Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 53: Bajo amenaza

Este capítulo describe escenas de violencia explícita, actos no consensuados y grotescos. Independientemente de la índole del personaje, no se busca fomentar de ninguna manera dichas conductas. Se ruega prudencia y discreción.


Ocho en punto de la mañana. Jimin tendría su segunda sesión con el doctor Yoo Han, quien era además un respetado psiquiatra. En esta ocasión lo acompañaba la psicóloga Son Ga-in, ex estudiante, profesional con honores y miembro de su confianza en la cátedra, que era lo que había implorado Kim Taehyung para con su mejor amigo, y no le fallaría.

Después de su último ataque, el paciente estuvo muy tranquilo, por lo que lo despojaron de la camisa de fuerza. Ahora se encontraba en el mismo rincón de siempre en su habitación, en posición fetal, descalzo, abrazado a sí mismo y escondiendo su rostro en el espacio entre su pecho y sus rodillas.

La puerta se abrió muy despacio y, con mayor tranquilidad todavía, el doctor ingresó. Jimin espió, asomando apenas su ojo por encima de su brazo. No le importó la presencia del doctor, aunque se tensó notablemente al ver a la mujer que lo acompañaba. Volvió a esconder su rostro, apretó el agarre contra la tela de sus prendas y su carne, y su torso empezó a inflarse bastante al respirar.

―Buenos días, Jimin.

El hombre se agachó y de su palma desprendió una pequeña pelota de goma amarilla, que dejó viajar en dirección al chico hasta que chocó contra su pie. Él apenas la rozó con la punta de sus dedos, moviéndose en cámara lenta.

De súbito, el teléfono celular de la mujer, que tenía en el bolsillo de su bata blanca, comenzó a vibrar.

―Señorita Son, ya le he dicho antes que no me gusta que tenga su teléfono encendido encima cuando entra a las terapias con los pacientes.

―Lo lamento, doctor ―dijo en voz baja, metiendo la mano en el bolsillo y oprimió un botón para detener el zumbido―. Tengo un juicio pendiente con mi ex pareja, y mi abogada no termina de memorizarse mis horarios para llamarme.

―Lo entiendo, pero te agradecería que no volviera a ocurrir ―susurró, y acomodó sus anteojos―. Y te deseo suerte con eso.

―Gracias, señor. Ya verá, lo dejaré de rodillas.

Sin darse cuenta, la terapeuta alzó un poco la voz. En cuanto aquella frase llegó a oídos de Jimin, abrió palmariamente sus ojos, gateó unos pasos hacia los doctores y permitió que sus rodillas tocaran el suelo. Agachó la cabeza y situó sus manos entrelazadas en medio de los muslos.

―Doctor... ―dijo Ga-in, posando su mano sobre el hombro de su superior y con los ojos fijos en el muchacho.

Ambos notaron en ese momento la postura. Yoo le habló a Jimin, le hizo una pregunta, pero como respuesta solo obtuvo la presencia de llanto, apenas perceptible, pero ahí estaba, y también empezó a temblar.

―Por favor... ya no quiero ser castigado... ―sollozó.

Gotas copiosas se desprendieron de sus ojos y cayeron al piso, como el preludio de una lluvia. Sorbía por la nariz y comenzaba a hipar.

―Tranquilo, Jimin... nadie va a castigarte. Puedes levantarte.

El hombre intentó aproximarse, pero al ver que el joven se contrajo con susto, desistió.

―Doctor, ¿qué... significa esto?

―No creo saberlo con certeza. ―Negó con la cabeza―. Pero parece más complejo de lo que se ve...

* * *

El sonido de pisadas apretando y dispersando la tierra bajo los pies en un terreno eclipsado. Todo a su alrededor era volátil. Se clamaban nombres, se pedía auxilio. Eran pesadillas, destellos constantes que azotaban la mente de Taehyung, hasta que pudo ser liberado por fin en cuanto sus ojos se abrieron, hallándose en la penumbra que era su dormitorio, y no estaba solo, Nayeon aún dormía plácidamente junto a él bajo las cobijas. Notó que llevaba puesta su playera blanca, ya que en mitad de la noche la temperatura había descendido un poco, entonces se la ofreció.

Había olvidado la sensación de despertar con alguien a su lado, pero el hecho de que se tratara de ella lo hacía sentir doblemente dichoso. Sonrió y la rodeó con sus brazos; se moría de ganas por molestarla y despertarla de una manera tan sutil y tierna, que ni siquiera se sentiría molesta, o eso quería creer él.

Empezó a darle pequeños besos en el cuello hasta atrapar entre sus labios el lóbulo de su oreja, y allí depositó después otro ósculo con sus labios más humectados.

―Mmm... Tae... ―balbuceó, al sentir un escalofrío estimulante.

―Buenos días ―dijo él con voz ronca, y descansó su frente contra su nuca.

―Buenos días ―respondió, remojando sus labios y esbozando una sonrisa, mientras palpaba su rostro con una de sus manos―. No puedo creer que tuve sexo y pasé la noche... contigo.

―Se sintió muy agradable y cálido toda la noche ―dijo, apoyando su mentón sobre su hombro―. ¿Ya lo habías hecho antes?

―Una vez, hace mucho tiempo...

―¿Te trató bien? ―indagó, metiendo sus manos bajo la prenda y acariciando su cintura.

―No mucho, la verdad... Me había puesto un ultimátum o me dejaría. Al final no valió la pena porque terminó dejándome de todas maneras, después de obtener lo único que pareció importarle de mí. Yo solo... no quería quedarme sola.

―Maldito desgraciado.

―Pertenece al pasado ―dijo, girando un poco más el cuerpo hacia él y encontrando sus ojos, mientras seguía en la tarea de acariciar sus hebras oscuras.

Se miraron curiosos y en silencio, hasta que Taehyung acomodó la silueta de Nayeon, dejándola boca arriba. Mantuvo sus ojos fijos en los de ella hasta descender sobre su vientre y dejó un casto beso allí. La playera se abultó de repente al meter la cabeza. Taehyung encontró la piel de la chica y sin previo aviso asaltó sus senos con su boca, humectándolos y chupándolos. Nayeon abrió la boca y dejó escapar un gemido audible ante la sorpresa del estímulo, luego susurró su nombre con cariño y acarició su cabeza por encima de la tela, mientras él atendía la zona erógena de manera afanosa, uno, después el otro, sin detener las caricias con sus manos ni el tacto con las yemas de sus dedos. Succionó y tiró un poco de su pezón hasta desprenderse, entonces se irguió, casi tan agitado y excitado como ella. Pasó saliva y plegó la ropa hacia arriba, dejando sus pechos brillantes, aún húmedos, al descubierto.

―Me gustaría verlos agitarse mientras me tienes...

―Sí ―lo interrumpió, respondiendo sin reservas; él la miró―. Y yo quiero ver tu rostro mientras te tengo dentro.

Taehyung sonrió, ¿podía leerle la mente acaso? Le encantaba cómo se acoplaba a su espontaneidad. Y más encantado estuvo cuando ella se encargó de morder el borde de la playera para que no se bajara y dejaba en la plenitud de su visión el panorama que él tanto ansiaba, mientras embestía con una rudeza controlada. Los gemidos de la muchacha se opacaban por sostener la tela, pero brindaban a los oídos de Taehyung un sonido mucho más excitante que lo enajenaba y lo hacía querer ir más allá. Con el transcurrir de los minutos la prenda quedó en el olvido, echa un bollo en el piso; la chica estaba situada sobre la pelvis de su pareja, meneando la cadera con vehemencia. Los dos colaboraban en el trabajo, ambos gemían entre besos, en tanto sus cuerpos se apegaban y humedecían en ese ritmo vertiginoso y entusiasta.

―La puta madre... que me parió... ―gruñó Taehyung por lo bajo―. No agarré... el maldito condón ―dijo con rabia, disminuyendo la velocidad, aunque las estocadas fueron más profundas.

―N-no importa... ―Nayeon sujetó su rostro y lo adosó al propio―. Cuando estés por llegar... avísame y sal... Termina donde tú quieras...

―O-okey... ―Asintió.

Él convino, entonces retomaron el ritmo, consumiéndose poco a poco su deseo sexual más puro. Ya habían tenido su encuentro tierno y sosegado, ahora solo quedaba la lujuria y el placer carnal. Entre plañidos audibles y besos ahogados consiguieron llegar al límite. Taehyung susurró unas palabras al oído que ella acató en la brevedad, entonces hicieron lo pactado: lo asistió para que eyaculara utilizando su boca para ello. Fue un sentimiento delicioso, morboso y satisfactorio, para ambos.

En cuanto consiguieron acompasar sus agitados corazones, la muchacha se dirigió al baño para ducharse; pronto tendría que presentarse a trabajar. Taehyung por su parte, se quedó mirando el cielo raso de la habitación, mientras jugaba con el extremo de la muelle almohada que acomodó bajo su cabeza y sonrió, rememorando todo lo acontecido. Se halló a sí mismo apenado, ensanchando su mueca y riendo por lo bajo también, como un adolescente encandilado por su primer amor. Inspiró profundo el perfume de las sábanas en cuanto giró el cuerpo, quedándose boca abajo y dejando que la suave brisa que se colaba por la ventana erizara débilmente su piel desnuda.

Tomó su teléfono celular para ver la hora y su sonrisa se esfumó al ver su fondo de pantalla: una foto de él con Jimin que se habían tomado a principio de este año, cuando él todavía se encontraba bien, o... ¿lo estaba realmente? Seguía culpándose por no haber visto las señales a tiempo. Todo lo que deseaba ahora era que él estuviera al otro lado de su puerta, así podría contarle cómo iban las cosas en su vida, cómo se sentía emocionalmente ante una chica que había descubierto que le gustaba mucho. Nayeon... ¿Jimin lo odiaría acaso si supiera? ¿Lo tomaría como un acto desleal o falta de códigos?

―¿Tae? ―le habló la muchacha, envuelta en una toalla. Tal era su expresión de tristeza que no pudo evitar preguntarle, preocupada.

»¿Qué tienes?

El aludido se pasó una mano por el rostro y se enderezó, quedándose sentado en la cama.

―Nada, solo... extraño a Jimin.

La chica chistó con una expresión de tristeza y se acercó a tomar asiento a su lado. Empujó con calma su cabeza contra su hombro, acarició su cabello y le regaló allí un dulce beso.

―¿Vas a verlo?

―Sí. Hobi-hyung me envió un texto. Está en el psiquiátrico para asegurarse de que coma. Yo iré en cuanto me dé una ducha.

―¿Faltarás al trabajo de nuevo? ―Se apartó para mirarlo a los ojos―. No exageraba cuando te decía que el jefe Minho te mandará a marte de una patada si sigues descuidando tu trabajo.

―Bueno, están evaluando la posibilidad de vivir en marte, así que...

―¡Taehyung! ―Le dio un rudo toque en el brazo, obteniendo un quejido entre risas―. Hablo en serio. Sé que Jimin es importante, pero no puedes quedarte sin trabajo y sustento económico. Además debes velar por tu reputación como abogado. No es algo que solo yo te estoy diciendo, Park Bo-gum sunbae también piensa igual. Y estoy segura de que si Jimin estuviera aquí sería él quien te mandaría al trabajo de una patada.

―Taehyung suspiró―. Voy a verlo un momento y luego iré al bufete ―dijo.

Nayeon apretó los labios y le dio un pequeño mimo en su rodilla. La respuesta no le gustaba del todo, puesto que implicaba que llegaría tarde y le traería problemas, pero más no podría hacer, él no era un niño y tomaba sus propias decisiones, aunque ella sin lugar a dudas estaría ahí para ayudarlo si era necesario.

―Te maquillaré un poco esos golpes en la cara ―dijo, dándole una caricia―. No queremos que Jimin te vea así, ¿verdad?

* * *

Min Yoon-gi estaba cansado, e irritado por demás, ya que Ho-seok había interrumpido su descanso, pero no podía quejarse, después de todo el muchacho le había compartido su techo y un lugar cómodo donde pasar la noche. Por otro lado, sí refunfuñaba para sus adentros ya que el motivo de haberlo despertado temprano había sido para, dicho por él mismo en sus pensamientos, "arrastrarlo a ese sanatorio mental a visitar a su amigo ricachón". ¿Qué tan mal puede estar si tiene tanto dinero?, pensaba, con el hastío invadiéndolo. No obstante, cuando les otorgaron permiso a ambos de acceder a la habitación de Jimin, cuando la puerta se desplegó, sus párpados se separaron de manera considerable y su corazón por poco tuvo un vuelco. Aquel pequeño ejemplar de persona no era para nada lo que esperaba ver. Se imaginó desde el principio a un chiquillo mimado que estaría gritando, arrojando cosas y dando problemas a todo el cuerpo médico, pidiendo esto y lo otro, reiterando a cada momento que tenía mucho dinero y que debían respetarlo y consentirlo sin chistar. Era la clase de "ricachones" que él conocía, que estaba acostumbrado a ver, los que siempre se habían encargado de hacerle ver cuan poca cosa era él, sobre todo si eran jóvenes.

Casi desplomado contra un rincón de la habitación, descalzo, con los brazos entrelazados, su cabeza apoyada contra la pared y derramando lágrimas, con la más pura expresión de tristeza en su rostro ojeroso y enrojecido.

Así que la miseria no distinguía clases sociales después de todo.

Se quedó cuajado en el marco de la puerta, mientras que la enfermera en jefe entraba para llamar la atención del chico junto con Ho-seok. Al oír su voz risueña Jimin se limpió el agua de la cara con el puño de su camiseta, estaba dispuesto a acercarse, sin embargo, en cuanto alzó el rostro sus ojos encontraron la silueta inmóvil de Yoon-gi, quien lo observaba. Se quedó estático unos segundos para un instante después saltar la charola de comida, pasando de largo a Ho-seok. Todos se alarmaron, los enfermeros que acompañaban a Jeong-yeon se enderezaron listos para ir tras él, pero no era intención de Jimin huir, sino que se detuvo justo frente al muchacho, lo inspeccionó como si buscara algo en su cara y luego sonrió.

―Ji-hyun... ―Llevó sus manos sobre sus hombros―. Hermano, has crecido. Te ves bien.

Anonadado, el muchacho llevó sus pupilas a Jung, quien le hizo un gesto con su cabeza, incitándolo a interactuar.

―Me... has cuidado... bien ―respondió, luego de regresar la vista hacia Jimin.

―¿Pero qué te pasó? ―preguntó afligido, delineando con su índice los raspones en el pálido rostro del chico.

Aquello le pareció irónico, si tenía en cuenta que quien estaba hablándole no presentaba un mejor aspecto: había costras en su labio bajo, vestigios decolorados de lo que parecían ser hematomas en su frente y pómulo, que ya estaban abandonando su dermis; había una marca más pronunciada alrededor de su cuello, ni hablar de sus muñecas, y sus manos con algunos de los dedos vendados.

―¿Fue papá? ―continuó en su delirio―. Si es así solo dímelo y hablaré con él.

―Solo... me caí. Es todo.

―Oh... ya veo.

La enfermera Yoo fue quien le hizo un gesto esta vez para que mencionara la alimentación a Jimin.

―¿N-no... comerás? ―dijo, y señaló con el dedo.

―Come conmigo ―le dijo, tomándolo de la mano y lo guio hasta Ho-seok.

Allí, tomó asiento al lado de Jung y ya no dijo otra palabra, solo comió de lo que él le daba. Mantenía apoyada su mejilla contra su brazo; sentía que era su lugar a salvo, le permitía respirar con paz, en el mundo caótico que dibujaba su mente.

Más tarde, Taehyung se presentó en la entrada del centro de salud mental, vistiendo un traje azul oscuro, corbata ajustada y zapatos relucientes. Saludó a los guardias en la entrada e ingresó al recinto. Subió las escaleras en la entrada cuando a su espalda oyó una vocecita familiar que llamó su nombre. Al darse la vuelta se encontró con el rostro cansado de Jacqueline, quien, aun esforzándose por sonreír, lo saludaba con un gesto de su mano. Taehyung se llevó una palma a la boca, había olvidado por completo que ella le había dicho que quería ver a Jimin, y se odiaba por eso.

―De verdad lo lamento, Jackie. Me siento terrible ―dijo, mientras caminaba a la par de ella por el pasillo, rumbo a la habitación de Jimin.

―Descuida, haces demasiado. No podría culparte por olvidarlo ―dijo con un tono muy calmo, aunque se veía muy cansada de por sí.

Al llegar a la habitación correcta, vieron al doctor Han platicando con Ho-seok a un lado de la puerta; Yoon-gi estaba con él. Temerosos de que se tratara de algo malo, los dos aceleraron el paso sin pensarlo.

―¡Oh, Tae! ―lo recibió Jung, poniendo su mano sobre su hombro.

―Oh, bu-buenos días. ―Hizo una breve reverencia ante el doctor―. ¿Pasó algo? ¿Está bien Jimin?

―Tranquilo, todo está bien. Jimin ha hablado con este chico ―dijo el doctor, señalando a Min.

―¿Con él? ―Arqueó una ceja, incrédulo―. ¿Y qué le dijo? ¿Le llamó la atención la cara de culo que tiene?

―Taehyung, no es momento para que te comportes así ―lo regañó Ho-seok―. Lo llamó "Ji-hyun", tengo entendido que era el hermano menor de Jimin.

El oyente, que se pasaba una mano por el rostro con agobio, la estancó justo debajo de sus ojos y lo observó por unos segundos, deslizándola después hasta su mentón.

―Tienes razón ―consintió el reproche.

―Joven Kim, y compañía ―habló el doctor Yoo, acomodando sus anteojos―. Los invito a acompañarme a mi oficina, si me permiten. No es bueno poblar los pasillos, estorbaremos.

Los muchachos estuvieron de acuerdo en su pedido y lo siguieron, incluso Yoon-gi, quien sintió mucha curiosidad y también empatía, después de ese primer encuentro con el mil mencionado Jimin.

―Esta mañana, en nuestra sesión de terapia, Jimin mostró un comportamiento particular del cual no me gustaría dejarlos afuera ―dijo el profesional, dejándose caer sobre su silla detrás de su amplio escritorio.

La palabra hipnosis entró en el breve relato del psiquiatra; ni siquiera él mismo terminaba de fiarse de dicho término, aunque reconocía que en ocasiones había ayudado a numerosos pacientes que no lograban recordar hechos importantes de su pasado para así resolver sus cuestiones y los problemas que los mantenían estancados. Pero dejar a una persona como una marioneta, era algo que nunca había visto.

―La manipulación a la que ha sido sometido el joven Park fue realizada de manera muy gradual y meticulosa. Y detesto decir esto, pero, pese a ser un acto ruin y bajo, es sublime.

―Jimin no ha tenido una infancia y adolescencia felices que digamos. Supongo que eso lo ha dejado el doble de vulnerable.

―En efecto, joven Jung.

―Fue esa maldita ―dijo Taehyung entre dientes―, tiene que ser ella, Fan Bing-bing. Le ha lavado el cerebro para tenerlo comiendo de la palma de su mano ―agregó, y emitió un áspero gruñido ante tanta rabia acumulada―. Hizo pedazos a Jimin... por años... mientras yo le sonreía y la respetaba. ―Sus ojos se llenaban de lágrimas. Se llevó las manos a la cabeza y se agachó, quedándose en cuclillas.

―Ya no te atormentes, Tae ―le dijo Ho-seok, inclinándose a su lado. Posó su mano sobre su lomo, frotando con suavidad.

―Conozco un experto en hipnosis. Se encuentra fuera del país en estos momentos, pero puedo contactarlo y convocarlo para tratar a Jimin. No obstante, primero lo primero, debemos reincorporarlo a la sociedad poco a poco.

Taehyung sorbió por la nariz y limpió sus lágrimas, se irguió y asintió.

―Contamos con las herramientas, joven Kim. Pero el tiempo que requerirá el joven Park es incierto, por lo que nos toca ser pacientes.

―Gracias por su trabajo, doctor ―dijo, e hizo una reverencia.

―Haré todo lo que esté en mis manos para ayudar. El resto, dependerá de Jimin.

* * *

Jacqueline, quien no se había despegado del marco de la puerta en la habitación de Jimin en ningún momento, sonrió con una alegría casi palpable al ver que, bajo el ojo atento de los enfermeros, abandonaba el cuarto de baño. Había costado trabajo pero lograron que se cepillara sus dientes, y luego de preguntárselo él les permitió que lo afeitaran. Sin embargo, su paso era tan apagado y penumbroso como la inexpresividad reflejada en su rostro. Jacqueline mantuvo su sonrisa y postura tan estables como le fue posible; necesitaba poder transmitir una vibra calmosa y cálida para que él pudiera estar en armonía, aunque no se pudo lograr, ya que se vio alarmado en cuanto se percató de la presencia de la muchacha en la entrada, entonces escondió rápido su rostro dándole la espalda. Uno de los asistentes trató de serenarlo, pero en cuanto vio que iba a tocarlo Jimin se apartó de inmediato, con la respiración acelerada, por lo que solo utilizaron las palabras para que se mantuviera en calma.

―Jimin... ―lo llamó ella en un susurro, como un acto reflejo nada más.

―¡Vete! ―exclamó al aire, todavía dándole la espalda y apretando los puños―. Lejos de mí... ―dijo con más sosiego, dejándose caer sobre el suelo. Se quedó sentado, apoyó su espalda contra el costado de la cama y abrazó sus piernas―. Lejos de mí...

La chica apretó los labios, tratando de soportar, mas no pudo evitar que sus ojos se irritaran y se cristalizaran con una rapidez ingrata.

―Sé que crees que no te merezco... pero te equivocas. Quiero que sepas que... cuando cruces la puerta principal... ahí estaré esperándote. No importa si no volvemos a compartir palabras, o un abrazo, una mesa, o... fresas. ―Sonrió un instante―. A Calicó... Incluso si no vuelves a decir mi nombre o verme como antes... está bien.

Su voz se oía serena, pero estaba rompiéndose en pedazos por dentro. Hacía un esfuerzo monumental por no hacer ruido al llorar; su mano temblaba sobre sus labios cuando hacía pausas al hablar.

―Solo quiero que seas feliz. Y ver... ese pequeño hoyuelo en tu mejilla cuando estés listo para sonreír de nuevo.

Habiendo dicho todo lo que deseaba expresar, y esperando que pudiera servirle de apoyo de algún modo, hizo una reverencia a los enfermeros presentes; estaba agradecida con su trabajo, por sus cuidados hacia su persona querida. Dio media vuelta y abandonó la habitación.

Jacqueline no podría verlo, pero los ojos de Jimin también estaban plagados de lágrimas, que no paraban de correr por sus pálidas mejillas.

Al estar en el pasillo, a solo unos pocos metros de la puerta, la muchacha se encontró con un conmovido Taehyung, quien le sonrió con cariño, entonces ella no pudo seguir siendo fuerte, y ahí mismo se derrumbó. Kim la estrechó entre sus brazos; ella ahogó un grito contra su pecho. Solo quiero verlo feliz, gritaba en su cabeza, una y otra vez.

https://youtu.be/nmVjK-BiTkY


―Escucha, ya no te dejaré venir a visitar a Jimin si vas a ponerte así cada vez que lo veas ―dijo Taehyung, mientras frotaba su espalda.

―Sí. ―Se ahogó de nuevo contra el pecho ajeno―. Lo siento ―dijo, luego de apartarse.

Él volvió a sonreírle con dulzura y posó su mano sobre su hombro.

―De verdad me alegra que Jimin tenga en su vida a alguien capaz de brindarle tanto amor incondicional. Es lo que siempre le ha faltado. Ya era hora de que encontrara una chica como tú.

Caminaron por el corredor hasta salir por la puerta principal. Allí, Jacqueline se arrimó a la balaustrada de mármol que cercaba toda la galería del edificio.

―¿Te sientes mejor?

―Un poco, sí. ―Se giró hacia él y cerró los ojos un instante―. Gracias.

El chico estiró una de las comisuras de sus labios hacia un lado y posó sus codos sobre la gruesa baranda. En el silencio otorgado, el viento sopló con calma, meciendo con suavidad unas cuantas hebras de su cabello.

―¿Por qué te enojaste con ese chico antes? ―preguntó ella de repente.

―¿Eh?

Se halló sorprendido hasta que concilió que le estaba hablando de Min Yoon-gi.

―Eso... Supongo que... Jimin es mi mejor amigo, mi alma gemela. Pero ni siquiera quiere verme cerca. Ahora llega este tipo de la nada y...

―Te pusiste celoso.

―No son celos como tal, es solo que... ―suspiró―, debería ser yo... Yo debería acompañarlo... Me siento un inútil.

La muchacha posó su mano sobre su hombro.

―Tú más que nadie has ayudado a Jimin. ―Bajó su mano hasta la impropia, regalándole una pequeña caricia―. Lo has cuidado casi como un padre a su hijo, incluso antes de que terminara en este lugar. Nunca vayas a olvidarte de eso, por favor.

Taehyung se sintió reconfortado por sus palabras, aunque no menos miserable, y la culpa seguía apuñalándolo sin previo aviso cada vez que lo veía en ese estado tan deplorable.

―¿Te llevo a tu trabajo?

―Si no es mucha molestia.

―En absoluto. Vamos.

Los dos caminaron hasta el centro de la galería y bajaron las escaleras.

* * *

¿Pero qué demonios estás diciendo? ¡¿Cómo que Raizo está muerto?!

―Acabamos de confirmarlo, amo Rain. La policía ha capturado su auto, teléfono celular y un hacker mediocre con el que cerraba un acuerdo.

¡¿Es que acaso la policía lo mató?!

―No estamos del todo seguros, señor, pero al parecer fue repentino, Raizo no lo vio venir. Y Piggy también está muerto.

¡Maldita sea!

―Muchos de nosotros hemos sido expuestos y tuvimos que movilizarnos rápido para huir. Estamos en la tarea de dar con el infeliz que se llevó la policía para que nos brinde información y silenciarlo después; también inutilizar el teléfono de Raizo antes de que accedan a la memoria total. Será bueno que descarte su teléfono también, señor. Por prevención.

Silencio.

Raizo era uno de mis mejores hombres. No. ¡Era mi maldita mano derecha! Y mis ojos en Corea del Sur. Encuéntralo. Quien sea que lo haya hecho, encuéntralo y me lo traes en una caja, con solo un pequeño hoyo para respirar. La abriré yo mismo y me suplicará con lágrimas de sangre que lo mate.

―Nos ocuparemos de eso, señor. Y creo que... podría tener una buena noticia.

Te escucho.

―Hemos acudido a la vivienda de Fan Bing-bing como nos indicó. Ya no vive ahí, pero tras indagar un poco hemos sabido que ella suele presentarse de tanto en tanto. Así que es solo cuestión de tiempo para...

El subordinado detuvo el habla en cuanto escuchó una pequeña risilla nasal que se fue haciendo cada vez más grande, grave y sonora segundo a segundo.

Maldita hija de perra ―dijo aún entre risas―. Haré que me entregue al muchacho Park, luego la torturaré y después la mataré con mis propias manos. Quiero que se lo informes cuando la veas, y dale una buena sacudida por mí.

―Se hará todo como usted diga, señor.

―Es lo que espero ―dijo, con un tono bastante agresivo―. Reemplazaré mi maldito teléfono y volveré a comunicarme. Mientras tanto, procede con lo dicho. ¿Entendido?

Sí, señor.

El hombre presionó el botón con un tacto acerbo y abandonó su sitial. Caminó hasta una pequeña mesa de cristal donde descansaba una botella de refinado licor, junto a un pequeño vaso de cristal que no demoró en llenar hasta la mitad y que después levantó para llevarlo a sus labios.

―Esta va por ti, Raizo ―dijo y bebió todo el líquido de una sola vez―. Quien haya sido el responsable... lo va a pagar. Lo va a pagar ―sentenció, y estrelló el vaso contra la mesa con tal fuerza, que no solo se rajó el cristal de la superficie, sino la base del recipiente.

* * *

En los días venideros, Fan Bing-bing culminaba una llamada con uno de sus pacientes, mientras aparcaba su automóvil, apegándolo al cordón. Tomó su bolso y bajó del vehículo, dejando ver sobre el pavimento uno de sus tacones de un rojo intenso, que iban a juego con su falda.

Se quitó los anteojos de sol y caminó hasta la puerta principal, en tanto buscaba las llaves de su vieja vivienda en su bolso.

El suelo era una ruina, ni siquiera se tomó la molestia de quitarse los zapatos.

La estructura no tenía suministros desde hace mucho tiempo, pero de tanto en tanto venía a hacer una revisión para cerciorarse de que todo estuviese en orden y así evitar quejas o multas. Ya había pasado un buen tiempo desde su última visita, pero había tenido muchos asuntos que atender con urgencia. Asuntos que involucraban una denuncia puesta por Kim Taehyung, aunque no estaba preocupada; ella siempre estaba dos pasos delante de ese hermoso chiquillo pretencioso. No obstante, en cuanto bajaba con parsimonia las escaleras, las cuales emitían un sonido destemplado al pisarlas, oyó un golpe repentino contra la puerta, tanto que con los ojos bien abiertos se llevó una mano al pecho.

«¿Vecinos? Jamás han tocado así a mi puerta. ¿Será que sí hay algo descompuesto y vienen a quejarse?», pensó, mientras se encaminaba a abrir la puerta.

Poco grata fue su sorpresa al encontrarse con un hombre alto y que le doblaba su propia estructura ósea.

―Tengo un arma apuntándote desde el bolsillo de mi chaqueta y un franco tirador en la cercanía, perra. Recíbeme con una sonrisa y cierra la puerta si no quieres un balazo.

Su pulso se aceleró de sobremanera y su fisionomía permaneció estática, procesando lo que el individuo dijo de manera áspera, hasta que fue capaz de reaccionar, puso su mejor sonrisa y se hizo a un lado, cediéndole el paso. Cerró la puerta lentamente y ni bien se giró hacia el sujeto, recibió un puñetazo en la cara que la derribó, liberando un chillido agudo. Colocó su mano sobre el golpe y miró al sujeto con indignación. Pero al ver que con su actuación de mujer afligida a punto de lagrimear, no solo no se le había movido ni un pelo, sino que le entregó su teléfono celular para que responda la llamada, borró su expresión de víctima y la reemplazó por una de resquemor, y le arrebató el aparato de la mano para llevárselo a la oreja.

Hola, primor. ¿Me extrañaste?

Reconocería esa voz susurrada y rasposa incluso bajo los efectos de la droga más pesada: Jung Ji-hoon, también conocido como el príncipe del bajo mundo, "Rain". «Estoy jodida», pensó, repitiendo esa idea en su cabeza, mientras que la calma abandonaba su ser, así como el color en su piel.

Súbitamente, el individuo que la acompañaba en estos momentos, ya no se encontraba delante de ella, sino que se había escabullido a su espalda y la tomó de manera tosca por los cabellos. En cuanto abrió la boca ante el fuerte tirón, el sujeto metió una tela de algodón en su boca, empujando con sus dedos hasta casi tocar su campanilla y aprisionó con su palma para evitar que lo escupiera. La mujer por supuesto se quejó y soltó el teléfono de inmediato. Sin demora alguna el tipo sacó una cinta que ya tenía preparada junto a la tela y rodeó toda la circunferencia de su cabeza, a la altura de su mandíbula. Sin detenerse ahí, volvió a tomarla por los cabellos, la arrastró unos metros por la sala y azotó su cuerpo contra el piso helado. Tomó el teléfono del piso, realizó una videollamada con su jefe y colocó el dispositivo sobre un mueble bajo arrimado a la escalera, dejando que su superior tuviera vista plena del panorama.

―Señor ―dijo, haciendo una reverencia y solicitando su permiso.

Adelante. ―Hizo un ademán con sus dedos.

El subordinado dio unos pasos hacia la mujer, quien todavía se aquejaba con los cabellos un poco revueltos, y alzó su pierna propinándole un golpe en el rostro que de nueva cuenta la dejó tendida en el suelo. Allí, pateó su abdomen una vez, entonces su jefe pidió que contara en voz alta; su esbirro obedeció sin rechistar y no dejó de patear hasta el número veinte, donde pidió que parase. No ordenó nada al momento siguiente, dejó que su secuaz diera rienda suelta a lo que prefiriera, y vaya que lo haría.

Tomó a la mujer del cuello de su camisa; sus chillidos y lloriqueos bajo aquella improvisada mordaza acrecentaron en cuanto el sujeto tiró de la prenda hacia los lados, mandando a volar unos cuantos botones. Para nada satisfecho con ello, tiró también del sostén y dejó expuestos sus pechos. Estampó su mano sobre uno de ellos, no por querer manosearla, sino para oprimirlo y causarle dolor, mismo que se vio reflejado en su alarido, aunque al poco tiempo el indeseable hombre la calló de un puñetazo en el rostro, para luego sujetarla por los pelos y estampar su cara contra el piso. Todo esto bajo la atenta mirada de Rain, quien al otro lado, se mantenía sentado cómodamente en su sitial, con uno de sus tobillos descansando sobre su rodilla, fumándose un puro y degustando su whisky favorito.

Al ver uno de los senos de Bing-bing, el vasallo prosiguió y posó su gruesa suela sobre él, aplacándolo contra el piso y su bota. La sometida berreó dejándose la garganta en ello, poniendo su cara roja por la fuerza en sus cuerdas vocales, pataleando y golpeando una y otra vez con su palma el calzado de ese desgraciado.

Suficiente ―ordenó el jefe―. Quítale esa cosa de la boca y haz que mire a la pantalla, que me mire a mí.

El hombre obedeció una vez más y levantó a Fan, dejándola arrodillada de manera brusca frente al teléfono.

―Como hagas un solo ruido, voy a violarte ese maldito ano que escondes bajo tu falda, maldita. ―Advirtió un instante antes de tocar la cinta.

Al ser liberada de la mordaza, escupió con desaire la tela de su boca. El subordinado de Rain la tomó por los cabellos, obligándola a levantar su cabeza.

¿Sabes por qué no estás muerta todavía, preciosa?

El pecho de la mujer subía y bajaba notablemente, mas no emitía palabra alguna, entonces el tipo que la sostenía le dio vuelta el rostro de una cachetada.

―Mi jefe te hizo una pregunta, perra.

―Por... Porque no estás... aquí ―suspiró.

En efecto. Ahora te voy a decir lo que haremos: vas a entregarme a Park Jimin. Lo llevarás hasta uno de los muelles en los suburbios, en las coordenadas que te voy a dar. Allí estará esperando uno de mis aviones. Subirás ahí con el chico y partirán en un viaje directo a mis aposentos.

―Y me matarás...

Por supuesto. Después de, con mis propias manos, volverte carne molida y darle tus restos a los animales de la cercanía.

La mujer suspiró con fatiga y un poco de resignación, es decir, ¿qué otra cosa podía hacer en ese momento más que oír al patán y mostrar sumisión?

Ahora, hermosa... Abre bien esa boquita que tienes, porque mi perro tiene algo para ti.

―N-no... Ha-haré lo que pides... No me he negado en ning...

No me interesa lo que tengas para decir. Obedece. Gírate hacia él, míralo a los ojos y abre la maldita boca, sacando tu asquerosa lengua fuera.

Con la respiración más agitada, y una indignación de los mil demonios, Fan cedió e hizo lo ordenado. El sujeto de pie frente a ella, se relamió los labios de la forma más asquerosa de ver, mientras bajaba el cierre de su pantalón y lo deslizó un poco junto con su ropa interior, dejando su pene al descubierto. Y justo cuando creyó saber lo que acontecería en breves instantes, el hombre comenzó su acto de micción contra su rostro. Por inercia amagó a gritar y alejó un poco su cara, pero él rápidamente la cazó por los pelos, introdujo su sexo dentro de su cavidad bucal e inclinó un poco su cabeza para que empezara a tragarlo todo. Ella hizo a un lado su rostro y escupió con el más puro asco.

¿No te enseñaron que escupir es de mala educación, muñeca?

Dicho aquello, el tipo le dio un golpe con el que la derribó y ahí donde se quedó continuó esparciendo su orina por todo su cuerpo. Al concluir, el hombre se acomodó la ropa como si nada, mientras que Fan se quedó con sus manos sobre el rostro, sollozando bajo.

Acércame ―ordenó el mandamás.

El teléfono fue llevado cerca de su rostro, el sujeto le ordenó entre dientes que quitara sus cochinas manos y mirara a su jefe a los ojos.

¿Entendiste lo que vas a hacer, linda?

Ella movió la cabeza, dando un sí.

Quiero escucharte, infeliz.

―S-sí...

Sí ¿qué? Bastarda.

―S-sí, señor.

Rain sonrió entre las penumbras del cuarto en el que se hallaba, le dijo incluso que era encantadora, con una suavidad que no sentía en absoluto, pero que actuaba muy bien.

Para concluir, como un pequeño chascarrillo, el secuaz prendió unos cuantos fósforos sobre ella, que tuvo que apresurarse a apagar pues quemaban su piel, cabello y ropa, aunque esto último le parecía lo de menos. Y como toque final, al dejar la casa, luego de concluir la llamada con el jefe, pisó con descaro uno de sus tobillos, obligándola a no emitir sonido alguno pues la amenaza de un abuso sexual contra su persona seguía vigente.

Y allí se quedó, hecha una maldita miseria. Tuvo que arrastrarse hasta su bolso, tomó su teléfono y pidió auxilio a Jason. Al acudir, el hombre fue precavido en cuanto a las personas que pudiesen estar en la cercanía, y al ver todo despejado entró a la casa, cargó a la señorita en brazos, envuelta en una manta y subió con ella a su coche.

Más tarde, la mujer entraba a su habitación, que en antaño pertenecía a los padres de Jimin, envuelta en una bata de baño y sacudía una toalla contra su larga cabellera negra para secarlo. Se detuvo frente al espejo de pie a unos metros de la puerta y bajó la bata, contemplando de mala gana su piel amoratada y que dolía como mil demonios.

―Lo bueno es que no tiene ningún hueso roto, señorita ―habló Jason, deteniendo el paso en el marco de la entrada.

―Conociendo a ese bastardo, querrá romperme los huesos cuando me tenga delante. Esto fue solo una advertencia.

»De verdad me gusta mucho este lugar. Estaba tranquila, atendía a mis pacientes, tenía mis clientes, y a ese hermoso mocoso bajo mi dominio y entre mis piernas. Pero este maldito de Rain ha conseguido dar conmigo y me amenaza de la manera más sucia... ¡De no ser por mí nunca hubiera podido llegar a Jimin! Estúpido. ¿Qué se cree?

―Oh, nadie... solo el mafioso más temido de toda Asia.

―No ayudas, Jason. ¿Tú le temes también?

―Me resulta indiferente.

―Si él te pagara más que yo, ¿me traicionarías?

―Eso depende de cuánto me pague el maldito, señorita.

―Bastardo infeliz. ―Sonrió.

Dos aves carroñeras no podrían hablar de lealtad.

―¿Qué piensa hacer, mi lady?

―No le entregaré a mi Jimin, eso está claro. Será paciente si sabe que sigue internado en el sanatorio, eso me dará tiempo para pensar. Por lo pronto, limpiaré el camino para poder avanzar con tranquilidad. ¿Hiciste lo que te pedí?

―Sí, señorita. Varias personas se han presentado ante su convocatoria.

―Perfecto, mientras más sean mejor, solo procura que sean competentes. Algunos se quedarán contigo aquí en la casa, en caso de que Rain decida enviarme alguna "sorpresita", y el resto se ocuparán de las dos piedras encajadas en mis zapatos. ―Miró a su subordinado a los ojos y levantó dos dedos―. Lee Dong-min y Kim Taehyung. Quiero que los estudien y que aguarden por el momento indicado, no deben acometer a la ligera. Los quiero muertos. Pero no sin antes hacerlos sufrir.


~ B i t t e r s w e e t ~


https://youtu.be/mI2K0t8EAwE

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro