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2. Enchanted to meet you.

¡Hola mis bonitos lectores! Primero, muchas gracias por el apoyo que le dieron a esta idea toda random, de verdad estaba nerviosa por sacarla y esperaba morir vilmente ignorada. Saben lo que pasa cuando me dan cuerda, yo jalo de verdad. Y esta señorita deokumura, sí, ella es responsable de la portada porque solo sabe hacer arte tanto escrito como dibujado y es demasiado para mi corazoncito. Deizy te amo pero no lo merezco!! Ahora tengo expectativas que llenar para hacerlo decente. Este capítulo medio chafa te lo escribí con todo el amorcito del mundo.

¡Espero que les guste!

Un jadeo gutural brotó de lo más profundo de su garganta cuando trató de empujar la katana hacia su vientre. Sus dientes crujieron, el entrecejo le martilló, por más fuerte que tirase no pudo sobreponerse a la fuerza de un alfa. Que Ash Lynx frenase la cuchilla con una sola mano antes de que le atravesase el kimono fue una humillación inexplicable. Algo dentro del joven omega amenazó con explotar. El suicidio era sagrado dentro de su cultura, que le arrebatase esa opción, no, que jugase con esta, hizo que una desagradable y ferviente sensación se expandiese por todo su tórax.

—¿Señor Lynx? —Eiji utilizó cada fibra de su ser para arremeter contra su estómago en vano. Aún de rodillas, todavía usando las dos manos, no logró acortar la brecha entre géneros. Quiso reírse a causa de la impotencia—. ¿Eso quiere decir que acepta nuestra ofrenda? —Pero en su lugar, tembló.

—Yo...

El americano pateó la katana hacia el otro extremo del cuarto como sino significase nada, cuando lo era todo para el joven omega. Esto era lo único suyo. ¿Era necesario faltarle el respeto al arrojarla? Nori Nori resguardaba la crueldad desmesurada que sufrió durante sus prácticas, la brutalidad con la que su padre lo entrenó fue inhumana y aún así él se hallaba de pie, victorioso. Este petulante no solo lo privó de una muerte digna sino que pisoteó sus costumbres como si fuesen una maldita colilla de cigarrillo.

Lo aborreció.

¿Quién se creía que era?

Un alfa.

Era un maldito alfa.

—¿Señor Lynx?

—Necesito discutir esta decisión con mi segundo al mando.

—Por favor, tómese su tiempo. —La mafia japonesa obedeció la indirecta, dejándolos a solas en el cuarto con un hombre de peinado llamativo y anteojos polarizados.

Los americanos eran extraños. ¿Qué tenían contra los uniformes?

—¡Amigo! ¡¿Qué carajos?! —Eiji no sabía si era correcto levantarse o salir—. Entiendes que este chico es una ofrenda envenenada ¿no? —Así que se quedó, en silencio, con la barbilla gacha—. ¡Los Yakuza te buscan manipular con este contrato! ¡Piensa con la cabeza de arriba!

—¡Claro que lo sé! —Siendo un omega, sumiso.

—¿Por qué lo detuviste? Si se hubiese muerto nos habríamos ahorrado todo este lío. —El chino zarandeó con fuerza al lince de Nueva York, parecían cercanos.

—¡No pensé que se fuera a suicidar en medio de la sala! —Claro que hablaban de él como si no existiese en el cuarto, ni siquiera lo creían un ser humano—. No quiero que mi primera acción oficial en Corsa sea a costa de un inocente, Shorter. —El nombrado se repasó el cabello una y otra vez. Al japonés le pareció graciosa la manera en que los mechones siempre se volvían a alzar, debían tener una grotesca capa de gel, hasta la podía oler.

—No puedes aceptar a este chico.

—Debe tener apenas quince años. —¿Quince años? ¡El alfa era mucho más joven que él! Eiji tensó los puños contra sus rodillas, ofendido—. Es apenas un niño, no puedo matarlo.

—¿Enviarían a un niño como carnada sexual? —La sangre le hirvió, las entrañas se le revolvieron, el sonido rebotó con demasiada violencia en ese cuarto y ya estaba enfermo—. Sé que los Yakuza manejan su propia red de pedofilia pero aun así. —Debía mantener la cabeza fría, le prometió a Akira volver con vida, por muchas ganas que tuviese de matarlos necesitaba ser racional para actuar.

Respira, respira, respira.

—Es un omega dominante. —Su alma se heló tras hacer contacto con esos ojos—. Ganarían millones con él dentro del mercado negro. —Eran verdes, realmente verdes y bonitos. El lince de Nueva York se le acercó para examinarlo—. No entiendo por qué hacerme un regalo así, no tiene sentido.

—Ni siquiera estás buscando pareja. —El alfa le delineó la cara con suavidad, como si no quisiese hacerle daño y se estuviese disculpando silenciosamente con esa mueca acomplejada—. Hay que dejarlo a su suerte, este chico será un problema. —Lo que no tenía sentido, por supuesto, ignoraron su existencia durante todo el resto de la conversación.

—Lo sé. —Su omega interior ronroneó por la dulzura de los tactos, quería que lo tocase más, mucho más—. Pero no puedo permitir que se suicide en medio de mi sala, acabamos de quitarle esta sede a Corsa. —Y él se profesó asqueado por eso. Odiaba su naturaleza débil y dependiente, él era fuerte.

—Entonces podemos pedirle que se suicide en el jardín de atrás. —Ash gruñó ante el comentario—. ¡Bien! Al menos estoy tratando de pensar en soluciones constructivas. —Shorter cruzó los brazos encima de su vientre y apoyó su cadera contra un viejo escritorio.

Esa fue la primera vez que el omega pudo repasar el cuarto, aunque se hallaba repleto de muebles lujosos y libros extravagantes de alguna manera se profesó tan...Impersonal. Las rodillas le ardieron por lo incómoda de la postura, él se preguntó si podría empujar al alfa para alcanzar a Nori Nori, no obstante, desechó de inmediato la idea. Aun si pudiese ganarle en fuerza física a su contrincante, era un juego donde perdía o perdía. Si se mataba rompería su promesa con Akira y probablemente harían a Ibe responsable, si asesinaba al lince de Nueva York sus hombres se ocuparían de él, ser violado hasta la agonía no se encontraba en su lista de opciones.

—Ash... —La voz del otro chico captó su atención—. No entiendo nada sobre feromonas o esas cosas, pero esto es una mala idea. —¿Entonces era un beta? No lo aparentaba.

—Lo sé, solo necesito tiempo para pensar. —El alfa lo soltó.

—¿Por qué te es tan difícil? ¿Son esos ojos de Bambi los que te sedujeron? Podemos cubrirlos con una venda. —Ash se acercó a Shorter para susurrar.

—La mirada que me arrojó antes de clavarse la katana... —Eiji tembló por el menosprecio. ¿Desde cuándo su género era sordo? Estaban a tres metros, podía escucharlos a la perfección. A lo mejor lo creían estúpido, los omegas carecían de recursos educacionales porque el conocimiento era poder y en esta sociedad jamás le darían eso—. Fue como si me estuviese gritando que ni siquiera en esta situación me cedería el control, me pareció tan libre.

—¿Libre? —Una risa sarcástica se le escapó—. Ustedes no tienen idea. —No le importaba que fuese una terrible transgresión faltarle el respeto, estaba harto. Él se levantó de golpe, aflojándose esa ridícula faja para arrojarla hacia algún lado—. No tiene que conservarme por compasión, si tanto le molesta que ensucie la alfombra iré a morirme afuera.

El dulce Ei-chan que los Ibe conocían jamás habría perdido así su mierda, sin embargo, le enfermó que hablasen de él como si no existiese en la misma habitación. No quería ni necesitaba de su misericordia. Por muy suave que fuese su carácter, él tenía límites y esto era el colmo.

—¿Ya se decidió, señor Lynx? —Ibe asomó la cabeza al cuarto, nervioso. Sus dedos golpetearon la orilla de la puerta, había poco aire y el calor era insoportable, era un buen día para suicidarse.

—Sí. —El omega tragó duro—. Aceptaré la ofrenda.

—¡Excelente! —Los demás miembros del clan entraron a la habitación—. Iremos a prepararlo para que lo marque. —Eiji abrió los ojos de golpe, aterrorizado.

—Pero se supone que deberíamos esperar al celo. —Su plan no funcionaría si lo ataban ahora, no quería convertirse en una pertenencia tan pronto—. ¡Ibe-san!

—¡Ei-chan! —El nombrado fue retenido por uno de los guardias mientras lo arrastraban hacia el cuarto contiguo, ni siquiera hicieron falta dos hombres, ni siquiera tuvo que ser uno muy fuerte—. ¡Este no fue el trato! ¡Okumura-san no aprobó esto! —Lo arrimaron como si fuese un trapo antes de arrojarlo. Aborreció la débil naturaleza de su cuerpo.

—Prepárate para tu nuevo amo. —Y le enfermó lo normalizado que esto se hallaba.

Lo abandonaron dentro de una habitación que apestaba a alfa. Si fuese obediente se quitaría el kimono nupcial, hundiría su rostro contra la almohada, liberaría sus feromonas y rezaría para que terminara. Él tragó duro, enfurecido, sabiendo que a solo unos metros se hallaban firmando un contrato para sellar su destino. ¿Acaso era un trozo de carne? Seguramente ni a eso llegaba. Yut-Lung Lee siempre lo alentó a rescatar su valor independiente de su género, sin embargo, le parecía risible en estas circunstancias. Él se abofeteó las mejillas, tratando de calmarse, se hallaban húmedas y calientes. Estaba afiebrado y tenía fatiga.

—Puedes hacerlo, puedes pensar en algo mejor.

Él repasó el cuarto para construir un plan. Si ahora lo marcaban matarlo sería prácticamente un suicidio al estar enlazados con tan inefable vínculo, necesitaba comprar tiempo, necesitaba comprar lo suficiente para llegar al celo, el apogeo de la lujuria y la vulnerabilidad. Eiji se acercó a la ventana, él tomó aire antes de golpearla con su codo, el sonido fue estridente, los vidrios no tardaron en caer, el filo le desgarró la prenda. No había marcha atrás en esta estupidez.

Si él iba a morir, prefería morir intentando algo.

—¡Ei-chan! —Con una agilidad digna de un conejito él se acomodó detrás del alfa, él no dudó en amenazarlo con un trozo de vidrio en el cuello, no sería lo suficientemente grueso para rasgarle el pescuezo pero haría bastante daño.

—No se muevan. —Ambos clanes se quedaron sin aliento, la mafia americana desenfundó sus pistolas—. He dicho que no se muevan. —Él arrojó esas ridículas sandalias de madera, parándose en la punta de sus pies para alcanzarlo mejor, los mechones dorados le cosquillearon bajo la nariz.

—Ei-chan, por favor no hagas una tontería. —Muy tarde, ya se encontraba amenazando a un líder de Corsa en su propia casa.

—Ibe-san... —Él presionó el vidrio bajo el mentón del alfa, una llovizna carmesí azotó el cristal, esas imponentes feromonas lo marearon gracias a la posición—. Lo lamento. —Eran violentas pero agradables, su omega interior ronroneó por estas, lo odió—. Nada de esto es tu culpa.

—¡Ash! —Antes de que Shorter pudiese apuntarle un arma, el nombrado negó.

—Eso no será necesario. —Las manos del japonés temblaron frente a tan petulante tono, él terminó sangrando por lo fuerte que apretó el cristal—. Ei-chan. —El estómago se le revolvió cuando usó ese apodo, jamás le dio el derecho. Pero claro, a los de su casta no les importaba—. Por favor baja eso, sé que estás asustado pero esto solo nos matará a los dos.

—Prefiero eso a que me muerdas la nuca. —Entonces Ash se dio vueltas y lo inmovilizó contra el suelo. Ni siquiera tuvo oportunidad de reaccionar, bastó con que le apretase la muñeca y le diese un empujón.

El omega perdió el hálito, su corazón arremetió con una abrumadora violencia contra su pecho, la piel se le erizó, su cuerpo pesó demasiado contra la suavidad de la alfombra. Un escalofrío lo hizo perder la razón. Ahí, sobre su regazo, apoyando el mismo vidrio que utilizó para amenazarlo se encontraba la persona más hermosa jamás contemplada. El tiempo se congeló, la cordura se le empolvó. Las pestañas de aquel alfa eran un enmarque sublime para esos ojos. Eran profundos, eternos, desgarradores pero aún así vacíos. No se parecían en nada a lo que había conocido. Le dolió el alma recordar que esta persona lo había comprado. Esto era un caos, sabía que tenía que matarlo para ganarse el respeto de su clan, no obstante, en algún lugar dentro de él esperaba que fuese diferente.

Que fuese más que un alfa.

—¡Señor Lynx! —Sus guardias quebrantaron el tacto. Con un bruto agarre tironearon al moreno de los cabellos para estamparle la frente contra el suelo—. Lamentamos la conducta de nuestra ofrenda. —Eiji presionó los párpados con fuerza, lidiando con la bilis destrozándole la tráquea—. ¡Discúlpate por tu insolencia! —Lo alzaron una y otra vez para estrellarlo contra el piso.

—No es necesario que haga eso.

—¡Discúlpate! —El omega abrió los ojos ante una desagradable y pegajosa sensación contra sus mejillas, en el décimo golpe comprendió que esa mezcolanza era una poza con su sangre.

—Lo lamento. —El agarre se tornó más violento.

—Como corresponde. —Irónico ¿no? Estos hombres solían temblar ante su mera presencia, cuando todavía era el heredero de los Yakuza y su papá lo amaba. ¿Amor? ¿Alguna vez recibió eso? No lo recordaba.

—Lo lamento. —Su voz escapó apenas perceptible contra el piso, podía saborear el óxido entre sus dientes y sentir la mugre en su lengua—. Mi alfa. —Quiso vomitar. El aludido le regaló una mirada tan triste, fue estúpido pero podría jurar que se le encogió el corazón.

—Lo mandaremos a asear enseguida, le daremos una lección.

—¡No! Alguien de mi clan lo acompañará. —Antes de que pudiese protestar—. Bones. —El chico de la trenza rosada lo ayudó a ponerse de pie. Fue un toque suave y gentil, nada similar a lo que recibía en su mafia—. Él es un beta, no te hará daño. —Ash Lynx dijo eso como si realmente le importase su comodidad en este lugar.

—Gracias. —Como si realmente lo considerase una persona—. Mi alfa.

Lo que obviamente no era verdad si aceptaba la compra.

El agua estalló contra sus tímpanos mientras procesaba lo ocurrido. Funcionó a la perfección, logró aplazar la marca con su escándalo y fue aceptado por el lince de Nueva York. Él tiritó, haciéndose pequeño dentro de ese kimono destrozado, debería estar feliz con el rumbo que tomó su salvación, si se mantenía fuerte solo debía esperar hasta el celo para matar a su captor, pero no. En el momento que vio a su propia sangre manchar la prenda nupcial la realidad lo golpeó, como un suicida que se avienta de un edificio y a media caída se da cuenta del error que cometió. Su padre no solo lo intercambió, sino que dio órdenes para que no volviese si fracasaba, porque eso valía para su progenitor, era una vergüenza. Le dolió mucho el corazón. Nunca esperó nada de su familia, solo...

—Ya está listo. —Se quitó la prenda frente al beta, no le importaba ser aún más degradado, ya no podía ser peor. Su cuerpo jamás fue suyo, su alma se hallaba en una jaula. Daba igual.

—Gracias. —La marca que ese alfa le dejaría sería la prueba irrefutable, para ellos era un desahogo sexual y ya. De la impotencia pasó la pena, de la pena la destrucción.

—Tienes un tatuaje. —El toque fantasma lo hizo saltar contra la porcelana, esta era la primera vez que encontraba una sonrisa cuando observaban sus marcas—. Son girasoles, se ven bonitos.

—¿Bonitos? —El rubor le coloreó hasta las orejas—. ¿Yo?

—Bastante lindo. —Bones le repasó el tatuaje en medio de la espalda sin comprender el concepto de privacidad—. ¿Qué significan los girasoles?

—Que soy repugnante. —Él se mordió la lengua, intentando controlar su agresividad. Ese recuerdo era lamentable, lo había enterrado en una caja mental—. Para los Yakuza los tatuajes tienen significados importantes, suelen usarse figuras simbólicas como dragones o dioses para mostrar sus valores o fortalezas. —Él se dio vueltas en la bañera, fue extraña la emoción con la que esas pupilas chispearon—. El mío es un recordatorio de lo débil que soy.

—¿Lo dices en serio? —Él frunció el ceño—. ¿Son así de estrictos? —Eiji asintió, haciéndose un ovillo contra sus propias rodillas. No acostumbraba a hablar con desconocidos.

—Me lo hice para cubrir una quemadura. Un día me castigaron demasiado fuerte, como soy un omega lo único que puedo usar es mi apariencia, así que... —No hablaba con nadie, en realidad—. Este fue el resultado, un recordatorio constante de mi fragilidad. —El beta le acarició la cabeza con ternura, fue extraño, su cuerpo no pudo hacer más que temblar. No acostumbraba al cariño.

—Lamento que hayas pasado por eso. —De pronto quiso llorar—. Sé que no estás aquí por voluntad propia, pero el jefe no es tan malo. —Eiji no supo qué tan hambriento se hallaba de afecto hasta que lo recibió—. Excepto al despertar, ahí es bastante agresivo. —Él sonrió, bajito.

—¿Qué tan malo es? —Se relajó y se dejó limpiar. El jabón le hizo cosquillas contra la espalda baja, la textura de la esponja se concibió agradable. Ni siquiera podía acceder a agua caliente en su casa.

—¡Terrible! ¡Hasta me tumbó un colmillo! —Bones abrió la boca para hacer énfasis en el drama—. ¡Ni siquiera Shorter lo puede levantar! —Las burbujas revolotearon cuando intercambiaron una risa, el vapor fue intoxicante, el aroma del limpiador le resultó acogedor.

—¿El chico del cabello genial? —El beta bufó.

—¿Genial? Debiste verlo la semana pasada, lo usaba verde con una chaqueta amarilla. —Él se estiró a su lado—. Parecía una piña. —Eiji suavizó su expresión, esto era lo que a su padre tanto le molestaba, su carácter enfermizamente débil y su corazón blandengue. Pero se sentía como un pajarito herido en la madriguera de un lince, necesitaba de un respiro antes de volar.

—Gracias por charlar conmigo. —El japonés crispó los dedos en el borde de la bañera antes de inclinarse hacia su acompañante, el agua estaba calentita y su cabello era un desastre—. Esto ha sido difícil para mí, estoy asustado y me siento... —Su flequillo le cosquilleó contra la nariz, por eso la arrugó—. Mal. —Todavía le dolía, sin embargo, menos.

—Me lo imagino. —Bones jugueteó con los tirantes de su jardinera, sin tener el coraje suficiente para mirarlo—. Esos sujetos malos... —Supuso que se refería a los guardias que lo golpearon—. ¿Qué son para ti? —El omega presionó los párpados, la reminiscencia del shampoo lo sofocó, el corazón le martilló con fuerza y la sonrisa se le quebró.

—Mi familia.

No dijeron más mientras lo terminaba de asear.

Lo llevaron hacia el mismo cuarto donde rompió el vidrio cuando acabaron, su elegante kimono nupcial fue reemplazado por una camisa simple y un pantalón de tela, le pareció extraño que no lo forzasen a usar esas ridículas prendas para omega, no obstante, fue un regalo inesperado y probablemente sería un desperdicio si se las arrancarían de todas maneras. Esos roñosos converse rojos volvieron a invadir su campo visual, Eiji alzó el mentón, encontrándose con esos ojos verdes, hermosos pero impresionantemente huecos. Un alarido fue contenido apenas notó que Nori Nori se hallaba entre esas grandes manos. No le bastó con patearlo, humillar su muerte y arruinar su libertad, ahora le despojaba lo único que tenía.

—No pareces tener intenciones de enlazarte conmigo. —La katana fue arrojada encima de la cama, el filo cortó la frazada—. Así que te propondré un trato. —El moreno alzó una ceja, reticente—. Si eres capaz de vencerme en un combate usando eso no te molestaré más. —El filo de la espada le cortó las yemas cuando la alzó, le encantó. La respiración le corrió rápido.

—¿Y si pierdo? —El éxtasis le hirvió entre las venas.

—Dejarás de luchar contra mí. —Y se portaría como un buen omega, lo entendía. Él acunó la espada, extendiéndole la otra mano.

—Acepto el desafío. —Una sonrisa astuta le fue devuelta cuando el trato se selló. El toque fue un espasmo de electricidad.

—Eso quería escuchar. —El aire estuvo repleto de magnetismo—. ¿Puedo conocer tu nombre? —El omega repasó la katana, satisfecho con su estado. El resto de la pandilla los había rodeado.

—Eiji. —La sonrisa del alfa cesó—. Eiji Okumura.

Oh...

Su omega era el heredero de los Yakuza.

Oh man, espero que esto salga bien, tengo muchos planes para este fic y estoy constantemente luchando con mi impulso de hacer a estos dos tipos gays y softs, todavía no, necesito un buen slow burn. Muchas gracias por leer. Si me tienen fe este fic tendrá actualizaciones semanales, porque los capítulos son más cortitos de lo usual.

¡Cuídense! 

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