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Capítulo 36: Mi libertad, mi hogar

Este capítulo describe escenas de abuso y actos sexuales no consensuados. Se ruega prudencia y discreción.


Las yemas de unos finos dedos recorrían la zona del radio, en un tracto ascendente hasta el hombro y descendían después al recorrer sus costillas o los músculos del abdomen. Besos húmedos fueron depositados detrás de la oreja, muy cerca del lóbulo, provocando que la dermis se erizara un poco y el rostro del muchacho fuese ladeado de manera muy sutil, del mismo modo que se contrajeron los músculos en su cara. El surco sinuoso bajó por su cuello, las clavículas, su pecho, donde los pezones fueron lamidos y mordidos con suavidad, causando que el entrecejo del dueño se arrugase más en una expresión de queja. El camino humectado siguió, luego de haberse estacionado sobre el ombligo, hasta su sexo. Fue manoseado de manera ingrata, lubricado y manipulado. Jimin ya no era dueño de su cuerpo, no tenía dominio alguno o voluntad. Y de nuevo estaba siendo subyugado, a merced de la perversión.

Sábado a media mañana, donde Jacqueline se acercó a su domicilio, o mejor dicho, el de sus padres, con una patrulla de policía, en compañía de su mejor amiga y también de su novio, debido a que la segunda mencionada no se sentía tranquila sin alguien más de confianza para brindarles un poco de apoyo. Por supuesto pensó en Park Jimin en primer lugar, pero Jacqueline se había negado rotundamente. Dahyun lo llamó a escondidas aun así, pero no logró comunicarse.

A la muchacha no le importaban sus bienes materiales, su hermano estaba en primer lugar. Aunque sabía que si pretendía abandonar la casa necesitaría llevarse un par de cosas de ahí.

Después de una ardua y perseverante charla del matrimonio con el policía, no solo logró recuperar su teléfono celular, sino también el de su hermano, quien había sido sacado previamente de su encierro y aguardaba sentado al pie de la escalera. En cuanto le fue cedido el paso, ella corrió hacia él y los dos se abrazaron con lágrimas. Lo tomó de la mano y subió las escaleras con él.

―Toma lo necesario, algo de ropa y te veo en el pasillo. Nos vamos de aquí.

Felix asintió y se fue cada uno a un extremo.

Para cuando la muchacha tenía no más que un pequeño bolso con más ropa interior que vestimenta, junto a su bolso pequeño, que llevaba cruzado en el pecho, se giró para salir, pero en el marco de la puerta estaba de pie su padre con un semblante lastimero.

―Jackie, hija... No sé cómo decirte...

―¿Decirme qué? ¿Que lo sientes?

―Yo...

―Te preguntaré algo primero: ¿Te disculpas porque de verdad entiendes la gravedad de lo que hiciste... o porque quieres sentirte en paz contigo mismo?

Silencio fue lo que obtuvo en respuesta.

―Es lo que pensé.

Sis, I'm ready. (Hermana, estoy listo) ―habló Felix, cargando su mochila.

El padre se giró hacia él, ya no lo miraba con desprecio, sino más bien asombrado. Aunque ese desprecio se había filtrado hacia los ojos del hijo ahora.

Yeah... Let's go. (Sí... Vamos)

Afianzó el agarre en su bolso y se dispuso a salir, pero justo antes de cruzar la puerta, el hombre estiró el brazo para impedirle el paso.

Darling, princess... (Cariño, princesa...)

El tono que había empleado su padre estaba poblado en serenidad y dulzura, la misma que llevaba años sin escuchar, lo que la hacía preguntarse en qué momento ese sujeto se había vuelto algo tan diferente a lo que solía ser. Apretó los labios; no quería llorar.

―¿Ahora soy tu princesa? Porque ayer era la prostituta, y solo por vestir una falda.

―Jackie...

―Por primera vez en mi existencia tomaré las riendas de mi vida. ¿Te volverás un estorbo? Porque desde ahora te informo que no lo pienso permitir, ya no.

Su tono fue tajante y absoluto, en tanto lo miraba de hito en hito directo al negro de sus pupilas. Se había prometido, mentalizado, ser firme y determinante, o volvería a sufrir. El padre mostró un brillo particular en sus ojos y tras remojar sus labios y pasar saliva por su garganta, dejó caer su brazo para cederle el paso.

Jacqueline cruzó el umbral, tomó la mano de su hermano menor y se marcharon. La madre, que ya lloraba en cuanto su hija entró a la casa, chilló con amargura y un dolor terrible al verlos partir. Eso fue lo que detonó las lágrimas de ambos hijos, pero no detuvieron su marcha, no miraron atrás. Lo que estaba ocurriendo, debía pasar tarde o temprano y la espera no pudo extenderse más.

Al final, el señor Brown bajó los escalones, aunque se detuvo en la mitad de la escalera. La casa estaba vacía, descolorida, pero no silenciosa, pues el llanto desgarrador de su esposa plagaba cada rincón. Con nada más que miseria poblando todo su ser, cayó sentado en el peldaño, y se llevó las manos a la cabeza. Lo hecho, hecho estaba. Solo había lugar para la reflexión y tiempo. Mucho, mucho tiempo.

Sábado por la tarde, y no había tregua para Jimin. Respiraba con fuerza y lo que empezó siendo solo una capa de sudor, ahora eran gotas destilando por su frente. Su teléfono celular había sonado y vibrado infinidad de veces; lo hacía en estos momentos; Fan lo observaba sobre la mesa baja frente al sillón donde reposaba.

―Señorita...

―No quiero escucharte, Jason.

―Con todo respeto, señorita... Debe darle un descanso al chico.

―No me importa. Si la droga pierde su efecto, lo inyectaré de nuevo y listo.

―Terminará matándolo.

―No seas extremista.

―Tampoco lo hemos higienizado desde anoche...

―Me tiene sin cuidado.

―Mi lady, usted está despechada.

Y ante esa alegación la mujer se giró bruscamente hacia él y se puso de pie.

―¡¿Despechada?! ¡¿Cómo no estarlo?! Le hago el amor y me llama Hana. Le doy una orden y la desobedece. Me dice que dejará de asistir a terapia conmigo, ¡hazme el favor! ¡Y para colmo de males lo encuentro pululando con esa chiquilla de cabello dorado! Es bonita, es muy bonita... Mi niño tiene buen gusto. Le otorgaré eso.

Emitía quejas y luego desvariaba, cualquiera que la viera creería que su mente estaba desequilibrada, sin necesidad de más pruebas, aunque para su subordinado era algo hilarante. ¿También estaría desequilibrado? Probablemente.

Ahora el teléfono de Jimin sonaba de nuevo y, curiosa, se asomó a ver la pantalla.

―Jackie... Es ella, Jason.

―¿Quiere que le haga una visita, señorita? Si es tan bonita como dice...

―Cállate. Tú te quedas aquí a cuidar la casa y a mí.

―Como ordene, mi lady. ―Hizo una reverencia y se marchó.

Jacqueline retiró el teléfono de su oreja al no conseguir respuesta. Era su tercer llamado a Jimin. Le parecía extraño, pero dejó de insistir y se conformó con enviarle un mensaje de texto.

―¿Qué haces? ―la sorprendió su hermano, tomando asiento en el sillón a su lado.

―Jimin me dijo que lo llamara pero no contesta, así que le enviaré un mensaje para decirle que nos quedaremos con Dubu por un tiempo.

―Jackie, eso no es un mensaje, es un testamento.

―Es que... han pasado muchas cosas y...

―¡Y se lo dirás en persona! Debes ser breve con los mensajes. Dile donde estás, sin más, y ya. No te compliques.

―Bien...

―Escucha, Chris sigue de viaje. Pero hablé con él y tal vez podamos alquilar un apartamento en el mismo bloque donde él vive.

―Suena bien, pero tenemos que ver si podremos cubrir el gasto.

―¿No tienes un jefe/novio millonario? Pídele un aumento.

―¡¿Cómo se te ocurre?!

Felix rio, sabiendo exactamente cómo reaccionaría. Fijó la vista en el osito de peluche que descansaba al otro extremo del sofá y lo tomó entre sus manos. Lo llevó contra su rostro y sintió el suave perfume que tenía.

―Qué lindo. No sabía que Dubu tenía de estos en la casa.

―No es de ella, es mío.

―¿Tuyo? Aguarda... ¡¿No me digas que...?!

―Jimin me lo regaló.

Oh my gosh!! (¡¡Oh por Dios!!) ―chilló, dándole un suave golpe con el peluche y ella se lo arrebató―. ¿Entonces ya es oficial? Te dije que cambiar tu ropa ayudaría.

―¡No digas tonterías! Somos buenos amigos.

―Así se empieza.

La muchacha tomó posesión de su osito y lo enterró contra la cara de su adorable, aunque latoso hermano para que dejara de hablar.

―Pero me alegra. Será una linda experiencia para ti.

―Ya basta. Somos solo am...

Come on, sis! (¡Vamos, hermana!) ―la cortó―. ¿Vas a decirme que no te gusta ni un poco? Es un hombre atractivo.

―Sí que lo es. Pero... ―acalló y desvió la mirada.

A su cabeza vinieron imágenes de Jimin viéndose colérico, pasándose las manos por el cabello con un semblante repleto de estrés, padecimiento y lágrimas. Asimismo lo divisó caminando a su lado, sonriente, pero con esos ojos opacos y tristes.

―¿Jackie? ¿Qué ibas a decir?

―N-no, nada... olvídalo.

Sábado por la noche, y la actividad para Jimin continuó, después de una pausa y la higienización. Llegada la media noche, su teléfono celular volvió a sonar, aunque no era como si hubiera dejado de hacerlo tampoco. Bing-bing detuvo los ojos en la pantalla. Una llamada de Taehyung. Con él había sido precavida, se había hecho pasar por Jimin y le había dejado un mensaje de texto por la tarde. Pero por supuesto, iba a querer llamarlo en algún momento. Tragó saliva y atendió la llamada.

¿Señorita Fan?

―Buenas noches, Taehyung.

¿Por qué atiende el celular de Jimin? ¿Sucede algo acaso?

Si supiera...

―Verás, cielo... Jimin vino a hablar conmigo, pero se descompensó a los pocos minutos, levantó algo de fiebre, entonces lo llevé a su cuarto para que pueda descansar y reponerse.

Ay Dios... ¡Hágame el favor de pasarle el teléfono! ¿Está dormido o...? ¡Mejor voy para allá!

El corazón de Fan se aceleró.

―Cariño, él ya está durmiendo. Pronto lo haré yo también.

El joven tomó noción de la hora, por lo que se disculpó de inmediato por su imprudencia y la mudez reinó por unos segundos hasta que volvió a hablar:

―Lo llamaré mañana ―dijo sin más, y culminó la conversación.

Fan pudo percibir su tono, estaría tal vez un noventa por ciento convencido de lo que le había dicho y no era suficiente. Debería ser en extremo cuidadosa con él.

Al día siguiente, Felix zarandeó a su hermana, que todavía dormía. Y al ver que no reaccionaba acudió a su voz grabe:

Wakey, wakey... It's time to wake up ―tarareó, meneándola con suavidad.

―Felix, me das escalofríos. Detente.

Rise and shine ―continuó, aunque comenzó a reír en cuanto su hermana lo atrapó por la cintura para hacerle cosquillas.

―Maldición, Dahyun nos va a echar de su casa.

―A mí no me molestaría que una voz como esa me despertara ―dijo la susodicha, observándolos a ambos forcejear como dos luchadores nivel junior.

Los dos hermanos se ofrecieron a preparar el desayuno. Felix ya había preparado brownies más temprano; sentía que era lo menos que podía hacer.

Una vez que los tres estuvieron en la mesa, el chico mencionó que había despertado más temprano para hablar con la dueña de los apartamentos, adicionó también que hoy mismo podrían ir a verlo. Jacqueline accedió y Dahyun se ofreció a acompañarlos.

Al mismo tiempo, Jimin por fin consiguió despegar los párpados, aunque no logró enfocar su visión para nada, solo veía manchas. Fan y Jason estaban uno a cada lado de la cama donde se removía, discutían porque la mujer se aferraba a la idea de mantenerlo ahí dopado y a su disposición, mientras que el hombre le reiteraba que no era una jugada prudente, adjuntaba además que no se dejara llevar por su celotipia.

El pobre muchacho ladeaba su cabeza de un lado a otro con mucha lentitud, preso de una jaqueca terrible. Oía rumores, pero no conseguía discernir ni media sílaba. Apretó las sábanas así como los párpados e impulsó el cuerpo hacia delante, desprendiéndolo del colchón con todo lo que tenía. Bing-bing se apresuró a retenerlo.

N-noona... ―Pudo distinguir mejor su labia, mas no su figura; estaba totalmente distorsionada―. ¿Q-qué está pasando? N-no debo estar aquí, yo...

―Tranquilo, cielo. No te sentías nada bien, por eso te traje a tu vieja alcoba. Descansa para que puedas reponerte.

―N-no quiero descansar... te-tengo que irme... ―balbuceó, y se llevó una mano a la cabeza.

―Sí, cuando te sientas mejor ―dijo, y con un tacto un poco tosco apretó sus hombros y volvió a recostarlo.

Jimin no poseía un ápice de equilibrio o fuerza, como si se derritiera muy despacio. Sentía un dolor muy agudo en todo el cuerpo, ni hablar de su espalda baja y la ingle; estaba matándolo, al punto de hacerlo suspirar con pesadez y aguar sus ojos.

Fan tomó unas pastillas que guardaba en el bolsillo discreto de su fino vestido. Tildó la cabeza hacia su asistente, quien sujetó a Jimin, poniendo una mano debajo de la parte superior de su espalda.

―Te daré un analgésico, ¿de acuerdo? ―dijo con voz dulce, y con un rostro mortalmente serio miró a Jason y le hizo otro gesto con su cabeza.

El subordinado acató, tomó al chico por los cabellos de la nuca y apretó su mandíbula, abriendo su boca. La pastilla fue introducida, entonces se giró hacia el buró donde ya había preparado una jarra con un vaso de agua el cual llenó y se lo dio a beber. Jimin tragó tres veces con rapidez, con un poco de líquido escapando por los lados; estaba sediento, pero al ingerir de nuevo se ahogó y tosió, devolviendo algo de agua. La mujer chasqueó la lengua y con un pañuelo limpió el líquido de su rostro, de su piel y las gotas sobre las sábanas, entonces Jason lo volvió a recostar.

Caminaron hasta la puerta del cuarto, donde aguardaba su empleado, insistiendo en que su accionar era una mala idea, a lo que ella objetaría, por supuesto, pero el timbre los tomó por sorpresa a ambos.

―¿Espera a alguien, señorita?

La mujer negó frenética con la cabeza y los ojos bien abiertos. Jason bajó las escaleras con parsimonia y cautela, teniendo sumo cuidado de no hacer el menor ruido, ya que su peso hacía rechinar un poco los escalones. La persona al otro lado de la puerta pulsó el timbre una vez más. El hombre destapó la mirilla en la parte superior y volteó a su empleadora, quien se asomaba por los últimos peldaños.

―Es un muchacho joven ―dijo, y se giró hacia la mujer, quien ya estaba detrás de él―. ¿Tiene otro chiquillo para divertirse además del joven Park? ―masculló, con una sonrisa socarrona.

La mujer enarcó una ceja y arrugó los labios. Lo apartó de la puerta y echó un vistazo, divisando a Kim Taehyung al otro lado de la puerta, y sintió su corazón acelerarse de sobremanera. Le hizo un gesto a su empleado para que desapareciera; no quería que fuese visto por nadie.

Fan repiqueteó con su dedo en la pared y sus ojos en el suelo, absorta. Si bien mencionó que quería venir anoche, no le había avisado previamente que se aparecería ahora. Una sonrisa se esbozó en su cara. «Chico listo», pensó. Kim Taehyung era más interesante de lo que imaginaba.

Justo antes de arrimarse a timbrar de nuevo, la puerta fue abierta y la señorita Fan lo recibió por fin, cediéndole el paso. Lo saludó y de manera impulsiva le dio una caricia a su cabello, cosa que Taehyung encontró rara e incómoda, aunque mostró un semblante tranquilo y gentil por cordialidad.

Por supuesto que iba a presentarse, sabiendo que su amigo no se sentía bien. Jason tenía razón después de todo, había sido muy impulsiva. Lo más sensato sería dejar que Jimin se marchase con él, o tal vez...

―Prepararé té. Sube a ver a Jimin, estoy segura de que conoces el camino.

―Se lo agradezco, señorita Fan. ―Hizo una reverencia y pisó un escalón tras otro.

A su vez, en el centro, Jacqueline y Felix, en compañía de Dahyun, visitaron el bloque de departamentos. La dueña del edificio los recibió en la brevedad y les enseñó el lugar que pretendían alquilar. Tenía dos habitaciones de tamaño mediano, un baño pequeño y la cocina compartida con la sala de estar en un espacio bastante modesto. Era un quinto piso y la iluminación de los grandes ventanales era sencillamente estupenda. Tampoco estaba situado lejos del trabajo de Jacqueline, por lo que sería ideal. Los hermanos se miraron entre sí y se sonrieron. No había más que discutir, por lo que sin demora pasaron a hablar del depósito, pago y pronta mudanza.

* * *

Taehyung había entrado a la habitación de Jimin, quien para entonces se hallaba dormido. Su mejor amigo se le arrimó y lo llamó con su voz hecha un susurro, pero no obtuvo respuesta. Contempló el cuarto y levantó apenas una de las comisuras de su boca al ser interceptado por la nostalgia. El ventilador de techo, que estaba encendido, las paredes celestes desteñidas por los años, los refinados muebles de roble barnizados y sin una pizca de polvo, ese tenue aroma a colonia en el aire, la cama alta de una plaza y media y la ventana mediana a la derecha de ésta, dejando ver parte del lateral del jardín y la calle, hasta que detuvo sus ojos en la silla donde se hallaban tendidas las ropas de Jimin. Viró la cabeza hacia su amigo, logró ver asomada bajo las sábanas parte de su camiseta que llevaba puesta. Se acercó un poco más y reposó su mano sobre su frente. Sí estaba caliente, pero lo atribuía al calor de las cobijas. El clima estaba soleado y cálido afuera, aunque la habitación sí se apreciaba un tanto fresca.

Jimin se removió un poco, mas no abrió los ojos. Taehyung llamó su nombre apenas, pues fue interrumpido por Fan, quien entraba sosteniendo una pequeña charola con un pocillo de té para el invitado.

―Espero no esté muy caliente.

―Oh, gracias. ―Asintió―. No era necesario que se molestara, no me quedaré mucho tiempo. ―Tomó la taza con el pequeño plato en mano.

No lo creía necesario, pero había dejado a Nayeon con el desayuno a medio hacer cuando salió del apartamento. No tenía nada en el estómago, por lo que supuso que un poco de té no vendría mal. Por pura inercia nada más inspiró el aroma, luego resopló con sutilidad el vapor que emanaba. Bing-bing contempló cada detalle con el corazón a punto de salírsele del pecho; no era como si realizar sus fechorías no la pusiera nerviosa: el remojar de sus labios, tocando el borde de la taza para dar el primer sorbo, y su nuez de adán subiendo y bajando mientras dejaba pasar el líquido por su garganta, aunque hizo una mueca de desagrado después.

―¿A-algún problema?

―Tal vez sea yo o... el sabor es algo amargo ―dijo, manteniendo los músculos del rostro un poco contraídos.

―Oh, iré a traerte azúcar de inmediato.

―No, por favor, no se moleste... ―dijo, arrimando el pocillo a sus labios de nuevo, aunque su cuerpo se estremeció de repente antes de poder beber.

Bajó la vista y la mano de Jimin apretaba su pierna.

―Tae... ―balbuceó, pudiendo entreabrir muy poco los párpados.

Los ojos de Fan por otro lado se abrieron como dos platos, y apretó el aluminio de la bandeja entre sus dedos. Si Jimin ya estaba consciente, si lograba articular incriminaciones de algún tipo, era el fin de su jugada. Actuaría. Golpearía a Taehyung por la espalda de ser necesario, si situaba el golpe en el ángulo correcto en su nuca podría desmayarlo. Llamaría a Jason en el peor de los casos. El muchacho por su parte dejó el té sobre el buró junto a la cama, se inclinó un poco hacia su amigo y tomó su mano.

―Jimin-ah. Dime, ¿cómo te sientes?

―Te-tenías razón, Taehyungiee... La casa... me hace daño. Llévame. Sácame de aquí, por favor ―balbuceó, tratando de levantarse.

―E-está bien. ―Asintió y lo asistió para enderezarse.

―¿Qu-qué estás haciendo? ¡No debe...!

Bing-bing intentó acercarse, pero Taehyung hizo un gesto con su mano, cohibiéndola.

―No se preocupe, señorita. Ya ha hecho bastante, no la importunaremos más. Yo me haré cargo de él ahora. Me lo llevaré a casa y si sigue en mal estado lo llevaré con un doctor.

―¡¿Pe-pero...?!

―Descuide. Soy su responsable a cargo y como tal me ocuparé. ¿Sería tan amable de cedernos un momento a solas mientras lo ayudo a vestirse?

La mujer apretó la mandíbula así como los puños, esforzándose por mantener un semblante tranquilo y amable. Dio un leve asentimiento y salió del dormitorio, cerrando la puerta detrás de su paso.

Taehyung ayudó a su amigo, extrañado en demasía por la poca estabilidad que presentaba. Después de ayudarlo con los zapatos el chico prácticamente se desplomó sobre el colchón.

―Jimin, ¿qué tienes? Estás como...

Poco antes de poder concretar la oración las luces se opacaron de repente y vio doble por unos segundos. Respiró profundo y se llevó una mano sobre los ojos, sobándolos un poco. Pestañeó unas cuantas veces hasta que su visión se estabilizó.

Con un mal presentimiento carcomiéndole el pecho, decidió cargar a su amigo en su espalda y salir lo más rápido posible de la casa. Avanzó por el pasillo hasta el pie de la escalera. Su visión se entorpecía otra vez. No podría bajar así como así, debía sostenerse.

―Jimin, ¿me escuchas?

Obtuvo un gimoteo bajo como respuesta.

―Necesito una de mis manos. Quiero que te sostengas lo más fuerte que puedas con las tuyas en mis hombros, ¿puedes hacerlo?

Otro gimoteo como respuesta; incluso pestañar le causaba dolor, pero Taehyung sintió el fuerte apretón contra su ropa, cosa que lo dejó ver que su amigo lo escuchó y acató lo pedido. Soltó una de sus piernas entonces, sujetó el barandal con firmeza y paso a paso bajó cada peldaño. Por fortuna Jimin no era alguien pesado, nunca lo había sido, sin embargo, se hallaba a sí mismo falto de estabilidad y su fuerza no la sentía al cien por ciento. Cuando logró pisar el suelo por fin, pudo percatarse de una ligera capa de sudor en el cuerpo. Volvió a sujetar con fuerza a Jimin y se aproximó al recibidor.

―¿Ya se van? ―dijo Bing-bing, causándole un sobresalto al muchacho.

―S-sí. Llevaré a Jimin a su casa.

―Te ves pálido, Tae. ¿Seguro que te sientes bien para manejar así?

―S-sí, sí. No se preocupe.

En tanto la fémina se acercó, Taehyung sintió una incomodidad cuyo procedente no supo explicar. Y cuando por fin la tuvo a unos pocos milímetros de su persona, tragó saliva, sintiendo sus latidos más acelerados, luego una brisa: la dama le había abierto gentilmente la puerta principal para que ambos pudieran marcharse. Él no pudo evitar mirarla confundido, mas ella sonrió con dulzura.

―Por favor, vuelvan a visitarme pronto.

―Gra-gracias por todo, señorita. ―Hizo una reverencia como pudo―. Cuando Jimin se reponga me aseguraré de que le dé las gracias también.

―Cuento con ello. ―Ensanchó su mohín.

El joven cruzó la puerta y se dirigió a su auto, aparcado justo atrás del de Jimin. Acomodó a su amigo, le colocó el cinturón de seguridad y cerró la puerta, dio la vuelta y subió él también. Al poner el auto en marcha saludó una última vez a la mujer, quien le retribuyó agitando despacio su brazo.

Taehyung suspiró profundo, tanteó el espacio entre los asientos hasta encontrar una botella de agua que solía llevar casi siempre encima. Tras beber un poco, esculcó los compartimentos y tomó unas gafas para el sol; la claridad del día estaba aniquilando su visión. Al detenerse en un semáforo observó a Jimin por un momento. Llevó su mano a su frente; no había fiebre aunque sí sudor. Bajó su mano hasta su cuello para sentir la velocidad de su pulso y luego abrió su mano sobre su pecho para sentir su corazón. Estaba notablemente más relajado, y su hogar estaba más cercano que el hospital, por lo que lo llevaría allí para que descansara mejor. Y así lo hizo: se presentó delante de los guardias del edificio, mostrando su identificación, aunque para ellos era casi un familiar.

Recostó a Jimin en su cama y lo arropó. Notó su rostro más relajado y el cuerpo más suelto, cosa que lo tranquilizó. Él por otro lado, se pasó una mano por la frente, notando que esa leve capa de sudor persistía. Se dirigió al baño del dormitorio y lavó su cara con agua fría, se pasó una toalla y se miró al espejo, estaba apenas un poco pálido, pero fuera de eso no notaba nada extraño, sin embargo, se encontraba exhausto. No había bostezado ni una sola vez, pero tenía la sensación de que en cualquier momento se desvanecería.

En el transcurso de la media mañana, Jacqueline y Felix llevaron sus pertenencias a lo que sería, por lo menos por ahora, su nuevo hogar. Había camas en los cuartos y cortinas en las ventanas; los artefactos de la cocina y baño se veían intactos. No obstante, no contaban con sillones o televisión, solo con una pequeña mesa cuadrada y dos sillas.

Dahyun y también Chae Hyungwon los acompañaron, y éste último ofreció una televisión que tenía en desuso para llevárselas como un regalo.

―Te lo agradezco mucho, Hyungwon-ssi ―dijo Jackie, haciendo una reverencia.

―Oh, sunbae-nim, ¡eres genial! ―dijo Felix entusiasta, con una gran sonrisa en el rostro y lo rodeó con sus brazos.

―Ya déjalo. ―lo regañó su hermana, tomándolo por los hombros y apartándolo.

―Veré si hay algún mueble o sillón que pueda traerles. Mis abuelos dejaron muchas cosas en la casa. ―Añadió Dahyun, abrazando a su amiga por encima de los hombros.

―En agradecimiento los invitaremos a cenar kimchi. A todos les gusta, ¿verdad? ―dijo Felix, tomando su billetera y corrió a la entrada.

―Hay que comprar las cosas para prepararlo. ¿Tienes dinero?

―¡Sí tengo! ―exclamó, y cruzó la puerta.

―Es tan atolondrado. Iré a llevarle más dinero por si acaso. Espérenme un momento, ¿sí?

Sus amigos trataron de proponer otras opciones, para no dejarlos con todo el trabajo y gasto, pero la anfitriona insistió, por lo que salió rápido detrás de su hermano. El elevador estaba ocupado por lo que tomó las escaleras, y allí, en el tercer piso lo vio, de pie frente a una de las puertas en el pasillo.

―¿Fel...? ―Se le arrimó y observó la puerta.

―Es el apartamento de Chris ―murmuró, sin apartar sus ojos de aquella entrada―. Recuerdo que yo todavía iba a la escuela cuando se mudó. Sus padres le dieron a elegir entre ellos o yo... Y él me eligió. Sin pensarlo demasiado. Solo tomo mi mano y... nos fuimos juntos.

El silencio reinó.

―¿Por qué es tan difícil, Jackie? ¿Por qué somos marginados?

―Es una pregunta a la que no le encuentro una respuesta sensata. Puedo decirte que... Si no te marginasen por eso... Seguro lo harían con otra cosa. Así es en este mundo, no puedes agradarles a todos. Quienes realmente te aman lo harán tal cual tú eres, el resto... solo es el montón.

―Entonces... ¿mamá y papá no me aman? ―su voz se quebró un poco.

Su hermana arrugó el entrecejo con tristeza y apretó los labios.

―Tal vez eso sea un poco extremista. Quiero pensar que... están inmersos en su ignorancia y tienen miedo de dejar su burbuja. Solo el tiempo dirá qué ocurre después. ―dijo, rodeando a su hermano con sus brazos y apoyó su cabeza contra su brazo.

»¿Cuándo vuelve Chris de viaje? ―preguntó de repente.

―En una semana, cuanto mucho.

―Bueno, pronto podrás verlo. ―Apartó los brazos, posó sus manos sobre sus hombros y los sobó con suavidad―. Y ahora todo estará bien.

―Quiero verlo, sí. Pero... ha pasado tanto tiempo.

―Pero siguieron hablando, ¿o no?

―Mensajes de texto no son lo mismo. Ni siquiera podía escuchar su voz o mis padres me descubrirían. ¿Y si ya no... le gusto? ―Bajó la mirada―. Tal vez con su viaje conoció a alguien... menos complicado que yo.

―No eres complicado, Fel. Y no deberías hacer suposiciones sin verlo y hablar en persona con él primero.

El chico asintió y se pasó una mano por el rostro. Tenía las lágrimas asomándose inquietas y no quería llorar.

―¿Qué hay de Jimin-hyung-nim?

―No ha contestado mis llamadas ni mensajes. Solo ha visto algunos de ellos, los más recientes no. Es raro... No lo sé, como una mala espina... Está preocupándome un poco.

―Bueno, aplica tu consejo y espera a verlo. Quizá algo se presentó... ya se comunicará contigo.

La chica asintió. Estaba dolida aún por todo lo que había ocurrido, pero también estaba contenta por lo que habían logrado en tan poco tiempo. Se preguntaba si Jimin se sentiría orgulloso de que por fin haya podido hacerle frente a sus padres e imponer su voluntad ante ellos. «Probablemente se pondría muy contento», pensó, y con solo imaginar su expresión de alegría, una sonrisa se ensanchó, dejando ver su pequeño hoyuelo sobre la comisura de su boca.

El paraíso en los pensamientos de Jacqueline, no era para nada equiparable al infierno que Jimin intentaba cruzar a toda costa, fallando con cada nuevo intento.

Estaba descalzo y completamente desnudo, corriendo lejos de esa oscuridad profusa que con tanto desvelo lo perseguía, hasta que lo cazó por los tobillos, derribándolo de bruces al piso. Y no importó que tanto empeño pusiera para sostenerse con sus manos, fue arrastrado entre gruñidos, que se hicieron gritos cuando fue alzado y suspendido de cabeza. El fosco que lo rodeaba ascendió en forma de manos que tomaban sus brazos. De sus cuatro extremidades, esas garras se clavaban en su carne y tiraban en sentido opuesto.

―¡¡Basta!! ¡¡Quítenme las manos de encima!! ¡¡No me toquen!! ¡¡¡No me toquen!!! ―bramó, apretando los párpados con fuerza y tirando de sus miembros para poder liberarse, hasta que un llamado lo llevó a abrir sus ojos llorosos de par en par.

―Jiminnie...

Ese ser hosco, viscoso, con esos diminutos puntos blancos apuntando directo no a sus pupilas, sino a su alma, y su monstruosa voz distorsionada calando profundo en sus tímpanos se acercaba cada vez más. Tomó su rostro entre sus manos y apretó sus mejillas, erizándole la piel por el frío tacto y manchándola con la negrura que destilaba.

―Jiminnie...

―Deja de llamarme así... Solo mamá... ¡Solo mamá me llama así!

―Pero mamá ya no está aquí, Jiminnie...

―¡¡Basta!!

Aquella entidad siniestra comenzó a acercarse más en busca de sus labios para profanarlos. Él se retorcía, queriendo huir de su contacto, pero sostenía su cara con fuerza, haciéndole daño.

―¡¡Aléjate!! ¡¡Aléjate de mí!!

―¡Jimin! ¡¡Jimin!!

Taehyung lo llamaba al escucharlo gritar dormido.

―¡Despierta!, ¡estás soñando!

Y el referido reaccionó, empapado en sudor otra vez y daba grandes bocanadas de aire. Desconoció por unos segundos a su mejor amigo, quien lo contenía, rodeándolo con sus brazos.

―Soy yo, tranquilo. Estamos en casa, en tu casa.

Pareció tranquilizarse cuando notó su cuerpo más flojo, pero pronto empezó a hipar, a llorar y se dejó caer contra su pecho.

―Ya, ya... Estoy contigo, nadie te va a lastimar.

Taehyung se había recostado junto a él y aun se hallaba dormido cuando escuchó los gritos de Jimin, pidiendo que no lo tocaran, llamando a su madre. Pensó que aquello se había quedado en su pesadilla, hasta que lo escuchó susurrar "quiero a mi mamá", generándole un duro nudo en la garganta. Sus ojos se llenaron de lágrimas y lo abrazó con fuerza.


~ B i t t e r s w e e t ~


https://youtu.be/nyHFLWxBc6g

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