Capítulo 51: Peligro inminente
Después de compartir unas palabras con el doctor Han Yoo, todos se retiraron. No iba a ser fácil, pero Ho-seok se ofreció a acudir en los horarios en que Jimin tuviera sus comidas, al menos hasta que respondiera mejor al cuerpo médico.
Al bajar las escaleras de la entrada principal, pudo ver el mismo auto de antes aparcado en la calle paralela. Le hizo un gesto discreto a Taehyung y del mismo modo le indicó el vehículo. Pero antes de que Kim pudiera elaborar un solo pensamiento, una vocecilla familiar llamó su nombre, por lo que se giró de inmediato. Se trataba de Jacqueline. No había día que ella no se apareciera por ahí, a preguntar, indagar y también llorar. Taehyung se llevó una mano a la boca, cuestionándose cómo pudo ser tan desalmado de no dejarla bajo aviso que verían a Jimin. Ocurrieron tantas cosas en tan poco tiempo, y él solo vino sin saber si podría ver a su mejor amigo en primer lugar. Pero la había olvidado por completo, y se detestaba por ello.
―Entiendo ―dijo ella, agachando la cabeza.
―Lo lamento, Jackie. Me apena mucho...
―Está bien. Lo importante es que tú estás bien, y él aceptó comer. Son buenas noticias, ¿no? ―dijo, con la voz quebrándose lentamente y forzaba una sonrisa, que no le fue posible sostener.
―Sí. Es un avance.
―Vendré de nuevo mañana, más temprano. ¿Puedo?
―Claro. Es más, dejaré dicho en la recepción que estarás aquí mañana, ¿te parece bien?
―Sí. Hazlo por favor, y gracias. ―Le dio un suave toque a su brazo, hizo una pequeña reverencia para ambos chicos y se retiró.
Caminó a pasó lánguido; su cansancio no desaparecía, porque prácticamente había salido corriendo de su trabajo en el café para poder llegar a ver a Jimin, pero el tiempo no había sido suficiente al parecer. Estaba agitada, su cabeza abombada y las lágrimas ya colmaban sus ojos en cuanto dio la vuelta en esa esquina.
Dejó de sostenerse a la pared de concreto para apoyar su espalda y ahí mismo hundirse hasta sentir el piso fresco bajo ella. Sus rodillas rozaron sus ya húmedas mejillas y envolvió sus piernas con sus brazos, ocultando su llanto de todos.
Después de sus padres, no imaginó que podría ser capaz de odiar a otra persona con tanta fuerza. Con sus progenitores se conocían, y por años la habían lastimado. En todo ese tiempo se había formado la trayectoria al caos. A este individuo, responsable de haber dejado a un ser tan preciado para ella en ese estado, ni siquiera lo conocía y lo odiaba con una intensidad visceral.
Quería verlo. Oír su voz, incluso si era para llamar su nombre con una queja pendiente, y ver ese pequeño hoyuelo en su sonrisa una vez más.
Se levantó, palpó un poco su falda y se dirigió a un baño público para arreglar un poco su cabello y retocar su maquillaje. Lo primero no era lo más complicado como de costumbre, sino sus deteriorados ojos: las lágrimas no dejaban de correr, incluso cuando se retocaba el labial. Golpeó la cerámica del lavamanos y se dijo basta, se obligó a ello. Tenía que irse a trabajar, tenía que asegurar el dinero con el que pagaría su techo y alimento; su hermano también estaba esforzándose y no lo dejaría varado. Debía moverse, seguir girando junto con el mundo, incluso con su cabeza revuelta y el corazón roto. No obstante, seguir adelante era un poco difícil cuando había personas que se encargaban de ser una piedra en tus zapatos, en el camino, o ambas. En el caso de Jacqueline, su padre. Se apareció como en ocasiones anteriores, cerca de la entrada a su trabajo en la editorial Park, pidiéndole lo de siempre: que volviera a la casa, que convenciera a su hermano y que las cosas serían diferentes, pero ella lo conocía demasiado para saber que nunca sería así, nunca dejaría de ser un misógino, homofóbico y retrógrada, tanto o más que su madre. Cuando el hombre oía su negativa, arremetía contra ella, dejándole algún golpe; esta vez no sería la excepción, pero... por fortuna alguien logró intervenir justo a tiempo:
―¿Qué rayos cree que está haciendo? ¡Suéltela!
Después de haber aparcado su auto en el estacionamiento y oír los gritos, Dong-min se aproximó a ver qué ocurría. Al observar que también los guardias de seguridad, quienes ya tenían al hombre entre ceja y ceja por sus constantes apariciones, pero se denegaban a denunciar a pedido de la muchacha, lo amenazaron directamente en esta ocasión con llamar a las autoridades y presentar una demanda si no se retiraba en ese instante, por lo que no le quedó de otra más que marcharse, molesto y amargado, como el triste ser vivo que era.
―Jackie bonita, ¿estás bien?
―Sí, te lo agradezco.
―Denúncialo. ―La miró fijo a los ojos―. No puedes permitir que te siga haciendo esto. ―Meneó apenas la cabeza, sin dar un solo pestañeo.
―E-estoy bien, descuida.
―¿Quieres... que yo me encargue?
Su interrogante se hizo con un susurro, y ella pudo percibir apenas cómo su mirada se tornó un tanto siniestra, al punto de darle un leve escalofrío en la espalda alta. Dio un ligero sacudón a su cabeza al momento siguiente y respondió:
―Te lo agradezco, Lee. Eres muy gentil, pero no tienes que hacer nada ―dijo, bajando maquinalmente la mirada y le dio una suave palmada a su brazo―. ¿Entramos? ―agregó, esperando que su compañero le siga el paso.
―Adelántate, ahora te alcanzo ―dijo, y mostró su sonrisa más enternecedora.
Ella asintió y siguió su camino, entonces el mohín así como la calidez en el rostro del muchacho se esfumaron paulatinamente, dando paso a un rostro sombrío. Miró a la chica alejarse, y luego giró al lado opuesto, para ver al padre, quien ya se encontraba muy lejos.
«Si lo mato ahora no solo sería muy obvio, sino también descuidado». Se llevó las manos a los bolsillos. ―Cielos... Fingir ser un ciudadano promedio es difícil ―dijo, empezando a caminar hacia el edificio donde trabajaba―. Pero si lo vuelvo a ver... no va a contar el cuento ―masculló entre dientes.
* * *
El dedo índice de Ho-seok señaló el mapa que habían desplegado sobre la mesa, en el apartamento de Taehyung.
―Esta es la zona por la que ingresamos a Busan hace unos días. Los malditos nos encontraron a las pocas horas, cuando nos detuvimos por gasolina.
Y antes de que pudiera añadir alguna palabra más, se oyó el timbre, por lo que sus caras fueron a parar a la misma dirección.
―Tae...
El emisor fue el primero en erguirse, alarmado.
―Tranquilo, en la recepción no dejarían subir a alguien que no conocen.
―A no ser que les hayan disparado en la recepción, ¿sabes?
Taehyung se relamió los labios y pasó saliva, en tanto se aproximaba a la entrada. Tocaron al timbre de nuevo; él acercó el ojo a la mirilla y allí se encontró con Nayeon, cargando unas cuantas bolsas.
―¡Mierda! ―dijo, y se llevó una mano a la boca.
Si ya se sentía mal por haberse olvidado de Jacqueline, ahora se sentía una basura por no recordar en absoluto que habían acordado que ella le traería el almuerzo. Pestañeó unas pocas veces y abrió la puerta para recibirla.
―¿Interrumpo algo? ―indagó la mencionada, paseando la vista en el dueño de casa y su invitado.
Con la boca aún sin descubrir y el rostro enrojecido por el calor, Kim tomó su mano sin vacilar. Con un gesto firme, la atrajo hacia el interior y, sin perder tiempo, cerró la puerta.
―Oye, pero si es tu somenyeo ―dijo Ho-seok, con una gran sonrisa.
El aludido contuvo la risa y negó con la cabeza. No le disgustaba que se divirtiera a costillas suyas, pero aun así le despertaba un poco de vergüenza, aunque no era ni por casualidad comparado al pudor reflejado en el rostro de la muchacha en ese momento.
―Qué bueno que traje doble ración.
La chica empezó a sacar los bowls de las bolsas; los chicos se arrimaron a ayudarla.
―¿Está bien que ella se quede mientras discutimos esto? ―murmuró Ho-seok.
―Sí. Confío en ella.
Al tener cada quien un recipiente entre sus manos y los palillos listos, llevaron su atención al mapa desplegado de la ciudad y los alrededores. Jung continuó donde se había quedado:
―Con Hye nos aseguramos de quedarnos en un sitio que estuviera alejado de las zonas urbanas o portuarias, ya que es el nido de las sociedades criminales.
―También los bares y clubes ―comentó Nayeon; Jung asintió.
―¿Crees que esa gente tuvo algo que ver con el ataque a Jimin? ―intervino Taehyung.
―Fue lo primero que se me vino a la cabeza, pero... ―Dejó su pocillo de comida sobre la mesa―, si lo piensas con detenimiento... no tiene el menor sentido. ―Negó con la cabeza.
Ho-seok se pasó una mano por las comisuras de su boca y se dio la vuelta, fijando su atención en el estante con fotografías a un lado de la entrada.
―Estas personas no tenían idea del paradero de Jimin. ―Observó las fotos y mostró sus dientes, discreto, al ver las pequeñas versiones de sus ahora amigos.
»Han estado vigilando mi residencia quien sabe por cuánto; sabían que Jimin estuvo ahí, y... ―Tomó uno de los recuadros y lo apreció más de cerca―, escuché a ese sujeto hablar con su presunto "jefe" por teléfono. Mencionó un nombre que no me gustó para nada. ―Frunció el ceño con inquietud y giró un poco el cuerpo―. Rain.
―¿Quién es?
―Es conocido por ser el "príncipe de las tinieblas del bajo mundo".
―Es un nombre muy largo.
―Tú... ¿Lo has visto? ―indagó Nayeon.
―No. Solo he oído historias, y me es suficiente para no querer verlo ni en pesadillas.
»El tipo es un sádico retorcido. Manipula la venta de drogas, armas, red de prostitución, lo que se puedan imaginar, en toda Asia y pequeños sectores de Europa y África. No reside en el país actualmente, o es lo que se rumorea, pero su gente continúa haciendo prosperar sus negocios aquí desde las sombras.
―Por Dios, hyung... ¿Estás diciéndome que un capo de ese calibre está detrás de Jimin? ¡¿Cómo?! ¡¿Por qué?!
El muchacho depositó el marco que había agarrado sobre la mesa, frente a su amigo. En la fotografía destacaba más Jimin, abrazando a Taehyung por atrás y sosteniendo un vaso descartable; parecían estar en una fiesta, cuando todavía asistían a la secundaria.
―¿Qué ves en la foto? ―Señaló con el dedo.
―¿Ji-Jimin...? ―Le dedicó la mirada, tenso.
―Carne fresca. Joven, apuesto, y sin familia directa. Muy fácil, muy provechoso.
―No me está gustando nada lo que estás insinuando.
―A mí tampoco, Tae. Créeme ―suspiró, dejando caer la cabeza al frente―. Lo que no entiendo es cómo demonios ese lunático dio con Jimin, para tomarse tantas molestias, debería de...
Detuvo el habla, quedándose absorto unos segundos. Su estómago se revolvió de repente y muy rápido, ante los pensamientos que surgían en su testa.
―Di... Dijiste que la psicóloga... prostituía a Jimin, ¿no?
―¡¡¿Que ella qué?!! ―Se escandalizó Nayeon.
―Lo siento, no tuve oportunidad de contarte ―dijo Taehyung, afligido―. Esa maldita asquerosa... Permitió que ese ser vil y perverso... ―No pudo concretar la frase; sentía un asco inmenso.
―Por Dios... ―La chica se llevó una mano a la boca, con sus ojos enrojecidos e invadidos por las lágrimas.
―Tal vez... Tal vez ella intervino para que no se lo lleve. Si está obsesionada con él, ¿por qué cederlo sin retorno a alguien más?
―Hija de puta... ―murmuró Nayeon angustiada, cubriendo sus labios con sus dedos.
Taehyung mantuvo sus ojos fijos en el mapa, pero su mente viajaba en miles de hipótesis:
«Si bien lo más acertado podría ser huir cuanto antes, ¿a dónde demonios podría ir esa mujer sin el dinero necesario? ¡Claro! Por eso prefirió mudarse a la mansión de los Park definitivamente. Zona céntrica, un barrio tranquilo, una casa grande y apartada para poder seguir haciendo sus malditas perversidades», cavilaba a gran velocidad. De solo imaginarlo sentía náuseas. «Jimin iba a dejarle la casa prácticamente regalada, le daba igual, solo quería deshacerse de ella».
«¡Maldita cerda hipócrita de mierda!», Kim estrelló el puño contra la mesa.
Por años les había visto la cara a todos. ¿Cómo nadie vio ni una sola señal siquiera? Jimin estaba sufriendo terriblemente sin nadie que le tendiera una mano. ¿Qué... habría pasado exactamente el día en que su familia murió?, se preguntaba ahora.
―Con todo esto que has mencionado, Ho-seok-nim... ―intervino Nayeon, obteniendo la atención de ambos chicos―. Las personas que me secuestraron...
―También preguntaron por Jimin ―completó Taehyung, dirigiendo sus ojos hacia ella, quien asintió.
―¿Preguntaron por él? ¿Dinero o...?
―Lo querían a él. Mencionaron que querían "darse un lugar en la organización".
―¿Entregando a Jimin?
Ho-seok bajó la mirada, paseando sus pupilas de un lado a otro, meditabundo.
―Dijeron... que querían darse un lugar en la organización.
El chico la miró un instante y volvió sus ojos al mapa.
―Organizaciones menores... Tratan de impresionar al "gran jefe" para obtener un lugar con "los grandes". ¿Saben qué fue de ellos?
―La noche del secuestro de Nayeon hubo una balacera. Los oficiales utilizaron fuerza letal. No quedó ninguno.
―La policía me ha informado y también interrogado, por si yo conocía o había trabajado para Rain, y puede que sí, por medio de alguno de sus vasallos quizá, no podría saberlo a ciencia cierta. Lo que sí sé es que al menos aquí en Corea del Sur tiene pedido de captura. Si pone un pie aquí será el fin. Pero tiene a sus fieles rondando aún. Sin los secuestradores, eso nos deja a los tipos que me persiguen, y...
―¡El sujeto del auto! ―Señaló Taehyung con su dedo―. Es sospechoso.
―Si resulta que trabaja para Rain... es posible que estén aguardando que Jimin cruce las puertas del psiquiátrico...
―O puede que infiltren a alguien para que se lo lleve.
―El tal Rain se está tomando demasiadas molestias ―comentó Nayeon, nerviosa.
―Debe haberse encaprichado. ¿Quién podría negarle algo al mandamás?
―Iré al sanatorio ahora ―dijo, tomando su chamarra y las llaves de su auto―. Hablaré con la seguridad del lugar, el cuerpo médico encargado de Jimin y también con Min-jae.
―Voy contigo ―propugnó su hyung, palmeando la mesa.
Al girarse, la muchacha lo observó con expresión circunspecta.
―Debes volver al trabajo, ¿verdad? Te llevo.
―Si tú no vas a trabajar pronto, el jefe Choi te dará una patada en el culo.
―Esto es importante, por favor no me sermonees ahora.
―Bien. ―Corrió la mirada y se cruzó de brazos―. Llévame al trabajo entonces, por favor.
Taehyung captó su descontento, pero no detendría sus planes.
Después de asegurar bien el apartamento, los tres se despidieron del portero y el recepcionista, y caminaron hasta el coche aparcado del chico. Fue entonces que los tres giraron la cabeza en sincronización, al escuchar un fuerte bocinazo unas calles más atrás, y lo siguiente que vieron fue un coche pasar a toda velocidad por la acera. Ho-seok fue el primero en reconocer el vehículo al fijarse en la matrícula, al instante lo siguió Taehyung y ambos cruzaron miradas. No lo pensó ni un segundo y abrió el auto para ocupar el sitio detrás del volante.
―¡Tae! ―Ho-seok lo imitó, ocupando el asiento del copiloto.
Nayeon apenas alcanzó a comprender lo que ocurría, sus ojos se quedaron hipnotizados siguiendo la ruta del vehículo, perdiéndose en sus pensamientos. ¿Era el auto del que hablaban? Le parecía mucha coincidencia que justamente pasara por ahí. ¿Sería una trampa? Formuló varias hipótesis en unos pocos segundos, pero el acelerar del auto de Taehyung la trajo a la realidad. Aquel par se había ido sin más.
―Pero... ―masculló atónita―. ¡¡¿Ustedes están locos?!! ―gritó con rabia.
¿Pretendían seguirlo? ¿Hasta dónde? ¿Y si realmente era una trampa? Se estaban metiendo con criminales muy peligrosos. Nayeon analizó todo a una velocidad abismal, se llevó una mano a la frente, retrocediendo lánguida unos pasos, tratando de pensar con más claridad. Pasó saliva y tomó su teléfono; con motivo de cualquier urgencia, ella también contaba con el contacto de Kim Min-jae. Sin embargo, momentos antes de presionar el botón recordó que él había retomado su turno para vigilar el psiquiátrico, si lo llamaba dejaría su puesto y pondría un reemplazo.
«No, no, no. Jimin no puede quedar vulnerable ni un solo segundo». Negó con la cabeza.
Lo más práctico sería dirigirse allá y relevar ella misma al oficial. Así que, con los nervios desmoronando su psiquis, tomó con firmeza su bolso, sacó las llaves de su auto y corrió hacia él, porque sí, lo había traído consigo, aunque no lo dijo, puesto que quería persuadir a Taehyung de asistir al trabajo llevándola hasta allá. Además, deseaba tener una excusa para volver a verlo. No obstante, en estos momentos no pensó en el trabajo, ni en el hecho de que había sido dejada atrás como si nada. Lo único que le importaba ahora era la seguridad de Taehyung.
Hablando del susodicho, conducía rápido aunque mantenía distancia con el objetivo. Ni él ni su copiloto parpadeaban, tampoco hablaban, mucho menos pensaban en las consecuencias de su acto kamikaze. La ruta los condujo hasta los restos de una viejo cementerio de autos en ruinas. El terreno estaba plagado de ellos, abandonados, vueltos chatarra sin ningún valor, y a un extremo una especie de vertedero.
Taehyung detuvo su coche a unos metros, sin disminuir su sigilo y cautela. En ese momento en que el auto durmió y abrió la puerta para bajar, Ho-seok salió de su trance.
―¡¿A dónde rayos crees que vas?!
―Hay que ver qué trama ese sujeto.
―¡¿Se te zafó un tornillo?! Tenemos que llamar a la policía y largarnos.
―No tenemos pruebas aún.
―Es muy peligroso, ¡puede venir más gente! Ni siquiera sabemos si el tipo está armado.
―Solo echaremos un vistazo, ¿de acuerdo? ―dijo, ya fuera del coche y cerró la puerta.
―Tae, espera...
Jung pretendió seguirlo, pero su teléfono celular vibró en su bolsillo.
―Hye, cielo. ¿Qué pasa?
―Te dije que te llamaría si tardabas mucho.
―S-sí... Lo siento, bebé. ―Dio un manotazo al aire al ver a Taehyung adentrarse en el sitio y salir de su campo de visión.
El intrépido muchacho caminó agachado, dejando que los autos dispersos le sirvieran para ocultarse. El individuo que habían seguido ya había abandonado su propio vehículo y ahora se dirigía a la única parte techada de la estructura que quedaba en pie. Se aproximó con mucho cuidado, entonces logró ver de pie a otro sujeto, no más alto, aunque sí mucho más robusto, y se acercó un poco más para poder oír su conversación.
―¿Entregaste el paquete al señor Rain?
―Sí, señor. En tiempo y forma.
―Estupendo ―dijo, dando una calada a su cigarrillo. Tomó su teléfono y realizó una llamada―: Jefe. Aquí reportándome. Me informa nuestro amiguito que el paquete fue enviado esta mañana, ¿estoy en lo correcto? ―dijo, mirando de reojo a su aparente colega, quien asintió para reafirmar lo dicho.
»Por supuesto, señor. Usted sabe que yo siempre cumplo. El paquete debería llegarle en unas cinco horas máximo. Lo llamaré para corroborarlo, y si las noticias no son buenas, yo mismo mataré a este infeliz frente a mí ―dijo, mirándolo con desdén―. Sí, señor. Así será. Voy a colgar ahora.
El sujeto plegó su teléfono celular y lo devolvió al bolsillo de su pantalón. Ese no era un dispositivo descartable. Tener aquello en manos de la policía sería sin lugar a dudas más que solo propicio, pensaba Taehyung en tanto contemplaba en silencio la escena. Esculcó en los bolsillos de su chaqueta y pantalón en busca de su teléfono para tomar al menos una fotografía. Sin embargo, alguien a su espalda lo cazó por los hombros, frunciendo su ropa y lo arrojó contra la tierra seca, casi haciéndolo morder el polvo.
―Te atrapé pequeña rata fisgona ―dijo una voz gruesa y detonada.
Al oír el eco del gruñido que había liberado, Ho-seok se alarmó.
―Tuvimos un pequeño percance, no es un buen momento para conversar ahora. ―habló acelerado.
―No estarás metido en problemas, ¿verdad?
―Prometo que te llamo luego, ¿sí? Debo colgar ahora.
―E-está bien.
Un tercero que había aparecido de la nada lo sorprendió.
―¿Dónde está tu placa, policía?
―No soy policía ―gruñó, tratando de levantarse, pero el grandote se le adelantó tomándolo por el cuello de su playera y le dio un duro golpe en el rostro.
―Hombre muerto es lo que serás.
―Lárgate de aquí cuanto antes ―comandó el individuo dentro de la maltrecha edificación, luego de soltar y pisar su cigarrillo―. Tendrás lo que queda de tu paga cuando el jefe se comunique conmigo, entonces tu trabajo estará hecho.
―Sí, señor ―dijo, haciendo una reverencia y se marchó por el otro extremo de la abertura del edificio.
Allí, justo cuando rodeó la estructura, recibió un golpe directo en el rostro con una pieza de metal que lo derribó, noqueándolo al instante. Ho-seok no demoró y lo arrastró hasta el auto de su amigo, abrió la cajuela y lo dejó ahí encerrado.
―Maldita sea, Taehyung... ―murmuró, cargando de nueva cuenta el trozo de metal sobre el hombro.
* * *
―¿Qué rayos pasa ahí afuera, Piggy? ―se quejó Raizo, saliendo al exterior e incorporándose al lado de su compañero.
―Dice que no es policía, pero no le creo una mierda.
Los ojos de Raizo se iluminaron por unos segundos e indeliberadamente repasó sus labios con su lengua.
―Yo te he visto antes. ―Lo apuntó frenético con su dedo―. Tú entras y sales del manicomio donde está internado Park Jimin, ¿no es así?
Taehyung abrió los ojos de par en par. ¡Eso es! Era la confirmación que necesitaba, casi le hizo olvidar en el nuevo aprieto en el que se encontraba. Casi.
―Te han hecho una pregunta, infeliz ―dijo el grandote, y pateó su estómago en esta ocasión, dejándolo casi tendido en el suelo, quejándose y tosiendo.
Raizo se inclinó frente a él y lo tomó por los cabellos, tirando con fuerza y lo observó curioso.
―Eres un pequeño bastardo con una cara bonita ―dijo, poniendo su índice bajo la barbilla de Taehyung para realzar su rostro; éste meneó la cabeza apartando su tacto con desaire.
»Pero ya lo hiciste sangrar, ¿ves lo que haces? ―renegó contra su compinche, irguiéndose.
―No me rompas las pelotas, Raizo.
Y en ese instante en que el más grande desvió las pupilas hacia su extravagante compañero, Kim aprovechó para dar un golpe severo y certero con su pie, justo en su rodilla, logrando hundirla un poco. El tipo dejó escapar un fuerte alarido, se encorvó y tomó su rótula con fuerza. Taehyung se incorporó tan rápido como pudo, parándose sobre sus pies y empezó a correr, pero no tardó mucho en ser alcanzado y derribado por Raizo. Ambos comenzaron a rodar sobre la tierra, repartiendo golpes entre sí. Y cuando Taehyung se quedó sobre él, con su puño en alto para encestar otro golpe, el otro reveló el arma de fuego que llevaba consigo, y lo apuntó directo al rostro, cuajándolo ahí mismo.
Para colmo de males, el hombre corpulento, "Piggy", intervino agarrándolo por el cuello de sus prendas y lo arrojó con furia al otro extremo. El chico trató de levantarse, pero rápidamente, con su pierna sana, el malviviente pateó su abdomen, barriendo su cuerpo sobre la tierra unos centímetros. Escaso de aliento y fuerza, Taehyung apenas consiguió levantar un poco el torso. El grandote, sin ánimos de dar tregua, tomó al muchacho por la parte superior de su ropa una vez más y lo arrastró al extremo del vertedero, donde lo esperaba una caída libre y un aterrizaje en agua estancada, deshechos varios y partes de automóviles.
―Hagamos un intento más, precioso ―dijo Raizo, estirando su brazo y apuntando con el arma―. ¿Cuál es tu vínculo con Park Jimin?
Taehyung estaba exhausto, paralizado y muerto de miedo, mas no respondió; no había forma de que lo hiciera.
―Al demonio Raizo, ¡mátalo!
―Ay, pero es tan lindo el infeliz. Quiero quedármelo.
―Déjate de joder, ¡ya tienes uno!
―¡Pues quiero otro! ―exclamó con enfado―. Nunca es suficiente.
Taehyung intentó zafarse del agarre, pero estando tan al borde solo consiguió desestabilizarse y cayó por ese desfiladero, aunque no lo hizo solo, puesto que el grandote cayó con él, por estar distraído gritándole colérico a su camarada. No obstante, el muchacho logró sostenerse de unos relieves en la formación de la tierra, pero para su desgracia, el malviviente había logrado aferrarse a su tobillo, haciéndole imposible la tarea de subir por su cuenta.
Raizo pretendió asomarse a ver, descuidó su espalda, y por esa razón Ho-seok lo dejó fuera de juego tras propinarle un fuerte golpe en la cabeza con la pieza de metal que cargaba, como un bate golpeando una pelota, y el indeseable cayó inconsciente. Jung tomó el arma en sus manos y observó el panorama.
―¡Taehyung!
―¡¡Hobi-hyung!! ―gritó, desgarrándose la garganta en el proceso.
El aclamado se asomó por el precipicio y allí encontró a su amigo al borde del sollozo, suspirando y tratando de aferrarse con ambas manos.
―¡Aguanta ahí, Tae! ¡Sostente!
―¡No puedo, me voy a caer! ―gruñó, con las gotas de sudor escurriendo por su frente.
―¡Súbenos a ambos! ―habló el grandote; Ho-seok lo miró desafiante―. ¡Súbenos a ambos o te juro que tiraré de él y nos moriremos los dos! ―bramó, envolviendo el otro tobillo de Taehyung con su otra mano.
―¡Me soltaré!
―¡¡No!! ―berrearon el tipo y Ho-seok a la vez.
Taehyung se sentía desfallecer. Sus dedos estaban blancos ante la presión ejercida, apretaba los dientes con fuerza, mas no conseguía subir ni un centímetro; no podía sentirse más inútil. Su amigo miró en varias direcciones en busca del trozo de metal, y en ello percibió de soslayo el objeto avecinarse contra él de repente. Logró moverse, aunque no pudo esquivarlo del todo, quedando aturdido, y el arma también se escapó de su poder. Raizo, con la sangre escurriendo a un lado de su frente, era quien sostenía el metal, y por supuesto arremetería de nuevo, pero Ho-seok lo retuvo con sus manos, entonces ambos hicieron fuerza y empujaron uno contra el otro.
Tanto Taehyung como Piggy escucharon los forcejeos. Este último soltó uno de los tobillos del chico e hincó sus manos cuan garras contra la tierra maciza. Al cerciorarse de poder aguantar su propio peso liberó por completo al chico, quien se sintió aliviado de perder ese gran peso, aunque no menos asustado, pero aun así se esforzó por escalar y subir.
Ho-seok pisó uno de los pies de Raizo, alzó su otra rodilla y golpeó su estómago, desvió el metal con el que intentaba agredirlo, adquirió el control del mismo de nuevo y acometió contra él, dando un golpe certero contra sus costillas, provocando que chillara.
El muchacho buscó de inmediato el arma con la mirada, y al girarse vio al grandote encorvado al pie del barranco; la pistola estaba frente a los dos; bajaron sus pupilas hacia ella, luego se miraron y ambos a la vez se impulsaron para obtenerla. No obstante, el malhechor logró agarrarla, por lo que Ho-seok solo atinó a moverse de su ruta. Disparó dos veces, y dichas balas fueron recibidas por Raizo, quien justamente se encontraba detrás del chico. No tardó en expulsar sangre por la boca y desplomarse en el piso. Furibundo, el grandulón intentó disparar una vez más, pero Ho-seok le pateó el arma de las manos, lo que provocó que se desestabilizara y de nueva cuenta cayó, aunque esta vez consiguió arrastrar al chico junto con él. Con un gruñido, Jung plantó firmemente uno de sus brazos contra el borde y una de sus manos, logrando sujetarse, pero el bandido era demasiado peso por lo que respiró profundo y zarandeó su pierna, luego pateó su rostro una, dos, hasta cinco veces hasta que logró zafarse y el sujeto cayó. Ho-seok tembló y contuvo la respiración escuchando ese alarido y posteriormente el sonido del cuerpo al tocar fondo. Abrió los ojos, tomó aire de golpe y subió. Lo primero que divisó fue a Raizo en el suelo, con un gran charco de sangre debajo; estaría muerto, pensaba. Sacudió la cabeza y sin demora se inclinó hacia donde estaba Taehyung.
―¡Hyung!
―¡¿Cuántas veces me vas a hacer salvarte el trasero?! ―gritó molesto y le tendió su mano, lo agarró y empezó a subirlo.
Una vez arriba y a salvo los dos cayeron sentados sobre la tierra árida y escaso césped. Ho-seok se sostuvo con sus manos y echó la cabeza hacia atrás, Taehyung rodeó su cuello con su brazo y suspiró sobre su hombro.
―Gracias... Gracias, hyung. Me salvaste... eres mi héroe... ―le dijo entre suspiros, todavía apegado a él y dándole pequeñas palmadas en la espalda.
―Héroe es una etiqueta complicada, no me llames héroe...
―Eres mi Anpanman.
―Cállate ―chistó―. La hiciste buena esta vez... ―Negó con la cabeza―. Por poco no la contamos.
―Perdón, hyung.
―Cabeza de alcornoque.
Se enderezó, sacudió sus manos y se puso de pie.
―Ya te dije que lo siento.
―Eso no te hace menos cabeza de alcornoque ―dijo, y le tendió su mano para que se levantara.
Taehyung desvió sus ojos hacia donde yacía el cuerpo sin vida de Raizo, cosa que lo impresionó bastante. Gimoteó por lo bajo, empezando a procesar todo lo que acababa de ocurrir, aún sin poder comprender del todo como ahora había un tipo muerto delante de ellos. Ho-seok lo notó al instante, así que sujetó su cabeza y le giró el cuerpo en otra dirección; no había necesidad de que contemplara algo como eso más de lo debido.
No pasaron ni tres segundos cuando ambos se sobresaltaron al escuchar un golpe en la cercanía.
―¿Oíste eso? ―preguntó Taehyung, paseando la mirada en los alrededores.
―Tal vez sea el tipo que metí en la cajuela de tu auto.
―Oh... ―Dio un leve asentimiento hasta que cayó en cuenta de lo que había dicho―. ¡¿Metiste un tipo en mi cajuela?!
―Tendremos a un testigo cuando venga la policía. Porque vamos a acudir a la policía, ¿entiendes?
―¡Oh, eso me recuerda! Este tipo debe tener información muy valiosa en su teléfono celular. Si lo tomamos... ―Se acercó al cuerpo.
Ya no pensaba en lo ocurrido, el daño recibido o el aparente criminal muerto. Solo pensaba en Jimin y la chance de poder obtener información que los guiara a su agresor.
―¡No lo toques! ―Lo retuvo y lo alejó―. Está muerto. Nunca toques un cadáver, mucho menos si pretendes llamar a la policía.
―Sí, tienes razón. Pero, Hobi-hyung... ¿No sería riesgoso para ti?
―Tengo una identificación falsa. Les daré otro nombre.
―Tú piensas en todo...
―Mi estilo de vida me obliga a ser cauto, o acabaré muerto.
―No digas esas cosas. ―Sujetó su brazo y estrelló con suavidad su frente contra él.
El mismo golpe se oyó de nuevo, volviendo a sobresaltarlos. Unos más siguieron.
―Mi auto está a unos cuantos metros, estos golpes vienen de por aquí.
Ho-seok detuvo sus ojos en un auto en particular. Palmeó el brazo de su compañero y señaló.
―Ahí. Creo que es el auto de este loco llamado Raizo.
El muchacho se apresuró y tomó la pistola del suelo, verificó las balas y la dejó lista para disparar si era requerido. Habían sobrevivido a esos dos matones; no se permitiría que acabaran muertos por un ínfimo descuido, y él ya lo había dicho, si no procedía con cautela, un buen día moriría.
Taehyung levantaría la tapa del maletero, mientras que Jung, a su lado, estaría listo para disparar. Los golpes persistían con desespero, y otros sonidos los acompañaban también.
Con una mirada, los dos amigos se dieron la señal y lo que encontraron ahí dentro los dejó atónitos. Se trataba de un muchacho, un pobre joven de cabello cenizo en posición fetal, maniatado de manos y pies, con una apretada mordaza y sus ojos también vendados. Sintió la luz del sol sobre él, cosa que potenció su desasosiego y sus alaridos ahogados bajo esos trapos que mordía. Su rostro estaba humectado por las lágrimas y la saliva que se escapaba por las comisuras; su garganta estaba roja y las venas sobresalían por tanto esfuerzo. Era angustiante, por lo que Taehyung se acercó, aunque no por ello el muchacho se tranquilizó, mientras que Ho-seok dejó el arma en el suelo.
―Con cuidado, Tae... No sabemos qué podría hacer si lo soltamos.
―Quitaré primero la venda de sus ojos.
Así lo hizo, y esas pupilas negras fueron rápidamente a parar hacia ellos. Siguió gimoteando bajo la tela que rodeaba su boca.
―Tranquilo, no te vamos a hacer daño ―dijo Taehyung, mostrando sus manos en alto.
El cautivo asintió y dejó caer su cabeza sobre la superficie afelpada del compartimento. Luego de que la mordaza fuera removida escupió con desprecio las telas hechas una bola que tenía dentro de la boca. Relajó a continuación el cuerpo y permitió que lo desataran, mientras repetía "gracias" entrecortadamente y en voz baja. Eran nudos muy apretados, por lo que tuvieron que hacerlo entre los dos. Al quedar libre después de lo que parecía ser una larga y tortuosa espera, bajó del auto por su cuenta, ya que se negó a que lo rozaran siquiera, por lo que le dieron su espacio, aunque por poco cae de no ser porque Ho-seok alcanzó a atraparlo a tiempo. Se lo veía débil, probablemente deshidratado, hambriento y con escasas proteínas y vitaminas en el cuerpo; también tenía raspones rojizos y algunos cardenales en el rostro, cuello y manos.
En cuanto visualizó a Raizo tendido en el piso a unos cuantos metros, lo reconoció de inmediato.
―Hijo de mil putas ―murmuró entre dientes, con un rostro inexpresivo.
―¿Cómo te llamas? ¿Tienes a alguien buscándote? ―indagó Taehyung.
―Mi... ―dijo, aunque se detuvo de repente y caló directo en los ojos de ambos, receloso―. Me dicen Suga. ―Su voz se oía apagada, cansada y notablemente rasposa, reflejo de su adormilado y níveo rostro.
~ B i t t e r s w e e t ~
https://youtu.be/WOkS4iXQQgM
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Este capítulo tenía pensado cerrarlo con la canción "D-Day" de AgustD, porque me sonaba mucho más épica cuando él dice "me dicen Suga", pero mi cerebro me dijo "no seas p*ndeja", así que fui más por lo simbólico y emocional. Además que es una canción que me fascina y me hace venerar más todavía al fabuloso artista musical que es Min Yoongi.
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