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[eight] bajo los faroles de Roma

La noche los estrujó en un abrazo cálido donde las estrellas bailoteaban sobre sus cabezas y las risas en las calles vacías acunaban sus corazones en ternura. Sus pasos los arrastraron bajo los faroles de Roma, entre sonrisas, bromas y coqueteos; timidez, miradas y roces de sus manos. Sus almas yacían sosegadas con sus presencias; JungKook a veces caminaba de espaldas mientras charlaba con YoonGi, con esa mirada tan llena de historias, de contemplación a las estrellas y a la vida; y YoonGi, un tanto tímido, solía agachar la mirada y reír entre dientes mientras sentía que su pobre pecho ya no podía contener el sentimiento de ellos.

El más bajo había atrapado un cigarro entre sus labios y el aroma a nicotina se le impregnaba en la ropa y en las manos, cosa que a JungKook le atraía en demasía. JungKook lo observó; lo observó como un amante del arte admiraría a la pintura más enriquecida del universo. Sin apartar sus ojos de él, se atrevió a acercarse con sinceridad en sus movimientos, pasando un brazo por encima de sus hombros y apegándolo a su cuerpo en un acto de necesidad. JungKook ladeó la cabeza, notando el rubor encandecer las mejillas de YoonGi y sonrió, queriendo susurrarle aquello que había estado cruzando por su mente durante todo el día y con las intenciones de hacerlo en aquel instante. Sin embargo, en el tiempo en que tardó en acercar sus labios a su oreja, otros pasos y otra voz interrumpió su deseo, haciéndolo fruncir el ceño.

—¿YoonGi?

Con la mención de aquel nombre en una voz tan distante, los ojos de JungKook se desviaron hacia la pareja manifestada frente a ellos, pudiendo sentir de un segundo a otro cómo el cuerpo de YoonGi se tensaba entre sus brazos.

—Oh... Mi-Suk —articuló YoonGi en un tono que apenas logró escucharse a través de la ventisca nocturna.

JungKook, con ojos curiosos, observó al otro hombre y a la mujer que permanecía tomada del brazo de aquel individuo.

—Tanto tiempo... No creí que realmente vendrías a Roma algún día —comentó aquel tal Mi-Suk, dibujando una sonrisa en sus labios que el castaño no pudo ignorar, pues la simpatía carecía en esa expresión.

—Uh... Sí, bueno, vine por otras cuestiones al final. —YoonGi aclaró su garganta y fijó sus ojos en la muchacha, tan rubia que su cabello parecía brillar en la oscuridad—. Veo que siguen juntos. Qué bueno por ustedes.

—Y veo que estás bien acompañado. ¿Ya conseguiste pareja?

YoonGi apretó la camisa de JungKook en su espalda en un movimiento de socorro, tragando saliva y negando al instante.

—No, somos... amigos.

—Soy JungKook —habló Jeon, manteniendo su brazo por encima de YoonGi, como si estuviese cubriéndolo de todo el daño del mundo con su propio cuerpo—. Dulzura... —se dirigió al más bajo—, debemos apurarnos, recuerda que dejamos al cachorro solo en el departamento.

YoonGi lo miró con una vibración en su pecho, sintiendo su pequeña mentira tan tierna que no pudo evitar sonreír, aliviado de que el otro se las haya ingeniado para lograr quitarse de encima a aquella pareja.

—Oh, claro, tienes razón... —asintió varias veces, regresando su mirada al hombre y haciendo un movimiento ligero con su cabeza—. Debemos irnos. Pero... fue bueno volver a verte. —YoonGi elevó su barbilla como si fuese la superación personificada, sonriendo con honestidad—. Adiós, Mi-Suk. Ten buena vida.

Con una expresión optimista, YoonGi rodeó mejor a JungKook por la cintura y ambos partieron de vuelta hacia su destino, casi sintiendo que el peso de la gravedad era un poco menos en sus cuerpos. JungKook, cosquilloso en su curiosidad, miró hacia atrás y contempló cómo Mi-Suk los seguía con la mirada y la muchacha con la que andaba le pedía retirarse del lugar.

—¿Quién era? —le preguntó JungKook una vez cruzaron la calle y giraron en la esquina.

—Ah... Mi-Suk era mi ex —aclaró honesto, encogiéndose de hombros.

El castaño parpadeó varias veces ante la información, un tanto pasmado por la escena que había ocurrido frente a sus ojos sin darse cuenta de cuántos secretos habían guardados entre YoonGi y aquel hombre.

—Wow, ¿de verdad...? —JungKook alcanzó a reír medio extraño, frunciendo el ceño—. ¿Y no te... afectó el verlo con otra mujer? ¿Hace cuánto... hace cuánto salías con él?

—Ella es con quien me engañó. —Suspiró—. Estábamos juntos en Corea hasta que él se mudó a Roma por algunos temas con su familia. Seguíamos en una relación a distancia, pero a él le importó una mierda nuestros años juntos y se folló a la primera tipa que se encontró en un bar. Me dijo cosas horribles que me afectaron demasiado en su tiempo y creí que jamás podría recuperarme de eso. Hace ocho meses cortamos.

JungKook tragó saliva. No percibió ninguna emoción alborotada en el mayor, ni tampoco su voz temblar por los recuerdos de una relación rota. Acarició su hombro con cariño y suspiró continuando en una caminata serena.

—Qué maldito imbécil. ¿Y tiene el descaro de presentarse ante ti con tanta naturalidad? —JungKook escupió una risa desdeñosa—. Si lo hubiese sabido antes, lo golpeaba.

La risita que YoonGi evocó con tanta ternura removió el corazón de Jeon en un sacudón.

—No seas tonto... Lo he superado —dijo, envolviendo la cintura de JungKook con ambos brazos, cerrando los ojos un instante sin dejar de caminar—. Ya no me duele su existencia, me da igual. Tengo la cabeza en cosas mejores ahora. Soy feliz ahora, sin él.

El menor mordió su labio y volvió a crear una sonrisa que, esta vez, no se apagó por pensamientos del pasado ajeno.

—¿Sí eres feliz, adorable YoonGi?

Con un sonido meloso, YoonGi acurrucó su rostro en el hombro de JungKook y rió por el apodo que había usado la primera vez que se conocieron.

—Contigo siempre soy feliz.

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