iv.
«Es tan lindo y delicioso.»
Shoto no podía alejar esas palabras de su ser. En cuanto esos pensamientos aparecieron en su mente, se alejó de la mano de Shinso asustado y confundido.
El pelimorado debió ver algo en su rostro o en su forma de reaccionar porque sus mejillas se sonrojaron antes de tomar la mochila del respaldo de la silla y una venda del escritorio de la enfermera para luego alejarse a paso apresurado, saliendo por la puerta y cerrándola de un portazo.
Desde entonces Hitoshi lo está evitando. Y tal vez de haber sucedido en otro momento o en otra situación el Todoroki ni siquiera lo habría notado, pero justo ahora, después de que eso sucediera, no podía evitar sentir que sus ojos siempre acababan desviándose en su dirección.
Ellos eran amigos, aunque no los más cercano, Shoto nunca había tenido mucha dificultad en hablar con él sobre el aburrimiento de sus días, las complicaciones con las chicas y mal sabor de la sangre, aunque su amigo no entendiera mucho sobre las últimas dos cosas.
Era fácil hablar con él, porque se sentía escuchado y acompañado entre silencios, asentimientos y comentarios sarcásticos.
En la preparatoria, Shoto siempre se había sentido juzgado y apartado por parte de los chicos, que nunca habían tenido opiniones particularmente buenas hacía él, sino era por el rechazo hacía su especie era debido a los celos que le tenían por su facilidad para acercarse a las chicas y deshacerse de ellas poco después. Eso sin saber, que Shoto sin dudar cambiaría de lugar con cualquiera de ellos.
Ser vampiro no era la gran cosa, ser el heredero del clan, o ser importante por la pureza de su sangre no era algo que le importe especialmente.
Desde que Shoto tiene memoria, él se ha alimentado de mujeres jóvenes y no tanto, los vampiros deben comer desde que son unos niños, y no es extraño sobretodo de un clan tan influyente como los Todoroki el tener humanos que acudían para servir como alimento, ya sea por decisión propia o al recibir remuneración monetaria.
Podían tomar la sangre de cualquier lugar y no específicamente del cuello, e incluso podían lamer la sangre de heridas que no fuesen causadas por sus colmillos que era un recurso que usaban mucho cuando era un niño. Pero desde pequeño Shoto había sido un quisquilloso que se quejaba y hacía muecas, rehusandose a comer debido al pésimo sabor que sentía en su boca, por esa razón, fue un niño pálido, y delgaducho para molestia de su padre.
Lo último no le importaba en lo más mínimo, molestar a su padre era más un éxito que una lastima, pero sentir tanta hambre era un sufrimiento incluso peor que el asqueroso sabor de su alimento.
No odiaba ser lo que era pero tampoco lo adorada, si el hubiera podido elegir, seguramente habría elegido ser un mitad vampiro como Midoriya, así podría recurrir a distintos alimentos, probar cosas nuevas y no condenarse a un único sustento para su nutrición.
Pero el destino lo convirtió en lo que era, un vampiro de sangre tan pura que incluso era intolerante a los sustitutos de alimentación. La sangre de los animales solo le causaba vómitos y la sangre almacenada que le generaba náuseas. El sabor de las chicas no era tan bueno, nunca lo había sido y aunque eso de tener sexo, generarles placer sí cambiaba un poco su sabor, no era una mejora gratificante y según su punto de vista, no valía la pena para el esfuerzo que debía gastar en hacerlas sentir bien pero...
Shinso Hitoshi.
Le daba escalofríos de satisfacción recordar su sabor, era tan delicioso, tan exquisito. Nunca se había sentido con tantas ganas de probar más, beber más, saborear más.
Todoroki Shoto simplemente quería más.
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