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Capítulo 37: Reconexión

Como un niño pequeño, desesperado por afección y el suave contacto de las manos de su mamá, Jimin lloró en silencio contra el pecho de su mejor amigo, quien lo rodeaba con sus brazos y le brindaba esa contención que tan desesperadamente necesitaba.

Su madre ya no existía en este mundo terrenal, sin embargo, había un lugar al que podría acudir, donde se hallaba un modesto monumento en su nombre. En cuanto pudo serenarse, su amigo le propuso visitar dicho espacio, a lo que accedió. Se dio una ducha rápida, se vistió casual aunque no informal tampoco y juntos partieron. Taehyung ocupó el volante y, una vez en el cementerio, se quedó colina abajo, en el camino empedrado, esperándolo.

Allí, en el terreno elevado, Jimin se quitó los anteojos de sol, los colgó en el bolsillo de su chaqueta de mezclilla y se inclinó frente a la tumba de su madre; la de su hermano estaba al lado.

―Perdón por no haber venido... pero... ―Detuvo su bisbiseo tímido en cuanto sus ojos encontraron allí, atrás, donde no llegaban los rayos del sol en ese atardecer, la tumba de su padre, la cual observó con un rostro inexpresivo―, ha sido difícil ―concretó, y apartó la mirada.

Repartió el ramo de flores mixtas, que con antelación había comprado antes de arribar, para su mamá y su hermano menor. También se encargó de remover las hojas y la tierra de las lápidas. Taehyung lo observaba de tanto en tanto en la distancia; lo notaba mucho más tranquilo y muy concentrado en su tarea, limpiando el área y puliendo las losas, aunque no podía evitar preocuparse. Al verlo arrodillado sobre la tierra, por unos ínfimos segundos, se volvía ese niño con el que solía jugar, aquel cuya sonrisa le fue arrebatada y ahora no era más que un alma errante sin poder encontrar el camino a casa, el sendero hacia sí mismo. Había tantas cosas que no comprendía aún, pero sentía que lo estaba perdiendo y que no tenía las herramientas adecuadas, las necesarias, para sanar todo ese dolor. Con solo pensar en ello, sus ojos se cristalizaban, aunque se contendría, no quería llorar delante de él; era lo que menos necesitaba. Debía ser fuerte.

En su camino de vuelta, acordaron ir a buscar su coche a la casa de la señorita Fan. Jimin estaba más relajado y abierto al diálogo, por lo que su amigo aprovechó e indagó:

―¿Dices que no recuerdas nada?

―Sé que fui a hablar con ella el viernes ―su voz era apagada y rasposa―, luego... no lo sé... creo que empecé a sentirme mal y terminé en cama ―dijo, con un semblante somnoliento y sin despegar la vista de la ventanilla.

―El viernes... Pero estamos a domingo. ¿Estuviste todo ese tiempo allá? ―escudriñó, arqueando una ceja.

―Tú me viste, no me podía ni mover.

―Sí, estabas en la mierda.

El silencio reinó por unos segundos. Taehyung obtuvo luz verde y giró lento el volante para dar vuelta en una esquina.

―De ahora en adelante, cuando vayas a alguna de tus sesiones con Fan-noona, iré contigo.

―Tae, ¿cómo vas a entrar en mis sesiones? ―Ladeó la cabeza hacia su dirección ―, no es correcto.

―No entraré, solo te esperaré afuera. Te veré entrar y salir.

―¿No te parece demasiado?

―¿La verdad? No ―contestó, con un tono un poco severo y la mirada en la ruta.

Detuvo la marcha del vehículo poco a poco contra el cordón, justo frente a la puerta de la casa. No se subirían cada quien a su auto y se marcharían sin más, por el contrario, se demoraron unos minutos a saludar a la señorita Fan. Asimismo, Jimin quiso presentarle sus respetos por "haberlo cuidado". Ella de nuevo hizo ese acercamiento y acarició el cabello de Taehyung, y esta vez definitivamente lo incomodó. Los invitó a pasar, pero él de inmediato declinó su ofrecimiento, por lo que solo intercambiaron un par de palabras más con Jimin y ahora sí, cada uno subió a su coche para partir. Jimin tomó asiento, dejando ir un bufido. Cerró la puerta y en cuanto situó la mirada en las llaves puestas en su sitio, pero más que eso en sí, notó el llavero que colgaba. «¡Es un perrito! Es de color blanco, envuelto en un trajecito amarillo, ¡y mira!, se le ve su lengüita», escuchó esa voz dulce en su cabeza y palpó el pequeño objeto entre sus dedos.

―Jackie...

Poco a poco sus ojos se fueron abriendo cada vez más, conforme recordaba lo ocurrido cuando se vieron por última vez. Su mejor amigo tocó bocina, entonces él puso el auto en marcha.

En el trayecto de regreso, Taehyung llamó a Jimin. Este colocó el teléfono en el soporte y puso el altavoz.

―¿Ya me extrañabas?

Siempre te extraño. ―Su respuesta espontánea e inmediata hizo reír al otro―. ¿Quieres venir a cenar?

―¿Y estar con la copia de mi ex novia muerta? Paso.

Jimin-ah...

―Lo siento, Tae. Sabes que no es contigo.

Lo sé, no te preocupes. Pues... Nayeon cocina delicioso.

Jimin alzó las cejas con sorpresa, aunque con un parpadeo relajó su semblante y sonrió.

―Me alegra, amigo. Yo... debo hacer una llamada ahora. Voy a colgar, ¿de acuerdo?

Está bien, cuídate por favor, ¿quieres?

―Taehyung...

Dime.

―Gracias por estar ahí para levantarme cada vez que caigo.

Te lo dije antes: no puedo estar en todas partes todo el tiempo, pero ten por seguro que siempre que me sea posible ahí voy a estar y te atraparé, para que no caigas ni te lastimes.

―Te quiero.

Y yo a ti.

Al finiquitar la comunicación, Jimin respiró profundamente. La noche emergía y solo unas pocas estrellas se dejaban ver en el firmamento, ya que varias nubes rojizas cubrían el cielo como señal de una tormenta inminente. Al detenerse en un semáforo en rojo, echó un vistazo a su teléfono. Fue entonces cuando se sorprendió al ver los numerosos mensajes y llamados de esa persona. Resopló, inflando los mofletes, y mientras dejaba escapar el aire, oprimió el botón para llamar.

Jacqueline se encontraba degustando la cena para ella, su hermano y sus amigos, sobre el mantel que pusieron sobre el piso, en ese "picnic improvisado", dado que no había suficientes sillas para todos y nadie quería que otro se quedase de pie, por lo que les pareció la mejor solución.

―Prometo que volveré a invitarlos en mejores condiciones que esto ―dijo, tomando parte del kimchi entre sus palillos.

―Descuida. Pasarla bien con los amigos también es importante ―le dijo Dahyun, meneando el cuerpo y chocando con suavidad contra el de su amiga, quien le sonrió.

La muchacha suponía que sabría mejor, ya que su amiga la había ayudado en la cocina; se le daba muy bien. El arroz y la salsa estaban en medio del mantel, así como unos bocadillos de carne con especias para acompañar.

Tras dar otro bocado, Jacqueline sintió su teléfono vibrar en el piso a su lado. Dejó el plato con los palillos a un lado y lo agarró, relamiendo sus labios, y se atragantó terriblemente al ver el nombre en la pantalla.

For the love of Gosh, sis... (Por el amor de Dios, hermana...) ―expresó Felix, dándole unas palmadas a la espalda mientras esta tosía.

En cuanto la chica le mostró el teléfono él abrió la quijada hasta abajo y respiró para adentro.

Answer that fucking phone, you idiot! (¡Responde ese maldito teléfono, idiota!)

Jacqueline se puso de pie, aclaró su garganta y deslizó el pulgar para contestar a la llamada.

―Ho-hola...

Empezaba a pensar que no responderías.

―Lo siento, estábamos cenando y...

¿Estábamos? Te puedo llamar en otro momento, o mañana...

―¡No, no! A decir verdad... Estaba un poco preocupada... de que no respondieras mis mensajes y... ―su voz se fue haciendo cada vez más minúscula en cuanto se percató de la presencia de su hermano, tratando de escuchar su conversación, por lo que puso su mano sobre su cara y con un empujón gentil lo apartó. Caminó al pasillo, ingresó a su dormitorio y cerró la puerta detrás de ella.

Sí, lamento no haberte respondido. Estuve en cama y no me sentía nada bien.

―Oh... ―Su rostro mostró preocupación―. ¿Estás bien?

Sí, ahora me siento mucho mejor. Pero Jackie, ¿qué pasó con tus padres? Tuvo que ser lo suficientemente malo como para quedarte en la casa de Kim. ¿Sigues ahí? ¿Está tu hermano contigo?

―¿Qué te digo? ―Se llevó una mano a la frente y rascó con suavidad.

¿Te lastimaron, Jackie?

Con esa cuestión hecha, ella se quedó callada y tragó en seco.

¿Se atrevieron a ponerte una mano encima?

No hubo respuesta.

¡Jackie!

Aquello que ya había pasado, el evento traumático con el que adquirió valor para correr lejos y mirar con determinación a su padre para decir con firmeza "no", se vino abajo con solo recordarlo. No había manera de que hubiera podido sanar tan rápido. Las lágrimas empezaron a derrapar por sus cuencas y destilaron sobre sus mejillas. Con solo escucharla sorber bajo una sola vez, Jimin apretó su agarre contra el volante y tensó la mandíbula.

Iré a verte.

―¡¿Qué?! ―Se crispó en su sitio―. ¡N-no es necesario...!

¿Te molesta si voy?

―¡N-no, no es eso...!

Entonces iré.

―¡No tienes que molestarte! ―Su rostro ardía―, a-además e-es un poco tarde y no quisiera...

Tengo tu ubicación a tiempo real, ya tengo tu dirección.

―¡¿Cómo?! ―Despegó su celular de su oreja un segundo y volvió a acercarlo, incrédula.

¿En qué piso estás?

―Espera, no...

¿Treinta?

―Qué exagerado, solo estoy en el quinto...

Ni bien terminó de dejar ir la última letra se llevó una mano a la boca; Jimin sonrió triunfante. Le había arrebatado la pieza de información con tanta facilidad.

―Eres descuidada, Jackie...

¡Tú me engañaste!

―Y lo hice limpiamente. ―Meneó la cabeza en tanto giraba el volante para doblar.

El limpiaparabrisas estaba activado, debido a que la lluvia era torrencial en estos momentos.

―Estoy cerca. Llegaré ahí pronto, así que te veo en un rato.

Jimin finalizó la llamada y Jacqueline se quedó en blanco, totalmente estupefacta, hasta que el golpeteo contra la puerta por parte de su hermano la trajo de vuelta a la realidad. Abrió y se encontró no solo con él, sino también con Dahyun y esos pares de ojos bien abiertos, aguardando por una respuesta.

Speak up, you silly! (¡Habla, tonta!).

He's coming. (Está viniendo) ―dijo, sin conseguir juntar sus párpados todavía.

Felix carcajeó, la tomó por los hombros y dio un brinco junto a su amiga.

―Oigan, ustedes dos. Ya no la atosiguen ―protestó Hyungwon, mientras levantaba los platos.

―Déjame que te ayude con eso ―exclamó Dahyun, y corrió hacia él.

Sis, reacciona ―dijo, agarrándola por el hombro y la zarandeó un poco―. No me digas que le tienes miedo a Jimin-hyung-nim. ¿Crees que va a golpearte o algo?

―Por el amor de Dios, Jimin jamás me golpearía. ―Bajó los hombros con hastío.

―Solo con la pelvis... ―susurró sin discreción, desviando la mirada.

―¡Tú...! ―Abrió grande los ojos―. ¡¡Pervertido!! ―le gritó, dándole un manotazo en el hombro y otro en su nuca, mientras él reía a carcajadas.

Al salir del pequeño corredor, la chica se encontró con su amiga y su novio aparentemente listos para marcharse.

―Si Park sunbae va a venir a verte nosotros no tenemos más que hacer aquí ―dijo, envolviendo el brazo de su pareja con el suyo y apoyó su cabeza sobre éste luego.

―¿Qué? Pero... No digas bobadas, pueden quedarse...

―A mí no me veas, es ella la que me está arrastrando. ―Él señaló a su novia―, pero la cena improvisada estuvo deliciosa. ―Sonrió con gentileza.

―Sí, sí. Debemos irnos.

―Yo también me iré. ―Felix alzó su brazo―. Buscaré helado.

―Ustedes... de verdad...

Un golpeteo repentino se escuchó en la puerta, haciendo que todos dirigieran los ojos a la entrada, mientras que la pobre Jacqueline dio un pequeño salto en su sitio.

―No te quedes ahí, ve a abrir ―incitó su hermano, dándole un suave empujón.

La aludida sintió en ese momento el equivalente a haberse tragado dos grandes piedras y éstas bajaron hasta sus pies, haciendo que pesaran como plomo.

«¿Por qué estoy tan nerviosa? Es Jimin, ya nos hemos visto mil veces», pensó, en tanto apoyaba su mano sobre la manija de la puerta y la bajaba, abriéndola.

A medida que la tabla se desplegaba, el chico al otro lado se apartaba del marco y enderezaba su postura. Pudo ver entonces a un mojado Jimin, destilando gotas por el cabello debido a la lluvia.

―Hola, Jackie. ―Mostró una sonrisa gentil―. ¿Puedo pasar?

La chica movió la boca sin que nada saliera de ésta, aunque sí tuvo la suficiente capacidad motriz para cederle el paso. Al ingresar él vio a los tres presentes allí, por lo que hizo una reverencia que inmediatamente fue correspondida.

―Felix, sé bueno y trae una toalla para Jimin, por favor.

―Traeré una para mí también ―lanzó su chascarrillo al aire y corrió en dirección al pasillo.

―Bueno, nosotros nos vamos ya ―intervino Dahyun.

―Ya les dije que no tienen que irs...

―¡Tonterías! Ya tendremos más tiempo para vernos de nuevo. Ahora debemos irnos.

―Gusto en verle de nuevo, Park sunbae ―se despidió Hyungwon, haciendo una breve reverencia al unísono con su chica.

―El gusto fue mío. Cuídense, por favor. ―Correspondió al gesto.

La pareja cruzó la puerta y Felix se aproximó con la toalla, entregándola con una sonrisa llena de pillería. Jimin agradeció y secó su cabello junto a su cara en primer lugar, luego su cuello. Con sutileza pasó la tela por su ropa para que ésta no goteara y luego repasó su pelo con su mano, templándolo un poco hacia atrás. Fijó sus ojos en Jacqueline; notó de inmediato las marcas en su brazo, asomadas por debajo de la manga de su blusa y la rojez a la altura de su maxilar, entonces su rostro se vio serio en absoluto.

―¿Tus padres te hicieron eso? ―Señaló con la mirada.

―Y nuestro padre le cortó el cabello también.

―¡Cállate! ―Viró su rostro hacia su hermano, con sus ojos repletos de reproche y furia.

Jimin frunció el ceño y apretó los labios, como si hubiera recibido un repentino aguijonazo. Acercó su mano para tantear algunas hebras y las llevó detrás de su hombro; pudo percibir entonces que el largo de su cabellera había disminuido de manera considerable. Eso lo hizo enfurecer en silencio y lo expresó contrayendo más su entrecejo y apretando la toalla entre sus dedos.

―Iré a buscar helado.

Felix cruzó la puerta, cerrando detrás de sí y dejando al par a solas. Jacqueline suspiró y se llevó una mano al rostro.

―Perdón por haber venido así. Pero cuando leí los mensajes me preocupé. Conociendo a tus padres me imaginé que de seguro te habían puesto una mano encima.

―Lamento haberte preocupado. No era mi intención.

―Descuida. ―Caminó unos pasos por el espacio en la sala y contempló el lugar―. Lo lograste, Jackie. ―Se giró hacia ella―. Pudiste romper las cadenas y tomar tu propia decisión. Me siento feliz por ti.

Sin apartar la mirada del suelo, ella sonrió, sonrojándose un poco. Levantó la cabeza y encontró esa sonrisa que tanto llevaba en el pensamiento.

―¿Quieres contarme bien todo lo que pasó?

La pregunta no la sorprendió, sino el hecho de quedarse sin posibilidad de una respuesta verbal. Asintió despacio; por alguna razón que escapaba a su comprensión deseaba contarle todo, hablar con él, ser escuchada por él.

La anfitriona dijo no tener muebles para tomar asiento, mas el invitado lo solucionó rápido proponiendo sentarse en el piso, contra la pared. Así lo hicieron y tras un profundo suspiro y alguna lágrima traviesa, Jacqueline habló. Se sintió liberada y menos pesada en cuanto concluyó; tuvo incluso la soltura de reposar su cabeza sobre el hombro de Jimin; a este no le molestó en absoluto.

―¡Oye! ―Se enderezó de repente―. ¿Ya comiste?

―La verdad no. Y ustedes tampoco, les interrumpí la cena.

―No del todo, ¡pero sobró kimchi! ¿Quieres un poco?

―Si me ofreces kimchi no puedo reusarme. ¿Lo preparaste mejor esta vez?

―Sí. ―Se puso de pie―. Dubu me ayudó.

―Entonces sí sabrá bien ―la molestó, levantándose.

Jacqueline usó el horno para calentar la comida. Ya que había justo dos sillas, ambos pudieron ocupar la mesa y sentarse uno frente al otro.

―Tengo una pregunta: ¿Cómo encontraste mi puerta si no te la di?

―Pregunté en la zona de la recepción y cuando di tu nombre y apellido me lo dijeron.

―¡¿Así nada más?!

―La chica encargada de la información me reconoció de las revistas de moda, por eso "me hizo el favor", por ponerlo de ese modo.

―O sea que flirteaste ―dijo, dando un bocado a la comida.

―Se llama encanto. Te doy clases un día, si quieres ―dijo, apuntándola con los palillos, revolvió un poco el alimento y se lo llevó a la boca―. Pero... no. No podría darte clases en realidad.

Su acompañante abrió sus ojos de par en par, deseando que se explicara cuanto antes.

―Porque tú ya tienes encanto propio.

Su cabeza se inclinó a un lado con delicadeza y su tono fue calmo y suave, así como lo fue su mirada, hallándose enternecedora y un tanto seductora. Jacqueline se quedó pasmada, y en cuestión de medio segundo su rostro estaba rojo; Jimin lo notó y ensanchó un mohín con sus labios, pícaro.

―Eso sí fue flirteo ―murmuró después de haber inclinado un poco su postura hacia delante y le guiñó un ojo―. ¿Ves? Son cosas diferentes.

La muchacha ya no sabía si el ardor era por lo picante del kimchi o la sangre acumulándose insistente en su fisionomía.

―Tú de verdad eres travieso y atrevido.

Y con ello Jimin carcajeó muy entretenido.

―Debes maldecir, Jackie ―dijo, luego de un carraspeo, aunque mantuvo su sonrisa―. "Maldición Jimin, eres un idiota". Dilo.

―No quiero insultarte.

―No me insultarás, será un chiste entre amigos.

―Maldición Jimin, eres tonto.

Luego de un segundo de silencio ambos empezaron a reír.

―No estuvo mal, pero puede mejorar.

―Me esforzaré.

―Sé que sí ―dijo, riendo por lo bajo.

Siguieron platicando, comiendo y riendo por banalidades. Y por fin... ella pudo cumplir su promesa e invitarlo a cenar como había querido desde el primer momento, en agradecimiento por haberle salvado el pellejo aquella noche que ya era tan lejana en sus recuerdos, pero estaba presente, pues para bien o para mal, fue el comienzo de un bonito lazo entre los dos que la hacía sentir muy bien, más viva y libre que nunca.

Poco después, cuando se encontraban en la labor de lavar y secar los platos, Felix apareció, empapado y con los dientes castañeando, pero cargando con una bolsa donde llevaba el helado.

Sorry, sis. (Lo siento, hermana). No pude ausentarme más tiempo, se puso fresco afuera.

―No digas tonterías. No tenías por qué irte.

―¡Por supuesto que sí! Y traje helado. ―Levantó la bolsa―. Invitaré a hyung-nim a comer un poco. ―Dejó el pote sobre la mesa.

Jimin sintió un leve escalofrío recorrer toda la extensión de su columna al escucharlo decir eso.

―No lo sé... debería abstenerme y alejarme un poco de los carbohidratos.

Aquello era una excusa tonta, lo sabía, pero no pudo controlar sus propias palabras que prácticamente se le escaparon entre los dientes.

―Vamos, con el cuerpazo que tienes ¿qué mal puede hacerte? ―insistió Felix, lo que desembocó en que su hermana le arrojara un trapo a la cara al instante, ocasionando que dirigiera sus pupilas hacia ella.

―No seas insolente.

―Soy admirador de la lindeza humana. ¿Qué tiene de malo? Acepta mi invitación, hyung-nim, por favor. Seguro vas al gimnasio, ¿no?

―Cada tanto, sí. Y puedes decirme hyung, no es necesario que seas tan formal.

―De acuerdo, hyung. Por favor, acepta.

―Está bien, tú ganas.

―¡Así se habla!

El chico sirvió el postre en diferentes pocillos de cristal y se quedó sentado en una de las encimeras junto a la cocina para que así los "tórtolos", como los apodaba en sus pensamientos, ocuparan las sillas y la mesa. Las palabras, las preguntas, fueron y vinieron y sin darse cuenta estaban platicando con armonía, hasta que Felix hizo una declaración que a su hermana mayor no le gustó para nada.

―¿Cómo que dejarás de estudiar? ¿Por qué?

―Con mi trabajo de medio tiempo no podré pagarlo, y la verdad ya no quiero contar con el dinero de mamá y papá.

―No lo dejes, Felix. Yo te apadrinaré ―intervino Jimin con determinación.

Ante sus palabras los dos hermanos lo miraron estupefactos y con los ojos bien abiertos.

―Jimin, por favor, no tienes que...

―Pero quisiera hacerlo, Jackie. Si no presupone un problema.

―¡Oh, Jimin-hyung! ¡Eres genial!

―Lo sé. ―Dio una cucharada a su helado―. Pero te advierto que si aceptas controlaré tus notas y en cuanto vea que no tienes buen rendimiento o estás disperso, se acaba el trato.

―Me parece justo. ¡No te fallaré, hyung! ―Dio un salto de la mesa e hizo una reverencia―. Ahora, si me disculpan, iré a darme un buen baño, y tardaré mucho ―dijo en un canturreo, alargando la primera vocal en su última palabra añadida.

Jacqueline lo miró con una sonrisa, mientras negaba con la cabeza; luego volvió la vista hacia Jimin.

―No tienes que hacer esto, de verdad.

―Por favor, no es nada. ¿Has visto lo que ese chico hace con su voz? Tiene talento, debe explotar eso. Y aquí entre nos... tus padres no le darían esa chance nunca.

―En eso te doy la razón ―expresó con pesar.

Jimin la observó en silencio unos segundos. No había olvidado lo que le contó respecto a su padre, la manera en que la maltrató y de solo imaginarlo, ella siendo una persona tan inocua, le hacía hervir la sangre.

―Jackie...

La muchacha retiró su mano debajo de su mentón, quitando esa postura absorta y le dedicó la mirada.

―¿Me permitirías... ver? ―dijo, señalando con su dedo sobre su hombro para que comprendiera a qué se refería.

Ella se mostró sorprendida y estática por unos segundos, sin embargo, asintió al momento siguiente y en su silla se giró hasta darle la espalda. Jimin se levantó de su asiento y detuvo el paso detrás de ella. Con su índice corrió con delicadeza su cabello; ella lo recibió y lo sostuvo con su mano, entonces los rasguños se vieron a pleno. Sintió su cuerpo entero arder cuando sintió las yemas de sus dedos contra su piel, y se erizó por completo cuando empezó a deslizarlos en cámara lenta, aquel pentagrama imperfecto sin notas, sin música.

Súbitamente, sus ocho dedos rodearon cada hombro y deslizaron los extremos de la blusa.

―Ji-Jimin...

―¿Me dejas?

―Te... Te dejo...

Su corazón se aceleró cuando sintió el contacto de sus índices navegar hasta las tiras de su sostén, fueron levantadas con la punta de los dedos y desplazadas a los lados. Luego paseó sus dígitos junto con sus palmas en un tenue masaje por encima de las pequeñas heridas, como si buscara consentirlas. Jacqueline aflojó el cuerpo indeliberadamente, a la vez que sus ojos se cerraron y suspiró con pesadez y aplacamiento. El silencio se tornó perpetuo, ya ni siquiera se oyó el agua de la ducha a lo lejos. Y en medio de esa mudez, una presión osciló contra su piel desnuda. Música. Un beso, aplacando el silencio. La chica respiró hacia adentro, entreabriendo su boca y frunciendo su entrecejo con placer. El contacto se repitió, lento y sin chance de tener anticipación, consiguiendo estremecerse con cada uno de esos ósculos que se esparcieron. Sus latidos se volvieron ansiosos, aunque su cuerpo se halló calmo. Los besos escalaron por su cuello, otro fue plantado detrás de su oreja, y siguió su mejilla.

―Jackie... ―jadeó lento, bajo y áspero.

Rodeó su cara con sus manos y la giró apenas para que los labios de ambos se encontraran, y segundos antes de tocarse se hizo la oscuridad, una profunda y total. Jacqueline parpadeó varias veces, hasta que sus ojos se acostumbraron a la penumbra en su dormitorio. No podía creerlo.

Giró la cabeza y al otro extremo encontró a su hermano, que dormía plácidamente. Recordó que le había pedido de favor dormir con ella, pues se sentía solo dormitando en la otra habitación y le daba un poco de ansiedad; ella cedió sin problemas.

Suspiró y se levantó. Caminó hasta la cocina donde encendió las luces y se sirvió un vaso de agua, el cual se bebió de una sola vez, sin poder quitarse de la cabeza aquel sueño que catalogó como sicalíptico. Sabía que era normal soñar ese tipo de cosas, tampoco le pareció extraño soñar con Jimin ya que había compartido tiempo con él muy recientemente, pero... soñar con él... de esa manera. Sin que se diera cuenta su corazón latía rápido otra vez.

Viró el rostro hacia la entrada, donde ambos se habían despedido, muy diferente de su sueño:

―Gracias por haber venido ―le había dicho ella, apoyada en el marco de la puerta.

―Gracias por haberme recibido. Este es un lindo lugar, te traeré un buen sillón.

―Por favor, no es necesario que te molestes. Tampoco que gastes tu dinero ni nada de eso.

―Entonces aumentaré tu sueldo.

―¡No puedes!

―Claro que puedo. Yo soy tu jefe.

―Por favor... No me sentiría cómoda si haces eso.

―Bien, no lo haré si me lanzas tu mejor ofensa.

―Eres tonto. ¿Qué tal?

―Muy flojo.

―Maldita sea. ―Se cubrió de inmediato la boca, pues lanzó aquello casi sin pensar.

―Mucho mejor ―dijo entre risas.

Jacqueline rio, abrió apenas su pecho para despedirlo con un abrazo, pero él se le adelantó y la estrechó con suma delicadeza, con una mano en su cabeza y la otra en la parte alta de su espalda. Pudo tantear entre las hebras de su cabello los raspones aun presentes sobre su piel.

―¿Te duele? ―preguntó al separarse.

―No tanto. Aunque el agua caliente hace que ardan un poco todavía.

―Lamento que hayas tenido que pasar por eso y no haber estado ahí.

―No... Yo la verdad me alegro de que no hayas estado ahí. Fue muy feo. ―Agachó la cabeza.

―Pero ya pasó. ―Posó su mano sobre su hombro.

―Salgamos de nuevo a divertirnos ―propuso ella, sonriente―. Podremos volver a la hora que queramos.

―Sí, suena bien. ―Sonrió―. Adiós, Jackie.

―Nos vemos ―dijo, casi en un suspiro.

Jimin cruzó la puerta y Jacqueline se encargó de cerrarla de manera apropiada. Su cuerpo entero se aflojó entonces, apoyándose contra la tabla, dejó ir un suspiro y esbozó una sonrisa después.

Allí afuera, la noche era fresca, aunque por fortuna la lluvia había cesado bastante, y era no más que una fina cortina molesta. Jimin se pasó una mano por el cabello y quitó la alarma de su coche, aunque se cohibió de avanzar más para entrar, puesto que algo adherido debajo de uno de los limpiaparabrisas llamó su atención. Era un pequeño folio plástico transparente, y en su interior había... sí, un papel de color rosa. El muchacho se pasó una mano por las comisuras de su boca hasta su mentón y miró en todas direcciones, poniéndose en guardia automáticamente. Nadie parecía estar por la cercanía y es que ya era tarde; las calles no estaban pobladas. Tomó el papiro de un arrebato, le quitó el plástico y lo abrió: Es bonito, es galante. Mientras más lo anhelas más difícil se pone y ahora que está mojado es más sexy todavía. ¿Sabes de quién hablo acaso? Jimin frunció el ceño, rajando lo ácido y vomitivo.

―¡Vete a la mierda! ―espetó, y rompió el papel en pedazos que después pisó y arrastró con la planta de su zapato.

Furibundo y hastiado, subió a su auto sin esperar más y se marchó rápido del sitio, derrapando un poco con las ruedas traseras.

Y allí, a unos cuantos metros de distancia, el individuo, el autor de tan calculado y tortuoso asedio, observaba el resultado del caos, repiqueteando lento contra el volante de su coche.

―Park Jimin... De verdad me lo pones difícil... ―murmuró debajo de aquella mascarilla negra que siempre llevaba sobre el rostro, al igual que la gorra.

Suspiró con pesadez, en tanto deslizaba su mano, enfundada en un guante oscuro, por su torso hasta su ingle.

―Indagaré un poco más... para poder tenerte ―susurró y siseó―. Haré de mi tiempo contigo eterno e inolvidable.


~ B i t t e r s w e e t ~


https://youtu.be/6nPby2Hpruo

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