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LA TRAICIÓN


Jongdae no estaba negándose, su cerebro estaba enajenado y su cuerpo estaba respondiendo por sí mismo. En medio de sus emociones pudo ubicar el sabor a sandía en los labios de Minseok, seguramente era el labial el que sabía así. No sabía, pero le encantaba.

¿El qué le encantaba?

Empezando por el sabor, la textura, la calidez... el dueño de esos labios.

Quizá no debería estar correspondiendo, pero no encontró muchas razones para no hacerlo en la situación en la que se encontraba. Minseok sabía tan bien, le molestó que el beso terminara y quiso ir tras él, pero sus manos atadas le impidieron alzarse mucho. ¿Por qué estaba atado?

—Niño bueno —Minseok ronroneó satisfecho con una pequeña sonrisa y un brillo especial en sus extravagantes ojos como diamantes. 

Le alegraba que Jongdae correspondiera, aunque sabía que probablemente se debiera más al efecto de la droga en su sistema que al deseo real de hacerlo.

Jongdae era un idiota que no sabía nada y sus decisiones habían terminado sacando a flote un lado oscuro que Minseok intentaba mantener a raya dentro de sí. Todo hubiera sido más fácil si Jongdae lo hubiera elegido a él; pero claro, Jongdae tenía que ser un idiota. Tal vez si no le hubiera sonreído de esa manera... si no lo hubiera hecho reír con innumerables y tontas pero graciosas bromas... entonces tal vez Minseok no hubiera terminado dentro de este enamoramiento unilateral que no hacía más que carcomer sus entrañas día a día, noche a noche. Especialmente cuando Jongdae creía que no había nadie alrededor y besaba a Baekhyun de esa forma tan ardiente que hacía a Minseok odiarlo y desearlo más que a nada a la vez.

Minseok hizo a un lado esos pensamientos. Se sentó a horcajadas sobre el pecho de su cuñado y se inclinó un poco hasta que la punta de su pene tocó el labio inferior de este.

—Chupa —exigió, sosteniendo la barbilla de Jongdae con fuerza. Su cuñado abrió la boca y él deslizó su miembro lentamente, gimiendo por el placer que le provocaron esos seductores labios alrededor de su hombría.

Jongdae usó todas sus fuerzas para hacer el trabajo. No sabía por qué estaba obedeciendo, pero se sentía bien ver a Minseok respirar por su boca y soltar una que otra maldición en medio de gemidos. Lamió la punta con ganas y un recuerdo vino a su cabeza: Minseok lamiendo la cuchara con la que mezclaba el azúcar en su café por las mañanas. A Jongdae le molestaba sobremanera, ¿por qué Minseok tenía que hacer eso? ¿No podía solo poner la cuchara sobre el lavaplatos y ya? ¿Por qué tenía que mostrarle su lengua deslizándose sobre el metal? Jongdae intentó acercar sus manos al cuerpo de Minseok, quería tocarlo, sentirlo... darle más placer.

Antes de perder el control y correrse en la boca de su cuñado, Minseok se separó de él y se puso de pie. Se estremecía de solo imaginar lo que se sentiría tenerlo dentro su cuerpo.

Caminó hasta el tocador en donde habían algunos instrumentos y se miró al espejo. Se quitó el antifaz, descubriendo el rostro del irrelevante de la familia.

Minseok había llegado primero al mundo, él era el hermano mayor, pero Baekhyun siempre se había llevado todo lo bueno. Baekhyun era una representación del éxito y la popularidad, Minseok la del fracaso y el rechazo. Nunca había importado tanto realmente hasta que Baekhyun decidió aparecer con su prometido, dando saltitos de felicidad y mostrándole con orgullo su anillo de compromiso a todo el mundo. Minseok no había prestado atención al anillo, él no pudo prestar atención a otra cosa que no fuera Jongdae. 

Jongdae y sus pequeños ojos del color de las almendras, Jongdae y su encantadora sonrisa por la que Minseok podría matar a cualquiera... incluso a Baekhyun.

¿Por qué lo elegiste a él? —Minseok susurró, sintiendo cómo sus desgarradoras emociones intentaban asfixiarlo y arrastrarlo por el suelo. Se había vuelto una situación tan frecuente últimamente.

Hizo a un lado sus pensamientos una vez más y se concentró en el presente. Tomó uno de los objetos en el tocador y se miró al espejo una vez más. Algunas lágrimas escapaban de sus ojos desordenando un poco su maquillaje y él intentó limpiarse con el dorso de su mano, pero solo logró empeorarlo. Una sonrisa tiró de sus labios al notar que el labial también se había corrido gracias a los labios de Jongdae.

Minseok volvió a la cama y Jongdae no pudo hacer más que intentar capturar su mirada. Quería saber qué carajos pasaba por su cabeza. Nunca imaginó que alguien tan tierno y dulce en apariencia pudiera ser alguien tan perturbado en realidad. Minseok lo montó de nuevo e intentó sonreírle; su maquillaje era un desastre ahora, el labial estaba corrido en las bocas de ambos, el blanco en su rostro casi no se notaba y los diamantes eran solo unas manchas. Lo único que había sobrevivido era el delineado negro en sus ojos, que acentuaba su exótica forma casi felina... y a pesar de ser un desastre, Minseok seguía luciendo tan hermoso como el día en que lo conoció.

—Esta es tu última noche como soltero —Minseok sonrió fingiendo alegría. —Vamos a celebrarla, ¿sí?

Jongdae lo miró confundido, pero pronto Minseok se encargó de llevar su mente a otro lugar. Cumpliendo una de sus más latentes fantasías, su cuñado ahora estaba succionando su pene con agilidad. Con cada segundo que transcurría, el efecto del narcótico parecía retroceder un paso. Jongdae empezaba a sentirse más fuerte y también más débil a medida que Minseok tomaba más confianza con su miembro en la boca.

Minseok se alejó de nuevo, dejando a Jongdae desesperado por más en la cama. Se sentó sobre el sofá individual a un costado de la cama y ubicó sus piernas sobre los reposabrazos. Abriéndose completamente para Jongdae. Humedeció uno de sus dedos y lo presionó contra su entrada. Suspiró mientras lo hundía y lo agitó repetidas veces dentro de su cuerpo mientras mantenía su mirada fija sobre la de su cuñado.

El miembro de Jongdae pulsaba y dolía. No podía dejar de mirarlo, soltó un quejido cuando el hermano de su prometido enterró el consolador dentro de su cuerpo. Se removió e intentó escapar de las cuerdas que lo mantenían unido al colchón. No estaba seguro de qué era lo que Minseok esperaba lograr, tal vez solo quería desequilibrarlo, si se trataba de eso, lo estaba logrando. Jongdae sabía que no era correcto, pero ansiaba tanto lanzar ese consolador a la mierda y darle placer él mismo. Lo deseaba tanto...

Tiró con fuerza de su mano izquierda y la cuerda cedió por fin del extremo atado a la cama, Jongdae sonrió triunfante pero no pudo liberar su otra mano o sus pies.

—Ven —rogó con voz rasposa.

Minseok gimió al sacar el consolador con el que jugaba para ponerse de pie. Con las piernas temblorosas avanzó hasta la cama y se montó sobre el regazo de su cuñado.

—¿Qué quieres? —Minseok preguntó.

Jongdae podía leer la esperanza en sus ojos. Levantó su mano libre, sorprendiendo a Minseok, y lo tomó por la nuca, obligándolo a inclinarse hacia su rostro. Minseok parecía asustado, pero Jongdae solo quería besar sus labios de nuevo y... mucho más.

—Quiero joderte —gruñó antes de besarlo. Su lengua ya no pesaba tanto por lo que esta vez la hundió en la boca de cuñado, quien se la chupó con avidez.

Mientras se besaban ambos buscaron desesperadamente frotar su cuerpo contra el del otro. Las ganas se volvieron insoportables. Minseok apuntó el pene de Jongdae hacia su palpitante entrada y dirigió la penetración, sentándose en él lentamente. Los dos gimieron durante el proceso y cuando estuvo completamente dentro Jongdae no tardó en empezar a embestirlo tan fuerte y rápido como la posición en que estaban les permitía. Llevó su única mano libre a la cadera de Minseok para ayudarle a subir y bajar sobre su pelvis, pero aún no era suficiente. Necesitaba más, mucho más.

—Suelta mi otra mano —le suplicó.

Minseok pareció dudar por un instante, pero finalmente lo liberó.

Jongdae le sostuvo las caderas con ambas manos y Minseok rebotó como jamás lo había hecho. Jongdae era fuerte y lo hacía como salvaje. Minseok gritó repetidas veces, una y otra vez el nombre de su cuñado, hasta que a este el sonido se le grabó en la cabeza, reemplazando los gemidos de Baekhyun cuando tenían sexo.

A su gusto, Minseok era mejor en la cama, pensó Jongdae. Sabía que no debería estar comparándolos, pero no podía evitarlo; su cuñado parecía estar enloqueciendo mientras él lo penetraba. Besó su pecho, alcanzó uno se sus pezones y lo acarició con su lengua, luego el otro. De pronto, quería que ese fuera el mejor sexo que Minseok pudiera experimentar alguna vez. Alcanzó sus labios y tiró de ellos como si fueran golosinas dulces. Gimió y lo llamó por su nombre. Se sentía tan bien decirlo en voz alta.

Minseok lloriqueó abrazándose al cuerpo de su amante. Su miembro se friccionaba contra el abdomen de Jongdae, era tan delicioso, cada segundo se ponía mejor que el anterior.

Un murmullo que no decía nada, pero que significaba mucho, brotó de los labios de Minseok anunciándole al mundo que estaba por alcanzar su orgasmo. Inesperadamente, Jongdae lo empujó lejos de su cuerpo.

—¿Por qué? —Minseok se quejó, respirando pesadamente.

—Suelta mis pies —Jongdae jadeó, su pene también se quejaba por haber sido separado de Minseok de forma tan cruel. —Por favor —le pidió acunando su rostro—, debemos terminar con esto. Apresúrate.

Minseok obedeció, esperando no estar cometiendo un error. 

Cuando Minseok hubo cortado las sogas, Jongdae le arrebató la navaja y la lanzó al suelo, luego lo hizo posicionarse sobre sus manos y rodillas en la cama. Observó su espalda, su estrecha cintura y su redondo trasero y tragó ruidosamente la saliva que se había acumulado en su boca. Se introdujo de nuevo y sin ningún cuidado en el apretado culo de su cuñado y lo tomó bruscamente, dejando marcas de uñas y dientes en sus hombros, espalda y caderas. No pasó mucho antes de que Minseok se corriera sobre las sábanas haciendo todo un escándalo. Jongdae, que estaba al borde de la locura, le siguió de inmediato, alcanzando un delirante orgasmo con otro par de potentes embestidas.

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