Capítulo 45: TERCER IMPACTO: Violencia. El 90% de mis memorias (-89)
Advertencia: Este capítulo contiene escenas de acoso, violencia, abuso psicológico, físico y sexual, autolesión y suicidio. Algunas descripciones pueden ser un poco fuertes, mas no se busca fomentar las conductas descritas. Se ruega prudencia y discreción.
Enfrentados por fin, acusado y acusador, enemigos por naturaleza de uno y la elevada moral de otro. Por circunstancia y obra malevolente. El cruel destino los había reunido de nueva cuenta, en lo que él creía su más grande refugio.
―Hola, Jimin ―lo saludó luego de enderezarse, con esa voz opaca y distorsionada―. O debería decir... hyung.
Los ojos del referido se abrieron de par en par. El sujeto procedió a quitarse la gorra y la pieza de tela que cubría su rostro, desvelando por fin su identidad, y dejando al pobre Jimin bajo un shock inigualable.
―Tú... No... N-no puedo... creerlo... ¿Dong-min?
Las palabras casi se desprendieron de sus labios, con todo rastro de aliento yéndose con ellas. Lo veía y no lo creía, lo veía y se negaba rotundamente a aceptarlo.
―Sí, soy yo, Jimin-hyung ―dijo, batiendo un poco su renegrida cabellera―. ¿Recibiste mis notas? ―Torció un poco la cabeza.
―¿Pero qué... ¡carajos!? ¡¿Qué significa todo esto?!
―Significa lo que tus ojos están viendo.
Jimin se llevó las manos a la cabeza, todavía negado e incrédulo. ¿Había sido Lee Dong-min todo este tiempo?, ¿el pequeño "Cha Eun-woo" en su grupo de amigos? Sí. Había sido él quién le había enviado todas esas notas repulsivas, quien trató de sabotear el tiraje fotográfico en el que por poco Taehyung salió lastimado, sin terminar ahí la retahíla, era responsable del intento de abuso contra Nayeon, el accidente que sufrió Bo-gum, las amenazas, el asedio, el secuestro.
Cada cosa que cuestionó, Dong-min respondió con un rotundo sí, uno susurrado, con su mirada frívola y ojos negros carentes de brillo. Daba miedo; era como ver a un perfecto extraño, un ser desalmado.
Ahogado, Jimin se acercó a la puerta y giró la perilla, pero no consiguió abrirla; tenía llave. «¿En qué momento...?», trataba de formular en su cabeza.
―¡Fan-noona! ―Golpeó la tabla―. ¡Noona, ¿estás ahí?! ¡Abre la puerta!
No solo no obtuvo respuesta a sus gritos, sino que sintió como el volumen de la música, proveniente del estéreo en la sala acrecentaba, y a la distancia, el chillido de la puerta principal se estrechaba contra el marco.
―¡Noona! ¡Abre la maldita puerta! ¡¿Por qué...?! ¡¿Por qué me hacen esto?! ―gimoteó, dando un golpe por cada palabra añadida, estrelló con su frente al final, resignado ante la idea de que cumplieran su petición.
―No tiene caso, Jimin. Esa perra no te abrirá la puerta. Tu noona ―usó un tono burlesco, en tanto se aproximaba a él―, no es más que una maldita puta y pederasta de mierda. Te ha vendido todos estos años a extraños, y ahora te vendió a mí.
―¿Pero qué carajos... estás diciendo? ―lo increpó, con sus ojos humedecidos en agua salada.
―¿Todavía no lo captas, hyung? ¡Fan Bing-bing se estuvo aprovechando de ti todo el puto tiempo! No te daba terapia, te violaba. No le brindaba calma a tu mente, ¡sino drogas! ―escupió con indignación, estando a una distancia mucho menor, haciendo unos cuantos ademanes con las manos.
―N-no... E-ella... ella... ―Apartó la mirada. Su mente colapsaba paulatinamente.
Dong-min se movilizó con ligereza, se situó detrás de él, y con suma delicadeza tomó el saco de su traje y éste se deslizó por sus brazos hasta caer al piso. Dejó una mano sobre el hombro de su camisa, y cuando estuvo a punto de rozar su barbilla con el látex de sus guantes, Jimin llevó las pupilas a un extremo y con arrebato lo empujó.
―¡No me toques!
El aludido abrió la boca, pero no pudo emitir palabra alguna ya que los gritos de Jimin lo tomaron por sorpresa. Pedía auxilio a todo pulmón y comenzó a patear la puerta como un desquiciado.
―Eres tan hermoso. ―Torció un poco la cabeza―. Compórtate, ¿quieres?
El muchacho lo tomó por los hombros, tiró de su ropa y lo apartó de la puerta. El otro se sorprendió ante su fuerza, mas retiró sus manos de un fuerte sacudón.
―¡Quítame las manos de encima, hijo de puta!
El rufián alzó las manos a la altura de sus hombros y rio entre dientes.
―Tú... ¿Por qué...? ¿Por qué haces esto?
―¿Qué no es obvio todavía? ¿Quieres que te dé un monólogo como si fuera un villano de Disney o algo así? ―ironizó, enarcando una ceja―. Quiero tenerte, hyung... Voy a tenerte ―dijo con un tono frívolo y grave.
―A-atrás... ―Extendió su brazo y lo apuntó con su índice.
―Oh, cierto... A ti te gusta rudo, ¿no es así? Te gusta hacerte el difícil, ¿no? ¿Eso te excita?
―¡¿Qué mierdas estás diciendo, Lee?! ¡Detente ya!
―¿Detenerme? Debes estar bromeando. Después de todo el trabajo que he hecho para poder llegar a este momento, ¿tú crees que voy a detenerme ahora? Muchos han podido probarte; ahora es mi turno ―dijo, despojándose de su abrigo negro y quedándose con su playera del mismo color, entonces avanzó hacia él.
―Aléjate...
Jimin puso sus manos por delante, mas Dong-min tomó una de sus muñecas de un arrebato y tiró de él con fuerza.
―Pagué mucho dinero por ti ―dijo, con su rostro casi pegado al impropio, y lo aventó contra el colchón de su cama.
―Que pagaste, ¿para qué? ¡¿Para violarme, infeliz?! ¡¡Estás enfermo de la puta cabeza!!
Se apoyó con los codos sobre el colchón, pero antes de conseguir levantarse Dong-min lo aplacó, quedándose sobre él.
―Esto es incluso mejor que cuando te secuestré... Poder tenerte y tocarte así... ―dijo con un deseo y desespero tan sucio que provocaba náuseas, en tanto lo mantenía sujeto del rostro.
―¡Estás loco! ¡Basta! ―Corrió su cara a un lado, tratando de escapar de su cercanía.
Sus rodillas se hundían en el colchón a los lados de la cadera de Jimin; él aprovechó esto: agarró sus brazos con fuerza, elevó su rodilla e impactó directo contra su ingle, lo que provocó que emitiera un quejido audible y su tacto se ablandara considerablemente, entonces lo empujó y se levantó. Procuró propinarle un golpe en el rostro con su pie; pensaba que lo mejor sería inmovilizarlo primero para poder escapar, pero Dong-min atrapó su pie con sus manos y lo derribó; Jimin curvó el cuerpo, sosteniéndose del piso con sus manos y con su pie libre impactó justo en su nariz, consiguiendo que lo soltara, así se levantó y volvió a su viejo hábito de patear la puerta.
―No vas a salir de aquí, hyung ―le dijo, poniéndose de pie y limpió con una mano la sangre de su nariz.
El pecho del oyente subía y bajaba con frenesí, y así de agitado le dedicó la mirada. ¿De verdad no le quedaría más opción que lastimarlo para poder salir de ahí? Era Cha... su amigo. Sus ojos, así como su corazón ardían en rabia ante tal indignación e impotencia. No quería hacerle daño, pero si él insistiría en querer perjudicarlo, entonces respondería.
Dong-min dejó escapar una carcajada siniestra; no esperaba menos de su persona, y lo que era más, contaba con ello.
―Eres fuerte, hyung. Pero debes saber... que llevo tiempo estudiándote. ―Subió los puños―. Me han apaleado muchas veces, pero valió la pena. Después de todo... si no duele... no sirve.
―Tú... ¿Por eso es que te aparecías siempre con magullones? ¡¿Salías a buscar pleito?!
―Por las noches, sí. Muy divertido.
―Estás enfermo.
―Sí, supongo que lo estoy... ―Sonrió―. Aunque debo decirte que el parte médico que tuve al quedar internado por "esa paliza que me dieron" no fue del todo una mentira. Cuando peleamos en el estacionamiento me rompiste dos costillas, desgraciado. ―Levantó dos dedos en alto y rio por lo bajo.
―Entonces... Tu novia...
―La chica que viste fue alguien a quien pagué para que en determinada hora fuera a verme al hospital y se hiciera pasar por mi novia, ¿qué tal?
―Lo tenías todo bien planeado...
―Gracias por notarlo. Es que tú, hyung... tú vales todo mi esfuerzo.
»Pero no te mentiré, sí he tenido novias que me han golpeado alguna vez, y yo me veía en la tarea de responder. ¿Qué puedo decir? Las malditas no podían mantener la boca cerrada. No las culpo, ¿sabes? Mis gustos son un tanto... extremos. Me gustaba tomarlas por la fuerza. Escucharlas gemir y llorar mientras me las cogía bien duro. Me dio pena tener que matar a la última que tuve.
La repulsión en la fisionomía de Jimin se hacía más evidente con cada palabra, o más bien atrocidad, añadida a su narración.
―Cha... ¿de verdad has matado a alguien?
El chico mantuvo la vista fija en sus dedos enguantados. Paseó su lengua por sus belfos, realzó sus pupilas hacia su hyung y asintió despacio, como un auténtico psicópata carente de empatía. Un recio escalofrío subió por la espalda de Jimin, paralizando su cuerpo. Estaba delante de un asesino sin escrúpulos. Lo había dejado con un nudo en la garganta y un gran dolor en el alma.
―Maté a mamá... Maté a papá... ―desvió la mirada―, a ese maldito viejo libidinoso de mierda... ―Mostró asco―, y a mi novia. O bueno, supongo que ahora es ex. ―Volvió los ojos a su oyente con una sonrisa burlona.
―¿Eso quieres hacer conmigo también? ¿Matarme?
―Oh no, hyung, por favor. ¿Crees que iba a trabajar por años solo para matarte y ya? No me insultes así.
―¡¿Años?!
―Si bien es cierto que este año accioné. Me tomé mi tiempo para localizarte, estudiarte, investigarte. Porque eres un arte, y es que todas las palabras que acabo de decir terminan en arte, no sé si te diste cuenta. ―Batió un poco sus pestañas―. Lo que yo quiero... ―su semblante adquirió un aura sombría―, es palpar tu piel, sentir y apretar tus músculos, abrir tu carne y profanar tus entrañas. Estoy más que listo, más que preparado.
Jimin frunció el ceño con indignación e indigestión, por poco regurgita ahí mismo en cuanto intentó pasar saliva, pero al escuchar esa risilla socarrona por parte de Cha, no pudo tolerarlo y se abalanzó sobre él. No lo perdonaría. Por su culpa su mundo era un maldito infierno, pero lo que realmente no eximiría era el hecho de que haya intentado lastimar a sus seres queridos, eso no tenía clemencia posible. Dio su primer golpe, mas Dong-min atrapó su corbata en el aire y lo atrajo hacia él. Intentó devolverle la agresión, aunque Jimin lo bloqueó con su brazo y le propinó en su lugar un cabezazo que aflojó el agarre de la prenda. Golpeó su pierna cerca de la rodilla, lo que provocó que la llevara al piso, y teniéndolo inclinado frente a él, alzó su rodilla, pero Dong-min puso su mano de por medio, Jimin trató entonces con su puño, pero también fue retenido con la otra mano adversa. Ambos terminaron en el suelo, rodaron y repartieron golpes entre sí. Colisionaron contra las paredes, el mueble de la ropa, el gran armario, rompieron además el espejo, ganándose unos pocos cortes.
Jimin ahora trataba de apresarlo con alguna llave, pero el muy maldito se zafaba. En última instancia quedó con la espalda contra el suelo, las manos de Lee rodeaban su cuello, pero él fue rápido: lo sujetó de la ropa, pulsó su abdomen con su pie y dio un giro hasta quitárselo de encima. Ambos suspiraron, cansados y muy agitados, sobre todo Jimin, debido a los breves momentos donde el paso del aire le fue interrumpido.
―Hijo de puta... creo que me has vuelto... a romper una costilla... ―dijo el malhechor entre suspiros, esforzándose por levantarse.
Jimin miró en todas direcciones, los vidrios del espejo. No quería lastimarlo de gravedad, pero necesitaba ayuda. Fue en ese momento que sus ojos localizaron su chamarra, por lo que corrió hacia ella, evitando a la vez que el otro lo apresara por el tobillo. Esculcó los bolsillos hasta encontrar no solo su teléfono celular, sino también la pequeña llave que abriría la puerta del dormitorio. Su palpitar se aceleraba de nueva cuenta. Dong-min lo observó con los ojos bien abiertos. Dejar eso a su alcance había sido muy estúpido. Tenía que actuar o lo perdería, motivo por el cual agarró uno de los fragmentos del espejo más cercano y lo incrustó en su tobillo, ganándose un estridente quejido. Al igual que Jimin, no estaba en sus deseos lastimarlo de gravedad. Cómo no... Pero no dejaría que se le escapara de ninguna manera. El agredido se giró hacia él y le dio un puñetazo en el rostro. Lee gruñó, pero aun así consiguió arrastrarlo por el tobillo hacia su dirección, hasta que lo tuvo debajo, aprisionó su torso entre sus piernas y apresó sus manos contra las muñecas impropias.
―¡Suéltalos, Jimin! ―gritó, viendo que sujetaba con firmeza sus pertenencias en sus manos.
―¡¡Púdrete!! ―berreó de cara contra el piso, tensando su agarre así como todo el cuerpo.
Paseó sus pupilas: tenía la cama a unos metros a la derecha, la puerta del guardarropa a su izquierda y la del cuarto de baño al frente, mientras que la entrada principal estaba al otro extremo, totalmente fuera de su alcance, si tenía en cuenta el obstáculo mayor que era ese psicópata que tenía encima ahora.
Tomó un profundo respiro y actuó: movilizó las piernas sobre las pantorrillas de su agresor y atrajo después una de las muñecas hacia su pecho con rudeza, para así quitarle estabilidad. Dio un giro a su cuerpo y le propinó un codazo a su rostro, entonces se puso de pie, aunque la inserción del cristal en la parte baja de la pantorrilla lo dejó cojeando. Miró su mano; la llave ya no estaba ahí. Maldijo audible. Dong-min se levantaba a pocos metros delante de él, a su espalda tenía el baño, por lo que no lo pensó demasiado y entró, pero a duras penas alcanzó a cerrar la puerta ya que el muchacho al otro lado empujó con fuerza. Jimin presionó cuanto pudo hasta que no tuvo más alternativa que retirar sus dedos, empero, comenzó a golpear la puerta. Jimin aguantó, aplacando su propio peso contra la tabla; su garganta estaba seca, el paso del aire hacía doler su pecho y su cansancio rayaba lo ciclópeo; no tenía mucho tiempo, por lo que desplegó el teléfono. No sabía la clave, pero bastaría solo con realizar una llamada de emergencia.
―¡Jimin-hyung! ―canturreó siniestro y con voz áspera, golpeando con su hombro la madera―. ¡¡¡Hyung!!! ―berreó, dando una patada esta vez.
El cuerpo del muchacho al otro lado recibía un rebote por cada golpe. Gritó por ayuda repetidas veces, apretando los dientes después, en tanto luchaba porque el lunático al otro lado no rompiera la puerta.
―¡Vete! ¡Déjame en paz, maldito desquiciado! ―rogó con rabia y desespero.
―¿Cansado, hyung? ―Dio una patada―. ¡Yo estoy en mi mejor momento! ―Otro golpe―. ¡Me inyecté una pequeña dosis de adrenalina! ¡Solo para ti! ¡Porque sabía que darías pelea! ―bramó, pateando una y otra vez.
―¡No me jodas, ¿no llega la señal?! ―exclamó rabioso, luego de haber blandido el aparato de un extremo a otro en vano.
―¡Abre la puerta, hyung! ¡¡Será peor para ti si me haces enojar!!
En tanto los toques pulsátiles persistían, dándole sacudones a su pobre cuerpo, Jimin estiraba y alzaba el brazo. Y justo en ese momento en que apenas alcanzó una línea de señal, un fuerte estruendo lo sobresaltó, haciendo que perdiera pulso contra el objeto y éste cayera al piso. La puerta se había quebrado del lado de afuera. Con una patada más Dong-min logró obtener un hueco y empezó a abrirse paso. Jimin a estas alturas ya no tenía la misma fuerza por lo que comenzó a ser arrastrado.
Los gritos de ambos eran opacados por la música a todo volumen. Ese baño no tenía ventanas. ¿Qué hacer? ¡¿Qué hacer?! Jimin lo tenía claro, comer o ser comido, morir... o matar.
Sus ojos nunca habían girado tan rápido de una dirección a otra. Lo único que pudo ver como posible arma fue el estante de madera. No recordaba cuán pesado era para saber si podría levantarlo sin demora. No había tiempo, tenía que arriesgarse. No obstante, poco antes de poder separarse de la tabla, ya con las clavijas algo débiles, el cuerpo de Jimin fue empujado. La puerta se azotó contra la pared y volvió al intruso lentamente, la retuvo con su mano y con una mirada furiosa observó al chico, su presa, quien no tuvo chance de medir si el mueble en cuestión era pesado o no, si serviría o no, pero lo levantó en un parpadeo. Todo lo que llevaba dentro y encima comenzó a caer por los lados. Lo llevó contra su atacante, éste lo retuvo con ambas manos. El forcejeo fue tedioso, tortuoso para ambas partes; dejaba ver sus rostros rojos y las venas aflorando sobre sus pieles.
Dong-min comenzó a ser arrastrado fuera del baño por la fuerza de Jimin, sin embargo, su adverso se quitó del camino un instante; fue suficiente para desequilibrarlo. Saltó el mueble y entró al baño, dio dos golpes, Jimin los esquivó con gran destreza, aunque el último fue a parar a su estómago, arrebatándole el aire. El agresor sonrió triunfante al verlo encorvarse, mas el joven contuvo la respiración, se irguió y le propinó un puñetazo que le rompió la boca y lo atontó unos segundos, provocando que perdiera algo de equilibrio. No obstante, el dolor en su abdomen fue inminente, por lo que una de sus rodillas tocó el piso. Aun así, fue capaz de intercambiar unos golpes más, hasta que sintió una presión contra su pelo: las manos de Dong-min. Su cuerpo fue jalado hacia atrás y luego llevado adelante en un abrupto empellón. Su frente chocó de lleno contra el borde de la bañera, con un ruido muy feo de oír. Jimin experimentó una dolencia que se esparció por toda la parte frontal de su cráneo y sus sentidos entraron en corto unos segundos. Uno de sus brazos fue a parar dentro de la bañera y su otra mano sobre su frente, con un fuerte quejido. Se esforzó aun así, trató de levantarse, pero sus movimientos se vieron más torpes y lánguidos ahora. Lee trató asimismo de recobrar su aliento. Caminó hasta situarse detrás de él, y ahí pudo ver la punta de su corbata asomada por su hombro. Sin esperar la tomó con firmeza y tiró, a la vez que posó la suela de su zapatilla contra su espalda para que hiciera presión. Jimin no tardó en sentir el sofoque.
―¡L-k-Le...! ¡Lee! ―emitió entre arcadas.
El ruido de su lucha por respirar, así como los intentos por llamar su nombre no lo inmutaron, él solo siguió tirando y apretando, privándolo del aire, hasta que notó que su cuerpo se aflojó, sus brazos cayeron después, y sus nudillos tocaron el piso.
―¡Mierda! ―exclamó alarmado, y soltó la prenda de inmediato, temeroso de haberlo asesinado.
El cuerpo de Jimin cayó y pronto comenzó a toser y recobrar el movimiento. Lee suspiró aliviado. Por poco y se le pasaba la mano.
―Ya está, ya está... ―Le palmeó la espalda, aunque su mano fue apartada con desprecio.
Su accionar, lejos de enfadarlo, le provocó una mueca alegre, pero desagradable: Park Jimin sí que era un tipo duro, y eso lo llenaba de regocijo. Lo contempló unos segundos mientras recobraba el aire. Al momento siguiente lo cazó por la espalda, del cuello de su camisa y comenzó a arrastrarlo fuera del cuarto de baño. El cuerpo de Jimin por el movimiento fue girado hacia arriba, lo que hacía más difícil la tarea de soltarse.
En el momento en que sus manos alcanzaron el marco de la puerta se aferró a éste con ellas, Dong-min tiró de él una, dos, tres veces, y con un impulso más, levantándole más de una uña en el proceso y arrastró a Jimin hasta su propia cama. Lo sujetó de la parte superior de su camisa, lo levantó y aventó contra el colchón. El chico apenas podía conciliar el movimiento que estaba teniendo su cuerpo; estaba mareado, casi al borde del desmayo y veía doble. Sintió también su cuerpo rebotar contra el mullido colchón, luego el látex de los guantes negros aflojar un poco el nudo de su corbata y un tirón violento hizo saltar los botones de su camisa. La mano que se posó sobre su pecho empezó a recorrerlo, podía sentir el calor de esa gran palma a través de la fina goma que cubría la piel.
―¡De-déjame! ¡Quítame las manos de encima! ―exclamó asustado, apartando su mano del mismo modo.
Dong-min apretó los dedos contra su palma y le dio vuelta el rostro de un puñetazo que de inmediato le rompió el labio. Jimin no dejó de retorcerse y poner todo de sí por apartarlo.
―¡Ya basta Jimin!, ¡basta! ¡Deja de luchar ya!
―¡¡Ja-jamás...!!
―¡Solo conseguirás que te lastime...!
―¡Ya estás lastimándome! ¡¡Me lastimas!! ¡Para ya, por favor!
Su visión se distorsionaba más ante su mareo y la presencia de lágrimas, pero aun así luchaba con lo poco que le quedaba en su organismo. Lee tomó sus manos y las aplacó sobre su cabeza, entonces comenzó a desprender su cinturón.
―¡Por favor, Cha!, ¡te lo suplico!, ¡no me hagas esto!, ¡¡no!!
Sus ruegos no fueron tomados en cuenta en absoluto. Una vez que removió su cinturón volteó su cuerpo de manera ruda. Con sus brazos, Jimin intentó levantarse, pero Dong-min los llevó rápido detrás de su espalda, bajó los hombros de su camisa y tiró de los extremos para conseguir anudar sus muñecas.
―Es mejor así, ¿no, Jimin? Sin esposas. ―Rodeó―, sin precintos. ―Anudó―. Solo pura. ―Templó―, fuerza. ―Tiró―, ¡bruta! ―exclamó su última palabra agregada, dando un tirón mucho más fuerte con el que apretó sus articulaciones de tal manera que lo hizo gritar de dolor.
―¡Por favor, Dong-min! ¡No diré nada, lo prometo!, ¡pero déjame por favor!, ¡¡déjame!!
―No me importa... lo que digas o dejes de decir... ―dijo con frialdad, deslizando su palma por los cabellos de su nuca, húmedos por el sudor, y la zona más abajo al descubierto―. Nada me importa, solo esto... ―bisbiseó y descendió hasta reposar sus labios contra su cerviz, donde dio un repentino mordisco después, ganándose un alarido.
Bajó sus pantalones y comenzó a deslizarlos por sus piernas, con las cuales tuvo que luchar puesto que Jimin seguía poniéndoselo difícil, hasta que hundió un poco más el vidrio que tenía incrustado en el tobillo. Jimin gritó de dolor e impotencia a partes iguales, y ahogó un llanto desesperado contra las sábanas, sintiendo el sudor frío ante su piel siendo brutalmente expuesta.
El malvado jadeó con un éxtasis enfermizo y repasó ese cuerpo desnudo y trémulo con sus manos. Su miedo y desconsuelo le gustaban; eran su manjar. Prosiguió entonces a desprender su propio pantalón, usó su saliva para lubricar su sexo. Se inclinó hacia Jimin, haciendo que este gritara espantado, rodeó su cuello con su brazo y tiró, arrimando su espalda contra su pecho, el cual también había despojado de prenda.
―Dong-min, po-por favor, no lo hagas, no... ―sollozó.
―Cállate. ―Rodeó su muslo con su otro brazo y lo alzó.
―¡Creí que eras mi amigo!, ¡¡creí que éramos amigos!! ―gritó exasperado.
―Oh, hyung... es tan dulce de tu parte considerarme tu amigo. ―Adosó su rostro contra su mejilla y dejó un beso allí―. Pero yo ya no puedo tener amigos ―murmuró contra su oído, con una voz gutural y siniestra.
Y con un duro, crudo y violento empellón, lo invadió, tal y como lo dijo: profanar sus entrañas. Jimin por poco despide sus pulmones por su garganta, su alarido fue tal que Dong-min abrió palmariamente sus ojos y se apresuró a cubrir su boca.
En paralelo, Taehyung ya de pie, cerca de la salida no pudo evitar ser abofeteado por un bostezo. Jung-kook y sus hyungs no tardarían en llegar, era cuestión de tiempo para que atravesaran la entrada. Chequeó una vez más la hora en su teléfono celular, marcando las cuatro y media de la madrugada. No había recibido llamada alguna de Jimin, tampoco había visto el audio que le envió. ¿Se habría quedado dormido? No lo culparía. Cierto era que se molestó en un principio con él por no llegar a tiempo, ya que no quería estar solo al volver a ver a su primo, sin embargo, no olvidaba que su mejor amigo padecía muchos tormentos y eran verdaderamente pocos los momentos en que podría descansar con tranquilidad. Ya era muy tarde además, por lo que no insistiría con llamadas o mensajes. Empero ... sí estaba un poco preocupado y ansioso.
Comenzaba a sentirse ligeramente adormilado otra vez cuando sus ojos encontraron los de Jung-kook a la distancia. Quiso sonreír igual que lo hizo su primo, pero a decir verdad estaba impresionado, ya no había rastro de ese pequeño niño con ojos de ciervo y enjuto, con el cabello negro cubriéndole los ojos y vistiendo solo ropa deportiva. Ahora era un muchacho alto, de espalda ancha y estructura ósea más trabajada. Su cutis también se veía mucho más limpio, su cabello lo llevaba corto, con volumen al frente, de color marrón oscuro. Su estilo también había cambiado, lucía varias perforaciones en las orejas, algún que otro anillo en sus manos, aunque no sobresalían tanto como las venas sobre el dorso. Vestía una camisa escocesa en tono arena con blanco y caramelo, unos jeans claros con agujeros en la zona de las rodillas y zapatos negros, a tono con la gabardina que llevaba encima. Y Kim Taehyung se consideraba fashionista, pues Jeon Jung-kook parecía querer hacerle competencia.
Pero sin lugar a dudas, lo que no había cambiado en nada era esa sonrisa tan suya, en la que dejaba ver sus prominentes paletas delanteras. Estrechó a Taehyung en sus brazos, verdaderamente gustoso de volver a verlo, después de tantos años.
―¿Qué pasó, V? ―Nam-joon fue quien lo abrazó a continuación, dándole unas palmadas a la espalda.
―Estos dos están demasiado efusivos, yo te daré un apretón de manos ―dijo Seok-jin, riéndose después y contagiando a sus otros dos compañeros, al ser testigos de cómo Taehyung lo miró indignado con sus ojos bien abiertos.
Ellos también habían cambiado mucho su apariencia y forma de vestir: Nam-joon lucía su cabello color castaño. Vestía una chaqueta fina en verde petróleo, con las mangas recogidas hasta los codos, unos jeans con la botamanga doblada y botas oscuras. Seok-jin por otro lado, llevaba su pelo con raíces oscuras e iluminaciones rubias. Tenía puesta una chamarra púrpura, con pantalones y camisa negros.
―Creí que iba a venir también Jimin-hyung ―dijo Jung-kook, mostrándose un poco desilusionado.
―Ese era el plan, pero... pasaron muchas cosas ―respondió Taehyung, pasándose una mano por el cabello; no quería agobiarlos con detalles.
Desafortunadamente para Jimin, los contratiempos y suplicios en la tarde de lo que ya comprendía el día de ayer, no era equiparable al dolor que padecía en estos momentos.
Todos esos ratos que él y Lee Dong-min habían pasado juntos en su infancia, las salidas con los muchachos, esas charlas profundas donde él se había abierto y le contó sus pesares en su adolescencia, las tareas de la escuela, los abrazos, las lágrimas, las pijamadas y desvelarse jugando videojuegos; todas esas memorias se ennegrecían, se consumían por una brasa incandescente que también disipaba su piel de manera sinuosa y lo dejaba en carne viva, volviéndose algo agónico. Así se sentía Jimin, así lo estaba deshaciendo esa persona que alguna vez llamó amigo, quemándolo con cada toque, pulverizándolo con cada intrusión, violándolo con tal fiereza que no tenía ningún otro alegórico más que cizaña, y lo transformaba en una completa nada.
Por cada intento de resistencia, recibió un golpe, por cada alarido que pudiese alertar a alguien en los pisos aledaños la corbata que todavía rodeaba su cuello era templada hacia atrás, acallándolo y dejándolo sin aire. Las múltiples súplicas, el llanto, incluso un triste intento de negociación no valieron de nada, ese ser que con tanto ahínco lo poseía no se prestaba para razonamiento alguno.
La mente de Jimin cruzó varias etapas: en primera instancia expresó su repudio con furia, gritándole improperios y maldiciones, lo escupió y hasta lo amenazó de muerte. Luego rogó y pidió ayuda repetidas veces, para que después, cuando al abusivo se le antojó aumentar su morbo y lo posicionó boca arriba para contemplar su rostro mientras perpetuaba su sucio acto, las lágrimas se escapaban por sí solas, sin el más mínimo esfuerzo. Fue en ese momento en que le pidió que acabara con su vida ahí mismo, que acabara de una vez por todas con él, y dejara de hacerlo sufrir tanto.
―Mátame... Mátame ya, te lo pido...
Pero su cruel sayón ignoraba sus agónicos ruegos. Por el contrario, quería llevarlo todavía más allá: acarició su cabello, sujetó su rostro y le exigió sin delicadeza alguna que lo mirara a los ojos, que gimiera para él su nombre, pero por supuesto, lo último que su sometido haría sería complacerlo, y eso... eso solo lo hizo enfurecer más.
Llegado un punto dejó de insultarlo, de gritar, de llorar e implorar. A estas alturas, a duras penas reaccionaba a los espasmos involuntarios, en tanto su cuerpo seguía siendo maltratado y usado.
Todo punzaba, estaba mareado y cansado. Pronto el dolor se volvió tan pujante y palpable que entró en shock.
Ahora estaba inmóvil, de cara contra las sábanas otra vez, más inconsciente que consciente, ya ni siquiera le quedaba aire para respirar; hasta eso le había arrebatado. Ya no sentía el abrupto empuje, no sentía el cuerpo de la cintura para abajo, tampoco los brazos. Sus muñecas yacían moradas, apresadas detrás de su espalda, y su boca entreabierta, orificio único por el cual ingresaba y salía el aire muy vagamente para respirar, y segregaba saliva. La rojez sobre su frente ya era más que evidente, y se amorataría después.
Dong-min no pretendía detenerse, sin embargo, pudo escuchar desde el baño su teléfono celular, debido a que el estéreo en la sala no estaba reproduciendo música tan ruidosa en esos momentos. Bufó con fastidio, como un niño al que le cortaban su diversión; sabía lo que significaba esa llamada.
Se vio forzado a abandonar su anhelo en esa cama y responder a dicho llamado. En su retorno, su mano acarició con más delicadeza esta vez los cabellos de Jimin, apartándolos un poco de su cara.
―Jimin-hyung... ―Depositó un casto beso sobre su mejilla magullada, lesión que por supuesto él provocó―. Hyung, ¿me escuchas? ―Dejó otro beso sobre la curvatura de su oreja, justo sobre ese pequeño pendiente que siempre usaba allí hace años―. Gracias, hyung ―susurró a su oído―. Me divertí como no tienes idea.
Dong-min enderezó la postura y entonces pudo contemplar a Jimin a pleno, sorprendiéndose un poco por la cantidad considerable de sangre que teñía las sábanas, aunque no le incomodó, tampoco le preocupó, estaba convencido de que no moriría por algo como eso, así que se dio la vuelta y comenzó a vestirse. Revisó los bolsillos de su chaqueta y en uno de los internos se reencontró con dos pequeñas jeringas, una vacía y la otra llena, entonces recordó su charla previa con Fan Bing-bing, luego de haber conseguido colarse en el piso de Jimin con éxito:
―Jimin es un chico saludable y fuerte. Te va a dar pelea, así que será mejor que lo tranquilices con esto ―le había dicho, y le entregó el objeto en cuestión.
Él no le había respondido, tan solo la tomó y la puso en su bolsillo. Ese "vejestorio hermoso", como la apodaba en sus pensamientos, aunque tenía más improperios que cumplidos para ella, pues no le caía precisamente bien; había sido nada más que una herramienta para llegar a lo que verdaderamente le importaba. Y por supuesto que no dormiría a Jimin, ¿de qué le serviría tomarlo si no iba a obtener respuesta alguna de su parte? Y por supuesto que esperaba que Jimin respondiera de manera hostil, carajo, ¡contaba con ello! ¡Por eso lo había estudiado! ¡Por eso lo enfrentó anteriormente en ese estacionamiento! ¿Qué tan estúpida podía llegar a ser esa tipa?, se preguntaba. Pese a tener una carrera universitaria en el estudio de la mente, no le parecía alguien brillante. Aunque haber llegado a donde llegó con la familia Park... Eso sí le parecía algo brillante.
Se giró de nueva cuenta hacia Jimin, se inclinó junto a la cama, cerca de su rostro y volvió a pasar una mano sobre su cabello rubio.
―Lamento que haya sido todo tan vertiginoso. Pero todo a su debido tiempo. Te prometo que la próxima vez que te tenga para mí, no usaré guantes o protección alguna, seremos solo nosotros y nuestras pieles a pleno. Será ahí entonces cuando deje todo de mí dentro de ti, para volverte enteramente mío... y de nadie más.
Lo tomó de la barbilla, y mayor fue su descaro en cuanto rozó sus labios, aunque el beso se lo dio de nuevo sobre el rojo de su mejilla, que más tarde seguro acabaría morada también, al igual que varias partes de su maltratada anatomía.
Dong-min no se molestó en ordenar la habitación, después de todo, su ADN no sería encontrado, aunque le parecía divertido dejar un escenario tal y ver cómo se rompían los sesos luego para averiguar lo ocurrido.
* * *
―¿Cómo que luchaste con él? ―protestó Bing-bing al teléfono, con una muy notable mueca de disgusto.
―Como lo oyes, señorita ―contestó, con un tono muy despreocupado, en tanto cruzaba el umbral de su departamento.
―Esto no es lo que pactamos ―espetó, claramente enfadada.
―Escúchame bien, bruja. ―Se cambió el teléfono de oreja―. Te pagué más del dinero que me pediste, hice lo mío y me largué en el momento que me llamaste. Así que no vengas a joderme ahora...
―Tú... ¿También hablaste con él? ¿Qué le dijiste? ¡Te exijo que me lo digas!
―Creo que lo que le dije fue algo como "Jimin, tu noona no es más que una maldita puta y pederasta de mierda que te ha vendido a extraños, y ahora te vendió a mí".
―¡¿Cómo se te ocurre?!
―Eso fue improvisado en realidad. Pero oye, será divertido ver cómo te las ingenias a partir de ahora para llevarte a Jimin a la cama, perra.
Con la risa socarrona de Lee Dong-min al otro lado de la línea, haciéndose más audible y dejándolo ver como el loco retorcido que en realidad era, Bing-bing estaba roja de furia, y con ese mismo cólera cortó la llamada y arrojó su teléfono, dejando que se estrellara contra la pared.
* * *
Jimin caminaba por el pasillo hasta que llegó a la puerta de su departamento. Bajó la mirada a la manija, la rodeó con su palma y dedos, la bajó e hizo ceder la tabla. Su hogar era un espacio vacío, sin amueblado, sin decoraciones en las paredes, sin ventanas, sin habitaciones, y en cuanto puso un pie dentro, el suelo inmediatamente se agrietó debajo de la suela de su zapato.
―Tae...
Lo llamó con un tono calmo, aunque la necesidad de verlo, de que le devolviera el llamado se volvía desesperante. Con un semblante preocupado pasó saliva y con más cuidado esta vez, dio otro paso dentro de su hogar, entonces escuchó un llanto a distancia.
―¿Jackie? ―indagó, con la mirada llena de angustia.
A unos metros de él había un pequeño ejemplar de muchacha, con su cuerpo más menudo y delgado de lo normal, estaba sentada en el suelo, cubría su rostro con sus manos y sollozaba con pesar. Sus rodillas estaban juntas al frente y dejaba ver sus pantorrillas vendadas, más pequeñas que el resto de su cuerpo, y ausencia de pies, cosa que lo llenó de angustia, al borde de las lágrimas. Trató de acercarse, pero en el momento en que quiso dar un paso hacia ella un tacto repentino dejó caer su peso sobre su hombro. Se giró y a su lado se encontró con un ser que le doblaba el tamaño, completamente negro y que segregaba viscosidad del mismo color.
―¿A dónde crees que vas... hyung?
Su voz era monstruosa al igual que su fuerza bruta. Con solo un manotazo lo derribó. El ente gruñó y su anatomía se deformó y disparó hasta adoptar la de un gran perro. Jimin giró el cuerpo y plantó sus manos en el piso para levantarse, pero la ahora fiera mordió una de sus piernas y comenzó a arrastrarlo hacia la negrura que yacía en el espacio.
―¡Jimin-ah!
Taehyung apareció y corrió hacia él para ayudarlo, sin embargo, mientras más se aproximaba más pequeño se volvía. Cuando lo tuvo en frente y tomó una de sus manos, no era más que un pequeño de tal vez unos doce años, con ese cabello llovido y ojos grandes e inocentes. El chiquillo luchó, pero sus pequeñas manos de largos dedos no se equiparaban a la fuerza voraz y terrible de la bestia.
―Perdón Jimin-ah, ¡lo siento! ―dijo con mucho pesar, y las manos de ambos se desprendieron.
El muchacho trató de luchar por su cuenta, pero fue inevitablemente arrastrado, la negrura se hizo cada vez más espesa, más pegajosa. Lo siguiente que vio fueron los colmillos salivosos de la bestia, sacó sus garras hacia afuera como puñales, se alzó en dos patas y cayó con todo su peso y filo sobre él.
Negro absoluto, total. Los párpados de Jimin temblaron hasta que consiguieron separarse lentamente. El reloj digital sobre la mesita marcaba las cinco de la mañana.
El contraste en la claridad de su dormitorio, que se colaba por el ventanal, cuyas cortinas no la cubrían, lastimaban sus ojos. Le costó conectar sus sentidos y reaccionar para comandarle a su cuerpo que le diera una mano para así levantarse. Aplacó las palmas contra el colchón, levantó la cabeza y en cuanto parte de su torso se desprendió también, haciendo curvar su columna, el dolor llegó como un flechazo que perforó su carne de lado a lado, haciendo que liberara un quejido lastimero y su cabeza perdiera algo de sostén ante el brote de padecimiento que se volvió migraña al instante. Fue mucho peor en cuanto quiso mover las piernas, le fallaron y lo enviaron directo al suelo. Se quejó más audible, su cuerpo tembló ante el dolor y el ardor. Su cadera estaba matándolo y una sensación equiparable al fuego partía su recto a la mitad.
Con sus párpados apretados y conteniendo el llanto, se animó a llevar despacio una mano a la zona, apenas pudo rozar con las yemas de sus dedos, dolía demasiado, y en cuanto los vio impregnados con sangre se aterró. Miró con más detalle sus brazos, más específicamente sus muñecas, la piel prensada y enrojecida, con algunos pequeños cardenales.
Extendió su visión a su alrededor y se encontró con la habitación hecha un desastre. Se quedó en blanco unos segundos y su memoria reciente se avivó. Recordó ver a Fan Bing-bing en su departamento, luego a su acosador, a... a Lee Dong-min, y cerró los ojos con fuerza, preso de la rabia y la aflicción. Recordó que lucharon, que por poco lo mata por asfixia, cómo lo aplacó sobre su propia cama y lo sometió, manipuló su cuerpo como se le dio la gana y rompió su espíritu en pedazos tan pequeños y abundantes, que no era capaz de recogerlos y reconstruirse de nuevo.
Estaba llorando bajo su mano que cubría sus ojos. Sentía vergüenza, humillación, desesperanza y pronto... llegaron las náuseas.
Jadeó ante el dolor que lo poblaba en su carne, tuvo que gatear como un animal herido hasta el baño haciendo su tortuoso camino hasta el inodoro, dejando gotas de sangre a su paso, y una vez frente al artefacto volcó su primer vómito. Gruñó de dolor corporal y emocional. Su memoria no tuvo contemplaciones esta vez y todo vino a él no de un bofetón, sino de un uppercut. Lo recordó. Se acordó de todo lo que le hizo padecer Lee Dong-min, y más... pues recordó todas esas manos ajenas, asquerosas y perversas, tocando su cuerpo, volviéndolo de su propiedad y él no era capaz de reaccionar de ninguna manera. Cómo su cuerpo fue cedido como carne de cañón a hombres y mujeres perversos por dinero. Se sentía asqueado, inmundo, como si tuviera encima la peor de las sarnas. Recordó cómo Fan Bing-bing lo manipulaba (se le revolvía más el estómago), recordó las manos ajenas manoseando con descaro cada poro de su piel, los ecos de sus gemidos involuntarios (y nauseaba). Vomitó hasta que se deshidrató, viendo lo último de su bilis irse en cuanto tiró de la cisterna.
Con más quejidos de dolor de por medio, se arrastró hasta el lavamanos, estiró los brazos y con sus manos se sostuvo del borde de la pileta. Hipó y lloró ante su primer intento fallido por tratar de hacer que sus piernas le respondan. Tomó aire y con las escasas fuerzas que lo acompañaban en ese momento plantó un pie, luego el otro. La herida en su tobillo había sido vendada, pero el dolor persistía. Las piernas le temblaban, aunque logró sostener su postura, pero... en cuanto sus ojos hallaron su reflejo frente al espejo, el horror lo invadió con un escalofrío; no se reconocía a sí mismo. Su rostro, su querido rostro que tanto mimaba y le gustaba lucirlo siempre impecable ahora era amorfo, pintado de verde, amarillo y violeta, y unos cuantos salpicones en rojo oscuro, eso sin mencionar la notoria circunferencia en toda la extensión de su cuello también. Bajaba con los ojos para recorrer su cuerpo, y los moretones y magullones no disminuían.
Amagó a tocar el cristal del espejo, pareció arrepentirse y acercó más esa mano a su cara, pero también tuvo miedo de tocarse. Jimin agachó la cabeza y aplacó las palmas contra el borde del lavamanos con arrebato, le dio su lugar a las lágrimas y... y lo recordó. Lo recordó todo, todo lo que había quedado sumido en su inconsciente desde sus doce años: el día en que todo se arruinó para el en esa casa que jamás pudo considerar hogar otra vez, lo mismo que acababa de pasar con su preciado departamento, su refugio sagrado profanado, igual que él.
La amante que su padre traía a la casa, la manera tan descarada y asquerosa en que lo asediaba, lo acosaba y amenazaba para que guardara silencio.
Fan Bing-bing, la persona a cargo de él tras la pérdida de su familia, hasta que consiguió su mayoría de edad, o mejor dicho, hasta que Jimin había manipulado los papeles para dejar a su mejor amigo como su persona a cargo en caso de que cualquier cosa pasara. Incluso en el caos que era su mente en ese entonces, si había algo que tenía claro era que en Kim Taehyung sí podía confiar, confiarle su vida.
Fan Bing-bing de nuevo. Aborrecible ser humano. La misma en la que había confiado ciegamente porque no tenía nada ni nadie más. Aquella que se aprovechó de sus debilidades, su dolor, su tormento y la demencia esquizofrénica que se incubaba en su interior. Disfrazó su realidad, hizo de su vida una mentira que ahora le pasaba factura. Y Jimin la quiso, la quiso mucho. Ante la ausencia de su madre, solo estaba ella como figura maternal, pero ella se encargó de retorcerlo todo de la forma más enfermiza posible. De nuevo sintió arcadas.
Jimin palmeó la dura cerámica con más fuerza, en tanto un jadeo emergía de lo más profundo de su garganta hasta volverse un gruñido que hizo eco en todo el cuarto de baño, y con toda su adrenalina colmándolo, todo su enojo, cerró el puño y lo impactó contra el espejo, rompiéndolo en pedazos y dejando sus nudillos sangrando. Enardecido como lo estaba ahora, tomó el mueble de madera, entre gritos lo sacudió, esparciendo los miles de objetos que le quedaban resguardados dentro, y lo revoleó hacia el otro extremo. Pateó la puerta ya casi salida de su sitio; no le importó en lo más mínimo lastimar su pie desnudo con ese impacto. La tabla acabó por caer al suelo, justo en la entrada al baño. Jimin berreó y la pisó con tanta inquina, con tal brutalidad hacia su propio pie, pero no le importó. Cayó sobre sus rodillas y empezó a golpear la gruesa madera con los puños. Había sido un destacado estudiante en varias disciplinas marciales, también en el boxeo, entrenaba a diario, cuerpo y... ¿mente? Pero de qué demonios le valió todo eso si de igual forma había sido usado como un títere, como un consolador viviente para satisfacer placeres de personas asquerosas. Había sido ingenuo, había sido débil y por eso había sido castigado. El verdadero castigo, la real penitencia perpetua.
Dejó de golpear la puerta en cuanto su puño quebró el material. Estaba muy agitado, muy enojado y ahora con una nueva lesión en los nudillos embadurnados en sangre.
Se puso de pie y abrió la llave para que se llenara la bañera. Se limpiaría. Pero no habría agua o jabón en esta tierra que pudiesen limpiar su orgullo como individuo, su espíritu y sanarle el alma. Se quedó acurrucado en el piso junto a la tina, abrazando sus piernas y apoyando su cabeza de lado sobre sus rodillas, ya que apoyar la frente le era imposible con lo que le dolía. El sonido del agua y el silencio que lo rodeaba de pronto se volvieron hipnóticos, armónicos. Levantó la cabeza y respiró con un poco de dificultad, ya que el dolor se volvía mayor, conforme su nivel de adrenalina disminuía. Un poco mareado apoyó la cabeza contra la pared y suspiró.
―Es... tan difícil... respirar así... ―balbuceó con la voz detonada.
Sus ojos se cerraban por momentos ante el cansancio físico y mental que sobrellevaba. Un nudo comenzó a formarse en su garganta, el aire se le entrecortaba, las lágrimas caían por sus mejillas y su cuerpo entero tiritaba como un cachorro bajo la lluvia.
Fue en ese momento en que paseó sus ojos empañados por el suelo, y su cerebro reaccionó al divisar una de las hojas para afeitar. Con mucha languidez y lentitud desprendió su cuerpo de la pared y gateó hasta el objeto, lo tomó a la vez que se sentó como un niño que pronto se pondría a jugar. Giró la parte inferior de la maquinilla dorada, entonces las alas de la cabeza empezaron a abrirse dejando libre acceso a la cuchilla. Jimin la tomó entre sus dedos y prácticamente dejó caer el utensilio al piso. Con ese filo a la altura de sus ojos lo contempló como una llave a la salvación.
Desvió sus pupilas hacia sus muñecas. Entre todo el caudal de remembranzas recobradas, recordó que solía cortarse los brazos en el baño de la escuela, hasta que un día pasó lo que eventualmente pasaría: un alumno, un año mayor que él, alguien que conocía muy bien, lo sorprendió en el acto:
―¿Qué estás haciendo? ―preguntó perplejo y estático, sin quitarle los ojos de encima. Su mirada era temeraria. Jimin arrojó la hoja por el drenaje y salió corriendo de ahí.
Ahora ya no había escuela, no había nadie, solo él y el filo de esa cuchilla rectangular. Dio vuelta su palma y desveló su muñeca, entonces con su otra mano adosó la hoja. Su corazón no se aceleró tanto, pero sí bombeó con fuerza. La apoyó para hacer un corte horizontal, como acostumbraba hacerlo en antaño, empero, se arrepintió en el último instante. Apoyó la punta del filo, atravesó la piel, bajó con rabia y ejecutó un profundo corte vertical. En ese momento en que observó la gran cantidad de sangre filtrándose fue que empezó a hiperventilar, pero aun así pasó la cuchilla a su otra mano y realizó el mismo corte, gritando esta vez.
Ya no fue capaz de sostenerla, por lo que cayó al piso, salpicó su sangre y fue arrasada por el agua de la bañera, que ya había desbordado. Se puso de pie y caminó unos torpes pasos que hacían chapoteo contra el agua.
―Ya está... ya está... Así ya no me tocarán más... Eom-ma... ―suspiró.
Preso del agotamiento mental, sus párpados cayeron, y luego cayó él, aunque, en el trayecto, logró divisar por un instante una figura, su propia figura vistiendo de negro y observándolo poco contento. «¿Qué rayos haces, Jimin?», le dijo con un tono apagado, aunque era su mismo timbre de voz.
Lo siguiente que aconteció fue la caída, que hizo que se diera un ingrato chapuzón en la bañera, entintando el agua cristalina de carmesí.
Al mismo tiempo, Taehyung manejaba de vuelta con un rostro cansado, Jung-kook iba en el asiento del copiloto bostezando y estirando el cuerpo.
―Qué mal que Nam y Jin-hyung se marcharon por su cuenta en un taxi. Yo pude haberlos llevado.
―Es que se iban para la dirección opuesta. Rapmon-hyung estaba muy ansioso por ver a su novia, aunque nervioso también porque llevan mucho tiempo sin verse en persona, por eso le pidió a Jin que lo acompañe.
―Qué buen amigo es hyung.
―Sí, aunque... al parecer, a hyung le gusta la hermana de la chica.
―¿Es así?
―Sí, hace tiempo quiere pretenderla, pero... se llevan unos seis años de diferencia y eso le da mucha pena.
―Si dices que se llevan seis años eso la deja a ella con veintiuno, ya es mayor. No tiene nada de malo.
―Eso es lo que le hemos dicho, pero supongo que es algo que tendrá que aceptar él mismo.
Taehyung se detuvo a causa de una luz roja, cosa que aprovechó para darle una ojeada a su teléfono celular. Sus mensajes en el chat que tenía con su mejor amigo seguían sin figurar como vistos. Ya de por sí estaba preocupado por él, y si bien sabía lo tarde que era, tenía la fuerte necesidad de verlo.
―Jung-kookie...
El referido respondió con un gimoteo, ya acomodado y con los ojos cerrados, próximo a dormirse.
―¿Te importa si nos desviamos y vamos a la casa de Jimin?
―¿A su departamento? Pero es tardísimo, debe estar durmiendo ahora.
―Seguramente, pero... Ah, no lo sé... pasaron cosas y... estoy un poco preocupado, quisiera verlo y cerciorarme de que se encuentra bien.
―¿Cosas? ¿Qué cosas?
Taehyung suspiró y le dio un breve resumen de lo ocurrido.
―Por Dios, ¿y Lee-hyung-nim cómo está?
―Por lo que me dijo Jimin estará bien, pero...
―Vamos con Jimin-hyung, sí.
―Gracias. ―Le dio una suave palmada a su brazo―. Nos quedaremos a dormir allá, dudo que Jimin tenga inconveniente.
―Le avisaré a mamá que me secuestrarán hasta mañana ―dijo, sacando el teléfono del bolsillo de su abrigo.
―Tonto, deja de hacerle esas bromitas tuyas a mi pobre tía ―lo regañó, despeinándolo un poco; Jung-kook rio entre dientes mientras tecleaba en su teléfono.
―No voy a negártelo, tengo muchas ganas de verlo.
Taehyung sonrió, aunque poco a poco dicho mohín fue desapareciendo, dando lugar a una desazón a la cual no le halló explicación en ese momento.
Si supiera. Si supiera... Y lo sabría... más pronto de lo que creía.
―¿Pero qué...? ―masculló, deteniendo despacio el auto.
Ante el sacudón del vehículo, Jung-kook, que se había quedado dormido en el trayecto, dio un sobresalto, despertándose.
Había una patrulla de policía y una ambulancia en la entrada del estacionamiento. Los guardias que correspondían a la entrada principal del edificio platicaban con los dos oficiales y la gente comenzaba a aglomerarse. Taehyung apagó el motor del auto, le dio unas palmadas un poco bruscas a su copiloto y bajó de inmediato.
Se acercó casi corriendo; su primo le siguió el paso. Interceptó a una señora de mediana edad a preguntarle qué ocurría. Según ella, la policía acababa de llegar apenas, luego de que uno de los guardias de la entrada principal saliera para fumarse un cigarrillo y platicar con sus compañeros un momento cuando se los encontró a ambos inconscientes. En el tiempo que llamó a una ambulancia logró hacerlos reaccionar, por lo que procedió a comunicar a las autoridades, por si acaso.
―Joven, ¿usted vive aquí?
―No, mi amigo vive aquí. Iba a pasar a verlo y...
―¿Por casualidad es ese apuesto muchacho rubio del piso veinte?
―¡Sí!
―Yo estoy en el piso dieciocho, y puedo escuchar la música bastante fuerte. No estoy segura si es su departamento o no pero, si es el caso, sé buen niño y dile algo por favor ―pidió con amabilidad, apoyando su mano con delicadeza sobre su brazo.
Taehyung ni siquiera se dio cuenta cuando le asintió a la mujer, tampoco cuando salió corriendo hacia el interior del edificio. No escuchó que Jung-kook lo llamó alterado y corrió detrás de él. Le gritaron en la recepción y parecía padecer hipoacusia. Frenó delante de los elevadores y estampó su mano sobre el botón de cada uno.
―¡V-hyung, ¿qué haces?! No puedes ingresar así, nos vamos a meter en probl...
Y antes de que pudiera decir más, su primo chasqueó la lengua y salió corriendo rumbo a las escaleras. Jung-kook volvió a llamarlo, pero viendo que hacía oídos sordos solo optó por seguirlo escaleras arriba.
Kim Taehyung tendría que estar loco si pensaba que podría subir tan rápido y fácil esos veinte pisos por medio de las escaleras, Jung-kook estuvo seguro de ello en cuanto lo vio detenerse a pocos metros frente a él en el piso catorce, casi padeciendo disnea.
Fue en ese momento en que ambos llevaron los ojos a las puertas del elevador abriéndose. Jung-kook, estando tan o más loco que él, lo tomó por la muñeca y corrió junto con él al elevador, empujando a las personas que salían en el proceso. Taehyung oprimió el botón pertinente y antes de que se cerraran de nuevo las puertas ambos se inclinaron y ofrecieron disculpas.
Jung-kook recobraba un poco el aliento, pero Taehyung no dejaba de dar bocanadas de aire, su primo comenzaba a creer que se descompensaría o algo parecido. Ni bien las puertas se abrieron en el piso veinte Taehyung salió disparado como una bala. No podía con su respiración a estas alturas, decir que hiperventilaba era poco. Ese pasillo que recorrió tantas veces se le hizo interminable de repente. Tal y como le habían dicho, la música se oía, sí era el departamento de Jimin. Se repetía en su cabeza «Esto es malo, malo, malo». Se detuvo frente a la puerta, tomó su copia de las llaves y la encastró en la cerradura. Desplegó la puerta creando una ventisca. Su mandíbula estaba abierta y el mismo aire que respiraba estaba ahogándolo. Su compañero corrió al estéreo y lo apagó. Ambos visualizaron el espacio: la sala, cocina y comedor estaban ordenados e impecables.
―¡Jimin-ah! ―Taehyung empezó a recorrer el área.
―¿Jimin-hyung? ―Llamó con algo más de recelo en la voz. Su primo ya le había contagiado la preocupación―. ¿Oyes eso?
―Es... ¿agua?
Los dos pasearon la vista, atónitos. Jung-kook, al estar más próximo, desplegó la puerta del dormitorio, sin saber a dónde lo conduciría y allí, sus ojos se agrandaron y el cuerpo se paralizó ahí mismo en el umbral.
―¡V-hyung!
El aludido se incorporó a su lado de inmediato, sintiendo un impacto muy grande. La habitación de su mejor amigo estaba hecha una ruina, muebles volcados, el espejo roto, sangre sobre las sábanas blancas y salpicaduras en el piso.
―¡¡Jimin-ah!! ―clamó áspero y al borde de un llanto.
Ambos vieron el agua que se escapaba bajo la rendija de la puerta del cuarto de baño, se miraron un instante y corrieron a abrirla. Y ahí... encontraron lo peor, y lo que sus ojos vieron no lo olvidarían jamás.
―J-Ji...Jimi... ¡¡JIMIN-AH!!
~ B i t t e r s w e e t ~
https://youtu.be/G3CVRK37Y8E
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Esta canción habla del s#c#dio, y lo hace de manera diferente. Me gustó cuando la escuché por primera vez años atrás. Me gusta mucho más esta versión modificada, ya que el ritmo me resulta más atrayente, aunque no aparece subtitulada. Si alguien está interesado puede buscar la letra por su cuenta.
Recuerden que esto es una historia de ficción, por más que muestre una perspectiva cruda y realista. Manténganse sanos y cuídense mucho. ♥
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