Capítulo 24: Estoy lista para morir
El hombre jaloneó el cabello de la muchacha mientras la apresaba, y lo olisqueó, como el depravado que era. Sin apartar un segundo el arma de su delgado cuello, subieron la última sección de la escalera. Allí, la chica gritó espantada ante el espectáculo sangriento que aguardaba en el pasillo: los cuerpos sin vida de los desafortunados inquilinos asomados por la puerta de sus apartamentos, con un balazo limpio en la frente, pintando y salpicando todo de un ingrato escarlata. El tipo la acalló de inmediato estampando su mano sobre su boca y la arrastró a las escaleras para continuar su rumbo, y donde aguardaban más cadáveres. Otro pobre desafortunado en el piso siguiente, dos en el tercero, y uno más en el cuarto, su piso. La puerta de su apartamento estaba abierta y el malviviente que maniobraba con ella la empujó dentro sin nada de delicadeza. Todo estaba revuelto, muchos muebles rotos y en el centro, tres hombres que jamás había visto en su vida aguardaban en silencio. El sujeto detrás de ella encañonó su espalda, obligándola a permanecer callada e inmóvil.
―Vaya, vaya... Hana ―habló uno de ellos, poniéndose de pie y caminando unos pasos en su dirección. Era alto y de complexión robusta.
»Dichosos los vivos que te contemplan, porque se supone que estás muerta, maldita.
El individuo hizo un ínfimo gesto con su cabeza, y sin pausa su compañero le dio un culatazo a la chica con el arma, dejándola inconsciente en el acto, desplomada en el suelo. El infeliz que la había golpeado comenzó a reír como si de una hiena se tratase. Se agachó al lado de ella, corrió su cabello y acercó con mucho sigilo su mano a la falda de su vestido, levantando un poco la tela.
―No la toques, imbécil. ―Amonestó su compinche―. Habrá tiempo para eso después, ahora tenemos que largarnos. Hemos hecho mucho aquí y es probable que algún pobre diablo haya alcanzado a llamar a la policía. Solo amárrala bien y nos largamos.
Al mismo tiempo, Taehyung todavía se encontraba dentro del auto, mordiéndose la uña de su pulgar. Era la segunda vez que llamaba a Jimin y éste no respondía. Pero por supuesto que ese teléfono sonó sin cesar en el bolsillo de la chaqueta en esas dos ocasiones, aunque no había manera de que respondiera, pues en ese preciso instante Jimin era preso de la inconsciencia, prisionero de esas garras que apretaban y ese cuerpo impúdico que se mecía con malicia sobre su piel desnuda, agitando sus latidos e impregnándolo de sudor y una suciedad que no se borraría jamás.
Su amigo no consiguió comunicarse una vez más, y justo cuando iba a hacer otro intento recibió una notificación desde Instagram. Se trataba de Lisa: «Teddy, ¿por qué no respondes mis mensajes? Te dije que me gustaría verte, así que avísame cuando estés disponible, ¿sí?». El receptor de dicho mensaje dio un soplido hacia arriba, moviendo alguna que otra hebra de su pelo. Le daría una respuesta, y fue en ese preciso instante en el que, por azares del destino o simple coincidencia, relamió sus labios a la vez que realzó la mirada al frente, siendo testigo de cómo cuatro individuos abandonaban el bloque de departamentos con bastante prisa, y uno de ellos cargaba un bulto envuelto en una frazada. Se quedó hipnotizado por unos segundos, no obstante, sus ojos se abrieron de par en par en cuanto una ruda brisa voló la tela, dejando ver el rostro de Nayeon; estaba inconsciente y con la boca encintada. El último hombre en la fila detuvo el paso y Taehyung se deslizó en su asiento al instante, evitando que lo viera. El malhechor giró por completo el cuerpo y curioseó con la mirada. El joven oprimió un botón de su celular para apagar la pantalla y apretó sus labios, casi deteniendo su respiración, mientras que su corazón subía lentamente por su garganta. El tipo empezó a dar pasos en dirección a su auto, hasta que su compañero le llamó la atención. No era momento de jugar al gato y el ratón, era momento de largarse cuanto antes, orden que el referido acató en la brevedad, siguiendo sus pasos.
Poco a poco, el muchacho se fue reincorporando y asomó apenas sus ojos curiosos por encima del tablero, permitiéndole ver cómo habían metido a la chica en el maletero y se apresuraban a subir al vehículo. Lo pusieron en marcha y salieron disparados de la escena. Taehyung contó en reversa y se sentó correctamente en su asiento, tratando de procesar lo visto. «Era... una mafia». Recordó lo que había dicho Jimin en su momento.
―Ay mierda ―exclamó con rabia y miedo, encendiendo el motor de su coche y avanzó.
Al pasar por la entrada, pudo divisar las puertas abiertas en su totalidad, el mostrador en planta baja y un gran manchón de sangre en la pared. Apartó los ojos, muy impresionado, y circuló con algo más de velocidad, decidido a seguir a esos sujetos.
Tras conseguir alcanzar el auto, su miedo solo acrecentaba. La zona era cada vez más precaria y las calles en mal estado; no reconocía los alrededores en absoluto. No paraba de preguntarse qué demonios era lo que estaba haciendo o pretendía hacer, pero su respuesta solo era un nombre: Nayeon.
Continuó siguiendo ese coche con toda la cautela que sus nervios pudieron manejar. Las casas iban desapareciendo a medida que transitaba y podía ver el mar a un extremo. Luego de saltar un último bache agarró su teléfono y, moviendo sus pupilas del frente y hacia el aparato de manera inquietante, buscó el contacto de Min-jae, puso el altavoz y arrojó el teléfono sobre el asiento del acompañante, rogando que contestara.
―Kim Taehyung ―canturreó el susodicho, con una vocecilla graciosa.
―¡Min-jae! ¿Recuerdas que me dijiste que te llame si necesitaba ayuda al meterme donde no debía?
―Mierda... ―Su voz se apagó―. Por favor, dime que no tienes una M9 apuntando a tu cabeza.
―No. Al menos no por ahora...
―¡¿Eso qué significa?! Rastrearé tu llamada ya mismo.
El muchacho al volante se detuvo de repente, observando cómo los malvivientes estacionaron en un acceso a un puerto y ni una sola alma a la vista, solo un par de barcos de diferentes tamaños y dos pequeños complejos de almacenamiento. Comenzaron a bajar y abrieron luego la cajuela en la parte trasera, retirando a la ya consciente chica, quien se removía y gruñía al ser cargada sobre el hombro de uno de los tipos. El joven sintió un enfriamiento doloroso en su pecho. Se aferró al volante con fuerza y se mantuvo un poco encorvado para asegurarse de no ser visto.
―¡Taehyung! ¡Tae! ―Reclamó su amigo al otro lado de la línea.
―S-sí... estoy aquí.
―Ya te tengo. Es un viejo puerto abandonado en... ¿Los suburbios? Es una zona casi muerta, ¿cómo demonios acabaste ahí?
―Seguí un auto.
―¡¿Que tú qué?! Ni se te ocurra moverte de donde estás.
―Van a lastimar a alguien que conozco. ¿Cuánto tiempo tardarías en traer refuerzos?
―Acabo de enviar dos patrullas para allá y estoy saliendo yo también. Serán unos veinticinco minutos, tal vez más.
―Por favor, envía una patrulla y una ambulancia al bloque de departamentos a la dirección que te voy a dar. ¿Puedes?
―¿Qué...?
―Vi sangre en las paredes cuando pasé por la puerta.
―Bien. De acuerdo. Quédate en línea conmigo, así me quedaré tranquilo de que estás a salvo, y de que no harás ninguna tontería.
Con sumo sigilo, Taehyung salió a gachas del auto, con el teléfono en la oreja. Min-jae oyó la traba de la puerta, y no demoró en regañarlo y reiterarle que permaneciera oculto donde estaba. Le explicó que esa zona era punto de encuentro de algunas pandillas y mafias, era por eso mismo que nadie circulaba ni la cercanía del lugar. Pero Taehyung hizo oídos sordos; necesitaba saber que Nayeon estaba bien. Se escabulló y ocultó entre la hilera de cobertizos. Asomó despacio la cabeza entre ellos, husmeando por las aberturas, y allí pudo ver por fin a la muchacha: la habían amarrado con las manos detrás de la espalda y por los tobillos a una fría silla de metal, la cual habían arrastrado a pleno cielo abierto y la detuvieron justo al borde del camino de asfalto, a espaldas del mar helado.
Uno de ellos, el aparente líder del cuarteto siniestro, se inclinó frente a ella y de un fuerte tirón, removió la cinta de su boca, arrancándole con ello un chillido, que de inmediato fue cortado al ser tomada por la quijada de manera brusca, causándole dolor. Ladeó su rostro a un lado, luego al otro y con desdén apartó su tacto. Ella, en silencio y paralizada por el miedo, paseó sus ojos por cada uno de ellos; en definitiva no los conocía en lo más mínimo.
―¿Lo ves? ¡¿Lo ves?! ¡Te dije que era Hana! ―dijo aquel alto y delgado, el mismo que la había dejado inconsciente, mientras que el otro más corpulento se prendía un cigarrillo.
―No seas estúpido ―dijo, exhalando el humo―. Mira ese rostro, está inmaculado; su cabello también. El aspecto de Hana era demacrado, por el consumo desmedido de drogas pesadas. Además... ―agregó, tomándola por la cabeza esta vez y mirándola con mayor detenimiento―, tiene un lunar en el pómulo, arriba de la ceja y otros dos en el cuello. Nuestra Hana solo tenía uno en el pómulo y el mentón. Son gemelas casi idénticas, pero no es Hana.
Nayeon temblaba y lagrimeaba. ¿Por qué este individuo despreciable y asqueroso parecía conocer a su hermana de manera tan meticulosa? Tenía varias teorías y ninguna le gustaba.
―¿Quieres que te diga cuántas veces se dejó coger por todos nosotros solo por un poco de polvo? ―susurró, exhalando el humo contra su rostro.
La chica ladeó la cabeza, queriendo huir de sus palabras, y suspiró con dolor, sin poder contener más sus lágrimas. Era tan vituperable hacia su memoria, tan cruel y repugnante.
Taehyung por su parte, alcanzaba a oírlos. Se llevó una mano a la boca para evitar que sus suspiros de sorpresa o respiración lo delataran.
―Nuestra dulce Hana aceptó incluso ser carnada para atraer presas y luego poder venderlas. ¡Pero...! ―Se puso de pie―. También tuvimos algo de culpa, porque no terminamos de entender que era solo una chiquilla ―dijo, sacando su arma que llevaba en la cintura―. La muy inútil se enamoró. ―Su tono así como la expresión en todo su cuerpo fue de burla―. Teníamos al hijo del viejo Park así de cerca, y esa hija de mil putas nos traicionó, disque por amor... ¡Qué tontería! ―espetó, moviendo la corredera del arma―. Aunque se salió con la suya, la muy infeliz, lo pagó caro, ya que un grupo más grande terminó llevándoselos a ambos. Ahí se hicieron un verdadero festín con su cuerpo ―adicionó, relamiéndose los labios―. ¿Qué más da? Se lo merecía, por zorra.
Se hizo el silencio ante eso último. Las lágrimas bajaban descomedidas por las mejillas de la muchacha, y su mirada ya no destilaba miedo, sino asco, en su estado más puro.
―Eres un cerdo inmundo y despreciable ―escupió con su voz áspera.
Y con ello, no solo recibió un golpe con el puño cerrado que le arrancó un grito de dolor e hizo tambalear la silla, sino que también giró su cara hacia el lado opuesto, donde ahora sí, le esperaba un duro bofetón.
―Maldito hijo de puta... ―susurró Taehyung, apretando los dientes y los puños.
―Taehyung, ¿qué pasa? ―habló Min-jae, todavía al otro lado de la línea.
―El mal nacido acaba de golpearla en la cara.
―¿La? Ahora entiendo el porqué de tu imprudencia. Escúchame bien, si sales te meten un tiro en la frente. Sé paciente y prudente.
―No sé cuánto más pueda aguantar.
El hombre dio una última calada a su cigarrillo y arrojó la colilla contra la cara sangrante de la muchacha, quien rápido se sacudió hasta que el sobrante caliente cayó a sus pies. Sin previo aviso, el malviviente la sujetó del cabello, tirando con fuerza.
―Te lo pondré fácil, señorita usurpadora. Has logrado llegar muy lejos en tu "investigación" para dar con nuestra tan preciada mercancía, y nosotros queremos darnos nuestro lugar en la organización ―explicó, y la soltó sin nada de delicadeza.
Subió el arma a la altura de su cara y habló nuevamente:
―¿Dónde está ahora Park Jimin?
Nayeon y Taehyung abrieron los ojos de par en par al unísono. Todo el embrollo se reducía a eso. A la joven de repente ya no le preocupó el dolor agudo en su cara o la sangre chorreando de la misma. Tampoco le importó estar atada a esa silla, muriéndose de frío por la fresca brisa, o del miedo latente que palpitaba por toda la extensión de su cuerpo. Finalmente lo había entendido: su hermana no era una simple adicta a pastillas, era una criminal, alguien que desgració vidas, incluida la de Park Jimin. Ya sea por obra del destino, suerte o mera coincidencia, él había podido salvarse, y era en ese preciso instante en que se sentía muy dichosa por ello, mientras las lágrimas continuaban cayendo. Amaba a su hermana con todo su ser, pero ella... ella estaba mal. Y la misma Nayeon también lo estaba; había jugado con los sentimientos de alguien inocente, con sus anhelos y esperanzas, dejándolo en una miseria absoluta. Exactamente lo mismo que le reprochó a Park Jimin, entonces pensaba: ¿Qué la hacía diferente a todos estos sujetos?
Inspiró aire profundo, llevó sus pupilas hacia el hombre horrible que le había hecho la interrogante, y por primera vez en su maldita existencia, iba a hacer algo que creía firmemente que era lo correcto.
―Mátame. ―Lo desafió―. Porque no pienso decirte una mierda.
Los párpados del chico oculto volvieron a expandirse y su corazón se aceleró con miedo, tanto que empezaba a hiperventilar.
―No, cariño... No te voy a matar ―dijo, desviando la dirección del cañón―. Primero te voy a dar una paliza, luego te usaremos como perra hasta hartarnos, después volveré a molerte a golpes. Y ahí, con tu asquerosa miseria sacada a flote, ahí recién voy a dispararte entre medio de esos bonitos ojos que tienes.
―Oh, no lo harás maldito... ―masculló Taehyung, muy inquieto.
―Tae, cálmat...
Y antes de poder terminar de hablar, unas cajas a espaldas del chico cayeron; las había empujado sin querer al retroceder unos pasos, y el ruido fue evidente.
―¡Oye! ¡Hay alguien por ahí!
Los tres esbirros a espaldas de su líder prepararon sus armas y apuntaron, mientras que el muchacho permaneció inmóvil.
―¡¡Policía de Busan!! ¡¡Manos en alto!!
Un grupo de cinco uniformados se presentaron y por supuesto la balacera no se hizo esperar, aunque fue breve, ya que el capitán Yang Se-jong tenía muy buena puntería, logrando con dos disparos certeros desarmar a los criminales, en conjunto con sus compañeros. No obstante, debido a que los delincuentes arremetieron sin decoro, no tuvieron más alternativa que tirar a matar.
Los dos amigos habían cortado abruptamente la comunicación telefónica. No muy lejos de la zona la sirena policial empezó a escucharse. Ese era Min-jae. Taehyung salió de su escondite con las manos en alto, frente a los policías.
―Qué bueno que lleg...
Nayeon entreabrió los ojos, miró en varias direcciones y mantuvo la boca cerrada. Estaba oscuro y muy frío, aunque ya no importaba, ya nada importaba: en el traqueteo del tiroteo había sido empujada al agua. Si así terminarían las cosas, estaba bien con eso. Había hecho tanto mal, aunque se sintió bien por haber protegido a Jimin de algún modo, en el último momento, al bueno de Jimin, y con quien había sido tan injusta por tanto tiempo. Si esa sería su muerte, al menos se marcharía con el confort de esa sensación, por más ínfima e insignificante que fuese. Así que cerró sus ojos y relajó el cuerpo, mientras se hundía con el peso de la silla. Estaba lista para morir. Pero, unas manos grandes y fuertes alcanzaron a tomarla por las axilas. De repente las cuerdas dejaron de apretar sus extremidades, sintió como un brazo envolvía su cintura y la elevó. ¿Era el cielo? Sí. El cielo nocturno. Una voz grave gritaba su nombre con insistencia, gotas que escurrían de ese cabello oscuro caían sobre su rostro, y las mismas manos, empapadas y frías, palmeaban sus mejillas. Parpadeó un par de veces, divisando una figura frente a ella.
―¡Nayeon-ah! ―Volvió a llamarla.
Contrajo un poco su entrecejo y tosió, despidiendo luego el agua que había ingerido. Siguió parpadeando hasta que su visión fue más óptima, encontrándose así con el nítido rostro de Kim Taehyung. Él había visto el momento exacto en el que cayó al agua, por lo que corrió hacia la orilla de la plataforma, despojándose de su abrigo en el trayecto, y sin dudarlo saltó al agua.
―Tae-Taehyung... ―balbuceó, pausado y apenas perceptible.
El referido suspiró con alivio y le regaló una caricia con su pulgar sobre su frente. Subió la mirada después, encontrándose con su amigo, quien le sonreía con un pulgar en alto, mismo gesto que le devolvió.
La ambulancia llegó en la brevedad. Se ocuparon de la chica en primer lugar, y atendieron los golpes en su rostro. Taehyung le había cedido su abrigo a ella para cubrirla del frío, aunque los paramédicos les otorgaron una manta a cada uno.
A pesar de estar un poco aturdida todavía, Nayeon consiguió bajar de la ambulancia por sí sola. Junto a Taehyung hicieron una reverencia ante los asistentes y la policía por su ayuda. Sin embargo, debían prestar declaración sobre lo ocurrido. Kim se ofreció a llevarla en su auto para ir juntos. El trayecto fue silencioso como un entierro, y es que ambos tenían la cabeza en las nubes después del susto tan inmenso que habían padecido. No obstante, al chico no se le fue de la cabeza su mejor amigo, por lo que le marcó, pero tal y como ocurrió antes no respondió.
―Rayos, Jimin... ¿Por qué no me contestas? ―masculló con rabia, dando un soplido después. No olvidaba el estado en el que se encontraba cuando se separaron, por lo que quería escuchar su voz al menos, y asegurarse de que estaba bien.
En su plática en la comisaría, les informaron también que en el bloque de departamentos hubo una masacre total. Mataron a cada residente, incluido el pobre dueño. Los ejecutaron a todos y cada uno de ellos de manera cruel, como un juego sádico, cosa que los llenó de espanto y tristeza.
Luego de llevar a cabo todo el protocolo correspondiente, y sintiendo sus cabezas a punto de estallar, los jóvenes pudieron retirarse por fin. En la recepción, se reencontraron con Min-jae, a quien no dudaron agradecerle por todo y lo despidieron, aunque antes de que se marcharan el joven policía le hizo un gesto a su amigo, indicándole que "su somenyeo" era muy bonita, a lo que el otro se ruborizó y le indicó una negativa, muy irritado.
En la vereda, Nayeon detuvo el paso, mirando el piso y abrazándose a sí misma. Taehyung se detuvo unos pasos atrás de ella y preguntó:
―¿Quieres que te lleve a algún lado? Retirar tus cosas de tu departamento...
―No... No quiero volver a ese lugar por ahora.
―¿Y tienes dónde pasar la noche?
Ante su interrogante la muchacha enmudeció. No tenía ningún lugar, no tenía nada ni nadie, solo ganas de desaparecer.
―Nayeon...
―Por tanto tiempo... culpé a Park Jimin de mis desdichas. Estaba tan claro frente a mí, y no supe verlo. No fue su culpa que Hana terminara muerta... ―Negó con la cabeza―. ¡Fue mía! ―Se cubrió el rostro con sus manos y rompió en llanto.
―No, Nayeon... No digas eso ―dijo, acercándose unos pasos.
―¡No la cuidé como debía! ¡No la ayudé! ¡Si tan solo hubiera visto las señales en mi cara tal vez ella no se hubiera convertido en la prostituta de esos engendros! ¡Tal vez aún estaría viva! ¿Qué clase de familia soy? ―Se le fue la voz en esa última pregunta.
―"Tal vez" no es una certeza. No tenías forma de saber qué iba a suceder. No tomes la culpa de esa manera tan fea. ―Posó su mano sobre su hombro.
―Ay Tae... ―giró su rostro hacia él―. A ti y a Jimin los he lastimado. No tengo cara para pedirles su perdón, pero de verdad lo lamento tanto.
―Ya te dije, solo no vuelvas a hacerlo y ya.
―¡Pero...!
―Cuando alguien me lastima, no es fácil reestablecer la confianza perdida, sin embargo, cuando vienen a mí con una disculpa puedo detectar si es honesta o no. Te creo cuando dices que lo sientes.
―He hecho todo mal, ¡todo! Solo quiero desaparecer. ―Escondió de nuevo su cara debajo de sus manos―. Volverme como el viento, invisible, y volar lejos y alto, sin preocupaciones.
―No quisiera que te fueras así nada más.
La chica corrió sus manos del rostro, dejando las yemas de los dedos a la altura de la sien, y lo observó.
―Nadie es perfecto, todos nos equivocamos. Jimin ha cometido errores, yo he cometido los míos, y aun espero poder ser perdonado por ellos. Es... Es así. Pero los errores de hoy pueden ser los aciertos de mañana, y viceversa. Lo importante es poder y querer redimirse, para ser una mejor versión de nosotros mismos.
Taehyung le cedió una sonrisa amistosa y reconfortante, dejándola encandilada.
―Jimin de verdad tiene suerte de tenerte a su lado.
―Ay cielos... ¿Por qué todos me dicen eso? ―Apartó el rostro, apenado.
―Porque es cierto. Eres una persona muy dulce ―dijo, limpiando sus ojos―. Vaya... ¿cómo enmendaré mi desastre?
―Con tiempo. ―Dio un asentimiento.
Él le tendió su mano, ofreciéndole un pañuelo, que le habían brindado en la ambulancia. Ella lo aceptó y limpió el agua salada que corría por sus mejillas.
―Si no tienes donde quedarte, yo... supongo que puedo dejar que te quedes en mi departamento, hasta que puedas mudarte a un lugar seguro.
―¿Qué? No. No puedo, eso sería un abuso de mi parte. Yo... buscaré algún albergue y pasaré ahí la noche...
―Un albergue... ¿Y con qué lo pagarás? ―Se llevó las manos a los bolsillos y mordió su labio bajo.
―B-bueno... Podría tal vez limpiar algo y pedir que me dejen quedarme.
―Se acabó. Ven conmigo ―dijo, agarrando su mano y empezando a caminar hasta su auto.
―Taehyung, de verdad, no tienes por qué... ―objetó, deteniendo el paso a la par de él.
―Al menos me quedaré tranquilo de que ningún loco te vuelva a secuestrar ―dijo, abriendo la puerta de su auto para ella.
―Si acepto irme contigo podrías correr riesgo tú también. No quisiera eso.
―Después de todo lo que pasó yo diría que ya estoy jugado.
―No, por favor. No quisiera que te lastimen.
―Por lo pronto... ―Reposó su mano sobre su hombro con gentileza―, déjame darte hospedaje esta noche. Mañana con más calma verás qué hacer, ¿bien?
Nayeon paseó sus pupilas de un lado a otro hasta que asintió y accedió irse con él. Si esa mafia era grande y estaba al asecho, lo primero que deberían hacer era poner a Jimin al tanto. Taehyung miró su reloj: las diez en punto de la noche. Tomó su teléfono y le marcó a su amigo, se llevó el aparato a la oreja y lo sostuvo con su hombro mientras ponía en marcha el vehículo. Un tono, dos, tres, cuatro, y después del quinto, la llamada fue atendida.
―¡Jimin, por fin! Ya estabas asustándome. ¿Dónde demonios...?
―Hola, Taehyung.
―¿Se-señorita Fan? ―Abrió grande los ojos―. Qué pena con usted. Lo siento, yo... ¿Por qué...?
―Yo soy quien lo siente. ―Lo interrumpió―. Estoy tomando el teléfono de Jimin sin su permiso. Pero me imaginé que a esta hora y sin saber de él, estarías preocupado. Después de todo, eres como su hermano.
―¿Le pasó algo a Jimin? ¿Está bien?
―Sí, cielo. Él está bien ―declaró, con una sonrisa y girando el cuerpo hacia su cama, donde el muchacho aún yacía desmayado y desnudo―. Cuando llegó aquí estaba muy alterado, casi al borde de un ataque, pero a medida que empezó a hablar y desahogarse pudo calmarse un poco. Le di algo para esa terrible migraña que tenía y al poco tiempo se quedó dormido.
―Cielos... Iré por él ahora entonc...
―Oh, no te molestes. Puede quedarse aquí, sigue siendo su casa después de todo. Se quedó dormido en su vieja habitación, y la verdad me dio pena despertarlo ―dijo, caminando unos pasos y tomó asiento sobre el colchón, junto al joven.
―De... De acuerdo. Gracias por cuidar de él.
―En absoluto, Taehyung. Es un placer poder cuidar de Jimin ―dijo con una vil sonrisa, acariciando los cabellos del chico―. Le diré que lo llamaste.
―Sí, por favor. Gracias.
La mujer bajó la tapa del teléfono de Jimin y paseó la mirada por su alcoba, absorta.
―Kim Taehyung... Qué chico tan lindo, y curioso... ¿No sabe que la curiosidad mató al gato? ―divagó para sí misma, cerrando por un momento los ojos y golpeando con suavidad el teléfono contra sus labios―. Bueno, no sería el primer gato que mato, ¿no es así, Jimin? ―dijo, girando su rostro hacia él y deslizó sus dedos por su mejilla―. Porque... Yo puedo hacer sus vidas un vívido infierno si quiero ―agregó, cambiando su caricia por un agarre abrupto contra el rostro impropio y esbozando una sonrisa siniestra.
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