
Capítulo 48: DeMente criminal
Este capítulo hace mención de abuso sexual (sin ánimo de que sea justificativo de acciones descritas con anterioridad), y describe escenas de abuso de autoridad. Se ruega prudencia y discreción.
Dos puños se cerraban y la prensión ante los tirones ocasionaba que el cáñamo de las sogas encerrando las muñecas hiciera un agrio sonido de ahorque, a la vez que ceñía la piel.
―Por favor, Dong-min... basta... ―suplicaba Jimin entre lágrimas.
Negaba con la cabeza en cámara lenta sobre esa mullida cama en la que era sometido. No dejaba de halar de las cuerdas, pero no había caso, esos nudos no serían deshechos, y el utensilio que lo contenía estaba firmemente sujeto al cabecero de ese lecho.
Dong-min le cubrió el rostro con su palma, entonces... un grito. Pero ésta era... su propia voz. Los papeles habían cambiado, y él, a diferencia de Jimin, no era un cautivo sosegado.
―¡No me toques, viejo de mierda! ¡¡Me das asco!!
Los alaridos y las lágrimas eran suyas ahora. «Vamos, Dong-min. ¿Es que acaso nunca te portarás bien conmigo?». Una lengua áspera contra su piel, y sus dientes castañeando en pánico. No podía escapar de las sogas, mucho menos de su destino. Tenía tan solo quince años; no había sido la primera, ni por desgracia la última vez.
―Dong-min...
Dong-min...
―¡Lee!
Una mano sobre su hombro y su cuerpo dio un brinco en su sitio, tal y como lo hizo Kim Jennie, quien aclamaba por su atención. Él ocultó su pulgar al sentirlo arder luego de un zarpazo involuntario con su uña y la miró con total seriedad por unos segundos, aunque no tardó nada en mostrarle una sonrisa dulce.
―Oh, señorita Kim-nim. ―Asintió de manera sutil a modo de saludo―. ¿Qué puedo hacer por usted?
―Me disculpo por la intromisión repentina, la puerta estaba abierta y...
―Pierda cuidado. Dígame qué necesita.
―En el departamento de diseño se han descompuesto varias computadoras y los muchachos no dan abasto. Park Chanyeol dijo que la informática se te da bien y quería saber si puedes ayudarnos para agilizar el trabajo.
―¿Eso dijo? ―habló con un tono bajo y muy parsimonioso―. Qué halagador de su parte. Con gusto iré para ayudarlos. ―Le dedicó la mirada.
―Espléndido. Te lo agradezco, Lee. ―Hizo un gesto de aprobación.
Ella aguardaría por él en el marco de la puerta. Fue en ese momento que un pensamiento asaltó su mente, por lo que indagó:
―¿Has sabido algo del presidente Park Jimin? Tengo entendido que son buenos amigos.
Sus dedos se contrajeron contra sus palmas con solo oír el nombre, mas controló cuanto pudo sus expresiones faciales; no le costaba trabajo; ya tenía práctica en ello.
―No sé más que todos ustedes.
El muchacho observó el bolígrafo frente a él y lo tomó en mano oprimiendo repetidas veces el botón de la parte superior que descubría la punta.
―Es tan extraño... ―murmuró Jennie, absorta.
El oyente posó sus manos sobre el borde de su escritorio, se impulsó hacia atrás, poniéndose de pie y caminó unos pasos hacia su dirección. Su sombra ennegrecía la pequeña figura de ella.
―Sea lo que sea... espero que pueda reponerse y volver pronto ―dijo Kim, realzando la mirada hacia esos oscuros ojos que le otorgaban una lúgubre devolución.
Dong-min apretó el botón de la pluma una vez más; Jennie pasó saliva de manera instintiva; no parpadeó. Y de súbito, una exclamación los obligó a ambos a moverse de la entrada.
―¡Con permiso, con permiso!
Moon Bin entró a la oficina a paso rápido, cargando una gran cantidad de carpetas que pronto dejó sobre una de las mesas y suspiró con alivio. Fue entonces que notó la presencia de la jefa del departamento de diseño.
―¡Buenos días, señorita Kim-nim! ―dijo con euforia e hizo una reverencia―. Lamento haber entrado de esa manera, los papeles estaban muy pesados y se suponía que alguien... ―dijo esa última palabra entre dientes y codeó a su compañero―, iba a ayudarme.
Lee cerró los ojos un instante y sonrió de lado. La tensión se había roto en ese momento y el ambiente pareció pacificarse.
El recién llegado podría describirse como lo que era Taehyung para Jimin: su mejor amigo, dirían muchos, pero a ojos, y psicología personal de Dong-min, su debilidad, un problema. No era capaz de negarse cuando le pedía o demandaba algo.
―Señorita Kim-nim, por favor adelántese. Ayudaré a mi colega y me dirigiré al área de diseño cuanto antes.
La susodicha convino su decisión y se retiró. Los dos muchachos se miraron un momento, aunque Moon Bin le enseñó la lengua al otro y empezó a separar los folios. A su espalda, Dong-min levantó su puño a la altura de su rostro y apretó de nueva cuenta el botón del bolígrafo, desvelando la punta a pleno. Dirigió la mirada hacia su otra mano luego, y descubrió su pulgar, que se había esforzado por ocultar todo este tiempo, el cual estaba ahora manchado de sangre ya coagulada. Había pasado mucho tiempo desde que eso le ocurría. Comenzaba a perder los estribos, y eso no era bueno, no para él mismo, ni mucho menos para quienes lo rodeaban.
* * *
En las primeras horas de la mañana que componían la nueva jornada, Lee Dong-min aparcó su coche y bajó del mismo. Vestía un uniforme ligero de mangas cortas de color azul marino, y con total tranquilidad, luego de presentar su carnet de identificación, le cedieron el paso al sanatorio mental.
Lee tenía un trabajo de medio tiempo unos tres días a la semana, horas previas a ingresar a sus actividades en la editorial Park, y otras más luego de culminarlas allí. Después de todo, estar al tanto de las actividades del presidente Park Jimin superponía un gasto para nada módico.
Las constantes urdideras, los utensilios, herramientas de intimidación e inmovilización; el contratar escoria sin nada que perder para eliminar a quienes representaran un estorbo: Taehyung, Bo-gum, Rosé, entre otros, y cómo olvidar el atentado contra su propia persona. El secuestro y espacio donde había logrado mantener a Jimin cautivo por un breve lapso de tiempo; ¡las armas! Aunque era solo una Beretta la que poseía y resguardaba muy celosamente. La que usó ese día para matar por primera vez, y que empleaba ocasionalmente para quitar del camino a los residuos humanos que consideraba innecesarios o un estorbo a sus intereses, aunque esto solía ser su último recurso. Era un joven precavido.
Disparó por primera vez una pistola a sus cinco años, por pura curiosidad y también descuido, aunque mayúscula fue la negligencia de los adultos. El retroceso lo lastimó. Volvió a hacerlo diez años después, con toda su bilis predispuesta en la luz que se perdió en sus ojos para siempre, volviéndolo un ser con solo un miedo: que su verdadera naturaleza saliera a flote sin que él tuviera el control de la situación, sin su permiso.
Todo, absolutamente todo conllevaba a la dilapidación de dinero que con una sola fuente de ingresos no podría cubrir, y para su maldita suerte, en el tiempo presente, le había llegado una jugosa oferta: cubrir un turno en el psiquiátrico de mayor renombre en todo Busan, mismo en el que por supuesto, se hallaba internado ese ser tan enaltecido para él. ¿Cómo podría perderse la oportunidad de volver a verlo cuando era algo casi imposible a estas alturas? Por supuesto tuvo que presentar el papeleo correspondiente, cosa que hizo, con un método falaz, por supuesto. Aunque, en su defensa, era gran conocedor de medicina y un poco de química. Lo sabía todo por medio de abundantes lecturas y morbosa experimentación con otros pequeños seres vivos.
Desde muy temprana edad había sido un ávido prodigio con los números, el razonamiento, y después de su peor adversidad, se volvió un maestro manipulador. Y es que sus escrúpulos yacían muertos y enterrados bajo el suelo que pisaba. Los medía sin embargo, ocultaba sus bajos instintos detrás de ese rostro galante, impecables modales y enternecedora sonrisa. Nadie vería venir al demonio aproximarse, hasta que fuese demasiado tarde.
―Qué locura lo que ocurrió con el paciente fugado, ¿eh? ―comentó su compañero.
Por supuesto que sí lo había sido. Su proeza más brillante en los últimos tiempos, sin lugar a dudas. En el psiquiátrico donde ya prestaba sus servicios, ocasionó la fuga de un paciente el cual adiestró para sus pérfidas fechorías retorcidas. El mismo individuo que la policía atrapó en su lugar el día en que Lee Taemin fue baleado.
El fármaco que le había suministrado le originaría los estragos suficientes para querer culminar con su ya miserable existencia, ya fuese disparándose con un arma de fluctuosa calidad que puso en sus manos con solo una bala, o mordiéndose la lengua.
―Sí ―contestó―. Fue todo un escándalo, pero siguen esforzándose y trabajando duro para que eso no vuelva a repetirse.
―Sé que así es. Dijeron que su legajo completo desapareció también. Qué extraño.
―¿Qué habitación ocupa el paciente que debo revisar?
―Está en el tercer piso, puerta siete.
Dong-min acató las instrucciones dadas, o pretendió hacerlo, y se dirigió a la habitación que ocupaba Jimin. Allí, se hallaba sujeto a la cama con las correas de contención, ya que cuando la hora de higienizarse había llegado, la histeria lo poseyó. Además de ello, debían suministrarle vitaminas, y ya que hacerle tragar una pastilla en su actual estado era una tarea imposible de lograr, solo les quedaba hacerlo por intravenosa.
Ahora estaba despierto y mucho más tranquilo. La enfermera Yoo Jeong-yeon estaba quitándole el medidor de la presión arterial del brazo; procedería a retirarse para cederle el lugar a su compañero.
―Tú debes ser el nuevo.
―¿Cómo está? ―Ni siquiera la miró, solo descansó su vista en Jimin.
―Su presión se encuentra estable de momento. Necesitamos una muestra de sangre, ¿crees poder hacerlo? No es un paciente dócil.
―Lo haré, no se preocupe. ―Hizo una breve reverencia a su aparente superior.
―Estaré en la cercanía si llegas a necesitarme. También hay voluntarios disponibles por si las cosas se ponen difíciles.
Lee asintió, y en cuanto se vio solo en el cuarto con él pasó saliva. El panorama era más deplorable de lo que había imaginado.
―Oh, Jimin... ―Negó con la cabeza, en tanto se acercaba a la camilla―. Me pregunto ¿de verdad fui yo el causante de que terminaras así? ―Caviló unos segundos―. Nah, por supuesto que no. Yo solo fui un contribuyente. Tienes mucha mierda con la cual lidiar, amiguito.
Estuvo a punto de dejar caer la palma sobre su pie para luego brindarle una caricia, pero se arrepintió en el último segundo; eso solo lo alteraría. En su lugar deslizó la punta del dedo índice sobre el colchón hasta llegar a la altura de su cuello. La cabeza de Jimin estaba ladeada, con sus ojos entreabiertos y tiesos en dirección hacia el jardín que se podía apreciar por la ventana. Dong-min bajó el cubrebocas que llevaba hasta su mentón y se inclinó un poco más hacia él.
―¿Me recuerdas, Jimin-hyung? ―susurró.
El aludido pareció no inmutarse, aunque su pecho se elevó con mayor notoriedad luego de escuchar su nombre seguido del honorífico.
―Así que... solo recuerdas cosas, ¿eh?
Caminó unos pasos más, rodeando la camilla y esta vez se animó a apoyar su mano sobre la zona de su tórax. Lo hizo con lentitud y sumo cuidado. No hubo reacción, mas su corazón no se hallaba tan calmo.
―Imagino que todos esos malos recuerdos, azotándote de golpe, debió ser demasiado para tu pobre cabecita ―dijo, y frotó su pecho con suavidad y quietud―. A mí puedes decirme la verdad, hyung ―añadió, atreviéndose a hora a apoyar un dedo y hundirlo con delicadeza en su mejilla.
En cuestión de un segundo, Jimin movió su rostro y prensó ese maldito dedo curioso e intruso entre sus dientes, apretando con fuerza. Con el alarido emitido, no solo la enfermera Yoo, sino también dos asistentes entraron al cuarto. Lee se apresuró a subir su cubrebocas, aunque no pudo ocultar la sangre escurriendo por su dedo. «¡¡Vete!! ¡¡No me toques!!». Jimin empezó a gritar repetidas veces.
La profesional pidió al nuevo que se retirara y atendiera su herida, ella junto a sus colegas se encargarían de estabilizar al paciente y obtener la muestra de sangre.
Dong-min entró rápido a una pequeña sala que tenía medicamentos, utensilios y un lavamanos, al que se dirigió en primer lugar para pasar la herida por agua; después acudió al mueble con mamparas de cristal en busca de un ungüento. En ese momento lo descubrió su compañero de antes y le prestó asistencia de inmediato.
En su forcejeo por recuperar su dedo, Jimin había hincado sus colmillos y levantó su piel, abriendo la carne, y la sangre comenzó a brotar. Al cerrar el pequeño vendaje, su colega le dio una palmada al hombro y lo dejó para continuar con sus labores.
En su soledad, él observó de mala gana su dedo, aunque sonrió y dejó escapar aire por la nariz al momento siguiente. Llevó el dígito vendado a sus labios y dio un pequeño beso.
―Gracias, hyung. Fue un lindo regalo.
* * *
Allí, frente a su pequeña computadora portátil, Jung Ho-seok estampaba sus palmas contra sus mejillas para espabilar.
―¡Ya lo tengo! ―exclamó triunfante y acto seguido quitó el USB que conectaba su nuevo teléfono celular con la máquina.
Su retirada de Gwangju resultó más problemática de lo que hubieran imaginado, puesto que los individuos que habían irrumpido en su hogar lograron localizar el vehículo tras su primera parada en un motel, por lo que se vieron en la urgencia de huir. Hubo disparos de por medio, y uno de ellos había logrado rozar el brazo de Ho-seok, abriendo la carne, aunque superficialmente.
―Cariño, deja de retorcerte o no podré cambiarte el vendaj...
Un instante antes de que su novia terminara de hablar, él la tomó por el rostro, abultando sus mejillas y besó sus labios, inundando esas cuatro paredes que los resguardaban, ahora en Busan, con el efímero sonido del roce de sus labios.
―Si sigues así no terminaré más...
Su ahora prometido le sonrió con dulzura y repasó su labio bajo con su pulgar.
―Tengo que hablar con Jimin cuanto antes ―dijo con un rostro más serio, besó su frente y se levantó de la silla con el teléfono en mano―. Ya me he retrasado bastante y temo mucho por él ―adicionó, y se llevó el aparato a la oreja.
Hyerin se ocupó entonces de terminar de anudar el vendaje. Se apropió de su brazo con un agarre prominente, dándole a entender que si se movía habría problemas, a lo que él sonrió; la conocía muy bien, así que sería un buen chico.
Al momento siguiente emitió un chasquido hecho con su lengua, acompañado con un gesto de molestia, aunque no estaba enfadado, sino más bien preocupado.
―¿Qué ocurre, cielo?
―Jimin... no contesta ―dijo con el ceño fruncido.
―Oh, no...
―No saquemos conclusiones tan rápido. ―Posó su mano sobre su hombro y volvió a llevarse el celular contra su oreja.
―Cielos, ¡Hobi-hyung! Qué bueno escucharte.
―Lo lamento, Tae... han pasado muchas cosas y...
Ho-seok acalló de repente; Hyerin observaba con sus manos juntas debajo de su mentón, sintiéndose asfixiada por la intriga, más aún escuchando vagamente los sollozos del muchacho al otro lado de la línea. Pronto la fisionomía de su novio se transformó, se llevó una mano a la cabeza, templó sus hebras rubias y por último dejó ver sus ojos cristalizarse.
―¿Estás completamente seguro de lo que me estás diciendo? ―dijo con la voz rota, luego de inspirar profundo―. No, no, ya mismo voy para allá. No te preocupes. ¿Estás ahí ahora? Quiero verte. ¡Ya voy, ¿okey?! ―dijo, y finalizó la llamada.
Ho-seok se inclinó sobre el piso y un llanto bajo se dejó escuchar. Su novia se incorporó a su lado casi al instante.
―Hobi por Dios, ¿qué fue lo que pasó? Dime algo, por lo que más quieras.
―Jimin... Jimin está mal...
―¿Es que esa gente dio con él...?
―No sé. ―Negó con la cabeza―. No sé si fueron ellos... Pero le hicieron algo terrible.
―Santo Dios, Hobi...
―¡Fue mi culpa! ―Se llevó una mano al rostro y apretó los dientes―. ¡Debí haber hablado con ellos ni bien salimos de la casa!
―Hobi, no... Cielo...
―¡Pero qué estúpido! ―Se irguió rápido.
―Hoseoki...
―¡Soy un idiota! ¡Maldita sea! ―Pateó una de las sillas.
―Cálmate, cariño. No fue tu culp...
―¡¿Cómo que no, Hyerin?! ¡Era mi responsabilidad que...!
―¡Jung Ho-seok!
Hyerin lo sujetó del rostro y conectó sus ojos con los impropios, consiguiendo que se tranquilizara.
―Estás faltando a una regla muy importante. Nosotros solo nos gritamos ¿dónde?
―Hye...
―Respóndeme.
―En la cama. ―Tomó sus manos y las apartó con delicadeza―. Solo nos gritamos en la cama.
―Y que no se te olvide. ―Lo reprendía con la mirada.
―Iré al sanatorio a ver a Tae ―dijo, y besó el dorso de sus manos, dándole una caricia después―. Le diré respecto a los tipos que nos perseguían, que buscan a Jimin. Debo dejarlo bajo aviso y...
―Voy contigo.
―No.
―Hobi...
―Preferiría que te quedes aquí y te resguardes. No sabemos qué tan lejos o cerca puedan estar esos tipos. En el peor de los casos, será mejor que no nos atrapen juntos.
Su novia entristeció su semblante; sus palabras dolían como un puñal, aunque sabía que en parte tenía razón. Incluso aceptarlo le producía malestar, pero era su situación al fin y al cabo.
―Oye. ―Posó sus dedos bajo su mentón para realzar su rostro―. Te amo. Lo sabes, ¿verdad?
Ella quiso ser fuerte y contener las lágrimas, pero era una tarea difícil debido a que el amor de su vida cruzaría esa puerta y se encaminaría hacia un potencial peligro, dejándola con una incertidumbre absoluta. No obstante, su confianza hacia él también era aguda, por eso asintió, aún con mucho pesar, y le sostuvo la mirada.
―Esa es mi chica. ―Sonrió y apartó unos mechones detrás de su oreja.
La muchacha se puso en puntillas para llegar a abrazarlo por el cuello, gesto que él imitó rodeando su cintura y al hallar el espacio suficiente, lograron encontrar los labios del otro para unirlos en un dulce beso.
―No pude terminar de configurar tu teléfono, pero podrás llamar a mi número por cualquier urgencia.
―Está bien.
―¿Sabes dónde está el arma cargada?
―Sí.
―Volveré ―dijo, agarrando su rostro con sus manos y corrió con sus pulgares esas lágrimas traviesas que querían entrometerse―, así que espérame.
―Por supuesto. Cuando regreses, haremos el amor como dos desquiciados.
―Sí, me gusta la idea ―dijo, asintiendo con una sonrisa.
Hyerin fue quien lo tomó por el rostro ahora y probó sus labios una vez más, con el aliento yéndose en su deseo por permanecer en su compañía un poco más, pero no se podría lograr.
―Ve, anda. Tus amigos te necesitan.
Después de un beso en su frente y el último a sus labios, Ho-seok partió. Hyerin suspiró con una fatiga que no tenía parangón.
―Hobi... Si no vuelves... Yo te buscaré y te salvaré, amor. Eso te lo juro.
* * *
Bajo la radiante luz del sol, justo estacionado contra el cordón de la calle paralela, un poco apartado de la entrada, había un auto bastante falto de cuidados. El individuo, no con mejor aspecto que el vehículo, masticaba chicle de manera grosera y con sus ojos puestos en el sanatorio sacó su teléfono y realizó una llamada.
―Raizo, maldita sea. ¿Por qué demonios no te estuviste reportando estos días? Te dije que quería cada movimiento del chico Park. ¡No me digas que perdiste el rastro!
―No, amo Rain, pierda cuidado por ello. Aunque lamento decirle que las cosas... se han complicado.
―Dame una buena razón para no volarte la tapa de los sesos en el tiempo venidero.
―Su chico, señor, prácticamente de la noche a la mañana quedó albergado en un psiquiátrico.
―¡¿Qué?! ¡¿En un loquero?! ¡¿Qué demonios pasó?!
―No fue mucha la información que pude recaudar hasta el momento, pero al parecer trató de quitarse la vida.
―¿Qué carajos me estás diciendo, Raizo? ¿Por qué mierda...? ―Hizo una pausa―. Fan Bing-bing. Siempre lo ha creído de su propiedad, pero lo que esa perra no sabe es que solo fue una potestad momentánea. Averigua bien qué mierda pasó con Jimin, y si te encuentras con la maldita en el camino quiero que la hagas sangrar. Quiero que lo grabes cuando lo hagas y que me lo envíes.
―A la orden, jefe.
―Y si vuelves a ausentarte en tus reportes, el protagonista de dicho video que van a enviarme será el de tu cara siendo desprendida de tu asqueroso cráneo. ¿Fui lo suficientemente claro?
―Sí, señor.
La llamada finalizó y el individuo suspiró, echando la cabeza hacia atrás en el asiento; luego se llevó dos dedos al músculo en su entrecejo.
―Grandioso. El niño rico se intenta suicidar y es a mí a quien quieren arrancarle la cara. ―resopló―. Estoy tan estresado ahora... ―Abrió sus ojos, llevó la cabeza al frente y la mirada al espejo retrovisor para contemplar su imagen y echar hacia atrás sus hebras marrones―. Menos mal que tengo a mi pequeño para quitarme todo el estrés. ―Sonrió y remojó sus labios. Acercó su muñeca a su campo de visión y al contemplar la hora chasqueó la lengua―. No tardará en despertar. Si quiero jugar con él más vale darme prisa ―dijo, colocándose unos anteojos de sol, encendió el motor, aceleró y se marchó del sitio con prisa.
Fue en ese momento en que se oyó el derrape del auto que un muchacho, Jung Ho-seok, quien caminaba por la vereda, giró la cabeza y no pudo evitar detener sus ojos en el vehículo.
―Eso es... ¿una matrícula falsa? ―masculló bajo el cubrebocas que llevaba.
Se detuvo un instante, absorto, definitivamente lo creía, aunque dio un ínfimo sacudón a su cabeza. Tenía cosas más importantes de las cuales ocuparse en estos momentos, por lo que siguió su camino. Se presentó en la recepción del sanatorio, se quitó los anteojos y el cubrebocas, y allí pudo por fin reunirse con Taehyung.
―¡Hobi-hyung! ―exclamó al verlo acercarse.
Ho-seok estrechó su mano primero, dándole una palmada al hombro, pero Taehyung se abrazó a él de inmediato, esperando su consuelo. Estaba hecho pedazos ante su cansancio físico y mental, y su hyung desde luego no se lo negó.
―Me tenías preocupado. Estuve tratando de... ―Notó los magullones en su rostro―. ¿Pero qué te ocurrió?
―Es una larga historia. Te contaré después. Jimin, ¿cómo está?
―Nada bien. Nos desconoce, desconoce su entorno, tampoco ha querido comer o dejar que lo higienicen; se comporta de manera hostil. Ayer se abalanzó contra mi primo Jung-kook. Le dijo que debía marcharse o la oscuridad lo atraparía, algo como eso ―dijo, llevándose una mano al rostro y frotando su piel con angustia.
―¿Se sabe algo de su atacante?
―No. Solo lo que fue dejado a la vista en el departamento de Jimin. Debiste haberlo visto, hyung, parecía una película de horror.
―¿Crees que pueda verlo?
Muy a su pesar, el muchacho negó con la cabeza.
―Parece que esta mañana atacó a un enfermero. Lo mordió. Les costó trabajo calmarlo, por lo que decidieron restringir las visitas por el momento. Ni siquiera yo estoy autorizado para verlo.
―Cielos...
Taehyung apoyó su espalda contra la pared y suspiró con agotamiento.
―La policía dijo, y yo también lo vi, que la entrada no había sido forzada, por lo que era probable que Jimin conociera a su atacante. De no ser por mi coartada sería el sospechoso número uno. ―Repasó sus labios con su lengua y se mordió el inferior.
»Las cámaras del estacionamiento y también las de su piso habían quedado con imágenes de días anteriores. Apenas ayer se dieron cuenta de eso y el edificio ahora está reformulando el sistema de seguridad ―explicó, y empezó a negar con la cabeza.
―¿No había dicho Jimin que un asistente del edificio lo estaba acompañando a su piso?
―Fue noqueado, igual que los guardias del estacionamiento. Jimin me dijo que habían baleado a su compañero de trabajo y tuvo un colapso nervioso que lo dejó en el hospital. Supongo que al regresar tan alterado, ni siquiera notó su ausencia.
―Por la mierda... Esto es... demasiado premeditado... ―dijo, absorto.
―Trato de hallarle sentido a las cosas, pero mi cabeza simplemente no coopera. ―La primera lágrima se fue cuesta abajo por su mejilla―. Quiero matarlo... al infeliz que le hizo esto a mi mejor amigo, a mi hermano. Se me va el aliento en ello, pero a la vez... Solo quiero que Jimin vuelva a sonreír como antes.
―Lo hará, Tae. Lo hará. ―Posó su mano sobre su hombro.
―¿Cómo lo hará? ―su voz se rompió―. Si ha perdido su noción de la realidad. Lo estoy perdiendo cada vez más...
―Oye. ―Lo tomó por los hombros y buscó su mirada―. Todo es muy prematuro aún. Tienen que hacerle los exámenes médicos pertinentes, darle un psiquiatra de cabecera, sesiones de terapia con un psicólogo. Hay mucho por hacer para que pueda mejorar. Jimin solo necesita tiempo. Y en todo ese tiempo aquí estarás, aquí estaremos, porque tampoco lo voy a dejar, ¿entiendes?
El aludido apretó los labios y asintió.
―¿Qué hay de ti, hyung? ―Sorbió por la nariz y recobró un poco la postura―. ¿Vas a decirme con quien te peleaste?
Ho-seok suspiró, puesto que las noticias que tenía que darle no serían para nada mejores que las que recibió. Se sentía una porquería por alterar más a su pobre amigo, pero no había opción; tenía que decirle.
―Me... Me encontraron.
Taehyung mantuvo unos dedos bajo su nariz y ahí se heló, mirándolo a los ojos. Podía imaginarse a qué se refería, acertó a medias, pero eso no hizo que se horrorizara menos.
―¿Y Hyerin como está?
―Bien, bien... me salvó el pellejo. ―Se pasó una mano por el rostro ante la presencia de estrés con solo recordarlo―. Escucha, no sé cuánto tiempo nos pueda brindar mi mentira, tenemos que asegurarnos de que Jimin esté bajo la mayor vigilancia posible.
―No podrán entrar aquí, la seguridad en el complejo es muy buena.
―Tal vez, pero mucha gente entra y sale de aquí.
―Llamaré a Min-jae. ―Tomó su teléfono.
―¿Es cien por ciento confiable? ―Puso su mano sobre el aparato.
―Ciento diez por ciento.
―De acuerdo. ―Retiró su tacto y le permitió llamar.
Al poco tiempo Kim Min-jae se presentó en el establecimiento, e incluso mostrando su identificación y placa policial no le permitieron ir más allá de la recepción. Taehyung y Ho-seok lo interceptaron ahí mismo y los tres se dirigieron al exterior. Allí, Kim mayor le contó con detalle lo sucedido y el motivo de su convocatoria.
―Lo lamento tanto, V. Me siento responsable, Jimin confió en mí para protegerlo y le fallé.
―Tú estabas trabajando, no tenías opción. Estoy muy enojado, pero no puedo culparte. No es justo.
―De verdad lo siento, hyung ―dijo, cabizbajo.
―Tranquilo. ―Le dio una palmada al hombro―. Todo está bien. Solo confírmame ahora si podrás montar guardia junto a alguien de confianza, es imperativo y necesito de alguien en quien pueda confiar.
―Cuenta con ello. No les fallaré esta vez, V.
―No le has fallado a nadie.
El dúo se retiró, tranquilos de dejar a su amigo en buenas manos, aunque inquietos a la vez por toda la engorrosa situación. Subieron al auto de Taehyung y este comenzó a circular.
―No me has dicho a dónde vamos.
―Mencionaste las sesiones que obtendrá Jimin. Eso me recordó que su psicóloga tal vez pueda tener información que nos ayude a dar con ese maldito psicópata. Alguna anécdota, dato peculiar, lo que sea que pueda servir.
―Tae, si todo ha sido hablado en las sesiones, por secreto profesional, la psicóloga no te dirá nada.
―Ella nos conoce desde que éramos niños. Es un poco... extravagante en ocasiones, pero me consta que siempre que se ha tratado de Jimin jamás ha titubeado por su bienestar. Aunque...
―¿Qué?
―La casa que ocupa actualmente, es la vieja mansión de la familia Park.
―¡Oh! Yo he ido una vez allá. Fue la última vez que vi a Jimin en ese entonces.
―Vivimos gran parte de nuestra infancia en esa gran casona. Pero ahora... me produce escalofríos.
―Tae, no me digas que los fantasmas te asustan.
―¿Y qué si así es?
―Cielos... Hay cosas peores a las que temer que los fantasmas, mi amigo.
―¿Qué cosa?
―Los vivos.
―Para mí ambos son igual de perjudiciales.
Taehyung volanteó y su vehículo giró con el movimiento en una esquina. Conocía la ruta de memoria, sin siquiera tener que pensarlo demasiado, no importaba si conducía o caminaba. La casa me hace daño. Jimin se lo había reafirmado después de que él lo mencionara. Kim Taehyung no era un adepto de lo místico, no en su totalidad al menos. Pero la realidad que él discernía, era que los fantasmas podían ser más que solo espectros translúcidos pululando en el plano terrenal, podían ser un sentimiento sin nombre, un agobio cuyo origen resultaba incierto, el nervio más frágil y peligroso, aislado, que con un simple toque, explotaría.
Se preguntaba si Jimin estaba sintiendo el peso de todos esos fantasmas en su interior en estos momentos. Su respuesta inmediata sería un "por supuesto". Él también podía percibirlos; tomaban posesión de todo en su entorno. Claro. Se sentiría igual, aunque desde una procedencia diferente. Eso asustaba, atormentaba. Sí. Ellos eran... almas gemelas después de todo.
~ B i t t e r s w e e t ~
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