Una serendipia en el espacio exterior
—Ya estamos en la órbita de la tierra —anunció Jun, desde la cabina de mando, a su lado, y bastante apretado porque no había espacio de sobra entre los mandos y demás artefactos raros.
Durante las últimas horas habían hecho el plan de vuelo para acercarse, entrar a la órbita y luego a la atmósfera, y una vez a unos cuantos kilómetros de altura, viajarían hasta donde Chan había indicado el aterrizaje: la Agencia Espacial de Corea del sur.
A pesar de que Chan estaba seguro de que Jun podía de alguna manera teletransportarlo hasta la tierra, estando lo suficientemente cerca, esa linda estrella quería conocer la tierra y Chan quería mostrarle su mundo.
Habían iniciado el descenso oficial hacia su hogar, hacia su Tierra de nuevo, y Chan estaba más que feliz.
—Aliañaré el rumbo hacia la tierra... Calculando la rotación, la fuerza de gravedad... —Jun apretaba algunos botones, que el humano no entendía para nada, pero veía fascinado, cada detalle, incluso el cómo la linda lengua rosada de Jun asomaba fuera de sus labios al concentrarse— ¡Y listo! Estamos en marcha y en modo automáico —sonrió mostrando sus encías, y se volteó hacia Chan— ¿Me darás un tour por la tierra cuando lleguemos?
Chan pudo mirarlo con una sonrisa, concentrado en las estrellas en sus lindos ojitos, que brillaban y bailaban con emoción y en el rubor que creció en sus mejillas por la vista fija en él.
—Jun, hay algo que los humanos damos cuando estamos muy agradecidos y muy felices, ¿Podría dártelo?
Jun ladeó su cabeza sin entender, y Chan aprovechó para tomar su mejilla, acortar la distancia y besarlo, un pequeño sonido de sorpresa de parte de la estrella quedó atrapado en el beso haciendo al humano sonreír.
Movió sus belfos sobre los de Jun con suavidad, invitándolo a hacer lo mismo, fue delicado porque no quería asustarlo tampoco, no sabía cómo iba a reaccionar y dentro suyo tenía una idea tonta de que quizás aquello para su raza significaba otra cosa, como una declaración de guerra o quizás una ofensa a su madre, esperaba que no fuera tan malo.
Sonrieron y se correspondieron en un lento baile de leves mohines y pequeños chasquidos.
Y entre ese beso fue cuando Chan sonrió pequeña chispa que no había sentido nunca antes en su vida, ese sentimiento
cómodo y extrañamente familiar que sentía con aquel ser desconocido tomó un sentido que lo hizo agradecer: entre todos los planetas de todo el universo, había encontrado eso que podía llamar su otra mitad.
Sé separó y al ver que las estrellas en los ojitos de Jun se habían multiplicado rió, ambos estaban muy ruborizados y terminaron sonriendo encantados.
—Eres un tonto – dijo el peliplateado— He visto películas humanas, no hacen eso para agradecer, hacen eso cuando aman a alguien.
Chan rió con vergüenza y tanto las estrellas en sus ojitos como la de su cabello parecieron brillar más al ver algo tan bonito.
—Me atrapaste— dijo el humano, haciendo que el rostro de Jun brillara en rubor.
El resto del viaje Chan se sintió embobado, Jun podía ver el halo brillante a su alrededor brillar aún más, y le parecía divertido, porque con solo reír el humano se iluminaba cual estrella fugaz rompiendo en la atmósfera.
Jun sabía que era porque cada vez lo enamoraba un poco más y estaba más que feliz con eso.
El humano estaba perdido en ese sentimiento al encontrar algo maravilloso, eso que no estaba buscando en realidad pero que había encontrado sin esperarse, en una situación casi extraña e imposible.
Una serendipia en el espacio exterior.
Pasó tan rápido el tiempo que en cuanto estuvieron en su lugar de destino se sorprendió, la nave aterrizó en la tierra, en el amplio campo restringido y privado de su Agencia Espacial.
—¿Me quedaré contigo, no? —preguntó Jun, tomando su mano y entrelazando sus dedos.
Chan asintió totalmente seguro.
—Estoy nervioso... —murmuró el peliplateado, y rió por lo bajo.
—Te amarán, igual que yo —Chan dejó
un pequeño beso en sus finos labios,
haciendo a sus estrellas bailar— Verán
que eres bueno, se te nota de lejos, me has traído aquí despues de todo.
Jun sólo asintió y reteniendo el aire en sus pulmones para que no escapara su valentía tampoco, presionó el botón que abría la puerta, una rampa apareció en el suelo de la nave y comenzó a descender, hasta tocar el suelo terreste, y una vez firme, bajaron ellos.
Chan fue adelante, al ver a la gente de la agencia alzó su mano para saludar, después notó que eran más agentes de seguridad, de uniformes negros, con escudos y armas que los científicos con los que había convivido.
—¡Soy Lee Chan! —anunció, tocando la Tierra con sus pies por primera vez en mucho tiempo— ¡Estoy de vuelta! —se
presentó en cuanto vió a los oficiales alzar las armas hacia él, lo miraron un segundo y con eso fue suficiente para entender que no le iban a disparar.
Y se sentía un gran tonto en verdad, porque no fue hasta ese mismo segundo en que se dio cuenta que en habían estado por dispararle, realmente.
Quizás el amor lo había cegado de una forma que era mucho mayor a lo que esperaba, lo había entorpecido de una manera que lo superaba en enormes cantidades.
Estaba frente a los mismos que lo habían
dejado morir en el espacio y como un
tonto, había traído al maravilloso ser que lo había salvado.
—Chan, ¿Qué hacen? —murmuró Jun en su oído.
—¡Alto! —las armas se alzaron todas contra el peliplateado, y al ver la cantidad de puntitos rojos de los lásers que se posaban en el pecho y en la frente de su linda estrella, Chan quiso gritar del pánico que lo inundó.
Jun no comprendía nada de eso, había escuchado que los humanos eran amables y amorosos, que lo atenderían con mucha comida rica y lo mantendrían cálidoy lo harían sentir como su hogar.
No entendía que la Tierra no era un hogar para él, porque los humanos son ásperos y tienen más maldad que los suyos, tan poca empatía y demasiada indiferencia, y que en verdad, no podían ver nada de bondad, ni siquiera entre humanos, menos en una estrella.
Chan se colocó frente a él y lo abrazó con fuerza contra su pecho, escondiéndolo, protegiéndolo de cualquier cosa que pudiera recibir.
—¡No le hagan nada! ¡El no es una
amenaza!
—¿Amenaza? —Jun se sintió mal por ser considerado algo malo, él no hacía esas cosas, él era bueno, siempre había sido bueno.
—Jun... Deberías irte, debes huir, lo siento, lo siento por no pensar que esto pasaría.
—Pero...
—No serán buenos contigo, ningún humano lo será.
—Pero tú eres humano, Chan.
—Pero yo tampoco te haré bien —dijo el
rubio, con la voz algo rota— Súbete a tu
nave y vete lejos, lo más lejos que puedas lo más rápido posible.
Jun quiso llorar allí mismo.
—¿Y tú?
—Yo tengo que quedarme aquí.
El peliplateado negó, frotando su rostro
en la remera del humano.
—No... Ya te encontré, no... Eres mi Estrella Binaria, debo estar contigo.. No pueden separarnos así.
—¡Señor Lee, aléjese y no será
lastimado! —Chan supo que todas las armas apuntaban a él.
—Vete —murmuró Chan— En serio...Vete, por lo que más quieras en el universo, vete y no regreses nunca más.
—Eres lo que más quiero —confesó Jun.
Chan sonrió y las lágrimas se juntaron en sus ojitos.
—Eres lo que más amo —dijo Chan.
—¡Tiene tres segundos, Lee! ¡O abriremos fuego! ¡Tres!
—Fue un gusto conocerte, gracias por
existir —dijo Chan.
—¡Dos! —el rubio sintió su corazón desbocar, Jun no se había escapado de sus brazos y la rampa a la nave era bastante larga como para llegar, comenzó a rezar por dentro.
—Yo en serio lamento existir —murmuró Jun, y el humano no tuvo ni un segundo para intentar consolarlo de un pensamiento tan malo.
El cuerpo de Jun comenzó a brillar
de forma cegadora, haciendo que Chan cerrara los ojos con fuerza con temor a quedar ciego, sintió como si fuera arena escapando de su abrazo, y fue casi tan rápido como un disparo, una estrella fugaz entró a la nave, la rampa se cerró con un fuerte golpe y a los dos segundos se propulsó a los cielos con gran fuerza,
haciendo que Chan, aquel simple humano que ahora tendría que lidiar con lo peor de su propia raza, cayera hacia atrás.
Boca arriba, sobre el pasto de aquel
campo de la Agencia Espacial, en una
Tierra que ahora se sentía totalmente
sola, Chan vió a su estrella alejarse, y con un útimo destello desapareció de la vista, a miles de miles de kilómetros en el cielo, fuera de la atmósfera y de su mísero alcance.
"Fue ese día lo que comprendí perfectamente lo que un corazón roto significaba, y me dejó completamente destrozado.
Los días que le siguieron no fueron mejores, cada vez me desesperaba y no conocía nada de Chan, intenté contactarlo en sueños, pero ninguna vez funcionó, tenía la certeza de que estaba vivo sólo porque yo también lo estaba, y no sabía nada más.
Pero, ¿Qué tan vivo puede estar alguien sin su otra mitad? No creía que mucho.
Mi Estrella Binaria ahora estaba sola, igual que yo."
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