Capítulo 8. {Idea}
24 de febrero, 14:02.
Shinichi observó de reojo a su amigo, el que aún parecía resentido por su poca confianza en él que había demostrado todos estos días. Realmente confiaba mucho en Hattori, pero este no era un secreto que fuera de él, no le correspondía decírselo, por mucho que le doliera que el moreno estuviese un poco enfadado con él. Bien, quizá si podía sincerarse un poco sin desvelar KID, pero maldita sea, ¡era un niño berrinchudo!
Estaba junto a él en un café tranquilo en Beika, con algunas carpetas de los casos esparcidas por la mesa mientras comían algo para subsistir el resto de la jornada. Habían estado revisando todos los archivos que lograron reunir de cada persona en la lista de sospechosos para la desaparición de Rei Furuya. Algunos criminales menores que ya habían acabado su sentencia, otros subjefes que habían huido al extranjero. Nadie realmente destacable, a decir verdad.
Kudo suspiró una vez más cuando le vio devorar la hamburguesa entre sus manos. Tomó más de su café y se decidió. Heiji era muy importante y odiaba que lo hiciera sentir así, pero le había confiado todos sus secretos y él lo ayudó incluso en las cosas más alocadas. Se lo debía.
—Hattori... —le llamó. El moreno se fijó por fin en él, tenía la piel con manchas negras, como si lo hubieran golpeado y el moratón aún no se borrase, pero estaba seguro de que Kudo no había enfrentado a nadie recientemente y era solo su cuerpo manifestando su debilidad. Realmente estaba preocupado por él. —Sobre aquel día en la azotea...
—¿Así que sí pasó algo? —le cortó el detective del oeste, arqueando la ceja. Su rostro mostraba su desagrado por la mentira, juzgándole.
—Solo lo vi. —murmuró, apenado. Heiji suspiró tras eso. —Él pidió perdón, y después caí inconsciente. Tan solo fue eso...
—¿Y qué necesidad había de ocultarlo entonces, Kudo? —le regañó. Dejó a un lado su comida y se inclinó hacía él. Había algo que no cuadraba aún.
—Hattori, eres terrible —declaró rendido, dejando caer por la silla en un intento vano de relajarse. Odiaba que su compañero fue audaz para estas cosas.
El moreno sonrió. —Sí, pero soy tu amigo.
Acarició su nunca e inclinó su cuello en ambas direcciones, buscando quitarse la tensión que sentía. Iba a poner en riesgo su mentira, pero dejar a Heiji ahí significaría perder todo. No estaba dispuesto a ello.
—Bueno, Kid me ayudó —confesó. Estaba omitiendo todos los detalles por supuesto, como el hecho de que Kuroba lo hizo y en parte así lo descubrió. —Él perseguía a una rama distinta de la organización e hicimos varios intercambios de información que me fueron útiles. Acabamos con ellos también.
Hattori trató de memorar aquello. Junto a la organización principal, cayeron muchísimas ramas que tenían conexión. Si bien todos tenían tratos sucios, recordó aquella que especialmente traficaba joyas falsificadas y armas. Asintió, dándole a entender que sabía a qué se refería.
—Ese fue mi pago por su ayuda, pero tampoco sé por qué se disculpó... —esta vez estaba siendo completamente sincero. Sintió un nudo en la garganta y como la confusión invadía todo su rostro. —Ni siquiera sé por qué me desmayé... Quizá hizo estallar un somnífero o algo.
—Probablemente. —respondió. Heiji le miró con intensidad un par de segundos antes de concluir que sí, eso era lo que necesitaba. Entendía mejor porque no quiso decirle lo de Kid, dado que también era confuso para él. Hasta ahora no le había desvelado que tuvo contacto con él y que ayudó en el caso de los hombres de negro, pero le restó importancia. Era tema saldado.
16:37.
Rodeó con calma la mesa, mirándole desde su posición de superior y riéndose en su rostro. En el cuello portaba una gargantilla de un tono negro con un pequeño pin en el centro. Ayudaba a cambiar su voz constantemente y le gustaba jugar con los tonos. A pesar de su innata habilidad para cambiar de voz, prefería no dejarse en evidencia con ningún detalle, incluso si ambos prisioneros tenían cubiertos los ojos.
Dio un suspiro largo y exasperado, porque odiaba la humedad que abundaba en ese fúnebre lugar, pero tampoco es que pudiera tenerlos en un lugar decente. Ni siquiera lo merecían. Paseó sus dedos con cuidado sobre el móvil sobre la mesa, manchada de líquidos rojizos extraños, en diversas tonalidades. Algunas manchas habían secado con el paso de los días y otras seguían abiertas, recientes. El audio seguía reproduciéndose, con aquellas voces que ambos reconocían a la perfección, aunque uno comprendía más que el otro la situación.
—"Probablemente" —se oyó, seguido de una interferencia y finalmente el absoluto silencio. A pesar de la venda en sus ojos, Kuroba Kaito tenía las mejillas inundadas en lágrimas y se retorcía desde su asiento, mordiéndose el labio inferior, aterrado y lleno de culpa.
—Me encanta su audacia —el captor pronunció, con una grave voz acompañada de una carcajada estruendosa y desagradable. Aquella persona se acercó aún entre risas hacia el ladrón, tomándole la cara con ambas manos. Si bien no estaba mirándole, él nunca entendería cuan satisfactorio era verle sufrir. —Llora más, por favor. —pidió. Esta vez la voz fue aguda, como la de una adolescente.
Kaito forcejeó incómodo para evitarla, ladeando su rostro a fuerzas y causando que las uñas de la mano que le sujetaban se le clavasen en la piel. El dolor fue intenso, pero no sollozó, no gritó.
—¿Por qué lo haces? —la voz de su lado preguntó. Estaba tan herido como Kaito, lleno de horribles cardenales que manchaban toda su piel morena, algunas heridas abiertas de las que aún escapaba sangre y su traje estaba más roto.
—¡Piensa que estás vivo! —el captor ignoró a su segundo prisionero, enterrando más sus uñas al ver la sangre carmín brotar y riéndose de él. Sí, le encanta la inteligencia del detective. —¡Hasta hará una prueba! —chilló, cortando su sonrisa de golpe y mirándole con severidad e ira. Sus uñas abandonaron su mejilla para rápidamente cerrar el puño y estrellarlo con fuerza contra el rostro de Kuroba.
El ladrón quiso gritar, pero se mordió el labio hasta herírselo, sintiendo la zona atacada caliente. —Te descubrirá... ¡VAS A CAER! ¡SHINICHI SABRÁ QUIÉN ERES! —gritó, resistiéndose a la sumisión.
La figura ladeó una sonrisa. —Oh, no cariño, eso no sucederá... —canturreó con diversión. —Tu noviecito no sabrá jamás que estás aquí.
El segundo prisionero sintió el mundo más frío de lo normal al reconocer aquella voz exasperada. Hasta ahora, a pesar de estar consciente de que había alguien más que él y el captor, no lo había reconocido. Las veces que habló fue en tono bajo y su secuestrador nunca se refirió directamente a él como persona. Ahora lo sabía. Había sido obvio con las claras oraciones, pero no lo notó hasta ese instante.
El que lo acompañaba en tremendo entuerto era Kuroba Kaito.
Lo conoció porque salía con Shinichi, y hasta el día de hoy mantenían contacto para solucionar algunas cosas de mayor envergadura. Maldita sea. Ya sabía por qué lo secuestraron.
¡Y también había descubierto algo que no tenía qué saber! Hasta ahora quiso negarlo, no cuadraba dentro de su esquema... pero robar, robarle la cordura, el atraco de la figura de blanco.
Estúpida sea su jodida mala suerte. Ese crío al que torturaban a su lado, además del afamado mago era ese desagradable ladrón. Kid.
—Lo subestimas —continuó Kuroba, ardiendo de pura rabia. Si sus manos no estuviesen prácticamente inutilizables, habría huido hacía mucho tiempo de ahí, pero no se iba a rendir. Tenía esperanza en que Shinichi iba a alcanzarlo.
Siempre lo hizo.
—Me subestimas. —respondió en cambio, alejándose por fin del ladrón y tomando el celular sobre la mesa. No importaba cuánto se esforzara, no iba a hacer nunca el trabajo más fácil para Shinichi.
Iba a torturarlo, hacer que incluso si ellos se reencontraban, su relación estuviera tan quebrada que no fueran capaces de soportarlo. Era lo único que satisfacía su consciencia. Si no ganaba, no importa como fuera, las cosas nunca serían mejor. Los rompería.
22:01.
—¡Hasta mañana, Yuka!
La joven correspondió con un ademán de la mano mientras firmaba el papel con la otra, ansiando por salir corriendo lo más rápido que podía de ahí. No era que realmente le desagradase, pero trabajaba con cadáveres, no era exactamente un lugar en que pretendieses estar por diversión. Bueno, a veces... Había dejado todo su instrumental en su mesa de trabajo, mañana llegaría a continuar con ello y aparte de ello, tenía que trabajar con la prueba de ADN mt que le había pedido Shinichi el día anterior. No era una prueba tan compleja de realizar, pero tenía una pila de ellas qué hacer además de esa.
Además, hoy había tenido dos casos realmente complicados, cuerpos que habían llegado en un pésimo estado y avanzada descomposición. Junto a su equipo tuvo que trabajar rápidamente, porque pese a que era obvio que la muerte había sucedido hacía un tiempo, se sospechaba que pertenecían a un caso de una red de traficantes de personas.
Sí, ella ama su trabajo. Volvió a suspirar en cuánto miró por última vez la mesa y dejó nuevamente su pase en la ranura, saliendo por fin del laboratorio. Iba a felicitarse por el arduo día de trabajo...
Pero una mano cubrió su boca y sintió la punta de un cañón picándole la espalda. Elevó las manos por reflejo, aterrada de verse amenazada y sin entender los motivos tras el asalto.
Su asaltante solo rió y la chica tuvo tiempo de ver unos ojos de un particular color aguamarina, antes de que la pistola que pensó seguía apuntándole la espalda, golpeó con fuerza su cabeza, perdiendo la consciencia de inmediato. Cayó al suelo de un estruendoso golpe que el captor ignoró, rápidamente enfocándose en el interior del laboratorio que yacía abierto por la misma joven doctora.
Y encontró rápidamente el etiquetado que buscaba.
25 de febrero, 08:57.
Casi no había podido dormir desde aquel día. La ansiedad poseía su cuerpo y el hecho de ni siquiera ser capaz de descansar alargaba aún más los días para él. Había dejado su cama pronto en la mañana, y con ella, a Hattori durmiendo en ella todavía. Vestía ropa para andar por casa bastante sencilla, aunque se recriminó que debió abrigarse más, mientras leía cómodamente apostado en su escritorio en medio de la biblioteca. Además de releer ociosamente las novelas de Conan Doyle, también tenía encima las anotaciones que hizo mientras resolvía el caso de la organización, y todos los datos que Kaito facilitó para él como Kid.
Sabía que algo no cuadraba, pero no podía entender el qué ni donde iba a encontrarlo. Junto a Hattori no habían encontrado nada valioso entre la lista de sospechosos que se elaboró para la desaparición de Rei Furuya, pero incluso si no había relación aparente, su cabeza tiraba lentamente hilos imposibles, pero que no le abandonaban. Esa incierta posibilidad de que el caso de Rei tuviese alguna relación con la de aparente muerte de Kaito.
Si era como creía, y Kuroba realmente no estaba muerto, entonces había algo extraño. ¿Quizá un miembro que escapó de la organización? ¿Había capturado a Kaito y Furuya había descubierto o estaba por descubrir algo que dejaría en evidencia a ese personaje? Podía ser. El problema es que no tenía ninguna prueba de que eso era realmente posible. Los únicos hechos que tenía es que Rei se reportaba desaparecido y Kaito, muerto.
El resto era su mera imaginación. No sabía porqué tampoco alguien podría querer dañar al moreno, que no fueran cabecillas de las organizaciones caídas, pero era poco probable. En todo caso, se daría el tiempo el día de hoy para ir a la agencia de seguridad pública que fungía doble cara para los de la policía secreta de Japón. Quizá su compañero, Kazami Yuya, sepa algo de qué hacía el moreno.
Aguardó un instante, queriendo quedarse encerrado en sus conjeturas, antes de abandonar su sitio para ir por Hattori. Le gustaba que el día fuese productivo y nunca lo sería si su amigo dormía hasta mediodía sin que le despertara. En parte era su ansiedad. No lograba quedarse quieto después de aquellos entredichos que no le abandonaban, y de alguna forma tenía que corroborar o descartar esa idea.
Se apresuró a ir hasta la habitación, ignorando la angustiosa sensación que le provocaba caminar por su hogar sin la presencia de su pareja, y apenas entró vio a su amigo detective sentado en el borde de la cama.
—Hey... —alzó el brazo en su dirección. Estaba revisando algo en su celular despreocupadamente. —¡Buenos días, Kudou!
—Hattori —correspondió sonriéndole. Al parecer no era el único al que la situación de misterio y suspenso lo ponía así, pero le contentaba saber la entrega que tenía su mejor amigo para esto, que era de suma importancia para él.
Se recordaría más tarde que realmente era un buen amigo. —Iremos a seguridad pública. —anunció, cogiendo un par de prendas más decentes de su armario, sin voltear a verle. Heiji se echó sobre la cama, suspirando.
—También lo notaste, ¿no? —cuestionó el de Osaka, mirando el techo aburrido, aunque Shinichi lograba ver a través de ello, parecía perturbado por algo.
—¿A qué te refieres? —preguntó con cautela. Se acercó hasta el borde de la cama y le miró fijamente, esperando que cualquier cosa saliera de esa boca imprudente.
—Hay algo raro, Kudo —soltó. Shinichi se sorprendió, su corazón por un instante latió acelerado. —Ese tipo, Amuro, es raro...
—¿Te refieres a Furuya? ¿Su desaparición? —indagó. Cedió a sentarse finalmente sus cobijas, Hattori hizo lo mismo con tal de verle.
—Sí. Su casa... Las condiciones, no cuadran. Tampoco hay motivos, testigos o reporte de nada. No pareció ser un robo, no parecía que faltaran documentos, ¿entonces qué? —reflexionó. Su mirada se perdió en el cobertor de la cama mientras tomaba su mentón con el índice y el pulgar. Estaba irritado, porque no solía darle vuelta tanto a las cosas, ni tardar demasiado. —Su supuesta desaparición no es mera coincidencia, da la impresión de que fue totalmente planeado, pero si ese es el caso... ¿solo a Amuro? ¿De verdad no hay nada que nos dé un indicio del por qué?
—Quizá se lo llevaron junto a él. —dijo Shinichi, llamando la atención del moreno. —No se parece haber desaparecido nada, pero Rei vivía solo... Pudieron haberse llevado algo y nadie podría asegurar con certeza de lo que falta. El problema es que no sé el qué...
—¿Un documento? ¿Un archivo de pc? —Hattori no podía parar de darle vueltas. —Imagínalo. Si era un documento entre los cientos que tiene ese amigo tuyo, nadie iba a notar que desapareció.
—Si es el caso, algo debe quedar. Un registro de la búsqueda, un indicio de qué era lo que decía ese hipotético documento... —Shinichi afiló su mirada contra el moreno.
Todo, absolutamente todo lo que acaban de conjeturar no tenía ningún sentido, ninguna prueba, solo era esa molestia habitando en el fondo de sus mentes acostumbradas a los misterios y casos de asesinato. Investigar esa posibilidad, que tan solo era un caso incierto propuesto, podría hacerles perder demasiado tiempo si era errada, así que le miró profundamente esperando saber si realmente valía la pena.
—¡Vamos! —animó Heiji, empujándole pronto hacia el baño junto a sus ropas.
Bueno, por algo eran dos de los mejores detectives de todo el país.
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¡Heeeeeeeey! ¡Buenassss! Dije que nos veríamos pronto así que, ¡octavo capítulo de Bittersweet! Espero les guste y nos vemos en el próximo<3
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