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Epílogo.

—Tengo hambre.

Shinso lo reconoció incluso antes de escucharlo hablar, la forma en la que se aproxima, manteniéndose cerca y revoloteando a su alrededor. Su presencia en algún momento se volvió inconfundible.

—Espera un poco, debo terminar de escribir esto. —respondió, intentando ocultar la sonrisa divertida que nacía de sus labios.

—Está bien. —Shoto hizo un puchero, antes de sentarse con un pesado suspiro, recostando la barbilla en su mano.

A Hitoshi le parece adorable la forma que se pone a esperar aunque en su interior lo único que desea es llevárselo solo con él. Lo sabe porque fue él quien se lo dijo alguna vez, la posesiva actitud vampiríca que lo hacía querer tenerlo para él todo el día y toda la noche pero que trataba de reprimir a sabiendas de que no era un comportamiento correcto, al menos no en el mundo de los humanos.

Antes no podría haber sabido todo lo que ahora sabe, de los vampiros, de su mundo, y sobretodo, lo que ahora sabe de Shoto.

—¿Ya terminaste?

—Ya casi.

Ahora sabe que es impaciente, sobretodo a la hora de comer, aunque también sabía que era muy bueno ocultando lo que sentía o lo que su interior le exigía hacer, mientras que en su mente ya le estaba clavando los colmillos, en el exterior solo se mantenía quieto mientras lo observaba con anhelo. Shoto era bueno controlando sus impulsos.

—Terminé... ¿Quieres ir a algún lugar a comer?

—En la enfermería estará bien. —respondió el bicolor, levantándose de su asiento y extendiéndole una mano para que el pelimorado la sujete.

Shoto no ha cambiado mucho desde que están juntos pero al mismo tiempo es como si las cosas hubieran dado un vuelco por completo, su actitud ante las situaciones sigue siendo la misma que antes, con la módica diferencia de que ya no se esfuerza por buscar chicas para alimentarse, y desde hace algún tiempo, ya ninguna se ofrece a darle su sangre luego de múltiples rechazos, y que los rumores de que el vampiro tenía pareja se hallan extendido de un día para el otro.

A Shinso le parece ridículo el hecho de que hayan tardado tanto en darse cuenta, quiere pensar así y no pensar que el resto simplemente creía que no iban a durar, porque después de tres meses ya habían dejado más que claro lo serio que era todo.

Shoto siempre iba a buscarlo a su salón de clases a la hora del almuerzo para pedir una pequeña mordida, ya sea en el brazo o en los dedos. Bebía de su sangre una dos o tres veces al día, porciones pequeñas que no le causaban ni dolor, ni molestia, cuyas marcas duraban un par de horas cuando mucho.

Shoto le compraba comida, jugos, frutas y caramelos, porque el vampiro decía que le gustaba verlo comer y que le parecía llamativa la variedad de comidas que tenían los humanos.

A veces, el heterocromático lo abrazaba por la espalda, diciendo que disfrutaba la calidez de su cuerpo, recostaba la cabeza en su pecho y le pedía hablar, riéndose por lo bajo al sentir las vibraciones que producía su voz contra su mejilla.

Era más tierno de lo que pensaba, y también posesivo, exhibiendo sus manos sujetas a cualquiera, abrazándolo cuando algún otro vampiro se acercaba y a veces, solo algunas veces, dejando la marca de sus colmillos en lugares fáciles de observar.

Incluso le regaló un anillo negro que es exactamente igual a uno que él también usa. Un regalo dulce aunque también algo sospechoso, porque ha notado miradas diferentes sobre él desde que empezó a usarlo, sobretodo de parte de los vampiros, aunque Shoto dice que no significa nada especial.

—Dame tu muñeca...

Siempre que el vampiro preguntaba dónde podía morder, era común recibir una respuesta indiferente del humano, que lejos de no importarle, le resultaba extraño responder al no estar seguro de cuales eran los sitios correctos, en algún momento el heterocromático dejó de preguntar y simplemente le pedía permiso con dulzura.

Otra cosa que era común, era esto, los labios de Shoto dejando un camino de besos antes de morder, siempre sin previo aviso, porque al vampiro le causaban risa su sobresalto.

Ya su cuerpo no se tensaba, ni tampoco se le acumulan las lágrimas en los bordes de los ojos, se acostumbró a la sensación del pinchazo y también al ardor de su lengua, aunque la sorpresa siempre lo hacía saltar.

—¿Quieres ir conmigo al cine?

Preguntó de pronto, luego de lamer la herida, levantando sus ojos dispares y sonriendo con los colmillos algo rojos por la sangre.

—¿Y eso por qué?

—¿Acaso no puedo llevar a mi novio a una cita?

—¿Acaso quieres gastar dinero de tu padre para molestarlo?

—¿Cómo es que me conoces tan bien? —respondió con una pregunta, sonriendo y besándole la mejilla con cariño.

Otra cosa divertida (o tal vez no tanto) era que todos estaban a favor de su relación, incluso la familia de Todoroki que lo recibieron con los brazos abiertos. Los únicos que no, podrían ser tal vez, las chicas que amaban compartir su sangre con Shoto a pesar de su actitud fría y su padre que quería que tuviera una pareja vampiro de sangre pura.

Pero de cualquier forma, no era un problema, porque más allá de lanzarles un par de malas miradas y no hacía nada más.

—Claro, iré contigo.

Eran una pareja bonita, tal y como eran, Shoto no era malo, simplemente antes no sabía como actuar, no era su culpa, más allá de las malas enseñanzas que había recibido de su clan hacía el trato que debía ofrecer a los humanos.

Pero humano o vampiro, todos tenían derecho a equivocarse y volver a empezar para arreglar sus errores, Shoto estaba haciendo las cosas bien, sin siquiera dar mayor esfuerzo. Y era porque el heterocromático siempre había sido de esa forma, alguien dulce, amable y cariñoso.

—Te quiero, Hitoshi. —dijo de pronto, sonriendo antes de besarle los nudillos. El pelimorado se rió con ternura.

—Yo también te quiero, Shoto.

Y ambos se besaron, porque en esta relación, lo que menos importa es la sangre, porque eso puede ser remplazable, la persona frente a él, sin embargo, no podía encontrarse en ningún otro lado.

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