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El destino de lo inevitable

—Kim Jisoo, es tu turno de volver a la Tierra.

La pequeña astronauta había pasado cinco años en la Estación Espacial Internacional, cinco años viendo la tierra desde lejos, entre las estrellas, extrañando la gravedad de la tierra, el aire fresco, el viento, el cielo azul, tantas cosas de la vida terrenal que había abandonado por su sueño de vivir en el espacio infinito que ahora ya le parecía aburrido.

Se despidió de sus compañeros con una sonrisa, prometió saludos y llevó con ella cartas de ellos a sus amores y no pudo evitar pensar que eran unos afortunados, y se imaginó en un universo alterno donde ella tenía a alguien a demás de su madre esperándola en la tierra, le importaba muy poco que si era una atractiva jovencita o un lindo chico.

Se subió a la pequeña nave, ella no la manejaría, sólo sería despedida hacia la tierra y tenía los recursos que utilizaría en esos días hasta su llegada al suelo terrestre, con sus equipos de comunicación estaría al tanto de todo lo que pasaba fuera de esa cápsula, y se encerró allí intentando no pensar en la claustrofobia, y sonrió por última vez, mirando el planeta verde frente a ella.

Su casa, su hogar.

Comenzó su viaje, días le faltaban, para poder hacer tantas cosas de humanos que extrañaba con su alma.

Y fue la primera noche, en el momento en que cerró sus ojos para dormir, cuando un impacto sacudió la cápsula, la despertó con gran susto, golpeó su cabeza contra algo que la hizo cerrar los ojos con dolor mientras sentía todo girar y vio el universo girar frente a sus ojos al volver a abrirlos, confirmando que no era una pesadilla, lejos, lejos, lejos de su trayecto, lejos de su planeta, vio el asteroide pasar frente a ella y simplemente se ahogó con el aire, sintió algo caer de su frente y gotear sobre el teclado.

No le habían avisado que se acercaba, no le habían dicho que venía hacia ella, había aparecido de la nada, sus ojos se abrieron y se llenaron de lágrimas.

—No...

—Kim Jisoo —escuchó la voz a través del comunicador—. Te has desviado de la órbita, lo siento, no hay nada para hacer.

Jisoo miró con impotencia a todos los sistemas, buscando una solución que efectivamente no estaba.

Estaba varada, en mitad del espacio, y nunca podría volver, estaba destinada a ser otra astronauta perdida, y morir en esa cabina en soledad.

La dejarían sóla, lo sabía, tal como habían escondido e ignorado a todos los astronautas antes que ella que murieron por la circunstancia que sea, pero abandonados lejos de órbita.

Un sollozo escapó de sus labios.

—Hizo un gran trabajo, señorita Kim, descanse en paz.

—No, ¡No! ¡No me dejen aquí!

La radio se apagó, y por más que la golpeó o presionó todo lo que pudo, no volvió a surgir ningún sonido de esta, y sollozó, cansada.

Cruzó sus brazos sobre sus piernas, llorando con desconsuelo, sintiendo frío y soledad.

Estaba perdida.

Lloró por varios minutos, lloró en vano porque sabía que eso no haría nada para revertir su situación, hasta que un brillante brillo la distrajo, sintió la cápsula temblar, y miró a la eternidad esperando algo raro.

Y vaya que pasó lo raro.

Una extraña y fuerte luz la cegó, cerró los ojos con fuerza y cuando lo volvió a abrir se encontró acostada en el suelo.

—Hey, hey, humana...¿Estás bien?

Soltó un quejido y abrió los ojos con lentitud, todo parecía muy brillante detrás de sus párpados.

Se sobresaltó al ver a una muchacha algo agachada frente a ella, retrocedió sobre sus codos, y aquella chica la miró sin entender.

Sus ojos eran pequeños y rasgados y adorables, tenía brillos cual estrellas dentro, su cabello era de color plata y pequeños brillos parecían purpurina esparcida en sus mechones, su piel era pálida y hermosa, contextura delicada y delgada y se veía simplemente hermosa y extraña.

Respiró agitada desde unos metros más atrás.

—Lo siento, lo siento, lo siento, fue mí culpa lo del asteroide... Estaba golpeándolos por diversión y uno se fue muy lejos y no pensé que te iba a dar, lo siento...

La chica hablaba y parecía aún más hermosa, sus ojos iban del suelo hacia ella y se veían ya adorables al moverse.

—¿Me estás entendiendo, verdad? ¿Estoy hablando bien su idioma humano o sólo se escuchan un montón de sonidos raros? Porque en serio sería ridículo —y sus mejillas se tiñeron de rojo y Jisoo suspiró por aquella imagen.

Asintió con torpeza, sorprendida.

—Oh, es bueno saberlo —sonrió, sus ojos desaparecieron y sus encías aparecieron en una sonrisa nunca antes vista y completamente encantadora que hizo su interior cosquillear.

—¿Qué... Eres? —murmuró Jisoo—. En verdad eres muy hermosa.

La chica de pelo plateado alzó sus cejas, sus orejas estaban rojas cual gigante roja, y sonrió mínimamente.

—Soy Rosé —se presentó—. Soy una Hija de las Estrellas, somos parientes estelares de los humanos, pero distintos.... Pero creo que ustedes nos conocen como alienígenas.

La chica se acercó a ella y extendió su mano hacia ella, Jisoo la tomó y aquella hermosa peliplateada la ayudó a levantarse.

Los ojitos de Rosé la miraron de arriba a abajo, Jisoo sintió como si la estuviera analizado, en su mente, una ridícula idea de que estaba escaneandola con rayos x y estaba viendo todos sus órganos, quizás leyendo su mente al mirarla a los ojos, descubriendo su pasado y revisando sus memorias, pero la expresión inocente y curiosa de aquella ser la hizo dudar.

—Y brillas... Qué bien —y sonrió de nuevo y Jisoo sintió sus piernas temblar de tan hermosa imagen, nunca la había afectado tanto una vista—. Pero bien, quería ayudarte porque casi hago que mueras aquí... Eso sería triste, puedo llevarte a la tierra de nuevo, aunque tarde unos días, esta es mí nave, es algo pequeña y lenta, pero aguantará ¿Qué dices?

Jisoo asintió, notó los rosados labios de Rosé y se relamió los suyos sin querer, a lo que la chica respondió con un sonrojo y guiñó uno de sus lindos ojitos, poniéndola demasiado nerviosa, de una manera que nunca había sentido.

Aunque también podría ser por el shock y el miedo de que una alien tan linda la haya salvado.


❝ Y podrías decir que en ese momento fue cuando ambas caímos, dos mundos colisionado entre ellos, dos mundos diferentes, que terminarían destruyendo se el uno al otro por su amor de forma inevitable, porque así era nuestro destino.

El destino de lo inevitable.❞

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Un pequeño glosario:


Hijos/as de las Estrellas: Es la raza alienígena de Rosé, como también de Jennie y otros mencionados, son similares a los humanos pero mucho más cercanos a las estrellas, tanto que poseen pequeñas estrellas en sus cuerpos, en sus ojos es su principal característica, pero también como lunares o pecas, y es menos frecuentes tener el cabello plateado (como tiene este Rosé), pero también es posible

Estrella Binaria: es la forma que tienen para llamar a su "Alma gemela", tienen el poder de reconocerla ya que ven a su pareja brillar (como un halo de luz alrededor de este), son compañeros de la eternidad y desde la creación del universo.

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