mucho ―dijo entre risas―. Y sí, tu cara es muy bonita. ―Asintió. El muchacho rio apenado.

»¿Tienes a alguien que te guste, Kim?

―Tenía, pero no resultó ―dijo, con algo de desilusión, después de un suspiro.

―En ese caso, ¿estarías dispuesto a acostarte conmigo?

―¿Ahora mismo? ―Alzó las cejas, sorprendido por la ausencia de filtros en su "propuesta".

―¿Tienes algo mejor que hacer?

―La verdad no.

―Hay unos cuartos de hotel muy lindos a unas calles de aquí. ¿Lo pagamos a medias?

―Hecho ―dijo, y le cedió su brazo el cual ella entrelazó con el propio.

Camino a su destino, platicarían largo y tendido para conocerse un poco mejor.

* * *

Unos días después, Jimin estaba presente en la editorial. Todos los trabajadores, asombrados, lo saludaron con mucho respeto y calidez; él respondió del mismo modo.

Cargaba una carpeta bajo el brazo y los dedos de la otra mano entrelazados con los de su novia, quien escondía apenada su rostro, no por pasearse de la mano con su pareja, sino por los murmullos que alcanzaba a escuchar, pero bastó con una mirada tajante por parte de Jimin para que les quitaran esos ojos prejuiciosos de encima.

Jacqueline tomó su lugar detrás del escritorio en la recepción y Jimin, irónicamente, tocó a la puerta de su propia oficina. A los segundos Jackson Wang le cedió el paso, y al ver que se trataba del presidente Park se puso de pie de inmediato, y con una gran sonrisa se aproximó a recibirlo con un fuerte apretón de manos. Los dos hombres intercambiaron un par de palabras. Wang asintió convencido de cada cosa que el presidente le había dicho y cerraron lo hablado con otro estrechamiento de manos.

Poco después, al otro lado del mismo piso, el presidente tocó la puerta de otra oficina.

―Adelante ―dijo Taemin, sin perder de vista los papeles que estaba firmando.

Al alzar la vista para ver quién lo interrumpía tan repentinamente, cambió por completo su semblante.

―¿Jimin? ―Dejó el bolígrafo―. ¿Qué haces aquí? ¿Cuándo llegaste? ―Se puso de pie.

―A primera hora, con Jacqueline.

―Ya veo. Hacen una linda pareja.

―Gracias.

―Bueno, y... ¿Qué te trae a mi oficina?

―Quería verte... para ofrecerte disculpas.

―¿Disculpas?

―Sí. Por mi injusto trato hacia ti por... todos estos años...

―¿Quién eres, Jimin? ¿Teresa de Calcuta?

Ante esa frase los dos sonrieron con complicidad. Jimin se acercó y ambos estrecharon sus manos, como si se reencontraran después de un largo tiempo, y es que podría interpretarse así realmente.

―No me digas que has venido hasta aquí solo para decirme esto.

―No, de hecho... Quiero discutir algo verdaderamente importante para el futuro de esta editorial y... espero que aceptes mi propuesta. ―Se encogió de hombros. Ambos volvieron a sonreírse.

―¿De qué se trata? ―preguntó, llevándose las manos a los bolsillos.

El muchacho posó y desplegó la carpeta que aún llevaba consigo sobre el escritorio.

―¿Qué es eso?

―Es un recuento del rendimiento de la editorial, desde el inicio de este año hasta la fecha. Los más antiguos están archivados en el edificio. Solo yo tengo la llave y... ―dijo, abriendo el saco de su traje y del bolsillo interno sacó una pequeña llave con una fina cadena―, la dejaré aquí ―agregó, poniendo el objeto sobre la carpeta.

―Jimin... ―Lo miró anonadado.

―Te cedo la presidencia de la editorial.

―¡¿Qué?! Pero... ―balbuceó, estupefacto.

―Es lo que siempre quisiste, ¿o no? La presidencia es tuya.

―Pe-pe-pero... Jimin, tú...

―Ya entendí... que este no es mi lugar. Que algo se te dé bien no quiere decir que te haga feliz o que dediques tu vida a ello... ―Negó cabizbajo―. ¿Aceptas? ―Lo miró a los ojos.

―A-acepto... yo... Okey.

―Sé que lo dejaré todo en buenas manos. ―Sonrió―. Ya le mencioné esto a Jackson; nos ayudará a agilizar el papeleo, ¿bien?

―Bi-bien ―dijo, todavía sin terminar de procesar la breve charla.

Jimin se dispuso a marcharse sin más, sin embargo, se detuvo a medio camino.

―Oh, casi lo olvido... ―Volvió sus pasos―. Felicidades. ―Le tendió su mano.

Con los ojos empañados, conmovido no por el repentino "obsequio", sino por esa confianza y calidez que creyó que jamás volvería a obtener de aquel, su viejo amigo, observó su mano y luego subió sus ojos hacia él.

―Vamos, Mushroom, no irás a ponerte sentimental ahora, ¿o sí?

Taemin tenía sus ojos vidriosos, inspiró profundo y se limpió las lágrimas antes de que se le escaparan.

―¿Me permites mostrarte algo?

―Claro ―respondió, luego de un breve silencio.

El joven abrió uno de los cajones de su escritorio, apartó unos cuantos papeles y extrajo otro de más grosor. Se acercó a Jimin, aun conteniendo las lágrimas, y le mostró una fotografía tomada en la academia de baile a la que solían ir juntos. En ella, Taemin estaba junto a él y un par de chicos más que formaban parte del grupo. Con solo contemplarla por un momento, Jimin meneó la cabeza, juntó las cejas y apretó los labios para evitar que la sensación del llanto lo abrumara. Recordaba esa fotografía, recordaba que eran pequeños, sonrientes y alegres, con ojos llenos de fulgor y esperanza.

―¿Guardaste esto... todo este tiempo? ―suspiró con la voz apenas perceptible, con sus ojos enrojecidos y plagados de lágrimas. Taemin asintió.

―Es mi tesoro. La llevo siempre conmigo ―dijo, y con su dedo señaló a uno de los chicos―. Cuando dejamos de hablarnos, él fue un gran apoyo para mí, pero... después de unos años él... tomó su propia vida...

Jimin sintió una fuerte punzada en el pecho en ese momento, y la primera lágrima surcó su mejilla.

―Y solo... pude preguntarme a mí mismo... ¿Dónde estaba yo? ¿Por qué no vi su sufrimiento? ¿Por qué... lo escondería de mí? Si somos amigos. ―Limpió sus lágrimas―. Jimin, si yo alguna vez...

El referido no le permitió continuar, solo movió su cabeza en negación y le devolvió la fotografía.

―No hiciste nada malo... ―Posó su mano sobre su hombro―, hyung.

―¿Crees que...? ¿Puedo abrazarte?

Su interrogante fue respondida en la brevedad por un acto: Jimin lo estrechó a él en sus brazos.

―Lamento mucho todo lo que te pasó. Lamento no haber estado ahí ―dijo Taemin, golpeando con su puño con suavidad contra su espalda.

»Jimin, todavía seguimos siendo amigos, ¿verdad?

―Por supuesto que sí. Por supuesto. ―Le dio unas suaves palmadas a su espalda.

Con un profundo suspiro los dos se separaron. Al ver el rostro enrojecido y lloroso del otro se sonrieron y las apartaron.

―Oye... ―esnifó Taemin―. ¿Al menos seguirás siendo el modelo de la editorial?

―No... Quiero alejarme de las cámaras, al menos por ahora.

―Lo entiendo. ―Asintió―. ¿Taehyung querrá? Gustó mucho en opiniones populares.

―¿Tae-Tae? ―Alzó las cejas, sorprendido.

―Sí, la crítica fue favorable, no solo en Gucci.

Jimin sonrió, realmente gustoso de saber esas noticias. Pero luego vio a Taehyung en su cabeza, sentado en el suelo, con las manos en la cabeza y sollozando. Habían pasado muchas cosas y debería tomarlo con calma.

―Tal vez más adelante pueda hablar con él. Pero no prometo nada.

―Te lo agradezco. ―Dio un asentimiento―. Si vamos a dar una nueva imagen a la editorial y tú ya no quieres ser la cara... pues... Deberíamos buscar algo opuesto a ti. Algo que sea frío e indiferente.

El todavía presidente subió una de las comisuras de su boca y paseó sus pupilas de un lado a otro hasta que a su mente llegó una idea, entonces separó palmariamente los párpados.

―Taemin, tengo a la persona perfecta.

Declarado aquello, los dos amigos se dieron el adiós con un abrazo. Se despidió de su novia en la recepción y bajó directo al estacionamiento. Seguía teniendo a sus policías de confianza para que circularan en su entorno, aunque la sensación de temor había disminuido considerablemente.

Una vez dentro del auto, Jimin se dirigió al apartamento de Nayeon, que era ocupado por Ho-seok, su novia y Min Yoon-gi. Se sirvieron algo para beber y se sentaron a platicar.

―Déjame ver si entiendo bien, ¿quieres que me peinen, me maquillen y me vistan para modelar para tu cochina revista? ―habló Min, con su característico rostro inexpresivo.

―Básicamente.

―Ni hablar.

―Vamos, Yoon-gi. ¿Por qué no?

―Po-porque... Porque no y ya.

―Yoon-gi-ssi, si lo haces te pagarán ―dijo Hyerin.

―¿Me pagarán? ―Miró a Jimin.

―¡Claro! ―acentuó el susodicho, con lo que pretendía ser euforia, pero se inclinaba más hacia el hastío―. Y muy bien, de hecho.

―Hubieras empezado por ahí... Oye, no voy a tener que desnudarme, ¿verdad?

―En absoluto. Y estaré contigo todo el tiempo.

―Me siento más seguro ―dijo con claro sarcasmo.

―Si Suga acepta entonces yo estaré presente en su primer día también. ¿Se puede, Jimin? ―preguntó Ho-seok, poniendo su mano sobre la espalda de su amigo y frotando con suavidad.

―Desde luego.

Con ese gesto, el muchacho juntó de inmediato sus manos entre sus piernas y tensó los músculos.

―Yoon-gi, ¿estás bien? Tu rostro se puso un poco rojo ―indagó Hyerin.

―N-no es nada... Ignórenme.

―Jimin, ¿de verdad vas a dejar tu trabajo? ―preguntó Ho-seok.

―Sí. Me tomaré un descanso de... de muchas cosas ―dijo, con una expresión de cansancio.

―Si es tu decisión te apoyaremos. No quiero que dejes de acudir a nosotros si necesitas algo.

―Así será... J-Hope-hyung. ―Le sonrió.

* * *

Nubes grises en el cielo, un traje azul oscuro, lentes negros y un ramillete considerablemente grande, con diferentes flores.

Jimin vestía el traje, pero no para ir a la editorial como cualquiera esperaría. Se encontraba en el cementerio, en compañía de sus amigos, aunque estos se quedaron colina abajo para darle un momento de soledad con su familia. Una vez frente a la tumba de su madre y su hermano, se quitó los anteojos, colgándolos en el bolsillo de su saco, se inclinó y comenzó a separar con cuidado las flores hasta quedar satisfecho.

―Gracias a los dos... de verdad gracias.

Levantó la mirada y allí, atrás, solitaria, vio la tumba de su padre. Ojeó la flor que quedaba en su mano y volvió a mirar la lápida. Se enderezó y caminó hasta ella, se puso en cuclillas y dejó esa flor sobre la piedra.

―Te odié tanto, papá. Tanto... ¿De verdad quisiste salvarme ese día? Maldito cobarde de mierda.

»Dejaré el rencor atrás y me permitiré avanzar, para ser alguien mejor. Y para no ser en absoluto... alguien como tú ―dijo, y se irguió―. Tal vez volvamos a encontrarnos algún día. Tal vez podamos ser buenos amigos, ¿quién sabe?

Jimin se dio la vuelta y allí vio a Jacqueline. Le hizo un gesto con la cabeza para que se acercara, cosa que hizo regalándole una sonrisa, esa que iluminaba sus días más nublados, como el de hoy. Extendió su brazo; ella se arrimó y él tomó su mano, besando su dorso, luego se quedaron abrazados frente a las lápidas.

―¿Estás bien? ―preguntó ella.

―No. ―Negó con la cabeza―. Pero estaré mejor.

Al escuchar esa réplica ella le sonrió. Él se inclinó a besar sus labios, y tomados de la mano se alejaron hasta encontrarse con los demás.

―Tu azul está desteñido ―le dijo su mejor amigo, pasando su mano por sus hebras―, ¿volverás a teñirlo? ¿O tal vez vuelvas al rubio?

―Por mucho tiempo teñí mi cabello de rubio, porque mi madre lo llevaba así. Cuando me miraba al espejo, me sentía reconfortado al verme a mí mismo... Qué se yo... Tal vez sea momento de dejar ir eso también.

Taehyung asintió. Se sentía feliz por el buen progreso que estaba teniendo su amigo.

―Oye, ¿Y dónde está J-Hope?

―Fue a visitar a sus padres ―dijo Yoon-gi.

―Ya veo. Parece que todos tenemos cosas por decir.

Allí, en una lejanía considerable, estaba el muchacho en cuestión, acompañado por su adorada Hyerin. Ambos ya vestían su anular con una brillante alianza dorada.

―Hey mamá... ahora puedes confiar en tu hijo, puedes sonreír... ―susurró y dejó las flores, sintiendo una paz absoluta.

Sacudió sus manos, conmovido casi hasta las lágrimas, mientras se enderezaba. Al darse la vuelta su novia lo miraba muy enternecida.

―¿Qué? ―Sonrió de lado.

―Que eres muy lindo. ―Expresó alegría facial―. Soy muy afortunada.

―Somos ―dijo, parándose delante de ella, tomó su rostro entre sus manos y besó con fervor sus labios.

La pareja se reincorporó con sus amigos en la senda empedrada del extenso panteón. Ahora eran Jimin y Nayeon quienes estaban ausentes.

―Están por allá ―Señaló Jung-kook―. Creo que dijo que tenía que mostrarle algo.

―Yo ya sé lo que es, así que no habrá problema si voy...

En cuanto intentó avanzar todos lo retuvieron. Tenía que dejar de ser tan celoso, aunque Taehyung solo se divertía molestándolos a todos.

―¿Ya puedo abrir los ojos? ―preguntó Nayeon, con los párpados apretados y siendo guiada por las manos de Jimin.

―Aún no, solo un poco más.

―No me estarás llevando a un pozo para empujarme, ¿verdad? ―bromeó. Estaba nerviosa.

―No, hoy no. ―Le siguió el juego―. Muy bien... ―Detuvo el paso―. Puedes abrirlos.

La chica así lo hizo y ahogó un suspiro de inmediato, llevándose las manos a la boca y llenando sus ojos de lágrimas. Frente a ella había una lápida, un pequeño monumento que llevaba el nombre de Hana.

―Jimin, tú...

―Ahora podrás tener un lugar donde visitarla. Puedes dejarle lo que gustes, la zona está custodiada todo el tiempo, no lo robarán.

―Y-yo... No sé qué decir, esto...

―No digas nada, tonta... Se la primera en dejarle flores, o lo que tú quieras.

La muchacha arrastró las manos por sus mejillas hasta llegar a su cuello. Allí tanteó el colgante que le pertenecía a su hermana, el último regalo de Jimin, todo lo que había quedado de ella. Se apresuró a desprenderlo y se inclinó a posarlo sobre la lápida, repasándola con su mano como una caricia. Jimin se agachó a su lado y le enseñó una flor que había guardado hasta ahora, la dejó al pie de la tumba y los dos se enderezaron a la vez. Nayeon no podía contener su emoción plasmada en agua salada.

―Jimin... Siento que eres el amigo que no pedí... pero que necesitaba desesperadamente, y ni siquiera lo sabía ―dijo, con sus ojos cristalizados y sus labios temblorosos―. Espero no volver a decepcionarte.

―Ven aquí ―le dijo él, y se arrimó a abrazarla.

Los dos se estrecharon con fuerza y se contuvieron el uno al otro. Los rencores habían quedado en el olvido. Las cadenas que los ataban al pasado se habían roto por fin, dejándolos libres.

Una brisa cálida sopló de repente, dándole vuelo a miles de hojas. Nayeon sostuvo la falda de su vestido y su cabello.

―¿Crees que ella nos escuche?

―No lo sé. Pero sería lindo que todos sepamos que estamos bien.

―No creo estar lista para decirle adiós.

―No se trata de decir adiós, sino de recordarla de la mejor manera. Tal vez ella ya no vive con nosotros, pero siempre lo hará en nosotros.

Sus palabras la reconfortaron. Se limpió las lágrimas y se arrimó a abrazarlo de nuevo. Estaba feliz, estaba en paz.

―Gracias, Jimin.

―Para eso estamos los amigos. ―Frotó su espalda con suavidad―. Oye, seremos cuñados igualmente, así que supongo que no podremos librarnos del otro.

―Supongo que no ―dijo entre risas.

Al retornar y reunirse con los demás, todos estuvieron listos para marchar. Taehyung no tardó en notar la ausencia del colgante en el cuello de su novia, por lo que la detuvo un instante.

―Se lo dejé a Hana. Es a ella a quien le pertenece después de todo.

―¿Estás segura?

―No del todo... No sé si pueda dejarla ir algún día, pero... al menos podré... desprenderme poco a poco.

Taehyung alzó una de las comisuras de su boca y asintió.

―Tengo algo nuevo para que lleves puesto.

―¿De qué se trata?

El chico se quitó el medallón que le había obsequiado un oficial carcelero, en una desafortunada visita al reclusorio que había hecho recientemente, y se lo entregó a ella.

―¿Puedo?

―Claro ―exclamó con entusiasmo.

Taehyung se situó detrás de ella, quien corrió su cabello, entonces él prendió el colgante.

―¿Te gusta? ―deslizó los dedos por sus hombros.

―Es precioso ―dijo, tanteando el medallón―. ¿Tiene algún tipo de significado?

―Es un amuleto de la suerte. Te protegerá, y será por siempre tuyo.

―Sin lugar a dudas he tenido mucha suerte... de que llegues a mi vida, Kim Taehyung ―dijo, acariciando su rostro y luego besó sus labios.

El referido respondió y luego le dio un giro a su cuerpo para poder abrazarla por la espalda. Depositó un beso en su mejilla y otro en su cuello, y así avanzaron, apegados y dando pasos torpes.


~ B i t t e r s w e e t ~


https://youtu.be/spWH2q3iXBg

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¡Hola! Espero que estén muy bien. Primero que nada agradecerles por haberme acompañado hasta este punto en la historia después de tanto sufrimiento, gracias infinitas, de verdad ♥. El final está cerca y espero poder traer lo que falta todo del tirón para la semana próxima, ya que mis horarios en el trabajo vuelven a cambiar, aunque la actualización seguro deba hacerla más temprano. Así que estén atentos, por favor.

Esta canción del final me parece sencillmente hermosa, melodía y letra, sobre todo una parte donde dice "El tiempo ha llegado, seamos valientes". Se necesita mucha fuerza para poder despedir a alguien de tu vida, y creo que lo expresa muy bien. Sentí muchas emociones cuando escribí esto en su momento, y hoy me veo otra vez en la misma situación: tratar de hallar aceptación y resignación a mi presente.

Gracias de nuevo a todos y nos veremos en la próxima actualización. 

¡Cuídense mucho! n-n ♥

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