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Capítulo 23: SEGUNDO IMPACTO: Mentira. El 70% de mis memorias (-50)

―¡Rápido, levanten sus piernas!

―¡Hay que frenar la hemorragia de su nariz! ¡¿Qué nadie tiene un maldito pañuelo?!

―¿Se golpeó la cabeza? No muevan mucho su cuello, solo aflojen la corbata y abran la parte superior de su camisa.

―Está empapado en sudor, sáquenle el abrigo.

―¿Qué es esto? ¡Hay mucha sangre aquí!

―¡La ambulancia viene en camino!

Unos minutos más tarde, Jimin, con la consciencia recobrada después de haber padecido ese repentino síncope vasovagal, se encontraba en el subsuelo del edificio, recostado en una camilla dentro de la ambulancia. Apretaba los dientes con fuerza y contraía del mismo modo su entrecejo, siseando de dolor mientras el médico removía con una pequeña pinza y sumo cuidado el trozo de vidrio que tenía incrustado en su brazo, cerca del codo, producto de su imprudencia al haber irrumpido de manera poco ortodoxa en el bloque de departamentos con anterioridad. Por supuesto no se encontraba solo, Taehyung estaba a su lado tomando su mano, la cual Jimin estrujaba con fuerza, mientras que tenía su labio inferior blanco ante el duro agarre de sus dientes y gruñía bajo, a la vez que se removía con dolencia al recibir las puntadas para que la herida fuera suturada.

Después de vendarlo le suministraron un calmante por vía intravenosa, y desde luego le recomendaron alejarse del trabajo y reposar. Taemin, Jong-in y Dong-min, que aguardaban afuera, en el estacionamiento, junto a una Jacqueline ahogada en lágrimas y sorbiendo constantemente por la nariz, fueron testigos de la encomendación dada por el profesional. Jimin, aunque se encontraba débil, bajó del vehículo por pie propio.

―Por favor, no vuelvas a asustarnos así, hyung ―habló Dong-min, con un rostro pálido y repleto de angustia.

El aludido asintió con una sonrisa apenas apreciable, aunque al desviar un poco sus ojos tuvo que volver a ese mismo punto ya que el rostro enrojecido y aguado de su secretaria llamó inevitablemente su atención.

―Deja de llorar así, por favor. Estoy bien. ―La regañó.

―N-no, señor... L-lo que pasa es que se me metió una basurita en el ojo, que luego saltó a mi otro ojo.

A medida que hablaba las lágrimas parecían intensificarse. El presidente giró sus pupilas y negó con la cabeza.

―Nosotros nos encargaremos de todo, tú procura reponerte, ¿de acuerdo? ―dijo Taemin con un tono un tanto severo. Se llevó las manos a los bolsillos y se retiró.

Kai hizo una reverencia a modo de despedida y se marchó detrás del primero; Dong-min lo imitó, aunque se despidió con más calidez, mientras que la chica, por su parte, solo se quedó quieta y lagrimeando.

―Vuelve a tu trabajo, Jackie. ―Su tono fue más suave esta vez.

―No te preocupes por él. Yo lo cuidaré ―dijo Taehyung, guiñándole un ojo a la chica, dejando caer su mano sobre la cabeza de su amigo y despeinándolo un poco.

Ella estaba agradecida de tener su cara tan enrojecida por las lágrimas, porque así no podría notarse el ardor que sentía ahora por la vergüenza que su picardía le había provocado, y es que tampoco ignoraba que Taehyung era un hombre apuesto. Esnifó una última vez, limpiando sus ojos con sus manos, y luego de una reverencia se retiró a paso rápido.

―Ella es adorable ―murmuró Taehyung, sonriendo―. Y tú le gritaste horrible ―dijo, borrando su mohín y pellizcando un moflete a su amigo―. Más vale que te disculpes con ella.

Jimin la observó mientras casi corría en la lejanía.

«Esa tonta... Se preocupa demasiado en vano», pensó, escondiendo una mueca.

Al llegar a su apartamento, el muchacho apenas podía caminar. El calmante ya estaba haciendo efecto y la pesadumbre en todo su cuerpo era palpable; bostezaba y sus párpados caían. Su mejor amigo, quien lo había acompañado en todo momento, fue por un poco de agua y al retornar para echarle un ojo se lo encontró planchado sobre su cama, arropado y dormido. Entró al dormitorio, se recostó a su lado, tomó su teléfono celular e hizo lo mejor que podía hacer en ese momento: poner caras, tomarse fotos con su amigo dormido y jugar con los filtros, para terminar riéndose solo como todo un tonto. Las envió todas a su chat con él y siguió riendo por lo bajo hasta ojear sus contactos y ver el de Jung-kook. Se relamió el labio inferior, mordiéndolo después, y permaneció absorto unos segundos, hasta que decidió levantarse y dirigirse a la sala, no sin antes echarle un último vistazo a Jimin. Verlo dormir con tanta paz lo alivió bastante.

«Tú... De verdad... Un buen día vas a infartarme», pensó, regalándole una caricia a su cabello.

Habían pasado tantas cosas, tan rápido. Estaba emocionalmente agotado. Y no podía quitarse de la cabeza la imagen de Nayeon, llorando a mares. Seguramente Jimin lo odiaría, pero... poniéndose en sus zapatos... él la entendía. Lo que hizo, por qué lo hizo y lo lejos que había llegado por su causa. Si alguien le pusiera un solo dedo encima a un ser querido para él, ¿cómo reaccionaría? En aquel entonces, por amor y devoción a su madre, arremetió contra su tío, su propia sangre. Jimin no tuvo reparos en amenazar a esa mujer porque pensó que le había hecho algo. ¿Y si alguien tocaba a Jimin? Taehyung no sabía de lo que sería capaz, y eso llegaba incluso a asustarlo. Probablemente no eran tan diferentes. Probablemente llegarían lejos también... y hacer que los culpables caigan, de un modo u otro.

Se desplomó sobre el sillón, volvió a tomar su teléfono, marcó y se lo llevó a la oreja.

¿Taehyung? ―dijo, somnoliento e hizo una pausa―. Sí sabes que la hora en Asia y Europa no es la misma, ¿verdad?

―Ho-hola, Jung-kookie...

¿Estás bien? Te oyes raro.

―Han pasado... muchas cosas... ―suspiró, pasándose una mano por su cabello y echándolo hacia atrás―. Quería escuchar una voz familiar... ¿Hablas conmigo un rato... por favor? ¿Puedes?

S-sí... Sí, claro.

Taehyung apretó las hebras de su pelo entre sus dedos, suspiró y empezó a hablar. No entró en detalles; no pretendía preocuparlo ni entorpecer más de lo debido su descanso, tan solo quería ser escuchado por alguien que él consideraba relevante, importante. Porque con su familia ya no se hablaba desde ese día, y sinónimo de familia, ahora solo era Jimin, y su primo, aunque su vínculo con este último se había desgastado, aunque se habían molestado el uno con el otro, y no era como si Jung-kook hubiese hecho algo realmente malo, solo fue una reacción errada de parte de Taehyung, en un momento inoportuno. Quería dejarlo atrás, quería enmendar las cosas. Quería creer que no era tan tarde todavía, después de tres largos años de silencio. Porque como lo sintió alguna vez en el pasado, lo sentía ahora: se desmoronaba lentamente y necesitaba una mano para fortalecerse.

Lo peor de que algo malo nos ocurra, en ocasiones, no es lo que nos ocurre como tal, sino lo que eso le causa a aquellos que más queremos...

* * *

Para cuando Jimin despertó, fue encandilado por un aroma que catalogó como delicioso, por lo que, aun apelmazado y un poco adormilado, se levantó y se dirigió a la cocina, encontrándose con su mejor amigo, salteando los alimentos sobre el fuego.

―Wow, podría acostumbrarme a esto ―dijo, molestándolo un poco, mientras tomaba asiento en una de las sillas arrimadas a la isla en la cocina.

―No lo hagas ―dijo sonriendo, sin quitar sus ojos de lo que estaba haciendo.

―¿Cuánto tiempo llevo dormido? ―Su voz seguía estando detonada.

―Poco menos de hora y media, aunque pretendía despertarte para que comas algo.

Se giró hacia él solo cuando el platillo ya fue servido, y separó otra pequeña ración para él mismo.

―Está rico ―aduló, con la boca medio llena.

―No soy muy bueno en esto, pero me defiendo.

―Dije que está bueno.

―Ah, sueles ser bastante embustero cuando te cocinan.

―Pero de verdad está bueno. ―Rio por lo bajo, contagiando un poco a su compañero.

―¿Cómo te sientes ahora?

―¿Cómo me siento? Como si me hubiera pisado un elefante. Pero solo me pisó el pasado de mierda y una bruja lunática.

―¿Te refieres a Nayeon?

―A esa falsa, mentirosa y maldita, sí ―espetó con rabia.

―¿Vas a dejarla encarcelada?

―¿Otra vez con eso? ¿De verdad estás considerando que retire los cargos?

―Ella está confundida y...

―¡Mintió asquerosamente, Tae! ¿De qué lado estás?

―No me digas esa... basura de bandos. Lo detesto. Yo solo... Yo la entiendo, ¿de acuerdo?

―¿Qué la entiendes? ¿Entiendes que es una criminal? ¿Una embaucadora? ¡Que te esposó y te amenazó con un arma!

―N-no tenía balas siquiera...

―Kim Taehyung, ¿la estás justificando?

―Y-yo solo... la entiend...

―¡¿Qué mierda es lo que entiendes de esa maldita?!

Taehyung expuso su sentir, dio sus razones y expresó con pesar lo que pensaba respecto al proceder de Nayeon.

Cuando había ocurrido el incidente en su casa contra su pariente, no se quedó solo del todo, contaba con su abuela, tenía a sus amigos, aunque ya no lo tuviera a Jimin. Y ahora que estaban aquí, en este presente, bajo estas circunstancias, habiéndose enterado de cosas que solo había visto en películas, pesadillas o casos de gente ajena a él en su oficio, se había puesto a pensar en la incógnita: ¿Qué es lo que haría yo... si alguien te pone una mano encima a ti, que eres como un hermano para mí? ¿Qué haría yo... si tocan a alguien que amo? Probablemente algo no muy distinto a lo que hizo Nayeon. Jimin meneó la cabeza, sulfurado, sin conseguir entender lo que escuchaba de la boca de su amigo.

―Tae... Es una locura.

―Como lo fue romper e invadir propiedad privada. Amenazar a diestra y siniestra, por el simple hecho de creer que yo podría estar herido.

―¡Pero eso...!

―No te estoy diciendo que la perdones o que olvides lo que te hizo. Tan solo te pido que entiendas qué la llevó a cometer sus actos. ―Subió la cabeza, cerrando los puños, y dirigió sus ojos brillosos hacia los impropios.

―Tae-Tae...

―Si no lo haces por ella, entonces hazlo por mí. ―Posó una mano sobre su hombro―. Por favor... déjala marchar.

Silencio, pleno y perpetuo, que pareció infinito.

―Lo... Lo voy a pensar.

―Gracias. De verdad. Sé que te pido demasiado con esto. ―Asintió―. Ahora... ¿Te puedo preguntar algo respecto a Hana?

Jimin suspiró lento y profundo, y se adelantó a responder:

―Sí. Ella sí estaba esperando un hijo mío.

―¿Cómo sabías que...?

―Soy tu alma gemela, ¿lo olvidas? ―Sonrió apenas.

―¿Por qué jamás me lo dijiste?

―Porque apenas ahora pude recordarlo, Taehyungiee. Hana comenzó a sentirse mal. Yo opté por algún medicamento que la aliviara, pero ella... Creo que lo sabía. Hizo la prueba de embarazo y me la enseñó.

―¿Cuántos años tenían entonces?

―Veinte.

Su amigo apretó los párpados de solo imaginar la situación, las circunstancias, la falta de consciencia y de cuidado, y por sobre todas las cosas, cómo estarían en ese momento el cerebro y el corazón de Jimin.

―Para que conste... yo sí quería que tuviera a ese bebé.

―¿Y ella?

―Ella... Ella era la más emocionada de los dos. ―Sonrió muy brevemente―. Y yo... Yo estaba aterrado. ―Abrió sus manos, las levantó hasta su cabeza y empujó sus cabellos hacia atrás―. En esa vida de libertinaje que llevábamos, de motel en motel, con drogas, alcohol y esos tipos pisándonos los talones... Huyendo todo el tiempo... Y sin saber nada de nada... ¿A quién se le ocurriría traer así un hijo al mundo? ―Hizo una pausa, subiendo la cabeza y mirando el techo, perpetuando el cuadro familiar en su cabeza, deteniendo la vista en la nada, rememorando en su cabeza su viejo retrato familiar, y sus ojos se cristalizaron―. Mi hijo... Suena tan raro. ―Intentó sonreír incluso con ironía, pero no fue capaz―. No tuve corazón para decirle eso a Hana.

―¿Y qué pasó después?

―Yo... La cagué, Tae... Eso fue lo que pasó. Tuve un momento de debilidad. Me sentía tan perdido y desconsolado que... intenté hacerme daño.

―Dios, Jimin...

―Hana me atrapó en el acto y lo interpretó como que quería suicidarme y dejarla sola. Tuvimos una discusión bastante acalorada y a las pocas semanas ella... tuvo un aborto espontáneo.

―No fue culpa tuya. ―Se adelantó a decir.

―No sé...

―Además, como Nayeon dijo, ella era una adicta... Tendría complicaciones en el embarazo seguramente, así como ese niño o niña podría tener problemas luego de nacer. Tal vez, y lo digo con mucho pesar, era algo que no debía suceder, y ya.

Hubo un sucinto silencio entonces. Jimin no había terminado, y lo siguiente que pretendía expresar no era nada fácil, pero le urgía soltarlo, exteriorizarlo en palabras.

―Cuando nos atraparon, después de huir... Esos mal nacidos... la violaron... delante de mí.

La postura de Taehyung se desniveló en ese momento, en tanto sus cejas se arrugaban hacia arriba y sus labios se separaban, en un gesto de tristeza, aunque expresaban más que nada desazón e indignación. Sus párpados no tardaron en juntarse y se llevó una mano a la frente, frotando con suavidad para luego deslizarla hasta su mentón y expulsar el aire de sus pulmones, mientras que Jimin cubrió su boca con una de sus manos y con un pestañeo las lágrimas cayeron. Subió su palma hasta sus ojos sin poder contener un llanto explosivo, plagándolo de nuevo de miseria. Taehyung sintió no un nudo en la garganta, sino su corazón siendo estrangulado al verlo quebrarse así, por lo que se acercó rápido a contenerlo.

―Lo lamento, Jimin-ssi. Lo lamento mucho.

―Ella me había dicho algo en ese momento. No puedo acordarme, para variar ―dijo indignado, entre sollozos―. Tal vez tampoco fue mi culpa, no lo sé... Pero aun así duele.

No podía guardarle rencor, incluso si ya recordaba cómo se habían dado las cosas, su sentimiento de amor hacia su persona y el dolor tan agudo de no volver a verla nunca más eran más fuertes, desgarradoramente más fuertes. Siguió meditando entre lágrimas, respecto a Hana y Nayeon, con su corazón hecho pedazos y su cabeza hecha polvo. Mentiría si dijera que dejaría todo lo que la segunda mencionada le hizo de lado, pero se negaba a volverse un amargado rencoroso, y es que así se sentía: lleno de amargura y odio. El solo pensarlo lo hacía sentir que era el inicio del camino para transformarse en alguien como su padre. Así que con el poco amor que le quedaba para sí mismo, rechazó ese destino.

Luego de darse un buen regaderazo y ponerse presentable como a él tanto le gustaba, con unos pantalones y chaqueta de jean azul claro, una camiseta negra ajustada y zapatos a tono. Todavía estaba con el rostro enrojecido por su llanto incesante, por lo que vistió también unos anteojos de sol, y así partió con su mejor amigo rumbo a la estación de policía. La herida le tiraba un poco, pero aun así podía manejar. Al llegar hicieron todo el papeleo requerido y los cargos fueron retirados.

―¿Vas a irte? ―preguntó Taehyung.

Debo irme. No puedo verla. No puedo... estar cerca de ella. Tú quédate si quieres, yo... yo tengo que moverme o me volveré más loco de lo que ya estoy.

―No digas eso. Me quedaré contigo. Saldremos con los chicos y...

―No quiero... No tengo fuerzas para ver a nadie ni para "pasarla bien".

―No te voy a dejar solo en ese estado.

―Estaré bien, yo... Iré con la señorita Fan y... trataré de calmarme.

―No puedes manejar así...

―Tae, por favor. ―Le puso un alto, abriendo su mano delante de él―. Ya has hecho bastante y debes estar exhausto. También quiero que descanses un poco de mí, ¿okey?

―Jimin-ah... Eres mi mejor amigo, nunca podría cansarme de ti. En las buenas y en las malas, estaré por siempre contigo.

Sus palabras solo acrecentaron su lamento, pues era como siempre muy franco y directo, y su cariño era tan desbordante que sentía que era demasiado, lo encandilaba con inmensidad. Lo estrechó entre sus brazos y luego le dio una palmada al hombro.

―De verdad tengo mucha suerte... de tener a mi Taehyungiee a mi lado. No sé qué sería de mí sin ti.

―Me iré contigo, yo te llevo hasta la casa de Fan-noona.

―No. Yo puedo ir por mi cuenta, debo moverme por mi cuenta, ¿está bien?

―¿De verdad vas a estar bien?

―Mientras Taehyungiee esté bien... yo voy a estar bien ―dijo, esbozando con dificultad una sonrisa en ese demacrado rostro enrojecido y humedecido por el agua salada.

Estrelló con suavidad sus nudillos contra la mejilla impropia, dio media vuelta y se dirigió a su auto, lo puso en marcha y circuló con lentitud.

Al mismo tiempo, el oficial se acercó a la celda donde se encontraba Nayeon, acurrucada en un rincón, abrazada a sus piernas y con la frente pegada a sus rodillas. Se sobresaltó asustada en cuanto escuchó el sonido estridente de la cerradura. No terminó de entender del todo cuando el guardia le dijo el motivo por el cual quedaba libre, pero en definitiva se quedó patidifusa cuando le informaron que el mismo denunciante lo había hecho, por lo que se apresuró a salir al exterior, esperando ver a Jimin, aunque se giró rápido al escuchar un llamado a su espalda.

―Taehyung.

―Así que ya estás libre. ―Caminó unos pasos hacia ella―. No correré el riesgo de que me apuntes con un arma sin balas otra vez, ¿verdad?

La chica sonrió, y con mucha pena bajó la mirada y se llevó un mechón detrás de su oreja.

―Te debo una gran disculpa.

―Solo no vuelvas a hacerlo, por favor. Fue aterrador.

―Trato hecho. ―Sonrió discreta y paseó la mirada con timidez―. Jimin no está contigo. Él retiró los cargos y...

―¿Puedes culparlo por no querer verte?

Nayeon agachó la cabeza y meneó, negando, a la vez que pellizcaba sus uñas con la yema de sus dedos.

―¿Sigues pensando que Jimin es una mala persona?

―No creo que sea un asesino. Pero... está directamente involucrado con la muerte de Hana. Y no puedo fiarme de su palabra.

―Ojalá el tiempo te ayude a ver las cosas claras.

―No cambia el mal que le hice. Quisiera disculparme...

―Dale tiempo. Dale mucho tiempo.

La joven asintió.

―¿Vas a tu departamento?

―Sí. No es como si tuviera muchas opciones tampoco.

―Te acompaño. Mi auto sigue estacionado ahí. Quiero decir, a no ser que te incomode que vaya contigo.

―N-no... No me molesta. ―Sacudió la cabeza dando una negativa, y muy despacio se incorporó a la par de él, entonces ambos empezaron a caminar.

De lo que ninguno de los dos se percató fue de que Jimin seguía en la cercanía observando desde la ventana de su puerta, dentro del coche. Al ver de nuevo el rostro de Nayeon, cuan espectro de su novia muerta, el dolor tomó posesión de él de inmediato. Estrelló sus palmas contra el volante con rabia y apretó los párpados con fuerza, tratando de regular su respiración, hasta que pudo poner el vehículo en marcha de nuevo y pisó el acelerador. La señorita Fan Bing-bing no respondió a los dos llamados que le había hecho; le resultó extraño puesto que jamás había ignorado un telefonazo suyo. No era tan tarde, apenas eran las seis y aún no había señales del crepúsculo, por lo que decidió dirigirse a la casa directamente. Necesitaba hablar, soltarlo todo o estallaría y sucumbiría ante los pensamientos negativos que estaban surcando en su testa, su juicio.

Ni bien llegó a la residencia, su antigua casa, aparcó el auto y cruzó la calle. Las luces estaban encendidas, por lo que intuyó que sí se encontraba allí.

Hecho un mar de lágrimas reiteradamente, por poco corrió hasta la entrada, tocó el timbre, pero sin darse cuenta ya estaba golpeando a la puerta con su mano, y persistió hasta que ésta se abrió, dejando ver a la mujer, muy coqueta y elegante como de costumbre.

―Jimin ―exclamó, con sus ojos bien abiertos―. Cielo, ¿qué es lo que te ha pasado? ―dijo, poniendo su mano sobre su hombro.

―Lo siento... Sé que no es nuestra sesión hoy, pero... te necesito, noona ―dijo entre lloros y sorbiendo por la nariz, con una manga de su chaqueta debajo de ésta―. ¿Será que puedes darme un poco de tu tiempo?

―Oh, claro, cariño. Pasa, pasa.

La señorita cedió el camino a Jimin y cerró la puerta. El muchacho se encontró entonces con tres mujeres más en la sala, algunas sostenían un libro, otras una taza de café. Él se apresuró a mostrar sus respetos, y ellas hicieron una gentil devolución.

―Cuanto lo siento, tú estás ocupada y yo... Volveré en otro momento ―Amagó a volver sus pasos, pero la mujer lo retuvo del brazo con un suave toque.

―De ninguna manera, Jimin. ¿Cómo crees que te voy a dejar varado en ese estado?

―Pero estás con tus amigas, y...

―Si de verdad son mis amigas entenderán que mi trabajo es prioridad. Y tú no eres trabajo, eres casi familia, por lo que los motivos son más poderosos ―le dijo, posando sus dedos debajo de su barbilla y realzando su cara aún empapada en lágrimas―. Haré las cosas como se deben y no te dejaré a la deriva, ¿bien?

Tras esnifar una última vez, Jimin asintió.

―Bien cielo, ve arriba y espérame en el despacho. Te daré agua y te prepararé un té de tilo dulce para que puedas destensarte y me cuentes absolutamente todo, ¿de acuerdo?

―De acuerdo. ―Le hizo caso. Avanzó hacia las escaleras y pisó los escalones.

Al mismo tiempo, a Taehyung y Nayeon les resultaba muy difícil entablar una conversación, ni se dijera de intercambiar alguna mirada; estaban además circulando muy lejos uno del otro, como si se tratara de una enfermedad altamente contagiosa, y es que tenían unas cuantas calles a pie hasta el bloque de departamentos. No obstante, después de un silencio sepulcral, empezaron a comentar banalidades como el clima o la ansiosa espera por la primavera. Sentían deseos de mencionar a Hana o Jimin, pero la sola idea los aterraba, así como la reacción que el otro pudiera tener.

Al llegar a su destino por fin, Nayeon se detuvo a un lado de la entrada y se inclinó delante del muchacho.

―Muchas gracias. Y de nuevo me disculpo por mi comportamiento contigo.

―Como dije, mi auto está justo aquí, así que de todas maneras debía venir.

―Entiendo ―dijo, escondiendo una sonrisa y su rostro ruborizado.

Hizo un último asenso con la cabeza e ingresó corriendo al edificio, casi como si huyera. Allí, el anciano en la recepción la interceptó un tanto ansioso, diciéndole que tenía visitas y que aguardaban en su piso, agregando también que ella misma les había entregado la llave de su departamento más temprano.

Nayeon sintió un inexplicable escalofrío recorrerle la espalda e ingirió saliva. Ella no tenía familiares, Hwang Hana no existía, por ende era imposible que alguien viniera a verla si no se trataba de Jimin. Y para terminar de confirmar su mal presentimiento, al dirigir los ojos a la escalera un desconocido se hallaba encorvado en el descanso, apuntándola con un arma, convirtiéndola en una estatua viviente de hielo ahí mismo. El sujeto estaría en sus casi cuarenta, era delgado, de cabello renegrido y barba circular al frente. Colocó un dedo sobre sus labios indicándole que guardara silencio, para luego estirar dos de ellos y hacerle un gesto para que se aproximara.

«¿Taehyung seguiría afuera? ¿Escuchará...? ¿Alguien escucharía y acudiría si grito?». Fue lo primero que se le vino a la mente.

Sudando frío, Nayeon dio por mera inercia nada más un paso hacia atrás, lo que llevó al hombre a quitar el seguro de su pistola, con silenciador incluido, y apuntar al dueño del lugar, quien atendía unos papeles detrás del mostrador.

No podía arriesgarlo, no podía arriesgar a nadie. Con desamparo en su mirada, así como sus movimientos, la muchacha avanzó hacia el hombre, subió los primeros cinco escalones, y ni bien la tuvo al alcance de sus manos la tomó por el pescuezo y llevó el cañón del arma contra su garganta. Le susurró unas instrucciones y los dos marcharon escaleras arriba.

Al unísono, Jimin ya se había bebido el agua y ahora degustaba el té. Su respiración se había acompasado, aunque las lágrimas no querían abandonarlo; tampoco había querido tomar asiento, tan solo se quedó apoyado contra la biblioteca de madera pulida y ahí se quedó.

―Por favor, ya no llores ―habló su psicóloga, con un semblante triste, a unos pocos metros frente a él, apoyada contra el respaldo del sillón―. ¿Qué te pasó para que estés en ese estado? ¿Acaso recordaste algo? Háblame, Jimin. Te escucho.

Su paciente no dijo nada, tan solo asintió, sintiendo que volvía a romperse de nuevo.

―Es... ―Hizo una pausa y aspiró por la nariz―. Es Hana... Mi Hana... Está muerta.

―¡¿Cómo dices?! ¿Y-y esta chica entonces...?

―No era ella. Era una mentira... todo fue una maldita mentira ―dijo con rabia y dolor, limpiando por enésima vez sus lágrimas con la manga de su chaqueta.

―Oh, Jimin... ―dijo con mucho pesar, arrimándose a él y le regaló una suave caricia a su cabello―, eres un grandísimo estúpido.

Ante el giro de tuerca que propinó su comentario último, estampó su mano con fuerza contra la mejilla del chico, dándole vuelta el rostro y dejándolo en suspensión.

Jimin liberó aire de manera irregular, volviendo su cara al frente, aunque sus ojos no encontraban punto fijo; estaba perdido. Y antes de que pudiera reaccionar de cualquier modo, Fan Bing-bing lo tomó por los cabellos, enderezó su postura y estampó su espalda y cabeza contra el gran librero.

―¿Te lo dije o no te lo dije? ¡Hana nunca fue para ti! Por eso tuve que mandarla a matar. Para que así dejara de envenenarte con sus drogas y sus falsas promesas.

Jimin tragó saliva con dificultad a la vez que apretó los párpados, las lágrimas siguieron cayendo, y abrió la boca para tomar una bocanada de aire, entonces direccionó sus pupilas hacia las impropias. El rostro de su psicóloga ya no era el de aquella dulce y encantadora mujer que de manera tan maternal lo trataba, no. Ahora tenía una fisionomía siniestra; había desvelado su verdadero rostro. Era una serpiente vil y traicionera. Una parte de él entendía lo que espetaba por su venenosa boca, parte de él no; estaba sufriendo un shock mental en ese momento, mientras que solo podía mirarla de hito en hito, inmóvil y enmudecido.

―De verdad... ―Apartó sus manos de él y caminó unos pasos por el cuarto―, cuando me enteré que por fin se habían logrado deshacer de ella me tranquilicé. Pero hace unos meses tu viniste diciendo que la viste, que hablaste con ella, y luego la volviste tu novia... repitiendo la historia una vez más.

Jimin no respondió de ningún modo, solo las lágrimas continuaban derrapando desde sus cuencas hasta su mentón, goteando sobre el piso o llegando hasta su cuello.

―¿Ya te olvidaste todo lo que yo he hecho por ti? ¡¿Hum?! ―Se llevó las manos a la cintura―. El día que murieron tus padres, tu hermano... o debería decir... El día que los mataste.

―Yo no... Yo no quería... ―Lloró.

―¿Quién estuvo ahí contigo? ¿Quién habló con la policía y te eximió de culpas?

―T-tú... noona. Fuiste tú ―dijo con la voz quebrada.

―Eso es. Tu noona estuvo contigo cuando más necesitabas de alguien.

―Pero... yo todavía la amo.

Furiosa ante sus palabras, Fan volvió a propinarle otra cachetada, aún más fuerte y estridente.

―Tú no puedes amar, Jimin. Eres un asesino. De rodillas ―ordenó, apuntando al piso con su dedo, justo frente a ella.

―No... ―emitió, con apenas un hilo de voz y negando con la cabeza.

Se aferró al mueble detrás de él con las manos, apretando los dedos sobre el roble y casi clavando las uñas, mientras que la mujer se arrimó frente a él. Levantó su mano delante de su cara una vez más, pero esta vez le otorgó una caricia.

―Tú sabes por qué hacemos esto... ¿no... Jiminnie?

El perdido oyente asintió.

―Es castigo... por los pecados que he cometido...

―Eso es, cielo. ―Asintió, mirándolo fijamente y corrió unos mechones de su rubio cabello.

―No quiero... ya no más, por favor...

―Siempre terminamos en el mismo punto, cariño... ¿Acaso... prefieres que traiga aquí a alguno de tus amiguitos para que ocupe tu lugar? ¿A Taehyung tal vez?

Con aquella declaración, con la sola mención de querer causarle mal a su mejor amigo, Jimin hubiera enfurecido de un segundo para el otro, hubiera lanzado improperios a mansalva, empujado o golpeado, sin embargo, delante de Fan Bing-bing se mostraba como un cachorro indefenso, como si le temiera incluso, por lo que no emitió objeción alguna.

―De. Rodillas. Ahora.

Aléjate, aléjate, aléjate de mí... Solo quiero escapar.

Jimin empezó a deslizarse hasta que sus rótulas hallaron el suelo, subió sus manos hasta reposarlas sobre los muslos de la señorita, plegó su falda hacia arriba, después deslizó su ropa interior hasta removerla y subió la cabeza, conectando sus ojos con los impropios, con su consciencia años luz de sí mismo.

Ella se mordió el labio inferior, se curvó un poco hacia él y limpió sus lágrimas, frotando con sus pulgares.

―Ya sabes qué hacer... Jiminnie ―dijo, enderezando la postura.

Y el aludido abrió poco a poco su boca, asomando su lengua, y se adentró entre sus piernas, provocando que a los pocos segundos la mujer se aferrara al sillón a su espalda, apretando el forrado entre sus dedos, que abriera gratamente su mandíbula y empezara a plañir en escala, cada vez más sonoro, aumentando de manera descomunal su placer.

Cuando Fan Bing-bing le hablaba a su niño, como ella sabía, ajustando unas tuercas y tirando de las sogas correctas. Con una dulce sonrisa decía, susurraba a su oído, y lo tenía comiendo de la palma de su mano.

En esta ocasión no hubo manzanas, pero sí se tomó el té que ella le ofreció, como siempre, como el chico obediente que era. No tardó en colapsar, desplomándose sobre el piso.

―¡Jason!

Un hombre corpulento, enorme cuan ropero, se presentó en la puerta, tras acudir al llamado de su empleadora. El mismo traje oscuro, las cicatrices en el rostro y esos pequeños ojos afilados. El cabello platinado, corto, alborotado y esa tez olivácea.

―¿Señorita? ―Su voz encastraba perfectamente con su aspecto físico: muy gutural y escalofriante.

―Llévalo a mi dormitorio. Yo iré a despachar las visitas ―dijo, mientras acomodaba su ropa y abandonó el cuarto.

Aquel que respondía al nombre de Jason vio al chico inconsciente en el suelo, y con tan solo una de sus manos levantó su cuerpo, lo cargó sobre su hombro y cruzó la puerta con cuidado, teniendo que agacharse en el proceso, pasar primero un hombro y luego el otro.

En planta baja, la última de las compañeras de Bing-bing cruzaba el umbral.

―No nos dejarás nada, ¿eh?

―Hoy lo tendré solo para mí. Pero si quieres un pedazo de él ven el viernes, y no olvides que el pago es por adelantado.

―Aquí estaré entonces.

Las dos se sonrieron con malicia y también complicidad. La psicóloga cerró la puerta y puso llave. Soltó su largo cabello negro, se quitó los zapatos y subió las escaleras. Caminó hasta su cuarto, el cual en antaño era el dormitorio de los padres de Jimin, y allí lo tenía, tendido sobre la gran cama, ya despojado de su chaqueta, que ahora descansaba sobre el respaldo de la silla frente al mueble tocador, tal y como se lo había comandado a su subordinado.

―Gracias, Jason. Ya puedes retirarte ―dijo, con una sonrisa serena en el rostro, en tanto desanudaba el lazo que llevaba alrededor del cuello de su camisa de seda blanca.

El referido hizo una reverencia y se retiró sin demora. Al escuchar la puerta cerrarse a su extremo, Bing-bing se abrió paso sobre su niño, sosteniéndose con sus manos a los lados de su cabeza y haciendo descender su rostro, sus labios, hacia los opuestos, apoderándose descaradamente. Había llegado la hora de divertirse con su juguete preferido. Porque sabía que lo tenía dominado, porque sabía que al despertar nada recordaría y continuaría ciego ante sus siseos de serpiente.

No tenía fin... aunque intentara escapar, atrapado se hallaba... en una mentira.

Quien quiera que sea, sálvame, sálvame... Sálvame, que estoy siendo castigado.


~ B i t t e r s w e e t ~


https://youtu.be/XaFCbdJcaM0

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"Lie", cantada por Jimin, junto con el short film, fueron mi principal fuente de inspiración y punto de partida para la creación de esta historia, por lo que encontratan muchas referencias a ellas. Me quedé fascinada con la letra, la melodía y también las teorías que compartía la gente.

Espero que la estén disfrutando y como siempre, muchas gracias por su lectura e interacciones, ¡se aprecia muchísimo! ♥

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