Capítulo 33: Terreno peligroso
Las ruedas pararon de rolar despacio, en tanto aplastaban la tierra y diminutos relieves del asfalto de la calle. Bajo ese cielo pintado de un bello azul Francia oscuro y con las primeras estrellas que se dejaban ver, Jimin estacionó su coche justo en la esquina, como su copiloto se lo había pedido.
―Perdona por este teatro ―dijo Jacqueline, apenada―. Mis padres no son malos, solo son... difíciles.
―Créeme que después de esa cena fallida me quedó muy claro.
―Gracias por traerme... Jimin. ―Titubeó un poco antes de decir su nombre; todavía le parecía extraño.
―Como bien dijiste, soy un caballero, y esto es lo que los caballeros hacen, ¿no? ―comentó socarrón―. Ahora, hablando en serio, gracias a ti, por haberme sacado del agujero donde estaba. Tal vez... podamos hacerlo de nuevo.
―¿De verdad le gustaría, señor?
―No si vas a llamarme "señor" ―dijo entre dientes.
―L-lo siento. ―Bajó un poco la cabeza, avergonzada, y acomodó un mechón de su cabello detrás de su oreja―. Y-ya... me despido entonces... ―dijo, y lo miró, moviendo su mano con timidez.
―Adiós, Jackie. Te esperaré aquí hasta que te vea entrar a tu casa.
La muchacha asintió y salió del auto. A mitad de su camino por la vereda, se giró y con una sonrisa afable lo saludó una última vez; él alzó su mano y le devolvió el saludo. Una vez que entró a la casa, esa pequeña mueca se vino abajo, puso en marcha el coche y circuló.
―Oh, Jackie, volviste ―le habló su madre―. ¿Cómo te fue, cielo? ¿Se divirtieron tú y Dahyun?
―S-sí. Paseamos un rato... Estuvo muy divertido.
―¿Y esos anteojos los compraste o...?
Fue un comentario insignificante, pero aun así la chica abrió de manera considerable los ojos y los llevó a su pecho, encontrando ahí los lentes de Jimin.
―Ehm... Son... ¡De ella! Sí, son de Dubu. Se los devolveré cuando la vea, ¡es más!, ya mismo voy a decirle ―dijo, aproximándose a las escaleras y subió con prisa.
Al mismo tiempo, Jimin abría la puerta de su departamento, mientras ultimaba una conversación telefónica con Kim Min-jae, en la que esclarecieron sus honorarios.
―Gracias de nuevo. Adiós.
Se apresuró a cerrar la puerta detrás de él y le puso llave. Fue en ese momento que sintió el aparato vibrar en su mano. «¡Jimin! ¡Me quedé con tus anteojos de sol! ¡Lo lamento!». Un mensaje de Jacqueline que le sacó una risilla nasal, y por supuesto no desaprovecharía esta oportunidad: «Ladrona», le escribió sin más, lo que detonó en otro "lo siento" con múltiples signos de exclamación y le provocó una carcajada al otro. «Quédatelos. Son tuyos ahora», añadió en otro mensaje. «Ay no... ¡No podría!», replicó; él podía sentir el ardor de su rostro ruborizado en la distancia y eso hacía que se le ensanchara el mohín en su rostro. «Si vamos a volver a salir los vas a necesitar. Así que quédatelos». Envió su contestación y Jacqueline se quedó estática y en silencio. Salir con él fue divertido, y estaba segura de que a él le haría mucho bien poder distraerse. Desde el fondo de su corazón, la entristecía verlo miserable como tuvo que contemplarlo. Desde el fondo de su corazón deseaba tenderle una mano y poder ayudarlo de alguna manera. Apretó sus labios y pensó qué podría responder.
«Este fin de semana tenemos que asistir al grupo católico y sus misas. No me permitirán faltar», pensó desanimada.
Dio un leve sacudón a su cabeza al momento siguiente y tecleó, explicando sus motivos y propuso salir algún día de la semana. Jimin sonrió de lado y replicó: «Está bien. No quiero que por mi culpa te alejes de "Diosito"». Y con ello Jacqueline rio, se llevó el teléfono contra el rostro y se tiró sobre su cama.
―Tonto ―dijo entre risas, sin darse cuenta del rubor masivo que se estacionó en sus mejillas.
Jimin le envió un mensaje de texto a Bo-gum, Dong-min y por supuesto a Taehyung, como era habitual en él, aunque no recibió respuesta de este último, ni la recibiría por un buen rato, puesto que su mejor amigo tenía sus manos en verdad ocupadas en ese momento, como el sexo ácido que estaba compartiendo con su ex novia:
―¡Más, Tae...! ¡Más! ―gimió Lisa, recibiendo ese empuje constante, que encontraba tan delicioso y placentero.
Su compañero respondió a su súplica y aceleró el ritmo de sus embestidas, aunque ni bien hizo una pausa, acompasando su respiración, ella apegó su cadera contra su pelvis, dando pequeños golpes, haciendo que siseara en éxtasis. Taehyung se relamió los labios y se pasó una mano por su cabello, excitándose con la vista. Ella era hermosa y sabía cómo complacerlo. Sin embargo, estaba tan molesto: llegaron a ese cuarto de hotel, bebieron, cenaron y charlaron, o por lo menos él pretendió hacerlo, pero en cuanto quiso darse cuenta los labios de ella estaban sobre los suyos y sus manos acariciaban sus genitales con insistencia. A Taehyung no le gustaba la incertidumbre, no quería rodeos ni confusiones, pero Lisa prefirió aclarar las cosas más tarde y que ambos se divirtieran teniendo buen sexo primero, sin compromiso, sin ataduras. Siempre había sido así con ella, todo lo quería reparar de esa manera: sus desplantes, su constante falta de compromiso y seriedad con su noviazgo y las constantes infidelidades. Prometía una y otra vez que cambiaría, y su en aquel entonces novio le daba una nueva chance, pero solo recibía a cambio migrañas y una nueva perforación a su corazón, por donde su dignidad y su paciencia se filtraban, hasta que su pobre órgano vital quedó hueco, vacío y agujereado, entonces se dijo basta. ¿Y qué demonios estaba haciendo ahí con ella ahora? ¿Divirtiéndose con una noche de sexo? Eso no era el sexo que a él le gustaba. Tenía a esa chica preciosa en cuatro, pisando las sábanas con las palmas de sus manos y sus rodillas, él estaba situado atrás y con sus manos venosas apoderándose de la cadera impropia, que penetraba con una fuerza equiparable a la frustración que sentía. No había miradas cómplices, caricias ni besos. Aquello era seco y puramente pornográfico, solo para desquitar sus necesidades biológicas, para retroalimentar su morbo y perversión, dejándose envolver por el ruido de sus gemidos y el choque abrupto de sus pieles humedecidas en sudor.
A ella le gustaba más que el sexo fuese a pelo, pero él no se sentía seguro, mucho menos cuando le pedía siempre terminar dentro. No obstante, llegado el momento Taehyung se retiró de su interior y comenzó a masturbarse para consumar, aunque ella logró ser más rápida: interceptó su miembro con su boca, moviendo de manera apresurada su cabeza hacia delante y hacia atrás hasta hacerlo terminar. Y no bastándole con aquello lo tumbó sobre el colchón, separó sus piernas y comenzó a hacerle una felación, mientras acariciaba sus muslos internos con sus manos y cosquilleaba contra su piel con la punta de sus uñas. Después de hacer que eyaculara de nuevo se dio una pausa a ambos, pero él sabía que se vendría otra ronda, que pronto la tendría saltando frenética sobre él, mientras se manoseaban el uno al otro de forma obscena.
Cuando el día llegó, los rayos del sol colándose por la persiana del gran ventanal hicieron que arrugara el entrecejo y con molestia apretara los párpados, apartándose de inmediato del tacto de la luz. Dio unas vueltas sobre la cama buscando abrazarse a su compañera; era un hábito que había tenido desde siempre. No obstante, al tantear con sus manos no encontró a nadie, entonces abrió los ojos y levantó un poco la cabeza, viéndose solo en esa cama y una nota que descansaba sobre el almohadón: Salí temprano para una sesión de fotos. Puedes quedarte en el cuarto el tiempo que quieras, Teddy. Debajo de las palabras estaban sus labios carmín estampados sobre el papel. Otra vez lo había drenado, le había quitado todo y desaparecía, dejándolo solo y vacío, decepcionado y triste. En verdad lo detestaba. Él no solo quería sexo y pasión, él anhelaba hacerlo entre caricias y amor. Todo el mundo le decía que era normal divertirse por una noche, pero no se trataba de lo que todos consideraran divertido, sino de lo que él quería y necesitaba.
Se levantó sin nada puesto y se dirigió al baño para tomar una ducha. Fue en ese momento que, al mirarse al espejo, pudo ver restos de pintalabios sobre su boca; lo había besuqueado mientras dormía. Definitivamente había tomado todo lo que quiso.
Después de ese baño renovador se vistió y abandonó esa habitación para no volver. Ya no había dudas, ya no quería experimentar qué sentía, pues no sentía nada, porque ella se había encargado de aniquilar esa pequeña pizca que lo hacía sentir mínimamente esperanzado y enamorado.
Una vez que consiguió arribar a su departamento, pudo sentir, con solo salir del ascensor cómo un aroma muy agradable impregnaba todo el piso. Caminó con su nariz en alto hasta que llegó a su puerta; el olor provenía del interior. Ya casi era la hora del almuerzo y su estómago gruñía de hambre. Abrió la puerta, dejó sus zapatos y allí en la cocina encontró a Nayeon, quien se sorprendió al verlo acercarse, mientras servía la comida en platos.
―Buenos días, Nayeon-ah.
―¡Tae! Bu-buenos días. ―Sonrió con cortedad.
―¿Qué huele tan rico? ―dijo, deteniéndose a su lado y arrimándose con ojos curiosos como un niño pequeño.
―Me fijé lo que tenías en las alacenas y la nevera para preparar algo. Espero no te moleste.
―Si preparaste comida para mí también no me molestaré.
―¡P-por supuesto!
―Comamos entonces ―dijo, y se dirigió a uno de los compartimentos para tomar unos platos y pocillos.
Con la mesa lista, la chica presentó lo que había preparado: arroz, pescado condimentado, salsa para marinar a gusto, picante, aunque no demasiado, y también huevos fritos. Además de eso, había preparado Japchae.
―Espero que sea de tu agrado.
―Algo me dice que sabrá tan bien como huele. Gracias por la comida ―dijo, ya con los palillos en su mano y dio sus primeros tres bocados.
―Y... ¿Cómo te fue con... esa chica? Tu... chica...
Formuló aquello en voz baja mientras revolvía sus fideos con la salsa. Se había pasado casi toda la noche dando vueltas en círculos y repitió que no le importaba lo que estuviera haciendo, por la sencilla razón de que Kim Taehyung era un adulto y libre de compromisos, así que podía hacer lo que se le viniera en gana con quien quisiera. Y aun así su cerebro continuaba carburando y enviaba imágenes que no deseaba ver. Ahora, otra vez estaba siendo traicionada por su subconsciente. El aludido frenó en seco la acción de comer y subió despacio la mirada hacia ella.
―¿Te importa?
«¡Mierda!», pensó ella. De verdad lo había dicho en lugar de pensarlo.
―¡N-no! No es que me importe lo que hicieron...
―¿Lo que hicimos? ―Le cortó el habla.
―¡Quiero decir...! Olvídalo, no es para nada de mi incumbencia. Fui atrevida. Lo siento.
―¿Entonces por qué preguntaste? ―incordió, escondiendo una sonrisa.
―¡P-por nada...! No me hagas caso, yo solo... desvarío... Tan solo preguntaba... Como yo no conozco a tu novia, pues...
―No es mi novia. ―La cortó en seco con un semblante serio, aunque se halló entretenido con el nerviosismo y rubor en la cara de la muchacha.
Masticó, y en el momento en que pudo degustar la textura y el sabor emitió un sonido que sobresaltó a su acompañante. Ladeó la cabeza hacia un lado, hacia el otro, en tanto mantenía el ceño fruncido y los párpados apretados. Sin detenerse ahí se levantó de la silla y volvió a gimotear. Se sostuvo del respaldo y siguió masticando.
―Esto está buenísimo ―dijo por fin, luego de ingerir.
―Q-qué bueno que te haya gustado ―dijo aliviada, mientras lo veía tomar asiento frente a ella.
―Nayeon, cocinas muy bien ―aduló, con la boca medio llena.
―Cuando vivía con mi hermana yo era la encargada de la cocina. A ella no se le daba muy bien, y yo... siempre tuve facilidad.
―Te pagaré para que me cocines todos los días.
―Por favor, no. Soy una perfecta extraña a la que estás dándole hospedaje sin cobrar. Es lo menos que puedo hacer.
―No eres una extraña. Eres una amiga.
Ante sus palabras, Nayeon se quedó gélida por la sorpresa, la armonía y soltura con la que había expresado aquello, y es que ni siquiera la miraba, solo comía. Pero su tono fue tan auténtico y cálido, que no necesitó más. Taehyung levantó la mirada por pura inercia y se encontró con ese rostro, mirándolo con esos ojos cubiertos por una muy ligera capa húmeda.
―¿Dije... algo malo?
―Yo nunca... he tenido ningún amigo. Desde pequeña... todo siempre fue trabajo, comer, dormir, más trabajo... para poder también comer y dormir en algo acolchonado en las noches. Viéndolos a ti y a Jimin, el amor y respeto mutuo que se tienen... Sí me dan ganas de tener un amigo.
Taehyung la sorprendió en cuanto tomó su mano sobre la mesa.
―Ya tienes dos.
―¿Incluyes a Jimin? Porque no estoy muy segura de...
―Como te dije, dale tiempo. Verás cómo te sorprendes ―dijo, y le guiñó un ojo, cosa que la hizo desviar la mirada con pena.
Después de almorzar y terminar de lavar todo, Nayeon se alistó y, tal como lo prometió, Taehyung la acompañó esta vez a repartir sus hojas de vida. En tanto ella ingresaba a los locales él aguardaba afuera y sostenía su mochila. Empero, más de una vez, y para su decepción, se vio obligado a meterse a causa de que la trataban de muy mala manera.
En el último comercio al que entró para probar suerte, el chico se quedó apoyado contra una farola e hizo una llamada, que concluyó cuando ella regresó, sin mucho ánimo en su rostro.
―¿Y bien? ―Le tendió su mochila.
―Mejor regresemos, estoy cansada ―dijo, colocándose los tirantes correctamente.
―¿Y si te digo que ya tienes trabajo?
―¿Qué? ―Abrió los ojos de manera considerable.
―Llamé a mi jefe, Choi Minho, para preguntarle si había alguna chance de que te tomaran en el bufete. Le recordé tu entrevista y me agradeció, de hecho, porque había tenido problemas con los papeles y carpetas y había perdido tu contacto. Quería llamarte.
―Entonces... ―se le iluminó la mirada.
―Empiezas el lunes con la capacitación. ―Le sonrió.
Y con un chillido que descolocó a más de un incauto caminando por la vereda, la chica dio un salto y se abrazó al cuello de Taehyung para abrazarlo y repitió "gracias" una y otra vez. Él rio por lo bajo y rodeó su cintura con sus brazos temiendo que pudiera caer, pero ella misma, dándose cuenta de la situación, plantó sus pies con firmeza en el suelo y se apartó con el rostro rojo.
―¡L-lo siento, lo siento! Fue la emoción del momento ―dijo, con sus manos sobre su boca.
―Descuida. ―Mantuvo su mueca; sus mejillas también tenían un poco de color, apenas.
―Gracias, Tae ―reiteró, inclinándose frente a él―. No sé cómo pagarte por toda tu generosidad y tu paciencia conmigo.
―Yo sé cómo. ―Levantó su mano―. Trabaja duro, sonríe y sé feliz ―dijo, enumerando con los dedos por cada palabra agregada.
Nayeon esbozó una sonrisa, que volvió pequeños sus ojos brillantes. Y Taehyung encontró aquello muy hermoso.
―Volvamos al departamento. ―Dio un leve meneo con su cabeza.
―Dime qué te gustaría para cenar, Tae. Te prepararé lo que quieras.
―Mmm... Quedó carne en la heladera.
―Perfecto, haré carne con salsa y un poco de ramen.
―Oh, ¡suena delicioso!
Ambos caminaron a la par, con el cielo que comenzaba a oscurecerse y las luces de la calle se encendían de a poco, iluminando el entorno.
En cuanto la semana dio comienzo, Nayeon, con mucho nerviosismo aunque también bastante emoción, comenzó a capacitarse y familiarizarse con su nuevo trabajo. Tuvo chances de cruzarse con Taehyung por los pasillos y también de almorzar junto a él.
Jimin por su parte, se encontraba estirando el cuerpo para luego comenzar a danzar en la sala, cuando de pronto alguien tocó a su puerta. Se trataba del delegado de la correspondencia, quien contaba con acceso a los pisos del edificio para entregar el correo a cada inquilino en tiempo y forma. Jimin le dio una generosa propina como de costumbre y lo despachó rápido. Ojeó las cartas, y entre las cuentas se encontró con un sobre blanco que llevaba "Presidente Park" escrito en el dorso, entonces se estremeció; ya sabía lo que podría esperar, y para su desdicha no se equivocó. En el interior del sobre había una pequeña nota rosa: Me lo estás poniendo difícil, Jimin. Pero soy una persona lista y persuasiva, como has podido ver. Pronto arreglaré otro encuentro más próspero para ambos. Apenas terminó de leer aquello su piel se erizó, como si una sustancia extraña y helada escurriera en picada por su espalda. Devolvió la nota al sobre, cargó todo en sus manos y se dirigió prácticamente corriendo al ascensor. En planta baja, alcanzó a interceptar al muchacho del correo, aunque no pudo ofrecerle una réplica que lo dejara satisfecho, por lo que fue al área de seguridad y pidió ver las cámaras de vigilancia. No sabía lo que estaba buscando, solo esperaba poder verlo e identificarlo, lo que sea que le diera una pizca de sosiego, pero no obtuvo nada, solo más incertidumbre y miedo, ya no por él, sino por sus seres queridos. Regresó al piso veinte, el propio, y allí se quedó dando vueltas en círculo mientras hablaba con Jung Ho-seok por teléfono.
―No puedes vivir encerrado para siempre por culpa de un psicópata. Esa es la realidad, Jimin-ah. Pero sí puedo entender que estés asustado, serías un tonto si no lo estuvieras. ¿Qué dice la policía?
―¿La policía? ¡Já! Son más incompetentes que cualquier infeliz que haya despedido de la editorial alguna vez. Pedí refuerzos en la seguridad del edificio donde vivo.
―Bien pensado. Y, oye... No te prives de salir, ¿de acuerdo? Solo sé precavido, procura que sean espacios abiertos y no quedarte absolutamente solo, ¿bien?
―Sí. Sí, lo haré.
―Con Hye estamos averiguando por un piso en Busan. Aunque lo más probable es que antes de comprar rentemos primero.
―J-Hope... No harás eso solo por mí, ¿verdad?
―Creo que será una buena inversión y podremos vernos más seguido. Hay que cuidar de nuestro pequeño Jimin. Pero no te creas tan importante tampoco, ¿eh? ―dijo, riendo por lo bajo.
Jimin procuró sonreír, pero lo cierto es que se había conmovido mucho. Apretó los labios, contrajo con solidez su entrecejo y contuvo un poco el aliento, así como las lágrimas. No podía creer las molestias que se estaba tomando por su causa, incluso si le traía gastos, complicaciones en su trabajo, o en su día a día.
―Gracias, hyung ―dijo, tras aclarar su voz tanto como le fue posible.
―No hay nada que agradecer. Para eso estamos los amigos.
Al finiquitar la llamada, el muchacho se dirigió al baño a lavar su rostro enrojecido. Las lágrimas habían caído sin remedio; siempre había sido así y la mayoría de las veces no sabía por qué lo agolpaba tanto la tristeza de repente. Pero su explicación al encontrar su rostro frente al espejo era que él estaba roto e incompleto y por eso, se hallaba en la tarea de reunir las piezas de sí mismo, porque vivir en constante incertidumbre lo aniquilaba por dentro. Como en ocasiones anteriores, direccionó las comisuras de sus labios hacia arriba y se forzó una sonrisa en su sombrío semblante.
Llegada la tarde, con el cielo anaranjado, cuya luz se colaba por la ventana de la habitación de Jacqueline, comenzaba a causarle estragos en sus ojos, por lo que corrió la cortina para opacar el fulgor y volvió a lo suyo: estaba frente a su espejo de pie poniendo sobre su pecho diferentes camisas, aunque ninguna parecía convencerla.
―¿Seleccionando guardarropa, hermanita? ―le habló Felix, llevándose un caramelo a la boca de una pequeña bolsa que sostenía en su mano.
―Saldré mañana y no sé qué ponerme. Esto no suele pasarme, me hace enojar un poco ―dijo con frustración, arrojando la prenda que sostenía sobre el montón que yacían desparramadas sobre su cama.
―Oh, sales con Dahyun. Linda chica, es muy dulce.
―¿Sabes guardar un secreto?
―No.
―En realidad... ―murmuró, inclinándose un poco hacia él y acercó su mano a la altura de su mejilla para continuar―: Saldré con un hombre.
Y ante ese bisbiseo inesperado y cauteloso, Felix comenzó a toser de manera frenética tras ahogarse con el maldito dulce.
―¿Un hombre de verdad? ―preguntó con una mano en el pecho, a lo que su hermana mayor se llevó las manos a la cintura y lo miró con increpe.
»Por favor, no me digas que aceptaste una invitación de alguno de esos mojigatos de la iglesia.
―Nada de eso. ―Negó con la cabeza―. Se trata de... ―Detuvo el habla, bajó la cabeza y empezó a jugar con sus dedos.
―¿De quién? ¡Habla, tonta! ¡No me dejes con la espina!
―No lances improperios contra mi persona o te voy a pisar el pie.
―Obsérvame temblar.
―Se trata de... Jimin.
―Oh, Jimin. ―Sonrió y se llevó otro dulce a la boca.
Fue en el momento en que lo tuvo sobre su lengua que la señal golpeó con una fuerte descarga en su sistema nervioso. Estrujó el caramelo entre sus dientes de una sola vez y llevó sus ojos bien abiertos hacia su hermana.
―¿Park Jimin? ¡¿Tu puto jefe?!
Un "Shh" muy sonoro fue lo que obtuvo en respuesta, y Jacqueline corrió a cerrar la puerta de su cuarto.
―¿Quieres que papá y mamá me azoten? ―expresó con cruda sátira.
―Oh, sis! You have to be kidding me! (¡Oh, hermana! ¡Tienes que estar bromeando!) ―dijo con júbilo y una gran sonrisa que dejó ver su blanca hilera de dientes. Se llevó las manos a la boca después, casi dando pequeños saltos en su lugar.
―Be quiet, would you?! (¡Guarda silencio, ¿quieres?!)
―Cuéntamelo todo, ¡ya!
―No hay mucho que contar. Él necesitaba salir y relajarse, entonces yo me ofrecí para acompañarlo. Además le debía una cena, tú sabes... Aunque ahora que lo pienso se la sigo debiendo porque si llego muy tarde a casa nuestros padres me matarán.
―¡Úsame a mí! Seré tu coartada ―declaró frenético.
―No quisiera incomodar a Jimin llevándote. Aunque la última vez se veía bastante apacible.
―Wha...?! Un moment s'il vous plait. (¡¿Qué...?! Un momento, por favor). ―Aplicó un poco de francés esta vez, acudiendo además a su voz grave―. ¿Ustedes dos ya salieron?
―S-sí...
―Holy Jesus wearing a skirt! (¡Santo Cristo vistiendo falda!). ―Se llevó las manos a las mejillas, atónito―. Oye... ―La miró de arriba abajo―. ¿Qué fue lo que te pusiste cuando saliste con él?
―¿Yo? Pues... Lo que traigo puesto. Lo que usualmente llevo cuando voy al trabajo.
―¡Eres idiota!
―Oye, sin insultos.
―Por todos los cielos, Jackie. ¡Mírate! Pareces una bibliotecaria que vende biblias en su tiempo libre. ―Estiró su brazo y la apuntó con su mano abierta―. ¡Por Dios! Con solo verte me dan ganas de comprarte la biblia y cuando te des la vuelta para marcharte sonriente con mi dinero... ¡PUM!, te estampo la maldita biblia en la nuca.
―Tampoco tienes que ser grosero.
―Jackie, eres mi hermana y te amo. Y como te amo debo ser honesto: ¡Te vistes como la mierda! Me sorprende que haya querido volver a salir contigo.
―Eso es porque solo nos enfocamos en pasar un buen rato juntos y nos divertimos como buenos amigos, es todo.
―Ajá. Y yo me chupo el dedo.
―Pues ve al médico a hacerte tratar. No es un hábito normal en un chico que roza la adultez.
Felix se estampó su mano contra el rostro. Ardió, pero no le importó.
―No vas a salir con "Park glúteos Jimin" vistiendo como una maldita monja...
―Por el amor de Dios, no hables de su retaguardia... Eso es feo.
―Te propongo algo. Puedes llamarlo un experimento si quieres.
―Fel, no...
―Fel, sí. Ahora escúchame, vendedora de biblias. Voy a escoger algo lindo y destapado para ti, para que te veas diferente. Si se te queda mirando mucho rato yo gano, y me dejarás elegir tu ropa para la próxima cita.
―¡No es cita! ¿Y qué te hace pensar que habrá un tercer encuentro?
―Contesta.
―¿Y si no es como dices? ¿Me dejarás en paz?
―Si no te mira lo más probable es que sea un gay reprimido. Y le darás mi número.
―¡Ay cállate! ―Se giró en dirección al espejo y apartó su pelo encrespado de la cara.
Su hermano se incorporó detrás de ella, la contempló un momento y le sonrió.
―Hablando en serio... ―La miró a través del espejo―. Sé que tienes ropa bonita en tu armario. Y sé que te mueres por usarla pero te refrenas por mamá y papá ―dijo, y la tomó por los hombros para girarla hacia él―. Sé que no la vestirías por nada ni nadie, solo porque te gusta. Así que... ¿Por qué no empiezas a ser más como tú misma y te vistes como de verdad quieres vestirte?
―Pe-pero... mamá y papá...
―Mamá y papá lo tendrán que aceptar. Ya no eres una niña, Jackie. Hazlo...
Con un semblante triste pero decidido, Jacqueline caminó hasta su ropero, esculcó un poco, y del fondo, dentro de una bolsa negra en un rincón, descubrió unas prendas que desplegó sobre su colchón.
Al día siguiente, poco antes del encuentro pactado, Jimin recibió un mensaje de texto por parte de su psicóloga. A él no le pareció extraño en absoluto, después de todo, desde su perspectiva, sabía que velaría por su salud. La "tranquilizó" sin embargo, escribió unas tres líneas y apagó rápido la pantalla de su teléfono, aunque llevó sus pupilas al techo al escucharlo vibrar de nuevo y su expresión de hastío cambió por una de sorpresa en cuanto vio el nombre de Jacqueline en lo alto de la lista de chats. «¿Podríamos vernos más tarde hoy? En el parque. ¿Te parece bien?». Como siempre, el mensaje era demasiado largo, pero él destacó aquello solamente. Se tomó unos segundos, pensativo y respondió con un "Está bien".
Llegada la hora pactada, Jimin caminaba por el parque entre la gente. A una distancia prudente, Min-jae observaba todo el panorama, sin perder de vista a su "cliente".
Buscó con la mirada, pero no consiguió encontrar a su compañera, por lo que la llamó directamente.
―Jackie, ya estoy aquí. ¿Dónde estás? Estoy dando vueltas como un...
Y su habla se cortó de repente cuando sus ojos fueron cubiertos por dos manos desde atrás.
―¡¿Adivina quién...?!
Aquella dulce voz no alcanzó a decir más, pues Jimin se había girado de manera brusca y así mismo se había apartado de su tacto, lo que causó que su teléfono fuese a parar al suelo. Jacqueline se llevó las manos al pecho y lo miró tan o más espantada que él, con el pecho inflándose y evacuando el aire con rapidez.
―L-lo... siento ―emitió ella, pasmada.
Y con un parpadeo Jimin pudo volver en sí, situándose en tiempo y lugar. Se percató de ese rostro asustado que le devolvía la mirada, y de los ojos ajenos que los observaban, por lo que carraspeó, se pasó una mano por el cabello y se inclinó a recoger su teléfono. La muchacha se agachó a su lado con intención de ayudarlo, pero en cuanto rozó su brazo apenas él se apartó con recelo, dejándola todavía más estupefacta.
―Lo lamento, yo...
―Jackie... ―Se llevó una mano al rostro y frotó sobre sus ojos―. Discúlpame, no era mi intención. Nunca... me ha gustado ser sorprendido por la espalda ―dijo, agarrando su teléfono.
―E-está bien, yo... No debí. Has sufrido un secuestro, hay un loco por ahí acosándote y vengo yo a alterarte todavía más con un juego infantil.
―No digas eso, no fue nada. Soy yo el problema... No soy... normal. ―Giró el rostro hacia ella con una ceja enarcada.
―Nadie lo es ―dijo, y reposó sus manos sobre sus piernas, enderezándose―. Vamos a pasear, no nos quedemos aquí. ―Mostró una sonrisa y le tendió su mano.
Con más tranquilidad en su persona, Jimin alzó una de las comisuras de su boca y tomó su mano para ponerse de pie. Fue en ese momento en que pudo apreciar mejor el aspecto de la muchacha a su lado. Llevaba un lazo grande y largo que recogía su cabello en una media cola; tenía puesta una blusa de seda rosa chicle sin mangas y los botones de la parte superior desprendidos. Llevaba además, una falda blanca estampada de rosas y el largo llegaba apenas a sus rodillas esta vez, dejando lucir un poco sus piernas y sus característicos zapatos con correa en T, con un tacón gentil y que hacían juego perfecto con su guardarropa. En su rostro también se podía apreciar un maquillaje muy sutil, con una pequeña sombra en los ojos y sus labios en tono salmón rosado.
―Wow, Jackie... Te ves muy bien.
―¿De-de verdad? ¿Te gusta? ―preguntó apenada, apartando la mirada y ruborizando sus mejillas.
―Mucho. De verdad ―sonrió ante la ternura que le despertaba―. Deberías vestirte así más seguido, resaltará tu belleza.
―T-tal... vez lo haga. ―expresó con timidez.
Sin darse cuenta siquiera comenzaron a caminar a la par. Pese a ser día de semana había mucha gente en el parque y abundancia de niños. Uno de ellos llamó la atención de ambos ya que su globo se había quedado atascado entre las ramas y hojas de un árbol. Jackie estuvo decidida a trepar, pero Jimin se le adelantó dando un ágil salto a uno de los troncos bajos, trepó, recuperó el globo y bajó para devolverlo a su pequeño dueño.
―¡Wow! Gracias. Señorita, su novio es muy fuerte.
―¡Oye, no es mi...!
―Por supuesto. Tengo que ser fuerte para poder cuidar bien de mi novia, ¿no crees? ―dijo Jimin, en cuclillas frente al niño, cerrando su puño a la altura de su hombro y guiñando un ojo―. Harás lo mismo en cuanto tengas tu novia, ¿verdad?
―¿Yo? ¡¿Novia?! ¡UGH! ―exclamó y salió corriendo de ahí.
Jimin sonrió y dejó ir una risa nasal, mientras que para Jackie fue una carcajada. Siguieron su camino, curiosearon los puestos que vendían dulces o adornos y hablaron de trivialidades. En su ruta de regreso él comía una manzana acaramelada, mientras que ella degustaba una pequeña paleta dulce.
―Después de salir del trabajo me fui a casa de Dahyun, me cambié de ropa, me retoqué el maquillaje y vine aquí.
―Así que volviste a mentirle a tus padres...
―No me hubieran dejado salir con esta ropa de la casa.
―Tienes que dejar de tenerles miedo y ser firme frente a ellos.
―Yo solo... no quiero problemas.
―Pero mentir no es la solución, Jackie. Te estás volviendo una pecadora, harás llorar al niñito Dios.
―Tu expresión es errada. Me recuerdas a Felix cuando haces eso. Cuando discute con mi madre él susurra "Satanás aquí te quiero más" ―comentó, tratando de imitar el tono bajo y rasposo de su hermano sin éxito y haciendo que Jimin estallara, llevando la nariz al cielo.
―¿Tu hermano hace eso? ―dijo, tratando de apagar la risa―. Es un chico inteligente. Le copiaré la frase.
―Felix puede ser muy irreverente a veces, pero en realidad es un pollito que le encanta recibir amor. No poder contar con el apoyo de nuestros padres le duele, aunque no lo muestre.
―Puedo entender eso. Yo siempre tuve mucho conflicto con mi padre.
―¿Y con tu madre te llevabas bien? ―preguntó de manera automática, obteniendo un rápido asentimiento como respuesta.
―Ella... era mi mejor amiga ―dijo, sonriendo con nostalgia y tristeza.
―Qué dulce. Debes extrañarla mucho.
―Cambiemos de tema, ¿sí?
―Sí, disculpa. Y... ¿Tu mano está mejor?
―Sí. Hago los ejercicios que me indicó el doctor...
Tras un poco más de caminata se detuvieron frente a un cercado, que dejaba ver el lago bajo sus pies. Allí, con el sol sobre ellos y una brisa cálida perpetuaron la calma momentánea con un respiro. Jacqueline tomó su teléfono y aprovechó la buena luz natural para tomarse una foto, aunque hizo una mueca de desagrado al verla.
―¿Por qué no puedo salir bien en las fotografías? ¿Debería maquillarme más? ―Pensó en voz alta.
―No es que salgas mal, sino que no es tu perfil bueno ―le dijo su compañero, luego mordió el dulce entre sus dientes, separándolo del palillo y lo arrojó lejos en el agua―. Permíteme, yo puedo tomarte la foto que quieres.
―E-está bien... ―dijo con sorpresa y encogimiento y depositó su teléfono sobre su palma.
Aun masticando ese sabroso dulce, el chico retrocedió unos pasos y enfocó. Sin embargo, antes de darle la señal una ráfaga de viento resopló, causando que su cabello y el de la muchacha ondearan al viento. Con su falda no hubo chance, pues ella la sujetó a tiempo. En ese momento, Jimin se quedó estático ante el hipnótico baile del pelo y las tiras del lazo que lo sujetaba, luego estacionó sus ojos en el suave rosa de sus mejillas, la pequeñez de sus ojos, que aguardaban a que el viento cesara para volverse gigantes. Nunca pensó encontrar tanta paz reunida en un solo ser y que la direccionara directo a su persona.
―¿Jimin? ¿Está todo bien?
Y ante ese llamado de atención el aludido reaccionó y asintió. Ella posó de manera dulce; no podría ser de otra forma. Él dio la señal, entonces tomó tres fotografías y luego se acercó a entregarle el aparato.
―¡Vaya, esto luce mucho mejor! Te lo agradezco.
―Por supuesto. No dirijo una editorial de moda por nada, ¿sabes?
―Tómate una foto conmigo.
―¿Y para qué quieres una conmigo?
―No sé. ―Se encogió de hombros.
Jimin se apropió del teléfono, se situó a su lado y con lo mejor de su repertorio actoral frente a las cámaras sonrió y tomó él la foto.
―Listo.
―Gracias, Jimin. Se ve muy bonita.
―Sí, se ve bien. Tu perfil bueno no hace que se te note tu nariz de pinocho. Tú sabes, ahora que eres una pecadora mentirosa.
―Ay otra vez con eso...
―"No mentirás". Es uno de los doce pecados capitales.
―Jimin, los pecados capitales son siete.
―Sí, igual que las zonas erógenas.
―¿Cómo dices?
―Nada, nada. Pensaba en voz alta.
―Ahí también te equivocas. Las zonas erógenas no son siete ―dijo, adelantando el paso frente a él.
Y por primera vez en su vida Park Jimin podría jurar que en el rostro de Jacqueline Brown Lee pudo notar una sonrisa ladina, cosa que le produjo tanta gracia como simpatía.
Se apresuró a alcanzarla y caminar con tranquilidad a su lado.
―¿Y tú en qué clase de biblia leíste eso?
―¡En ninguna! Por Dios santo...
Exclamó aquello con su rostro ardiendo, casi palpitando de incandescencia y enrojecido de la vergüenza. Hizo reír a Jimin; molestarla era su materia favorita.
―Relájate, ¿quieres? Es normal ser curiosos en esas cosas.
―¿L-lo es?
―¡Claro que lo es! No dejes que te hagan pensar lo contrario. El sexo no es un pecado, Jacqueline, solo un arma de doble filo.
―¿Doble... filo? ―preguntó, con un poco de susto.
―Quiero decir, que todo puede salir muy bien o muy mal.
―Oh, entiendo.
Continuaron hablando y riendo de tanto en tanto. Estaban en paz y sentían regocijo ante la compañía del otro. Era el comienzo de una linda amistad, del forje de un gran lazo. Aunque las heridas continuaban abiertas, aunque dominaban los prejuicios, la ignorancia, respecto a muchas cosas y la amenaza en los numerosos ojos distantes que los observaban caminar a la par, siendo la inminente advertencia de la cual ni siquiera eran conscientes, pues se creían libres en esa senda, pero no lo eran.
~ B i t t e r s w e e t ~
https://youtu.be/QI38JgvQva4
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¡Hola! Espero que estén muy bien.
Hago este apartado para agradecerles porque llegamos a 1k de lecturas, ¡¡gracias!! ;o;
También quería decir que sigo teniendo dificultades en el armado de diálogos, ya que me cuesta identificar cuándo debo usar mayúscula y cuándo no. Ofrezco disculpas por eso, pero sigo practicando y aprendiendo así que poco a poco lo perfeccionaré. >:3
¡Gracias enormes una vez más por seguir quedándose a leerme! ♥
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