— No... ¡No, no, no, no, nooo! —sollozaba a todo pulmón la joven eriza de espinas rosadas, orbes jade, tez blanca, vistiendo un vestido magenta con vendas lilas y botas de color fucsia con detalles de violeta en lo que golpeaba frenéticamente las puertas de aquella trampa mortal en la que habían tenido la desdicha de caer.
El erizo de azul eléctrico, tez melocotón, orbes esmeraldas, de pañoleta marrón y botas rojizas lentamente fue abriendo sus ojos, aturdido por el eco de los golpes de la menor contra aquella superficie de metal reforzado, esbozando una mueca de dolor y fastidio en lo que se reincorporaba, sentándose sobre el suelo en lo que sobaba su cabeza, con sus ojos adaptándose a la oscuridad que los rodeaba ¿Dónde estaban? ¿Cómo habían llegado hasta acá?
— ¿Amy?... —llamó débilmente, con sus orejas moviéndose en persecución por los ruidos que escuchaban rebotar de aquí a allá— ¡¡Amy!! —insistió con más fuerza, haciendo su voz notar por entre los fallidos intentos de la rosada por huir.
— ¡Sonic! —respondió la de vendajes púrpuras, abriendo sus ojos de par en par, girándose en sus talones, con su visión acostumbrada a la penumbra, divisando de forma borrosa al mayor a unos metros de ella— ¿Estás bien?
— ¿Tú estás bien? —pregunta, poniéndose lentamente de pie en lo que intentaba recobrar el equilibrio, con un ligero zumbido agudo rebotando de aquí a allá entre sus oídos, confundiendolo— ¿Cómo fue que llegamos aquí? —añade, alzando su mirada hacia el vacío abismal que los acompañaba desde arriba, sin ver un techo o alguna tuberia que le de una pista de dónde están.
— Creo que Eggman nos atrapó... —sugiere la de rosa, avanzando hacia él de forma lenta, viendo a su alrededor.
— ¿Pero cómo? ¿¡Cómo!? —exclama, girandose a verla, arqueando sus cejas con suma preocupación— ¡Ni siquiera estábamos en una batalla! ¿O sí?
— ¿Qué es lo último que recuerdas? —cuestiona, posando su mano sobre el brazo del de vendas blancas, sorprendida en silencio ante el hecho de que el mayor no se sobresalte con su tacto como otras veces en el pasado.
— Veamos... —murmura el de azul, llevándose una mano hacia el mentón, pensativo— Lo último que recuerdo es que estábamos caminando por el bosque, íbamos a un lugar para... —se sobresaltó, abriendo sus ojos de golpe en lo que de sus labios escapaba un gran resuello— ¡Tú cumpleaños!
— ¿Qué? —murmura la de espinas rosadas, alzando una ceja.
— ¡¡Sí!! —afirma, tomándola de los hombros para así acercarla y verla a la cara— ¡Íbamos a tu fiesta de cumpleaños, Amy! Recuerda, hoy era tu día especial y teníamos un plan para cerebrarlo.
La más joven se sobresalta en su lugar, liberando un chillido que rápidamente esconde tras tapar sus labios con sus manos, impactada ¿Cómo pudo olvidarse de su propio cumpleaños? ¿Acaso el golpe o la sorpresa de haber sido atrapados de forma tan abrupta le habría borrado la memoria de forma tan momentánea?
— Probablemente Eggman nos embuscó al vernos desprevenidos —prosigue el de bufanda marrón, dedicándole una mirada de profundo rencor a la nada—, que poco honorable —finaliza, soltando a la más joven para posteriormente dar un par de pasos atrás, recobrando la secuencia de los hechos poco a poco en su mente.
Sí. Aquella mañana se había despertado de forma temprana para ir a buscar a su querida niña de rosa, encontrandola en su casa a mitad del desayuno. Lo recordaba perfectamente, la acompañó a comer su delicioso pan tostado con mantequilla y jugo de naranja y después de hablar sobre el orden en el que seguirían sus planes salieron e intentaron buscar a sus amigos, sin encontrarlos en ningún lado. Sí, no negaría que fue extraño no saber dónde estaban, pero al mismo tiempo la emoción de aquel día era tal que poco o nada les importó.
Quizás el momento en el que ocurrió todo fue cuando iban de camino a la feria del pueblo, ahí ese maldito lunático que siempre los atormentaba hizo aparición, soltando del firmamento a dos robots que les darían pelea.
Es probable que Amy se hubiera visto en graves problemas con uno de los robots por lo que él se distrajo y quizás fue entonces que con un golpe certero del otro robot fue que perdió la conciencia, de ahí que lograsen secuestrarlos y aislarlos en lo que parecía ser esta mazmorra aprueba de ruido y golpes.
— Me niego a pasar mi cumpleaños en un lugar tan horrible —espeta sin paciencia la joven eriza en lo que se encaminaba a lo que parecía ser la puerta del lugar—, ese Eggman me va a escuchar ¿¡Quién se cree para secuestrar a una dama y a un héroe!? —queja, haciendo su ademán para invocar a su martillo, sin obtener nada— ¿eh?...
— Saldremos de ésto —musita con suma confianza el de azul, girándose en sus talones hacia una de las paredes—, llamaré a Tails y entonces él... —su altanera y confiada sonrisa se desvanece tan pronto nota que no tiene su intercomunicador en la muñeca, lo que lo lleva a torcer la cara en una mueca de miedo, con sus orejas inclinándose de golpe ante la amarga sorpresa— Eh... ¿dónde está?...
— ¿Mi martillo? ¡No lo sé, ni siquiera puedo invocarlo! —queja la de orbes jade, mientras intentaba todo los movimientos que sabía para mostrarlo, sin obtener nada, ni una chispa, ni un sonido, ni una corazonada, simplemente nada.
— No hablo de tu soso martillo ¡Hablo de mí intercomunicador! —exclama, girandose hacia la más joven, extendiéndole el brazo en el que debería tenerlo, apuntandolo de forma insistente mientras todo su cuerpo temblaba— ¡Sé que antes de llegar aquí lo tenía! A ver, préstame el tuyo.
— Tú siempre perdiendo las cosas —gruñe, rodando los ojos— ¿Cuándo llegará el día en el que...? —regaña, interrumpiendose sola tras posar su mano sobre su muñeca y no sentir su intercomunicador, haciéndole sentir un frío inusual recorrerle la espalda en lo que sus ojos se abren de golpe— No está...
— ¿¡Cómo que no está!? —pregunta, posandose velozmente a su par, tomando rudamente sus muñecas, inspeccionandolas por arriba y por debajo, sin ver el artefacto.
— No lo tengo... —añade, con sus ojos llenándose de lágrimas, sin entender cómo ésto pudo pasar.
El erizo de piel melocotón gruñe profundamente y más temprano que tarde deposita un gran golpe sobre una de las paredes de la habitación, provocando un eco que resuena desde el suelo hasta el techo.
— ¡¡Maldita sea!! —ruge, dando un cabezazo contra el muro, devastado— ¡¡Ese cabeza de huevo nos lo quitó sin que lo viéramos!!
— ¿¡Qué!? —exclama la de rosa, sobresaltándose en su lugar, con su corazón empezando a latir con fuerza ante el pánico que siente apoderarse de ella.
— Estamos atrapados... —concluye, girandose a verla, recostandose de la pared en lo que cruza sus brazos, con una de sus manos frotando sus párpados en lo que sus orejas se inclinan hacia atrás, a la defensiva por la rabia que siente dominarlo— No hay salida.
— ¡¿Sin salida?! —repite, dando un par de pasos hacia él, notablemente aterrada— ¡¡Debería haber una!! ¿No hay un traga luz o un ducto de ventilación?
— Realmente no —afirma el erizo mayor, levantando su mirada hacia las esquinas cercanas al techo, sin encontrar algo similar a una rendija que pudiera llevarlos a un ducto de ventilación, completamente confinados y aislados.
— ¡Moriremos por la ausencia de aire! —exclama, arrinconandose contra la puerta, con su pecho subiendo y bajando ante el pánico que siente— No, no... ¡Ésto no es justo! —solloza, dirigiendo su mirada hacia la puerta para así empezar a golpearla sin cesar— ¡¡Ya déjanos salir!! ¡¡¡Eggman!!! ¡¡Ya déjanos salir!! —suplica en su temor, con sus puños golpeando la dura y fría superficie una y otra vez.
El de bufanda marrón solo puede verla intentar hacer lo imposible, con su corazón rompiéndose en pedazos al verla tan asustada y a la vez tan impotente, habían pasado años desde que la había visto así y eso no estaba bien para ninguno de los dos.
Los minutos pasaron y lo que inició como firmes y desesperados golpeteos que hacían temblar toda la estructura poco a poco fueron menguando hasta pasar a ser débiles y casi imperceptibles impactos contra el metal entre suaves y tristes sollozos por parte de la más joven.
El de orbes esmeraldas suspiró, avanzando hacia ella, viéndola darle la espalda a la puerta para así abrazarse a sí misma, notando sus nudillos llenos de sangre por sus esfuerzos, manchando sus finos y encantadores guantes.
— En verdad lo lamento, Amy —habló el erizo de azul en lo que tomaba asiento a la par de la de espinas rosadas, rodeando su espalda con su brazo, buscando acogerla en su dolor—. En verdad quería que tuvieras un día perfecto... Es que —la más joven alzó su mirada, viéndolo entre sus lágrimas— todos los días veo que te esfuerzas y es como si nadie se diera cuenta, sé que te duele y yo... yo solo quería que por un día todo saliera bien para ti.
— Sonic... —susurró débilmente, posando de forma delicada su mano sobre el pecho del erizo mayor.
— Ésto es mí culpa —lamenta, bajando sus orejas en lo que su mirada se apaga—, de haber sido más rápido no habríamos terminado aquí, debí ser mejor...
— Eres lo mejor —responde, posando su mano sobre una de sus mejillas, girando suavemente su rostro hacia ella, con una suave y sutil sonrisa aún en la oscuridad—, aquí y ahora, lo eres...
— Pero tu cumpleaños... Nuestro plan está arruinado ahora que estamos encerrados aquí —comenta, mostrando su pena en el tono de su voz.
— ¿Te confieso algo? —el erizo mayor asiente enérgicamente con la cabeza. Esboza una suave sonrisa, terminando de secar sus lágrimas— Realmente lo único que siempre quise para mi cumpleaños era a ti... ¡Sé que suena raro, lo sé, pero...! —suspiró de forma nerviosa, sintiendo ligeros escalofríos recorrerle el cuerpo— Solo he querido un día entero a tu lado, tú y yo, juntos... Sin que te sintieras presionado o incómodo por mí... —bajó su mirada, con el rubor tiñendo sus mejillas de carmesí ante la vergüenza de confesarle algo tan íntimo.
— Amy... —suspiró su nombre, con sus ojos brillando ante el sentimiento que lo inundaba por dentro.
— Sé que suena como la tonta fantasía de una torpe niña —rió, viéndolo a la cara en lo que jugaba con el ruedo de su vestido, encogida de hombros—, pero eso es lo que soy, yo...
Sus palabras callaron suavemente tras sentir el tacto de la mano del mayor sobre una de sus mejillas, viendo al héroe de azul como nunca antes, con este sonriéndole de forma tan dulce, como nunca antes.
Lentamente el de azul se fue acercando hacia su dulce y delicada flor de rosa, uniendo sus labios suavemente con los de la menor, sorprendiendola de forma única en lo que entrelazaba sus manos con las suyas.
La joven eriza corresponde lentamente, dejando correr un par de lágrimas más ante la emoción y alegría de finalmente estar viviendo su sueño, sin creerlo, como si por un tiempo limitado le hubieran abierto las puertas al cielo. Finalmente cierra sus ojos, entregándose por completo al cálido y felíz sentimiento que la llena desde el alma hasta el corazón, con su mente nublada al estar enfocada solo en este su irrealmente perfecto presente.
Aquel de bufanda marrón la empuja al suelo, separándola abruptamente de su mágico momento, con la joven de rosa abriendo sus ojos de golpe, juntando sus manos sobre su pecho, sorprendida y nerviosa ¿Qué estaba pasando ahora?
— Si vamos a estar encerrados entonces haré que valga la pena —habla con grave y seductora voz en lo que deslizaba su bufanda fuera de su cuello, sonriéndole de forma coqueta en lo que entrecerraba sus ojos.
La joven de orbes jade lo mira con suma sorpresa, inclinando sus orejas en lo que toda su cara se teñía de carmesí. No sabe qué decir, pero sí sabe que debe aprovechar y apreciar todo lo que pase a partir de ahora, a fin de cuentas no deseaba tener arrepentimientos si todo esto se desvanecía como si de un sueño de tratase.
El erizo mayor la acorrala contra el suelo, volviendo a unir sus labios con los de ella en un nuevo y hambriento beso en lo que recorre la silueta de la más joven con el cuidado y cariño de un amante experimentado.
Mientras tanto, através de una grieta en una de las esquinas más recónditas de la habitación, una cámara con visión nocturna transmitía en vivo y en directo hacia la sala de comandos de la guarida de aquel villano de fino y distinguido bigote, mismo que se encontraba más que indignado por todo lo que tenía que ver en ese que creía sería su día libre.
Realmente estaba arrepentido.
— ¡Hey, Eggman! —llamó el vulpino de dos colas através del intercomunicador de Sonic, mismo que reposaba sobre la gran mesa de comandos relucientes de azul en un fondo negro— ¿Los tienes? ¿Están ahí?
— Sí, Tails —respondió entre dientes el de anteojos azabaches, frunciendo el entrecejo mientras tomaba el intercomunicador entre sus manos—. Ya están juntos.
— ¡¡Muy bien!! —victoreó con notable júbilo el infante— ¡¡Sabía que funcionaría!!
— ¿Si entiendes que lo que haces es asqueroso, verdad? —preguntó de forma directa hacia el rubio, haciendo una mueca de asco ante los ruidos que lograba captar la cámara ante lo que los dos erizos hacían.
— Sí, sí, sí, lo que digas papá —sisea el más joven—, ya después de más la charla de la moral y todo lo que quieras. Ahora, lo que me importa es que no los dejes salir hasta dentro de veinticuatro horas.
El humano gruñó de forma grave, encogiéndose de hombros ante la incomodidad que le daba el tener que hacerle de guardián a aquellos dos erizos hormonales por las siguientes veinticuatro horas.
— Me pagarás ¿Verdad? —cuestiona, referiándose al pacto que había hecho de forma previa antes de haberles dado caza para atraparlos y llevarlos hasta aquí.
— Así es, grandullón —musita el de orbes zafiro—. Te transferiré el dinero en veinticuatro horas, hasta entonces tendrás que mantenerlos cautivos. ¿Entiendes?
— Entiendo —gruñe, finalizando de una vez por todas aquella llamada infernal.
El humano suspira de forma pesada, lanzando el intercomunicador a un lado en lo que se frota las sienes, incómodo ¿En qué momento pensó que unirse a este plan sería buena idea? ¿Realmente lo hizo por el dinero? ¿Prestarse para este tipo de cosas estaba bien para un villano como él? ¿Por qué había aceptado seguir las órdenes de un niño en primer lugar?
Todos sus pensamientos y rabias se hicieron abruptamente a un lado tras escuchar un chillido agudo provenir de la habitación en la que estaba la cámara, poniéndolo nervioso al instante, reaccionando impulsivamente para así quitarle todo el sonido, bajando el volumen hasta el mínimo, quedando solo viendo la escena en silencio.
— ¡¡JAH!! —rió Cubot mientras apuntaba la gran pantalla holográfica en frente de su jefe— ¡¡Te lo dije!! ¡¡Ellos se aman!!
— Él solo lo hace para hacerla felíz —comenta Orbot con su característica voz impregnada de calma.
— Ésto es terrible... —concluye Eggman, dándose la vuelta para así irse alejando de ahí.
— Hey... ¡Oiga, jefe! —llamó el robot de amarillo con su energética voz, siguiendo a su superior— ¡¿A dónde va?! ¡Tiene que quedarse y-!
— ¡¡Quedan a cargo de vigilar a esos dos o de lo contrario los venderé en piezas!! —amenaza, saliendo finalmente de la habitación, cerrando con fuerza las puertas tras de sí, aturdiendo a los robots quienes tiemblan en su lugar.
Definitivamente no quería tolerar el espectáculo de hormonas y deseos de dos erizos a los que tenía por peores enemigos, así que ¿qué mejor forma de zafarse que relevando la tarea a sus más confiables secuaces?
Orbot y Cubot no pueden quejarse, a fin de cuentas siempre han querido ver y aprender de primera mano como funciona el proceso reproductivo entre los mamíferos, por lo que guardan silencio y se quedan a ver la escena, archivando todo el conocimiento que absorben en base de las acciones y habilidades del erizo sobre la indefensa eriza.
Sin duda sería un cumpleaños digno de recordar. ¿Sería posible repetir el regalo para el siguiente año?
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