🦋Capítulo 7🦋
Mi ángel guardián se llamaba Roma y era una chica.
Era un poco fría para ser un ángel pero puedo hablar con ella de lo que sea y no se quejaba.
En mi primer mes aquí y había sacado de quicio a Roma unas veinte veces.
A Roma le asignaron a un nuevo humano y resulto ser mi hermanita menor.
Porque cuando el humano asignado de un ángel muere se le asigna otro, o cuando ese ángel ha roto una regla o cuando se rinde le cambian al humano por otro.
Aina.
Aina tenía siete, y mamá había trato de decir con mucha delicadeza lo que había pasado.
Aina siempre a las cinco de la tarde se ponía mi camiseta de mi equipo favorito de futbol, ponía una silla enfrente de la puerta y se ponía a Paris, mi perrita, en sus piernas y esperaba muy esperanzada que yo entrara por la puerta principal.
Aunque ella no se dejaba ver cuando lloraba, siempre lo hacía.
Aina había agarrado una fotografía mía, la había puesto en un portarretrato, hecho por ella, y cada noche le hablaba.
Ósea me hablaba a mí.
Yo siempre la escuchaba con lágrimas en los ojos.
Dos meses después.
Aina siguió esperándome en la puerta.
Pero ahora Roma le había presentado a una niña.
Aina no era muy social y le costaba hacer amigas, y ahora más con mi ausencia.
Aina a los tres meses de mi partida, se notaba más feliz, ahora solo me esperaba tres veces a la semana, porque salía a jugar con su nueva amiga.
Aina al año dejo de sentarse enfrente de la puerta.
Aina jamás dejo de hablarme.
"Te quiero pequeña, me asegurare que Roma te cuide bien."
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