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Capítulo 47: En pedazos

El relumbrón alcanzaba la zona del ventanal, enaltecía el tinte de la hierba y flores plantadas en la cercanía. Era un bello panorama, aunque el paciente en su habitación lo ignoraba por completo, dándole la espalda, acurrucado y yerto en un rincón.

En esa mañana fría y de cielo despejado, Jeon Jung-kook arribó al sanatorio mental. Después de haberse reunido con el manojo de nervios andante que estaba hecho su pobre primo, consiguió que le cedieran el paso para visitar al interno.

―Jimin-hyung... ¿Sabes quién soy?

Con tan solo oír el honorífico después de su nombre, las lágrimas comenzaron a colmar sus ojos; casi contagiaban a su confundido dongsaeng. No había forma de que supiera lo que esa palabra despertaba en su psiquis en el tiempo presente.

Jimin lloraba de manera silente, sorbía del mismo modo por la nariz, y poco a poco se apartaba de la corta cercanía que oscilaba entre ambos.

―Soy... Soy Jung-kook. No voy a lastimarte.

Se expresó con un tono calmo, tal y como se lo habían comandado, mas en Jimin no reinó paz alguna. Sus ojos se abrieron de manera notable y lento giró el rostro hacia el chico. Jung-kook debe irse, escuchó su voz en su cabeza. Porque si Jung-kook no se marchaba ahora, la oscuridad le haría daño, como lo había hecho con él, continuó.

Para el momento siguiente, Jimin estaba sobre él, gritándole con furia.

―¡¿Qué no entiendes?! ¡Largo!

No podía usar sus brazos por la camisa de fuerza, y en un momento así era bueno que la tuviera. Jung-kook amagó a apartarlo con sus manos, pero tuvo que tener cuidado, pues intentó morderlo en cuanto sus extremidades se vieron lo suficientemente cerca. Taehyung acudió en primer lugar por la cercanía, y seguido de él los enfermeros, quienes de inmediato llevaron al paciente hasta su cama y allí lo aplacaron.

―Po-por favor... no sean bruscos con él ―pidió Jung-kook entre lágrimas.

El interno gritó súplicas en llanto, aunque no serían satisfechas con nada más que un calmante suministrado por medio de una pequeña jeringa, que en cuestión de segundos dejó todo su cuerpo relajado, sin embargo, no paraba de llorar.

Roto totalmente, Jung-kook se llevó una mano al rostro y lloró sobre el hombro de su primo quien, también entre lágrimas, lo contuvo. No demoraron en despacharlos de la habitación; no era requerido ni productivo que fueran espectadores.

Los asistentes acomodaron y arroparon a Jimin para que estuviese cómodo y sin frío. En cuanto sus ojos se cerraron, una de las enfermeras se encargó de limpiar el agua salada de su rostro, el sudor de su frente y cuello, y le dio una dulce caricia a su cabello antes de retirarse.

Al cruzar la puerta, se encontró con uno de los visitantes dando vueltas en círculo y el teléfono pegado a su oreja, pero lo que llamó su atención fueron los discretos sollozos del otro chico, hecho un ovillo a un lado de la puerta. Todos sus colegas se habían marchado sin darles consuelo; se sentía mal por ellos.

―Toma ―le dijo, luego de inclinarse a su lado.

Jung-kook levantó la cabeza y sin mucho recelo tomó el pañuelo de tela que le estaba ofreciendo. Sin poder emitir palabra alguna, se limitó a asentir con la cabeza en gesto de agradecimiento y se llevó la tela a la cara.

―¿El paciente es un familiar directo?

―N-no, no... Es mi amigo, desde... ―Giró su rostro encontrando el impropio―, desde hace mucho tiempo.

―Ya veo. ―Se puso en cuclillas―. Sé que todo parece malo ahora, pero arriba esos ánimos, ¿sí? ―Le dio una suave palmada sobre el hombro y una sonrisa gentil.

El chico asintió despacio, entonces la muchacha se irguió y se dispuso a seguir su camino, pero Jeon se puso rápido de pie y llamó su atención:

―¿Có... Cómo te llamas?

La enfermera se giró hacia él y respondió:

―Jeong-yeon. Yoo Jeong-yeon.

―Gracias ―dijo, levantando el pañuelo en su mano.

―Consérvalo. Lo necesitas más que yo ―dijo, y mostró sus molares.

Con un asentimiento, que fue correspondido, ambos se despidieron.

* * *

Al unísono, en la editorial Park, Jacqueline ya había acomodado sus cosas en su escritorio y encendió la computadora para comenzar sus labores. Fue entonces que notó la puerta de la oficina de su jefe entreabierta. ¿Jimin ya regresó?, pensó. En el día de ayer les informaron a todo el personal que el presidente se ausentaría por un tiempo, ya que no se encontraba bien de salud. No dieron detalles de ninguna índole, y la muchacha tampoco había tenido suerte en comunicarse con él, por lo que su preocupación era tan evidente como inevitable. Se animó a abandonar su escritorio, se dirigió hasta la puerta y golpeó, abriéndola sin más.

―¡Buenos días, Jimin! ―exclamó con una gran sonrisa, aunque ésta se esfumó al encontrar allí a otra persona.

El muchacho de pie frente al escritorio corrió el rostro a un extremo, asomando la vista por encima de su hombro, fundado en un traje de color escarlata. Al notar que había alguien estático en el marco de la puerta, giró su postura al completo. Su cabello era marrón, muy bien arreglado y su cutis impoluto, aunque su mirada circunspecta y recelosa daba un poco de miedo.

―T-tú no eres Park Jimin.

―Y tú no eres Ciara Harris, ¿no te jode? ―dijo con enfado, y estampó los papeles que tenía en las manos sobre el escritorio―. Soy Jackson Wang. ¿Y usted es...?

La muchacha se apresuró e hizo una reverencia.

―Pe-perdone mi insolencia. Soy Jacqueline Brown Lee. Soy la secretaria general del señor Park sunbae...

―Vaya, ¿ahora lo llama sunbae? Cuando entró por esa puerta parecía como si saludara a un amigo en lugar de su jefe.

La aludida abrió con notoriedad los ojos y bajó la mirada al instante, permaneciendo encogida, con sus manos juntas sobre su pelvis y su cara no tardó en tomar color.

―L-lo siento, le ofrezco una disculpa por eso ―se limitó a decir, haciendo otra pequeña reverencia.

No quería decir nada en absoluto; tenía miedo de comprometer la reputación de Jimin de algún modo. Tampoco era algo que deseara ir gritando a los cuatro vientos, solo reaccionó por inercia, aunque tampoco debía ser imprudente.

―Relájate, francamente no me interesa. Jimin es un colega que estimo, yo solo he venido a suplirlo, lo que me deja a mí como tu nuevo jefe.

―¿Sabe... algo del señor Park?

―Lo justo y necesario: no está disponible, así que ocuparé su "trono" por un tiempo. ―Subió solo una de las comisuras de sus labios.

―Entiendo. ―Volvió a bajar la mirada, con desilusión esta vez.

―Eres mi secretaria ahora ―dijo de repente, y la referida asintió con un gesto―. Sé un pedazo de cielo y tráeme un café, ¿quieres?

―S-sí, señor. ―Inclinó apenas la cabeza y se retiró a la tarea.

Más tarde, de vuelta en su escritorio, mientras intentaba desempeñar sus tareas de diseño, no había podido evitar desviar la vista en varias ocasiones, cavilando y preguntándose qué pudo haber ocurrido con Jimin. «No quiero que salgas lastimada», recordó lo que él le había dicho. ¿Sería posible que ella hubiera dicho o hecho algo para que él decidiera alejarse? «No», se respondió para sus adentros, sacudiendo la cabeza.

―No seas tonta... ―murmuró para sí misma―. Jimin jamás descuidaría el trabajo solo para evitarme. Es ridículo.

Trató de hacer una pausa a sus pensamientos en ese momento, pero le fue imposible acallar la insoportable voz de su inconsciente.

―¿Entonces por qué no responde mis mensajes o llamadas? ―masculló con tristeza.

Empezó a sentir irritación y un poco de escozor en sus ojos, así como en su nariz, por lo que se llevó las manos al rostro, sobando con desquicio. Ya no quería pensar más, Sin embargo, una voz grave y suave llamó su atención, causando que irguiera su figura casi de un brinco.

―¡Taehyung! ―exclamó con gran sorpresa.

―Hola, Jackie ―su tono era muy calmo, aunque se podía percibir el cansancio que llevaba encima―. ¿Será que puedo hablar contigo un momento? ―dijo con la voz apagada, aunque con una sonrisa discreta y amable.

―¡Claro! ―Dio un salto de su silla―. Quiero decir... ―Miró su reloj de muñeca―, ya casi es hora del almuerzo, así que me corresponde.

Jacqueline tuvo intenciones de salir por la puerta principal, pero su acompañante insistió en que bajaran hasta el subsuelo, a lo que cedió; ya percibía una vibra extraña en el ambiente.

Una vez en el estacionamiento, Taehyung tomó su mano y la alejó del elevador para evitar interrupciones, detuvo el paso y reposó con delicadeza su palma sobre su hombro.

―Me asustas. ¿Qué...? ¿Qué pasa con Jimin?

Lo sabía. Sabía que algo no andaba bien, y la presencia de Kim Taehyung solo acabó de confirmárselo.

―Jackie... Me temo que no tengo buenas noticias.

Y con ello, la respiración de la chica cambió. El bosquejo que oscilaba en su mente de Jimin en cama con fiebre o tal vez preso de alguna jaqueca, se desvaneció para dar paso a la nada misma, pues ya no sabía que pensar.

Ver esa pobre sonrisa esperanzadora morir de forma paulatina en su rostro había sido difícil para Kim, empero... ya no había escape a lo que vendría. Tomó un respiro con el que infló un poco sus mejillas e inevitablemente sus ojos se aguaron un poco. No quería tener que decirlo de nuevo, volver a tocar el tema, pero escribir una nota, enviar un mensaje o correo, incluso delegar a Nayeon la tarea (ella se lo había sugerido) le parecía una falta de respeto. Él era conocedor de cuán cercanos se habían vuelto ella y su mejor amigo, por eso debía ser fuerte y soltarlo todo.

Esos ojos grandes se cristalizaron hasta rebozar y derramar el agua salada. Sus manos temblorosas que se llevó una a la boca y otra al estómago, encorvándose un poco, y por fin fue capaz de juntar sus párpados y emitir sonido. Kim nunca antes había escuchado que alguien suplicara una negativa de una manera tan desgarradora como lo había hecho Jacqueline; lo hacía pedazos y no podía hacer nada más que contenerla.

«Tenía todo en perfecto control... Yo estaba en armonía... No entiendo cuándo fue que todo... todo se vino a la mierda», recordó esas palabras dichas por Jimin y su miseria se volvió más profusa, y los recuerdos siguientes solo fueron más aflictivos: «¿Seguirías queriendo verme... aun así?». «Quiero quedarme... contigo...». Su llanto se volvió incontenible al punto de casi no poder respirar, y gritaba contra el pecho de Taehyung, arrugando sus prendas entre sus dedos, en tanto las lágrimas corrían por su rostro. Era inaguantable, para ambos lo era.

―¡Quiero verlo! ―su sollozar no le permitía hablar con propiedad―. Necesito verlo, Tae. ¡Por favor! ―Lo tomó por los hombros.

―Ya no permiten visitas a esta hora. Pero si prometes tranquilizarte, mañana temprano te llevaré a verlo, ¿okey?

―O-okey ―exclamó, e hipó con rabia y tristeza.

―No quiero darle vueltas al asunto y tampoco voy a mentirte, Jimin no podrá comunicarse y responder de manera diligente. Tampoco será fácil hacerlo comer o cuidar su pulcritud. Seguramente pierda peso y compostura. Así que... tenemos que ser fuertes.

La oyente comenzó un llanto más acallado ahora, aunque era fiel reflejo del quiebre y la agonía que sufría su corazón. Este sentimiento se lo transmitía a Taehyung.

―¿Puedes hacerlo, Jackie? ―Frotó sus brazos con gentileza―. ¿Puedes ser fuerte?

Con ese dolor mutilando su pecho, ella asintió.

―Necesito verlo, Tae... No me importa si no recuerda mi cara ni mi nombre, yo... necesito verlo... necesito... Te lo pido...

―Mañana temprano pasaré por tu apartamento y te llevaré con él, ¿de acuerdo?

De nuevo, ella convino con un gesto de su cabeza, se pasó una mano por el rostro para limpiarlo, le agradeció y se arrimó a abrazarlo. Su pesar era muy grande, pero tampoco ignoraría el suyo, era su mejor amigo de toda la vida después de todo; esto también era un golpe muy duro para él.

* * *

Ulteriormente, con el atardecer adornando el cielo, Lee Taemin bajaba de su vehículo luego de que su asistente y también chofer abriera la puerta para él. Su condición física no era la mejor; la herida del balazo todavía no estaba cerrada. Le habían cedido el alta, aunque tendría que estar con el cabestrillo puesto un tiempo y movilizarse lo menos posible. Sin embargo ahí estaba, con un refinado traje negro (por supuesto con el inmovilizador en su brazo a tono), su cabello rubio bien arreglado, levantado y apartado del rostro. Además de Park Jimin, había otro muy adepto al trabajo y a mostrar su mejor apariencia ante todo y todos. No obstante, con su presidente "indispuesto" hasta nuevo aviso, ahora menos que nunca podía descuidar los negocios, eso incluía también los inconvenientes.

Con los pies en la acera se acomodó un poco su corbata, carraspeó y recibió por parte de su asistente los papeles que precisaba, cosa que agradeció, y procedió a dejarlo atrás para dirigirse a la entrada principal de la residencia de Kim Jong-in; un palacio inmenso por donde se lo viera, aunque no se comparaba con el de sus padres. Se presentó delante de los guardias en la entrada; estos ya conocían su amistad y cercanía para con su empleador, por lo que no demoraron en cederle el paso.

―Oh, el señor Kim ha recibido una visita de sus padres ―dijo el ama de llaves, quien además resultaba ser la nana del joven Kim, prácticamente desde su nacimiento.

»Le ruego me haga el favor de esperarlo aquí. Tome asiento. ¿Gusta algo de beber? Le traeré lo que me pida ―dijo con nerviosismo; parecía estar con prisa.

―No deseo nada, pero agradezco mucho sus atenciones. ―Hizo una reverencia.

La cándida mujer se retiró del recibidor con el paso un poco acelerado; Taemin suspiró ante la presente calma, aunque fue aplacada a los pocos segundos por unos gritos que lo obligaron a girarse en dirección a uno de los amplios corredores, cuya complexión provocaba que el eco fuese mayor. Era la voz de Kim padre, que se oía no solo autoritario, sino furibundo. Los berreos eran cada vez más nítidos, así como el sonido de golpes, que llevaron al testigo involuntario a cerrar los ojos y mantener compostura.

―¡¿Cuántas veces te he dicho que fueras precavido?! ¡Ahora vas a tener que hacerte cargo de tus porquerías!

―Padre, si me permite yo puedo...

―¡¡No me digas nada!! ¡No eres más que un inútil! ¡Solo jodes nuestro apellido y renombre!

―N-no quiero casarme...

―¡¡Eso lo hubieras pensado antes de preñarla, idiota!!

Taemin se pasó una mano por el rostro pensando en cómo podría intervenir. En ello, uno de los sirvientes en la mansión se personó, por lo que él le llamó rápido la atención, le indicó que su presencia fuera informada de inmediato, cosa que el muchacho acató en el acto. El padre de familia continuó con sus gruñidos hasta que la voz temblorosa del joven sirviente irrumpió, entonces el silencio reinó.

En el hall, el señor y la señora Kim saludaron a Taemin con afecto, como si nada de lo anterior hubiese ocurrido en absoluto. El joven por supuesto retribuyó con total educación, y en cuanto la pareja se dirigía a la entrada principal, pudo alcanzar a escuchar un murmullo para nada disimulado por parte del padre: Ojalá Lee fuese mi hijo. Ese sí es un hombre hecho y derecho, no como el marica que engendramos. Eso llenó a Taemin de disgusto, aunque su ceño fruncido e indignación se apagaron en cuanto Kim hijo se presentó delante de él.

―Wow... ―Miró su ojo y pómulo amoratados―. Y yo que venía dispuesto a agarrarme a golpes contigo. Veo que tu padre ya se me adelantó.

―¿Planeabas golpearme con tu brazo sano? No me hagas reír.

La nana apareció en ese momento, casi corriendo hacia Jong-in, con una pequeña compresa de hielo envuelta en un pañuelo. Él le agradeció, le sonrió con una dulzura que juraba nunca había visto antes en su rostro y le dio una caricia gentil a su mejilla; ella hizo una reverencia y se retiró.

―¿A qué debo tu visita, Taemin? ―dijo, volviendo a su semblante serio y reposó el frío sobre la zona de su párpado.

―Sabes a lo que vengo ―dijo, enseñando los papeles que tenía en mano desde un indicio―. Quiero que pares, y quiero que lo hagas ahora.

―Tú y Jimin saben las condiciones para que anule mis planes de presentar una demanda. Y hablando del gran príncipe, ¿dónde está? ¿Me golpea en frente de todos en el trabajo y teme venir a mi casa? ―dijo, sonriendo y alejándose unos pasos.

Taemin mostró una expresión de desencanto y enfado que podía ser muy bien percibida.

―Jimin está internado en un sanatorio mental.

Ante sus palabras, Kai se giró hacia él, con la estupefacción poblando su fisionomía.

―Es una broma...

―Ojalá.

―¡¿Qué mierda pasó?! Lo vi ¿cuándo? ¿Hace dos días?, ¿tal vez tres?

―Parece que... intentó quitarse la vida... en su propio departamento.

Jong-in perdió el tacto y la compresa cayó al suelo.

―¿Qué estás diciendo, Taemin?

―Tal y como lo oyes.

―¿Pero qué...? No lo entiendo. ¿Qué mierda fue lo que ocurrió? ¡Él estaba bien! Quiero decir, siempre ha sido un enano iracundo de mierda, pero...

―No seas un imbécil ―lo cortó en seco―. Jimin es una buena persona. Lávate la boca antes de ponerle cualquier calificativo negativo.

―Por favor, Taemin, ¿eres acaso su lamebotas? De todos, es a ti a quien más ha defenestrado.

―La riña personal que podamos tener él y yo, solo nos compete a ambos.

―Eres ingenuo, amigo mío.

―¿Sabías que Jimin perdió a toda su familia en un día, en su propia casa? ―Planteó de repente y con suma determinación. Tenía que hacerlo reaccionar, que entendiera las cosas, y vio que empezaba a conseguirlo al notar la perplejidad en su cara.

―N-no.

―¿Sabías que fue un evento tan traumático para Jimin que hasta la fecha no consigue recordar qué fue lo que ocurrió?

―No...

―¿Sabías que él solo levantó la empresa de su padre despidiendo a todo el personal que no hacía más que robar ingresos? Los enfrentó a todos y cada uno, ganándose quien sabe cuanta cantidad de enemigos, amenazas y hasta atentados contra la editorial y sus nuevos empleados.

Kai ya no pudo articular una negativa de manera verbal, por lo que solo movió la cabeza.

―En menos de dos años, no solo hizo resurgir la revista, sino que la convirtió en número uno de todo Busan. Pese a todo mal pronóstico, todo el sacrificio y miles de jaquecas.

―Yo no...

―¿Sabías que Jimin lleva meses siendo acosado?

Pasmado, el muchacho recordó lo que Jimin mencionó cuando tuvieron aquel altercado, justo después de haber intentado propasarse con él.

―Las notas rosas... ―bisbiseó.

―Lo sabes. ¡Y aun así tienes el tupé de amenazarlo y planear una demanda! ―gritó y le arrojó los papeles contra el rostro.

»Tal vez las cosas se nos harían mucho más fáciles con tu capital y tus contactos, pero Jimin no te debe una mierda. ¡No es dependiente de ti! Y no me cabe la menor duda de que si lo llevas a juicio va a hallar la forma de hacerte un puto enema. Así que hazte un favor a ti mismo, a todos, ¡y deja de joder con tus niñerías de mierda porque no puedes obtener lo que quieres!

―Y-yo... iré... iré a la editorial, ayudaré con lo que...

―Ya hablé con Jackson Wang. Él conoce el trabajo de Jimin, siempre le ha gustado. Lo hará bien.

―Wang es solo un modelo...

―Tiene trayectoria administrativa. Y en él sí puedo confiar.

Esas últimas palabras añadidas dejaron cuajado a su oyente.

―Cuando de verdad estés dispuesto a contribuir a la editorial, y dejar de ser un maldito cretino, ven a verme.

Taemin dio un asentimiento, en pos de reafirmar sus palabras, y se retiró. Kai suspiró, inflando el pecho con notoriedad, observó la compresa de hielo que ya había dejado un pequeño charco de agua debajo y luego corrió sus pupilas hacia los papeles. Estuvo a punto de inclinarse a recogerlos, pero su nana se le adelantó y también levantó el hielo. Le entregó los papeles, mas no el apósito helado. Lo llevó a uno de los sillones para que tomara asiento, y ella, luego de una caricia reposó la compresa sobre su mejilla.

―El joven Lee siempre ha sido un muchacho muy sabio ―dijo, escondiendo una sonrisa amable.

―Gracias ―susurró con afabilidad, sosteniendo él la compresa―. Ojalá tú fueras mi mamá... ―Acarició su mejilla―, estoy seguro de que sería mejor persona.

―Nunca es demasiado tarde, mi niño ―posó su mano sobre la suya.

Y ahí se quedaron un momento, en un silencio que el joven Kim necesitaba, en ese pequeño cuadro que nunca obtuvo de nadie más que de su nana.

* * *

En lo que duró la jornada laboral, Jacqueline había conseguido calmarse, tenía que hacerlo pues debía volver a sus deberes. Allí, Dong-min la interceptó en los pasillos e indagó por esos ojos acuosos. Él y Taehyung ya habían tenido la charla con respecto a lo ocurrido con Jimin; formaba parte de su círculo de amigos cercanos después de todo. Como era de esperarse, expuso su nervio al máximo y dio una interpretación magistral con la que logró ser más que convincente.

Contuvo a su preciada compañera unos momentos, y le dejó claro que podría contar con él para lo que pudiera necesitar. Corrió un mechón de su cabello detrás de su oreja, e inexplicablemente ella sintió un escalofrío.

Más tarde, cuando por fin consiguió llegar a casa, dejó sus cosas a un lado y no tardó en ser recibida por Calicó. Solo con verla, las lágrimas se apoderaron de ella de inmediato. Se inclinó y la cargó en brazos.

―Parece que tu papi no podrá venir por un tiempo ―dijo, dejando caer el agua salada sobre su pelaje.

Transcurridas unas pocas horas, Felix arribó al departamento en compañía de Chris, y subió el interruptor de las luces de inmediato.

Como lo había dicho anteriormente, ahora lucía su cabello teñido de rubio casi platinado, por preferencia personal pero también como un guiño a su estimado padrino.

Tenía en mano su libreta de calificaciones que, al juzgar por su sonrisa, eran muy favorables.

Sis! ―dijo, al encontrarla acurrucada contra la pared, con la gatita en sus brazos―, llama a Jimin-hyung. Invítalo a cenar porque le tengo muy buenas noticias.

Sin embargo, al notar ese rostro empapado en lágrimas, su sonrisa, así como su júbilo se transformaron en miedo. Lo primero que se le vino a la mente fue que su padre podría haberle hecho algo, y lo cierto era que Jacqueline preferiría aquello, antes que la terrible y cruda realidad de los hechos.

―Jackie... ―Se arrodilló frente a ella y acarició su cabello―. ¿Qué pasa?

―Ay Felix... Le ha ocurrido algo terrible a Jimin ―dijo, y lloró de manera copiosa contra su pecho.

El muchacho miró a su novio, tan o más confundido y asustado que él, y luego volvió sus ojos a su pobre hermana deshecha. Entre lamentos y esnifando constantemente consiguió expresarlo todo con pocas palabras. Sus lágrimas, su pena y desesperanza pronto fueron compartidas, y el agarre de su hermano fue más fuerte. En definitiva, una paliza de su padre hubiera sido mucho más tolerable. Las heridas físicas siempre sanarían, su trauma podría oscilar en su testa cuanto quisiera; podrían continuar. Pero lo que había ocurrido con Jimin... no había forma de saber si podría ser reversible.

Al día siguiente, tal y como Taehyung lo había prometido, pasó a recoger a la chica para llevarla hasta el sanatorio. Su hermano menor no quiso quedarse atrás, por lo que él junto con Chris los acompañaron, aunque acordaron que solo Jacqueline ingresaría a la habitación para tratar de interactuar con Jimin.

Kim se detuvo en el marco de la puerta junto a la joven pareja y la enfermera Yoo, y al frente permaneció la muchacha, estática y sin saber cómo actuar. Sus ojos se quedaron tiesos, su visión incrédula y su corazón lleno de temor al contemplar la figura de Jimin sentado en el piso, con su cabeza apoyada contra la pared y la mirada ida.

―¿Por qué tiene eso puesto? ―preguntó en voz baja, refiriéndose a la camisa de fuerza.

―Para evitar que se lastime a sí mismo o a otros ―contestó la enfermera, aguardando por su accionar con paciencia―. Puede acercarse, señorita. Recuerde las normativas. Nosotros aguardaremos justo aquí.

La referida asintió de manera tímida, sin quitar sus ojos de Jimin. Inspiró profundo y empezó a caminar, sus pequeños tacones hacían eco en aquella fría habitación. Se detuvo a unos pocos metros de él y se agachó, tocando el piso con sus rodillas; estaba gélido.

―Hola, Chimmy ―susurró con dulzura.

El aludido abrió apenas un poco más los párpados al percibir su voz.

―Soy Jackie. ―Le sonrió, pero al notar que no había ni una sola reacción siquiera, esa sonrisa se esfumó y su mirada se llenó de abatimiento.

―Ja... ckie... ―balbuceó, con la voz rasposa.

La chica abrió grande los ojos y limpió la poca agua acumulada en ellos.

―Sí. Soy yo, Jimin. Soy Jackie.

―Jackie...

―Sí.

―Jackie... tengo que... decirle...

―Claro. Dime lo que quieras, lo que sea.

―Jackie... es... ella... es demasiado.

La aludida sonrió y dejó escapar una pequeña risilla nasal.

―Si la ves... dile que... debe buscar a alguien que le haga bien. Dile que se olvide de mí... porque yo ya no puedo ir hacia ella... ni darle nada de mí.

Con cada palabra agregada, la referida empezó a negar con la cabeza y sus cuencas se colmaban de lágrimas de nuevo.

―Yo... te esperaré... A que te repongas, a que vuelvas a ser el de antes. ―Trató de alcanzar su rostro con su mano, pero tan solo las yemas de sus dedos rozaron su mejilla, pues él se apartó.

―No me toques... ―Su lamento corrió caliente por sus mejillas.

―Jimin...

―¡¡¿Qué no ves que soy horrible?!! ―gritó, alterando a todos los presentes―. ¡No me toques!, ¡no me mires! ―Apretó con fuerza los párpados.

Felix se llevó una mano a la boca, tratando de contener el llanto, pero no toleró ver más, por lo que hundió su rostro en el pecho de su novio, quien, también muy afligido, no demoró en contenerlo.

―¡Vete! ¡Ya no tengo rostro ni nombre! Ni siquiera con una máscara rota podría verla, ¡ya no tengo la fuerza! ―exclamó, dando pequeños golpes de su cabeza contra la pared―. No te merezco... no puedo darte nada más que miseria... No te merezco... ―Su voz se hacía pequeña, menos perceptible cada vez.

Jacqueline permaneció atónita, sin saber cómo responder; los brazos de Taehyung la alejaron mientras que la enfermera, junto a dos asistentes se ocuparon de tranquilizar al paciente, aunque no tuvieron mucho éxito en ello. Su sollozar no fue audible, pero sí desgarrador de ver, y mientras era apaciguado por esas manos ajenas a las que comenzaba a acostumbrarse, no por convicción propia, sino porque no podía luchar contra ellas; con sus lágrimas todavía bañando su enrojecido rostro, susurró:

―Pero aún te quiero...

Ya fuera de la habitación, la muchacha no se encontraba en un estado que pudiese ser mejor descrito. Estalló en lágrimas contra el pecho de Taehyung, como cualquier incrédulo ante la dura realidad de no ser más que un simple espectador ante el sufrimiento de alguien amado.

―Dime que se va a recuperar por favor ―dijo, apenas con un hilo de voz.

Él no respondió, solo la contuvo. Únicamente el tiempo dictaminaría la respuesta, y él, ellos, eran fervientes creyentes de esa idea.

―Tae... Me dijo que no me merece, ¡pero es mentira! Es mentira... ―el llanto la privaba de aliento suficiente―. Aún lo quiero...


~ B i t t e r s w e e t ~


https://youtu.be/J4cPC_9Dm9c

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