Capítulo 61: De regreso
Lee Dong-min se hallaba en un motel de mala muerte en los suburbios. Estaba sentado en un sofá individual y una mesa ratonera frente a él, no con un café junto a un delicioso croissant, sino con tres armas semi automáticas cargadas con el seguro puesto, cinco cajas de balas llenas al extremo y un pequeño vaso de defectuoso licor al otro lado.
Su verdadera naturaleza había sido vista por todos, las calles con su fotografía y la policía persiguiendo su rastro.
Su teléfono celular sobre la cama no paraba de vibrar. Sabía que se trataba de Moonbin, siempre se trataba de Moonbin. Sus constantes y tristes intentos por salvarlo del abismo le resultaban enternecedores. Pero ya era demasiado tarde, porque Dong-min se había vuelto el abismo, y lo que caía poco a poco era su cordura. Su corazón flotaba en medio de esa oscuridad, aprisionado por el monstruo que habitaba en su interior, trepaba por las paredes del precipicio y salía a la superficie con un gruñido funesto.
Si respondía al llamado de su persona especial, sonreiría y volvería a sus brazos; no quería eso, no cuando tenía tanto por hacer todavía. La ira no le daba tregua, sus obsesiones y anhelos no le brindaban paz. Pisotear las cabezas de sus enemigos, mancillarse con su sangre y después reclamar el premio mayor: Jimin. El solo pensar en volver a tenerlo debajo de su cuerpo, atrapado entre sus brazos era su opio predilecto.
El aparato sobre el colchón continuaba haciendo ruido.
«No, no, no... ¿Qué no ves que estoy en mi cielo personal? ¡Déjame!». Tenía mucho por hacer todavía como para correr ahora hacia él.
Finalmente dejó de sonar, entonces parpadeó, tomó el vaso y bebió todo su contenido de una sola vez.
* * *
En el sanatorio mental, Jimin se encontraba en su habitación, aguardando por Taehyung para que viniera a recogerlo. Le habían cedido el alta, aunque el doctor Han Yoo se encargaría de hacerle el seguimiento médico y sus sesiones de terapia las llevaría a cabo con el especialista Lee Dong-wook. Ahora iniciaba el verdadero camino para sanar.
Por primera vez en toda su estancia ahí, e irónicamente el último, había pedido un espejo para poder contemplarse. Se acomodó la capucha de su sudadera sobre los hombros y después el cuello de la chaqueta de mezclilla. Adecuó la prenda con un movimiento de hombros, y fue así que su atención recayó en los puños de la ropa. Despacio, empezó a deslizar la manga y a descubrir sus cicatrices en las muñecas. Todavía estaban algo enrojecidas y tenían relieve. Las miró hipnótico a través del espejo y las trazó con las yemas de sus dedos. No se permitiría olvidar, ya no.
Un pequeño golpe contra la puerta, que se hallaba entreabierta, sorprendió al muchacho. La enfermera Yoo entró y le entregó un recipiente de plástico que contenía los pendientes y anillos que le habían retirado cuando fue ingresado. Jimin sonrió y le agradeció. Por protocolo, más que por desconfianza hacia el paciente, no solo no lo dejó, sino que lo ayudó con los aretes, mientras que él se colocaba los anillos, prestando más atención a los dedos que tenía vendados.
―Las uñas tardan bastante en crecer. Tendrás que acudir a un dermatólogo igualmente, para seguir una correcta evolución.
―Gracias, Jeong-yeon-nim. Por todo ―dijo, e hizo una reverencia.
―Gustosa estoy de haber podido ayudar. ―Imitó su gesto―. Si gustas seguirme, tus amigos te esperan en planta baja. ¿Estás listo?
―Sí. Estoy listo ―dijo, y cruzó el umbral de su habitación con alivio en lugar de pesadumbre.
Caminó por los pasillos junto a la enfermera Yoo hasta el ascensor, saludando a todos los enfermeros y asistentes que habían tenido que lidiar con él al principio.
Al abrirse las puertas en el primer piso, todos sus amigos estaban ahí, esperándolo: Taehyung, Ho-seok con su novia, Jung-kook, Seok-jin y Nam-joon, incluso Min Yoon-gi estaba presente. Emitieron un «Oh» al unísono, escuchándose incluso afinado. Todos se le acercaron para abrazarlo y, al poco tiempo, estaban en ronda dando vueltas y murmurando el nombre de Jimin como una tierna ovación. Hyerin había logrado escabullirse para activar la cámara en el teléfono de su novio, aunque Yoon-gi no tuvo la misma suerte.
Como niños pequeños, jugando en el receso de la escuela, el cometido se cumplió: Jimin reía a carcajadas, incluso cuando ya se habían detenido. Yoon-gi también se había contagiado por el entusiasmo.
El chico observó a Hyerin riendo y tomándoles fotografías. Más lejos, sus ojos encontraron a una personita que escondía su rostro detrás del pelaje de un gato, y no cualquiera, esa era su dulce Calicó. La gatita abandonó los brazos de su dueña, quien la utilizaba como pantalla para que no se viera su rostro rojo y lloroso. El animal aterrizó y se apresuró a los pies de su otro dueño, "su papi", extendiendo sus patas delanteras, pidiéndole que la aupara como un niño. Jimin, completamente cautivado, la tomó por las axilas y la cargó en sus brazos. Ella ronroneó a gusto, restregándose contra su mejilla. Era un cuadro encantador. Sin embargo, Jimin no ignoró a Jacqueline, quien los observaba con una sonrisa, aunque sin poder ser capaz de dejar de llorar.
Después de darle un pequeño beso a la gata, se la entregó a Jung-kook, que estaba más cerca de él, y se dirigió hacia ella.
―Déjame adivinar: se te metió algo en el ojo.
―Y saltó a mi otro ojo ―dijo, tratando de contener el llanto y fallando en el intento―. Por favor, no pienses mal, yo... lloro porque me siento feliz, yo...
Él ensanchó los labios en un mohín, enternecido como siempre por la dulzura y calidez que ella desprendía directo hacia su persona. Limpió sus lágrimas y ambos detuvieron el tiempo en los ojos del otro. Jimin apretó un poco sus belfos y acercó su rostro al suyo en lo que parecía iba a ser un beso directo en los labios, pero Jacqueline se quedó a mitad de su anhelo, sintiendo el contacto sobre su mejilla, muy tenue y breve, y luego la súplica en forma de susurro de que ya no llore. El rostro de la muchacha se puso rojo de vergüenza, a la vez que su piel se erizó por el cosquilleo de su voz. Por supuesto que no le exigiría nada; no podría, aunque sí no pudo evitar sentirse un poco desilusionada. Percibió sus dedos contorneando y deslizándose por su cabello, y cuando se atrevió a subir la vista, él la miraba con intensidad, un juego que a él le agradaba y ella siempre perdía.
―Jimin... ―masculló―. Si me sigues mirando así podría evaporarme y desaparecer ―sinceró con su voz pequeña, sus manos sobre su pecho y sus mejillas ruborizadas.
Una onomatopeya en forma de exclamación y soltada por todos sus amigos a la vez tomaron a la pareja por sorpresa. Jimin se giró hacia ellos, negando con la cabeza.
Una de las recepcionistas, junto a dos enfermeras, se acercó a indicarles con un chistido que guardaran silencio; no debían olvidar donde se encontraban, a lo que los muchachos se inclinaron a modo de disculpa.
Jimin tomó a Jacqueline de la mano, y se incorporó con los demás. Al mismo tiempo, por el otro extremo del pasillo, el oficial de policía Kim Ki-bum se aproximó al grupo.
―Ya tenemos todo listo para que salgas de aquí ―dijo con su característico rostro serio. Tomó una gorra con visera que llevaba encima y se la puso.
―Oficial Kim... ―llamó su atención―, sé que no es el mejor momento, pero... Lamento mucho lo de su hermano. Min-jae era un buen amigo.
―Te lo agradezco, Park. Aún es difícil.
―Lo entiendo. También he perdido un hermano menor.
El policía apretó los labios y le dio una amistosa palmada en el brazo. Jimin se acomodó la gorra, corriendo y tapando tanto como pudo su cabello; también le entregaron un cubrebocas a él y todos los demás.
Estaba al tanto de lo que estaba pasando afuera, Taehyung y Ho-seok se lo habían dicho hace unos días. Tenía que saberlo y debían tomar las medidas necesarias.
Con solo escuchar que Rain estaba buscándolo, por poco colapsa de un ataque de nervios. El aire se le cortó de repente y sus piernas flaquearon. El calvario de sus traumas apenas se apagaba y ahora ese individuo avivaba las llamas, amenazando con quemarlo de nuevo. Sus amigos lo contuvieron hasta que consiguió tranquilizarse. Harían todo lo necesario para resguardarlo del peligro. No estaba solo.
Saldrían por la parte trasera del recinto.
―Capitán Onew, estamos listos para salir.
―Recibido. Woozi, Mingyu y yo estamos en la salida del estacionamiento. Afuera hay más oficiales en posición. Si los malditos quieren actuar tendrán que pasar por todos nosotros primero.
―Recibido, capitán. Los escoltaré ahora.
―Te encontrarás con los oficiales Byun Baekhyun y Kim Min-seok en el camino, también están de civiles, como todos, a unos metros de la entrada al área de aparcamiento.
Ki-bum acató a las indicaciones por el comunicador en su oreja, en tanto aguardaba a que Jimin y Taehyung firmaran los papeles requeridos en la recepción y les entregaran las pertenencias resguardadas al ahora ex residente. Le hizo una señal con sus dedos al grupo para que empezaran a moverse.
Al llegar al estacionamiento, tal y como su capitán le informó, sus compañeros aguardaban allí. Había dos automóviles convencionales, listos para transportar a Jimin y sus amigos, y uno delante de estos donde subió Key, siendo el primero en circular, mientras le daba el reporte a su superior, entonces comandó al resto del equipo.
Todo salió al pie de la letra, la zona fue asegurada incluso en el exterior y los jóvenes pudieron abandonar el recinto sanos y salvos. No obstante, aquello no significaba que el peligro no asechara en la cercanía. Un sujeto corpulento, en lo alto de uno de los edificios tenía su cuerpo echado sobre la superficie, con una mirilla que le permitía observar a esa gran distancia. Desarmó el artefacto y tomó su teléfono.
―Amo Rain, hubo movimientos sospechosos en el psiquiátrico. Pero la cuadra está minada de policías, así que tiene que ser él, Park Jimin, señor.
Ante su breve reporte, el hombre al otro lado comenzó a reír, primero bajo, pero poco a poco se volvió una carcajada estrepitosa.
―Así que... Jimin ha salido de su encierro y además sabe que lo estoy buscando. ¿No es asombroso, Míng? ¿No es Park Jimin asombroso?
―Con todo respeto, amo Rain... ¿No cree que se arriesga demasiado... por un maldito mocoso? Hemos perdido a varios hombres en el camino y...
―Déjame que te conteste con otra pregunta, Liú Míng. ―Lo cortó en seco―: ¿Sabes quién carajos soy yo, pedazo de carne con ojos?
―¿Se-señor?
―El puto príncipe del bajo mundo ―espetó entre dientes―. Si me quedo sin hombres pagaré por más. Si se me antoja tener un hermoso chiquillo como mascota, lo tendré. ¿Tengo acaso que repetirlo?
―N-no, señor. Fue muy claro.
―Eso espero, Liú.
―Puedo proceder ahora y...
―No. Vigílalo tanto como puedas, pero no acciones todavía. Deja que respire un poco, que reponga sus fuerzas ―dijo, mientras tanteaba los pétalos de unas rosas rojas sobre la mesa de cristal al lado de su sitial.
»No queremos que el pobre pequeño tenga una recaída, eso solo complicaría más las cosas. Envíame un parte diario. Entonces... cuando todos estén tranquilos, confiados, y cuando a mí se me dé la gana, moveremos nuestras fichas.
―Sí, amo Rain. Se hará como usted disponga.
―Por supuesto. Y no te atrevas a olvidarlo. Porque puede que yo no esté en Corea, pero mis ojos y oídos llegan a todas partes.
―No lo dudo, señor.
―Por eso te tengo trabajando para mí.
El hombre finiquitó abruptamente la llamada y dejó su nuevo teléfono sobre la mesa. Observó las flores y de un arrebato cazó una en su puño.
―Park Jimin... ―Sonrió y arrimó su mano con los pétalos cerca de sus labios―. ¿Qué voy a hacer? Eres mi bello capricho ―dijo, ampliando esa mueca. Abrió su palma y desparramó en el aire los pétalos, mientras reía por lo bajo.
* * *
El cuerpo policial escoltó al grupo de amigos hasta el edificio donde residía Jimin, no sin antes dejar a Ho-seok y Hyerin en el apartamento de Nayeon, donde se hospedaban desde que habían dejado el hospital. La muchacha lo había ofrecido, después de que Taehyung le propusiera quedarse con él en el suyo.
Yoon-gi tenía pensado regresar abajo de algún puente, pero Ho-seok se lo prohibió rotundamente. Y, a decir verdad, el muchacho se sentía más tranquilo al hacerles compañía; así podría cuidar de ellos, ya que su condición aún no era la mejor.
Con respecto a Nayeon, Taehyung, por supuesto, la invitó a acompañarlos para recibir a su mejor amigo, sin embargo, ella declinó la propuesta, considerándola imprudente. Temía que la reacción de Jimin no fuera positiva y pudiera perjudicarlo de alguna manera. Taehyung dudó de sus temores, hasta que escuchó lo que su amigo tenía para decir:
―Hizo bien en no venir.
―Jimin...
―Tae... Es lo mejor, para ambos.
―Ella es mi novia.
El muchacho se halló estupefacto. No le había insinuado nada hasta ese preciso momento.
―Bueno... no es oficialmente mi novia, pero... estamos trabajando en ello.
Su amigo lo miró circunspecto por unos segundos; Taehyung comenzó a ponerse nervioso por su reacción, hasta que una sonrisa sutil lo tranquilizó. Le dio una palmada al hombro, otra más suave en la mejilla y avanzó.
* * *
No estaba en los planes del joven propietario ingresar por la entrada principal, pero no tenía alternativa, ya que debía dar aviso al personal y mostrar su cara para que supieran que estaba de vuelta. Las miradas y comentarios no se hicieron esperar, las preguntas... Qué gente más entrometida.
Su mejor amigo utilizó la copia de la llave que todavía conservaba y abrió la puerta. Jimin se quedó estático en el umbral, admirando el lugar: todo estaba ordenado, limpio y el aroma era tan fresco como siempre, aunque... ya no era como antes.
―Hice que limpiaran todo y mandé a reemplazar los muebles rotos en tu dormitorio. Las cuentas también están al día. Sé que eres muy meticuloso con esas cosas.
―Gracias, Tae-Tae ―dijo, enternecido.
Ahora sí sabía qué sería de él sin Kim Taehyung, su alma gemela: moriría, sin lugar a un "probablemente".
―¿No vas a entrar, hyung? ―dijo Jung-kook, poniendo sus manos sobre sus hombros.
Otra vez esa punzada al escuchar esa palabra. Por pura inercia nada más se hizo a un lado y le cedió el paso a los chicos, quienes no tardaron en admirar el apartamento con exclamaciones de asombro y ojos grandes. Claro. Nunca habían tenido chance de venir. Ni siquiera Jackie, pensaba Jimin. Quizá antes se habría alterado un poco ante la idea de tener demasiados invitados a la vez en su hogar, pero ahora... le daba lo mismo, porque ese gran y lujoso departamento ya no lo sentía como suyo, ya no se sentía en casa ahí. Era un espacio, nada más.
―Este lugar es hermoso, Chimmy ―le dijo Jacqueline, volteando a verlo y dedicándole una dulce sonrisa.
Él respondió a ese gesto, pero todo se esfumó en cuanto llevó sus ojos al área donde se hallaba la sala, con los sillones y la mesita de cristal:
―Hazlo como te enseñé, Jimin... Bésame como las besas a ellas.
La voz de esa mujer en su cabeza lo inquietaba, aunque un grito lo sacó repentinamente de sus pensamientos, dirigiendo su mirada y atención hacia la puerta de su habitación.
―¡Esta cama nueva está increíble! ―exclamó Jung-kook, desplomado sobre el colchón, con Seok-jin a su lado―. V-hyung, tienes buen gusto.
―Levántense de ahí... ―dijo Nam-joon, con un tono severo.
Jimin posó su mano sobre el marco de la puerta, siendo el último en asomarse. Paseó la mirada, asombrado de ver su alcoba intacta, limpia e iluminada. Pero... Los ecos de sus propios gritos lo tomaron por sorpresa, como si hubieran aguardado todo este tiempo por su retorno para atormentarlo:
―Dong-min, po-por favor, no lo hagas, no...
―Cállate.
―¡Creí que eras mi amigo!, ¡¡creí que éramos amigos!!
―Oh, hyung... es tan dulce de tu parte considerarme tu amigo... Pero yo ya no puedo tener amigos.
La rimbombancia de sus alaridos atrapados en llanto le drenaba las fuerzas. Su cuerpo siendo brutalmente empujado y violentado, haciéndolo apretar las sábanas con los dientes ensangrentados a causa de los golpes, lo que le provocaba una fuerte punzada en el pecho que se propagaba por todo su organismo:
―¿Qué pasó, hyung? ¿Te viniste? Eso quiere decir que te gustó. Lo sabía...
Rememorar la sensación de ser tocado por esas perversas manos, llenándolo de sudor y fluidos ajenos, lo repugnaba. Todo regresó a él. Se sintió enfermo, con náuseas, y sin darle tiempo a nada vomitó ahí mismo.
Todos estaban en su mundo, distraídos, haciendo chistes tontos y riendo por la misma razón, cuando de pronto, como un cristal recibiendo un violento golpe, la paz se rompió al escuchar a Jimin gritar. Se tensaron y de inmediato giraron el rostro hacia él, encontrándolo hecho una desdicha en el suelo.
―Por Dios, ¡Jimin...! ―Jacqueline intentó acercarse, pero él se apartó.
―¡No, no! ¡No me toques! ¡No me toques!
―Está bien, tranquilo, nadie va a tocarte.
―Quiero irme... ―Posó una mano sobre su rodilla para erguirse―. Está mal... ¡Quiero irme!
Corrió desesperado, y solo se detuvo cuando estampó de lleno sus palmas contra la pared del pasillo, deslizándose hasta caer sentado en el piso. Su cuerpo temblaba, por lo que sus piernas no le respondían como él quería. La rabia e impotencia generaron una lluvia no deseada en su rostro.
Transcurridos unos minutos, después de que sus amigos le brindaran consuelo, se mostró más sereno. Permaneció inmóvil en el pasillo, renuente a volver a entrar en su apartamento. Su cara estaba enrojecida y húmeda por su lamento, sostenía un vaso de agua que Jung-kook le había dado y lo bebía muy despacio.
Taehyung tomó un bolso y con ayuda de los demás empezó a empacar, puesto que su amigo había dejado muy claro que no se quedaría ahí de ninguna manera. Ese ya no era su hogar, su santuario seguro y lugar de paz. Ahora solo estaba plagado de memorias traumáticas y tristes.
En tanto los chicos se ocupaban de eso, Jacqueline se animó a acercarse. Se quedó apoyada en el marco de la puerta y lo observó. Cuando él llevó sus ojos hacia ella, notó vestigios de llanto en su fisionomía.
―¿Te sientes mejor?
―Algo ―respondió él, y desvió la mirada. No podía evitar sentirse avergonzado.
―¿Puedo... sentarme a tu lado? ―preguntó, tímida.
Él le otorgó un tenue asentimiento en respuesta, entonces ella se incorporó despacio y tomó asiento a su lado, aunque sin tocarlo; no quería invadir su espacio personal.
―No tienes por qué tolerar esto...
―No lo tolero ―dijo, limpiando su nariz con una servilleta que para entonces era solo un bollito de papel―. Yo deseo estar aquí. Acompañarte en estos momentos que... deben ser una mierda.
―¿Tú diciendo mierda? Vaya ―dijo, luego de dejar escapar una risa nasal.
―Tuve quién me enseñara.
―Un maestro guapo, de seguro. ―Dio un sorbo al agua.
―Oh, sí.
―Apuesto que ya ni siquiera es la sombra de lo que fue.
―En realidad no.
Ambos se miraron a los ojos.
―Él sigue siendo muy guapo. Aunque debe dormir un poco más.
El muchacho sonrió con un deje de picardía y dejó el vaso en el piso.
―¿Puedo... tomarte de la mano? ―preguntó ella.
Sin verbalizar respuesta, extendió su mano y sus palmas se estrecharon en cámara lenta. Ella acarició las pequeñas vendas que rodeaban algunos de sus dedos con mucho cariño. Levantó la mirada y esos ojos hipnóticos estaban sobre los suyos; ella apoyó la cabeza contra la pared y liberó aire por sus fosas nasales, acompañado de una sonrisa. Esa mirada la atrapaba siempre y, sin darse cuenta, por primera vez, fue capaz de sostenérsela.
―Soy un desastre ―soltó él de repente.
―Todos... tenemos nuestras luchas, nuestros problemas. Algunos... son más pesados o delicados que otros. Lo importante es... respirar y no olvidar que, sin importar lo malo que pueda ser, no estamos solos. Y tú no estás solo. Tienes amigos encantadores que te adoran. Y me tienes a mí.
―Jackie...
―No podemos afrontar tus problemas, esa es tu tarea. Pero sí te acompañaremos, todo el tiempo. Incluso si no sostienes mi mano como ahora, o si no me ves, aquí voy a estar. Porque quienes te quieren no te dejan nunca. Y yo te quiero... ―declaró, con un tono muy suave―. ¿Me permitirías... tocarte?
En respuesta, Jimin plantó sus manos en el piso y se deslizó más cerca para que sus manos pudieran alcanzarlo. La chica corrió unas hebras rubias de su cabello y las apartó de su frente con una caricia.
A pesar de haber tenido a Jacqueline cerca por años, ahora que su importancia en su vida había trascendido con el correr del tiempo, aún sentía que era demasiado hermoso para ser real. En su miseria y desgarradora fragmentación, no creía merecerla. Sin embargo, no pudo resistirse y se acercó hasta que sus frentes se unieron en un suave roce; ambos suspiraron cerrando los ojos. Jimin la tomó de las manos, permitiendo que su paz lo invadiera. Con suma delicadeza, ella inclinó el cuerpo hasta que su frente dio con su pecho; él la recibió y reposó su mejilla contra su cabello, el cual contempló un momento: le llegaba hasta la cintura. Nadie más se lo cortaría, nadie la juzgaría ni la llamaría indigna por algo tan trivial y seguiría viéndose hermosa. Aunque él conocía su belleza, no solo por su cabello o su ropa.
No mintió en el momento en que le sonrió y la llamó "su penicilina", pero Jacqueline era más que eso... era la cura definitiva. No obstante, la sonrisa de Jimin se desvaneció rápidamente ante esa idea en su mente, ya que representaba un problema.
De súbito, un carraspeo llamó la atención de ambos, haciendo que se separaran.
―Ya empacamos lo necesario ―dijo Taehyung con un tono calmo, parado en la puerta.
―Gracias, amigo ―dijo, tomó el vaso y se puso de pie―. Tengo que ver dónde me quedaré. Alquilaré algo cerca de donde estés.
―Ya te dije que vengas a mi departamento el tiempo que necesites.
―No. No hay forma de que comparta techo con Nayeon.
―Qué terco eres.
―En nuestro departamento no queda mucho espacio ―dijo Jung-kook, apareciéndose atrás de su primo y abrazándolo por la espalda―. Pero tal vez pueda hablar con mis padres y...
―Kookie, tus padres están en Seúl. Jimin no va a irse hasta allá, tiene muchos pendientes aquí en Busan y el viaje constante sería un trastorno. Debe estar tranquilo.
―¿Me permiten hacer una pequeña acotación? ―dijo Jacqueline, poniéndose de pie y ganándose la mirada de los presentes.
»Si Chimmy quiere, puede quedarse en mi apartamento.
―¡Sí quiere! ―exclamó Seok-jin, asomado a la puerta. Nam-joon lo codeó ganándose un pequeño jadeo.
―¿Estás segura? ―dudó Jimin―. ¿Y tu hermano?
―Felix se la pasa en el departamento de su novio más que en casa. Así que la mayor parte del tiempo somos solo yo y Calicó.
Jimin sonrió y luego de un breve silencio respondió:
―Sí. Iré.
La muchacha le devolvió ese mohín, sintiendo su rostro arder ante la vergüenza.
Taehyung condujo el auto de Nayeon y los dejó a ambos en el bloque de edificios donde vivía la muchacha. Él se encargó de cerrar el departamento de Jimin y avisó en la recepción; pronto realizarían todo el papeleo para ponerlo a la venta. Jacqueline recibió las llaves, ya que Jimin ni siquiera quiso aceptarlas; su mejor amigo conservaría su copia como siempre.
Al entrar al departamento y dejar su bolso en el piso, un maullido sorprendió a la pareja: su hija gatuna no demoró en recibirlos, aunque fue de lleno a las piernas de su padre, pidiendo ser alzada. Jimin no podía resistirse en absoluto, por lo que la cargó en brazos sin pensarlo. Jacqueline se quitó su bolso y lo dejó sobre uno de los sillones, sin dejar de contemplar ese cuadro perfecto. Calicó y Jimin se habían vuelto su gran tesoro, y juntos, una imagen que no se cansaba de apreciar.
―Hay un gatito anaranjado del piso de arriba que la visita constantemente.
―Oh, así que ya buscan hacer cosas para adultos. Gatos atrevidos.
―Me gustaría que tuviera crías por lo menos una vez. Pero solo si tú estás de acuerdo.
―Mientras no superponga un riesgo de salud para ella, por mí está bien. Aunque... ahora mismo quizá no sea el mejor momento.
―Lo sé. ―Asintió―. Lo haremos todo poco a poco... con calma.
Llegada la hora de la cena, Jacqueline se decidió a ser la delegada para cocinar, aunque no tardó mucho en tener que recibir ayuda por parte de Jimin, salvando literalmente la comida de que se quemara, por lo que continuó él y ella se limitó a pasarle los condimentos, sin que el rojo de su rostro la abandonara ni que sus ojos se despegaran del piso.
―Tomaré clases de cocina y te prepararé algo delicioso, lo prometo ―dijo, poco antes de que empezaran a comer.
―Sería agradable que me cocinen de tanto en tanto. Pero no quiero que lo hagas por obligación ―dijo, atrapando un poco de comida en sus palillos, lo sopló y se lo llevó a la boca―. Mmm... Esto está muy bueno. Tendrás que esmerarte si quieres superarme.
―Lo conseguiré, ya verás. ―Lo apuntó con sus palillos y los juntó, como si quisiera pellizcar el aire.
Jimin rio por lo bajo. Casi olvidaba lo entretenido que era molestarla.
Más tarde, cuando la mayoría de las luces estaban apagadas, Jimin salía del cuarto de baño, con una toalla sobre el hombro y su cepillo de dientes en la mano. Se detuvo en el pasillo al encontrarse con la chica, con su pijama rosado de dos piezas ya puesto.
―Si mi ahijado no está en casa ocuparé su cuarto ―dijo, y siguió su camino hasta la habitación de Felix.
―De hecho... ―dijo, cortándole el paso en seco y haciendo que se volteara hacia ella―, m-mi... mi cama e-es... de dos... de dos piezas... ―balbuceó, apretando y tirando de sus dedos, mirando un punto bajo en la pared y una combustión irremediable en el rostro.
―Lo sé. ―Sonrió con coquetería―. Dormimos los dos juntos una vez ahí. ¿Te acuerdas? ―Inclinó un poco su cabeza, buscando sus ojos.
―M-me acuerdo...
Se animó y realzó la mirada, encontrándose con esos ojos curiosos que rápidamente empezaban a derretirla.
―¿Sabes? He tenido... sueños.
―Sueños... ―Asintió, esperando que explayara el punto.
―Sueños... ―Apretó sus labios―, para adultos... ―susurró.
Jimin abrió grande los ojos y frunció los labios, para evitar sonreír a toda costa.
―¿Sueños para adultos? ¿Acabas de recibirte en educación preescolar?
―¡No te burles! ¡Fue lo primero que se me vino a la cabeza!
―Dices mierda, ¿y no puedes decir sexo? ―dijo, sin poder seguir conteniendo la risa.
―¡Son cosas diferentes! ―Su rostro rojo ardía.
―A ver... ―dijo, restregándose un ojo y tratando de frenar su risa―, ¿me quieres contar tu "sueño para adultos"? ¿Cumpliste alguna fantasía con una celebridad o...?
―Soñé contigo.
Y se hizo el silencio. Jimin de pronto pareció haberse transformado en una estatua, duro, no como piedra, sino como mármol.
―No podría soñar con nadie más. Porque no he experimentado algo tan profundo con nadie más que contigo. Aunque a veces suelo recordar a ese chico que en mi infancia besé por accidente. Son recuerdos especiales, supongo ―desvarió un poco.
»Pero... es a ti a quien veo en mis sueños, apropiados y no tanto... Es tu cara la que veo cuando cierro mis ojos y es en ti en quien pienso cuando estoy desayunando en la soledad de este departamento. Cuando desayuno, cuando ceno, cuando... debo concentrarme, o cuando no hago nada.
Parpadeó y subió la mirada, entonces vio cómo él la observaba directo a los ojos, de hito en hito, sin poder pestañear. Jacqueline ya no estaba nerviosa, sino asustada.
―Siempre has sido demasiado honesta...
―Perdóname. No debí... ―Meneó la cabeza en negación.
Jimin alcanzó su mano y la rodeó con la suya, entonces sus ojos se encontraron. Él estaba cerca, llevó su mano hasta sus labios y besó el dorso, entonces su corazón se aceleró.
―Eres tan dulce... ―dijo, enternecido―. Es la misma dulzura con la que ruego volver a ser tocado algún día.
―¿Pu-puedo tocarte?
―Tú siempre podrás tocarme. No hay tacto más apacible que el tuyo para mí, y ni siquiera tienes que usar las manos para ello.
―Jimin... ―expresó apenada.
―¿Qué tan patético soy?
―No creo que seas patético. Jamás.
Él dejó caer el maldito cepillo y la toalla se deslizó hasta tocar el piso. Rodeó su cintura mientras ella enlazaba su cuello, se puso en puntillas, y él bajó un poco la cabeza. Así, sus labios se encontraron, se unieron y se sintieron después de la larga ausencia, de una espera tortuosa, brindándoles ese cariño y cuidado que a ambos tanta falta les hacía.
Jimin caminó hacia delante, y Jacqueline retrocedió hasta llegar al pie de la cama en su cuarto. El chico, con su rodilla apoyada contra el colchón, tomó sus muslos y los acomodó alrededor de su cadera. Levantó su blusa y ella terminó de quitársela; él pellizcó la tela de su propia camiseta y comenzó a sacársela; ella lo ayudó para finalmente apartarla. El contacto de sus pieles cálidas desnudas los dejó muy agitados, respirando con sus bocas entreabiertas. Jimin vio sus pechos expuestos, moviéndose con la respiración prominente. Con su mano masajeó uno, luego el otro, haciéndola suspirar más audible. Después, se lanzó a explorar su cuello con dulzura, descendiendo y depositando suaves besos que le humedecían la dermis, hasta sus senos. Jacqueline emitió un pequeño sonido ante la agradable sorpresa; nunca antes había experimentado algo así: en ocasiones anteriores, él se mostraba demasiado cohibido para hacer otra cosa que no fuera ir directo al acto y culminarlo, si es que podía consumarlo. Rodeó su cuello, masajeó su cabello y lo observó mientras su éxtasis crecía. Eso era lo que deseaba: entregarse, que él liderara y ella siguiera, dispuesta a complacerlo en todo momento.
Con sus cuerpos apegados como estaban, no tardó en sentir la dureza entre sus piernas, eso aceleró sus latidos y la puso muy ansiosa también, sin embargo, parte de su libido se fue en cuanto gotas de agua cálida cayeron sobre sus piernas y otras humedecieron los pantalones de él.
―¿Jimin?
―Lo siento, yo... Después de todo lo que pasó... de todo lo que me hicieron... no pensé que podría volver a sentirme así...
―Recuerda que no tenemos que hacerlo si tú no quieres. ―Sujetó su rostro; él negó con la cabeza.
―Yo quiero hacerlo, más que nada. Quiero tener sexo contigo, quiero hacerlo con cuidado, con cariño, ser un poco traviesos tal vez... Quiero hacerlo porque te quiero, porque despiertas en mí excitación, y el deseo de poseerte...
―Hazlo, Jimin ―dijo, sensata, y acarició su cabello―. Tómame como tú quieras, estoy contigo. Estamos juntos, solos tú y yo. Y yo confío en ti. Tú... ¿Confías en mí?
―Siempre.
―Entonces hagámoslo. Que no sea un sueño esta vez. ―Le sonrió.
Sellaron lo dicho con un beso, que poco a poco se intensificó, atrayéndose el uno al otro, en tanto se libraban de las prendas restantes de sus cuerpos. Jimin abrazó su anhelo contra su piel y ambos se recorrieron buscando reconocerse, amigarse y soltarse entre sí, aunque en un principio solo eran escalofríos por la excitación y el ansia de probar cosas nuevas, testeando con sus bocas y apretando la piel caliente del otro con necesidad.
Jacqueline meneó su cadera, sintiéndolo ser parte de ella otra vez, aumentando la fricción en la zona más sensible de ambos. Él se apoyaba con una palma contra las arrugadas sábanas, y con la otra recorría y acariciaba su cuello cuesta abajo hasta sus glúteos, sintiendo cómo se le erizaba la piel con las yemas de sus dedos. Compartían la respiración entre besos, contemplaban el deseo en el rostro del otro, encimándose más, con caricias en pleno apogeo, en cuanto él la envolvió entre sus brazos e intensificó el movimiento, al compás de sus jadeos.
Con sus coyunturas entumecidas, el cuerpo de Jimin cayó por sí solo, sin que le importase quedar extenuado. Ya no tenía miedo de las sombras o los demonios que antes lo aplastaban y subyugaban. Su cuerpo y mente los entregaría al completo a ese tierno ángel, desesperado por atender su necesidad apasionada, con sus ojos aguados por el deseo, y piel abrillantada por el sudor que compartía con él. Su mirada fija en ella, en su accionar, con sus cálidos susurros que lo incitaban a continuar y perpetuar. No obstante, sin lugar a dudas, tenerla debajo de su cuerpo fue lo mejor, porque se sentía resguardado por sus extremidades que lo rodeaban y los besos que repartía por su cuerpo, gimiendo dulce, tan dulce para él.
―Ji-Jimin... Pu-puedes... ir más rápido... si quieres... ―susurró entre suspiros, enamorándolo más todavía―. Y puedes... ser un poco travieso si quieres... ―agregó, apenas con un hilo de voz.
Con una mirada y una sonrisa los dos fueron cómplices. Jimin la tomó con ahínco y besó sus labios con frenesí, luego su cuello, sus hombros y sus pechos; ella se sostenía de sus brazos y suspiraba de placer. Más tarde, la tuvo atrapada, enredada entre sus brazos. Con uno de ellos rodeaba sus hombros, mientras que el otro bajaba por su vientre y con su mano frotaba su parte sensible, guiándola además para seguir los movimientos de su cadera, mientras daba atrevidos mimos a su oreja. Liberaban su arrobamiento en forma de clamor lleno de súplica y excitación.
Jimin podría jurar que era la primera vez que veía a Jacqueline con el entrecejo tan contraído, entreabría sus ojos de tanto en tanto y lo miraba con lujuria, suspiraba que le encantaba y él no podía sentirse más dichoso y obnubilado en su tarea de hacerla suya.
Besó su brazo y lo llevó hasta arriba, para que llegara a la cerviz de su cabello, y volvió su tacto más intenso, obteniendo un estridente gemido en conjunto con un sentido estremecimiento.
Continuaron unidos, pegados, sin saber dónde iniciaba uno y culminaba el otro, tocándose con afecto, en su refugio privado, solos ellos dos. Lo hicieron hasta no poder más y caer rendidos. Jimin no olvidó remover la protección, así como tampoco olvidó su medicación antes de dormir. Y allí se quedó, con su cabeza en el pecho desnudo de su pequeño amor, y los finos dedos de ella entre sus hebras rubias, abrazándolo con cariño, dispuesta a protegerlo de las terribles pesadillas que aún lo asediaban.
~ B i t t e r s w e e t ~
https://youtu.be/USmK1s_-unw
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