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𝐩𝐫𝐨𝐥𝐨𝐠𝐮𝐞. out of time

𝐩𝐫𝐨𝐥𝐨𝐠𝐨. fuera de tiempo




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              UN CHARCO DE AGUA REFLEJÓ SU SILUETA BAJO LA PALIDA LUZ DEL ALUMBRADO DE LA CALLE CUANDO LO PISO DE UN SALTO. El sonido del impacto rompió el silencio del oscuro callejón. Avanzando a grandez zancadas, su respiración agitada resonaba en sus oídos, siendo el único sonido que acompañaba su apremiante marcha. La tensión en el aire era palpable, mientras la fría brisa de la noche rozaba su piel, intensificando la sensación de peligro inminente. El suelo, húmedo, era como una alfombra resbaladiza bajo sus pies, mientras el frío cortante de la noche envolvía su cuerpo. Su mano derecha se aferraba con fuerza a la manija del maletín, como si su vida dependiera de no soltarlo. Con su mano libre, ajustó su chaqueta, tratando de mantener algo de compostura cuando dobló en la esquina regresando a la calle.

Mientras avanzaba entre las pocas personas que aún deambulaban por la calle a esa hora, notó algo cálido deslizándose por su frente, similar a una lágrima tibia. Al tocarse con los dedos, descubrió que estaba sangrando. No recordaba haberse lastimado, y lo más inquietante era la ausencia total de dolor. Su cuerpo se sentía extraño, como si estuviera envuelto en una capa de entumecimiento, insensible a todo lo que sucedía a su alrededor. Era esa sensación de desconexión, una alienación profunda que a veces acompaña a los momentos posteriores a un estado de shock, cuando el mundo parece moverse a cámara lenta, pero la mente continua atrapada en la inercia del caos reciente.

«El maldito casi la alcanza»

Soltó un bufido de frustración. No había tiempo para lamentarse; había logrado agarrar su maletín a tiempo para dejar atrás la pelea. Sin embargo, eso no significaba que estuviera a salvo, sabía que él estaría pisándole los talones, y no tenía mucho tiempo por delante.

Algunas miradas curiosas se posaron en ella mientras avanzaba por la vereda, aunque no le dio importancia. Sabía que debía de parecer desaliñada, herida, y con ropa que no encajaba en esa época. El problema era que ni siquiera estaba segura de en qué año se encontraba esta vez.

Caminó a grandes zancadas hasta detenerse frente a un restaurante de comida rápida. El aire nocturno estaba impregnado de olores de grasa y papas fritas. Al abrir la puerta, el leve tintineo de una campanilla la recibió, y evitando todas las miradas, avanzó con pasos decididos hacia el fondo del lugar. Escogió una mesa discreta, ubicada detrás de todo, y dejó el maletín entre sus piernas, manteniéndolo seguro en el suelo.

Un joven, que no debía tener más de veinte años, se acercó a ella con un menú en las manos. Su mirada nerviosa contrastaba con la fría calma que irradiaba Ivy. Tomó el menú de su mano en un movimiento rápido, haciendo que el chico diera un pequeño respingo. Sin embargo, ella ni se inmutó. Le bastó un vistazo rápido al menú y al ambiente para darse cuenta en qué año estaba. Sonrió para sí misma al reconocer los años sesenta reflejados en el entorno.

Mientras el camarero se alejaba, el leve tintineo de la campanilla sobre la puerta resonó en el aire. Ivy levantó la vista del menú, disimulando su curiosidad. Un hombre de mediana edad entró al restaurante. Su cabello canoso enmarcaba un rostro serio y calculador, mientras su traje marrón, desgastado por el uso, parecía haber visto mejores días. Se detuvo en la entrada, observando el lugar con detenimiento, sus ojos recorriendo cada mesa con calma, como si estuviera buscando algo... o a alguien.

En su mano, llevaba un maletín. Ivy sintió un leve nudo en el estómago al notar que era idéntico al suyo.

De repente, sus miradas se cruzaron en lo que pareció un segundo eterno. Ivy sintió una oleada de cansancio y tensión recorrer cada fibra de su cuerpo, consciente de que este encuentro no era una coincidencia. No podía permitirse bajar la guardia, aunque su cuerpo deseaba ponerle punto final a la situación. El hombre, con pasos deliberadamente lentos, se acercó a su mesa, cada pisada resonando con un peso que parecía amplificar el silencio del lugar. Finalmente, se sentó frente a ella, pero Ivy no levantó la vista. Mantuvo su atención fija en el menú, fingiendo que su presencia era insignificante, como si no lo hubiera notado en absoluto.

A pesar de su aparente calma, bajo la mesa sus pies se apretaron contra el maletín que descansaba cerca. Estaba lista para cualquier eventualidad, su cuerpo en un estado de alerta que contrastaba con la tranquilidad forzada que mostraba en la superficie.

──Al menos deja que coma algo primero ──comentó ella rompiendo el silencio, sin apartar la mirada del menú. El hombre no respondió──. Se nota que La Encargada se cansó de querer jugar limpio si tuvo que mandarte para esto.

Una sonrisa burlona se extendió por su rostro mientras se sentaba. 

──Si te hace sentir mejor, yo tampoco estaba exactamente feliz de que me enviaran ──se rió entre dientes antes de dejar su maletín a un costado de la mesa. Mirando al camarero, le hizo una señal antes de hablar en un tono serio──. Café. Negro. ──echó una última mirada a Ivy antes de hablar, observándola mientras ella mantenía su mirada fija en el menú──. Entonces, ¿Cómo ha estado el perro faldero de La Encargada? ──preguntó sarcásticamente.

Ivy dejó el menú sobre la mesa para finalmente mirarlo, podía ver la sonrisa burlona en su rostro mientras la observaba con los brazos cruzados. 

──Has matado a tanta gente, ¿qué te impide matarme ahora y desaparecer? ──preguntó con cierto tono de sarcasmo. Ella misma sabía que lo habían enviado para atraparla, lo cual implicaba exterminarla, pero ambos parecían estar jugando al gato y al ratón.

Él se rió entre dientes y se inclinó ligeramente hacia delante, apoyando los brazos sobre la mesa, observándola de cerca con un dejo de diversión en sus ojos. Aquel simple gesto hizo hervir la sangre de Ivy. Odiaba el hecho de que él se creyera mejor que ella en todos los aspectos. 

──No voy a mentirte, se me ha pasado por la cabeza ──admitió, su tono tan tranquilo como siempre──. Pero no apresuremos las cosas todavía, ¿de acuerdo? Además, estoy disfrutando mucho de nuestro pequeño juego.

──¿Qué es lo que quiere? ──preguntó Ivy finalmente, su tono serio y cargado de desconfianza. Enderezándose contra el respaldar del asiento, se cruzó de brazos observándolo.

Las comisuras de sus labios se curvaron en una leve sonrisa burlona. 

──Por desgracia, te quiere con vida. 

El camarero regresó a la mesa en aquel momento, colocando la taza de café negro frente a él. Ivy podía notar el nerviosismo del joven a pesar de no estar mirándolo. Era como si aquella persona, por más ajena a la situación que estuviera, pudiera sentir la tensión creciente.

──¿Quiere ordenar algo...? ──preguntó en un murmuro en dirección a Ivy. El hombre delante de ella tomó un sorbo de su café, sin dejar de mirarla atentamente por encima del borde de la taza.

──¿Qué tal el especial de la casa? ──preguntó entregándole el menú con una sonrisa que parecía más una mueca. El camarero asintió sin insistir demasiado antes de alejarse. Cuando volvieron a quedar en la intimidad de la mesa, Ivy volvió a mirarlo──. Escúchame bien, pasa de uva, no voy a ir a ningún lado contigo. Si ella me quiere, sabrá dónde encontrarme, pero no voy a volver. Y ella sabe perfectamente por qué.

El hombre sonrió.

──Oh, estoy muy al tanto de tu pequeña rebelión contra La Encargada. Y créeme, ella no está precisamente feliz por eso ──dijo, con la voz cargada de sarcasmo. Tomó otro sorbo de su café mientras la observaba, sus ojos permanecieron fríos y calculadores.

Ivy mantuvo la mirada fija en él, sus ojos llenos de una mezcla de ira y determinación. Sabía que cada palabra que salía de su boca era parte de una estrategia, un juego psicológico que él manejaba con una precisión abrumadora. Había sido entrenado para esto, para manipular, para romper a las personas sin siquiera levantar una mano. Pero Ivy no era alguien fácil de quebrar.

──Que pena. Ese no es más mi problema ──respondió Ivy, inclinándose hacia delante para asegurarse de que él la escuchara claramente──. Ya no trabajo para ella.

──Eso suena... ingenuo ──dijo, en tono burlón──. No puedes huir de esto, Ivy. No puedes escapar de tu destino. Solo estás prolongando lo inevitable y lo sabes. ¿Crees que tienes una opción en este asunto? ──preguntó, con los ojos todavía fijos en ella, observándola atentamente──. Noticia de último momento: tú le perteneces. Y ella decidirá lo que te sucede. Solo eres un peón en un juego que ni siquiera entiendes.

──Siempre me subestimas ──respondió ella con una sonrisa desafiante──. Tal vez tú y La Encargada deberían reconsiderar cómo manejan sus asuntos.

Él no respondió de inmediato, dejando que el silencio se asentara entre ellos, cargado de tensión. Observó cómo Ivy mantenía su postura firme, sus manos ya no tensas bajo la mesa pero aún listas para actuar. Este era un encuentro que ninguno de los dos deseaba, pero ambos sabían que era inevitable.

──Subestimarte sería un error ──dijo finalmente, su tono más bajo pero no menos amenazante──. Y créeme, eso es algo que jamás haría. Pero ya no se trata de ti, Ivy. Se trata de lo que puedes desatar si sigues por este camino.

Por primera vez, Ivy sintió un cambio en la atmósfera. Había algo en su voz que no era sólo manipulación o arrogancia. Había una advertencia genuina, una sombra de algo más profundo. Ivy respiró hondo, manteniéndose en control, aunque su mente comenzaba a girar en torno a esa declaración.

──¿Y desde cuando te importa todo esto? ──preguntó, tratando de mantener el mismo tono desafiante pero sin poder evitar que una leve inquietud se filtrara.

──Dame el maletín, Ivy. La Encargada no tiene porque saberlo ──la joven sonrió mirándolo, no podía confiar en sus palabras, no después de saber toda la verdad.

──¿Quién es el perro faldero ahora? ──preguntó con diversión. Sin embargo, él mantuvo la seriedad de su rostro mientras se inclinaba hacia adelante sobre la mesa, sus ojos clavándose en los de Ivy como si estuviera revelando un secreto peligroso.

──Ella no es la única que te busca.

Ivy sabía que eso no era una mentira. Aquella era la primer respuesta sincera de su parte. Todo lo que conocía era ahora una línea borrosa entre la realidad y una ilusión perfecta. Ivy podía sentirlo, de hecho, estaba segura de que siempre había sentido aquella electricidad que envolvía su propia vida, como si una corriente invisible buscara arrastrarla en otra dirección.

──Nada de esto tiene sentido... ¿Por qué ahora? ──preguntó, su voz ya no tan desafiante, sino más intrigada. Necesitaba respuestas, incluso si eso significaba bajar un poco su guardia ante él.

──Quizá siempre estuvo buscándote. 

Ivy apretó los labios, su mente viajando por aquellos recuerdos borrosos, escenas de una vida que siempre había sentido que no le pertenecía completamente. Sabía que no había sido un simple peón, no realmente, pero escucharlo decir cada palabra le daba una magnitud que no estaba preparada para enfrentar.

──Ya basta de acertijos, ¿Qué intentas decirme, Cinco? ──preguntó, su tono ya no desafiante, sino serio, su semblante endurecido mientras sus dedos tamborileaban ligeramente sobre el borde de la mesa.

Ivy sintió una oleada de frío recorrer su cuerpo, pero no permitió que él lo viera. Mantenerse firme era la única opción, pero cada palabra que él decía resonaba con una verdad inquietante. Su mente empezó a girar, a tratar de conectar las piezas sueltas de todo lo que había experimentado, pero siempre había algo que no encajaba. Algo que, hasta ahora, no había comprendido del todo.

──El fin del mundo, Ivy. Ese es tu boleto de salida.











GIULY AL HABLA . . . Hellouuuu Amoressss!!! Lamento la tardanza, pero tenemos el primer capítulo finalmente disponible 🌌❤️ ¿Qué opinan? ¡Ya me emocioné! jsjsjsjsjs

He decidido reciclar algunas de mi ideas viejitas de otros fics para desarrollar mejor el plot en éste, así que espero les guste. No olviden dejar algún voto y/o comentario si les gustó, eso siempre es una gran muestra de apoyo y se agradece 🥹❤️ Nos leemos prontito entonces amores!!!


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