4. Harry.
HARRY.
—¿Cómo que mi madre ha cancelado? —le pregunté a Gary, apretando mis dientes. La sangre en mis venas se sentía como hierro fundido, el calor me abrumó. En la cocina todo el mundo se encargaba de acatar mis órdenes al pie de la letra y estaba satisfecho con eso, porque hasta ahora nada había ido mal. Sin embargo, en cuanto Gary se acercó, temblando como un chihuahua, a decirme que mi madre había cancelado por motivos personales, no pude evitar gruñirle.
—Lo siento mucho, señor. —Ahí estaba de nuevo ese todo condescendiente, como si se sintiera apenado por mí. En realidad, todo el mundo en la cocina se veía apenados por mí. Como si sus madres nunca les hubieran cancelado para un importante evento. Probablemente no.
—¡Pues nada! ¡Todo el mundo a trabajar, no les pago para que me miren! —Rápidamente cada quien volvió a lo suyo. Gary huyó fuera de la cocina para revisar los manteles que le había pedido y Juliette fue tras él para decirle que no se sintiera mal si le había gritado. Ese era básicamente su trabajo: consolar a los empleados cuando les grito, o solo a Gary, el cual es mi único empleado fijo.
Luther entró, limpiándose la camisa con la servilleta. Sospechaba que su madre le había gritado para que fuera a esconderse, y que nadie viese la endemoniada mancha. Él me miró y se metió la servilleta en el bolsillo—. ¿Qué pasa, tío Harry? ¿La abuela te ha dejado plantado? —preguntó levantando una ceja.
—No estoy de humor, Luther —le dije. Me pasé una mano por la cara, como si así fuera a disipar mi enojo.
—Eso parece. Pero, oye, ¡tampoco vino a mi recital de piano! ¿Qué podías esperar de la abuela? —Caminó hasta el mesón de la derecha y cogió un Petit four de una bandeja que uno de los mesoneros estaba a punto de llevarse—. Mira, lo tienes que hacer es ligarte a alguien ¿Sabes cuantas tías buenas hay allá afuera? Candice Trabalenguas me dio un beso. —Señaló su mejilla, la cual tenía una leve marca de lápiz labial rosa—. Mira, me ha dejado una marca, esto lo cuento y nadie me cree.
—Su nombre es Candice Swanepoel y no creo que esté interesada en ti, Luther —le dije. Luther bufó.
—No hay manera de saberlo, es una lástima que nuestro amor sea prohibido. —Luther era el único que podría hacerme reír en momentos como este.
—¡Harry, ven aquí afuera! —Juliette me llamó agitando su brazo.
No quería ir afuera porque ahí estaría un montón de gente amontonándose para hablar conmigo y estrechar mi mano, chicas tratando de ligarme y mirándome con ojos esperanzados, hombres celosos de lo que tengo y ancianas queriendo darme besos en las mejillas. Simplemente no quería pasar por toda esa mierda. Yo no estaba acostumbrado al público, estar con personas me ponía incómodo, sobre todo con personas a quienes no conozco y cuyos nombres me cuesta recordar.
Pero me encogí de hombros y me dije: ¿Qué más da? Esto es para celebrar lo que amas hacer. Caminé fuera de la cocina, mi ira se había calmado un poco cuando ya estaba fuera saludando personas y estrechando manos. De cualquier modo, que mamá no viniese, como había dicho Luther, no era la gran cosa. Mamá siempre estaba ignorando pasar tiempo con nosotros. Al pararme ahí, frente a toda la gente disfrutando de mi restaurante, alabando mi comida, sonriéndome satisfechos, eso me hacía feliz. Más que nada, hubiera deseado tener a papá para darme unas palmadas en la espalda y decirme que lo había hecho bien.
Juliette me arrastró en medio de las personas importantes, forzando una sonrisa. Era mi restaurante y mi inauguración, pero ciertamente Juliette estaba más emocionada y no paraba de decirlo a todos cuan orgullosa estaba de su hermanito. Supongo que era un buen consuelo. Tuve que apartarme un momento de ella cuando explotó al ver al padre de Luther entrando por la puerta de doble hoja. Sus ojos se abrieron y su cara enrojeció
—¿Lo has invitado, Harry? —Ella entornó sus ojos hacia mí. Negué con la cabeza.
—Debió ser Gary, claro, le digo que invite a todos en mi lista de contactos y él va e invita a tu ex... lo que sea. ¡Ve, reclámaselo a él!
—¿Por qué está en tu lista de contactos? —siseó Juliette.
—Supongo que fue Luther quien lo puso, a lo mejor Luther fue quien lo invitó. —Juliette apretó los dientes y se fue a la cocina a buscar a Luther, algo me decía que él estaba en problemas, igual que su padre, igual que Gary. Era mejor no indagar en ello, así que me alejé hacia una esquina para evitarla cuando volviera a por Gary.
Mis ojos se posaron en una hermosa espalda descubierta y llena de pecas como constelaciones en el sistema solar. La chica dueña del cielo en su espalda estaba inclinada tomando una foto de las margaritas sobre una mesa vacía. Me estaba dando un perfecto ángulo de su escote. Ella tenía el cabello corto, sobre los hombros, tan negro como el vestido que llevaba y tan alborotado como para lucir hermoso y natural. Sus piernas eran ciertamente un atractivo notable y su figura con las curvas en los lugares correctos, no tenía mucha estatura, a decir verdad, pero ella era hermosa a simple vista. Una belleza simple y natural.
Me encontré a mí mismo acercándome a ella.
—¿Le gustan las margaritas? —pregunté, usando mi voz americana. Ella giró su cara hacia mí, su cara era incluso más hermosa que su espalda, llena de pecas y un lunar descansaba en el lado derecho de su barbilla, debajo de la comisura de su labio. Le tomó un minuto contestar mientras me escudriñaba con la mirada, tenía estos labios rosados y rellenos, y podía sentir el olor a durazno desde la distancia a la que estaba.
—Sí, son hermosas. —Su voz era aguda y fría, delicada. Era algo bonito de escuchar, aunque estuviera siendo tan despectiva.
¿Cómo se escuchará esa voz más amablemente?
—¿Está disfrutando la velada? —pregunté. Ella dio un paso poniendo un espacio entre nosotros—. Usted es la fotógrafa, supongo. —Parecía incómoda.
Vale, problemas de espacio personal. Entiendo.
—Sí, lo soy. Y sí, es agradable, gracias.
¿Agradable? ¿Mientras que otras personas usaban adjetivos calificativos como estupenda, maravillo, fantástica, ella solo decía agradable? No es aceptable para mí.
—Mmh, agradable —murmuré.
Tal vez pensó que no me di cuenta, pero la vi escaparse de mí sigilosamente. Oh, ella no era buena en técnicas evasivas. La vi hablar con una chica asiática y cuando anunciaron la cena la perdí de vista. ¿Cómo dijo Juliette que se llamaba la fotógrafa? Joder, lo había olvidado.
Estaba plenamente consciente de que no tenía la menor idea de por qué me interesaba esta chica. No es algo que pueda controlar, ella me parece ciertamente interesante.
Cuando anunciaron la cena traté de encontrarla de nuevo, las personas alabando mi obra maestra culinaria me acapararon un poco. Era bueno recibir cumplidos para aumentar mi ego, pero quería encontrar a la pequeña dueña de las constelaciones. Quería saber su opinión y obtener algo más que un simple "agradable".
Ella estaba en una mesa al fondo, con el amigo gay de mi hermana y la chica asiática de antes. Me acerqué sin mucha prisa, tratando de parecer calmado.
—¿Ha sido todo de su agrado? —pregunté con mi voz americana de nuevo.
El hombre el traje elegante sonrió.
—Todo ha estado maravilloso. ¡Increíble! —soltó emocionado.
—Estoy de acuerdo —dijo la chica asiática. Les ofrecí una sonrisa monótona.
—¿Qué tal usted? —le pregunté a ella, quien había estado revisando su cámara. No se dio cuenta de que hablaba con ella hasta subió su cabeza.
—Agradable, no me quejo.
Ahí estaba de nuevo. Agradable. Maldita sea con la palabrita.
—¿Agradable? —inquirí casi ofendido—. ¿Solo agradable?
—Sí, yo diría que el chef cocina muy bien las ostras, no son mis favoritas, pero tampoco me emociono mucho por ellas.
Esta chica no sabe quién soy. Muy bien, aprecio su sinceridad, pero no me agrada su opinión. Bufé y me serví una copa de vino. Espero que por lo menos le pareciera bueno el vino, aunque pude notar, por la única copa que había su lado que estaba vacía, que ella no estaba bebiendo vino.
—Le gusta mucho esa palabra, ¿no es cierto? Agradable. —Mi arrogante tono británico salió de mí sin permiso—. ¿Cuál era tu nombre? —pregunté, para salir de dudas.
—Birdie —dijo ella, tan bajo que apenas la escuché.
Birdie, que nombre tan bonito para una chica tan bonita.
Basta, parezco un adolescente. Ya has superado esa etapa, Harry.
Quería decirle que me impresionaba su opinión, pero mi hermana nos interrumpió. Puso sus manos sobre mis hombros y me presentó.
—Bueno, veo que ya han conocido a mi hermano, Harry.
Si su piel tenía un color blanco impecable antes, luego de escuchar mi nombre ella palideció aún más, al punto en que llegó a parecer enferma. Juliette pasó una mano por mi cabello y comenzó a hablar de todos mis logros, pero yo no la estaba escuchando, al parecer Birdie tampoco. Ella mantenía sus ojos conectados a los míos, con su mirada castaña congelada, podía ver la vergüenza en su cara.
—... ¡Sterling, Sun-Hi, tengo que presentarles a alguien! —dijo Juiette de repente—. Vengan conmigo. —Juliette tomó la mano de Sterling y lo sacó de la silla. La chica en el vestido azul fue con él—. Harry, ya que estás aquí, hazle compañía a Birdie.
Su cara pasó de la vergüenza al terror cuando Juliette me pidió que le hiciera compañía. Me reí de su expresión, parecía que ella estaba a punto de desmayarse.
—No voy morderte, Birdie —informé—. No tienes por qué temerme.
Su expresión rápidamente se volvió dura. Frunció el ceño.
—No le temo, señor Sutton —dijo ella y parecía de repente decidida.
Tenemos un giro en la historia, bien.
—Entonces deja de actuar como si me temieras, tal vez no lo parezca, pero detesto que la gente me tema. No soy un monstro, Birdie. —Cada vez que decía su nombre era como hablar con un apodo para ella. Tenía que concentrarme para saber que era su nombre. Pero me gustaba su nombre.
—Usted no tiene nada a lo que yo pueda temerle, señor Sutton —susurró ella.
—¿Quieres vino? —Tomé la copa vacía y serví un poco en ella. Birdie no dejó de mirar el vino mientras lo servía—. Es del viñedo de mi padre, espero que sea agradable. —Hice énfasis en la palabra, para que ella supiera cual era mi veredicto hacia ella.
Ella tomó la copa con sus pequeñas manos delicadas y lívidas, la levantó y la llevó a sus labios. Vigilé cada movimiento de sus manos y su boca, porque era una necesidad no perder detalle. Me estaba volviendo loco y no lo entendía.
—¿Qué tal?
Birdie volvió a conectar sus ojos con los míos.
—Es muy bueno. —Se encogió de hombros.
—No siento esto como un progreso, ¿sabes? Pasamos de agradable a bueno, no es a lo que quería llegar —confesé y rellené su copa.
—Lo siento —murmuró ella.
—No te disculpes por tu sinceridad, Birdie. Ciertamente me gusta, pero quiero hacerte cambiar de opinión. —Las palabras salieron así de mi boca, no hubo tiempo de detenerlas. Si ya estaba ahí, había que hacer las cosas bien—. ¿Qué tal una cena conmigo mañana? Cocinaré para ti y vas a decirme tu veredicto final, completamente sincero. —Ofrecí.
Ella me miró. Una mirada inocente con un trasfondo de "nada es lo que parece".
—¿Y qué pasa si mi veredicto final es agradable? —preguntó ella. Su delicada voz siempre era un susurro.
—Entonces lo repetiremos.
—No puedo aceptar una cena con usted, señor —murmuró ella y bajó sus dulces ojos almendrados hacia la copa de vino.
—¿Y por qué no? —pregunté.
Ella desvió sus ojos hacia la pared, no sabía que decir, no tenía una excusa para ellos y podía notarlo.
—Te recogeré a las siete —solté—. Y llámame Harry, por favor.
Y sin más que decirme levanté de la silla, dejando a la dueña de las constelaciones con susamigos, quienes sabía que habían estado mirando desde una distancia prudente.
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