01| Casémonos
Shin Soo-bin pensaba tener una vida decente: un hogar donde descansar, un trabajo satisfactorio y una madre... un tanto entrometida.
—¡Aaaah! ¿¡Mamá podrías por favor dejar de tirar dinero en esa estúpida compañía de citas!?
Y ahí estaba de nuevo.
—Deja de quejarte, ¡apúrate y vete! —exclamó su madre, dándole un golpe en la espalda.
—¿No cuesta dinero preparar todas estas citas? Además, si tienes tanto dinero, ¡cómprame algo de ropa! —respondió enojada. Estaba realmente cansada. Era la octava vez este mes—. Te lo he dicho antes, ¡esta será la última! Mamá, ¡es suficiente!
—¡Está bien! ¡Ya entendí! ¡Vete ya! —respondió antes de empujar a su hija fuera de casa.
Soo-bin refunfuñó al casi caerse y, resignada, comenzó a caminar hacia la maldita cita.
Pensando en lo egoísta que era su madre y en lo mal que se portaba, lamentó no haber tomado un taxi. Se preguntó ¿por qué su madre siempre la trataba tan mal? Y ¿por qué diablos decidieron abrir un puesto de tteokbokki al otro lado de la ciudad?
Estaba frustrada. Aunque solo lo hacía para que su madre la dejara en paz, no quería conocer a nadie, no necesitaba relacionarse con nadie.
Pero no importaba cuántas veces le dijera a su madre que no estaba interesada en casarse, ella nunca la escuchaba.
Soo-bin suspiró con fuerza. De repente, abrió los ojos con sorpresa y una sonrisa se escapó de sus labios. Ese día, las flores de cerezo caían como una lluvia rosa por las calles. Por un momento, dejó de lado los pensamientos negativos y se sintió feliz por el hermoso día.
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—Soy el único hijo de Jonggajip.
Y ahí estaba ella otra vez.
—Ah, sí. —respondió con amabilidad, aunque no tenía interés en más citas a ciegas, no podía evitar ser cortés con todos los hombres que conocía. Al fin y al cabo, no era culpa de ellos.
—Vivo con mis padres. —confesó, tomando un sorbo de agua—. Soy alguien que valora más su vida personal que su trabajo. Mis padres son amables y de buen corazón. Se han esforzado mucho toda su vida, pero como su único hijo, siento que no he sido de mucha ayuda... quiero asegurarme de que vivan cómodamente después de su jubilación. Es mi deber como su único hijo.
—Oh... ya veo. —le sonrió de nuevo y cruzó las manos sobre la mesa.
—Ahora que lo pienso, tu padre, Soo-bin...
—¿Sí...?
—Me enteré de que falleció...
Asintió tranquilamente.
—Sí... tuvo un grave accidente de tráfico hace tres años. —movió la pajilla en su vaso, con una sonrisa cerrada en su rostro.
Eso era mentira.
—Ah, ya veo...
Ambos se quedaron en silencio un momento. Soo-bin aprovechó para beber de su limonada, esperando que él continuara hablando. No tenía interés en entablar una conversación, pero siempre esperaba que ellos tomaran la iniciativa. Si decían algo que no le gustara, podía marcharse.
Siempre funcionaba.
—Entonces... —comenzó, ella lo miró de reojo y apoyó su vaso sobre la mesa—. Tienes un trabajo. Escuché que tienes un restaurante, ¿qué tan grande es?
—No es para nada grande, solo es un pequeño puesto de comida que vende tteokbokki frente a una escuela y, por supuesto, los dueños de mi edificio también son clientes. —le contestó—. Así que también gano dinero con la gente que nos alquila. —terminó con alegría.
Siempre tan amable, Soo-bin.
—Ya veo. —respondió, algo preocupada por la repentina alegría—. Entonces, señorita Soo-bin, ¿tú aún quieres vivir con tu madre? Lo pregunto porque estoy un poco confundido, eso es todo. —apretó el puño sobre la mesa y lo miró atentamente para ver cómo reaccionaba—. No es que no me gustes. Al contrario, me enamoré de ti a primera vista.
Ella pensó en lo que quería decir.
Como soy hija única y no tengo hermanos.
Viviré con mis padres hasta que lo decida.
Y también estoy pensando en seguir en mi trabajo y obtener un ascenso.
—Bien...
Descartó todas sus ideas, y eligió la más viable antes de que él dijera algo más.
—Me temo que no estamos destinados a estar juntos. —habló finalmente, levantándose de su silla—. Espero que encuentres a la persona adecuada. —se rascó la nuca, le sonrió dulcemente y finalmente se dio la vuelta dispuesta a largarse de ahí.
—¡Espera! ¡Soo-bin!
Ella se detuvo y volvió a mirarlo.
—¿Sí?
—No seas tan cortante, solo piénsalo. Sabes que una mujer cambia una vez que se casa. No puedes cuidar a tu madre para siempre. ¿Y no es una molestia mudarse tanto? Ni siquiera estás ahorrando para tu jubilación, ¿verdad? —estaba perdiendo la paciencia y si decía algo más, ella...
—Basta. —él se quedó en silencio, su rostro palideció un poco y una gota casi invisible de sudor resbaló por su rostro—. Traté de ser educada, pero discúlpame.
—¿S-sí?
—Seguías provocándome, ¿no es así? —su cara se tensó, mostrando toda la irritación que había guardado durante lo que parecieron unos largos 15 minutos—. Si tanto hablas de que aprecias a tus padres, deberías saber que yo aprecio a mi madre.
—Uh ¿¡qué!?
Su expresión no podía ser más irónica. Lo sabía.
—Oh cielos, ¿solo eres un buen hijo de palabra? —lo señaló, acercándose bastante, estaba realmente molesta—. ¡Deberías tratarlos mejor! ¡Idiota!
Antes de que dijera algo más, el tonto se levantó y salió corriendo del restaurante y ella volvió a la mesa con una expresión furiosa.
—¡Quién te crees para hablar de mi madre, estúpido! —tomó el vaso que había dejado con hielo y lo terminó para masticar—. ¡Maldición, tengo muchas ganas de maldecirlo! —gritó, masticando con furia el hielo hasta que lo tragó.
Una vez que terminó de expresar su ira, suspiró.
Relájate, Shin Soo-bin, nunca llegarás a nada.
Relajó los hombros y se acomodó el cabello dispuesta a salir.
Puedo hacerlo sola.
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No habían pasado más de diez minutos desde que salió del restaurante cuando comenzó a llover muy fuerte. Soo-bin se preguntó qué pasaba con el clima, aún era de día y las nubes estaban blancas.
Supuso que no era su día de suerte, pero agradecía ser precavida y sacó de su bolso un paraguas que siempre llevaba consigo.
Suspiró pesadamente y mientras pensaba en lo que diría a su madre cuando llegara a casa, escuchó unos susurros apresurados que venían detrás de ella.
—Tranquilo, cariño, seguro hay una tienda por aquí. —dijo una mujer mayor mientras quitaba su chaqueta y la colocaba sobre la cabeza de su pequeño hijo.
Soo-bin se detuvo. No podía dejar que eso sucediera.
Suspiró y se dijo a sí misma que todo cambiaría. No costaba nada ser amable.
—Está lloviendo mucho, ¿verdad? —se volvió completamente y detuvo la caminata apresurada de la madre y su hijo —. Señora, parece que olvidó traer uno. —dijo mientras extendía su paraguas —. Tiene un niño, no es bueno que se mojen. Tómelo, usaré mi paraguas.
—No, yo...
—Tómelo. —insistió, mientras intercambiaba su paraguas con ella.
La mujer le agradeció con una sonrisa y tomó el paraguas antes de cargar a su pequeño hijo y continuar caminando.
—¡Gracias, noona! —gritó el niño.
Soo-bin le sonrió y agitó la mano en despedida.
Tan pronto como se alejaron, Soo-bin comenzó a caminar hacia su casa.
Pero Soo-bin no sabía en ese momento,
que quizás debería haber medido sus palabras al decir...
que todo cambiaría.
No había dado ni diez pasos en el callejón cuando experimentó el susto de su vida.
—No has cambiado en absoluto.
Ella se sobresaltó.
—¡Oh por Dios! ¿Q-quién eres...? ¿Un criminal? ¿Un duende?
El extraño vestido de negro, con una sombrilla negra cubriendo parte de su rostro, la levantó un poco, dejando ver su cara familiar.
—¿...Min Yoongi? —se quedó atónita.
—Ha pasado mucho tiempo. Aún tienes mucho que pagar. —habló con su tono usual mientras apartaba la mirada, algo inquietante.
—¿Por qué apareces así como un fantasma? ¡Me asustaste! —respondió irritada, retrocediendo un poco.
—Aún tienes un temperamento horrible.
Ella frunció el ceño. Ese día no podía ser peor.
O eso pensaba.
—¡Quién dice que tengo un temperamento horrible! —exclamó molesta, pero se detuvo antes de acercarse más—. Tú... ¿viniste por el dinero?
—Sí. Han pasado 10 años, estoy aquí para cobrar la deuda. —Soo-bin se tensó al verlo acercarse más, su paraguas ocultando parte de su rostro. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, habló de nuevo—. Casémonos.
Ella quedó en shock. Ni siquiera podía creer lo que acababa de escuchar.
Min Yoongi había regresado.
Y estaba decidido a complicarle la vida.
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