Capítulo 29: Psicópata
Este capítulo describe situaciones de violencia y asalto sexual. No se pretende ofender a nadie en absoluto y se ruega prudencia y discreción.
Una mañana fresca y soleada. Las flores ya relucían a pleno, silvestres en las calles, hogareñas en los jardines, y lozanas en las tiendas.
En los edificios altos en el centro, como la editorial Park, la parte superior de los ventanales en la oficina del presidente permitían que el lugar se inundara con el aire fresco e hiciera bailar con parsimonia las largas cortinas. El susodicho se encontraba detrás de su escritorio, revisando unos documentos. Si iba a dejar de lado sus labores, por lo menos se aseguraría de que todo estuviera en el orden más absoluto. Cada sector, cada departamento, cada jefe de área; materiales, presupuesto, contratos pendientes, derivación del personal, asignación de tareas, aspiraciones para esta nueva temporada y propuestas.
Con la hora del almuerzo encima, Jimin volvía a su despacho, después de haber concluido con su inspección general. Resoplaba con cansancio y también hambriento. No obstante, se quedó en corto en cuanto observó sobre su mesa un... sí. Era una nota de color rosa. Su reacción ante ellas ya era automática e inmediata: se le tensaba el cuerpo de cabeza a pies y lo invadía un escalofrío intenso a lo largo de su espalda, pinchando en último lugar su nuca, que en ocasiones provocaba que se encogiera un poco de hombros.
Mi bello presidente Park, ya no puedo tolerarlo. Eres tan hermoso que me provocas hacer cosas malas. Sé que es demasiado pronto, pero... quiero tenerte. Leyó para sus adentros y una sensación venenosa, partiendo de su pecho, lo corroyó, así como una mueca de desagrado se hizo cada vez más pronunciada. Arrugó el mil odiado papel en su puño y lo añadió al cajón junto al anterior que había recibido; el resto ya los tenían como evidencia en la jefatura de policía.
«Esos incompetentes...», pensó, con su entrecejo en tensión.
Súbitamente, llamaron a su puerta. Se trataba de su secretaria que, al juzgar por su expresión, estaba seguro de que le diría algo que no deseaba oír:
―Señor... Su... Mmm... Song Nayeon está en la planta baja, y pide hablar con usted.
―Jackie, ya te lo he dicho antes: si se trata de ella ni siquiera me avises.
―Es que... Señor, dice que no se marchará hasta no poder hablar con usted.
―¡Me importa una...! ―Hizo una pausa y exhaló aire con potencia―. Por mí puede hacer un mini campamento ahí abajo y esperar hasta hartarse, no pienso verla ni hablar con ella nunca más.
―Señor... ¿Me permite hacer una pequeña acotación?
―¿Pretendes sermonearme para que hable con ella? No, gracias.
―Solo escúcheme, por favor.
―A ver, habla... Y hazlo rápido, tengo mucho trabajo por hacer todavía ―dijo, mirando por un momento su reloj de muñeca.
―¿Por qué no habla con ella y zanjan todo lo que tengan que resolver de una vez?
―¿Es tu mejor táctica de convencimiento?
―¿Quiere que lo convenza? No puedo hacer eso. Por lo que yo pude comprender, lo que pasó entre ustedes fue grave y ella parece tener cosas que decir, y estoy segura de que usted también. Nos quejamos siempre de la gente que nos causa mal, pero tampoco solemos actuar muy bien cuando vuelven a nosotros dispuestos a enmendar los errores.
―Es que esto no fue un simple error, Jackie...
―Lo entiendo, pero... Creo que es mejor buscar la paz que quedarse con remordimientos y dudas, ¿no cree? Y no pretendo imponerle nada, solo... piénselo, ¿sí?
Jimin mordió repetidas veces la esquinilla de su labio inferior con ansiedad, hasta que con un pausado pestañeo asintió. Su secretaria sonrió, hizo una reverencia y se retiró.
En el primer piso, a unos pocos metros de la entrada principal, Nayeon descansaba su espalda contra la pared; no deseaba seguir sentada. Tenía la mirada fija en el piso, y con un suspiro de cansancio, sintiendo su cuerpo ya muy acalambrado, enderezó su postura y alzó la cabeza, que la ayudó a distinguir de inmediato la figura de Jimin, quien se acercó y se detuvo a unos pocos metros de ella.
―Viniste. ―Le sonrió con timidez.
―Terminemos de una vez con esto ―dijo sin mucho entusiasmo.
La muchacha había dejado su auto aparcado en el estacionamiento del café frente al edificio, por lo que cruzaron la calle y ocuparon una mesa en el sitio, sin darse cuenta que desde una distancia prudente, estaban siendo observados.
―Ya pude asistir a la entrevista en el bufete de abogados ―comentó ella―, y la verdad se quedaron muy conformes, así que es probable que consiga el puesto.
―¿Me trajiste hasta aquí para hablarme de ti? Porque no es de mi interés ―contestó Jimin, con una mirada frívola y descansando el pómulo contra los nudillos.
―L-lo siento... Tan solo quería romper un poco el hielo para que todo fuese más ameno.
―No tiene que ser ameno. Así que afila tu labia, porque soy una persona muy ocupada y no quiero perder mi valioso tiempo contigo, ya no. ―Enderezó la postura.
―Yo... Sé que no merezco que me perdones, no estoy aquí para pedirlo o implorarlo. No quiero forzar las cosas, tan solo... quiero que trates de entenderme, y también me gustaría ayudarte a...
―¿Ayudarme a qué, Nayeon? ¿Ayudarme a qué? ¿Sanar? ¿De la mierda que me hiciste? Tú como que no... terminas de entender lo que ocasionaste, ¿verdad?
―Jimin...
―Viniste a mí, a mis brazos, a mi vida como algo que jamás podré tener de nuevo. Pero tú lo hiciste... Hiciste que para mí fuera real otra vez. Que tenía una segunda oportunidad, que las cosas mejorarían... Que tanto Hana como yo podríamos sanar y crecer emocionalmente, juntos. ―Su voz se le iba con cada palabra, su espíritu se desmoronaba, y sus ojos se poblaban de lágrimas.
»Gracias a toda esa mierda recuperé mis recuerdos. Lo bueno y lo malo, todo volvió a mí como una bofetada. No puedo estar tan enojado contigo como quisiera, y eso me irrita todavía más.
El agua salada caía tanto por sus mejillas, como por las de ella, con sus labios temblorosos, sin poder adicionar nada, solo romperse, igual que ya lo estaba él.
―¿Te divertiste? ¿Ah? ¿Fue divertido besarme, manosearme, desnudarme e ilusionarme?
Y Nayeon abrió su boca, para que nada más que un punzante suspiro abandonara su cuerpo. Solo pudo negar con la cabeza, mientras nuevas lágrimas mojaban los surcos previos en toda la extensión de su rostro.
―No... No. Lo siento tanto, Jimin... Yo no pensé que las cosas fuesen a acabar así... Yo... Estaba cegada, enferma, por venganza, por respuestas...
―Y como te encontraste con un hombre joven y adinerado, automáticamente lo tachaste de lo peor, solo por esas dos características. No me sorprende que no seas reportera... Porque tu trabajo de investigación ha sido una porquería, igual que tú.
―¡Lo hice por amor a Hana! Ella era todo para mí.
―No te atrevas... ―Apretó los párpados un momento, como si hubiera recibido una puñalada, dejando que la calidez se derramara por su cara―. No te atrevas a usar a Hana para excusarte de tus mierdas.
―¡No son excusas! Es la verdad... Ella era mi hermana, mi mitad, parte de mí y mi responsabilidad. Ahora ya no me queda nada...
―Y bien merecido lo tienes.
―Por favor, basta... ―Su voz era apenas perceptible; hablar era un dolor horrible―. Yo no tengo la culpa de que ella fuese una drogadicta. Ella ya era una adulta, tomó sus decisiones. Eso ya lo he podido comprender, aceptarlo. Jimin... ―dijo, y se animó, aunque con algo de temor, a reposar la mano sobre la suya―. Si Hana de verdad te hubiera amado, no te habría expuesto a tal peligro en primer lugar. No te hubiera atado a su lado. Amo a Hana, pero su amor hacia ti era egoísta y posesivo. Y me alegra... que aquel niño no haya nacido... porque ella no iba a amarlo nunca.
Frotó con delicadeza su mano sobre la piel opuesta, tratando de brindarle contención, pero sus palabras, su franqueza, solo habían avivado su pesar, y la abundancia de lágrimas.
―Tú... Arruinas mi mundo... y ahora quieres destruir mis recuerdos. ―Deslizó su mano sobre la mesa, apartándose de su tacto.
―Jimin, por favor... No mereces sufrir más por esos recuerdos. Mereces algo mejor.
―¿Algo como tú?
―No... Yo jamás podría merecerte. Pero... me alegra saber que mi hermana tuvo a su lado a alguien tan maravilloso y que la amó de verdad. Que la aguantó y la contuvo... cuando yo no estuve ahí.
Jimin se llevó las manos al rostro y respiró con dolor. Limpió la humedad que lo colmaba con torpeza y le dedicó la mirada.
―Iré al baño, me lavaré, y cuando vuelva... no quiero ver tu cara.
―Jimin...
―Ya no quiero que me busques, que me llames. Olvídate de que existo, y yo haré lo mismo.
―Solo quiero que estemos en paz.
―¡Así estaremos en paz! ―Dio un manotazo sobre la mesa―. ¡Mírate! Tu cabello, tu cara... Eres Hana. ¿No te das cuenta el daño que me hace verte siquiera? ¿No puedes dejarme respirar? Retiré la maldita demanda para que no estés tras las rejas ahora. Así que ya basta. Pero eso sí, te advertiré una cosa. ―Levantó su mano y la apuntó con el dedo―: si le haces mal a Taehyung... Si llega a salir lastimado de alguna forma, en mayor o menor medida... entonces vas a conocerme.
―Le debo mucho a Taehyung. Jamás le haría ningún mal.
―Con esos mismos labios sucios con los que me prometes, metiste tu lengua en mi boca y me dijiste que me amabas. No te creo una mierda.
Plantó ambas palmas sobre la mesa y se puso de pie. «Hasta nunca», le susurró y le dio la espalda, en tanto se encaminó hacia los baños, y dejó a la chica hecha un mar de lágrimas en aquella mesa, que más de un chismoso llevaba observando a distancia desde la primera exclamación, con esos ojos metiches. Jimin por su parte, también detonó en sollozos, después de ocupar uno de los cubículos en el baño; sentiría humillación de dejarse ver así de quebrado frente a ella. Rencor, ira, odio, tristeza... Todo se revolvía en su interior hasta ya no saber qué era lo que sentía.
Después de conseguir acompasar su respiración y que cesara el llanto, Nayeon limpió su rostro frente a un pequeño espejo que cargaba en su bolso. Cuando por fin consiguió calmarse guardó sus cosas en el pequeño compartimento. Fue en ese momento que un joven mozo dejó en su mesa dos largos vasos de jugo de naranja.
―No, yo... Lo siento, pero no ordenamos nada más que el café.
―Cortesía de la casa ―dijo el muchacho, muy sonriente. Dejó los recipientes sobre la mesa y se retiró.
La chica miró a su alrededor. El lugar se hallaba bastante concurrido, pero ninguna persona le devolvía la mirada, no entendía quién podría haberlo pedido para... ¿para ambos? Fuese como fuese, si era un regalo no lo rechazaría. Además, con su presente falta de dinero, posiblemente pasaría un buen tiempo hasta poder darse un gusto, uno pequeño tan solo. Así que deslizó uno de los vasos, tomó el sorbete, ignorando por completo el lazo celeste que lo envolvía como decoración, y dio un primer sorbo. Estaba realmente dulce y delicioso, justo lo que necesitaba después de ese fuerte intercambio con Jimin. Hablando de él, se estaba tomando su tiempo, así que aprovecharía y bebería, para luego marcharse de su vida como se lo pidió. Lo había intentado, pero jamás la perdonaría. No lo culpaba en absoluto y tendría que vivir con ello.
Habían pasado unos pocos minutos después de dejar uno de los largos vasos de cristal vacío. Quería irse, pero una potente pesadumbre repentina en todo el cuerpo se lo impedía. La cabeza le palpitaba, su corazón estaba acelerado, y su campo de visión no era más que manchas de muchos colores. Tras conseguir erguirse, por poco se cayó sobre la mesa al intentar dar un paso, pero dos manos gentiles la atraparon en el aire y envolvieron su cintura.
―¿Ji... Jimin? ―balbuceó, sin conseguir enfocar su visión, y sin poder articular alguna palabra coherente.
―¿Se encuentra bien la señorita? ―Uno de los mozos se arrimó servicial para lo que pudiese necesitar.
―Oh, descuide, solo se mareó. Es mi prima, tiene problemas de presión, pero no se preocupe, yo me encargaré de ella. Le agradezco su ayuda. ―Dio un asentimiento a modo de reverencia y sostuvo con cuidado a la chica quien daba pasos muy obtusos, hasta que salió junto con ella por la puerta trasera del lugar.
Unos minutos más tarde, Jimin abandonaba el baño con un mejor semblante. Vio su mesa vacía, y se alivió de que Nayeon "le hubiera hecho caso" y se marchara, por lo que se aproximó directo a la caja a pagar.
―Momento, ¿solo me cobrará el café? ¿Qué hay del jugo?
―Oh, eso fue un regalo de parte de un cliente.
―¿Regalo de un cliente?
―Mmm... Parece que ya no se encuentra aquí.
Algo hizo ruido dentro de Jimin en ese momento. Un mal presentimiento lo invadió y aceleró sus pulsaciones.
Al mismo tiempo, la persona que se había marchado con Nayeon, había esculcado en su bolso y utilizó la llave de su vehículo, que identificó con la alarma.
* * *
―La chica que estaba sentada allá conmigo... ¿Se fue? ―indagó Jimin, tenso.
―Ella no se sentía muy bien ―habló uno de los empleados, que estaba pasando el trapeador―. Pero su primo apareció para ayudarla y llevarla a su casa.
―¡¿Primo?! ―Abrió sus ojos de par en par.
El malviviente abrió la puerta trasera del coche y extenuó el cuerpo de la muchacha sobre el asiento. Ésta se quejaba y removía, aunque quien más blasfemaba era aquel individuo, ya que sus planes no habían salido del todo como esperaba. Dirigió la mirada hacia la chica y alcanzó a ver la liga de su sostén un poco corrida de lugar, bajo la franja caída de su vestido. Él también se había encargado de consumir algo para acrecentar su estímulo personal; ya le estaba haciendo efecto, y al ver esa traviesa liga fue el detonante, por lo que sin detenerse a pensarlo sujetó a la joven por las piernas, arrastró su cuerpo, separó de manera brusca sus extremidades y metió su pelvis en medio. Nayeon, incapacitada pero aun consciente, empezó a gritar, pero su voz era muy endeble para ser escuchada.
* * *
―¡Son idiotas! ―bramó Jimin, y corrió en dirección al estacionamiento.
Sabía que, ante su desconocimiento, esos pobres empleados no tenían la culpa de lo ocurrido. Pero se halló a sí mismo tan furibundo, que no pudo evitar que esas palabras salieran despedidas con hiel de su boca.
―J-Jimin... ¡Jimin! ―gritó Nayeon desesperada, golpeando y empujando al individuo que tenía encima con sus manos.
―¡Cállate, perra!
Un duro bofetón azotó su rostro, aplacando su cuerpo contra el tapizado y haciéndola llorar. Sintió cómo el maldito agarró su prenda íntima y empezó a deslizarla por sus muslos hasta quitársela. Sus manos enfundadas en látex se apropiaron de la parte superior de su vestido, apretaron la tela y la rompieron. Empezó a manosear y estrujar sus pechos. Nayeon no tenía control de su cuerpo, se hallaba muy débil y cada intento por moverse o defenderse era impreciso, tampoco podía ver al desgraciado sobre ella, ya que su percepción visual era casi nula. Sintió a continuación, cómo la falda de su prenda era apartada y su entrepierna desnuda rozada con algo húmedo. Con las lágrimas cayendo por los extremos de sus ojos, imploró, suplicó que se detuviera, que apartara sus manos de ella, pero aquello era algo que ese malnacido no iba a hacer. No obstante, un fuerte quejido se escuchó de repente: el individuo había recibido un golpe en las costillas, luego lo sujetaron de la ropa y con un rudo lanzamiento fue a parar al suelo.
―¡Maldito degenerado hijo de puta! ―berreó Jimin―. ¡¿Qué carajos crees que estás haciendo, basura?!
El despreciable sujeto no demoró en ponerse de pie. Se agarró su hombro, estiró el cuello y tronó los huesos. Acomodó la mascarilla, que había quedado un poco torcida en su caída, mas no desveló su fisionomía en lo más mínimo, y acomodó la visera de su gorra hacia el frente. Jimin pudo ver cómo el celeste de sus iris resaltaba enormemente bajo esas hebras azabache y ligeramente onduladas. «¿Extranjero?». Fue lo primero que se le vino a la cabeza.
―¡¿Quién mierda eres?! ¡¿Por qué quieres lastimar a Nayeon?!
―¿Lastimar... a Nayeon? No...
Su voz se oía distorsionada y grave a un nivel perturbador. Intuía que el cubrebocas que estaba usando debería tener algún tipo de dispositivo interno para la tarea.
―Esa perra solo es una entrometida... Pero ya que la tenía a mi merced quería desquitarme un poco.
―Cerdo asqueroso.
―Sin embargo... a quien yo deseaba atrapar... es a ti. Eres mi presidente favorito después de todo... Park Jimin.
Y con aquello dicho, todo quedó más que claro.
―T-tú eres...
―¿Recibiste mis notas, mi bello presidente?
Jimin se halló imposibilitado para poder juntar sus párpados, sus labios, y su cuerpo estaba trémulo. Ahí lo tenía finalmente, su acosador anónimo, un hombre que lo rebasaba con facilidad por una cabeza y media aproximadamente, de hombros anchos y estructura ósea fornida.
―Y-ya he llamado a la policía. Pronto estarán aquí.
―Claro. No esperaba menos. Pero yo... estoy ahora más cerca que la policía ―dijo con un tono escalofriante, y avanzó hacia su dirección.
Fue en ese momento en que la adrenalina y el cortisol comenzaron a actuar en su organismo. Una corriente eléctrica viajó en un segundo por toda su columna vertebral, que se dividió y dispersó en tres direcciones: sus brazos, piernas y cabeza, dejando que sintiera un fuerte pinchazo entre medio de sus ojos y sus muñecas.
―¿Me quieres, saekki (bastardo)? Ven por mí.
Mordió las palabras, las dijo más hacia sí mismo que hacia su adverso para así darse valor. El tipo pisó con firmeza y avanzó rápido; Jimin, ya con sus puños firmes, apretando las yemas contra las palmas, lo imitó, pero segundos antes de poder rozarse flexionó las piernas, dio un giro, se irguió a su extremo y golpeó con su pie, con lo que logró que el agresor llevara una de sus rodillas al suelo, embistió con su puño dando un golpe certero a las costillas, elevó luego su otra pierna y pateó su espalda, enviándolo al piso, aunque éste, con gran agilidad apoyó sus manos y levantó su cuerpo en vertical para aterrizar con sus pies con firmeza. Cuando sus ojos azules llegaron al frente, su adverso se aproximaba de nuevo, entonces tuvieron un breve intercambio entre sus manos. Jimin pudo ver así que él tenía conocimiento de los agarres, las maniobras y escapes empleados en el hapkido; también parecía tener conocimientos de boxeo. Era un sujeto peligroso, veloz, agresivo, y estaba disfrutando a pleno el acorralarlo poco a poco; no podía bajar la guardia. Pero la realidad era que Jimin se encontraba fuera de práctica en la disciplina y sus movimientos y respuestas no eran tan raudas. Al zafarse de un último agarre, agitado y con escaso aliento, se vio atrapado contra un auto a su espalda, cosa que el agresor aprovechó, pero con sus manos, el muchacho pudo sujetarse e impulsó sus piernas para subir sobre el capó. Lo tenía delante, entonces apeló a darle un golpe en la tráquea que, aunque no le dio de lleno, sí lo obligó a retroceder. Venía hacia él de nuevo, por lo que subió rápido al techo del vehículo y con un ágil movimiento pateó de lleno a la altura de su sien. La gorra del tipo se desprendió y tocó el piso, entonces levantó de inmediato la capucha de su sudadera y volvió a acomodarse la mascarilla. Jimin, exhausto, prácticamente se deslizó para bajar del auto, tratando de acompasar su respiración.
Con el retumbar de las alarmas de varios vehículos, y las sirenas de la policía que ya se escuchaban en la cercanía, el sujeto abandonó su gorra así como sus intenciones, y salió corriendo de ahí.
―¡Vuelve aquí, hijo de puta!
El muchacho lo persiguió por un tramo hasta que lo perdió de vista entre la multitud de la calle. Después de una retahíla de maldiciones hizo una pausa y reorganizó sus pensamientos. Debía regresar y ver que Nayeon estuviera bien. Volvió sus pasos hasta llegar al auto, donde la chica continuaba retorciéndose, llorando y luchando por moverse.
―¡¿Nayeon...?! ―indagó, asomado por la puerta, aunque con la mirada en otra dirección.
―Ji-Jimin... N-no... No me mires... por favor...
―No lo haré ―expresó angustiado―. Escucha, voy a... quitarme mi saco para cubrir tu cuerpo con él, ¿okey?
―O-okey ―dijo entre sollozos.
El joven hizo lo dicho, y se aseguró de cubrirla muy bien, aunque en ello sus ojos encontraron la prenda íntima en el suelo del estacionamiento y su cuerpo se tensó, pensando lo peor.
Una patrulla acudió al momento siguiente. El chico detalló todo lo ocurrido, desde que llegó con su compañera al café hasta la huida del malviviente. A los minutos una ambulancia arribó para atender a la muchacha. En efecto el desgraciado pretendía abusar de ella, pero no pudo concretarlo gracias a la intervención de Jimin, aunque sí había alcanzado a penetrarla con sus dedos. Ella explicó cuanto pudo, echa un mar de lágrimas hasta que se vio colapsar ante sus nervios, y no tuvieron más remedio que administrarle un calmante.
Jimin se ocupó de todo el papeleo y de llevarla a casa en cuanto le cedieron su retirada. Ella estaba dormida, producto del sedante, así que él la cargó en brazos y envuelta en una manta hasta su auto, la acomodó en el asiento del copiloto, colocó con sumo cuidado el cinturón de seguridad y condujo con tranquilidad hasta el apartamento de Taehyung, a quien por supuesto ya había dejado al tanto, mientras las lágrimas caían por sus mejillas y lo acompañaban en ese silencio horrendo.
Su amigo los recibió impaciente. Él dejó a la chica inconsciente sobre el sofá.
―¿Tú cómo estás? Tienes unos magullones en la cara ―dijo, tomándolo del rostro con delicadeza―. ¿Eso es sangre?
―Estoy bien, Tae... ―bufó, retirando su mano.
Ambos se miraron en un silencio particular, cavilando sobre la expresión del otro.
―Lo vi... ―Jimin rompió el silencio―. El bastardo que ha estado acosándome todo este tiempo.
―¿"Bastardo" dices? Entonces... ¡¿Se trata de un hombre?!
El aludido asintió y bajó la mirada.
―Es grande, y fuerte... Ahora que luché con él puedo saberlo con certeza.
―¡¿Que tú qué?!
―Tenía que defenderme... y a ella... ―Se llevó una mano al rostro, agobiado. Su pulso trepidaba.
―Ese maldito... psicópata hijo de puta...
Kim desvió la mirada hacia la chica y se inclinó frente a ella, sostuvo su mano y la acarició, mientras su mejor amigo le daba más detalles, pero se detuvo en seco cuando vio a Taehyung apartar unos cabellos de su rostro y la rozó con paz y ternura. Jimin se quedó helado unos segundos. Entendió.
―Yo... me voy ya.
―Me alegra que hayas estado ahí para ayudarla, Jimin-ssi. ―Se irguió.
El referido mostró una pobre sonrisa, observó a Nayeon y le regaló una caricia sobre su frente con las yemas de sus dedos.
―Ella... me hizo enojar tanto... Me dio un millón de razones para alejarme... pero necesitó una sola para que yo volviera a hacia donde estaba. ¿Cómo podría no hacerlo? Tiene el rostro de mi Hana después de todo. Supongo que a ella no le haría feliz que su hermana sufriera.
Ya no pudo con el enrojecimiento en su rostro, el ardor en sus ojos y las lágrimas inquietas, que querían formar un nuevo surco sobre sus mejillas.
―Jimin... Lo lamento mucho, yo...
―No, no... Por favor, Tae. No es tu culpa. Soy yo... Yo... Hana está muerta, debo... aceptarlo de una buena vez y seguir adelante.
―Pero... ―Aguardó por las palabras que su mejor amigo guardaba dentro.
―¡Pero la amo y la quiero conmigo! Quiero tenerla, tocarla, sentirla.
Hundió su rostro bajo sus manos y se quebró de nuevo ahí mismo. Taehyung, compartiendo su pena, se arrimó y lo estrechó entre sus brazos.
―¡Me duele tanto verla! Es Hana, pero sé que no es ella. Me lastima mucho, me hace trizas.
Lloró desarmándose pedazo a pedazo, aferrándose a él y apretando su ropa con fuerza. Taehyung le dio unas palmadas en la espalda para brindarle contención hasta que Jimin por su cuenta se separó, sorbió por la nariz y limpió sus lágrimas.
―Ya está, ya está. Nayeon no es Hana. Y tengo que... Tengo que seguir.
―Jimin-ah...
―Estoy bien. Me voy.
―Voy contigo. Le dejaré una nota a Nayeon y...
―No, no. Tú tienes que volver a tu trabajo. No puedes perder tu empleo y tu reputación, así que sé responsable, ¿okey? ―Lo apuntó con el dedo y cruzó la puerta.
https://youtu.be/04u1zVpJ0fE
Jimin salió del edificio a paso apresurado. Su auto estaba estacionado a la vuelta de la esquina, ya que la calle estaba bastante concurrida. Sacó sus llaves del bolsillo, pero se le resbalaron de las manos y cayeron a un charco en la acera. Se inclinó a recogerlas y sobre su mano una gota abundante y cálida impactó contra su piel y se deslizó al suelo. Sus ojos estaban desbordados en lágrimas otra vez. Ya no pudo levantarse, por lo que casi a rastras se sentó en el cordón de la calle junto a su auto y dejó salir toda su miseria. Si tan solo tuviera alguien a quien insultar, alguien a quien culpar. Si tan solo tuviera una maldita fotografía de él con su amor juntos, para al menos sonreír en su pena y hacer mil preguntas a las que no le encontraría respuestas. Para poder recordar a la perfección su cara y luego hacer pedazos esa fotografía, dejándola ir de su existencia. Pero no tenía nada en absoluto, solo tristeza, furia y remordimientos. Mientras más pensaba en todo lo que había ocurrido más se daba cuenta de que jamás sería capaz de olvidar a Hana. Aún sentía mucho amor por ella, y ya no podía seguir así.
Se preguntaba si volvería a amar alguna vez, y pedía desesperadamente que ella lo ayudara a llamar a la felicidad en su corazón. Pero sabía... que no obtendría más que silencio como contestación.
https://youtu.be/KKrM-qoqiJc
Y ahí estaba de nuevo, luego de decir que estaba bien. Acurrucado en el cordón de la vereda, abrazado a sus piernas y recibiendo uno tras otro los espasmos que provocaban su incesante llanto silente.
La gente transitaba, algunos lo veían, otros lo ignoraban y seguían su camino. Pero nadie se inclinaba a preguntar qué andaba mal. Incluso si lo hicieran no sería capaz de responder. Pensaba en visitar a su psicóloga, sentía que debía hacerlo, pero por razones que escapaban a su comprensión quería evitarlo. Fue entonces que pensó en otra persona, alguien que ya conocía muy bien y que podría estar disponible para él, para brindarle algo de confort. Limpió su rostro a la vez que esculcaba sus bolsillos en busca de su teléfono y comenzó a teclear.
Tal y como esperaba, ella estuvo dispuesta a un encuentro, por lo que aguardó con impaciencia en un cuarto de hotel. Caminó en círculos a un lado del pie de la cama hasta que oyó la puerta y su corazón se calmó en cuanto vio a Jun Mi-suk cruzar el umbral y cerrar la entrada detrás de sí. Con una sonrisa se aproximó a él, aunque lo tomó por sorpresa en cuanto besó sus labios sin previo aviso ni pausa aparente, y los devoró con ansiedad; lo había extrañado mucho, no sabía cuándo podría volver a tenerlo para ella y por supuesto no lo desaprovecharía. No obstante, él la sujetó de los hombros y detuvo ese excitante beso. Tenía que admitir que ella sabía bien cómo complacerlo, sabía cómo le gustaba.
―Vaya, no exagerabas en tus mensajes. De verdad llevas una carita muy triste ―dijo, pasando una mano por su rostro―. Pero me alegró mucho que me llamaras.
―Gracias por venir, yo... necesitaba poder hablar con alguien de confianza.
―¿Hablar?
―Sí... ―Sobó su frente y se pasó esa misma mano por el cabello―. Han sido horas terribles. Pasaron muchas cosas que me han dejado muy triste y abrumado.
―Entonces... ¿No me llamaste para que tengamos sexo?
―Podemos hacerlo en cualquier otro momento, yo ya no estoy en pareja...
―Jimin, he estado meses pensando que ya no podría volver a acostarme contigo. Ahora me llamas, me invitas a un lindo hotel y en lugar de querer no sé, una felación, ¿quieres que tome asiento y sea tu psicóloga?
―Oh, mierda, Mi-suk. Lo lamento tanto. ―Se llevó una mano al pecho y meneó la cabeza en negación―. Debí pensarlo mejor antes de olvidar que solo quieres mi verga.
―Entiende que ha pasado mucho tiempo y yo pensé que...
―Lo que yo pensé es que además de ser compañeros en la cama, éramos compañeros de apoyo. Pero veo que estaba equivocado ―dijo, tomando de un arrebato su saco y poniéndoselo.
―¿Qué? ¿Es todo? ¿Vas a irte sin más?
―No veo motivo para continuar aquí. ―Acomodó el cuello de la prenda―. Incluso si consigues que se me pare, probablemente termine con las bolas azules. ―Bajó los brazos y la miró un momento con enfado, para luego avanzar.
―Jimin, espera... ―Lo tomó del brazo antes de que llegara a la puerta―. Lo siento, no era mi intención. Pero... ¿Es que no asistes a sesiones con tu psicóloga? Deberías hablar con ella de lo que sea que te esté molestando. Como lo que te ocurrió antes, ¿lo recuerdas?
―Creí que podría desahogar mis penas en el hombro de una amiga, como tantas veces lo ha hecho ella conmigo. Pero al parecer ella ya no está aquí, así que me voy. ―Soltó su agarre con un poco de brusquedad y siguió su camino.
―Jimin, ¡por favor espera! ―Lo siguió.
―No te preocupes por el dinero. Yo pagaré en la recepción y puedes coger con alguien que sí esté disponible emocionalmente e irte cuando se te dé la gana. ―Cruzó la puerta, dejándola atrás.
―Jimin... ¡Jimin! ―Aclamó en vano, y con frustración se llevó una mano al rostro―. La cagué ―masculló, golpeando su cabeza contra el marco de la puerta.
Con rabia y desconsuelo, Jimin manejó a una velocidad inapropiada y no se detuvo hasta llegar a su vieja residencia. La casa que habitaba su psicóloga. Inspiró y exhaló profundo, todavía sin entender por qué no se sentía cómodo estando ahí, aunque lo atribuía a que el día no correspondía al de sus sesiones y no deseaba importunarla. Pero la idea de aplacar su dolor era más fuerte y por mucho. Bajó del auto y con lágrimas en los ojos la miró, diciendo que lo sentía, pero no sabía a quién poder acudir para dejar de sentir ese dolor que lo aniquilaba de adentro hacia afuera. Y ella, con lo mejor de su actuación mostró delante de él esa sonrisa dulce y compasiva y lo invitó a pasar.
―Este siempre será tu hogar, Jimin. Siempre estaré aquí para ti ―murmuró, acariciando los cabellos de su ya dopado chico, que descansaba su cabeza sobre su regazo―. Y tú siempre serás mío ―agregó, tomándolo por el rostro y uniendo sus labios a los de él.
~ B i t t e r s w e e t ~
https://youtu.be/q9vJ3ywK810
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Espero que las canciones intermedias no hayan entorpecido la lectura del capítulo. Si es así les agradecería que me lo hicieran saber, por favor, ya que tengo más capítulos con canciones intermedias. Si los videos estorban, buscaré otra forma de añadir las canciones para que no resulte molesto.
Como siempre, muchas gracias por su lectura e interacciones, significa mucho para mí saber que les está gustando. ¡Nos leemos pronto! (n/-n)/ ~♥
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