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Capítulo 44: El último castigo

Se dice que existe una manipulación mental cuando estrategias y técnicas psicológicas, tales como la persuasión, sugestión o seducción son realizadas con el fin de conseguir que un individuo haga la voluntad de aquel que busca someterlo, ya sea un beneficio o un objetivo concreto.

Por otro lado, existe un término denominado "luz de gas", o también Gaslighting, que denota en la alteración y/o manipulación de la realidad de una persona, haciendo que esta dude de su propio juicio, percepción y memoria. Basta solo con la utilización de la mentira, incluso si hay claras evidencias.

* * *

Con lo que sería una noche estrellada que comenzaba a manifestarse en el cielo, Jacqueline observaba la mesa que había preparado, sintiéndose muy orgullosa de su obra. Había tenido a su amiga Dahyun al teléfono todo el tiempo que estuvo cocinando para no fallar en la preparación de la comida. Al probarla pudo ver que estaba deliciosa; a Jimin seguro le encantaría. Sus mejillas se llenaban de color y una risilla se le escapaba de tanto en tanto con solo imaginar su expresión al probarlo.

Sirvió el alimento y cambió el agua para Calicó, quien no tardó mucho en recostarse en su nueva cuna.

Las horas pasaban y no tenía pista alguna del chico. Comenzó a ver con impaciencia el reloj y controlar su teléfono, y su corazón se estremeció al ver el pequeño jarrón sobre la mesada de la cocina, donde todavía conservaba las flores que le había traído con anterioridad. Notaba lo marchitas que estaban por el paso del tiempo y, como si se tratara de una señal paranormal, el pimpollo más grande se vino abajo íntegro, cosa que la sobresaltó un poco.

Ese rumor de una advertencia se cumplió al instante siguiente: un súbito y seco golpe se oyó al otro lado de la puerta. Su susto se volvió pánico al escuchar los gritos de su hermano al otro lado:

―¡Papá basta! ¡¡Basta!!

* * *

Jimin corría por un extenso pasillo, cruzó una puerta, luego otra, empujando con las manos y haciendo que las alas de las mismas cedan para pasar. La oscuridad a pocos metros de sus talones quería tragárselo entero y él con exaspero huía, hasta que se vio obligado a detenerse al cruzar la última puerta, pues su acosador estaba allí, levantó su arma contra él y sin miramientos disparó. Juraría que ese disparo le dio de lleno, pero en cuanto giró hacia atrás se encontró con su mejor amigo desplomado en el piso y un vasto charco de sangre que se extendía.

―¡¡¡Taehyung-ah!!! ―gritó horrorizado.

Antes de que pudiera movilizarse, reaccionar siquiera, un grito repentino a su espalda llamó su nombre. Al volver la vista al frente, el maldito retenía a Jacqueline contra su pecho y bajo su brazo.

―Jimin... ―suspiró ella, derramando lágrimas.

―No puedes salvarlos a ambos, Jimin ―dijo, colocando el cañón del arma contra la cabeza de la chica, aumentando su llanto―. Si salvas a uno, otro morirá.

―¡Ya basta, maldito!

―Tic-tac, Jimin...

Tic-tac...

Los párpados del muchacho se separaron de golpe y de un salto enderezó el cuerpo, viéndose sentado en la camilla de un cuarto de hospital, suspirando agitado.

―Vaya, despertaste ―le habló Taemin, muy pausado y con la voz rota.

―Taemin... ―balbuceó, recordando lo ocurrido en el estacionamiento. Se puso de pie de inmediato, arrimándose a la cama en paralelo donde reposaba, con un cabestrillo en el brazo y hombro vendados.

―Armaste un escándalo monumental cuando la ambulancia llegó; se te disparó la presión arterial hasta las nubes. Con el sedante que te dieron dijeron que dormirías toda la noche.

―¡¿Noche?! ¿Qué hora...? ―Miró el cielo nocturno por el gran ventanal y luego levantó el brazo y miró su muñeca, pero no encontró su reloj.

―Tus pertenencias están todas en la mesa de allá. ―Señaló con un pobre movimiento de su cabeza―. Te los quitaron para que descansaras más a gusto, aunque no te quitaron los pendientes o anillos, les dije que no era necesario.

Jimin lo miró un momento y se acercó al pequeño mueble en cuestión. Tomó su reloj y lo colocó en su muñeca; sus ojos se quedaron sin párpado alguno en cuanto miró la hora: casi la una de la mañana. Agarró con arrebato su teléfono celular y vio los mensajes y llamadas perdidas; también un mensaje de voz de Taehyung. Arrugó las membranas sobre sus ojos y dejó escapar un quejido gutural, acompañado con una blasfemia.

Para entonces, en el apartamento de Jacqueline, la susodicha yacía sentada en el piso, acurrucada junto a Chris y abrazada a su pequeña Calicó. El muchacho a su vez se hallaba sentado en pose de loto, sostenía a Felix ya dormido entre sus brazos, dejaba que su cabeza descansara en su hombro y él con cariño rozaba su frente con la suya.

El padre de los hermanos había arribado de manera violenta al edificio. Cargaba con el agarre insistente y desesperado de Felix, creando un escándalo único desde la recepción, el ascensor y el pasillo hasta la puerta, con gritos peyorativos, vejaciones y exigencias de por medio. El dueño llamó a la policía, pero para cuando esta llegó al lugar, el hombre le había dejado un ojo morado a su propio hijo, aunque la peor parte se la había llevado su novio, a quien sí apaleó con saña en cuanto intervino para defender a ambos hermanos. Tuvieron que intervenir cuatro oficiales para controlar al colérico hombre y llevárselo de ahí.

La mesa y cena que con tanto esmero había preparado Jacqueline quedó como basura embadurnando el suelo. Ni siquiera tuvo tiempo de conciliarlo y sufrir por ello, ya que su hermano y Chris requerían de su atención. Curó las heridas del muchacho y limpió la abundante sangre, en tanto él consolaba al pobre Felix, preso del llanto. La muchacha le dio hielo a su hermano para su ojo y junto a ellos se quedó en el suelo con la vista en la puerta y un trozo de madera al lado, temerosa de que ese monstruo que alguna vez llamó padre volviese a aparecer. Gracias a Chris, ella no tenía magullones en el cuerpo, pero sí en su espíritu. Se quedarían ahí de por vida.

* * *

―¿Todo en orden? ―preguntó Taemin a un ofuscado Jimin.

―Nada, solo... tenía compromisos... ―se limitó a decir, dándole la espalda.

―Les dije a los enfermeros que te dejaran en la habitación conmigo. No quería que estuvieras solo cuando despertaras.

Jimin se giró hacia él, brindándole un poco más de atención.

―Mi mamá vino a verme... y le pedí que lavara el saco de tu traje. Está intacto y sin una arruga... para que te lo pongas. ―Levantó despacio su dedo y señaló una silla.

El aludido se sorprendió, lo tomó y se lo puso, en tanto volvía sus pasos hacia la camilla.

―¿Cómo lo llevas? ―le preguntó por fin.

―Dijeron que tuve suerte. La bala pasó muy cerca de la arteria. Como soy muy delgado pasó de lado a lado... Me recomendaron ganar algo de peso... no mucho ―explicó riendo un poco por lo bajo al final, aunque el dolor lo agarrotó de inmediato, entonces frunció los músculos del rostro y relamió sus labios.

―Lo lamento, Mushroom ―murmuró, poniendo una mano sobre sus hebras rubias.

Taemin lo miró sorprendido; no lo llamaba así desde la secundaria. No creyó volver a escuchar ese apodo, mucho menos viniendo de él.

―Jimin, ese sujeto... quería llevarte con él, ¿qué demonios...?

―Es una larga historia. Cuanto menos sepas mejor, créeme.

―Es una locura... tienes que ir a la policía.

―Ya fui con la policía, pero poco y nada han hecho. Siempre se les escapa, es increíble ―dijo con gran amargura―. Por el momento lo que tenemos que hacer es hablar con el imbécil de Kai y...

―Jimin, son la una de la mañana... ¿Con quién mierda hablarás a estas horas?

―Rayos, es cierto...

―Olvídate de eso ahora... tienes un psicópata pisándote los talones. Consigue custodia... ve a casa y resguárdate ahí.

El convaleciente muchacho pretendió insistir, mas su superior no desistiría. Si no hablaría ahora, lo haría mañana, pero Kim Jong-in escucharía lo que tenía para decirle y dejaría de joderlo por las buenas o las malas.

―¿Crees que sea Kai? Tu acosador.

―Por favor, Taemin, ¿has visto al sujeto? Es un maldito cobarde. Le alzo el puño y esconde la cabeza bajo tierra como un maldito avestruz.

―Los avestruces también son aves audaces y muy rápidas.

―¿Qué quieres decir con eso?

―Que lo que vemos a simple vista, no es siempre lo real... En otras palabras, no bajes la guardia. Él ya te acosó más de una vez.

―Ese tonto... Acabaré demandándolo y lo dejaré como trapeador, no para pisos sino para estiércol. ―Se cruzó de brazos, molesto y absorto.

Súbitamente, golpearon a la puerta. Al estar falto de fuerza en sus cuerdas vocales, Jimin tomó la iniciativa y respondió audible. Ambos creyeron que se trataba de un enfermero, y de hecho lo era, aunque venía acompañado por un oficial de policía.

―¿Usted es Park Jimin?

―Depende de quien quiera saberlo. ―Lo miró con recelo.

El joven policía presentó sus respetos haciendo una reverencia.

―Formo parte del cuerpo de investigación por la causa de asedio y acoso. Lo atrapamos, señor.

Los dos muchachos abrieron los ojos de par en par. Jimin bajó los brazos y oyó con más atención.

―¿Lo atraparon dice? ―preguntó incrédulo.

―En efecto. Pero debo informarle que no tengo noticias favorables. Si es tan amable, me gustaría que me acompañara a la jefatura para darle los detalles.

Sin dudarlo un instante, el referido avanzó. Su colega alcanzó a atrapar su brazo en el aire, dedicándole con escaso aliento que tuviera mucho cuidado, a lo que él asintió determinante y se marchó, no sin antes agradecerle por su saco y que pronto vendría a visitarlo para ver cómo seguía su recuperación.

El muchacho subió a la parte trasera del patrullero. Su mente cavilaba como loca, punzaba y le causaba dolencia. Sin siquiera cerrar sus ojos, imágenes desagradables destellaban, hasta que consiguió desviarlas en cuanto se percató de que acababan de pasar de largo la comisaría.

―Oiga, oiga, la entrada está por allá. ―Señaló un poco exaltado.

―Lo sé, no se preocupe. Me estoy dirigiendo al estacionamiento para dejar el vehículo ahí y...

―¿Estacionamiento? Tal vez en mi siguiente vida. Hágame el favor de detener el auto, yo bajo aquí.

―¿Q-qué? Pero... ¿E-está seguro, señor?

―Tan seguro como mi repentino rechazo por los estacionamientos cerrados. Detenga el auto, por favor.

―Cl-claro, sí.

El policía detuvo la marcha del auto; Jimin agradeció con poca delicadeza y lo dejó atrás.

Al acudir a la recepción dio su nombre completo, adicionando detalles y, con asombro al saber de quién se trataba, lo guiaron a una de las oficinas. Allí le ofrecieron un café, pero no quería nada más que dejaran de marearlo con vueltas y le dijeran de una buena vez qué había sido del sujeto que se la había pasado medio año acosándolo y volviéndolo lentamente en un esquizofrénico voluble.

Dicho por el hombre que llevaba a cabo la investigación, en efecto el individuo había sido atrapado al abandonar el estacionamiento de las instalaciones Park. Confiscaron un revólver, mismo con el que había sido baleado Lee Taemin, también el automóvil donde pensaba huir, en cuyo interior se encontraron algunos estupefacientes, entre ellos somníferos. Asimismo hallaron sogas, telas y cobertores. Jimin pasó saliva y sobó despacio sus dedos contra su frente, queriendo no el café que le habían ofrecido, sino un shot de fino whisky. Pero el relato no terminaba ahí. El individuo era un caucásico que rozaría sus cincuenta años, que padecía claros problemas mentales. No sabían esto por los actos delictivos e intimidaciones contra el joven Park, sino por la ausencia de labia: el sujeto no podía formar una oración completa o coherente; todo lo que repetía era "Presidente Park, ven conmigo", con incontables tartamudeos. Al rendirse con él y dejarlo encarcelado para ocuparse de todo el papeleo, no bastó con un par de segundos que lo dejaron solo para que se mordiera su propia lengua con furia y muriera desangrado. Pronto investigarían respecto a los antecedentes penales y psicológicos del ahora occiso.

El joven observó las fotografías de portuario que le fueron proporcionadas; no conocía al hombre en absoluto, ningún tipo de sentimiento emanaba en él al ver su rostro en esas imágenes. Sin embargo, algo no se sentía correcto, algo en su cabeza hacía ruido.

―No lo entiendo. El tipo habló conmigo, quiero decir, su voz estaba distorsionada por algún tipo de aparato, pero su elocuencia era más que aceptable, sus movimientos eran los de una persona atlética, he luchado contra él, ¡le dio un disparo a mi amigo, carajo!

Ni siquiera el propio Jimin fue consciente del uso de esa palabra para referirse a Taemin, porque muy en el fondo, dijera lo que dijera, aunque lo tratase de manera despectiva, nunca había dejado de tener ese título.

―No tiene mayor sentido para nosotros, señor Park.

―No sé cómo demonios lo hace este maldito sujeto, pero lo hizo de nuevo, y éste pobre diablo que atraparon es el tipo equivocado. ―Se puso de pie.

Volvió a mirar su reloj: las dos y unos pocos minutos por la madrugada. Su cuerpo estaba deteriorado, aunque no tanto como su pobre cabeza. El oficial que lo había traído tuvo la tarea de llevarlo hasta su trabajo para que recogiera su coche y así ir hasta el edificio donde residía. Una vez allí, Jimin agradeció por su trabajo y ambos se despidieron. Aparcó su auto en una zona segura cerca de la entrada principal, no solo porque no se metería por nada del mundo en el estacionamiento, sino porque pretendía salir de nuevo. Entró al edificio, saludó al guardia en la entrada, a la muchacha en la recepción y avanzó hasta el ascensor. Allí chequeó los mensajes y llamados perdidos en su celular, entre ellos el de Taehyung: Jimin-ah... Estoy esperándote, pero no llegas. Te llamo, pero no respondes, así que iré al aeropuerto por mi cuenta. No sé si lo olvidaste o si estarás con mucho trabajo encima, pero no puedo demorarme. Llámame cuando escuches este mensaje, y ven aquí si tienes oportunidad. Te quiero. Chasqueó la lengua tras el pitido del teléfono, conocía muy bien a Taehyung como para leer a la perfección el timbre de su voz: estaba molesto, y se sentía muy mal por haberle fallado; sabía además que estaba muy nervioso por ver a su primo después de tanto tiempo, después de su riña, el misterio que lo rodeaba, por lo que necesitaba apoyo y no quería verse allí solo. Definitivamente iría para allá cuanto antes.

Desistió de llamar a Jacqueline, debido a lo tarde que era; mañana se explicaría con ella como era debido, por lo pronto salió del elevador y caminó por el pasillo llevándose el teléfono a la oreja, esperando que su mejor amigo lo atendiera, pero éste se hallaba rodeado de gente en el aeropuerto, entretenido viendo cómo un avión se preparaba para despegar en la cercanía. Además, al recinto había arribado la banda juvenil de k-pop TXT, por lo que el bullicio y el aglomeramiento de personas fue descomunal a tal punto que no consiguió oír ni sus propios pensamientos, mucho menos su teléfono en el bolsillo de su gabardina.

Al no obtener comunicación, Jimin chasqueó la lengua y prosiguió a dejarle un mensaje de voz a su amigo: «Taehyungiee... lamento tanto no haber podido llegar a tiempo. Pasó de todo en esta maldita tarde, ese acosador del demonio otra vez, le disparó a Taemin a pocos metros de mí, pero no te preocupes, estará bien. Yo colapsé en nervios y tuvieron que sedarme; tampoco pude ver a Jackie. Estuve con la policía, creyeron haber atrapado por fin al maldito, pero yo no lo creo la verdad...». Suspiró. «Me siento abrumado, agotado... Ya te contaré todo con más calma, por lo pronto... me daré una ducha, para quitarme algo de mierda de encima y recobrar algo de compostura, yo... También quiero ver a Jung-kookie, quiero... quiero ser un buen amigo, mejor de lo que fui, yo...».

Jimin detuvo el habla así como su avanzar, no por el hecho de haber llegado a la puerta, sino porque ésta se hallaba abierta, apoyada contra el marco.

―Luego hablamos ―murmuró, y oprimió el botón para que su mensaje fuese enviado.

Su respiración cambió de repente, casi imperceptible para él. ¿La había dejado él abierta? «No... Imposible», pensó, creyendo eso con firmeza. Venía de estar con la policía, y sin lugar a dudas acudiría a ella de ser necesario, pero tampoco armaría un alboroto por nada a estas horas. Marcó el 112 en su celular y mantuvo el pulgar cerca del botón, empujó la puerta con su mano libre y al desplazarse observó el panorama sin entrar. A simple vista todo se veía intacto y ordenado, solo las luces se hallaban encendidas.

―¡Sea quien sea que se encuentre dentro de mi casa, llamaré a la policía ahora! ―exclamó desde la entrada.

―¿Jimin?

El aludido abrió ampliamente los ojos al reconocer esa voz femenina. Por inercia entró y caminó hasta la zona de la sala, encontrándose con la esbelta mujer en cuestión.

―Se-señorita Fan Bing-bing... ¿Qué...? ¿Qué está haciendo aquí? ¿Cómo entró? ―indagó con su ceño fruncido, estupefacto.

―Ya que no ibas a visitarme, decidí venir a visitarte yo ―dijo, con un tono muy parsimonioso y ensanchando una gentil sonrisa falsa en su bonito rostro.

Se animó a dar un paso hacia él, aunque Jimin por instinto retrocedió, sin quitarle la mirada recelosa de encima.

―Solo Taehyung tiene una copia de la llave de mi casa...

―¿Pero ya lo olvidaste, cielo? Hiciste una copia para mí también.

―No, no es...

―¿Entonces cómo explicas esto?

La mujer abrió la palma de su mano y enseñó su llave. Jimin estaba pasmado, no podía creerlo. Se llevó una mano a la cabeza, confundido, y un "tal vez" comenzaba a bosquejarse en su mente.

En cuanto quiso percatarse, Bing-bing ya estaba cara a cara con él, tomó su mano, pretendiendo quitarle el teléfono, a lo que él se resistió, mas ella chistó bajo, con suma delicadeza, acariciando su rostro con gentileza, entonces Jimin aflojó el tacto en su mano, ella se quedó con el objeto y lo dejó sobre la pequeña mesita en medio de los sillones.

―¿Sabes por qué estoy aquí?

Y la respiración del muchacho se agitó mucho más, su entrecejo se contrajo y un dolor intenso abarcó en su pecho. A diferencia de su mente, su cuerpo tenía memoria y sabía lo que vendría a continuación.

―Porque has sido un niño muy malo y debes ser castigado.

El chico pasó saliva y apretó los párpados con fuerza, para abrirlos luego con la vista al cielo raso; separó sus labios también ante la escasez de aire. Sus ojos estaban empezando a enrojecerse y sus belfos temblaban un poco.

―De rodillas.

Jimin inspiró profundo con sus ojos empezando a cristalizarse, a la vez que apretó los labios. «T...bién p...d...s d...cir no», el mensaje, un recuerdo reciente, llegaba a su psiquis, obstruido e incompleto. Su voluntad se empañaba y se desintegraba, pero al menos tuvo consciencia suficiente para negar con la cabeza. Fan, para nada contenta con su resistencia, sujetó de un arrebato su rostro, obligándolo a que la mirase.

―¿Quieres que le diga a todo el mundo lo que le hiciste a tu hermano pequeño?

Ya con las lágrimas desbordando de las cuencas de sus ojos, hipando bajo y esnifando, Jimin negó con la cabeza.

―¿Quieres que les diga respecto a tus padres? ¿Quieres que todos te odien, Jimin?

Él repitió la acción, con el agua salada cayendo por sus mejillas y sorbiendo por la nariz.

―Entonces acércate y bésame.

Jimin apretó los puños, arrugó los párpados y con un deje de aversión depositó un beso efímero sobre su pómulo. Bing-bing lo miró a los ojos con frivolidad.

―Hazlo como te enseñé, Jimin ―dijo y adosó sus labios a su oreja―. Bésame como las besas a ellas ―bisbiseó, erizándole la piel.

El joven no reaccionaría, por lo que, impaciente, sujetó su rostro y estampó sus labios contra los impropios. Lo obligó a abrir la boca y responderle al beso; le exigió además que usara su lengua. El pobre acató, con su consciente ido, sus pensamientos desordenados y su psiquis en un limbo, pero solo una emoción prevalecía en su testa: asco, puro y profundo.

El teléfono celular comenzó a zumbar sobre la mesa de café; él trató de desprenderse, separarse de ella, pero lo inhibió, estampando su palma contra su mejilla, causando un sonido estridente.

―Deja que suene ―demandó, y volvió a besarlo.

Al otro lado de la línea, Taehyung separaba su teléfono de su oreja. Desde luego, ya había podido escuchar el mensaje de su amigo, cosa que no lo dejó para nada sereno.

―Cielos, Jimin... ―bufó, mirando la pantalla del aparato―. Quizá esté duchándose como dijo.

Revisó sus chats en el teléfono; desistió ante la opción de enviarle un correo de voz, por lo que optó por una nota de audio en su lugar: «Jimin-ssi... Escucha, el vuelo de los muchachos se retrasó, Kookie acaba de decirme que tuvieron que hacer un paro de emergencia. Llegarán aquí a eso de las cuatro de la mañana, pero si las cosas cambian me avisará, así que tendré que quedarme aquí. Además, he escuchado reportes de robo; no quisiera irme y dejar demorados a los chicos, pero tú puedes unirte si quieres, si no estás muy cansado. Y llámame por favor, lo que me contaste me dejó preocupado, quiero... quiero escuchar tu voz, ¿de acuerdo?». El mensaje fue enviado a la vez que aquella arpía, escondida bajo el disfraz de mujer hermosa y gentil, dejó libre la boca de quien para ella era su chico, relamiendo sus labios, agitada, mientras que él con los ojos llorosos se pasaba la mano por los labios para limpiarse.

―Ni creas que tu castigo termina aquí...

―Por favor, basta... ¿Por qué me haces esto?

Él bajó la cabeza y meneó un poco; ella reiteradamente sujetó su cara con sus manos y la realzó, haciendo que fijara sus ojos en su persona.

―Porque tú, Park Jimin, eres el epicentro de mi tragedia, el epíteto de mi desgracia, mi perdición. Y porque... estás para chuparse los dedos, maldito mocoso de mierda ―dijo, y apretó sus mejillas abultando sus labios, mismos que besó con descaro.

―Ya no más, por favor. No quiero ser castigado.

―Eso lo hubieras pensado antes de dejarme. Pero ¿sabes qué? ―Sonrió―. Seré generosa. Este será tu castigo más difícil, pero será el último.

―¿E-el... último? ¿D-de verdad? ―balbuceó, ingenuo, perdido.

―Sí ―dijo con un tono calmo y eufórico―. Después me aseguraré de que nadie más te vuelva a lastimar, nos iremos lejos y yo cuidaré muy bien de ti, cielo ―dijo, posicionándose detrás de él, y posando sus manos sobre sus hombros―. Todo lo que tienes que hacer es ir a tu cuarto y aguardar ahí.

Ella le dio un leve empujón; él avanzó, siendo guiado por sus manos. Giró la perilla e hizo ceder la tabla, le dio otro pequeño empujón al chico y éste avanzó al interior. La mujer cerró la puerta con un rudo empellón, y el ruido sobresaltó a Jimin, haciendo que recobrara algo de compostura. Miró la puerta: ¿Bing-bing se había quedado afuera? Volteó a su espalda y allí, sentado al pie de su cama... Estaba él. Su psicópata personal, su acosador por excelencia, el bastardo que llevaba meses jodiéndole la existencia. Con su ropa, guantes, gorra y cubrebocas de color negro. Desde su lugar lo miró y, como si estuviera delante de una figura de la realeza, se puso de pie y con una mano en el pecho hizo una reverencia.


~ B i t t e r s w e e t ~


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