BIRDIE.
Mi cara estaba hundida dentro de las almohadas de mi cama, mi teléfono estaba en mi oreja y mi hermana mayor estaba hablando sin parar sobre Greyson, su prometido. Cada pequeña palabra describiéndolo como el mejor novio del mundo era una astilla para mi corazón. Solo lograba murmurar unas cosas y luego ella volvía hablar como loro, sin detenerse. Sue estaba emocionada por su boda, porque es lo que ella siempre había deseado y se supone que yo debería estar emocionada por ella, pero iba a casarse con el hombre de mis sueños, debería saltar del puente de Brooklyn más bien. Sin embargo, allí estaba, escuchándola mientras me hundía en mi depresión.
—Quiero pedirte algo —dijo de pronto, su tono suave me estaba diciendo que sería algo importante.
—Adelante —musité sin muchos ánimos.
—Volverás para mi boda, ¿verdad? —preguntó suavemente.
—Sí, Sue, lo haré —prometí, la verdad era que no estaba muy segura de presentarme allí, completamente sola y enfrentar los hechos que me atormentan—. ¿Qué vas a pedirme?
—No sé si sea esta la mejor manera, pero en vista de que no quieres volver a Texas... —Eso era realmente una indirecta, como las de mamá estos últimos días—. Birdie, quiero que seas mi dama de honor.
Eso no lo había esperado, pero tal vez había tenido que hacerlo. Es decir, ella es mi hermana, aunque no lo quisiese en esos momentos. No dije nada, simplemente cada parte de mi cuerpo se paralizó. Podía sentirla zumbando al otro lado de la línea.
—Bird...
Junté todo el coraje que tenía para volver a hablarle.
— ¿Estás segura? —interrogué tratando de no sonar incómoda.
—Por supuesto, Birdie, eres mi hermana. Quiero esto, ¿sí? —Asentí, antes de recordar que estaba al teléfono y que ella no podía verme. Me aclaré la garganta y giré sobre mi espalda para mirar el techo blanquecino de mi habitación.
—Sí, seguro, como quieras —susurré.
—No pareces muy emocionada. Vamos, Bird, que es mi boda —insistió. Realmente yo no estaba como para fingir que me llenaba de emoción y alegría ser la dama de honor de un matrimonio que me traía de tanta desgracia y odio a mí misma.
—Vale, que sí, me emociona. —Traté de sonar lo suficientemente feliz como para convencerla. Oí una pequeña risa del otro lado de la línea.
Sue siempre ha sido el tipo de persona a la que todos aman, la chica linda y simpática que se gana el corazón de cada persona con una sonrisa, es un pequeño rayo de sol que opaca con su luz todo a su paso, papá y mamá la aman, ella es lo que ellos lograron hacer bien. Yo amo a Sue y el hecho de que va a casarse con Greyson no cambia eso, porque al final, ella en realidad no lo sabe, jamás supo que estaba perdidamente enamorada de nuestro vecino porque jamás me atreví a contárselo a nadie. Tal vez si hubiese compartido eso con ella, las cosas hoy serían diferentes. Pero justo ahora puedo oírla casi saltando de felicidad por el teléfono, ella es feliz y yo debo resignarme a ello.
—Vale, entonces... ¿Birdie, por qué te fuiste? —interrogó de repente.
—Porque quería cambiar de ambiente —musité la misma mentira que le dije a mamá cuando me subí al avión—. Sabes que la vida en Texas nunca me gustó. —Bueno, eso sí era verdad.
—Pero todos tus amigos y toda tu familia están aquí. ¿Por qué dejarlo todo? —me preguntó con un tono de incomprensión.
—Porque a veces con tanta gente alrededor es difícil saber lo que en realidad quieres, necesitaba alejarme de las opiniones de los demás para escucharme a mí misma.
—Te extrañamos por aquí, ¿sabes? —me dijo. Por un momento llegué a sentirme mal por irme, pero no duró demasiado.
—Lo siento, Sue —me disculpé, como si en realidad yo tuviera la culpa de todo—. Volveré para verte caminar por el altar, lo prometo. —Oí su chillido de alegría característico de mi hermana.
—Puedes traer a un chico lindo para acompañarte —me sugirió con voz divertida. Me reí de esa proposición que yo consideraba completamente absurda. A estas alturas, lo menos en lo que quería pensar era en los hombres. Quería olvidarme para siempre de ellos.
—No, nada de hombres por los próximos veinte años. —Eso sonaba como un chiste, pero yo estaba considerándolo más que un poco.
Y es que había tenido las peores experiencias en relaciones románticas, me sorprendía a mí misma de haber soportado tanto. Supongo que es porque soy una persona indulgente, que acepta cualquier disculpa por absurda que sea. Aunque fuera sorprendente (probablemente no), yo jamás terminé ninguna de mis relaciones, a excepción de la última, el resto de ellos siempre vivieron a mí y me dieron esta pseudo-disculpa típica que agrupaba todas mis características en la categoría de "tenemos que terminar porque:". Estaba harta hasta el tuétano de ser botada. El único tipo al que logré terminarle se llama Mathew Asher. Está algo loco, le gusta torturar gatos en el patio trasero de la casa de sus padres y aunque es uno de los más atractivos con los que he salido, él tiene serios problemas que yo no podía atender correctamente. Estuve orgullosa de mí cuando me decidí a cortar nuestra relación y fue la primera vez que lo vi actuar racionalmente, como si fuera una persona normal. Sin embargo, sus ojos seguían asustándome, tanto como la primera vez que lo vi.
Cuando mi hermana al fin colgó el teléfono, sentí unas inmensas ganas de llorar por todo lo que estaba pasando y por dejar que me pasara a mí.
—Pecas, tengo algo excelente para ti. —Sterling entró en mi habitación vestido de traje y corbata, como siempre.
Sterling Spencer es mi nuevo casero, y también es el hombre más guapo y gay que jamás tuve el placer de conocer. Llevaba dos meses rentando una habitación en su apartamento y él y yo nos habíamos vuelto muy cercanos. Su asistente Sun-Hi era mi mejor amiga desde que nuestras madres iban a clases de pre-parto juntas, y nosotras desarrollamos un lazo pre-nacimiento especial. Ella es una chica texana-coreana de lo más adorable, practicante en el mundo de la moda, y había sido la razón por la que escogí Nueva York para empezar. Sabía que ella podía ayudarme, y ciertamente lo hizo cuando me dijo que su agradable jefe estaría buscando a alguien para compartir su gran apartamento.
Yo llamaba a Sterling el "Señor traje elegante", porque él siempre usaba un traje, para cualquier ocasión, él solo era un columnista en una pequeña revista de moda, pero eso no le quitaba el estilo y la elegancia que lo caracterizaban. Esta vez lucía su traje Gucci gris, con una camisa a cuadros de diferentes tonos de azul y sus zapatos perfectamente pulidos. Se quedó mirándose en el espejo por un momento, arreglando su cabello. Es arrebatadoramente guapo, su cabello castaño y lacio siempre está perfectamente peinado hacia atrás y sus ojos azules parecen zafiros brillantes, mandíbula fuerte, pecho ancho y si lo golpeas te lastimas la mano. Y también es muy gay.
— ¿Qué tiene para mí, Señor traje elegante? —Crucé mis piernas sobre la cama y respiré hondo tratando de reponerme un poco de la charla con mi hermana.
—Juliette me ha preguntado esta mañana si conozco a algún buen fotógrafo. —Cuando terminó de acomodarse la corbata en el espejo de mi tocador, se giró a verme—. Y obviamente pensé en ti —dijo y se acercó a la cama—. Es la inauguración del restaurante de su hermano menor y quiere buenas fotografías. ¿Podrás con eso, pecas? —Me miró alzando una ceja.
—Claro que puedo, fotografiaría cualquier evento, excepto una boda. —Salté fuera de mi cama, arrastrando mi trasero por el colchón. Cookie enseguida viene corriendo cuando escucha mis pasos por el piso de madera.
Cookie es un cachorro Coker Spaniel que Sterling adoptó en un acto de caridad humana hace un mes. El único problema es que Sterling no sabe cómo cuidar animales, está comprobado. Así que yo terminé por encargarme de él, digamos que él me quiere mucho más que al Señor traje elegante.
Cookie se acurrucó a mis pies y lo tomé en mis brazos para dejarlo sobre la cama. Se puso a saltar y jugar con mis almohadas.
— ¿Cuándo es el evento? —le pregunté a Sterling, quien miraba a Cookie con una sonrisa.
—Es esta noche —mencionó muy quitado de la pena.
— ¿Qué? ¿Pero cómo no te lo ha dicho antes? —Yo no tenía nada decente en mi guardarropa ¿Qué se ponía uno para ese tipo de eventos? Yo estaba completamente despistada. En Texas usaba vestidos de iglesia para cualquier ocasión, no necesitaba nada más, pero siempre los odié, así que le pedí a mamá que se los guardara a mis primas para cuando pegaran el estirón, probablemente ellas los cortarían y les quedarían mucho mejor que a mí—. No tengo nada que ponerme.
—Bueno, cariño, ¿para qué estoy yo? —me dijo tomando mis manos—. Cuatro palabras, pecas: Nos. Vamos. De. Compras.
—Detesto ir de compras.
—Bueno, eso se debe a que jamás has ido de compras en Nueva York.
—Sí he ido.
—Los víveres no cuentan, pecas.
—Oh.
***
Sterling estaba al teléfono con su amiga Juliette mientras yo trataba de encontrar un vestido que me gustase. La tienda a la que me había arrastrado Sterling era increíblemente grande, lujosa y de los precios ni quería hablar. Yo no tenía suficiente dinero para pagar nada de eso. Por supuesto, ir de compras en Nueva York es lo máximo, cuando eres miembro de la familia Kardashian.
Sterling volvió luciendo su sonrisa resplandeciente. Me miró y dejé el vestido sin mangas que tenía en mis manos en su lugar.
—Tendrás una buena paga, me ha dicho que te lo diga. —Sonreí para él y me giré a mirar más vestidos.
—Está bien. —Sterling se acercó a mí y me alejó de los vestidos.
—¿Pasa algo? —preguntó. Yo aún estaba un poco apagada por la llamada de Sue, siempre que oía de Greyson todo era de esa manera, como si no pudiera pensar en nada más.
—Estoy bien.
Sterling me miró haciendo una mueca de inconformidad.
—Sun-Hi me dijo que no te creyera si me decías eso —mencionó. Sun-Hi era una traicionera. Tendría que darle una charla sobre cómo mantener secretos cuando la viera luego.
— ¿Ella irá al evento? —Cambié el tema rápidamente, antes de que me echara a llorar en sus brazos.
—Sí, lo hará, Juliette la invitó. —Él se metió las manos en los bolsillos y me miró— ¿Lista para empezar? —preguntó. Yo hubiera estado encantada de decirle que lo estaba, pero la mera verdad era que me sentía decaída. Eché un vistazo de nuevo a los vestidos, un poco dubitativa.
—Son realmente caros, Sterling. ¿Cómo se supone que voy a pagar?
Sterling rodó los ojos y puso sus grandes manos en mis hombros.
—Querida, estoy tratando de decirte hace un mes que ya no tienes que pagarme la renta. —Él hizo una mueca extraña con su cara—. No has aceptado, así que déjame regalarte un vestido que te haga lucir preciosa. Mírate, el vestido que llevas lo ha hecho tu madre.
Eso fue casi una reprimenda de su parte. Él nunca evitaba una mala cara cuando me veía en ropa que mi madre había confeccionado para mí. Miré hacia mi vestido estampado con flores y ajusté mi chaqueta de mezclilla.
—Mi madre lo hizo con amor.
—El amor de madre no deja que muestres tus atributos, Pecas. —Sus ojos azules centellaron, mirándome con una ceja levantada. Yo me reí en su cara.
—¿Atributos? No tengo atributos ¿Has visto a las modelos que posan en las revistas? Aquí, si no eres un mondadientes definitivamente no tienes atributos —me quejé. Sterling se rio. Estaba segura de que el chiste del mondadientes le había gustado.
—Esto es Nueva York linda, algunos hombres ya están cansados. —Se encogió de hombros—. Tal vez consigas a uno al que le ponga las pecas. —Me soltó y se giró para revisar los estantes frente a nosotros con extrema concentración.
—No quiero saber nada de hombres —aclaré, cruzándome de brazos—. Te conté lo que está pasando con mi hermana y Greyson. —Oí a Sterling resoplar. Se volvió sobre sus talones.
—Por lo mismo, deberías dejar eso ir. —Sacó un vestido negro de espalda descubierta. Tan solo verlo me pareció que yo no iba a entrar ahí—. ¿Te va el rollo del negro? Creo que se vería genial en ti. ¿Tú qué me dices?
—Es un poco revelador.
—Sí, pero es elegante, en tanto la etiqueta diga que es elegante podrías ir desnuda —dijo. Yo me reí.
—Vale, lo entiendo.
—Es un lindo vestido.
Sterling se giró a ver quién había dicho eso. Esta chica de cabello despeinado, pero, aun así, hermoso, ojos azules y apariencia hippie, se acercó a nosotros. Sterling le sonrió ampliamente como un gran hombre orgulloso de sus gustos, luego se volvió para verme.
— ¿Lo ves? A ella le gusta.
La chica sonrió y se acercó a mí. No tenía idea de donde había salido.
— ¿Puedo leer tu mano? —Me preguntó. Supuse que era normal que me hubiese pedido eso, porque lucía como una gitana. Sin embargo, ella también tenía un aspecto agradable, como una buena persona, así que me dije: ¿Por qué no?
—Seguro. —Le extendí mi mano.
No es que yo creyera demasiado en estas cosas, pero, ¿qué más da? Si puedo ayudarla, esto no es nada, no es como que fuera a decirme algo realmente significativo. Ella pasó los dedos a través de la palma de mi mano, sobre las líneas, rozando cada una de ellas con sus dedos. Sus manos eran menudas y lívidas, y estaban un poco frías. Me quedé mirando su expresión mientras examinaba mi mano. No le daba más de dieciocho años, era una chiquilla. De pronto se detuvo y trazó toda una línea desde la base de mi dedo índice hasta la muñeca. Sterling se había quedado mirándola con los ojos muy abiertos y sin parpadear. ¿Qué hacía una chica como ella en esa tienda?
—Línea de vida sin preocupaciones y planes futuros prósperos. Vives correctamente, eres agradable, eres buena y sincera. —Me sonrojé un poco. Ella ladeó su cabeza antes de agregar algo más—. Con todos, menos contigo misma —murmuró—. Necesitas un equilibrio, necesitas saber que todo va a estar bien, necesitas que alguien lo confirme para ti. Has estado buscándolo por mucho tiempo y el universo solo ha estado enviándote señuelos.
—No lo entiendo —mascullé. Ella levantó la mirada y me sonrió.
—Ya pronto. Vas a ser la solución de su problema y viceversa. —Eso no tenía sentido.
—Bueno, si tú lo dices. —Retiré mi mano de las suyas—. ¿Quieres propina?
—No, muchas gracias. —Y sin decir más se retiró.
—Oye... —Sterling soltó un silbido—, que raro ha estado eso.
—Y que lo digas.
Sterling puso en mis brazos un montón de vestidos que había sacado del armario de la tienda.
—Anda, que el tiempo vuela. —Movió la cabeza en dirección al vestidor
—¿Está el negro revelador aquí? —le pregunté buscando entre los vestidos mientras me dirigía a la zona de los vestidores.
—Sí —dijo Sterling caminando detrás de mí—. Sabía que te gustaba.
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