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Capítulo 64: Roto

Este capítulo describe escenas de abuso explícito, algunas descripciones pueden ser perturbadoras para algunos lectores, se ruega prudencia y discreción.


Lo siento, lo siento, lo siento... no importa qué haga, el daño ya está hecho. Lo intento, lo intento, pero la sangre no se va. Escurre y me alcanza. Ya no tengo dónde huir, estoy acorralado. El espeso escarlata me tiñe la piel, el agua la quita pero el dolor sigue ahí, sigo viendo rojo allí, nunca se irá de mí.

* * *

Las rodillas tocando el suelo, manos amarradas detrás de la espalda curvada y la cabeza hacia delante, a gachas, con el filo de las oz pertenecientes a los ejecutores situados a cada lado, acariciando su garganta. El condenado dejaba oír su llanto lastimero, cubierto por sus cabellos marrones sobre la cara. Las lágrimas recorrían la circunferencia de su fisionomía y hallaban fin en forma de gotas que mojaban la superficie.

―Kim Taehyung, ¿cómo se declara? ―Una voz gutural y rasposa resonó por toda la extensión de aquel estrado circular.

―Cu-culpable... ―suspiró entre sollozos, rendido a su destino.

―No... ―La voz de Park Bo-gum lo hizo alzar la cabeza. Su rostro se veía pálido y ojeroso, sus labios no tenían pigmento alguno y de sus ojos enrojecidos caían lágrimas―. ¿Por qué, Tae? ―lloraba.

―Bo-gum-ssi... ―susurró, mirándolo con sufrimiento.

―Kim Taehyung... ―habló el juez a lo alto del estrado, captando de inmediato la atención del aparente convicto.

Su cabello y traje al rojo vivo eran lo que más resaltaba en aquel lúgubre, apagado y descolorido lugar. A través del agua salada acumulada en sus cuencas, Taehyung lo miró intimidado. Era su rostro, era su voz, pero ese no era él.

―El veredicto es culpable... Kim Taehyung ―dijo, con una sonrisa maliciosa.

El reo apretó los puños y gruñó de impotencia. El martillo hizo eco por todo el lugar en conjunto con la risa diabólica del juez vestido de rojo. Los gritos de súplica de su amigo muerto al unísono con los propios implorando clemencia calaron profundo en su psiquis, hasta que de repente... todo se apagó. Taehyung despertó otra vez en medio de la oscuridad, empapado en sudor y se levantó de un sobresalto del colchón. Noche tras noche, las pesadillas con Bo-gum como protagonista lo mortificaban. No hallaba paz. Y lloraba, hasta sentir que se quedaba seco.

―Ya, Tae... intenta dormir de nuevo, ¿sí? Debes descansar ―le decía Nayeon, tratando de reconfortarlo.

Frotaba con suavidad su espalda y abrazaba su cintura; él sujetaba su mano con fuerza, con miedo y, aún con las lágrimas plagando sus ojos, juntaba los párpados para intentar llevar a cabo la tarea.

* * *

El día del asesinato, Dong-min había entrado al motel donde se estaba alojando. Tomó su bolso y empezó a empacar las pocas pertenencias que cargaba consigo. Tenía que moverse y rápido.

Se dirigió a paso acelerado al baño y se echó agua helada encima, limpiando cuidadosamente la sangre de su rostro y manos, luego apoyó con arrebato las manos sobre la cerámica, hiperventilando.

―¡Maldición, Bo-gum-hyung! ―exclamó con rabia, apretando los dientes y dando un golpe al lavamanos.

Con esa misma ira y desacato que lo corroía, se quitó la ropa manchada de sangre de quien alguna vez llamó amigo y abrió la ducha para limpiar su cuerpo, más sus pecados no serían expiados.

Lo hizo todo en cámara rápida, respirando de manera irregular y también llorando bajo la lluvia, sin comprender del todo el porqué, pero lo hacía con auténtico padecimiento. Al terminar de vestirse, tomó la toalla y se secó el cabello frente al gran espejo que se hallaba a unos metros de la cama. Apartó la tela afelpada y fijó su atención en el negro de sus ojos que le devolvían la mirada.

―Ya está. ―Estampó la toalla sobre el mueble―. Era... un sacrificio necesario, ¿verdad? Ya hice fuerte a Jimin, Taehyung será fuerte también ahora... ―susurró con su labia acelerada, trastornado―. Ya está... ya está...

―¿Así que pretendes "educar la valentía de tus amiguitos", Dong-min? ―Una voz opaca y carrasposa le habló de repente.

El chico infló el pecho, pero todo el aire se quedó a medio camino, atrapado en su garganta, y sus ojos perdieron los párpados cuando, a través del espejo, vislumbró la figura imponente de un hombre mayor. Su cabello entrecano y su traje pulcro resaltaban, y estaba sentado en el sillón individual en un rincón.

―A-a-buelo... ―balbuceó, estático, con sus ojos en el espejo, y empezó a temblar―. T-tú n-no puedes estar aquí... ¡porque yo te maté! ―Dio un golpe contra el mueble, furioso.

En efecto, el hombre tenía la marca de una entrada de bala justo en la frente, su piel se apreciaba cadavérica, y los surcos de sus ojos ennegrecidos.

―Lo sé, muchacho... Lo sé ―dijo, y sangre comenzó a escaparse por el pequeño orificio―. Pero aquí sigo, porque tú no pareces querer soltarme.

―¿Soltarte? ¡No te quiero aquí ni en fotografía! ¡¡Largo!! ¡¡Vete al infierno!!

El sujeto chasqueó la lengua a la vez que, con un deje de molestia, deslizó sus manos en los apoya brazos del sitial y se levantó. En cuanto conectó su frívola mirada con el muchacho, quien todavía lo contemplaba por medio del espejo, en un segundo se trasladó a su espalda y también lo observó a través del cristal.

―Me parece que yo no te he educado tan bien como creía... ―Se encorvó hasta que sus labios estuvieron a la altura de la oreja del chico―, porque sigues temiéndome... ―masculló, erizándole la piel.

La mirada de Dong-min destilaba el más puro de los odios, mas sus cuencas desbordaban en lágrimas, producto de ese mismo rencor.

―No... te atrevas... ―murmuró, tratando de controlar su estremecimiento.

El hombre sonrió con burla, dejando ver sus dientes manchados por el abuso del tabaco. Agarró al chico por el cabello, lo arrastró hasta la cama y arrojó su cuerpo contra el colchón. Tomó el extremo de su camiseta y la rasgó, abriéndola con fuerza brutal, mientras él se removía y gritaba "no", dejándose la garganta en ello. Con su piel expuesta, el hombre se desabrochó su grueso cinturón de cuero y comenzó a flagelarlo con aversión. Era el sonido del cuero contra la espalda desnuda del muchacho, sus gritos iban detrás, y solo cuando dejó de gritar y removerse, como si se entregara a lo inevitable, dejó de golpearlo. Inhaló profundo y posó su mano pesada y grande contra la piel ardiente, enrojecida y marcada, deleitándose al recorrerla, y lo estremeció al dar un manotazo repentino. Pero aquello solo acababa de comenzar. Asió sus brazos y los flexionó contra su espalda, nuevamente, Dong-min se removió, tratando de resistirse, hasta que el abusivo, harto, le propinó un fuerte agarre al cuello, provocándole mucho dolor, dejando escapar un llanto lastimero, del cual el tipo se burló y lo escupió.

Consiguió por fin amarrar sus manos con su cinturón y agarró al muchacho por los cabellos para realzar su rostro, dejando que apreciara unos cuantos objetos puestos en hilera sobre las sábanas: cuerdas, cadenas, una navaja y serrucho pequeños, unas pinzas, un cinturón más delgado y alfileres.

―¿Cuál quieres que use primero? Solo puedes elegir uno. Al resto, les daré yo un orden adecuado.

―Vete a la mierda, viejo asqueroso.

―Supuse que dirías algo como eso. Me alegra, ¿sabes? Eso quiere decir que no estarás callado ―dijo, y tomó la navaja pequeña―. Esta siempre ha sido mi favorita. Me permite abrir tu piel como se me antoje, sin dañarte de gravedad... así podré seguir jugando contigo...

La punta de la cuchilla hizo presión contra la piel del chico y se abrió en el momento en que la deslizó. Apretó los párpados y dejó escapar un alarido. Había comenzado, y después prosiguió con otro utensilio, con otro y otro, dejando a Dong-min entre sangre y lágrimas, llamándolo suyo, mientras tiraba con rudeza de sus cabellos y magullaba su piel con golpes.

―Jimin... ¿Dónde te metiste? Dijiste... Dijiste que vendrías por mí... para que esto no ocurriera... ―Cerró sus ojos y las lágrimas cayeron―. Maldita sea...

Y aquello no terminó ahí tampoco, oh no. El perverso hombre prácticamente arrancó a pedazos los pantalones del chico, haciéndolo gritar. Se despojó después de sus prendas y se acomodó sobre el colchón, situando al muchacho sobre su regazo, penetrándolo cruelmente, ganándose un nuevo alarido que pronto se transformó en llanto. Lo acomodó y le insistió para que se moviera, pero él solo tuvo una respuesta: Muérete.

Lejos de enfadarse o agredirlo, el malvado sonrió, se movió él con afán, y también movilizó su cuerpo, solo para darse el gusto de ver la miseria en su rostro maltrecho, aunque no tardó en hastiarse al ver que no cooperaba en lo más mínimo, por lo que lo aventó sobre las sábanas y se metió con descaro entre sus piernas, volviéndose no intruso, sino plaga en el cuerpo de su sometido.

―Me... Me lastimas... ―suspiró, con dolor físico y emocional―. ¿Por qué? ¿Qué hice yo? Mamá... Papá... ¿Qué hice mal...?

―Esto... es... tu culpa, mocoso del demonio... ―suspiró, mientras empujaba con violencia su cuerpo contra el impropio.

Dong-min lloraba, no solo por la inmundicia del acto, sino porque le ocasionaba mucho padecimiento, sintiendo que lo destripaba vivo.

―¿Quién te manda... a ser tan hermoso... y cogible? ―gruñó aquello último, estocando con gran fuerza y haciéndolo gritar en agonía.

―¡¡Vete al carajo, viejo horrible!! ―berreó, derramando más lágrimas ante la dolencia creciente con cada nueva intrusión―. Cuando me suelte... voy a matarte... T-te lo juro...

―No espero menos... mocoso...

El agite sinuoso continuó, mientras su piel era magullada por esos dientes que lo mordían sin contemplaciones. Lee se removió hasta que de atrás de su espalda surgió uno de sus brazos, que había conseguido zafar. Tanteó en la cama hasta que sus dedos alcanzaron la navaja, y sin pensarlo dos veces le rebanó el cuello de lado a lado con un corte limpio, bañándose con su sangre.

Dong-min... ¿Qué les pasa a las personas débiles en este mundo?

Y con aquellas palabras morando en su testa, los ojos del susodicho se abrieron de golpe. Miró rápido en varias direcciones, notando así que se encontraba en otro motel al cual había arribado la noche anterior. Palpó su ropa, la cual estaba mojada por su propio sudor. Se pasó una mano por el rostro y éste también se hallaba humectado. El monstruo había venido a visitarlo de nuevo, pero lo mató; otra vez consiguió matarlo. A veces era muy difícil, lo que lo hacía pensar que tal vez no era tan fuerte todavía como pensaba. Debía esforzarse más. Resopló y se quitó la camiseta de mangas cortas que vestía, entonces quedó expuesta su piel, y las múltiples cicatrices que tenía por todo su torso, pequeñas, grandes, anchas o ínfimas. Lo acompañarían por siempre, como un recordatorio de su debilidad.

* * *

El sol volvía, radiante, aunque la humedad de los días lluviosos que quedaron atrás todavía se palpaba en el ambiente.

Un hombre joven suspiraba con alivio tras haber dejado por fin el avión que lo había traído de regreso a su país natal, después de mucho tiempo.

―Aquí está su pasaporte, señor... Park, ¿cierto?

―Gracias. ―Sonrió con un encanto particular al tomar el objeto, dejando ver sus dientes―. Es usted muy amable.

* * *

En su apartamento, Taehyung desayunaba en compañía de Nayeon, o al menos eso intentaba, pues ni siquiera le había dado un solo sorbo a su taza de té. Ella se había escabullido temprano para prepararle todo lo que le gustaba, en aras de brindarle al menos una pizca de endorfina a su organismo. Sin embargo, fue inútil; lo supo en el momento en que se percató de las lágrimas cayendo por peso propio por sus mejillas. Asimismo, se ganó una reprimenda por su imprudencia al circular así por la casa.

Con cuidado de no apoyar su pierna lesionada, ella se puso de pie y caminó hasta él. Tan sumergido estaba en su dolor, que solo consiguió percatarse de su presencia cuando sintió sus dedos limpiando el agua salada de su rostro. Se levantó de inmediato y, apresurado, la cargó para acomodarla en la silla de nuevo. Se quedó inclinado frente a ella y la agarró de la mano.

―Perdón. ―Sostuvo su palma con fuerza.

―No te disculpes, por favor... ―le dijo, dándole una caricia a su cabello.

Su tacto lo llevó a suspirar y apoyar su cabeza sobre su regazo, dejándose dar más caricias, hasta que, de súbito, la paz fue interrumpida por un fuerte golpe contra la puerta, sobresaltándolos a ambos. Nadie podría culparlos por estar paranoicos a estas alturas.

Taehyung miró a su chica y posó su dedo índice sobre sus labios, indicándole que no hiciera ningún ruido. A paso lento se aproximó a la puerta y al ojear por la mirilla, sus ojos se abrieron de par en par y, de manera acelerada, abrió la tabla.

―Kim Taehyung.

Su... Sunbae... ―Su mirada se iluminó.

―Lamento tanto que tengamos que vernos en estas circunstancias. ―Su semblante entristeció.

Su padrino en leyes, figura paterna y gran amigo, Park Hyung-sik. Taehyung se aferró a él con fuerza y rompió en llanto ahí mismo. Nayeon se angustió al escucharlo, pero el recién llegado la tranquilizó con un pequeño gesto con su mano.

―Ya, ya, Tae. Tranquilízate, por favor. ¿Quieres contarme con más calma lo que ocurrió?

Dejó que su viejo amigo se desahogara tanto como lo necesitara, mientras le daba pequeñas palmadas a su espalda.

―Qué vergüenza, sunbae. Te has tenido que servir tú solo, lo lamento.

―Descuida, no me molesta en absoluto ―dijo, rodeando su taza de té con sus dedos―. Tú no estás en condiciones y tu chica tampoco tiene movilidad, además vine a tu casa sin aviso previo.

―¿Así que usted fue maestro de Taehyung en la universidad?

―Cubrí suplencias nada más, pero él y Bo-gum siempre me buscaban cuando tenían exámenes porque me sabía las mañas de todos los profesores. ―Rio por lo bajo―. Salíamos a beber seguido. Forjamos una bonita amistad y siempre los consideré mis pequeños alumnos modelo.

Sunbae, lo que pasó con Bo-gum-ssi...

―Ya me has dicho todo lo que tenías que decir, Tae. Lo que ocurrió fue un asesinato a sangre fría. Y no fue tu culpa, sino de él, solo de él, ¿entiendes?

Aunque ambiguo, Taehyung asintió con su semblante aún entristecido. Su amigo dio un suave manotazo sobre su mano en la mesa.

―El mundo no deja de moverse ante la tragedia. Nosotros debemos movernos también, ya que estancarse ante el dolor... es lo peor que podemos hacer ―dijo, dando una suave palmada y una expresión gentil a su dongsaeng.

»Me alegra que hayas acudido a mí. ―Sonrió―. El juicio de Jimin se llevará a cabo pronto, así que hay que ponernos manos a la obra cuanto antes. Adelante, trae el papeleo e infórmame de todo lo necesario.

* * *

Jimin se encontraba en el apartamento de Jacqueline, revisando y firmando unos documentos concernientes a la editorial. Miles de bocas le habían dicho que no era necesario atender pendientes del trabajo, que debía relajarse. Pero su miedo al exterior ya era bastante, no podría simplemente bailar y bailar por horas, sentía la fuerte necesidad de llenar su cabeza de información indiferente a su vida personal; ahí entraba su trabajo. Leía, bebía café y acariciaba a Calicó, que muy cómoda reposaba sobre su regazo. De repente, su teléfono celular comenzó a sonar. Tenía toda la intención de ignorarlo, pero al ver el nombre de Jung-kook en la pantalla ni siquiera titubeó.

―Jung-kookie... ―saludó, llevándose la taza de café a los labios.

Jimin-ssi, ¿dónde fue exactamente que dejaste el aparato con el que grabaste a Fan?

El aludido se atragantó con el sorbo que había dado, vertió todo en el piso y comenzó a toser.

―¿Qué carajos...? ¿Para qué? ―Cerró los ojos e inspiró profundo, esperando que los hechos fuesen diferentes a lo que estaba pensando―. ¿Dónde estás?

Estoy en tu vieja casa.

Maldita sea.

―¿Qué mierda estás haciendo ahí? ―Se puso de pie con arrebato; la gatita huyó―. ¡¿Qué no ves que es muy peligroso?! ¡Los hombres de Fan o Rain pueden estar morando la zona! ¡Lárgate de ahí y vuelve en este instante! ―Dio un manotazo sobre la mesa.

Te escuché platicando con V-hyung. Necesitas esa grabación para...

―¡¡Si hubieras escuchado atentamente mi conversación con Tae, sabrías que derivamos a unos oficiales para que vayan en busca del aparato!! ¡Nada tienes que hacer ahí, así que vete ahora!

Silencio.

Jung-kook...

―Lo siento, es que...

¡No me hagas eso! ¿Quieres irte de ahí de una buena v...?

―¿Dices que enviaron a la policía?

Sí, ¿por qué?

―Porque la patrulla está aquí, a unos metros de la entrada, pero no hay nadie.

Jimin dio un leve sacudón a su cabeza, tratando de procesar lo dicho y bosquejar el panorama en su cabeza, mas nada cambiaba, su amigo tenía que desaparecer de ahí ahora.

―De-deben estar en la casa...

Todo parece demasiado tranquilo.

―Suficiente, lárgate de ahí.

¡Ya estoy aquí, solo dime en que parte de tu alcoba lo dejaste!

―E-en mi cama, ¡debajo de mi cama! ―dijo aquello por inercia nada más.

Listo. Lo tomaré y me iré. Si la policía está aquí n...da ma...o me pas...rá.

―¡Espera!

N... te pr...p...s, l... ten...o

―¿Jung-kook?

¿Ji...n? La s...al es m... dent... d... la c...

La comunicación terminó de interrumpirse, dejando un tono seco al otro lado de la línea. Jimin culminó la llamada y suspiró, casi ahogado. Corrió hasta la habitación, se vistió con lo primero que encontró, amarró firmemente los cordones de las zapatillas, tomó las llaves de su auto y su teléfono, y cruzó la puerta sin siquiera pensar en la más poderosa de sus presentes fobias.

En sus galopes al bajar acelerado las escaleras, se comunicó con el oficial Ki-bum. Azotó la puerta de su auto, lo puso en marcha y pisó a fondo el acelerador.

Al mismo tiempo, Jung-kook ya se hallaba dentro de la mansión, tras ingresar discretamente por una de las pequeñas ventanas de uno de los baños en la planta baja. Conocía el lugar, los alrededores del terreno y las múltiples posibles "entradas secretas" que tenía la casa. No por nada era el mejor jugando al escondite en su infancia; Jimin y Taehyung se pasaban largos minutos buscándolo sin éxito. No obstante, la situación era más drástica ahora. Al abrir un milímetro la puerta, verificando que no chillara, divisó a un hombre a unos pocos metros, recorriendo la sala con calma. No era policía, no tenía la pinta, sabía que no lo era. Apretó los labios, en tanto se aseguró de entornar la puerta y espió con cautela hasta que tuvo el camino libre para desplazarse. Ya estaba dentro, y las únicas pruebas con las que contaba Jimin estaban en esa maldita grabación, así que se arriesgaría. Se movilizó por el pasillo hasta el vestíbulo, pero para su infortunio el hombre que logró evadir no era el único ahí dentro. Retrocedió un paso y sus nalgas chocaron con una mesita, lo que provocó un breve sonido. El hombre volteó, pero afortunadamente, Jung-kook consiguió moverse rápido e ingresó a la habitación. El sonido de sus pasos dejó al sujeto bajo alerta, por lo que tuvo que pensar rápido y esconderse. Abrió la puerta del armario bajo las escaleras y se metió a tiempo. Lo siguiente que oyó fueron los pasos del hombre, coordinando perfecto con cada latido de su asustado corazón. Los nervios comenzaban a traicionarlo, haciendo que su respiración fuese más notoria, por lo que apretó los labios y se acomodó mejor en el compartimento. El tipo notó la puerta y, por supuesto, echaría un vistazo, entonces el corazón de Jung-kook bombeó con ímpetu y su torso entero convulsionó con cada palpitación. Sintió cómo el hombre tomaba la perilla, y sus cejas comenzaron a contraerse y juntarse, y dejó de respirar.

―¡Oye! ―Una voz llamó al extraño, haciendo que abandonara sus acciones―. Uno de los policías está despertando, necesito que vuelvas a sedarlo.

―Sí. ―expresó con desinterés―. Ya voy ―dijo, y sin desviar la vista de su compañero apretó el pomo de la puerta y abrió el armario.

Jung-kook se heló en su sitio. El sujeto paseó sus ojos en un vistazo rápido y volvió a cerrar la puerta. Solo cuando escuchó sus pasos cada vez más distantes fue que el chico recobró su alma, la cual se había escapado por escasos segundos. No podía creerlo; supuso que la abundante cantidad de ropa y cajas en el suelo lo habían cubierto lo suficiente. Al verse envuelto en silencio exhaló todo el aire y poco a poco fue acompasando su respiración. Con una lentitud tortuosa abrió la puerta de su escondite y se animó a sacar la cabeza. No había nadie. Caminó con sigilo por el pasillo hasta quedar cara a cara con el pie de las escaleras. Pisó un escalón y este rechinó, causando que su corazón suba hasta su garganta en un segundo. Escuchó quejidos, maldiciones e improperios.

―¡¿Hay alguien en la casa?!

Pasos acelerados venían en su dirección, por lo que se quitó rápidamente sus zapatillas y trepó por el barandal de las escaleras como si de un mono se tratase, aunque para su desgracia no lo era, mucho menos contaba con el equilibrio de uno. Poco antes de llegar al segundo piso, su cuerpo se ladeó hacia un extremo y casi cae al vacío. Eso hubiera sido un final muy triste, incluso patético, pensaba él.

Dos hombres llegaron a las escaleras y discutieron qué dirección tomaría cada uno. En el proceso, Jung-kook aprovechó para calzarse; veía muy probable un escenario donde tuviera que salir corriendo, así que más le valía que no lo sorprendieran descalzo.

A su vez, Jimin había dejado su auto estacionado en la calle que daba con la espalda de la mansión. No había manera de que ingresara por la puerta principal. Respiró profundo antes de salir, apenas pudiendo comprender no solo que había abandonado el confort del apartamento, sino que había vuelto a la musa de sus pesadillas: su propia casa. Pero nada importaba ahora, solo la seguridad de Jung-kook. Sería fuerte... una vez más... por él.

En la segunda planta de la mansión, Jeon corrió directamente a la habitación de Jimin al final del pasillo. Tendría tiempo de buscar y agarrar la grabadora, mientras el tipo revisaba las habitaciones. La tomaría, saldría por la ventana y abandonaría el terreno por la parte trasera. Fácil, ¿verdad?

―Puedo hacerlo ―susurró, caminando con pies de algodón.

Se agachó al lado de la cama y tanteó con su mano el piso, se encorvó más y palpó las maderas hasta que sus dedos sintieron un relieve y el frío metal.

―Eso ―susurró triunfante.

Sin embargo, su regocijo duró poco, pues los pasos adversos se aproximaban, y todo lo que pudo hacer fue echarse al piso y esconderse bajo la cama.

Por otro lado, uno de los individuos en la planta baja logró divisar el momento exacto en el que Jimin saltaba por encima de la valla, por lo que tomó rápido su comunicador.

―El chico Park está aquí. Sí, sí, está solo. ¿Puedes creerlo? ―Dejó escapar una risilla nasal―. Como insecto en tela de araña. Corre la voz.

―Bien. Bajo enseguida ―dijo el tipo que ahora se hallaba en el antiguo dormitorio de Jimin.

Jung-kook contuvo la respiración al escuchar los pasos del sujeto surcando el cuarto, y cubrió su boca con su mano cuando visualizó sus pies. Había bastante polvo debajo de la cama. Irritaba su nariz y pronto lo haría estornudar, por lo que estrujó sus fosas nasales con sus dedos y apretó los párpados; la agonía comenzaba a despertar en su ser.

Las suelas de las botas se alejaron en dirección a la puerta. Con ello, el chico deslizó muy despacio sus dedos, descubriendo su nariz y un poco sus labios, los cuales aprisionaba contra sus dientes. Escuchó la puerta cerrarse, y su cuerpo se aflojó, aunque fue cauteloso al respirar y moverse.

―Te atrapé, pequeña rata ―dijo el hombre de repente, tomando uno de los tobillos del chico y arrastrándolo lejos del mueble que lo cubría.

El corazón de Jung-kook tuvo un vuelco al ser puesto boca arriba. Gruñó e intentó luchar, pero se vio cohibido al ser apuntado en la cabeza con el cañón del arma de fuego que portaba el indeseable encima.

―Comadreja escurridiza... Te daré puntos por haber sabido meterte dentro de la casa. Debes conocer bien el lugar.

Jung-kook no emitió palabra alguna, yacía gélido en el suelo. El sujeto sonrió socarrón, posando una de sus manos contra el cuello del chico, ejerciendo una presión implacable. Con otro gruñido, Jung-kook intentó apartarlo, lanzando algunos golpes al pecho o las costillas que lograron aliviar un tanto la fuerza del agresor. Esto pareció satisfacer al tipo, quien se permitió el lujo de poner el seguro a su pistola. Luego, la arrojó lejos, fuera del alcance de ambos, y empleó ambas manos para apretar con saña la garganta de su presa.

Un disparo se oyó de manera repentina en la planta baja y después, silencio. Aunque Jung-kook estaba poniéndose rojo hasta los ojos, hizo todo lo posible para resistir la fuerza del atacante, tomando ventaja de su distracción ante el estruendo. Sin embargo, su intento fue frustrado cuando el hombre azotó violentamente su cuerpo contra el suelo, aturdiéndolo. Su visión comenzaba a nublarse y oscurecerse, se sentía irse, hasta que de pronto, un fuerte impacto: la puerta. Un duro golpe en la cabeza durmió al sujeto de inmediato y Jung-kook fue liberado por fin, haciendo que diera una abrupta bocanada de aire, seguido por una tos persistente. Con sus ojos aguados y la visión un poco dispersa, pudo distinguir la figura agitada de Jimin, quien sostenía el arma del malhechor, misma con la que le había propinado el golpe.

―¡Jung-kookie! ¡¿Estás bien?! ―Se arrimó a él y lo ayudó a levantarse.

Su amigo no pudo hablar ya que todavía intentaba recobrar el aliento; Jimin lo rodeó con uno de sus brazos y descansó su frente en su hombro, en cuanto sintió los brazos del chico envolverlo igualmente.

―Todo despejado aquí arriba ―habló el oficial Lee Ji-hoon por su comunicador―. Park se adelantó, noqueó al sujeto con un arma de fuego. Lo neutralizó ―informó, con una mirada un tanto recelosa sobre el chico.

Los dos amigos se pusieron de pie, mientras que el policía, junto a su compañero Mingyu esposaban al malviviente. Key apareció en ese momento, agitado y con un rostro muy molesto. Dio un rápido vistazo al panorama en el cuarto y le cedió el paso a sus compañeros para que salieran con el malhechor, luego fijó sus ojos en Jimin.

―Tú, ¿ya habías usado un arma antes?

―No que yo recuerde, no...

―Se necesita cierta habilidad para dar un culatazo certero y dejar a alguien inconsciente, más si es corpulento como ese pobre diablo.

―¿Qué insinúa? ¡Él me salvó la vida! ―protestó Jung-kook.

―No estoy hablando contigo. ―Volvió sus pupilas hacia Park.

―Si usé un arma en algún momento de mi vida, no lo recuerdo. Tal vez fue solo suerte.

―Ojalá. Y ojalá no pierdas esa suerte ―dijo―. ¿Vas a entregarme esa pistola? ―extendió su brazo.

Jimin pasó saliva en ese momento, inquieto, inseguro y perplejo.

―¿Qué haces, Jimin-ssi? Dásela. ―Su amigo lo codeó.

Como si despertara de un trance, el chico carraspeó y despacio, entre pequeños titubeos, le entregó el arma al oficial y éste les hizo un gesto para que abandonaran el lugar primero. Él los seguiría.

Al llegar al piso de abajo, vieron a los policías que previamente habían sido neutralizados por quienes en efecto resultaron ser esbirros de Rain, llevárselos esposados hasta las patrullas. Eran cinco en total.

Que Jimin entrara por la parte trasera de la casa y quedara a simple vista, fue comandado por el oficial Key. Él, junto a sus colegas, lo cubrirían en la cercanía. Después del primer disparo, el grupo de uniformados rodeó a los hostiles. No obstante, Park había logrado colarse en la casa y subió directo a su cuarto, sabiendo que su amigo estaría ahí, posiblemente atrapado de alguna forma. Nada le importó, ni siquiera lo pensó, habiéndose arriesgado a salir herido de un balazo. Afortunadamente, todo había salido bien. Ahora, Jung-kook levantaba la pequeña grabadora justo delante del rostro de Jimin, quien miró el objeto y luego conectó los ojos con los de su amigo. Sus cejas se juntaron y su enojo despertó.

―¡Tú, idiota! ―le gritó, tomándolo por los hombros y aplacando su espalda contra su auto―. ¡¡¿En qué mierda estabas pensando?!! ―Lo sujetó por el cuello de su ropa.

―¡So-solo quería ayudar! ―dijo, levantando las manos a la altura de sus hombros, sin ánimos de dar pelea―. Desde que éramos niños... no he sido capaz de ayudarte... Solo quería ser un buen amigo... Solo quería ayudarte, ayudar a mi mejor amigo ―dijo, y volvió a enseñarle el aparato que había conseguido recuperar.

»Con esto podremos destruir a Fan para siempre. Al final... valió la pena.

Jimin contrajo más los músculos de su rostro, tomando el color de la ira, a la vez que apretó con fuerza su puño, levantándolo tembloroso. Al final, dejó ir un duro respiro y apartó la mirada, soltando la ropa de Jung-kook, y dándole una suave palmada sobre los hombros. No pudo darle las gracias, no pudo pedir perdón por su agresividad incontenible, no logró emitir palabra alguna. Solo se vino abajo hasta permanecer en cuclillas y cubrió sus ojos con sus palmas. Jung-kook no lo entendió hasta que lo escuchó sollozar.

―Por favor... ―dijo afligido, y se agachó frente a él―, no llores, Jimin...

―Y-yo... tiré del gatillo... ―hipó.

Los ojos de Jung-kook se abrieron de par en par.

―Como la bala no salió, lo golpeé. Pude matarlo... Y si con eso te salvaba... no me hubiera importado ―confesó, descubriendo sus ojos enrojecidos debajo de sus dedos, que lo miraron fijo.

»Algo... está roto... ―Apartó del todo sus manos.

―¿Qué...? ―emitió estupefacto.

―Yo...

Jung-kook no supo que decir, pero sí qué hacer. Apoyó sus rodillas sobre las baldosas de la vereda donde estaban, y estrechó a su amigo entre sus brazos. Su mirada perdida, sin entender demasiado, sin asimilar sus palabras del todo, aunque la cuestión en su cabeza se repetía: ¿Cómo no estar roto con todo lo ocurrido? No era como si tuviera que darle más vueltas tampoco.

―No llores, Jimin... No llores... ―susurró, frotando su espalda con suavidad.


~ B i t t e r s w e e t ~


https://youtu.be/lZCUQ1CYvDI

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