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Capítulo 12: Musa

A primera hora de la mañana, Jimin se dirigió a la estación de policía para realizar la demanda pertinente respecto a lo ocurrido en la empresa. Asimismo, hizo mención de las notas anónimas, aunque salió de ahí un tanto frustrado: con tan poca evidencia y la discreción solicitada por él, la investigación no sería rápida, pero más no podría hacer por el momento.

En cuanto arribó a su trabajo, se acomodó en su despacho y antes de comenzar sus labores, hizo un llamado rápido a su psicóloga, para platicar sobre su aparente y particular ataque de pánico.

¿Por qué no acudiste a mí más temprano? Pude haberte apartado un lugar.

―No quería importunarte, Fan. Sé que nuestra sesión es en dos días, pero quería mencionarte lo que me ocurrió porque me tiene muy inquieto.

Esto que me cuentas, ¿te ha ocurrido antes al intimar?

―No, solo... solo en sueños, nada más.

Una de sus cejas se contrajo en ese momento; se sintió extraño al decir aquello en voz alta.

¿De manera recurrente?

―Más o menos.

¿Y ahora cómo te sientes?

―¿Cómo me siento? Normal, supongo... Como siempre, agobiado y ansioso. Esa es mi normalidad.

Debes tomarlo con calma. Sé que no es nada nuevo y que no es fácil, pero es algo que debes hacer. Te veré el viernes para discutir mejor sobre todo esto.

―Nunca fallo, noona. Ahí estaré.

No dejes de llamarme si algo más ocurre.

Pusieron fin a la llamada y Jimin se retiró el auricular de la oreja. Antes de que pudiera organizar sus pensamientos un poco, llamaron a su puerta. Dio un giro a sus ojos al reconocer la voz de Taemin al otro lado, y de mala gana le otorgó el paso.

El rubio de su cabello se veía bastante desteñido, con una honda al frente, dispersando unas hebras al costado, casi como lo llevaba Jimin, cosa que generó disgusto en sus caras al verse. Llevaba también una revista y una sección del periódico consigo, que desplegó delante de su compañero (porque no lo consideraba su jefe) para que viera los artículos y columnas que hablaban del incidente acaecido el día de ayer. Aunque no con ponderación, Jimin sí se sorprendió.

«¿Tan pronto?». ―Estos bastardos no pierden el puto tiempo.

―Se nos va a venir una buena con los proveedores y auspiciantes, Jimin.

―¿Y crees que no soy consciente de ello? ―Lo increpó con la mirada.

―¿Y pensabas comunicarnos al resto de los miembros de la editorial... ¡Cuándo?!

―En primer lugar: ni siquiera sabía que habías vuelto de Seúl...

―Te mandé un correo electrónico y un mensaje por KakaoTalk... ―Le cortó el habla.

―Tiempo insuficiente. ―Lo frenó él ahora―. Y si con "el resto de los miembros de la editorial" te refieres a esos calienta sillas...

―¡No calentarían tanto la silla si tú los dirigieras mejor!

―¿Disculpa? ―Arrugó el periódico en su mano y apretó los dientes.

―¡Ya me oíste! ―Dio un latigazo al aire con su brazo y su dedo índice firme―. Se supone que somos un equipo. Deja de querer ocuparte de todo tú solo y de anunciarnos después de tomar decisiones.

El presidente observó las contracciones musculares en su rostro, lo que lo llevó a contorsionar mucho más las propias y tensar la mandíbula. Procesó lo que dijo; tenía razón. Estaba dispuesto a ceder a su sermón pero... Taemin recurrió a lo que parecía ser su frase célebre. Lo dijo... «El muy bastardo», bramó en sus pensamientos. Lo dijo: Si tu padre estuviera aquí...

Y Jimin perdió los papeles totalmente.

La señorita Brown, quien había escuchado los berreos de su jefe, acudió de inmediato a la oficina, abriendo la puerta de par en par sin importarle las represalias.

―¡Señor Park!

Su chillido fue tan inesperado, desafinado y fuera de lugar, que al unísono, ambos muchachos giraron sus cabezas en dirección hacia ella, creyendo que le estaba dando algún tipo de ataque o algo parecido.

La revista, así como la sección del diario, estaban en el suelo. Jimin sostenía a su colega por el cuello de la ropa y su puño apretado queriendo asomarse a la altura de su hombro.

―Se-señor, creo que tengo problemas con mi computadora para terminar de componer mis páginas. ¿Cree que pueda ayudarme con eso, por favor?

Park ya había soltado a Taemin antes de que comenzara a hablar siquiera, y éste acomodó sus prendas, dedicándole una mirada recelosa.

―Sí. Ahora mismo voy ―dijo, luego de un carraspeo y avanzó, no sin antes murmurarle a su colega que se largara de su oficina.

―Esto no se ha terminado, presidente Park ―dijo, y le lanzó una mirada fulminante, enderezó la postura y se retiró, inclinándose un poco al pasar al lado de Jacqueline, a lo que ella respondió de inmediato.

Jimin siguió cada paso con sus ojos, volviendo después a la chica en su puerta, por lo que resopló y salió a atender su pedido. Lo guio hasta su computadora, donde tomó asiento y expuso en la pantalla el archivo con el que estaba trabajando. Con un sobresalto repentino recordó que en su bolso tenía un dispositivo USB en el que había guardado sus prácticas para enseñárselas. Mientras ella se disponía a su búsqueda, Jimin, con los párpados bajos, unos pocos clics con el ratón y el oprimir de unas teclas notó que la máquina funcionaba de maravilla, ¿o no era ese el "problema"?

Desvió sus pupilas a su empleada, quien seguía buscando el objeto. Pobre despistada. Mentir no era para nada lo suyo, sin embargo, le sacó una media sonrisa.

Con un grito de victoria, sostuvo el dispositivo en su mano y lo insertó en la computadora. Las cosas eran diferentes ahora: había conseguido mejorar. Su jefe la felicitó, le dio una muy tenue palmada en el hombro y se marchó de vuelta a su oficina, aunque a medio camino él escuchó el agradecimiento de la muchacha.

―Seguiré esforzándome. Para que haya paz... nos esforzaremos todos, ¿verdad? ―dijo con una voz tímida y dulce.

Jimin se detuvo por unos segundos, a duras penas giró un poco la cabeza hacia atrás y dio un sutil asentimiento.

―Lo intentaremos ―le dijo, y continuó su ruta.

Luego de haber realizado su recorrido habitual, esta vez en compañía de Taemin, puesto que le exigió acompañarlo (y había sido de ayuda ciertamente) regresó a su despacho, llevándose una mano a la frente y repasando todo su rostro. Se dejó ir hacia delante, sosteniéndose de su escritorio, con los brazos estirados y las palmas abiertas. Dejó caer la cabeza, cerró los ojos y suspiró con pesadez. Estaba cansado, desvelado y estresado... como siempre.

―¿Así que dejas la academia de baile? ―Lee Taemin a sus quince años le hablaba, con una expresión afligida―. No hablo con nadie ahí. Te voy a extrañar.

―Tranquilo, podremos seguir hablando ―respondió Jimin.

―¿En serio?

―Claro. Para eso son los amigos.

El pequeño Jimin sonrió y ambos estrecharon con un ruido estridente sus manos, sacudiendo ese fuerte agarre en el aire.

Curvó sus dedos sobre el escritorio y apretó los párpados, pues sus recuerdos siguieron manifestándose, dejando una sentida punzada en su pecho.

―¡Jimin-ssi! ―Taehyung lo miraba asustado y con sus ojos bien abiertos.

―¿Qué pasa contigo, Jimin? ¡¿Por qué me golpeas?!

Estaban en el patio de la escuela. Taemin en el suelo, vertiendo sangre de una de las comisuras de su boca; el puño de Jimin temblequeaba, sus nudillos tenían su sangre, y los miraba como si estuviera desconectado de la realidad, hasta que se le quiso ir encima otra vez. Taehyung y Jung-kook, junto a otros dos chicos más grandes, cuyos rostros y nombres no conseguía recordar, lo sujetaron y retuvieron.

―¡No menciones a mi padre! ¡No te atrevas siquiera a susurrar su nombre estando yo cerca, ¿entendiste?! ―espetó, casi despidiendo espuma por la boca cuán perro rabioso con cada exclamación, mientras que lo apuntaba con el dedo y se retorcía entre los agarres de los otros chicos.

Las imágenes, los escenarios, las situaciones comenzaron a circular y cambiar de manera vertiginosa. Cada vez que esos dos se veían un nuevo pleito era inminente. «¡Eres un imbécil!»; «¡Te odio!», fue lo último que se dedicaron cuando se dieron vuelta el rostro una última vez.

La espiral infinita giró hasta detenerse mucho más atrás en el tiempo, conectando otro remoto recuerdo:

―Jimin, entiende que hago esto porque te amo. ―El señor Park reposó una de sus grandes manos sobre su hombro.

―Si esta es la manera en la que amas... ¿Qué sería de mí si realmente me odiaras?

―Hijo...

―¡No quiero tu amor! ¡Tu amor es falso y horrible! ―Retiró su toque con desprecio, y sus mejillas invadidas por las lágrimas.

Negrura... más negrura, y después... un golpe en seco.

Jiminnie... ¿Qué has hecho?

El soñador en plena vigilia ya no consiguió tolerar lo que moraba en su cabeza, y con un gruñido carrasposo se pasó las manos por el rostro y enderezó la postura, aunque se sintió indispuesto, por lo que se dirigió al baño a paso acelerado, casi pateando la puerta. Caminó con imprecisión hasta que logró apoyarse del lavamanos. Levantó un poco la cabeza, donde encontró una tétrica devolución frente al espejo. Sus ojos estaban irritados y las lágrimas se querían escapar, motivo por el cual abrió rápido el grifo y estampó el agua fría contra su rostro. Su pecho y espalda se acrecentaba y contraía con notoriedad al respirar; se sentía asfixiado y un fuerte palpitar en su cabeza.

―Qué difícil... respirar así ―susurró, mirándose a sí mismo en el cristal.

Recorrió su cara con las manos hasta detener los dedos en las comisuras de los labios, apretó un poco y los levantó, forzándose a esbozar una sonrisa. Despacio dispersó las palmas, parpadeó lentamente para contemplar su reflejo una vez más. Notó cómo la imagen que veían sus ojos ahora le devolvía una sonrisa llena de orgullo con un toque de vanidad. Salió del baño con su rostro y el extremo de su ropa inmaculados y continuó con sus labores.

Ese día, Jimin procuró alimentarse bien y, cuando estuvo en la comodidad de su hogar, lo llenó de música, elongó su anatomía y realizó unos ejercicios; no se sentía con ánimos de acudir al gimnasio todavía. Después danzó por horas, poseído por la melodía totalmente. Sus movimientos fueron cambiantes, asertivos, osados, frenéticos y sensuales, movilizando cada músculo o fibra de su cuerpo, inundando cada rincón de sudor hasta desperdigarlo en gotas y quedarse sin aliento. Necesitaba reducir la ansiedad y la adrenalina; ya no lo haría mediante el sexo y, después de las experiencias poco convencionales que había tenido con Mi-suk, otorgarse satisfacción a sí mismo simplemente no sería equiparable, así que debía ponerle empeño. Eso solo quedaría pendiente con su chica, y es que el sexo con ella tendría otro papel, sí. No obstante, de repente se vio divagando demasiado y dio un sacudón a su cabeza.

«Pervertido de mierda», se increpó, pero no borró su sonrisa traviesa del rostro. Apenas estaban reencontrándose y él ya andaba con esos pensamientos lujuriosos en su testa. «Paciencia y dedicación, Jimin. Todo seguirá su curso poco a poco».

Acudió a la cocina y consumió de una sola vez media botella de agua, sin que su agitación se redujera. Empezaba a sentir el vacío en su cabeza, que pronto empezaría a maquinar, cuando de repente su teléfono comenzó a sonar insistentemente.

Se acercó rápido al apoyabrazos del sofá, donde con mucho descuido lo había dejado, y sus ojos se abrieron con sorpresa al ver quién lo estaba llamando.

―Ho-hola... ―dijo con la voz renovada, aunque nerviosa.

Hola, Jimin. Soy Hana.

El chico esbozó una sonrisa que dejó ver sus dientes. ¿La había llamado con el pensamiento acaso? Le resultaba increíble. ¿Y a dónde se habían ido esos pensamientos libidinosos? Exacto, a la basura, pues con solo sentir su dulce voz penetrar en sus oídos su mohín no era uno de travesura, sino de encandilamiento, volviéndolo pequeño y torpe.

Perdona por llamar sin avisar. ¿Es un mal momento?

―¡No, para nada! ―expuso, apresurándose a tomar el pequeño control remoto para bajar el volumen de la música.

Hoy no fue un buen día y... Sentía deseos de hablar con alguien... alguien especial. Por eso decidí llamarte. No te molesto, ¿verdad?

―En absoluto. Tú nunca podrías molestarme.

Después de despedir esa última frase de sus labios abrió grande los ojos y se cubrió la boca.

«¡Estúpido, ve más despacio!».

Aunque se tranquilizó al escuchar una risilla enternecedora al otro lado de la línea. Todo estaba bien. Empero, el rojo de su cara no era normal; estaba aliviado de que no lo estuviera viendo ahora mismo.

―También tuve un día malo. Varios, de hecho. ―Retomó con confianza en el habla―. Podemos compartir nuestras miserias si te apetece.

Me apetece, sí ―dijo con un tono alegre.

De estar estático en el sofá, pasó a estar no recostado, sino desplomado, con el teléfono pegado a su oreja. Los dos charlaron por horas, con algunas risas nerviosas de por medio. Estaban empezando a establecer confianza, aunque no era del todo plena; se los notaba un poco tímidos el uno con el otro todavía. Al finalizar la llamada, no podía dejar de sonreír. Cerró los ojos, dejándose embelesar por la figura de su chica. Al fin algo bueno había ocurrido... en sus días de abundante mierda. Hana le sacaba una sonrisa incluso en el peor de los momentos, como una musa inspiradora.

Al día siguiente, platicó con Taehyung por la tarde y tras confirmar con Dong-min y Bo-gum, pactaron reunirse en un popular bar restaurante en plena zona céntrica. Él y su mejor amigo llegaron juntos, aunque en realidad se comunicaron por teléfono. Viendo que ambos estaban en camino, hicieron una carrera por ver quién llegaba al lugar primero, y el perdedor pagaría un trago para el otro. Taehyung fue el ganador, ya que Jimin se había encontrado con dos semáforos en rojo, lo que le quitó ventaja. Su amigo no paraba de burlarse con comentarios bastante ingeniosos, y ni siquiera podía enojarse porque le resultaban hilarantes. Ocuparon una mesa y aguardaron por los demás, mientras conversaban y revisaban el menú.

―¿Cómo que casi golpeas a Taemin?

―Casi no, lo habría hecho con mucho gusto si Jackie no me detiene a tiempo.

―No me vendría mal una secretaria tan eficiente como ella. ¿Cuándo me la presentarás? Dile que venga con un currículum ―lo molestó, escondiendo una sonrisa.

―En tus sueños. Ella es mi secretaria ―contestó cortante, mientras ojeaba la cartilla digital y escuchaba la risa nasal de su amigo sentado a su lado.

―Volviendo a mi punto inicial, ¿vas a decirme por qué tienes tanta inquina contra Taemin? Quiero decir, en aquel entonces, después de un mes me fui de la academia de baile, por lo que dejé de frecuentarlo, pero siempre que los vi juntos parecían muy cercanos...

―No sigas, por favor ―dijo, más como una advertencia que como un pedido, dejando el menú sobre la mesa y dedicándole la mirada.

―Es que... estoy preocupado.

―¿Por Taemin? ―Dio un suave golpe contra la mesa.

―Por ti. ―Elevó un poco el tono de su voz y abrió ampliamente los ojos―. ¿Te parece normal perder los estribos de esa manera en tu propio espacio de trabajo? Eres el presidente, debes ser un ejemplo, no un gánster. ¿Acaso quieres ganarte una demanda, y con justa razón esta vez? O peor, ¿perder tu trabajo? Piensa un poco antes de hastiarte así, carajo.

Repiqueteó quedo con su dedo mientras que espetó lo último, bajando cada vez más su voz hasta susurrar; no había necesidad de armar escándalo. Se trataba de su mejor amigo, y ese fue el momento que halló para ser franco en su cara. Jimin mantuvo sus dedos contra su frente y en cuanto no oyó otra palabra repasó con esos dedos su cabello.

―No. No quiero eso ―respondió a su pregunta, con una voz baja y rasposa.

Realzó su postura, inspirando profundo, y miró por la ventana.

―Es... Es mi padre... mi maldito padre. Cada vez que lo menciona, yo... Me hierve la sangre, no... no puedo controlarme.

―He mencionado a tu padre antes y jamás me has agredido.

―No es el hecho de que lo mencione, sino lo que dice de él. Como si fuese su héroe o algo así.

―Tú padre fue bastante cabrón contigo, y lo que pasó ese día fue una tragedia...

Jimin hizo una pausa en esa palabra, «tragedia». La voz de Taehyung se volvió lejana; todo frente a él se puso difuso y un golpe seco retumbó en su cabeza, obligándolo a cerrar sus ojos por un momento.

»Tú eres un adulto ahora, e incluso si él estuviera aquí lo que diga o haga ya no puede afectarte. Si Lee Taemin quiere adularlo ciegamente, allá él, pero no dejes que te afecte, por favor.

El habla de su amigo fue más clara, como debía ser. El muchacho parpadeó y volvió en sí, reconectando y procesando las palabras que acababa de brindarle. Lo miró y sonrió, haciendo pequeñitos sus ojos.

―Cambiemos de tema, ¿sí? Se supone que vinimos a pasar un buen rato. ―Posó su mano sobre su hombro y frotó con suavidad con su pulgar.

―A veces siento que no cuentas del todo conmigo.

―No es eso, Taehyungiee... Es mi cabeza, no funciona muy bien. A veces ni siquiera yo entiendo qué es lo que me ocurre, pero te prometo que me esfuerzo.

Su amigo se remojó los labios y asintió con la mirada baja.

―No dejes de decirle esto a la psicóloga, ¿de acuerdo?

―No lo haré, ¿bien? Ahora dejémonos de tanto melodrama y pasemos un rato agradable, ¿quieres?

Taehyung indagó, entonces Jimin le platicó sobre Hana, cambiando por completo su semblante y energía, como si su anterior expresión, inundada en lo lúgubre y la desazón, jamás hubieran estado ahí. Sin duda era su musa predilecta para atraer su buen humor.

Transcurridos unos minutos, Dong-min y Bo-gum arribaron por fin, cruzando casi al mismo tiempo la entrada. Cenaron en abundancia; Taehyung había observado con detenimiento a su mejor amigo para asegurarse de que comiera de manera pertinente, y éste respondió a ello haciendo movimientos exagerados con cada bocado que daba.

Más tarde, empezaron a beber, aunque con bastante moderación, puesto que al día siguiente todos debían trabajar. Estrecharon vasos, rieron y compartieron alguna que otra anécdota de la secundaria. Taehyung estaba sorprendido ante el dinamismo y soltura de "Eun-woo", casi podía sentir una vibra similar a la de Jung-kook cuando eran niños; no se callaba nunca y era imposible tenerlo quieto en un solo sitio, aunque aquello cambió a medida que fue creciendo. Le parecía increíble que pronto se cumplirían tres años sin hablarse el uno al otro.

En cuanto la charla se cortó para beber otro poco, Bo-gum fue el primero en excusarse y retirarse; su prometida aguardaba por él en su departamento. Entre bufidos y arrojándole alguna que otra servilleta descartable echa bolita "lo despidieron".

―¿Qué puedo hacer? Soy un hombre comprometido ―dijo, encogiéndose de hombros y señalando la alianza en su dedo.

―Solo te vas porque quieres coger. ―Lo molestó Taehyung.

―Estás celoso porque no es contigo. ―Hizo una prominente expresión de llanto fingido a la vez que levantó su dedo medio.

―Púdrete. ―Contestó en un canturreo, poniendo en alto no uno, sino sus dos dedos medios.

El segundo en levantarse fue Dong-min, debido a que recibió una llamada inesperada de su novia. Tomó su abrigo y salió rápido afuera, no sin antes excusarse debidamente. Jimin y Taehyung lo miraron por el gran vitral que conectaba con la vereda, plagados de incertidumbre. Caminaba lento de un punto a otro, gesticulaba y su ceño fruncido parecía haberse vuelto permanente. Para cuando volvió a ellos, lo hizo con un bufido notable y una expresión de cansancio.

―Vaya, ¿otro sumiso asediado por su chica? ―bromeó Taehyung, con un tono amistoso, que fue respondido con una sonrisa lastimera.

―¿Todo en orden? ―indagó Jimin, llevando su vaso a sus labios.

―Un malentendido. Pero iré en persona a arreglarlo ―informó, recogiendo sus guantes y su bufanda―. Dejaré mi parte como lo hizo Bo-gum-hyung. Gracias por todo, me lo pasé muy bien ―dijo con una sonrisa, hizo una reverencia y se marchó a paso acelerado.

Los dos muchachos no pudieron evitar quedarse un poco estupefactos, con la mirada fija al gran ventanal. El pobre se veía nervioso, como si en lugar de ir a hablar con su novia fuese a recibir una seria reprimenda de sus padres.

―Le preguntaré mañana en la oficina cómo terminó todo.

―Chismoso. ―Negó con la cabeza, y hubo un silencio breve después―. Si te dice cuéntame.

Jimin giró la cabeza hacia él conteniendo una sonrisa; Taehyung alzó las cejas y se encogió de hombros un segundo.

Después de intercambiar un par de palabras, memes por medio de sus teléfonos y reírse con ganas, Jimin miró su reloj de muñeca, como un repetitivo acto reflejo en realidad, puesto que no importaba si tenía la hora a su disposición en su teléfono o cualquier otro lugar, él siempre observaba hipnótico su gran y deslumbrante reloj dorado en cualquiera de sus muñecas.

Ya se había hecho tarde, pero Taehyung aún no había demandado el trago que se había ganado, y no se marcharía sin él, desde luego. No obstante, en cuanto la hora de partir llegó comenzó a sentir una ligera molestia en el estómago. La ignoró y salieron ya abrigados al exterior, entonces ya no lo toleró, al punto de encorvarse cerca de la pared al límite del local, con una muy tenue sensación de náuseas.

―Serás tonto. Te dije que ese trago era fuertísimo ―lo regañó Jimin, dándole una suave palmada en la espalda―. ¿Te sientes mejor o peor?

―Un poco mejor, sí. Descuida ―suspiró con la voz opaca, enderezándose y girándose hacia él.

―¿Jimin? ―Una suave voz femenina los sobresaltó a ambos, haciendo que viraran la cabeza a la vez.

Hwang Hana estaba detenida a unos pocos metros de ellos, con su nariz y mejillas enrojecidas por el frío. Esbozaba una sonrisa, que apenas se dejaba ver bajo esa larga bufanda, y sostenía un late en su mano. No solo Jimin se quedó deslumbrado por esa inesperada aparición, sino también su amigo, al punto de no conseguir parpadear, pues le parecía una chica muy hermosa.

―Hana, qué sorpresa. ―Jimin se acercó con confianza, cosa que la apenó en demasía―. Oh, él es mi amigo de quién te hablé, Kim Taehyung. ―Giró un poco el cuerpo y extendió su brazo hacia él, presentándolo.

El referido parpadeó, despertando de su trance, tragó saliva y se acercó rápido, haciendo una reverencia, que Hana respondió, y luego estrecharon sus manos en un simple apretón, rechinando bajo sus guantes.

―Tú estabas con Jimin cuando nos vimos por primera vez. Me ha hablado mucho de ti.

―Cosas buenas, espero ―dijo con simpatía y una pizca de galanura, cosa que llevó una sonrisa tímida a la cara de la chica.

―¿Y qué haces por aquí? ―preguntó Jimin, con una expresión de rebosante dulzura en su rostro; estaba perdido en sus facciones.

―Acabo de salir del trabajo.

―¿E-el trabajo? ¿P-pero tú no dijiste que...?

―Jimin-ah, estamos en pleno centro. ―Lo ubicó su amigo, riendo por lo bajo y retrocediendo unos pasos para otorgarles su espacio.

―Oh, claro. ―Apretó sus labios, sintiéndose un poco avergonzado para con ella―. ¿Vas por tu coche? Podemos acompañarte, si quieres.

―Oh, no lo traje. Cuando vengo a trabajar uso el transporte público, para no demorar tanto en el tráfico...

―¿Quieres que te lleve entonces?

Casi superpuso su voz sobre la opuesta, en el momento exacto en el que articuló la última palabra, dejándola con sus ojos bien abiertos y un gran desconcierto ante su pregunta.

«¿Qué parte de "ve despacio" no entendiste, Park Jimin?».

Taehyung apretó los dientes que dejó ver en su simétrica sonrisa, conteniéndose para no carcajear con desmesura; le resultaba increíble cómo su amigo se transformaba en una pobre bolsa llevada por la corriente cada vez que tenía a aquella chica en frente. Siendo franco no lo culpaba, ella era en verdad muy atractiva; sus ojos se desviaban a su figura de manera indeliberada. Pensaba que tal vez debía dejar de observarla tanto o podría verse desubicado, y lo que era peor, era el somenyeo de su mejor amigo. Se sintió alguien infame por unos segundos.

―Perdona ―dijo Jimin, con algo de color en sus mejillas, y no por el frío precisamente.

La chica bajó un poco la cabeza con pena, apretando sus labios y paseando con discreción sus retinas de un punto a otro, hasta que se realzó hacia él de nuevo.

―¿No te importaría llevarme?

―¡En absoluto! ―No demoró ni un segundo en replicar, pero al instante una espinilla penetró en su médula y reventó su globo en forma de corazón.

Se giró hacia Taehyung, recordando así que no se sentía muy bien hace unos minutos, por lo que su semblante se entristeció.

―Mi amigo no se siente bien. No podría dejarlo so...

―Ni hablar ―protestó, superponiendo la voz sobre la suya―. Váyanse. Yo voy a estar bien.

―P-pero... Tae-Tae... ―masculló, girándose hacia él y mirándolo preocupado.

―Estoy bien, de verdad. Tengo mi auto a la vuelta. Vete de una vez, o te rociaré insecticida.

Con esa última respuesta, todavía volteado hacia él, Jimin le guiñó un ojo, movió los labios de manera exagerada dedicándole un «te quiero» y formó un corazón cruzando su pulgar y su dedo índice; el gesto le fue devuelto enseguida y se retiró sin más.

Casi con un brinco y giro hecho con gallardía, Jimin se volteó hacia la muchacha, se inclinó un poco y le cedió su brazo.

―¿Me permite, bella señorita?

La aludida arrugó los labios, subió las comisuras y poniendo una mano sobre su boca, apenada, posó con finura su mano sobre su brazo, entonces avanzaron juntos. Platicaron de cosas banales entrando al estacionamiento y hasta llegar al coche. Desde luego, Jimin le abrió la puerta del copiloto y la invitó a subir con una donosura y un encanto enternecedores. Para él era una princesa, merecía ser tratada como tal. Cerró la puerta con sutileza y se apresuró a ocupar su asiento. Los dos se miraron un momento y sonrieron, aunque apartaron la vista un instante después.

Jimin suspiró lento, puso el auto en marcha y comenzó a circular. Le sudaban las manos y las puntas de sus índices repiqueteaban en el volante.

«¿Qué ocurre contigo? Relájate».

Sorprendentemente, como si leyera su mente, Hana rompió el silencio adulando el vehículo, y luego le dio unas indicaciones en el camino, a lo que él optó por sacar su teléfono y ponerlo en el soporte, para así acudir al GPS y evitar problemas. Ella intentó ayudar acercando su dedo, coincidiendo justo con el toque ajeno, entrelazándose.

―Ha-hazlo tú. ―dijo él, retirando su dedo, y enderezó la postura―. No tengo inconveniente. ―Sonrió nervioso, mirando el camino.

Así lo hizo ella y continuaron el camino platicando por momentos, y asimismo compartiendo unos cuantos silencios incómodos. A medida que avanzaba, podía notarse que la zona era bastante precaria. Había abundantes edificaciones en mal estado, residencias arcaicas y el sonido constante de la sirena de la policía en la distancia. Jimin estaba preocupado, no por él o por su auto, sino por Hana.

Al oír el pitido del GPS y el aclamo de la chica, supo que habían llegado a destino. El bloque de departamentos no tenía mala pinta, aunque se notaba que era un lugar que tenía sus años, y el paso del tiempo no había tratado muy bien la estructura tampoco.

―Gracias, Jimin.

Los dos se miraron hipnotizados por los ojos del otro, hasta que Hana consiguió apartar la mirada para desprender el cinturón de seguridad, pero ya fuese cosa de nervios o no, no consiguió zafarlo.

―Permíteme ayudarte ―le dijo, arrimándose.

En cuanto lo removió y levantó los ojos, sus rostros estaban a nada del roce.

―Gracias ―susurró, observándolo de hito en hito, paseando con lentitud sus pupilas de un lado a otro, para no perderse ni del más mínimo detalle de su rostro.

―No hay de qué ―masculló áspero, realizando la misma acción.

Sus frentes hicieron contacto y entonces, poseso de sus deseos en su totalidad, Jimin impulsó su rostro contra el opuesto lentamente, hasta que sus labios alcanzaron los contrarios. Ante ese acolchonado toque los ojos de la chica se cerraron de manera automática, y después de unos segundos, con un suave chasquido, él se apartó.

―Jimin... Me besaste ―murmuró, entreabriendo sus ojos, embriagada por su esencia.

―Sí, lo siento. Esperé y esperé, pero... no me pude resistir más ―dijo, contemplándola con un apocamiento adorable―. ¿Te molestó?

Ella remojó sus labios y negó con la cabeza.

―De verdad me gustas, Hana. Y me muero de ganas de salir contigo. ¿Aceptarías eso? ¿Salir conmigo?

Hacía un frío terrible afuera; seguramente no tardaría mucho para que la nieve comenzara a caer. Sin embargo, dentro de ese auto ahora, afloraba un vapor cálido que envolvía a esos dos individuos, cuya respiración se volvía más notable.

En respuesta a su cuestión, Hana rodeó sus mejillas con sus palmas y adosó su rostro para así juntar sus belfos una vez más, en un beso más profundo e intenso esta vez. Los párpados se juntaron casi al instante; el roce fue más que eso, y fue estridente, aunque no tanto como las exhalaciones nasales, reflejo de la excitación, de todo ese apetito contenido por tanto tiempo, y parecía ser que Jimin no había sido el único con pretensiones resguardadas. Tan despacio se separaron al momento siguiente, que la suave piel de sus bocas parecía estirarse apenas, no queriendo dejar el contacto ajeno. Sus fanales se conectaron de nuevo y siendo presos de la timidez una vez más dejaron escapar una risilla.

―Tal vez podamos hablar mejor sobre esto saliendo a cenar ―propuso ella.

―Suena bien. Yo invito.

―No, yo lo dije primero. ―Sonrió―. Yo te invito a ti.

Jimin dejó ver sus dientes, un poco avergonzado, meneando la cabeza, y asintió después.

―De acuerdo.

―Es una cita entonces.

―Es una cita...

Y apenas habiendo agregado aquello, ella le dio un beso casto, mordiéndose el labio después. Abrió la puerta y bajó, caminó hasta la entrada del edificio, volteó una última vez hacia él, saludándolo con la mano e ingresó. Por su parte Jimin... Jimin estaba muy lejos del mundo terrenal ahora mismo. Se quedó varios segundos con una sonrisa en su alelado rostro y moviendo su mano, hasta que consiguió procesar todo lo que acababa de ocurrir. Y su razón hacía un poco de guerra contra sus emociones: al parecer alguien se había pasado el "vayamos lento" por el arco del triunfo. Pero a Jimin nada podía importarle menos. Hwang Hana, su chica soñada, no solo había vuelto a su vida, sino que podría tenerla y amarla, como tanto quería, como tanto necesitaba, con todo ese amor preservado en su persona y para ella.

La susodicha subió por las escaleras, ya que no se fiaba del ascensor, mucho menos con su claustrofobia. Ingresó a su departamento situado en el tercer piso, dejó sus cosas, se quitó los zapatos y se acercó rápido a la ventana que conectaba con la calle, solo para poder apreciar el auto del chico alejarse. Y fue en ese momento... en que su dulce sonrisa desapareció. Terminó de bajar la persiana y con algo de hastío batió el cabello de su cerviz. Caminó hacia un amplio armario que tenía a un extremo en la sala, sacó de ahí un tablero de corcho, ni muy amplio ni muy pequeño, y lo colgó en la pared. Se alejó unos pasos para contemplarlo bien. Dicha placa estaba ocupada con viejos recortes periodísticos, fotografías y numerosos papeles cuadrados de diferentes colores con datos que para ella eran sumamente relevantes: direcciones, teléfonos, entre otras cosas. Por supuesto la fotografía de Park Jimin también estaba allí, junto a un surco hecho con un hilo rojo y sostenido con chinches, haciendo conexiones entre una imagen y otra, entre un manuscrito y otro.

―No ha sido nada fácil encontrarte, mucho menos darte la cara ―dijo con un resentimiento galopante.

Se acercó a la mesita debajo de la placa, donde se hallaba un marco. Removió la fotografía de éste y casi con un golpe, la añadió sobre el corcho con otra pequeña tachuela. Esa foto era nada más ni nada menos que su propio rostro.

―Eso es... Ahora que por fin te tengo donde quiero, ya no te dejaré ir. Y haré que me las pagues... todas juntas... Park Jimin.

Un odio exuberante invadió su fisionomía, diferendo por completo de aquella risueña, tímida y gentil. Las lágrimas se acoplaban en sus párpados bajos, pero ella inspiró profundo y realzó su postura, frunciendo el ceño con fiereza. No dejaría caer ni una sola lágrima más por ese hombre al que tanto detestaba.


~ B i t t e r s w e e t ~


https://youtu.be/2crOr6Qgz2c

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