Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 32: Rompiendo el hábito

Park Jimin cruzaba una tercera puerta en el hospital. Sudaba frío, hiperventilaba, y a cuanto asistente encontraba a su paso preguntaba por los mismos nombres. Todavía podía escuchar las palabras de su secretaria, informándolo de lo ocurrido: ¡Señor! ¡Acaban de informar que Lee Dong-min sufrió un accidente!

A unas pocas calles del edificio Park, en una pequeña área desolada por la que circulaba, Dong-min fue acribillado, recibió una paliza terrible y fue abandonado ahí mismo. Por fortuna, un recolector de basura lo encontró y alertó a las autoridades.

Al unísono, Taehyung había gritado el nombre de su hyung al verlo tendido sobre el asfalto. Bo-gum prácticamente se arrojó contra él, dándole un fuerte empujón que lo apartó de la ruta de aquel desquiciado conductor anónimo. No obstante, fue él quien recibió el impacto directo, su cuerpo rodó y abolló el capó, luego el techo, el maletero y cayó inconsciente, magullado, ensangrentado. Sin estar satisfecho con aquello, el individuo sacó una pistola por la ventanilla del auto en pleno movimiento de huida y disparó en dirección a Taehyung, quien por pura inercia se hizo un ovillo en el suelo, evitando que le diera de lleno en la cabeza, aunque penoso fue que sí hirió a otro civil.

Taehyung lloraba, quería acercarse a ver que su amigo estuviera bien, pero la gente alrededor no se lo permitió, ya que no era conveniente moverlo de ninguna manera o podría ser fatal.

La ambulancia llegó a los pocos minutos. Con mucho cuidado le colocaron el collarín al muchacho, lo cargaron en una camilla, le suministraron oxígeno de inmediato y, tras ver a ese pobre ejemplar de cabello marrón hecho un mar de lágrimas y pedirlo con el corazón estrujándolo en su mano, permitieron a Kim Taehyung acompañarlos.

Allí, al cruzar la cuarta puerta, Jimin se encontró con él por fin y llamó su nombre, captando su atención de inmediato. Su amigo caminó en su dirección y se dejó estrechar entre sus brazos, sollozando.

―¿Estás bien, Tae? ―preguntó, luego de apartarse y tomarlo por el rostro―. ¿Qué fue lo que pasó?

―Estoy bien... pero Bo-gum-ssi... Bo-gum-ssi...

Un agudo pitido que conminaba hizo que ambos giraran la cabeza hacia la sala donde estaban atendiendo al chico en cuestión.

―¡Entró en paro! ¡El desfibrilador, ahora!

Primera descarga. Nada. Un segundo intento, y nada. Los dos amigos estaban siendo espectadores de primera fila. Con los ojos rojos y colmados en lágrimas, Taehyung apretó con fuerza el brazo de Jimin a su lado y llevó sus ojos a la mano de Bo-gum, con la sangre escurriendo fresca todavía y manchando su alianza de compromiso. «Pronto se casará con su prometida. No puede terminar así», pensó, mordiendo y relamiendo su labio bajo, en tanto las lágrimas bañaban sus mejillas.

―Vamos, hyung... Vamos... ―masculló Jimin, con la mirada fija y una postura inmutable.

Si bien era visto como una persona sensible y de lágrimas fáciles, cuando estaba acompañando a alguien más en su dolor, cuando brindaba apoyo a sus seres queridos, era fuerte, el más fuerte de todos. No por sí mismo, sino por la fortaleza que le otorgaban los demás, porque cuando los demás no estaban bien, él lo estaría por ellos. Porque así era él: todos antes que sí mismo.

Ese pitido maldito, denotando la carencia de pulso, no cesó, hasta que en lo que prometió ser un último intento, el alivio llegó con un latido, y pasados unos segundos otro más, hasta que se mantuvo constante y en harmonía. Bo-gum se había estabilizado por fin, y Taehyung se hizo pequeño en donde estaba, acurrucándose como un niño pequeño y llorando a lágrima viva, sin haber podido hallar otra forma de exteriorizar su espanto así como su alivio. Jimin sonrió, se agachó a la par de su mejor amigo y le dio un cálido abrazo.

―Ya, ya... Bo-gum-hyung se pondrá bien. Ya verás.

Taehyung, con la cabeza escondida en el pecho de su amigo, asintió. Jimin le dio unas palmadas a la espalda, entonces ambos se irguieron.

―Fueron por mí, Jimin-ah. Dispararon de lleno, no supe qué hacer y Bo-gum-ssi... Es la mafia. Han venido por mí...

―No es la mafia. ―Negó con la cabeza y del bolsillo sacó el mil odiado papel rosa.

―¿Qué...? ―Observó la lista―. ¿Po-por qué el nombre de Jung-kook está ahí?

―No lo sé. Jung-kookie no está aquí desde hace años. Escapa a mi raciocinio el cómo diablos lo conoce.

―Hijo de puta... Si llego a tenerlo en mis manos... ―Apretó el puño con inquina.

―Tengo que buscar a Cha. Él también fue trasladado aquí.

―¿También? ¿Qué le pasó?

―Parece que le dieron una paliza.

―¿Fue obra de ese maldito?

―Es lo más probable. ―Se pasó una mano por el cabello―. Esto es por mí, es mi culpa...

―No lo es. ―Lo sujetó por los hombros―. Él está atacándonos, no tú, ¿okey?

Pese a no poder mostrar un buen semblante en retorno y con la mirada baja, asintió. Dejó a su mejor amigo por un momento, ya que no se despegaría de Bo-gum hasta no poder hablar con los médicos, por lo que avanzó por su cuenta por el pasillo. Sabía a qué habitación del área de guardia debía dirigirse, ya que previamente había preguntado en la recepción. Allí encontró al muchacho en cuestión, en compañía de una chica de larga cabellera negra con tenues reflejos azulados contrastando con su pálida tez. Llevaba una gorra con visera verde manzana, igual que su chamarra arremangada, con unos shorts claros y rasgados.

―Si quieres hacerme un favor, entonces vete de aquí ―murmuró él, y llevó sus ojos a la puerta al momento de oír un toque suave sobre el marco―. Hyung ―expresó con sorpresa.

Jimin hizo una pequeña reverencia a modo de saludo para ambos, mas la muchacha ni siquiera lo miró, tan solo dio media vuelta y caminó a la puerta, saliendo con prisa y sin decir una sola palabra. Jimin la miró anonadado, y movió luego sus pupilas hacia su amigo.

―Mi novia... O debería decir ex. Perdona sus pésimos modales, por favor, hyung.

―Así que ella es la abusiva ―dijo, metiendo su mano sana en el bolsillo de su pantalón y detuvo el paso frente a la camilla―. Me alegra saber que pudiste tomar una decisión por fin, así no se harán más daño el uno al otro.

―No fue fácil. Pero sé que es mejor así ―dijo con resignación.

Jimin lo miró con mayor detenimiento: tenía un ojo morado y casi no podía abrirlo. Su ceja y labio estaban partidos y, teniendo la camisa abierta, pudo ver el color oscuro de los cardenales bajo las vendas que le habían colocado.

―Te han dado una buena tunda, ¿eh? ―dijo, intentando romper la tensión, aunque no podía esconder su preocupación.

―Me rompieron dos costillas ―dijo, y apoyó su espalda contra la parte superior de la cama, que se hallaba reclinada―. Aunque no me han tirado ningún diente por suerte. ¿Cómo supiste que estaba aquí? A todo esto.

―Te encontraron en la cercanía de la editorial. Dieron aviso a la oficina y llegó a mí.

―No tenías que venir...

―Sí tenía. Para eso estamos los amigos.

―Tú... ¿También te lastimaron a ti? ―indagó, dejando ver aflicción en su rostro, después de notar los raspones y el guante envolviendo la zona de su mano y muñeca.

―Oh, esto... Fue un pequeño incidente menor, no te preocupes. Más vale preocúpate por reponerte, ¿okey?

―O-okey...

Al mismo tiempo, Taehyung hacía un surco imaginario en el pasillo, esperando impaciente establecer comunicación por medio de su teléfono celular.

¿Hola?

―¡Jung-kookie!

Ah, primo... tú siempre tan inoportuno...

―¿Estás bien?

La señal no es nada buena. ¿Eres tú o soy yo?

―Sí, bueno... es probable que sea yo...

¿Ta...ung?

―¿Kookie, me escuchas?

Cie...s, no log...o oi...te bien.

―Mierda. Descuida, me conformo con saber que te encuentras bien. Hablamos luego.

De ac...rdo.

El muchacho colgó y se quedó con sus ojos mirando el piso, absorto y con el ceño fruncido.

«¿Por qué Jung-kook estaba en esa lista? Jung-kook no está viviendo aquí hace años. ¿Qué demonios significa?», pensó, dando pequeños golpes con su teléfono sobre sus labios.

* * *

―Cha... ¿De casualidad... pudiste ver el rostro de quién te atacó?

―La verdad no. Me atacaron de repente por la espalda. Pero sí puedo decirte que era más de uno.

―¡¿Más de uno?! ―Soltó con exaltación, frunciendo el ceño y se llevó la punta de su pulgar a la boca, absorto. «Así que este bastardo no trabaja solo después de todo», pensó.

―Jimin, ¿qué ocurre? ¿Pasa algo malo? ―preguntó, frunciendo el entrecejo hacia arriba, que dejó ver un rostro triste y angustiado.

―N-no, no... tranquilo ―dijo, dejando caer su mano sobre su pantorrilla, y le dio una suave palmada―. Denuncia a esos desgraciados y tómate el tiempo que necesites para reponerte, ¿de acuerdo?

―S-sí... La policía vendrá en un rato.

Jimin apretó los labios, bajó la cabeza y la elevó lento, luego procedió a retirarse, aunque su amigo se quedó confuso ante las últimas palabras que compartieron.

Park volvió a reunirse con Kim en el pasillo, y le confirmó que Jung-kook se encontraba bien, cosa que lo alivió, aunque se guardó sus cavilaciones para sí mismo; no quería alterarlo inútilmente.

La semana siguió su curso. Jimin terminó sus pendientes en la oficina y su aspecto mejoró de manera considerable. Asimismo, la salud de sus amigos heridos fue prosperando. Park Bo-gum fue dado de alta, aunque debió guardar reposo por un tiempo, y por él estaba bien, ya que su prometida en casa lo consentía en demasía.

Taehyung le platicó a Jimin sobre Kim Min-jae; claro que lo conocía. Pese a sus contactos no fue tarea fácil, pero consiguió personal de su confianza para que se ocupara de la seguridad de todos. Por supuesto que Jimin lo remuneraría por ello.

Después de que todo quedó pactado y sellado, el joven empresario se retiró a sus pendientes, dejando a los dos Kim solos en ese café.

―¿Qué era eso que querías decirme? ¿Te me vas a declarar? ―bromeó Min-jae, aunque su tono y rostro eran muy prudentes.

―No, todavía no es el momento, así que te tocará esperar ―respondió con una voz y un semblante aún más circunspectos que los de su amigo.

Se tomó el atrevimiento incluso de agarrar su mano y ver esa sonrisa ya imposible de esconder en su rostro. Nada ni nadie debía decirle a Taehyung cómo seguirle el juego a las bromas de sus amigos. Sus respuestas eran siempre tan orgánicas y joviales que no lo podían seguir. Era el rey incuestionable de la réplica para la tarea.

Luego de dejar los chistes aparte, Taehyung compartió sus inquietudes respecto a la última nota que Jimin había recibido, con esa aparente "lista negra".

―¿Por qué Jung-kook? ―inquirió Min-jae.

―Es lo que me gustaría saber...

―Pásame su número. Le haré una llamada.

―Pero...

―Tranquilo, no dejaré que vea que se trata de mí. Siempre que me atienda el teléfono podré rastrearlo.

―No lo sé... Desconfiar así de Kookie... ¿Cómo se lo diré cuando lo vea?

―No se lo digas, hyung... Que quede entre tú y yo.

Aún dubitativo, Taehyung subió sus pupilas, encapsuladas en esos ojos preocupados; no quería hacer algo como eso, pero dadas las circunstancias... solo deseaba saber.

* * *

Era viernes, exactamente las cinco y treinta de la tarde. Jimin se colocó su gorra, subió sus anteojos oscuros por el puente de su nariz y tomó sus llaves para salir. Tocaba asistir a su sesión con Fan Bing-bing. No obstante, una vibración en el bolsillo de su sudadera hizo que llevara los ojos a la pantalla de su teléfono celular, y sus lentes resbalaron hasta casi caer. Era un mensaje de Jacqueline: «¿Pasará por mí a la oficina o quiere que le envíe la dirección y nos vemos allá?». El mensaje era mucho más largo y con miles de preguntas que involucraban cómo se sentía, pero solo resaltó aquello último y dejó es capar un "mierda" que casi masticó entre sus dientes. ¡Lo había olvidado por completo!

Jimin mordió su labio bajo y llevó la cabeza hasta arriba, mirando en todas direcciones, tratando de decidirse, y así lo hizo. «Lo siento mucho, pero no voy a poder verte hoy. Tengo un compromiso importante», tecleó rápido.

Más tarde, Jacqueline guardó su teléfono con desilusión en su bolso y se dispuso a abandonar su puesto de trabajo. Salió del ascensor en la planta baja, mientras solicitaba un taxi que la llevara a casa. Sin embargo, al cruzar la puerta principal, a un extremo oyó que llamaron su nombre. Al girarse se encontró con Jimin, apoyado contra la puerta de su auto y su mano en alto. La chica aprisionó la punta de su lengua entre sus dientes con una sonrisa esbozada en su cara y se acercó.

―Sí vino.

―Claro, ¿pensabas que me había olvidado? ―Sonrió de lado.

Embustero.

Jimin había cambiado su guardarropa, dejó esas prendas deportivas y deprimentes por unas más casuales y dignas de verse: una camisa escocesa amarilla con líneas en azul oscuro y negro, unos jeans claros un poco desgastados y con algunos agujeros y zapatos negros. Desde luego, observó que Jacqueline vestía una camisa abotonada hasta el cuello, de mangas largas y hombros ligeramente abultados en un tono rosado, casi blanco, una falda tableada larga hasta los tobillos y unos zapatos negros y relucientes con correa en T. Sintió que estaba a punto de salir con alguien a quien podría llamar noona, y eso le dio escalofríos por un segundo. Pero le daría una oportunidad a este paseo, o como lo llamaba Jacqueline "saldar una deuda pendiente". Necesitaba salir de la rutina, hacer un cambio, romper el hábito y dejarse llevar por sus pies lejos de todos esos pensamientos oscuros y nocivos.

A su vez, Fan Bing-bing se encontraba en sus aposentos, sentada cómodamente en la cama de su dormitorio, degustaba un cigarrillo en silencio, sin importarle en lo más mínimo que el interior se llenase de humo y esencia de tabaco. Su teléfono yacía casi al pie de la cama donde lo había arrojado después de recibir ese mensaje de texto por parte de su paciente favorito.

* * *

Jacqueline sintió que tal vez era un poco descarado que se hayan ido juntos casi en la puerta del lugar donde ambos trabajaban y a la vista de todos, mas Jimin solo se encogió de hombros; le importaba un bledo.

Le abrió con gentileza la puerta del lado del acompañante y dio la vuelta para subir él en su sitio.

―Bien. ¿A dónde entonces?

―¿Quiere que ponga la ubicación en su teléfono, señor?

―Señor... ―Repiqueteó con su dedo sobre el volante―. Oye, si vamos a salir tú y yo no vas a tratarme de usted ―dijo, mirándola fijo a través de sus lentes oscuros.

―¿Pe-pero cómo le diré?

―Tutéame, no estamos en el trabajo. Aquí no seré tu jefe, seré Jimin, solo Jimin.

―¡Oh, de acuerdo! De acuerdo, señor. Quiero decir... ¡t-tú! Park.

Jimin remojó sus labios, subió en cámara lenta sus anteojos fotocromáticos por el puente de su nariz y fijó la vista hacia el frente. Iba a ser una tarde extenuante.

https://youtu.be/MxtxqmnrhvA


El chico colocó su teléfono celular en el soporte y le cedió el tacto a Jacqueline para que utilizara el GPS, en tanto él ponía en marcha el auto.

En la carretera, la muchacha acercó su rostro sonriente a la ventanilla y cerró sus ojos, dejando que la suave brisa acariciara su rostro e hiciera volar varias hebras de su cabello. Jimin la observaba de tanto en tanto, por unos segundos, lo que provocó el esboce de una sonrisa en su rostro.

Cuando llegaron a destino, aparcó el coche pegado al cordón de la calle y bajo la sombra de un gran árbol. Su acompañante le informó que había estacionamientos no muy lejos de la zona, pero Jimin desistió; ya había tenido suficiente con las zonas de aparcamientos cerradas.

Al circular unos pasos el joven pudo notar el gran tumulto de gente, y es que se encontraban en una zona cuya senda era puramente para peatones, con pequeños negocios que vendían desde ropa hasta comida, artículos para el hogar o amuletos de la suerte a cada extremo, muchos de ellos con carteles de colores llamativos y luces de neón, que en este momento del día se hallaban apagados.

La chica guio el camino, señalando con entusiasmo; él la siguió. No cabía en su asombro. De todos sus años establecido en Busan, no recordó nunca haber pisado ese lugar, luego recordó que cuando era pequeño siempre viajaban al extranjero, hasta que su hermano enfermó y dejaron de salir. Jamás había tenido salidas o "citas" de esa índole tampoco, a excepción de Hana, pero con ella... eran encuentros de otro tipo, era simplemente diferente.

Su acompañante trató de llamar su atención hacia varios de los puestos, y siempre que lo tocaba de repente, Jimin se sobresaltaba ante el tacto ajeno; ella notó eso, por lo que prefirió hacer gestos con sus manos y señalar los lugares, con lo que consiguió que le siguiera el paso. Atravesaron los puestos, se acercaron más a los espigados edificios e ingresaron a una cafetería de grandes proporciones. Jimin estuvo a punto de tomar una de las mesas, pero su compañera lo cohibió y señaló las escaleras. Allí, corrió hacia una de las tantas mesas pegadas a los grandes ventanales y lo invitó a incorporarse blandiendo su brazo hacia su dirección. Con un pequeño resoplido él se acercó y tomó asiento, notando al instante siguiente que por esos cristales se podía ver todo el panorama del exterior, casi como si flotaran sobre él. Jacqueline notó cómo su invitado observaba con grandes ojos, como un pequeño niño curioso que apenas salía de su cascarón. La enterneció, y con una dulce sonrisa en el rostro alzó su mano y le hizo un gesto al primer camarero que vio, quien les trajo los menús.

―Muy bien, anfitriona. ¿Qué recomiendas?

Ante su cuestión la chica bajó con delicadeza la carta sobre la mesa y le señaló un pastel, luego otro, y otro más.

―¿Quieres que reviente? ―preguntó, arqueando una ceja y cerrando la libreta.

―E-es que todos son muy ricos. ―Se defendió, escondiendo la mitad de su rostro bajo su propia cartilla.

El mozo apareció de nuevo a indagar por sus pedidos; Jacqueline hizo el suyo y Jimin se limitó a pedir lo mismo que ella. En cuanto se retiró, la chica comenzó a hablar. Era una retahíla de trivialidades, aunque se expresaba con mucha euforia. Jimin, con un pómulo apoyado sobre su palma la oía y asentía, aunque no se le iba de la cabeza la idea de que no era capaz de mantener la boca cerrada ni por un segundo. Entre todas esas cosas le contó que cuando era niña su sueño era viajar en un globo aerostático, pero sus padres no lo permitieron ni siquiera para un paseo, por miedo a que le ocurriese algo. Al crecer, el maquillaje y diseño de modas le llamó mucho la atención. Le gusta mucho la ropa y es buena cociendo, aunque cada vez que quería intentar algo nuevo con las prendas su madre intervenía y la obligaba a diseñar atuendos largos, cerrados y reservados, "como debía ser", según ella. Tampoco le permitían maquillarse mucho, porque decían que eso solo lo hacían "las damas de la noche", por lo que terminó frustrada y dejó sus anhelos de lado. Estudió relaciones públicas en la universidad, hizo un curso de administración de empresas y diseño gráfico, con lo que por fin dejaron de sermonearla y ella se sintió más tranquila.

―No puedes hacer lo que tus padres quieran toda tu vida, Jackie.

―E-ellos solo buscan lo mejor para mí...

―Ellos te manipulan para que hagas lo que quieren.

―¿Qué? No, no... Los padres no manipulan a sus hijos... Ellos tienen mucha más experiencia que nosotros en la vida. Ellos saben cómo guiarnos.

―No es así. Hay gente con muchos años y no saben una mierda, así como hay gente muy joven que ha vivido demasiado en poco tiempo y posee mayor sabiduría.

Jacqueline iba a replicar, pero el camarero estaba de vuelta con su orden. La mesa fue ocupada con dos pares de porciones de torta con crema, fresas y frambuesas; otras dos piezas de bizcocho de chocolate con crema espumosa y de vainilla y seguido a ello, dos tazas medianas de café, y como adición final, un tazón con galletas mixtas. El muchacho observó de una punta a la otra. Todo se veía delicioso, aunque él evitaba siempre que podía el consumo de carbohidratos; desde pequeño lo habían habituado así. Su padre siempre le pedía estar en forma, tener un cuerpo esbelto, de músculos prominentes, para realizar las sesiones de fotografía. Cuando lo encontraba propasándose con los dulces lo castigaba, azotaba sus dedos hasta que se amorataban. Con solo recordarlo, Jimin escondió sus dedos, bajó las manos y reposó los puños sobre sus piernas. Su acompañante notó aquel cambio radical en su semblante, por lo que no pudo evitar indagar, mas él sonrió como pudo y meneó la cabeza; no había de qué preocuparse.

―Y... ¿Por dónde me sugieres empezar?

―Bueno... a mí me gustan mucho los frutos rojos, así que iré por la torta con frutas.

Jimin asintió y acercó el tenedor al postre.

―Pero también me gusta mucho el chocolate. Así que no sé.

―Piedra papel o tijeras. El que gane elige el pastel.

―¡Perfecto!

Ambos movieron sus manos en sincronía y desvelaron la pose final, donde Jacqueline eligió piedra, mientras que Jimin optó por el papel.

―Gané ―informó orgulloso―. Yo digo que será pastel de frutas.

―¡Grandioso! Entonces yo iré por el de chocolate ―dijo sin más, clavando el tenedor sobre la esponjosa masa dulce, apartó el bocado y masticó con una gran sonrisa.

Jimin, sin quitarle esa mirada llena de indignación de encima, pinchó su tarta y dio su primer bocado. ¿Acaso no había entendido?

«Qué más da», pensó.

―Oye ―exclamó ella de repente―. No vayas a voltear. Pero hay alguien entre la gente que creo que nos ha estado siguiendo todo este tiempo.

Jimin tragó de una sola vez lo que pretendía masticar con tranquilidad y raspó su garganta. Su corazón fue a mil por hora en un segundo. «Imposible», pensó aterrado.

―¿Está vestido de negro?

―N-no... no del todo. Está usando jeans claros... Iré a decirle que está siendo grosero ―dijo, poniéndose de pie.

―¡¿Qué?! ¡Aguarda! ―Se levantó también, se plantó delante de ella y la tomó por los hombros.

―So-solo le preguntaré... S-si lo hago con modales no tiene por qué enojarse.

El muchacho no solo no apartó sus manos de ella, sino que la estrechó con delicadeza entre sus brazos, casi pegando sus cuerpos y dio un giro para observar.

―¡¿Q-qué?!

―Shh... Sígueme la corriente un momento, quiero ver al tipo del que hablas ―susurró.

Entre la gran cantidad de personas presentes, por allá al fondo, se encontraba un muchacho de jeans claros, como ella describió, una gorra, camisa y cubrebocas negro. Pero Jimin estaba tranquilo, sabía que se trataba de Min-jae. Después de lo ocurrido le pareció pertinente que alguien estuviera allí para vigilar que nada ocurriese, aunque por supuesto no se lo había dicho a Jacqueline, para no incomodarla o asustarla.

―Tranquila. No es nada de lo que debas preocuparte. ―Se apartó con delicadeza y la invitó a ocupar su silla de nuevo.

―Pero nos sigue. Eso es muy poco educado.

―Que no, está todo bien.

―¿Cómo lo sabes?

―Es un amigo.

―¿Le pediste a un amigo que nos siga? ¿Tenías miedo de quedarte a solas conmigo?

―No, no...

―Dudo ser tan intimidante.

―No es eso...

―O es que tal vez tenías miedo de que te golpee por accidente. Sé que puedo ser un poco torpe, pero...

―¡Jackie!

―¿Sí, señor? ―respondió por inercia, suspiró y se llevó las manos a la boca al segundo siguiente.

Jimin entrecerró los ojos y apretó los labios, sin poder ocultar una sonrisa.

―Siéntate, te contaré.

* * *

Taehyung cruzaba la puerta de su departamento después de un agotador día de trabajo, sumado a pendientes y llamados por realizar a sus clientes. Pero no se permitió reflejar cansancio en su porte o rostro, ya que pronto estaría de salida de nuevo.

―¿Cómo estás, Nayeon-ah?

―Hola, Tae. ¿Cómo te fue en el trabajo?

―Tedioso como de costumbre ―respondió, mientras se quitaba los zapatos.

La muchacha apiló un pequeño monto de hojas que acomodó con unos cuantos golpecitos sobre la mesa.

―Usé tu impresora para tener varios currículums y poder repartirlos. Espero no te moleste.

―Sabes que puedes usar lo que necesites sin permiso, exceptuando mi computadora ―dijo, dejando su mochila y saco sobre el sofá y caminó hasta la nevera por un poco de agua fresca.

Aún no había recibido respuesta del bufete de abogados y no podía permitirse seguir sin empleo. Ya había puesto su auto en venta también, pero no encontró comprador hasta la fecha. Comenzaba a desesperarse.

―Quería saber si... ¿Podrías acompañarme? ―preguntó tímida, sin poder levantar la mirada.

―¿Yo? ¿Para qué me necesitas? ―indagó, vertiendo el agua en el vaso.

―Bu-bueno... Es que... desde que ese loco me atacó en el estacionamiento, yo... creo que tengo un poco de miedo, andando por ahí por mi cuent...

―No puedo. Tengo un compromiso ―replicó de manera tajante.

Lisa estaba en Busan, se había comunicado con él otra vez, pidió verlo, a lo que por fin aceptó. Seguía estremeciéndolo de alguna manera y deseaba averiguar qué era lo que le ocurría en realidad con ella.

―E-entiendo ―dijo Nayeon, apretando las hojas entre sus brazos y contra su pecho.

Al escuchar ese tono lastimero varios de los músculos en el rostro del chico se contrajeron. En los últimos días a duras penas hablaban, y él ni siquiera le dirigía la mirada.

―Además, no puedes tenerle miedo para siempre. Tarde o temprano tendrás que salir a la calle.

―Está bien, bien. Lamento haberte importunado con tonterías.

―Nayeon, tú no me...

―Ya, olvídalo. Ocúpate de tus cosas y yo lidiaré con las mías.

Metió la delgada pila de hojas en su bolso, cuya correa cruzó sobre su pecho, se miró al espejo junto a la puerta de entrada, acomodó su cabello y a paso acelerado se marchó, dejando a Taehyung estático donde estaba. No pretendía ser así de indiferente; no le gustaba. Sin embargo, no había podido olvidar lo que le hizo a Jimin, y todavía no la perdonaba.

Infló el pecho y dejó ir todo el aire con lentitud, se desabotonó la camisa, se quitó la corbata, tomó un par de toallas y se dirigió al baño.

Se vistió con un conjunto de color marrón oscuro con una camiseta blanca debajo, y se arremangó los puños de la chaqueta casi hasta los codos. Peinó su cabello con sus dedos frente al espejo sin quedarse satisfecho, aunque tampoco le importó demasiado. Estaba un poco nervioso, hacía mucho tiempo no se arreglaba para ver a una chica, y es que se trataba de Lisa, por lo que pretendía estar a la altura de su belleza. Sin darle más vueltas, tomó todo lo necesario y salió del apartamento.

* * *

―¡¿Cómo?! ¡¿Secuestrado?! ―exclamó Jacqueline, con restos de chocolate en las comisuras de su boca.

―Baja la voz ―le dijo su acompañante, ofreciéndole una servilleta.

―¿Estás bien? ―Limpió su boca―. Me refiero, emocionalmente. Imagino que debe ser algo muy traumático. ―Juntó sus manos contra su pecho con una expresión de preocupación descomedida.

―Si digo que estoy bien mentiría. Ese policía de allá es amigo de un amigo. Es de confianza.

―Ya veo. Me alegra, ¡quiero decir! Que puedas contar con alguien de confianza para cuidarte la espalda, no me refería a...

―Te entendí, Jackie. ―Sonrió de lado con parsimonia.

―¿Quería dinero?

―No... Me quería... a mí...

―¿Qué? Eso es... retorcido. Qué miedo, Jimin... Por favor, ten mucho cuidado ―dijo con aflicción, e indeliberadamente posó su mano sobre la de él, en símbolo de contención, aunque se dio cuenta de lo que a sus ojos fue una "imprudencia" y rápido retiró su mano―. Lo siento.

―Descuida. Pidamos la cuenta y nos vamos ya ―dijo, en busca de su billetera.

―¡Yo lo haré! ―Estiró los brazos y movió de manera frenética sus manos.

―No vas a pagar por todo...

―¡Sí! Porque yo invito ―dijo, y acto seguido agitó los brazos logrando captar la atención de uno de los mozos al instante.

Jimin sonrió sin agregar más. Encontró aquello adorable. Ella... le parecía adorable.

Lamentablemente para Jacqueline, el dinero que llevaba consigo no fue suficiente para cubrir la cuota, por lo que se quedó con los ojos apenas asomados por su monedero, quería esconder a toda costa su ardiente y rojo rostro, cosa que hizo reír a Jimin, dejando a la pobre con los ojos un poco llorosos.

―Tranquilízate ―dijo entre risas―. Yo pago ―agregó, entregándole su tarjeta de crédito al muchacho, quien respondió con una reverencia. Volvería de inmediato.

―Vaya... ―suspiró derrotada, apartando su cartera y dejando ver esas mejillas ruborizadas―. Debí haberte invitado a un lugar para pobres ―dijo, rascando un poco su mejilla con su dedo, lo que causó gracia para su acompañante―. ¡No te rías! Estás haciendo que mi deuda acreciente.

―Por favor, Jackie. No me debes nada, por el contrario, te debo yo a ti.

―¿A mí?

―Estoy... al borde de un abismo... que no sé dónde me llevará. Hace que me duela, pero a la vez me alivia... porque me siento agotado... al punto en que se vuelve difícil respirar. "Tomar aire fresco", es lo que he mantenido en mi cabeza desde que me lo dijiste... Necesitaba esto.

Habló con mucha quietud y un par de pausas que reflejaban ese prominente cansancio al que se refería. La muchacha, con los ojos cristalizados, plantó su palma en la mesa y se puso de pie.

―Tomemos aire fresco entonces ―dijo, brindándole una dulce sonrisa, tomó su mano sana para que se levantara y empezó a avanzar junto con él.

―Jackie, espera. Tienen que devolverme mi tarjeta todavía.

―Bien, tarjeta primero y un helado después.

―¿Sí? ¿Y con qué lo vas a pagar? ―la molestó.

―Compraré helado en uno de los puestos que pasamos cuando llegamos. Son económicos y estoy segura de que te van a encantar.

Jacqueline amagó a empezar a caminar con él a cuestas, pero una vez más tuvo que recalcarle lo de su tarjeta.

Cuando ya estuvieron listos para partir, el sol golpeó sus rostros. La muchacha usó su mano para cubrirse, por lo que Jimin se quitó sus anteojos oscuros y se los cedió.

―Oh, no podría...

―Anda, póntelos. Te los presto. Pero cuídalos bien, ¿okey?

―¡Sí, señ...! ¡Sí, Jimin!

―A ver, ¿dónde están esos helados?

―Por aquí, ¡sígueme! ―exclamó con euforia, dando un pequeño salto y acelerando el paso.

Mientras tanto, Taehyung arribó al café en el que acordaron verse con Lisa. No quedaba muy lejos de la zona, por lo que él arribó antes y tras pasear sus ojos curiosos por el lugar ocupó una mesa. Notificó a su cita de su llegada, aunque no obtuvo respuesta. Pidió una taza de té y ojeó su teléfono mientras aguardaba. Tenía mucho en mente que le gustaría decir, pero quería aguardar a verla en persona para saber por dónde empezar. Sin embargo, la espera fue eterna, las horas transcurrieron y Lisa no se presentó, ni siquiera se manifestó por escrito ni había respondido al mensaje de texto que Taehyung le había enviado ni bien llegó al punto de encuentro. Se pasó una mano por el rostro, con el arrepentimiento que comenzó a subir por su columna y se alojó en su espina, tan molesto como una contractura. Fue en ese momento que sintió su teléfono sobre la mesa vibrar, por lo que abrió los dedos sobre su cara y lo tomó. Eran notificaciones de Instagram, fotografías recién publicadas donde se la veía a Lisa, bebiendo y divirtiéndose con un grupo de amigas. Lo que Taehyung sintió agolpando en su pecho no se mostró en su cara. Dejó la pantalla en negro, relamió sus labios, sobó un poco su frente y pidió la cuenta. Ya no tenía nada que hacer ahí, no debió estar ahí en primer lugar. Debió estar en otro sitio, en movimiento, dándole una mano a alguien que le había pedido ayuda, alguien asustado que lo necesitaba y que él dejó de lado por su enfado, sin medir nada más allá de su rencor.

* * *

Jacqueline estaba sonriendo mientras degustaba su helado con forma de rosa, aunque le acababa de pegar un mordisco así que no más. Jimin por su parte, se quedó mirando la crema dentro de esa pasta seca con forma de pez. No recordaba cuándo fue la última vez que había probado un helado.

―¿Pasa algo malo? ―preguntó la chica.

―N-no... no me prestes atención ―dijo, y dio su primer bocado, sintiendo algo semejante a arena seca en su boca. ¿Por qué?

¿Papi...?

Su vocecilla afligida de niño en su cabeza de repente lo dejó estático, y las remembranzas continuaron, una detrás de otra: «Ahora iremos a comprarte otro juguete nuevo, iremos por un helado delicioso y cuando veas a mamá le pondrás tu mejor sonrisa, ¿bien?». «¿Jimin? Pero mira lo que hiciste, hijo... Lo tiraste todo al suelo». En cualquier otra circunstancia, el señor Park estaría furibundo, pero al ver que su hijo pequeño temblaba y sus pantalones comenzaban a mojarse solamente murmuró maldiciones y se "ocupó del asunto".

Jimin...

―Jimin...

Jacqueline posó delicadamente su mano sobre su hombro y dio un respingo justo después de que él reaccionara con el mismo gesto al sentir su tacto repentino.

―¿Te encuentras bien?

El muchacho sintió como si acabara de despertar. Observó el rostro angustiado de su acompañante y luego llevó la vista al suelo, encontrando así el helado que había dejado caer.

Aissi... (maldición) ―expresó con disgusto y se inclinó a recogerlo para así tirarlo a un sesto de basura.

»Lo lamento. Lo desperdicié... ―dijo, limpiando sus dedos con una servilleta.

―¡Descuida! No te preocupes por eso. ―Le siguió el paso en cuanto su compañero comenzó a circular―. Cuando tu piel perdió color me preocupé. Luego, a ver que no reaccionabas... ¿De verdad estás bien?

―Sí, sí... Lamento haberte asustado. Hacía mucho tiempo que no probaba un helado. Estuvo rico, lo poco que probé.

―¿Verdad? Te compraré otro.

―No, no... Creo que ha sido suficiente. Hemos comido mucho dulce hoy. Nos hincharemos como globos.

―Cierto. Saldré a correr mañana. Tiendo a engordar con facilidad.

―Me pasa lo mismo. ¿No vas a un gimnasio?

―No, yo...

―Déjame adivinar, tus padres no te lo permiten.

―Tampoco me gusta que me vean haciendo ejercicio. Me da un poco de pena.

―No negaste lo que dije. Sí sabes que un buen día deberás tomar tus propias decisiones, ¿verdad?

―Mis padres solo velan por mi bienestar.

―A todo esto, ¿se quedaron tan tranquilos cuando les dijiste que saldrías conmigo?

―Sí les dije que saldría, pero no contigo.

―Bromeas, ¿verdad?

―No.

―Rayos, Jackie... ―Meneó la cabeza con hastío.

―¡Lo siento! Es que no iban a dejarme si les decía que saldría con un hombre, peor aún, ¡con mi jefe!

―Como me metas en un problema por mentir...

―¡Para nada! Solo déjame en la esquina de mi casa y yo caminaré hasta la entrada sola.

―¿Y quién dijo que voy a llevarte hasta tu casa?

―Pues... entonces tendré que pedirte dinero para un taxi.

―¿Y si me niego?

―Bueno, en ese caso, señor gruñón, supongo que podría ponerme a bailar un poco y que me den unas monedas hasta reunir lo suficiente para un taxi.

Jimin rio, dejando que el aire saliera disparado por su nariz y un resoplido entre sus labios.

―¿Tú bailas? ―preguntó sorprendido. Podría pagar por ver ese "espectáculo".

―Algunos movimientos.

―Muéstrame.

La muchacha le hizo sostener el cono ya casi vacío de helado, pellizcó su falda para que se vieran sus pies y realizó una seguidilla de repiqueteos con sus zapatos, semejantes a la danza tap. Se notaba que conocía los movimientos, aunque eran desprolijos y a destiempo. Jimin se llevó una mano a la boca y rio enternecido.

―Okey, no soy muy buena. Lamento que hayas visto eso ―dijo, acercándose a tomar su helado de vuelta.

―Eso estuvo bien. Te has ganado que te lleve a tu casa.

―¿De verdad? ―Abrió grande los ojos.

―¿Por quién me tomas, Jacqueline? Estaba jugando contigo, no hay manera de que me fuera y te dejara aquí.

―Lo sé. ―Sonrió.

―¿Lo sabes? ―Enarcó una ceja.

―Claro. Porque eres un caballero. Un poco "flirtero", pero un caballero al fin y al cabo.

―Oye, ¿cómo que "flirtero"? ¿A qué te refieres? ―preguntó indignado, mas su compañera adelantó el paso tarareando y degustando lo que quedaba de su helado. Él chasqueó la lengua y la siguió con una sonrisa plantada en el rostro.

Se habían acercado a la zona donde se hallaba el auto aparcado. Jacqueline seguía marchando al frente, limpiaba de las comisuras de sus labios los restos de crema helada cuando de repente unas luces la enceguecieron. Era un auto avanzando a una velocidad descomedida. No frenó, y por supuesto la hubiera golpeado de no ser porque una mano envolvió su cintura por atrás y la apartó rápido del camino.

―¡Esto no es una pista de carreras, imbécil! ―gritó Jimin a aquel auto que solo respondió con un bocinazo―. Idiota ―espetó entre dientes y volvió su rostro a la chica―. ¿Estás bien? ―Apartó su mano y le permitió girarse hacia él.

Con el rostro enrojecido y escondiendo su boca bajo sus dedos, asintió.

―Vámonos de una vez antes de que otro frenético al volante aparezca ―dijo, y abrió la puerta de su vehículo para que la chica suba.

* * *

Con los últimos rayos de sol perdiéndose en el atardecer, Taehyung bajó de su auto y caminó hasta el bloque de apartamentos. Allí, a unos metros de la entrada principal, al pie de la farola, sentada sobre el cordón y acurrucada, staba Nayeon, llorando. Sostenía todavía las hojas entre sus brazos, arrugadas y manchadas con barro y suciedad, al igual que lo estaban sus manos y rodillas.

―Nayeon-ah. ¿Qué tienes?

―¡Tae! ―Se apresuró a limpiar su rostro con su antebrazo―. Qué pena. Disculpa.

―¿Qué te pasó? ―Se puso en cuclillas a su lado―. ¿Estás lastimada? ¿Alguien te hizo algo?

La chica guardó silencio.

―Dime, por favor.

―Pude repartir muy pocas hojas de vida. Después de dejar la tercera, creo, alguien chocó conmigo en la acera y los papeles cayeron de mis manos. El tipo que se estrelló conmigo me insultó y siguió su camino. Me agaché y empecé a recoger los papeles, pero muchas personas que pasaban por ahí los pisaron, otros volaron hasta la calle. Pedí ayuda, pero nadie me hizo caso, otros reían por lo bajo. Cuando pude juntar todo terminé sucia y embarrada. Me sentí tan miserable que no quise estar más ahí, así que volví... pero no quise entrar porque no quería preocuparte.

Taehyung la miró con tristeza y muy despacio levantó su mano para reposarla sobre su cabeza. Al sentir ese pequeño peso ella levantó la vista hacia él.

―Lamento no haber ido contigo.

―No puedes estar pegado a mí todo el tiempo. Tienes tu vida, yo entiendo.

―Lo lamento. Yo...

―¡Tae! ¡Teddy bear!

Ante aquella aclamación repentina, no solo él, sino también la chica, abrieron los ojos de par en par, giraron el rostro a un extremo y vieron a Lalisa Mandobal bajar de un taxi. Se veía hermosa como siempre, con su largo cabello marrón cenizo recogido en una cola alta y el flequillo cubriéndole la frente. Esa mirada seductora en conjunto con unos tentadores labios rojos. Ni hablar de su guardarropa, y es que todo le quedaba bien, era una modelo de pasarela después de todo; era algo natural.

―¿La conoces, Tae?

―Demasiado... ―masculló, con cara de pocos amigos, y se puso de pie.

―¡Teddy! ―exclamó, estirando sus brazos por encima de sus hombros, rodeó su cuello y depositó de manera sorpresiva un beso casto sobre sus labios.

―Lisa, por favor... ―susurró con un poco de rubor sobre sus mejillas, tomándola de los brazos y la apartó un poco―. Y no me llames así, ya no somos novios.

―Cierto. Tienes razón, Tae. Perdón por eso ―dijo, tomando su mano y le dio unas suaves palmaditas.

―Me dejaste plantado.

―Lo sé, lo siento. ―Se mostró afligida, llevándose una mano al pecho―. Lo olvidé por completo, por eso vine aquí a buscarte. ―Acarició su cabello y le susurró―: En el hotel que me estoy hospedando tengo una suite presidencial. ¿Qué dices? ¿Quieres acompañarme?

Taehyung se quedó en silencio, estático y pensativo. Miró sus manos, que eran rodeadas por los largos y finos dedos de Lisa, y luego se giró hacia Nayeon, quien se puso de pie y se quedó mirándolo. Sacó de su bolsillo la llave de su departamento, tomó su mano y se la entregó.

―¿Te vas con ella? ¿Es seguro?

―Sí, no te preocupes. ―Le sonrió con calidez―. No me esperes, ¿okey? Mañana te ayudaré a repartir tus hojas de vida.

―Bu-bueno...

―Ten cuidado y no salgas por ahí sola.

―Tú... Tú también ten cuidado.

Fue testigo en ese momento de cómo él junto a esa bella chica caminaban a su auto, abrieron la puerta de su lado a la vez y subieron. El vehículo se puso en marcha y ella observó cómo se alejaba hasta que salió de su campo de visión. Luego, desvió la mirada, encontrándose a sí misma sola. Bajó las pupilas a su palma, que cerró con sus dedos, apretando la llave que sostenía, dio media vuelta y con pie de plomo caminó y entró al edificio.


~ B i t t e r s w e e t ~


https://youtu.be/QnON9_Fd1HU

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro