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Capítulo 14: Perseguido

Otro viernes por la tarde, Park Jimin se encontraba en el despacho de su psicóloga, en la habitación que solía ser el estudio de su difunto padre. Apenas había probado el té, aunque devoraba los gajos de manzana con apetito. No estaba sentado en el cómodo sillón frente a la mujer, sino que caminaba de un extremo a otro.

La señorita Fan hizo sus notas en su cuaderno y con ello pasó al siguiente tema:

―Así que... me dices que ¿también estás molesto porque no has podido intimar con tu novia? ―Le dedicó la mirada a su inquieto paciente.

―No, no molesto. Más bien... ―Se acercó, puso su mano sobre el respaldo del sillón y por fin tomó asiento―, desconcertado ―dijo, y bajó la mirada, dándole vueltas a la manzana que tenía entre sus dedos.

»Pero... No lo sé... Cuando la veo, no puedo evitar que una sensación rara me invada... Como si no fuera enteramente ella. ¿Sabes lo que quiero decir?

―Bueno, ten en cuenta que han pasado muchos años, han pasado muchas cosas. Ella también te verá diferente a ti, y por eso es que avanza muy lento, ¿no te parece?

―S-sí... Tal vez... Tal vez sea eso.

―¿No has pensado que establecer una relación con ella fue un error? Quiero decir, ¿no estabas más tranquilo teniendo encuentros con chicas de manera esporádica?

―No. ―Su tono fue absoluto y la miró fijo, con un muy pequeño enfado en sus ojos.

―Oh, Hana es diferente entonces. ¿Qué esperas de Hana, Jimin?

―No sé... Todo. ―Hizo ademanes con las manos.

―¿Cómo qué?

―Que me quiera. Que me cuide, que me aguante... Que me contenga.

―Cuando alguien nos demuestra su cariño es algo bonito. ―Sonrió, y escribió de nuevo en su libreta―. Todos queremos a alguien así en nuestras vidas, ¿verdad?

―O será que yo no merezco a alguien bueno en mi vida...

―¿Qué te hace pensar eso? ―Ese argumento la sorprendió.

―Cuando hago conexión con mis memorias, aunque son vagas, me hallo a mí mismo... extraño, diferente. Tal vez no soy una buena persona, noona ―dijo, con la mirada fija en la manzana que giraba insistentemente entre sus dedos―. Tal vez no merezco amor.

―Si dices no merecer amor, ¿por qué te aferras a las personas? Taehyung, Hana...

―Tienes razón. ―Dejó en paz la fruta y realzó el rostro―. Pero puedo decirte que... es porque... Verlos sonreír me llena el alma. Tal vez esa sea mi felicidad, ¿no? Dejar una sonrisa en los demás.

―¿Y qué hay de ti, Jimin? Debes pensar en ti también.

―Yo... Yo estoy en pedazos, literalmente.

―El trauma en la psicología es muy vasto, Jimin. El tiempo es relativo y tú, sin tu memoria, producto de diferentes traumas, cuya procedencia desconoces todavía, estás incompleto. No puedes sanar así.

―Debo completarme primero. Lo sé.

―Y te lo diré sin rodeos: el episodio que experimentaste con Jun Mi-suk puede volver a repetirse, y puede ser peor. Es por eso que debes ser fuerte y luchar. ¿Puedes hacer eso, Jimin?

―Lo estoy haciendo. Lo intento.

―Intentar es el primer paso para que las cosas cambien. Lo estás haciendo bien. ―Le sonrió.

El muchacho asintió, permaneciendo perplejo en su asiento, su codo descansaba en el apoyabrazos del sillón, su mano cerca de sus labios y apretaba su pulgar entre sus dientes. Se quedó con la mirada en la alfombra, que decoraba gran parte del suelo, y su mente se elevaba a la nada. Mientras más pensaba en sí mismo, en Hana, y en cuán extraños se veían ambos, más encontraba sus pies perdidos en un camino incorrecto, aunque aquello no era aceptado por él.

Eran esos lapsos en los que sus emociones se apagaban muy lentamente y ningún placebo o canción le hacía efecto, sintiéndose llorar en silencio. Como en un trance, se hundía lentamente. Trataba de luchar pero ya se encontraba en el fondo del océano, entonces los segundos se volvían una eternidad.

Esa noche también fue otra donde lo abordaron las pesadillas. Pequeños destellos, pero muy intensos. Se vio a sí mismo, a sus catorce años, en su vieja casa. Estaba agitado y detenido frente al marco de la puerta que daba acceso a la habitación de su hermano, solo para ver cómo una silueta oscura oprimía un almohadón contra el rostro del niño. Jimin apretó los dientes y espetó con ira: «¡¿Pero qué le estás haciendo a Ji-hyun?!». La figura giró de inmediato al escuchar su voz y llevó su rostro contra su hombro, dejándose ver, entonces el chico se petrificó: era su rostro... su propio rostro adulto devolviéndole la mirada, una apagada y frívola. «Lo siento, Jimin. Pero era mejor así». El susurro rasposo y jadeante que le dedicó no solo le dio escalofríos, sino que le heló la sangre, lo hizo temblar y posteriormente gritar con horror. Sus ojos se abrieron de golpe en compañía de una inhalación profunda. Su cara estaba pegada a la almohada que rodeaba con los brazos. Se incorporó despacio pasándose una mano por el rostro, miró a un lado, luego al otro y suspiró. Lo había hecho de nuevo.

Después de su vertiginosa rutina para ponerse presentable cuanto antes, bajó las escaleras haciendo ruido, pues estaba no solo apurado, sino avergonzado.

Tocó la pared de la cocina como si se tratase de una puerta, haciendo que la mujer que se ocupaba de la preparación del almuerzo se girara hacia él.

―De verdad lo lamento, noona.

―Jimin. ―Bajó la mirada y secó sus manos con la falda de su delantal―. Si tú no quieres desprenderte de la casa, entonces yo puedo irme y...

―¡No! No. Por favor, no tienes que irte a ningún lado. Soy yo quien debe moderarse, te ruego me disculpes.

―¿Has conseguido dormir bien al menos?

―Más o menos.

―Sé que lo intentas, Jimin. Pronto tu memoria volverá, y todas tus cuestiones serán respondidas, ya verás.

―Eso espero.

Abandonó la casa, se subió a su auto y arrancó el motor. Y ahí, unos cuantos metros atrás, estaba un coche oculto entre la maleza de uno de los tantos árboles, y en su interior, de manera reiterada el conductor observaba y repiqueteaba con ansia sus dedos, vestidos con guantes negros, sobre el volante.

Esa noche, se reunió con su mejor amigo a cenar:

―¿Me recuerdas por qué comemos siempre en mi departamento cuando decidimos no hacerlo afuera? ―interrogó Jimin, simpático y burlón.

―Porque es más grande que el mío ―respondió Taehyung, todavía con la boca medio llena, y en cuanto se miraron él sonrió, tentando al otro.

Por supuesto, en la conversación que entablaron entró Hana. Su amigo insistía en que tal vez había sido algo apresurado el noviazgo, pero por alguna razón Jimin parecía molesto cuando escuchaba comentarios de ese tipo, sin siquiera darse cuenta de ello.

Al juntar las cosas, al anfitrión se le escaparon unos cubiertos que fueron a parar al suelo, y en cuanto se agachó a recogerlos sintió un fuerte tirón en la espalda baja, que por poco lleva todo lo que tenía en mano también al piso. Ante su fuerte quejido, Taehyung se le arrimó y tomó los platos que sostenía.

―¿Qué pasa?

―Cielos... Mi cadera... me duele.

―¿La cadera? ¿Será que hiciste un mal esfuerzo en el gimnasio?

―Es probable ―dijo con otro quejido, enderezándose despacio.

―No tienes remedio. Te dije que lo tomaras con calma ―lo regañó, dejando la vajilla en el fregadero―. Oye, ¿has pensado ir a una sesión de masajes?

―¿Masajes? No...

―Hay un centro por la zona, lo vi varias veces al venir aquí. Vayamos juntos mañana. Te hará bien y también te relajará.

―No lo sé, Tae...

―Vamos, lo necesitas. Y ¿quién sabe? Quizá descubras que hay otras formas de quitarte la adrenalina, además del gimnasio o meter tu pene en un hoyo, ¿no crees? ―dijo, levantando las cejas y haciendo un gesto obsceno con sus dedos.

Y con ello Jimin hundió su cara contra su palma, dejando escapar una risa nasal.

―No volveré a mencionar mis "necesidades biológicas" contigo ―se quejó, conteniendo la risa y negando con la cabeza.

Tal y como fue acordado, al día siguiente, después de almorzar, acudieron al centro a unas pocas calles del edificio donde residía Jimin. Con solo cruzar el umbral el ambiente se sintió bastante cálido y un muy sutil aroma a citrus lo poblaba.

Luego de registrarse fueron guiados a uno de los vestidores para mudarse y quedarse con unos pantalones cortos y una camiseta también de mangas cortas. Del mismo modo, fueron conducidos a las divisiones que les fueron asignadas. No obstante, en el momento en que Jimin oyó el agudo chirrido de la puerta abriéndose, vio la camilla en el centro y la opaca luminiscencia, tragó saliva y retrocedió de manera automática.

―¿Estás bien? ―preguntó Taehyung, tomándolo por los hombros para evitar que chocaran.

Aunque un poco abrumado, su amigo asintió. Taehyung pudo percibir su tensión sin embargo, así que le dio una palmada y le dijo que él estaría en el cubículo de al lado, y como un simple chascarrillo añadió que si llegaba a necesitarlo que le gritara, a lo que el otro dejó ir una sucinta risa nerviosa.

A pesar de esa inquietante corazonada que persistía y de morderse el labio inferior como si fuese una goma dulce, Jimin se recostó despacio sobre la camilla, boca abajo, colocando su rostro en el orificio en la parte superior del centro. Experimentó una leve tensión cuando las manos de la masajista presionaron su cuerpo; la idea de sentir tacto ajeno recorriendo su anatomía no le resultaba agradable. Sin embargo, se sintió ridículo, por lo que respiró profundamente y trató de relajarse, consiguiéndolo a los pocos minutos. Incluso llegó a disfrutarlo, ya que el toque de la masajista era sin lugar a dudas magnífico. Se sintió más cómodo y también pudo darse cuenta de que tenía más contracturas de las que imaginaba, confirmando así que había sido acertado hacerle caso a su amigo.

A continuación, la muchacha le pidió de favor que se removiera la camiseta para aplicar las aceites y ungüentos, a lo que accedió sin problemas, puesto que se encontraba mejor de ánimos y considerablemente más tranquilo, y volvió a recostarse.

―Me retiraré por unos minutos mientras tus músculos reposan. Cuando sientas de nuevo el rechinido de la puerta, esa seré yo, ¿de acuerdo?

―Okey ―balbuceó con la voz ronca, casi dormido.

Con anticipación, Taehyung le había dicho a la chica que su amigo estaba muy nervioso y le pidió de favor que tratara de avisarle si entraba o salía del cuarto, ya que podría impresionarse de manera negativa si lo sorprendía por la espalda. Le dijo incluso que le pagaría extra por las molestias, aunque no hizo falta, ya que ella accedió con todo gusto. Pero... Lo que ni él, ni ella, ni nadie vio avecinarse... fue la sombra que los había estado asediando desde muy temprano. Un peligro silente, una figura que recorrió los pasillos, camuflada como cualquier otro terapeuta profesional. Sabía muy bien lo que quería, así como sabía dónde encontrarlo.

Jimin se hallaba sumido en su propio cansancio y descanso, que no sintió cómo el picaporte bajó lento. Lo que sí alcanzó a escuchar muy vagamente fue cómo la puerta comenzó a abrirse, dejando oír el chirrido. Pensaba que la mujer habría olvidado algo al retornar tan pronto, por lo que no se inmutó, hasta que un fuerte hedor colmó sus fosas nasales, entonces notó su cuerpo mucho más lánguido, y su pesadumbre y sueño fueron a mayor.

A sus oídos llegó el sonido de una tapa de chapa siendo enroscada. Su corazón se aceleró. Uno de sus brazos se hallaba suspendido, y el doblez, dejando su codo expuesto, chocaba justo con el extremo de la camilla y lo había dejado con escasa circulación de sangre, por lo que no solo no sintió sus dedos, sino que le fue casi imposible movilizar la extremidad. Al mismo tiempo, su otra mano yacía aplastada por su propia cabeza. Sus cejas se contrajeron bastante, aunque sus ojos no se abrieron. Se asustó. Pero lo que transformó esa sensación en pánico, fue cuando sintió unos dedos helados deslizarse por toda la extensión de su dorso, acariciando luego los hoyuelos en su espalda baja. Con solo el primer roce, su piel se había erizado, mas con esa insistencia empezó a tiritar. Apretó los dientes y separó los labios, pero su voz no salió.

―T-T... Tae... ―Alcanzó a balbucir.

Apretó con ímpetu los párpados, así como los dientes. Movió su brazo tendido, aplacando su palma sobre la camilla y movió la cabeza, plantando su otra mano en el extremo. Apenas tenía sensación y un leve hormigueo, pero logró levantar el pecho y eso bastó, eso fue todo.

―¡Taehyung! ―bramó como pudo, pues aún se hallaba torpe y no conseguía despegar los ojos ni impeler las piernas―. ¡¡Taehyung-ah!! ―gritó áspero y con más fuerza.

El aludido tuvo un quiebre abrupto en su relajación. Abrió los ojos de par en par y sin siquiera ponerse su camiseta dio un brinco y salió corriendo del cuarto. En el pasillo, varios trabajadores se encontraban en la puerta que daba con la sección donde estaba Jimin, y de hecho podía oír sus gritos, por lo que pidió permiso y se adentró, encontrándose a su amigo acurrucado en un rincón, temblando, empapado en sudor, al borde del sollozo, con un brazo contra la cara y sus ojos bien cerrados, pidiendo a los empleados que se habían acercado que no lo tocaran.

―¡Jimin-ah! ―exclamó, agachándose frente a él.

Reconoció su voz de inmediato por lo que muy despacio abrió sus ojos.

―Te tomaste muy en serio lo de gritar, ¿eh? ―Intentó romper la tensión y tranquilizarlo―. ¿Qué fue lo que te pasó? ―Se acercó un poco más.

―Una mano fría tocó mi cuerpo, y no era la masajista, ¡no era ella! ¡Maldición! Esto es una mierda. Lo siento, lo siento ―dijo, llevándose una mano al pelo y apretando las hebras con amargura.

Al escucharlo, el supervisor ordenó furioso revisar todo el perímetro y traer un vaso de agua, así como atención médica para el pobre manojo de nervios que era ese chico hecho un ovillo en el suelo.

«Déjate de mariconadas. ¡Resiste!». La voz de su padre resonó en su cabeza de repente. Se llevó una mano a la mejilla, recordando el golpe que había recibido en aquel entonces. «Basta de mariconadas», se reprendió a sí mismo, fijando la mirada y poniéndose de pie. Se aclaró la garganta y negándose a denigrar más su integridad, aceptó el agua, pero declinó con gentileza la presencia de una ambulancia. Estaba bien, solo aturdido y convaleciente ante lo que tomó como un ataque de pánico más.

Los chicos fueron a cambiarse para retirarse después. El supervisor mandó a revisar las cámaras de seguridad, pero éstas parecían haber sufrido una avería simultánea. Era extraño, por supuesto, pero no podrían brindarles nada que corroborara lo dicho por Jimin, ni tampoco pruebas que presentar ante alguna autoridad. No obstante, pretendieron liberarlos de cualquier costo, pero los muchachos se negaron y abonaron el servicio de todas maneras.

El chico afectado salió del lugar a paso acelerado, dejando atrás a su mejor amigo. Cruzó la calle y avanzó hasta su auto, no para arrancar y esfumarse, sino que comenzó a revisar cada compartimento y recoveco ante la mirada estupefacta del otro, hasta que logró encontrar una caja de cigarrillos, que llevaba enganchado al plástico un delgado encendedor. Lo tomó, cerró el auto y no demoró en encender uno.

―Creí que lo habías dejado ―dijo Taehyung, poco contento.

―Solo cuando estoy muy ansioso ―contestó, luego de apartar el cilindro de sus labios y exhalar el humo.

―¿Cómo ahora? ―Su tono fue desafiante.

―¡Como a diario! ―exclamó en plena acera, con mucho ahíto. Dio otra calada y suspiró―. Perdón, Taehyungiee...

―No, yo lo siento. Tu no querías venir y...

―Tae-Tae, no. Yo tengo responsabilidad sobre mis acciones. No tienes culpa de nada. Es mi cabeza, siempre es mi cabeza...

―¿Qué fue lo que pasó exactamente?

―¿Crees que lo imaginé?

―Solo quiero saber que viste.

―No vi nada, lo sentí. Te lo juro, Taehyung-ssi. Eran cuatro yemas heladas recorriendo mi espalda, y yo no podía moverme.

―¿Y si te quedaste dormido? Es que suena como parálisis del sueño...

―Maldición, Taehyungiee ―expresó con rabia, arrojando la colilla a los arbustos con despecho―. ¿Qué motivo tendría para mentirte? ―Su mirada reflejaba dolencia.

―No digo que mientas, pero tú mismo lo dijiste: tu cabeza. Estás demasiado estresado y están pasando muchas cosas: tu trabajo, que no es poco, esas malditas notas de vaya a saber quién, amenazándote. Los ataques de pánico trayéndote memorias horrendas. Es demasiado, Jimin-ah...

―¿Y las cámaras de seguridad?

―N-no... lo sé.

―¿Y si es la persona que me acosa?

―¿Cómo mierda va a tener alguien tanta inmunidad y colarse así nada más en un complejo?

―¡Qué se yo! ―exclamó histérico sin quererlo, llevándose una mano al rostro después―. Mi cabeza va a explotar. ―Siseó con dolor, trasladando las manos a ella.

―¿Quieres que vuelva contigo a tu casa?

―Sí, por favor. Llamaré a Hana y te quedas a cenar con nosotros, ¿sí?

―¿Y hacer mal tercio? Claro, ¿por qué no? ―Apartó la mirada, arqueando una ceja.

Jimin rio; su amigo se acercó y extendió su puño, entonces él lo estrelló. Subió cada quien a su vehículo y volvieron al departamento. Allí, el dueño de la morada se desplomó sobre el sofá con ambas manos en su testa, sintiendo cómo le palpitaba el cráneo.

―¿Tienes algo para el dolor?

―Sí. Tengo una caja con medicamentos que dejé en el estudio. ―Hizo el intento de enderezarse, pero su amigo lo cohibió.

―Yo iré a traértelo, tú recuéstate.

―Okey... A veces me pregunto qué mierda haría sin mi Tae-Tae... ―murmuró, acomodándose mejor sobre el sillón.

El aludido sonrió y caminó hasta el cuarto, abrió la puerta y con un primer vistazo divisó la caja mediana sobre el escritorio. Entró y la agarró, pero al avanzar para salir pateó torpemente una caja pequeña al pie del mueble, volcando los papeles que contenía. Con un bufido lleno de fastidio ante su impericia, se inclinó a juntarlos todos y recogerlos. Fue en ese momento en que sus ojos hallaron el asombro al darle la vuelta a uno de los papeles, que en realidad era un documento, y corrió sus pupilas, leyendo algunas líneas al vuelo en silencio: Certificado de alta; Institución mental; Paciente: Park Jimin; Consumo de estupefacientes.

―¿Qué...? ―susurró, atónito―. La fecha es de hace dos años... Cuando volvimos a hablarnos ―murmuró, con la mirada perdida.

Taehyung dio un giro a sus pupilas, tratando de asimilar la información, regresándolas a sus manos, donde encontró notas en blanco con su firma, y también estaba la de la señorita Fan Bing-bing. Pasó los papeles uno tras otro, viendo como las firmas se perfeccionaban, pareciéndose cada vez más a la original.

―¿Pero qué demonios...?

¡Taehyungiee, ¿encontraste la caja?!

Cuando el reclamo llegó a sus oídos, el referido se crispó en su sitio. La seriedad se instaló en el semblante de Jimin, quien no dudó en levantarse despacio, y avanzar hacia la habitación. Taehyung se apresuró a juntar los papeles y colocarlos de nuevo en la caja. Justo cuando Jimin estaba por dar con la puerta, su teléfono comenzó a sonar, por lo que detuvo su andar. Al revisarlo sonrió, viendo que se trataba de un mensaje de Hana: «Bebé, estoy abajo». En lo que oprimió un botón de marcado rápido y se llevó el celular a la oreja, volvió sus pasos hacia la entrada.

―Sí, es mi novia. Cédanle el paso, por favor.

Mientras hablaba con los guardias en planta baja, su mejor amigo salía de la habitación, con el pulso acelerado y la caja de medicamentos en mano, aunque casi se le resbala al girarse y tener al dueño de casa frente a él.

―Oye, relájate. Parece que hubieras visto un fantasma. ―Sonrió sorprendido―. ¿Por qué tardabas tanto?

―Yo... Perdón, m-me distraje...

―¿Con qué? ―preguntó curioso.

Su amigo tragó saliva y relajó el rostro, dando a relucir su mejor actuación facial.

―Bu-Bueno... Pensando en lo que ha pasado, tú sabes, en el centro de masajes...

―Taehyungiee... ―Avanzó hacia él―. ¿Sabes que yo me doy cuenta cuando mientes? Te lo noto en la cara. ¿Por qué me estás mintiendo?

―N-no miento.

La tensión creció de repente en tanto se miraban de hito en hito, hasta que Jimin agarró la caja de repente, sobresaltándolo.

―De acuerdo. ―Se quedó con el objeto en sus manos―. Mentiré yo también y diré que te creo, ¿sí? Ha sido un día muy largo, ¿no? Jugaremos al detective después ―dijo, con una sonrisa bastante cuestionable, dio media vuelta y se dirigió a la cocina.

Taehyung se halló a sí mismo estupefacto. ¿Qué había sido eso? ¿Desde cuándo Jimin lo intranquilizaba de esa manera? ¿Sería apropiado preguntarle en ese momento por los papeles que encontró? ¿Preguntarle esas mil cuestiones que moraban en su cabeza ahora mismo? Abrió la boca para hablar, pero un golpe repentino en la entrada lo detuvo al instante, habiéndolo asustado por un segundo. Hana había arribado por fin. Tras ser abierta la puerta, sus manos fueron a las mejillas de su novio y sus labios fríos se juntaron con los acolchonados y cálidos de él, pasando de un simple saludo a comerse la boca el uno al otro ahí mismo.

―Vaya, ya me estoy arrepintiendo de haber aceptado acompañarlos a cenar.

―Oh cielos, ¡qué vergüenza! Lo lamento mucho, Taehyung-nim ―dijo, haciendo una reverencia.

―Por favor, dime Taehyung si prefieres. No tienes que ser tan formal.

―De acuerdo, Taehyung. ―Le sonrió con calidez.

Intercambió una mirada cómplice con su pareja, se quitó los zapatos y guiada por su mano paseó sus ojos por el lugar, muy asombrada.

―Cielos... Es precioso. ―Avanzó unos pasos―. Tenemos que venir aquí más seguido. Siempre dices de comer afuera o en mi departamento, pero esto es diez veces mejor ―dijo, volviendo a su chico y dejándose estrechar entre sus brazos.

―Es muy raro que Jimin-ah traiga personas a la casa. Así que de ahora en más considérate VIP ―bromeó Taehyung, llevándose las manos a los bolsillos. Jimin rio entre dientes.

―No me gusta invadir mi casa, por lo que solo dejo entrar a mis más allegados.

―Wow, me siento honrada ―dijo con cierta sátira, rodeando su cuello con sus brazos y besó sus labios.

Taehyung los observó enternecido por el cuadro, aunque no se podía quitar de la cabeza lo que había encontrado, y ahora que Hana estaba ahí sería lo último de lo que se le ocurriría hablar. Los vio besarse una vez más. «¿Temes que me obsesione y lastime a la chica?». La frase resonó de repente en su cabeza.

«Absurdo». Se trataba de Jimin, su amigo, él lo conocía, o... ¿lo hacía?

«Basta». Dio un sacudón a su cabeza.

―Taehyung-ssi, ¿estás bien?

―S-sí. Y bien, ¿hay que comprar algo?

―No, tranquilo. Tengo todo lo necesario.

―Perfecto, ayudaré de inmediato.

El joven se adentró en la cocina, pero Jimin no le permitió meter un solo dedo, pues él mismo se encargaría. Trató de ocuparse de cortar algunos vegetales, y esta vez Hana le habló: no era necesario que se molestara en lo más mínimo; ella se encargaría, por lo que al final, colocó todo en la mesa y esperó por la comida. Se relajó en una de las sillas y ojeó las notificaciones en su teléfono, ignorando, desde luego, todas las vinculadas al trabajo. Sin embargo, hubo una en particular que llamó su atención: alguien le había dado "me gusta" a unas cuantas fotos en su cuenta de Instagram, y también un comentario. Aquella persona no era otra más que Lisa. Algo dentro de él se removió, algo que pensó que ya no se removería. Se sintió muy tentado, pero desistió de responder. La cena ya estaba lista, así que guardó el aparato en su bolsillo y ayudó a servirla para su deguste.

―Así que vives en los suburbios ―conversó con la chica, y le dio un soplido a los fideos que sostenía con los palillos.

―Sí, sé que no es el mejor lugar. Pero no pude rentar algo más barato que eso.

―Le dije que podría ayudarla, pero no quiso ―comentó Jimin, con la boca medio llena.

―¡Y lo sostengo! De ninguna manera permitiré que gastes tu dinero.

Su novio dio un giro a sus pupilas, en tanto daba otro bocado.

―Además... Mi departamento es muy acogedor. Sobre todo la mesa de la cocina, ¿no?

Dijo aquello con los palillos arrimados a su boca. Asimismo se encimó a su pareja y entrelazó su pierna con la de él bajo la mesa, provocándole un sobresalto que por poco lo hace atragantarse. La miró coqueto después, masticando y esbozando una sonrisa. Indeliberadamente, ella llevó la vista al frente, encontrándose con la mirada de Taehyung, quien muy discreto la contemplaba, relamiéndose los labios tras su último bocado. Sus ojos calaron profundo contra los impropios un ínfimo instante en el que se sintió intimidada, cosa que la llevó a volver la mirada a su plato. Acción que el muchacho copió.

Al concluir, luego de juntar y lavar todo bien, Taehyung tuvo su pie para retirarse. Jimin quiso acompañarlo al subsuelo y hasta su auto, pero su amigo se negó, no deseaba quitarle tiempo a los "tórtolos". Así que con un guiño amistoso y un saludo más cordial hacia Hana se marchó sin más.

―¿Te quedas a dormir? ―preguntó Jimin, sosteniéndola de la mano.

―Si me invitas me quedaré ―respondió, mordiéndose el labio inferior con timidez.

Taehyung saludó a los guardias en la entrada del estacionamiento y salió al camino. Después de unos minutos de estar circulando, llevó un vistazo rápido al espejo retrovisor en la parte superior del frente, y pudo notar un automóvil oscuro transitando a unos pocos metros detrás del suyo; le llamó la atención porque sus luces estaban muy bajas, y esa sección de la calle no estaba muy iluminada. Continuó manejando con tranquilidad, sin embargo, el fuerte rugir del motor lo hizo sobresaltar. Tan solo hizo ademán de llevar la vista al espejo, cuando sintió un duro golpe desde la parte trasera del auto que lo sacudió por completo. Quien fuera que estuviese conduciendo no solo lo había chocado, sino que pretendía sacarlo del camino. No se arriesgaría a bajar la velocidad, mucho menos detenerse, así que movió la palanca de cambio y pisó a fondo el acelerador, derrapando y alejándose del aparente peligro con tropelía, y en la primera desviación que vio dobló con furia, hizo una ruta no muy larga en zigzag y luego volvió a un camino recto. Conectó sus ojos nuevamente con el espejo retrovisor, sintiendo alivio de ya no ser perseguido. Repasó sus labios con su lengua, humedeciéndolos, a la vez que respiraba agitado, subiendo y bajando los hombros. ¿Qué demonios había sido eso?

Al mismo tiempo, la dulce pareja no perdió su tiempo para nada, llevaban un largo rato plagando toda la extensión de la sala con los chasquidos de esos besos tiernos, dulces y también intensos. Jimin estaba sobre su chica, aguantando su cuerpo con su mano y sus rodillas, apretando los almohadones del sofá. Ambos mantenían una palma sobre el pecho del otro, sintiendo los frenéticos latidos de sus corazones. Él probaba esos labios lento, los saboreaba en su plenitud, incorporaba su lengua luego, para degustar mejor el interior de esa boca que lo tenía tan colmado y enfermo. Buscaba excitarla, pero al parecer el único en ello estaba siendo él, y no lo percibía solo por su creciente impaciencia por apoderarse de ella. Su deseo de estar dentro, de escuchar sus gemidos gloriosos era tan grande, que de manera maquinal, empezó a deslizar su palma por su blusa, recorriendo su vientre, subió la prenda un poco y con las yemas de sus dedos acarició su cintura, sintiendo al instante como se contrajo ante su tacto, y no solo eso, sino que ella también apretó el tejido de su suéter entre los dedos no de una, sino de sus dos manos.

―Ji-Jimin... Para por favor, no sigas ―imploró entre suspiros.

Los dos se miraron en silencio. El verla con el cabello esparcido sobre el acolchonado del sillón, notando el ascender y descender de su pecho, mientras lo sujetaba firme, con ese rostro ruborizado y sus ojos, así como sus labios, entreabiertos, le resultaba una imagen inmaculada.

―Ya es tarde... mejor vámonos a dormir, ¿sí? ―dijo, dando una suave palmada sobre su pecho.

Pero Jimin se quedó estático, con la sombra poblando su rostro, cosa que la incomodó, pero definitivamente se asustó en cuanto movió su cabeza, dando una negativa.

―¿Jimin?

Sujetó sus manos de un arrebato y apretó sus muñecas sobre su cabeza, haciendo que liberara de inmediato un grito.

―¡Jimin, suéltame! ―Apretó los párpados y retorció el cuerpo, pero solo consiguió que el agarre fuera más abrupto, y lo siguiente que pudo sentir fue su rodilla separando sus piernas.

―Quieras o no, voy a hacértelo, zorra. Como se lo hice a ella cientos de veces.

Un firme ceño fruncido se instaló en la cara de la sometida, así como lágrimas lastimeras que surcaron sus mejillas, pero aun así le sostuvo la mirada de ese rostro que se le venía encima, oscureciéndolo todo. Y con una profunda inhalación, Hana despertó en la penumbra que era la habitación.

«Un sueño», concilió con sus ojos bien abiertos, acostumbrándose a la opacidad en el dormitorio.

Al instante siguiente notó el peso de los brazos de Jimin rodeando su cintura y su respiración calma cerca de su oído, ya que reposaba su mentón sobre su hombro. La chica apartó despacio y con suma sutileza sus extremidades, se descobijó y se puso de pie, observándolo un momento. Era una imagen tan dulce, que hasta se sintió tentada a darle una caricia, pero no lo haría; no se dejaría engañar por un rostro angelical. Prestó atención a su vestimenta. Llevaba una playera holgada que cubría poco menos de la mitad de sus muslos; Jimin se la había dado. Lo contempló a él entonces, temerosa por unos segundos, pero al notar que llevaba una camiseta de mangas largas que contorneaba su cuerpo y, luego de bajar un poco las frazadas y ver que llevaba unos pantalones largos, se sintió mucho más aliviada, entonces recordó que cuando estaban en el sofá ella le dijo que mejor se fueran a dormir, y en disonancia total con su pesadilla, él asintió, besó sus manos y la guio con dulzura hasta el cuarto.

Ahora que se encontraba dormido podría aprovechar y echar un vistazo, esperando encontrar algo que la ayudara con sus asuntos para con él. Caminó con supremo cuidado por toda la sala, revisó los estantes, avanzó luego a la primera puerta, donde se encontró con el baño, se adelantó un poco más pero con tan solo poner su mano sobre la manija de la puerta siguiente, escuchó una voz opaca y rasposa casi a su lado.

―¿Qué estás haciendo?

Un somnoliento Jimin la había sorprendido. Haber escuchado esa voz terrorífica en medio de la oscuridad y tan repentinamente, le había quitado el alma del cuerpo por un instante, pero fue rápida para improvisar, por lo que puso su mejor cara de sueño y apagó lo más que pudo su voz.

―Yo... Buscaba el baño. Pero creo que no sé... ni donde me encuentro ―balbuceó, logrando liberar un bostezo muy bien fingido.

La seriedad que colmaba en el rostro de su novio en ese momento, lo hacía ver como todo un asesino serial. No obstante, todo cambió en cuanto parpadeó y esbozó una sonrisa, viéndose adorable.

―Tonta. Tienes el baño en la habitación. ―Su voz salió áspera y habló pausado, regalándole una suave caricia a su brazo―. Ven princesa, vamos ―dijo, deslizando su mano por su extremidad hasta llegar a su mano.

Ella lo siguió. Lo seguiría todo lo que fuera necesario, hasta que llegara la hora de correr. Porque cada beso, cada "te quiero" era una mentira, y después de tenerlo como un loco enamorado corriendo en círculos, daría su golpe y acabaría por decir adiós, y lo haría maldecir su estúpido destino.


~ B i t t e r s w e e t ~


https://youtu.be/XZZfApgj7rg



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