Capítulo 2. {Negación}
— ¿Estáis de broma, verdad?—preguntó, atónito—¡DECIDME QUE ESTÁIS BROMEANDO DE UNA PUTA VEZ!
Ninguno de los dos le miró.
Shinichi sintió sus manos temblar y en momento, su mundo se derrumbó. Sus piernas le fallaron y cayó al suelo, mirando al cadáver, no pudiéndoselo creer. No quería creérselo, debía ser una broma ¿Era real? ¡Ni siquiera una desgraciada Organización asesina, genocida, extraña y retorcida en delitos había podido acabar con él! ¡¿Quién era el desgraciado?! Su mundo caía a pedazos, recordando aquellos ojos violáceos mirarle, como si sus ojos sonrieran aún más que él ¿Y ahora esto? Lágrimas no tardaron en abordar su rostro, dominando sus pálidas mejillas que se vieron llenas del líquido que tan pocas veces había recorrido su rostro. Casi con ironía oía su corazón resquebrajarse, como si su cerebro dijese que con ello se aplacaba el dolor. Todavía no podía asumirlo, no parecía real que al llegar a su casa Kaito no le adelantaría en la entrada para lanzarse a sus brazos.
Una risa llena de pánico surgió, mientras sus puños apretaban el pasto a su alrededor. La risa cesó dejando paso a una mueca de desagrado, de desánimo y tristeza, aquella que le rompió el corazón a Satou, pues el detective era como un hijo y amigo para ella, tan parecido a Edogawa Conan, a quién apreciaba tanto igualmente. Se lanzó al suelo, para acompañar al chico que necesitó de un abrazo con desesperación.
—¡No puede ser, no puede ser, no puede ser! —lloraba sin consuelo, mordiendo su palma con tal de ahogar la furia que se apoderaba de él.
—Cálmate, Shinichi—pedía repetidas veces la mujer, con aquellos ojos que lo comprendían. El detective se pegó al hombro de la mayor con tal de buscar refugio aún tan solo por unos segundos.
— ¡No quiero perderlo! ¡No puedo perderlo! ¡No quiero que él me abandone!—susurró ahogado contra el hombro de Satou, quién frenó su desconsuelo con su hombro, donde el detective se apoyaba. Lo entendía, si lo que lo entendía, pues Shinichi acababa de perder a la persona más importante en su vida.
La detective guardó silencio. No podía pedirle más silencio o tranquilidad, era una injusticia contra él, porque no podía frenar nada de lo que sentía. Por el contrario, decidió que llamar a Mouri sería lo más sensato. No podía dejar solo a este detective de ahora en más, con ademanes indicó a Megure que cumpliera con ello, a lo que el señor mayor respondió inmediato, le dejaría algunos días libres a Kudou para recuperarse. Esta sería una caída difícil.
15 de Febrero, 13;47pm.
Ran escuchó lo que Megure le decía, sin darle más información de lo que Shinichi necesitaba de apoyo, ella partió en busca de su amigo. Mordiéndose el labio inferior, su intuición femenina le advertía que algo más había pasado, pero el Inspector no le había dicho nada más sobre el tema, pidiéndole que fuese rápida. Así que tomó el auto que había comprado con Eisuke Hondou, y avisándole al peli-azul que se ausentaría por unas horas, persiguió el camino para llegar con su amigo.
Quería morir cuando llegó al río indicado, que estaba lleno de vallas y la policía vigilando el perímetro. En el centro, con la escena de crimen detrás, se hallaba Shinichi, con la piel más pálida de lo normal, mordiéndose la mano y siendo abrazado por Satou, quién lo mantenía bajo control. Corrió hasta el detective, saltándose la valla, pero fue Megure quién detuvo su paso. Mostró el cadáver calcinado y mencionó ese nombre, Kuroba Kaito.
Fue cuando entendió todo.
Rozó con delicadeza el hombro del muchacho, quién la miró. Ran no evitó ahogarse con su propia saliva al verle así; tan débil, con el rostro en lágrimas, sus ojos azules opacados por aquella palidez. Nerviosa, aceptó al detective que de un salto se tiró a sus brazos, como si fuese lo que más necesitaba. En brazos de Ran, Shinichi volvió a ser un niño pequeño.
— R-ran yo...—ahogándose, su llanto caía en el desespero—¡Lo perdí... lo perdí todo!
El corazón de la Mouri se estrujó. El mundo de su amigo se caía a pedazos y ella no era capaz de buscar una manera de tranquilizarlo. Lo apretujó en sus brazos. Envió con rapidez un mensaje a Eisuke. Hoy no llegaría a su casa.
14;57pm.
Cuando vio aquellas decoraciones esparcidas de San Valentín sin utilizar y rotas, pensó que Shinichi moriría ahí mismo, sin embargo, el detective vio con tristeza todo aquello, como si en su mente aún nada de lo que pasaba hubiese sido asumido. Ran llevó al dueño de casa a la habitación que antes ocupó de adolescente, pues desde que Kaito vivía con él, ambos jóvenes amos de la casa dormían en la habitación matrimonial. No podía llevarlo allí, para hacerle vívido el recuerdo de la ausencia del mago.
Shinichi fue capaz de quitarse la ropa, pero Ran debió arropar el inmóvil chico, que miraba la nada perdido. Pidiéndole a las deidades que lo dejaran descansar, Mouri se retiró para limpiar el lugar. No podía dejar así para que Kudou estuviese viendo ese desastre que lo haría perder la consciencia de sí mismo, por lo que limpió cada zona que había sido decorada para San Valentín. Dejó algunas cosas guardadas en cajón, pues Kuroba se había esmerado en diferentes sorpresas, cosas que ya nunca podrían hacer.
La casa tenía aspecto fantasmal con tal silencio. Desde hace mucho, cuando Shinichi se ausentó, ella no escuchaba tal silencio sepulcral, pues desde que ambos vivían en casa todo era gritos, jugarretas y ánimo.
El recuerdo de la Nakamori, amiga de Kuroba cruzó su mente y supo que desde mañana debería estar informando algo que no podía dejar a cargo de su amigo.
16 de Febrero, 09;18am.
Al detective se desperezó. Su cuerpo se sentía extrañamente débil, que casi no le soportaba cuando él pretendió colocarse de pie. Absorto en la curiosidad de haber dormido en la habitación que hacía años ocupaba, salió del lugar para ir en busca de su mago, oyendo sonidos provenientes de la cocina. Corrió hasta allí, con la esperanza de encontrarle.
—La esperamos entonces, Señora—dijo Ran, a través del parlante del móvil, que dejó a un lado cuando vio a Shinichi entrar. Mouri lucía ojerosa, cansada más que él.
Sí. A su mente llegó el recuerdo del día pasado, cuando el cuerpo de Kaito fue descubierto, obligándose a sujetarse de la pared más cercana. Su cabeza dolía y sus ojos ardían, a tal punto que sintió las lágrimas amenazar, reprimiéndolas a duras penas. Lo que sentía ahora era peor que recibir una bala en algún lugar del cuerpo.
—¿Te sientes bien, Shinichi? Puedes regresar a la cama si estás débil—anunció la muchacha, buscando el siguiente contacto al que avisar en la lista. Llevaba escuchando muchas personas llorar a través del móvil, por lo que no sabía cuánto más resistiría ella con esto.
—N-no te preocupes—se tambaleó, llegando a uno de los cajones donde guardaba sobres de café instantáneo—Estoy mejor, solo quiero café—.
Ran miró preocupada al otro, que se sirvió una taza de café si siquiera una pizca de dulce. Ella sabía que estaba destrozado, pero no quería volver a verse roto ante los demás, por lo que probablemente, ahora estuviese mordiéndose la lengua y restregándose los ojos con tal de no dejar escapar el manojo de emociones.
Ella invitó a Kazuha y a Hattori para que acompañasen a Shinichi en la mansión, ya que ella debía volver al trabajo, a su casa también, con Eisuke. Ambos de Osaka aceptaron cuidar del muchacho por algún tiempo. Estar solo ahora sería solo un mártir para Kudou. Chikage ahora venía en un vuelo de vuelta a Japón, Aoko y Hakuba iban a avisar al resto de la comunidad en Ekoda, también le había dicho a Akako, a Jii, al círculo de magos que seguían a Kuroba, a todos aquellos que tenían relación alguna con él, incluso a Shiho Miyano, la muchacha médica que ambos conocían.
—Shinichi...—llamó, con su voz sonando como si fuese a darle condolencias.
—No pasa nada—le cortó, no queriendo lucir lastimero— Estoy bien—arrojó, aunque él sabía que no era verdad y que era una mentira que se estaba contando a sí mismo.
No quería aceptarlo.
Su cabeza cayó, su rostro ocultándose tras sus manos que le cubrieron, mientras miraba la mesa, perdido. Era incapaz de reconocer que, de ahora en más, la foto de pantalla de su móvil sería un recuerdo, qué a través de ella podría ver a Kaito para no olvidarse de él, que todo lo que habían vivido no eran lindos recuerdos que atesorar, sino más bien recuerdos que lo desgarraban, enterrándolo en la soledad. Todos aquellos besos, abrazos y caricias compartidas juntas ahora eran cosa de su imaginación, que no volvería a recorrer esa piel tersa, esparciendo besos por ella. No, nada de eso. Todo ahora serían duros recuerdos guardados en su cabeza, aquellos que él solo podría imaginar, deseando que todo volviese hace como tres días antes, cuando ellos se besaban al dormir, abrazándose sin darse cuenta y amaneciendo con sus cabezas a tan solo centímetros, riendo por cosas como esa.
¿Qué le diría? No se creía capaz de perdonarse a sí mismo. Si tan solo hubiese llegado temprano, nada de esto habría paso, Kuroba estaría aquí, con él, haciendo su vida feliz, y la de miles de personas más con su reconocido personaje, Kaitou KID.
Al final, una solitaria lágrima logró escaparse, cayendo sobre la mesa, en lo que él se frenó restregándose los ojos. La tela de la manga dolía sobre la suave superficie de su piel, pero aceptó ese dolor a cambio, pues no podía compararse en nada la falta que sentía a su lado; nada parecía estar completo para él sin Kaito.
¿De verdad has muerto?
Negó. El cadáver se lo decía, pero no, quería morderse la lengua, sabía que solo era su dolor tratando de crearse imágenes y escenarios donde Kuroba estuviese acompañándolo. Sacudió su cabeza y terminó su café. Se había olvidado de agregarle azúcar o alguna otra cosa, pero realmente lo pasó por alto. La amargura concordó bien en este momento.
16 de Febrero 19;57pm.
Ran le miró por encima, mientras cogía las llaves de la encimera, anunciando a Shinichi de su salida—¿No quieres acompañarme?—le propuso, pero el detective negó. Igualmente, ambos Osaka estarían ahí para molestarlo en algunos minutos, así que de nada valía adelantar ese momento.
Refunfuñando, algo molesta por verse obligada a dejar a Kudou aunque sea por unos minutos, abandonó el salón para salir con rapidez. Haría marca récord en ir a buscarles y traerles a la mansión. Desconfiaba de dejar a un detective deprimido solo, lo peor, es que Ran sabía perfectamente en que, en cuanto se sintiese capaz de frenarse a sí mismo, no dudaría en insistir en trabajar en el caso de Kuroba Kaito y el Inspector Megure no podría negarse si él le amenazaba con cualquier argumento, después de todo, el detective estrella allí era Kudo.
Corrió a la estación de trenes, Kazuha y Hattori le esperaban en la entrada, así que rápidamente subieron al auto y partieron. Ran conducía más rápido de lo normal. Kazuha fue quien habló—¿Kudo... está bien?—se preocupó la muchacha, el moreno le prestó atención, pues no sabría que decir a Shinichi cuando llegasen. Después de todo, perder a la persona que amas debe ser de lo peor. No podría ni imaginárselo.
— Él dice que sí—contestó Mouri, para mirar a Kazuha, conciliadora—pero sabes que no. El cuerpo no se puede reconocer, pero las pertenencias son de Kuroba-kun. Shinichi está destrozado—completó la morena, a lo que Heiji tragó con dificultad. Su amigo ahora estaba enfrentándose al peor dolor.
16 de Febrero, 20;16pm.
Shinichi meneó el contenido de la copa. En su balcón, la oscura noche ya crecía ante él. Tomó de su vino. No quería emborracharse, pero el contenido amargo parecía exquisito y ansiado para el instante. Vestía unos jeans azul y un suéter gris, mientras sus codos se apoyaban contra el balcón, apreciando las luces en la lejanía. Su patio se hallaba vacío, con experimentos y trucos del Kuroba que antes él había dejado ahí.
Apretó los puños. Tan sólo, quería... ¡Encontraría al culpable de esto, porque lo haría quemarse en el infierno!
Tosió incómodo. Tenía que bajar su desenfreno, no podía actuar con irresponsabilidad.
Mientras, bajándose con maletas en mano, Hattori y Kazuha se adentraban a la gran mansión. No era la primera vez que venían a quedarse expresamente en esta, aunque la Toyama antes dormiría con Mouri, ahora se quedaría al igual que su amigo. La última vez que habían venido, el ruido por doquier y un montón de trucos y trampas que le daban sustos de parte de Kuroba, ahora, solo oían el crujir del vidrio contra el fuerte viento.
— ¡Hey, Kudou!—llamó Hattori. El pálido apareció segundos después con la mano en hilos de sangre que habían manchado parte de la escarlata alfombra de subida en la escalera. Lucía terrible, con los pómulos oscuros, la piel casi sin color, y aquellos ojos tristes que no podían observar con verdadera alegría, ni siquiera pudiendo disimular.
—Hola—saludó lentamente, descendiendo las escaleras.
—Te ves terrible— comentó Heiji, a lo que recibió un duro codazo de parte de ambas damas que le dejaron sin aire. ¡No podía callar, lo sentía, pero no era necesario aplastarle los pulmones!
________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
Well, well, well...
Segundo capítulo terminado~ ¡Es un placer estar aquí nuevamente! Creo que seguiré con cositas tristes hasta un poco más, ya verán. ¡En fin! Espero les haya gustado el capítulo, si llegaron aquí tienen una abrazo mío y eso... Gracias por comentar y votar<3.
¡Hasta luego!
Sum~
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro